Capítulo 10: Leighton.

En el momento que Brad se presentó en el hotel, supe que todo iba a complicarse mucho. En cuanto vi su cara, averigüe que no venía de buenas.

-Tienes un puto problema.

No pude evitar pensar en lo irónico de esas palabras. ¡Ojala tuviese solo un problema!

-Si sólo fuese eso...

Parecía perder la poca paciencia que traía. Era lo que últimamente provocaba en quienes se acercaban.

-Tío, si no mueves el culo de vuelta, te llevo yo a la fuerza.

En ese momento la que perdió la paciencia fue Laura.

-Brad, creo que Leighton ha hablado y lo ha dejado claro.

Yo solo miraba aquella conversación como un mero espectador, mientras continuaba bebiéndome la copa. Me importaba una mierda lo que puediera pasar de ahora en adelante.

Por supuesto Brad se sorprendió cuando dejé que Laura metiera las narices en una conversación que no iba con ella.

-¿Desde cuándo la bruja habla por tí? ¿Eh?

-¿Me has llamado bruja?

-Te llamaría mucho más, si me importáses algo. Oportunista. Y te llamo eso por ser educado, porque podría decirte algo peor.

-Leighton... ¿No se lo has dicho?

Llegó la hora de asumir las consecuencias de mis actos.
La mirada de Laura se clavó en mí y luego en mi amigo, suspiré y di un trago largo, hasta acabar con mi bebida. Mi vida estaba resultando ser una puta pesadilla y por alguna razón, sabía que me lo tenía bien merecido.

Por toda respuesta, levanté los hombros en un gesto de indiferencia, mientras trataba de servirme otra copa sin éxito. Brad, ese hijo de perra, me acababa de quitar la botella.

Brad me miraba sin comprender a que se refería. Me preguntaba cómo reaccionaría cuando lo supiese.

-¿Decirme qué, exactamente?

Las comisuras de los labios de la futura madre de mi hijo, se elevaron ofreciendo una imagen macabra.

-¡Vamos a ser papás!

Se sentó a mi lado, apoyó la cabeza en mi hombro y mantuvo esa sonrisa, mientras acariciaba su, todavía, plano vientre. Me dieron ganas de apartarme en cuanto me rozó, pero me contuve. Tendría que aprender a convivir con esa maldita sensación.

La cara de Brad era digna de contemplación. ¿No se lo creía? Yo aún tampoco. Pero la prueba de embarazo estaba clara. Dos rayas, positivo. Eso era pura ciencia empírica.

Mi amigo, desvío la mirada de Laura y la centró en mí.

-¡No me jodas, Leighton! ¿Esto es una broma? Dime que es una jodida broma.

Le miré y me reí. ¿Una broma? Al parecer, mi yo borracho, no sabía mantenerla dentro del pantalón. Ni siquiera recordaba haber hecho algo últimamente con la polla y visto lo visto, al parecer, era un completo gilipollas.

Laura volvió a intervenir. Como odiaba su odioso tono de voz, aun no podía comprender cómo no me di cuenta antes.

-¡Claro que no es una broma! Leighton y yo vamos a ser padres. ¿Qué te parece?

-Que eres una perra oportunista. Colega, ¿No tienes nada que decir? Estás ahí, tan tranquilo... ¿Y qué pasa con Rocío y con...?

Cerré los ojos con fuerza, al escuchar su nombre y una oleada de náuseas recorrió mi estómago.

Hasta ahora, había conseguido mantener a raya ese pensamiento, pero escuchar de la boca de otro, su nombre, solo me daban ganas de mandarlo todo al infierno y buscarla. Claro, que no tenía ni por donde empezar.

Todos los días debía recordarme a mí mismo la dura realidad y, lo peor, es que cada puta mañana, al abrir los ojos esperaba que fuese otro cuerpo el que durmiese a mi lado y, sin embargo, al abrirlos regresaba de golpe, una y otra vez a esta jodida pesadilla.

¿Dónde estaba ella? ¿Qué estaría haciendo?, y la pregunta que más me atormentaba ¿Con quién...? Estas dudas eran las que me carcomían por dentro, porque nunca les encontraba respuesta, y las respuestas que yo mismo me daba, eran tan odiosas, que me encantaría poder arrancarlas de mi mente. Debía aceptar que mi vida actual era otra.

Iba a ser padre de una criatura a cuya madre no soportaba. No podía entender que vi en ella cuando comenzamos con toda esta locura. Pero a lo que no le encontraba explicación alguna es, a como había sido tan gilipollas con un fallo de tal magnitud, y lo peor de todo ni siquiera recordarlo.

Y sí, era un fallo, porque así lo sentía; mi mayor ilusión era ser padre, pero no con ella, no de esta manera.

Suponía que la vida te jugaba estas putadas. Un día estás construyendo tu castillo de naipes y al día siguiente sopla el viento, llevándose con él, cualquier resquicio de esperanza de que algo quedase en pie.

-.... ¿Me has escuchado Leighton?

Me centré en volver a la realidad. Tenía que esforzarme por volver a esconder el recuerdo de Rocío en algún rincón de mi mente.

-¿Qué decías?

Por primera vez desde que le conocía me miraba de una manera fría. Ni siquiera estaba enfadado. Su mirada transmitía decepción, posiblemente, la misma decepción que sentía yo mismo.

-¿Qué piensas hacer con Rocío?

No me dió tiempo a contestar, Laura se adelantó. Las palabras salían de su boca como el siseo de una serpiente.

-Ni se te ocurra volver a pronunciar ese nombre en mi presencia... Esa chica ha sido la perdición de Leighton. Es la culpable de este descenso a los infiernos por el que está pasando y ¿Dónde está? ... La que está junto él soy yo, Brad, que no se te olvide. Porque yo no me iré, al contrario que esa mosquita muerta...

Escuchar aquellas palabras de su boca, me hicieron que gruñir.

-Laura. Basta.

-No Leighton. Se ha acabado esta tontería de tu amor imposible. Ahora somos tú, yo y nuestro hijo. Olvídate del resto, porque no permitiré ni una sola tontería más ¿Me escuchas?

Quería levantarme y gritarle que le jodan a ella y todos, pero no podía. Tenía una responsabilidad con ese niño y, al menos, por una vez en esta puta vida, haría lo correcto.

-Márchate Brad... nosotros regresaremos en cuanto podamos.

Esta vez me miró con pena. Sabía perfectamente que acababa de rendirme.

-Colega, te estás equivocando. Mucho. Pero si es lo que quieres... Enhorabuena, por ese bebé.

Se dió media vuelta y antes de salir se volvió a mirarme.

-Una última cosa Leight... Suerte. La vas a necesitar cuando le expliques esto a tu familia.

Y sabía que tenía razón. Esto iba a caer como una bomba y no sabía si podría detonarla y controlar la onda expansiva.

***

En el momento en que se cerró la puerta, Laura comenzó a increparme.

-¿Y te quedas tan tranquilo? ¡Ni siquiera has sido capaz de defenderme!, soy la madre de tu hijo ¡Joder! ¿Vas a dejar que me trate como a una cualquiera?

Me levanté del sofá para servirme otra copa. Mientras ella continuaba con su monologo.

-¿No piensas decir nada?

La miré y, después de dar un largo trago le respondí.

- Créeme Laura, no quieres saber lo que pienso realmente. Porque no te va a gustar. Tú misma lo has dicho, eres la madre de mi hijo, pero para mí, no eres nada más que eso. Así que deja de tocarme los cojones. Que ya tengo suficiente.

En el momento en el que lo dije, toda su rabia salió a la luz.

-¡Pues, te guste o no, este problema es de los dos! ¡Y créeme, te quedan por delante muchos años de aguantarme! ¡Lo quieras o no!

Cogió su bolso y salió de la habitación dando un portazo. Al fin algo de silencio.

Justo cuando me iba a sentar para terminar la copa, escuché sonar mi móvil. Me dirijí a la mesita donde se encontraba y miré el identificador de llamadas, en pantalla se podía leer "Alma".

Por un momento pensé en no contestar, pero quizá tenía noticias de Rocío. Así que descolgué.

-Dime, Alma.

Escuché un profundo suspiro al otro lado del teléfono.

-Al menos te has dignado a contestar la llamada...

Y fue entonces, cuando me di cuenta. Brad ya le había puesto al corriente.

-Si te he contestado es porque estoy lento de reflejos, ¿Ya has hablado con Brad, no?

-Sabes que sí.

Me tiré sobre el sofá. Esta conversación sería una, de las muchas que me esperaban cuando regresase a Asturias.

-Venga, dispara. Suelta lo que sea que me quieras decir.

La voz de Alma sonó dolida.

-Brad me lo ha contado, pero quiero escucharlo de ti. Quiero que me digas de viva voz que vas a ser padre con esa mujer...

Sentí un escalofrío. Lo que me pedía es que reconociese que seré padre con Laura, y sabía que, en el momento de admitirlo, eso lo haría más real.

-No puedo Alma...

-¡Oh! Si puedes, Leight. Si has sido adulto para no saber mantenerla en los pantalones, serás adulto para aceptar las consecuencias. Dilo.

Ni siquiera era capaz de darle un trago a la copa. Intenté buscar las palabras.

-Laura está embarazada...

Sonaba impaciente.

-Eso ya lo sé, y no es lo que quiero que me digas. Dímelo.

No iba a dejarlo estar. Tenía que conseguir decirle lo que esperaba escuchar.

-Alma, yo... -Busqué las palabras hasta que finalmente las encuentré en el fondo de mi pecho. -Voy a ser padre.

En el momento que esas palabras abandonaron mi boca, fui consciente que traería una vida a este mundo. Miré mi copa. Esa no era la vida que quería darle. Tenía que tomar las riendas de mi vida, comenzando por cerrar viejas heridas.

Volví a escuchar la voz de Alma.

-Gracias Leight. Siento que estes pasando por esta situación.

Decidí asumir las consecuencias de mis actos.

-Ni siquiera recuerdo haberme acostado con ella, pero eso no quita que tenga unas obligaciones que deba cumplir... Permíteme hacerte una única pregunta Alma.

-Si me vas a peguntar por ella, no sé nada. No desde que se enteró de todo. Solo te diré una cosa Leight, Rocío te quería. Te aceptó con todos tus defectos, que no son pocos, porque fue capaz de enamorarse de cada uno de ellos. Pero decidiste lastimarla. Las cosas siempre suceden por una razón. Perdónate y perdónala para que así puedas continuar con tú vida. Os habéis hecho tanto daño, que si no os perdonáis no podréis seguir adelante. Y tú ahora tienes la obligación de levantarte. Quedarte revolcándote en tu propia miseria ya no es una opción.

Y fue entonces cuando me di cuenta que tenía razón. No tenía sentido continuar en Madrid, esperando algo que jamás sucedería.

-Está bien. Tienes razón. Regresaremos cuanto antes.

Pude notar que dejó salir todo el aire que estaba reteniendo.

-Es lo correcto Leigthon.

Cuando colgamos, dejé la copa a un lado. Ella tenía razón, debía comenzar a retomar las riendas de mi vida, y me gustase o no, Laura iba a estar en mi vida de manera permanente. Así que ya era hora de aceptarlo.

Mi historia con Rocío se acabó y aunque sabía que jamás podría olvidarla, tenía que aceptar que, si alguna vez tuvimos una oportunidad, ésta murió el día del accidente. Y ya no podía hacer nada para arreglarlo.

Solo intentar perdonarme por lo que sucedió, decirle adiós al pasado y dejar guardados los recuerdos. Era el momento de dejarla ir, y desear que al menos consiga lo que yo no podré conseguir. Que sea feliz.

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