Capítulo 26: Leighton
Sentado en el nuevo sofá de mi nuevo salón y con la mente en blanco por primera vez después de mucho tiempo, observé a Laura dando vueltas por la estancia, como un huracán hiperactivo, junto a la agente inmobiliaria.
Resultó que habían encontrado unos clientes potenciales y por lo que pude escuchar, en una de esas veces que mi mente decidía volver a la realidad, esos clientes estaban bastante interesados en comprar la casa. Mí casa. ¿Estaba seguro que quería dejarlo todo? Tenía que hacerlo. Debía desprenderme de mi yo pasado y centrarme en el ahora y en el futuro. Por mucho que me costase.
En cuanto se colocaron frente a mí, me puse en pie para salir de allí. No quería tener nada que ver con esa locura. Todo esto fue idea de Laura, así que ella se encargaba de todo, con la condición de mantenerme al margen.
–Tenéis una casa súper cool.
La mujer, echó un vistazo al salón y sonrió conforme. Todo aséptico, colores verdes, blancos y rosas. Un sueño para Laura y una pesadilla para mí. El mueble dónde guardaba las bebidas se había convertido en "un mueblecito para mantas y zapatillas muy kuki".
— Leighty, cariño. Déjame presentarte a Minerva.
Ni siquiera presté atención a alguna de ellas. Estaba horrorizado con la idea y la situación.
–Laura, creo recordar que te he dicho más de cien veces que no quiero saber nada de este tema, así que deja de tocarme los cojones, porque no me interesa.
Estaba indignada, a punto de soltar alguna lindeza por la boca. Podía ver reflejado en su rostro la ira que iba acumulando y no por lo que dije, sino por hacerlo ante una desconocida.
–Disculpa a mi prometido. Está nervioso con la venta y el embarazo.
–¿Váis a ser papás? ¡Enhorabuena! ¡Qué felices seréis! La casa de estilo andaluz que váis a comprar es perfecta para el nuevo bebé. Cinco habitaciones, una sala de juegos, seis cuartos de baño... Es súper ideal.
–Queremos lo mejor.
Volvió a poner su mano en la tripa, acariciándola.
Antes de ponerme en pié, recibí una llamada en el móvil. Saqué el teléfono del bolsillo y al mirar el identificador de llamadas, sentí como un escalofrío recorría mi cuerpo. Aquella llamada no podía ser buena.
–¿Mamá?
La voz al otro lado del teléfono sonó rota, estaba aguantando el llanto.
–Hijo... Ha... ha llegado el momento. La abuela... Dios mío...
Escuché un lamento al otro lado del teléfono, y reconocí inmediatamente aquella voz. Rocío.
–Estaré allí en unos minutos, por favor no deje sola a Rocío.
Justo cuando pronuncié su nombre, Laura me sujetó del brazo. Por supuesto no iba a dejar pasar la oportunidad.
–¿Se puede saber que le pasa ahora a la mosquita muerta? ¡Por Dios! ¿Es que no tiene amor propio? ¡Eres un futuro padre de familia! Ella…
No soportaba ni una sola palabra más. Estaba bloqueado y cabreado.
–¡Cállate de una puta vez! Y ni se te ocurra seguir por ese camino o no respondo. Te he permitido hacer y deshacer a tú antojo por respeto a nuestro hijo, pero escúchame bien. Yo a ti no te debo nada. No me tendrás nunca ¿Me escuchas? Seré el padre de nuestro hijo y tu marido en unos putos papeles. Nada más.
Me di la vuelta para salir de aquella casa que alguna vez consideré mi hogar, con Laura detrás de mí.
–¿Se puede saber dónde crees que vas?
Ni me giré a mirarla. Abrí la puerta del coche y Antes de darme cuenta, abrió la puerta del copiloto y se sentó en el asiento. La mirada que me dedicó era tan fría que por un momento dudé sobre si realmente conocía a esa mujer, con las que tantas veces he compartido cama.
–Ni se te ocurra pensar que te voy a dejar a solas con esa zorra.
No iba a gastar ni un solo segundo más de mí tiempo en discutir con ella, así que subí al coche y conduje lo más rápido que pude hacía la casa de Mina. Realmente sentía dolor físico, al pensar en Rocío. Su abuela era su mundoby ahora era otra pieza de su vida que se caía.
La muerte de Mina, fue un duro golpe para todos. Aquella mujer había formado parte de mi familia desde el primer momento que pusimos un pie en éste lugar.
Sabía que éste momento llegaría, pero no de esta forma. Sin tener la oportunidad de despedirme de ella. Sentí que había le había fallado de nuevo y me tocaría vivir con ese sentimiento de odio hacia mí mismo el resto de mi vida.
Aquella loca mujer que creía conocerme mejor que yo mismo, capaz de leerme en todo momento. Había dejado una carta, dirigida a mí, pero también a su nieta. ¿Cómo iba a cumplir su última voluntad? Imposible. Era algo totalmente imposible y el peso de la culpa me torturaría hasta el fin de mis días, pero no iba a poder cumplirlo.
***
En cuanto aparqué el coche junto a la casa de mis padres vi a todos los vecinos agolpados en la puerta de su casa. Miré a Laura que estaba a punto de echar fuego por los ojos y bajé sin decir nada.
Escuché gritos de varias personas.
–¡Por Dios Leigthon! ¡La que grita es mi hermana!
Aparté a toda la gente que se agolpaba mirando aquel circo y para mi sorpresa, encontré a mi hermano peleándose con el gilipollas que había venido con Rocío. Vi como los paramédicos intentaban separarlos y Olga gritando como una loca, echando más leña al fuego. Aquel tono de voz debía ser algo innato de familia.
Busqué a Rocío con la mirada que observaba la escena con una expresión de terror.
Inconscientemente di un paso en su dirección, sintiendo el agarre de Laura en mi brazo. Me recordó la serpiente de la biblia, mientras se enroscaba en una rama. Apretó su agarre mientras me susurra.
–Ni siquiera pienses que voy a dejar que te acerques a ella. ¿Me escuchas?
Justo entonces, Rocío levantó la vista y sus ojos volaron hasta los míos una milésima de segundo, después se clavaron en los brazos de Laura enroscados a mi brazo. Ni siquiera me dio tiempo a decir o hacer nada y de todas formas, ¿Cómo iba a explicarlo? Cuando cayó de bruces contra el suelo.
Me deshice de su agarre y tan sólo pude dar un par de pasos, cuando el
imbécil se interpuso entre nosotros.
–¡Cómo la toques, te arranco el brazo! No vais a acercaros a ella. ¿Entendéis? ¡El odio que siente por vosotros debería ser suficiente para que no os acerquéis!
La cara de aquel tío estaba totalmente desencajada. No logré entender como Rocío podía estar con alguien así. Sentí como la rabia acumulada comenzaba a supurar por cada uno de mis poros. Pero en cuanto di otro paso hacia delante alguien me agarró el brazo y al girarme con violencia, encontré a mi madre.
–Leighton, cariño, creo recordar que ya hablamos de esto.
La miré sin entender porqué me detenía, ella estaba ahí tirada, los paramédicos atendiéndola de urgencia y cuando volví a mirar a mi madre, tenía los ojos puestos en aquel gilipollas.
— Disculpa a mis hijos. Ya nos marchamos.
Intenté decir algo más, pero solo una mirada de mi madre hizo que cerrase el pico. Definitivamente aquí pasaba algo y ese algo, era grave. Dejé que tirase de mí hasta apartarme lejos de todo el mundo; entonces ya no pude aguantar más.
–Quiero que me expliques que cojones está pasando ¡Ahora!
Pude sentir el miedo de mi madre a mi reacción, mientras no podía dejar de observar como sacaban a rocío de casa y la subían a la ambulancia. El imbécil iba con ella.
No pude obviar esa mirada de superioridad cuando se marchó con ella.
Al regresar la atención a mi madre, estaba mirado exactamente lo mismo que yo y fue, ese momento exacto, en el que me hice consciente que no iba a gustarme lo que tuviera que decirme.
–Cariño, voy a explicarte lo que pienso que sucede. Verás, el día que Alma se puso de parto, Rocío tomó su decisión y nos pidió que nos mantuviésemos apartados, pero creo que lo está haciendo por mantenernos alejados de ese hombre... Hay algo que no me gusta de él... Y no. No quiero que hagas nada. Hoy no. Deja que yo me encargue de ésto.
La tensión acumulada en mi cuerpo amenazó con hacerme explotar. Nada más pensar que alguien pudiese hacerle daño, sacaba la parte más animal y destructiva de mi interior. Cerré los puños con fuerza. Iba a matar a ese hijo de puta si se le ocurría ponerle un dedo encima.
–¿Le ha hecho algo? ¿Le ha hecho daño?
–Leighton. No sé nada. Son suposiciones. Ni se te ocurra acercarte a ellos ¿me escuchas? Suficientes problemas tiene Rocío ya, para añadirte a la lista.
–No puedes pedirme esto. Ahora no.
–Te quiero lejos de ella. Preocúpate por tu mujer que bastante tienes ya con ese tema.
Sentí que la sangre se congelaba en mis venas. Mi madre nunca me había hablado así.
— ¡No puedes prohibir que me acerque a ella!
La mirada que me dedicó me hizo ver de quien había heredado este temperamento.
–Leigthon Carrington, mantente alejado de Rocío. No lo volveré a repetir. No quiero que vuelvas a hacerle daño, así que, aléjate. Lo solucionaremos nosotros.
Se dió media vuelta y se marchó, dejándome allí sin siquiera saber qué hacer ¿Cómo podía, Rocío, permitir que alguien así la manipulase? Tenía recuerdos muy vividos de su temperamento; era una de las que más loco me volvía y al mirarla, no era capaz de encontrarlo.
Una voz aguda que conocía a la perfección me sacó de mis pensamientos.
–Quiero marcharme a casa ¡Ahora! En mi estado no debería estar sometida a toda esta presión, si le pasa algo a nuestro hijo, solo tú serás el responsable ¡Parece que solo te importe esa mujer! ¡Ni siquiera te preocupas por tu futura mujer! ¡Estoy embarazada de tu hijo!
Por supuesto tenía que subir el tono en la última frase, para que las personas a nuestro alrededor cuchicheasen sobre la noticia. Pude sentir como nos miraban convirtiéndonos en el centro de la atención y cómo me juzgaban, sin ni siquiera saber toda la historia.
Laura se acariciaba la incipiente barriga, por si a alguien se le había escapado escuchar parte de la conversación.
Esto es lo que me faltaba; ser la comidilla de todo Riodeporcos.
Me acerqué a ella con la expresión de indicador sobre mi estado de ánimo.
–Laura, deja el espectáculo para quien le interese. Vamos, te llevaré a casa.
Pero ella no parecía tener ganas de dejar el tema.
–¡No Leigthon! No pienso dejar que me mangonees como lo hiciste con ella. Te quiero alejado de esa... mujer. No pienso permitir que arruines lo nuestro.
Todos los vecinos se arremolinaron a nuestro alrededor para escuchar la conversación. También sabía que no tardaría en llegar a oídos de Rocío, el embarazo de Laura.
Ese espectáculo, era exactamente lo que buscaba. Deseaba fervientemente que Rocío se enterase y lo que era peor, ni siquiera iba a tener la oportunidad de ser yo quien le explicase la situación. Su propósito era hacer daño con la noticia.
No podía creer que la mujer con la que iba a compartir el resto de mi vida, fuese tan calculadora y cruel. Una auténtica zorra. Las palabras escaparon de mi boca sin que las puediese detener.
–Sabía que eras despreciable, egoísta e interesada, pero no me podía imaginar que fueses tan hija de puta. Se perfectamente porque has liado todo esto y puedo asegurarte que es algo ruin hasta para alguien como tú.
Sin darle tiempo a replicar me marché hacia la casa de mis padres. Sabía que no iba a entrar allí, para ella no formaban parte de su familia; solo eran personas a las que debía soportar en momentos puntuales.
Me di cuenta que tenía las llaves del coche y no pude evitar, sentir algo de culpabilidad, pero no pensaba salir a dárselas. Si las quería, que viniese a buscarlas y si no, que se busque la vida para regresar a casa.
***
Cuando bajamos del coche y entramos en el tanatorio, Laura volvió a enroscarse a mi brazo. Anoche trató de acercarse a mí en numerosas ocasiones, yo sólo podía rechazarla cada una de esas veces, sabiendo que Rocío no estaba bien, era incapaz de pensar en otra cosa.
Por la mañana sin embargo, se levantó quejándose de dolor en la parte inferior del vientre y la ansiedad se mezcló con el miedo de causarle cualquiera daño a mi hijo por mi comportamiento hacia ella. Así que dejé que se sujetase a mí, sin queja alguna, mientras avanzabamos hacía la sala, donde se encontraba el velatorio de Mina.
En cuanto entramos, el tiempo se paralizó a mí alrededor. Vi a toda mi familia, pero no a Rocío. La busqué con la mirada y finalmente la encontré sentada, mientras una de las vecinas, precisamente una que estaba presente en la pelea con Laura, le entregó una infusión.
Estaba preciosa a pesar de todo. El pelo más largo en una coleta baja, con algunos mechones sueltos enmarcando su rostro triste. El vestido de flores que Mina cosió día y noche, esperando su regreso. Parecía que había pasado una vida entera desde esos días.
En ese instante y como si me hubiese intuido, levantó su mirada hacía mi y se quedó congelada unos segundos, mientras trataba de expresar todo lo que sentía en ese momento. Después miró el agarre de Laura en mi brazo y sentí que algo se rompía aún más en ella.
Antes de que me diese tiempo a acercarme, porque no iba a hacer caso de las amenazas de nadie, varias mujeres se nos quedaron mirando y una de ellas se agachó a decirle algo a Rocío.
Sabía cuales serían sus palabras y Laura más pegada a mi lado, levantó la cabeza orgullosa. Estaba disfrutando ser el centro de atención hasta en un entierro.
En cuanto regresé mi atención a Rocío, ya estaba en pie y avanzaba hacia nosotros, ayudándose por las muletas. ¡Joder! Me mataba verla así. Su mirada, me resultó indescifrable, traté de leerla, de saber en qué pensaba, pero supo como cubrir sus emociones con una calma, que me estaba volviendo loco.
Mi mayor deseo fue hacer desaparecer todo a nuestro alrededor, concedernos unos minutos y aunque lo veía tan improbable como poder detener el tiempo, sabía que su calma, escondía un huracán que iba a explotárme en la cara.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top