Capítulo 14: Jaime.
La música a todo trapo, en la sala de aeróbicos, consiguió relajar mis pensamientos durante un rato. Alicia llevaba diez minutos sin contestar a mi último mensaje, por lo que decidí centrarme en la clase. Quizá María, su mejor amiga desde primaria, supiese algo de ella.
Conocí a Alicia en una de mis clases de body combat y, desde que la vi entrar por primera vez en la sala, supe que era la mujer de mi vida.
No podía evitar pensar en ella. La necesitaba a cada momento del día y lo nuestro, fue amor a primera vista.
Cuando nuestras miradas se encontraron por primera vez, me sonrió y le dijo algo al oído de la chica que la acompañaba y que ya había visto en un par de mis sesiones. No pude apartar la atención de cada uno de sus movimientos.
Tanto la deseaba, que no tuve más opción que acercarme a ella para ayudarle con uno de los ejercicios de estiramiento y, cuando nuestros cuerpos se rozaron, a pesar de la ropa, supe que necesitaba saberlo todo de ella.
Estaba loco, necesitaba tener otra vez algún contacto y, nada más acabar la clase, me acerqué.
-Soy Jaime, encantado.
-Hola, yo Ali. Lo he hecho fatal... Es imposible seguir el ritmo.
-Lo has hecho mejor que bien, para ser tu primer día. ¿Quieres un café?
-En otro momento. Me espera mi amiga.
Entrelacé su mano con la mía y se la besé.
-¿Y puedo pedirte el número de teléfono?
Sonrío y me lo dio, mordiéndose el labio, ese labio que deseaba besar y del que no podía apartar la mirada.
-Quizá acepte ese café.
Según pasaban los días, mis sentimientos hacia ella se hicieron más fuertes, apenas era capaz de controlarlos.
-¿Quién te llama?
-Oh, es un amigo. Cuéntame, ¿Cómo acabaste siendo monitor?
-¿Y ese amigo te llama mucho?
-Bueno, sólo cuando le apetece salir a tomar algo. Lo dejó con su chica y necesita levantar el ánimo. Ya sabes...
-No. No lo sé.
-Te caería bien, le diré que se apunte a una de tus clases.
-¿No te das cuenta?
-¿Qué? ¿De qué?
-Lo que quiere ese "amigo" es follar. Está solo y quiere lo que cualquier tío querría de una mujer bonita.
-¿Pero, qué dices? ¿Cómo te atreves?
-Es la verdad. ¿Por qué iba a insistir tanto sino?
-Porque es mi amigo.
Se puso en pie para marcharse, pero se lo impedí. Necesitaba calmarme o al final, se asustaría y saldría corriendo, pero... ¿Acaso no veía que tenía razón? ¿Que ese amigo, solo quería meterse en sus bragas? Ella me pertenecía y no iba a permitir que otro me arrebatase lo que era mío.
-Lo siento. Solo quiero protegerte. Me encantaría que se apuntase a una de mis clases. -Para partirle la boca.
-Jaime... No sé si esto...
-Perdóname, es que aún no puedo creer la suerte que tengo de estar aquí contigo. Todos te miran deseando ocupar mi lugar.
-Jaime, no hay nadie mirando. Pero gracias, supongo.
-No te marches. Deja que te invite a cenar. Al menos como hombre arrepentido que desea seguir disfrutando de tu compañía.
-Es que, no me gusta lo que has insinuado. No me conoces. Mira, tengo que irme. Nos vemos en la clase de mañana.
-¿Puedo acompañarte a buscar un taxi?
-Claro... ¿Por qué no?
Me puse de pié y apoyando la mano sobre su espalda baja, lanzando miradas a todo aquel que se dignaba a mirarla, salimos de aquel bar.
-¿Puedo disculparme de nuevo?
-Tranquilo, ya lo hiciste. Mira, un taxi. Gracias por el café.
-Espera un momento.
Se giró y la besé, sujetándola de la cintura y la mejilla. Era mejor de como lo había soñado. Una auténtica maravilla creada solo para mí.
-¿¡Qué haces!? ¿Estás loco?
Cerré los puños con fuerza, tratando de controlar el impulso de estamparselo en la cara. Yo no estaba loco. Estaba enamorado y eso no era estar loco.
-Pensé que... Creí que lo deseabas...
-¿Creíste? ¿Te he dicho acaso que lo hagas?
-Discúlpame, por favor... Fue un impulso... Un mal entendido... ¿Puedo comenzar de nuevo?
Entrecerró los ojos y llamó al taxi.
-Por supuesto que no. Aléjate de mí. Estás loco.
Esa noche, llamé a Alicia por teléfono. Tras descolgar y escuchar mi voz, colgó. Comencé a dar vueltas por mi casa, tirándome del pelo y dándome golpes en la cabeza. Parecía idiota. Había asustado a la mujer a la que amaba, como pasó con Gabriela y con Leticia. Ellas me llamaron loco. Pero no era eso. Ellas, no se merecían todo el amor que sentí por ellas.
Putas desagradecidas.
Después de volver a intentarlo una y mil veces, pasé a enviarle mensajes. Necesitaba hablar con ella. Que me perdonase.
Yo: 23:05h.
Ali, soy yo. Te he llamado, pero no me coges el teléfono. Quiero pedirte perdón por lo que ha pasado hoy.
Yo: 23:06h.
Ali. No sé si te llegan mis mensajes. Miento. Sé que te llegan, porque he visto que lo has recibido y leído. Contéstame.
Yo: 23:08h.
Hola nena... Soy yo, de nuevo. Me estoy volviendo loco. Por favor. Contesta a mis mensajes, o llámame. Necesito explicar lo que ha pasado.
Yo: 23:15h.
Sé que me ignoras y sé que me lees. No seas tan zorra de no contestar. Te estoy pidiendo perdón.
Por favor. Te lo suplico. Te invito a otro café y hablamos.
Yo: 23:36h.
Eres una calienta pollas. ¿Qué, estás follando con ese amigo? No me extrañaría. Todas sois iguales. Eso es lo que hacéis. Calentar a los tíos y no apreciar a quienes nos enamoramos y deseamos darlo todo por vosotras. Eres una puta. No vuelvas a acercarte a mí.
Yo: 23:45h.
Lo siento. No sé qué me ha pasado. Estoy desesperado. Necesito verte. Por favor. ¿Vendrás mañana a la clase? Te estaré esperando.
Te quiero.
Leí el último mensaje que le había mandado.
Yo: 09:18h.
Espero verte hoy princesa y espero que hayas pasado buena noche. Eres el amor de mi vida y no voy a dejarte así como así. Te amo.
Eran las once de la mañana y ni siquiera lo había leído. Dejé el móvil sobre el equipo de música, cuando María, entró junto a Samuel, mi jefe, en la sala.
-¡Aléjate de mi amiga! Sé lo que has hecho, ¡maldito sádico!
-No entiendo de qué hablas.
-Tengo una copia de todos tus mensajes y ya estás denunciado. ¡Aléjate de ella!
Vi como salía por la puerta, sin dejar que me explicase y Samuel, me observaba sin creer lo que acababa de escuchar.
-Ven conmigo. Tenemos que hablar.
-¿Vas a creer a esa histérica?
-He visto los mensajes que enviaste. ¿Sabes qué es el acoso?
-Yo no he acosado a nadie. Estaba tratando de solucionar las cosas con mi novia. Eso no es acoso.
-Jaime. Mira... Eres un buen monitor. Me gusta como trabajas, pero es la tercera vez que se quejan de tí. He querido creerte, pero ahora no puedo.
-¿Qué cambia?
-Esta vez, me han enseñado las pruebas de lo que has hecho. No puedo tener en plantilla a alguien así. Lo siento, pero tienes que irte.
-No puedes despedirme. Esto es todo lo que tengo. Fue una discusión con mi chica. ¿Acaso nunca has discutido con tu pareja?
-Así, no. Te quiero fuera de mi gimnasio en diez minutos.
-No he hecho nada malo. Esto es un despido improcedente.
-Mira, te devolveré el trabajo cuando demuestres que no eres culpable, pero te han denunciado. Tienen pruebas. Tú verás lo que haces con tu vida, pero ese comportamiento, solo va a traerte problemas. Relajate.
Tras darme una palmada en la espalda, sin apenas mirarme, desapareció en su despacho, dejándome ahí plantado.
Estaba completamente descolocado. Acababa de quedarme en la puta calle, por culpa de esa entrometida.
Me senté en un banco fuera del gimnasio, tratando de controlar toda la ira.
-¿Jaime?
Levanté la mirada a la chica que reconocí enseguida por asistir a mi clase.
-Te he visto en la clase de body combat. ¿Eres...?
-Soy Susana. ¿Estás bien? ¿No teníamos clase ahora?
-Hoy no seré yo quien la dé.
-¿Qué ha pasado?
Se sentó a mi lado, con interés real. Me habría fijado en ella, si no fuese porque aún seguía enamorado de Alicia. Esa zorra que me había destrozado la vida.
-Una loca, que no dejaba de acosarme, me ha denunciado por besarla. Supongo que estaré unos días tomándome un descanso. Lo necesito.
Me sonrió y le devolví la sonrisa. Paso una mano por mi hombro y lo apretó. Coloqué mi mano sobre la suya, se la acaricié, sintiendo que Alicia, salía de mi cabeza.
-Oye, ¿Te apetece venir esta noche conmigo y unas amigas?
Sacó su móvil y me enseñó una foto. La chica que estaba junto a ella en la imagen, era morena, preciosa, alegre, sonreía. Me sonreía a mí.
-Se llama Rocío. ¿Qué me dices?
No necesité pensarlo dos veces. Necesitaba conocerla.
-Cuenta conmigo. Oye. Si escuchas algo sobre mí. Esa chica y su amiga han estado difamándome por todo el gimnasio y...
-Tranquilo. Hay muchas locas sueltas, que necesitan un psicólogo urgente. Sino, que se lo digan a Rocío y su último ligue... ¡Nos vemos esta noche! ¡No me falles!
-Allí estaré. Sin falta.
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