Capítulo 7
Escuchaba los gemidos a pesar de la pared que separaba nuestras habitaciones y los tapones de farmacia bien insonorizados.
Me taladraban la cabeza produciendo una mezcla entre envidia por saber que a mí me quedaba como mínimo otra semana para disfrutar de esa forma y enfado por no poder dormir.
Y probablemente una pizca de celos.
Tras el amanecer, Jason y yo nos despedimos para ir cada uno a nuestra habitación. A los pocos minutos, sonó la puerta de casa y alguien entró sin demasiado sigilo. Aparentemente se hospedaba en la habitación numero dos.
La chica alternaba el nombre de Jason con gritos ahogados de placer y yo dudaba entre si dar golpes a la pared a modo de protesta o dejarme engatusar y usarlo como inspiración en un sueño.
Solo esperaba que terminaran antes de que me decidiera aunque, acogiéndome a experiencias pasadas, no tenía mucha pinta.
Para mi sorpresa, el ruido cesó de golpe y creí escuchar a Jason disculparse e invitarle a marcharse de casa y a ella dar un portazo. Tuve la necesidad de escribir.
Todo bien? 7.45
Todo bien. Buenas noches, reina 7.46
Buenas noches. 7.46
Me quedé dormida con una sensación de calor en la barriga bastante peligrosa.
(...)
El domingo lo pasé organizando ponencias, escribiendo alguna reflexión personal y viendo Friends en netflix.
No siempre se puede ser productiva.
Me acosté pensando que tenía muchas ganas de la semana que entraba. Por un lado, se celebraba el congreso internacional de la asociación del medicamento en Liverpool y estábamos invitados todos a exponer conferencias. Por otro lado, quedaban cinco días para que viniese Javi y necesitaba encarecidamente pasar un día con él.
Quedamos todos los compañeros a la 8 de la mañana del lunes en Picadilly circus.
Antes de salir, encontré a Jason trabajando en la cocina.
- Hola doctora, ¿Qué dosis de insulina se pone durante la diabetes gestacional?- arqueó una ceja.
- Me has escuchado...- asintió. - ¿Cuántas veces?
- Mmm digamos que la vez de tu amiga, la de tu padre, la de Javi y las 5 que practicaste con diferentes voces. Espero que usases la 3. Era la mejor.- sus guiños de ojo eran tan naturales que parecían formar parte de él. Le devolví el gesto.
- Por supuesto- lo dije con tono de la voz número 3 (que era una versión un poco más sexi que solía utilizar cuando buscaba conseguir algo de un chico).- por cierto, me ha dicho Tess que aprovechando que voy a Liverpool le traiga no se qué camiseta de los Beatles para un regalo….¿tu quieres algo?
- A ti.- puse los ojos en blanco.- Nada, gracias.
En el trayecto en bus me senté al lado de Enri, que estaba muy ilusionado explicándome su plan de velada romántica para Chris. Ambos exponían tanto el lunes como el miércoles y había reservado un hotel en la ciudad para pasar las noches juntos, con intención visitar liverpool el martes.
Cuando llegamos al edificio en el que se celebraba el congreso y entramos en la sala de conferencias, encontramos en torno a 100 médicos. Venían ponentes de Harvard, Queen's, Londres y Cambridge.
El equipo de urgencias, compuesto por Chris y los mellizos, presentaban el tema de “edema de pulmón en cardiópatas” Donia, que era médico digestivo, hablaba de la cirrosis, Anand de cardiopatías congénitas y Enri de la cirugía de metástasis en cáncer de colon. Yo era la primera en exponer.
Empecé a ponerme muy nerviosa. Al principio de mi carrera profesional no tenía miedo escénico, pero cada vez me sentía menos cómoda hablando en público, sobre todo si era en inglés.
- Tengo betabloqueantes. – dijo Donia. – Si tengo una exposición de este calibre las uso, para quitarme los nervios físicos.
- Yo he ido al psicólogo para tratarlo…- comentó Andrew. - Llegó un punto en que la ansiedad era tal, que empezó a darme miedo estar en espacios cerrados, en el metro, en descampados, me sentía desamparado.
- Agorafobia. – asintió Enri.
- Así es. Pero ahora estoy mucho mejor.
- Yo usé antidepresivos una temporada porque me diagnosticaron trastorno de ansiedad generalizada, pero es verdad que uno aprende a controlar, o al menos, a gestionar esos sentimientos.- añadió Chris.
Me pareció curioso la naturalidad con la que todos hablaban de sus problemas de salud mental, era un gran avance en nuestra generación.
Mi exposición consiguió cautivar a dos tercios de los oyentes, aunque distinguí alguna cabezada entre los de las ultimas filas. Poco después, fue el turno del grupo de cirugía y, tras una excelente presentación por parte de Enri y el bufé libre, comenzaron los contratiempos.
Chris se encontraba fatal, la salsa rosa en la ensalada de gambas había hecho estragos en su estómago celíaco. Acabó excusándose para marcharse a casa y frustrando los planes de mi amigo de noche de hotel.
Pero el que peor parado salía del asunto era Harry, al que le tocaba hacer una exposición de la que solo sabía el nombre.
- Me muero, me muero… matadme. Donia ven aquí, que al menos seas lo último que vea antes del fin de mi carrera laboral...
- Dramático. – contestó ella, pero se acercó donde le decía.
- ¿Podemos ayudarte? – intenté apoyar. -¿cuánto te queda?
- 20 minutos. Encantado de conoceros chicos. Un placer…
- Venga, algo es algo. Voy llamando a Chris a ver si tiene un word o documento en lo que basarte.
- Traigo el powerpoint.- dijo el hermano, contento de que no le tocase a él pasar por eso.
- ¿Tu me prometes que me vas a seguir queriendo si me sale fatal y quedo en ridículo?- Harry miró a la digestivo, que no podía poner los ojos más en blanco.
- Te prometo nuestra relación... no va a cambiar.
Anand se acercó a nosotros y se ofreció a arreglar la presentación con Andrew. Vi como el mellizo apretaba fuertemente la mandíbula, cuando el primero se inclinó hacia él para ver la pantalla. Y cómo estiró la mano hacia las teclas con las que escribía Anand, para luego apretar el puño con determinación.
Parecía que hubiese querido acariciarle.
(…)
Tras una exposición no tan desastrosa, y con un cambio de look de por medio, tuvimos la cena de gala.
Los hombres acudieron en traje de chaqueta y las mujeres cada cual más elegante, con faldas y monos, más o menos pomposos, y algún traje de chaqueta de corte femenino. Yo me decidí por un vestido midi dorado con tacones discretos y un kimono beige de punto con flores azul pastel.
No obstante, la reina de la noche fue Donia. Llevaba un precioso vestido color teja de gasa, con hiyab a juego, con el que resultaba completamente sobria y esbelta. Un cinturón dorado, pendientes grandes y maquillaje moderado pero perfectamente diseñado. No pude evitar un cumplido de admiración. Tampoco Harry pudo dejar de babear durante toda la noche mientras halagaba el buen gusto de nuestra amiga.
En un momento de la noche, me excusé para ir al baño y al salir, me encontré a Donia frotándose los ojos en el lavabo, con cara de haber estado llorando.
Me quedé paralizada en una de las puertas del lujoso servicio, sin saber bien si intervenir, hasta que nuestras miradas se cruzaron en el reflejo del espejo.
Me acerqué a ella.
Coloqué mi mano sobre su espalda y le acaricié suavemente.
- ¿Estás bien?
Intuía la respuesta a la pregunta.
- Me gusta, ¿sabes?- confesó tras un breve silencio.
Me quedé callada y le miré con media sonrisa, creía saber a lo que se refería.
- Harry… -admitió- me gusta… pero no puedo…. No… es tan fácil.
Las lágrimas cubrieron sus mejillas mientras se le cortaba la respiración.
Apoyé ambos brazos en sus hombros.
- Donia… tranquila, respira hondo. – me hizo caso y se calmó un poco.- ¿quieres que hablemos del tema?- asintió lentamente.
- Yo… nunca he tenido nada con él. Bueno ni con él, ni con nadie. A veces me han gustado chicos pero no como para ir en serio con ninguno... en mi religión, dependiendo de cuan comprometida estés con ella, no es tan fácil como decir: me gusta, me lío con él.
Asentí como señal de entendimiento.
No conocía apenas nada del Islam y quería tener la mentalidad más abierta posible.
- De hecho yo siempre he sido educada en que para tener una relación con alguien, se hace con seguridad y compromiso de por medio… con una serie de garantías de que ambas partes están igual de implicadas y de que no soy un mero instrumento de placer… no se si me explico.
- Creo que te entiendo.
- A veces se llega a ello por medio de matrimonios concertados. Otras veces simplemente ocurre que conoces a alguien por quien sientes ese feeling… Normalmente existe la figura de la casamentera, que conoce a ambos y ayuda a establecer un vínculo. Pero muchas veces, sobre todo en familias que llevan varias generaciones en el extranjero conviviendo con otras culturas, esto se pierde.
- ¿Y tú cómo te sientes respecto a esto?
- A veces frustrada con lo que soy, otras frustrada por que la gente que me rodea no sea como yo… El contexto dificulta mucho mantenerte firme a tus valores.
- Verdaderamente es tan distinto a nuestra cultura… no me imagino lo complicado que debe ser para ti.
- Muy muy difícil.
- ¿Y cómo estas afrontando la situación con Harry?
- De mala manera.- reconoció. - Natalia yo no quiero liarme con él o tirármelo una noche, ni siquiera una cita: yo quiero casarme. Creo en el amor y en enamorarme profundamente de alguien, por supuesto. Pero también creo que el amor es algo en lo que se trabaja, que se cultiva… no sé cómo explicarlo.
- Te voy a ser completamente sincera: yo es la primera vez que tengo contacto con una chica musulmana y la primera vez que he escuchado hablar de todo esto… y siento que solo te voy a poder aconsejar desde mi sesgado punto de vista…
Entonces fue ella la que asintió.
- Estoy de acuerdo contigo en muchas cosas: reconozco que al principio, al conocer a alguien, hay sobre todo una fase de enamoramiento o atracción y que eso se pasa… y lo que queda es lo que has construido con esa persona. El tiempo que le has dedicado, las
experiencias juntos, el proyecto de vida que tengáis... entiendo que hay mucho más que el simple “me gustas físicamente o me pareces divertido”. Sin embargo creo que, al menos en nuestro mundillo y nuestra generación, tienes la posibilidad de conocer a alguien en mayor profundidad y averiguar si es con quien quieres pasar el resto de tu vida… Y creo que eso se descubre con tiempo a solas con esa persona, tiempo en grupo y, a veces,
viviendo con ella y viéndolo en sus buenos y malos momentos…
- Pero, ¿y no es precisamente amor el ser capaz de sobreponerte a esas cosas? Quieres a alguien, aun sin haberle visto en las buenas y en las malas, pero estas dispuesto a estar ahí para él, porque os habéis entregado mutuamente la vida…
- ¿Sabes? Lo que dices me recuerda bastante a la visión que solían tener mis padres, que eran católicos practicantes…. Puede que no sea tan diferente después de todo.
- ¿Solían? ¿Y que pasó?
- Bueno… se separaron porque mi padre se enamoró. – me miró con cara de disgusto. – él es muy feliz ahora.- dije para tranquilizarle.
- ¿Y tu madre?
- Digamos que podría estar mejor, pero está trabajando en ello.- negó con la cabeza.
- Siento haberme puesto tan sentimental y profunda de repente.
- Oh, no lo sientas, gracias por confiar en mí. Ahora el único problema es que no voy a saber qué hacer, cómo ayudarte.
- Nada, tu actúa como siempre. Me gusta la relación que tenemos Harry y yo, me hace sentir… normal.
Me dio un abrazo y ambas salimos en busca del resto.
(…)
El autobús recogía a las 11 de la noche a aquellos que solo exponíamos un día o no podíamos quedarnos al resto del congreso. En mi caso, una mezcla de ambas.
Me despedí de Enri con la pena de dejarle sólo en el hotel, a pesar de que insistía en que estaba bien. Deseé suerte a los que se quedaban y aproveché el trayecto para llamar a Javi, a mi padre y dormir.
Javi estaba cansado por las mudanzas. Tener que adaptarse a un idioma como el alemán estaba pasando evidente factura a su generalmente afable humor. Apenas soltó un par de comentarios en mi monólogo sobre el congreso, y resolvimos dejar la llamada para otro momento.
Mi padre, por el contrario, sonaba a pura alegría. Creía escuchar la banda sonora de Outlander por detrás de nuestra conversación, y a Elena (su nueva mujer) repetirle pacientemente que parase el capítulo. Confirmaron mi sospecha de que Maca llevaba horas acostada y me quedé con las ganas de hablar con mi medio hermanita menor.
El sueño fue breve. Unos escasos 15 minutos, que fueron suficientes como para dejarme la mente medianamente despejada, hasta que el autobús estacionó en el destino final.
Cuando llegué a mi edificio y entré en la casa, abrí con cuidado la puerta, por si Tess y Jason estaban durmiendo.
Desfilé silenciosamente por el pasillo en dirección a la cocina cuando, de pronto, alguien salió a hurtadillas de la segunda habitación.
No podía ser.
Mierda.
- Nat, yo… - susurró.
Mierda.
Encajaron en mi cabeza tres piezas inconexas de un grotesco puzle compuesto por recuerdos del día del orgullo, del yo nunca y del baile atrevido de...
- Christine...- la chica se quedó petrificada, sus ojos azules abiertos como platos, con expresión de terror en su rostro. – mierda.
No sabía que más decir.
No era precisamente mi palabra favorita pero era dificil añadir cualquier otra a la frase.
Sentí como una punzada de traición atravesaba mi encogido corazón.
¿Cómo había podido?
Ella.
Él.
Los dos.
No me lo podía explicar.
- No… no ha pasado nada. – repetía. – de verdad… no ha pasado nada. He venido porque tenía que hablar unas cosas con Jason. Pero no ha pasado nada.
Pensé en el final de como conocí a vuestra madre: “una vez más y me lo creo”.
- No ha pasado nada. – contenía las lágrimas.
- Chris… no es a mi a quien tienes que convencer…- rompió a llorar- ...mierda.
- Lo siento, lo siento… no le digas nada a Enri, por favor. Ni a Harry. Ni a nadie. Por favor. Por favor.
Pensé en Enri, en la que sería su habitación de hotel, abandonado. En Harry, con su casi ataque de ansiedad durante la exposición el congreso.
Esto no estaba bien.
- Chris yo… no puedo… no me corresponde a mi decir o no decir nada pero… deberías hablarlo tú.
- No ha pasado nada. De verdad. Reconozco que he venido porque creía que podría pasar, pero no ha pasado.
Estaba demasiado nerviosa como para explicarse bien o yo demasiado cansada y descolocada como para entenderle.
- Creía que Jason estaba interesado en mí y yo.. no tenía claro lo que sentía… pero parece que al final tampoco importa.
- Chris…
- Por favor, no digas nada. Te prometo que hablaré con Enri... mis dudas.- se abrió la puerta de la habitación y salió el tercero en discordia.
- No hay nada que hablar. No ha pasado nada, ni va a pasar. Fin del asunto.- Jason sonaba distante, no la miraba.
Ella se sorbió la nariz y levantó la cabeza.
- Lo siento.- me dijo, sin mirarle a él. Y abandonó la casa dejándonos solos en el pasillo.
No emití palabra.
No había mucho que decir.
La voz de Jason me sonó lejana, como un susurro.
- ¿Qué tal la exposición?
- Bien.- procuré no sonar seca.- buenas noches, Jason.
Hice amago de entrar en mi habitación y cerrar la puerta a mis espaldas pero, nuevamente, su pie me lo impidió.
- No ha pasado nada. - murmuró.
- Está bien.
- No está bien. -subió el tono unos decibelios.
- Jason, está bien. No tienes que darme explicaciones. Desde luego a mi no. – percibí que mis palabras le afectaban más de lo que pretendían.
Dejé las cosas en el suelo y respiré hondo.
Probablemente me arrepintiera, pero le brindé la oportunidad de explicarse.
- Vale, ¿qué ha pasado?
- No lo sé.
Le dejé un tiempo para que organizase sus ideas.
- Chris ha aparecido diciendo que tenía algo en el cuarto de Enri. He abierto y cuando me he ido a la habitación ha entrado conmigo. Me ha dicho que quería hablar unas cosas y cuando me he sentado en la cama se ha abalanzado sobre mí y… me ha besado. - paró para analizar mi cara, que seguramente sería un poema. – yo me he apartado automáticamente, en el momento en que me he dado cuenta de lo que estaba pasando.
- Entiendo…- no las tenía todas conmigo. ¿No deduje en el “yo nunca” que se habían liado entre sí?
- Te lo prometo. Luego hemos estado hablando y hemos quedado en no decir nada. Ha sido un malentendido. También me he disculpado por haberle podido dar a entender algo que no era. Sé que a veces soy demasiado… ¿seductor? - no lo decía en broma. – no es mi intención confundir a nadie.
Una parte de mí encajó su frase en la parte del corazón incorrecta. Igual se estaba refiriendo también a la peculiar manera en la que me trataba a mí y era una forma de dejarme caer que no estaba interesado.
Tampoco debería importarme.
- ¿No dices nada, reina?
- Supongo que te creo, pero sigo pensando que Chris debería hablar con Enri.- apoyó su mano en mi antebrazo y dio un apretón gentil.
- Buenas noches, Nat.
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