Capítulo 13: Leighton.

El desgraciado de Dylan, salió de la habitación.
Llamarle <<desgraciado>> era más una costumbre que una necesidad. Ya poco me importaba cualquier cosa que hubiera hecho en el pasado. ¿De qué me servía pensar en un pasado, cuándo mi presente era un tormento y mi futuro una pesadilla?
De nada.

-Tenemos que hablar.

-¿Tenemos?

Levanté la ceja, sorprendido.

-Eres un gilipollas.

-Por primera vez, estamos de acuerdo en algo.

Observé como desaparecía tras despedirse de Mina. Alma, levantó la vista en mi dirección y sin tener los cojones suficientes para pasar del umbral de la puerta, ella fue la que se acercó, señalándome el salón.

Arrastré los pies, con la cabeza hundida en los hombros y los ánimos por los suelos. Era gilipollas.

-¿Cómo estás?

-Respirando.

-Mina está débil. ¿Crees que podrás ser amable?

-Sería incapaz de hacerla daño... Más daño...

-¿Y Laura?

-Supongo que buscando un comprador para mi casa. Mira... Ahórrate lo que sea que vayas a decirme.

-No pensaba hacerlo. Bastante te dices a tí mismo. No necesitas que te machaquen más. Solo hay que verte.

-Alma...

-No sé nada de ella.

Suspiré, supongo que era tan previsible que ni siquiera necesitaba formular una pregunta completa. Lo que agradecí, por evitarme pronunciar su nombre.

-¿Crees que podrás decirme algo si por casualidad...?

-Leight, tienes una obsesión enfermiza. Libérala, por tu bien. Tienes a Laura y un bebé en camino. Deja que se marche de tu mente.

-Está en mi corazón.

No podía creer que esa frase saliese de mis labios. Como tampoco podía creer que solo pensar en borrarla de mi vida, fuese tan jodidamente lacerante.

-Pues tendrás que reemplazarla.

-Para. No sigas por ahí.

-No. Tienes que escucharme. Ahora tienes que pensar en tu hijo. Tienes que hacer lo que sea necesario, para olvidar y perdonarte.

Cerré los puños con fuerza y me contuve para no destruir lo que tenía a mi alrededor.

-No puedo.

-No quieres y créeme. Nadie muere por amor.

-Ella casi pierde la vida por eso mismo.

-No fue tu culpa. Se distrajo. Se le cruzó un conductor y no le dió tiempo a evitarlo.

-Vino a buscarme y me encontró con Laura.

Su cara se convirtió en el sinónimo del desprecio.

-Eso ya es pasado. Mira... Sabe que Mina está enferma. Es cuestión de tiempo que vuelva. Y no... No he vuelto a saber de ella. Ni siquiera me devuelve las llamadas. Cambió de número porque no quiere saber de nosotros, pero la mujer que está ahí dentro es su abuela. Vendrá y no desearás verla.

-¿Qué te apuestas?

-Leighton. Te verá con Laura, con la mujer que tanto os ha hecho sufrir. ¿Crees que será bueno para ella? Laura, embarazada de un hijo tuyo.

Cerré los ojos con fuerza, Levanté la cabeza mirando al techo y grité por la frustración. Necesitaba salir de allí. Necesitaba desaparecer. Dejar de pensar. Ella vendría. Yo estaría aquí, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.

No. No podía entrometerme en su vida, por mucho que la necesitase, por mucho que lo deseara. No, con Laura preñada por mi estupidez y mis malas decisiones. Estaba borracho. Tanto como para no enterarme de cuando pudo suceder. Pero esa no era excusa.

No podía excusarme en una borrachera ante Rocío, mientras ella luchaba en la cama de un hospital, mientras, por mi puta culpa, huía de su vida, mientras por mi maldito temperamento estúpido, hacía rehabilitación para volver a ser ella.

Alma tenía razón. Si Rocío decidía pasar los últimos días con su abuela, yo no podía ser quien turbarse su paz y su decisión de mantenerme fuera de su vida.

Salí corriendo para adentrarme en el bosque. Black, que se encontraba en el patio de la casa de mis padres, me siguió. Llegué a la cabaña. El lugar donde había llevado a un sinfín de mujeres. El lugar dónde la llevé a ella y cabreado me aproveché de la situación. Ahora, deseaba haberme detenido en sus razones para caer en mi trampa y haberla hecho el amor, con cariño y cuidado y no un polvo como si fuese una más de las tantas que olvidaría después.

Pensaba en todas las veces que había tratado de hacerle daño y según iba recordando, destruía todo lo que había dentro de ese puto lugar. Los espejos hechos añicos por todas partes, la cama destrozada, la silla que acababa de lanzar contra la ventana. Todo lo que sentía al pensar en ella, lo materializaba reventándolo todo a mi paso y lejos de sentir paz conmigo mismo, me cabreaba e indignaba cada vez más.

Nunca, jamás, merecí nada de ella. Su rencor y su repulsión hacia mí, quizá. Pero no el perdón cada vez que me empeñaba en hacerle daño, o que volviese una y otra vez, buscando un atisbo de mi bondad y honradez, para con ella.

La juzgué sin pararme a conocerla y, aunque llegué a considerarme un maldito drogadicto de su mala leche y su espontaneidad para plantarme cara, no fue razón para tratarla como lo hice.

Era tarde. No podía hacer nada por reparar el daño, como tampoco quería hacer nada por reparar la cabaña. Caí al suelo y me permití gritar y llorar, mientras le daba un puñetazo tras otro y otro a la maldita pared.

No sé cuánto tiempo pasé dejando que toda la frustración y la desesperación brotarán de mi interior, lo único que sabía era que Laura, estaría esperando con un humor de perros, algo que tampoco me importaba demasiado.

-Llevo esperando más de dos horas.

Gruñí ante la queja y pasé por su lado sin siquiera mirarla.

-¿Es que no vas a decir nada? ¿ Y vas a dejar que ese chucho entre en casa?

Cerré los puños, respiré profundamente y continúe en dirección a mi habitación. Entré dando un portazo y acto seguido ella entró justo cuando estaba a punto de lanzar la lámpara contra la pared.

-Lo siento... Tengo las hormonas como locas. Pero no sabes lo que me hace sentir que ni siquiera me mires. Vamos a ser padres. Vamos a...

No la dejé terminar. No quería escuchar sus palabras. En eso momento necesitaba estar sólo.

-Deja que te ayude.

Podría preguntar por qué ese cambio repentino, pero no lo hice. Tan sólo me quedé ahí. Sujetando la lámpara con fuerza, pensando en la única mujer que había dejado entrar en esa habitación para darme cuenta que la amaba, por muy ciego que hubiera estado.

Y que Laura, estuviera aquí, solo me cabreaba más. Aún así, haciendo de tripas corazón, dejé caer la lampara al suelo y me senté rendido sobre la cama, tapándome las cara con las manos.

-¿Cuándo pasó?

-¿A qué te refieres?

-A todo esto. ¿Cuándo me acosté contigo?

-No puedo creer que no te acuerdes. Llegaste borracho y me dijiste que querías olvidar. Luego me hiciste el amor. Me besaste.

Hundí la cabeza entre las piernas. No podía creerlo. Debía estar realmente mal y no era de extrañar, puesto que no recordaba todo de unos meses a esta parte.

-¿Te bese?

-Lo hiciste. Acéptalo de una vez. Soy tu mejor opción. Yo soy la única persona que puede hacerte feliz. Sólo déjame hacerlo.

Levantó mi cara entre sus manos y me plantó un beso en los labios que traté de responder aún sin poder. La aparté y gruñí de nuevo, sintiendo que nada estaba en su sitio. Sintiendo que me había perdido para siempre.

-Déjame solo.

-No voy a salir de aquí.

-Laura. Por favor. Si me quieres, déjame ahora.

Se quitó la ropa y se colocó a horcajadas sobre mí, mientras se deshacía de la mía y yo era incapaz de hacer nada más que observar desde otro lugar, muy lejos de esa habitación.

Dejé que hiciera a su antojo incapaz de responder, mientras sentía que era Rocío la que inundaba mis recuerdos. El día que la traje a mi casa para estar cerca de ella, cuando dejé que condujese el cuad por el bosque, las veces que la había amado en secreto y todas las sensaciones y emociones que me había permitido descubrir con ella.
Para perderla por un malentendido. Por mi forma de ser tan irresponsable e irracional a veces.

Estaba completamente perdido sin ella.

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