Capítulo 17: Leighton.

Estaba en Asturias. Lo sabía, porque Alma me lo dijo. Tenía prohibido acercarme a aquella casa. Como tenía prohibido sentir, más allá de la desesperación que crecía dentro de mí.

Como un león enjaulado. Comencé a dar vueltas, con el móvil en la mano luchando por no estamparlo contra las vidrieras que hacían de pared.

Ahora tenía a mi madre, frente a mí, preguntándose cómo había llegado a tal punto de destrucción. El sofá lleno de manchas de, quizá, la botella que estaba tumbada y abierta casi vacía. Cristales por el suelo, María desaparecida, cuando decidí mandarla a casa de mis padres, mi ropa de hacía tres días que comenzaba a apestar y una Laura, que me perseguía como un perrito faldero allá donde iba.

Varios hombres, se dedicaban a limpiar, colocar y fotografiar cada puto rincón, ajenos a mi infierno personal.

-Eso hay que tirarlo. Es feo y no tiene nada de glamour. Y el sofá, también. No quedará bien en las fotos.

Ignoré a la mujer que estaba desmantelando el lugar que había sido, para bien o para mal, mi hogar. Al menos, así lo sentía cuando ella estuvo esos pocos días en esta casa, aunque no tuve los cojones a demostrarselo.

Recordé el día que puso un pie en el salón.

<<-¿Te marchas? -Dijo curiosa.

-¿Cómo dices?

-Que si te vas a mudar.

-No es mi intención. ¿Por qué lo preguntas?

-Parece una casa de revista. Ya sabes, de esas que usan los agentes inmobiliarios en las pelis americanas para que los interesados en comprar la vean. Tan perfecta como impersonal.

-¿Tienes algún problema con la limpieza y el orden?>>.

El problema lo tenía yo con el control de mi vida. Con ser un auténtico cabrón.

-Leighton. Tienes que hablar con nosotros. Somos tu familia.

Suspiré y me pasé las manos por la cara, volviendo al presente. Ni siquiera iban a dejarme regodeárme en mi propia mierda.

–¿Y qué queréis que os diga?

–¿Por qué haces todo esto? ¿Por qué has vuelto a ser el Leighton autodestructivo que fuiste tras Zelda?

No sentí absolutamente nada al escuchar el nombre de mi ex. En otro momento, habría gritado y me habría encerrado en mí mismo y ahora... Ahora podría prender fuego ese puto sofá de lujo.

–Este nuevo yo, es peor.

Le aparté de mi camino, para llegar al mueble bar y servirme una copa de mi colección de "recuerdos".

<<...Te invito a uno.

–Creo que debería ser yo quien te invitase.

–Eres un anticuado. Estamos en el siglo veintiuno, ¡por favor!

Sonreí, era sencillo hacerlo con ella, aunque no lo practicase tan a menudo como sabía que desearía. Me senté a su lado y cogí la botella.

–Te invito yo, porque es de mi colección.

–¿Coleccionas alcohol?

–Colecciono recuerdos. Esta es de Méjico. Fui hace cinco años con…

Pensar en Zelda, en el viaje a México, me rompía. Tenía ese poder en mí, a pesar del tiempo transcurrido y saber que ya no había nada entre nosotros. Aún sentía el dolor que me provocó descubrir que no era suficiente. Que mi amor hacia aquella mujer y todos mis intentos, no sirvieron de nada.

–Con alguien. –Conseguí decir por fin.

–Pues brindo por ese viaje.

Dijo levantando su vaso.

–Yo prefiero brindar por este momento. Por enterrar el hacha de guerra durante esta noche.

–Perfecto.

Estaba cansado, más bien agotado y abrumado por lo que Rocío era capaz de conseguir tan solo con un gesto, con una sonrisa. Zelda y su recuerdo no dolía tanto. Apenas sentía lo que me repetí día tras día y noche tras noche. "Yo, no era suficiente". Se llevó el chupito a esos labios que deseaba probar.

–Espera un momento. Lo haces mal. Se hace así.

Cogí la sal, me acerqué a su cuello y lo mordisqueé al mismo tiempo que paseaba la lengua por su piel. Un escalofrío recorrió su cuerpo, arrancándole un suspiro. Puse la sal donde antes habían estado mis labios y con toda la fuerza del mundo, conseguí no decir algo que pudiera hacer arrepentirme después. Estaba realmente guapa y la deseaba más de lo que había deseado nada en mi vida.

–Abre la boca.

Siguió mis ordenes al pie de la letra.  Coloqué una rodaja de limón entre sus labios, excitado e imaginando que no me importaría llegar hasta el final de lo que mi cuerpo y mi mente gritaban.

–Ahora sí.

Lamí la sal con calma, observando lo que ese contacto provocaba en su piel y su respiración, de un trago bebí el tequila y humedeciendole los labios con el limón los saboreé, hasta arrancarle un gemido de nuevo.>>

Miré la botella en mi mano. La de tequila y, con rabia, la estampé contra el suelo, dejando a todos los presentes paralizados.

Laura dió un par de pasos en mi dirección, pero cuando me miró, se paró en seco. Ya conocía mis ataques de ira. Sin embargo mi madre, se acercó y quitándome el vaso vacío de la mano, tiró de mí para abrazarme.

–Dejadme en paz de una puta vez.

–No voy a decirte lo que debes o no hacer. No seré yo quien te abra los ojos, porque no puedo. Pero destrozarlo todo y arrastrar a todos los que te rodean, en ese tornado, no va a solucionar nada. Ya sabes dónde estamos, si nos necesitas. Mina te necesita y Rocío también.

No. Claro que no. Si estaba así era por justamente lo contrario. Nadie me necesitaba. No.

Mi madre se marchó, los hombres que iban de un lado a otro como si no hubiera pasado nada, siguieron a lo suyo y Laura, estaba molesta por las palabras de mi madre, aunque tuvo el detalle de no decir nada.

Cogí las llaves de la moto y antes de conseguir poner un pie fuera de esas cuatro paredes, su mano me detuvo.

–¿Vas a dejarme sola con todo esto?

Miré a mi alrededor. El sofá ya no estaba en su lugar, las paredes tenían cuadros, más bien dos fotos en grande que no recordaba haberme hecho. En ellas, aparecía Laura sonriendo sobre la cama, con su pelo perfecto y su maquillaje impoluto. A su lado, yo dormido, seguramente borracho.

La rabia cruzó mi cuerpo con la rapidez de un rayo.

–Este es tu puto plan. Mantenme alejado de esto.

–No vas a poder huir siempre.

–Dame un respiro ¿Sí?

Subí en la moto y aceleré, hacia ninguna parte en concreto, seguido por Black.

                             ***

No podría decir el momento exacto o el motivo por el que estaba allí, entre aquellos árboles, mirando aquel coche de alquiler aparcado en la puerta, ni siquiera podría explicar porqué buscaba algún indicio de que realmente ella estaba allí. Ni el tiempo que pasó cuando vi movimiento en la puerta y con el corazón en un puño, solté el aire que retenía, al ver a Alma y no a Rocío, dirigirse a la casa de mis padres.

Minutos después, un chico, al que no había visto en mi vida, salía de la casa de Mina, para sacar unas maletas y volver a perderse dentro.




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