Capítulo 20

NARRA JASON

Javi colgó y conduje al hospital.

El trayecto eran 7 minutos, pero lo hice en 3.

No paraba de darle vueltas a todo.

No paraba de pensar cómo podría haber cambiado las cosas, para que lo de ahora no fuese una despedida.

Cómo el primer día me esperaba en aeropuerto, preciosa, y lo estúpido que fui molestándole porque no me hubiese reconocido.

Cómo la descubrí bailando, y quise que bailara para mí y conmigo.

Como cada noche, después de acabar con cualquiera en la cama, me levantaba sonriendo solo por tener una excusa para ir a su habitación.

No podía pensar con claridad. ¿En qué momento se había complicado todo tanto? ¿por qué no le había contado toda la verdad desde el principio?

Podría haber ido a recogerla del hospital cada día y hablar por el camino a casa de sus millones de anécdotas, con esa energía que te invitaba a disfrutar de la vida.

Podría haberle recogido hoy, haber plantado cara a mis amigos, haberme deshecho de Angellica como único resquicio de mi pasado oscuro.

Estacioné en una sola maniobra en el parking del Manchester infarmary y me apresuré a la habitación 102.

Me encontré a Javi derrotado en la silla de al lado de la cama, sosteniéndose la cabeza con las manos y a Nat en la cama con múltiples aparatos conectados a su cuerpo. Eso no podía ser bueno.

Entré con cuidado.

-Se va a poner bien. - murmuró Javi al ver mi expresión de preocupación - me han contado detalles de lo que ha pasado, no se si quieres saberlo.

¿Quería saberlo? No estaba seguro. Javi no parecía muy entero, tenía la mirada ida.

-Cuéntame. - dije en el mismo tono.

-Se supone que le han dado una dosis demasiado alta de una droga no comercializada: burundanga mezclado con morfina. La buena noticia es que no ha sentido mucho dolor.

Me podía imaginar la mala solo con el resultado que había visto en ella la primera vez que sucumbió a sus efectos. Debió ver en mi rostro la inquietud y desasosiego porque suavizó el relato.

-No tiene ningún hueso roto, le han dado la píldora del día después, tratamiento para prevenir las ETS, al parecer existe una pastilla si el contacto es muy reciente, y no parece tener ningún golpe en la cabeza, ni en el cuello. Ahora están esperando a que se pase el efecto de la droga, pero se prevé que se recupere con amnesia del suceso.

Asentí.

-Gracias.

Se incorporó. Era un poco mas bajo que yo, pero bastante alto a fin de cuentas. Colocó las manos sobre mis hombros y creí que iba o a ponerse a llorar, o a darme un beso.

-Gracias a ti. Por haber estado ahí para ella cuando yo no he sabido. Por arreglar mi mierda... No te imaginas cuanto siento lo que ha pasado. Lo único que me importa es que esté bien.

No quería decir que era un poco tarde para eso.

-Habría hecho lo que hiciese falta para que estuviera bien.- afirmé.

-Lo sé. Te dejo con ella.

Salió de la habitación y me quedé a solas con Nat en el cuarto.

Me acerqué a la cabecera de la cama de hospital. Verla de cerca siempre me quitaba el aliento.

Incluso en sueños, sus cejas, párpados, su nariz y su boca. Esa boca que me volvía loco.

Sus brazos descansaban a ambos lados de su cuerpo, con las palmas de las manos apuntando hacia arriba, en dirección a la tenue luz que aportaba a la escena una tonalidad aún más triste. No era que odiase los hospitales, pero detestaba lo que significaban: enfermedad, gente moribunda.

Apreté con fuerza la mandíbula. También significaba esperanza y que la gente podía mejorar, ¿verdad? Traté de autoconvencerme.

Tenía la necesidad de acariciarle pero parecía frágil, con la respiración superficial y las muñecas magulladas en memoria de una posible cuerda para retenerla.

Cogí su mano.

Recordaba el momento viendo Friends en su cuarto, cuando tanteé por primera vez si había alguna posibilidad, y cómo contuve con todas mis fuerzas el girarme a besarla. Echando la vista atrás, debería haberlo hecho.

Entrelacé mis dedos con los suyos y creí escuchar un pequeño sonido de su boca, tan tenue pero a la vez tan esperanzador, que me alentó a hablarle.

-Reina... Nat. Te vas a poner bien, ya verás. - le dije, más para mí que para ella.

Consideré que era el momento de sincerarme, no sabía si habría otra ocasión.

-Necesito contarte varias cosas... no cambia nada pero... necesito sentir que al menos te lo he dicho...

A estas alturas creía que era obvio, pero me sonó lejano cuando escuché las palabras salir de mi boca.

-Estoy enamorado de tí. -susurré.- Siempre lo he estado. Desde hace muchos años... 8, para ser exactos. Sé que no te acuerdas y, aunque me ha costado asimilarlo, entiendo que está bien. Las cosas marcan a las personas de manera diferente... Y está bien. - me repetí, intentando creérmelo.

"Nos conocimos en Murcia, el verano que fui a ver a mis abuelos, debía ser primero de carrera para ti. Llevaba formando parte de la mafia de Manchester 5 años. Era un miserable, sin futuro y sin intención de tenerlo. Mi padre estaba ya en la cárcel, mi madre me odiaba y el resto de miembros de mi familia o bien sentían lástima o miedo al estar en mi presencia. Mis amistades tampoco eran mucho mejores.

Durante mi estancia, nuestros abuelos me obligaron a ir a una supuesta fiesta de carrera de Henrick, con la finalidad de que me redimiese y cambiara mi estilo de vida, a pesar de que mi hermano no emitió información alguna del evento.

Tenía claro que no pintaba nada allí y mi intención era escabullirme en cuanto se iniciase la celebración.

Recuerdo estar a punto de abandonar la sala y verte entrar, con tu grupo de amigas.

Cruzamos miradas y me sonreíste.

No sabría decirte cuanto tiempo llevaba sin ver una sonrisa sincera, pero la tuya me encandiló lo suficiente como para intentar integrarme en el mar de futuros médicos.

En cierto momento de la noche, nos cruzamos en la barra del bar y me recibiste con completa amabilidad, pero sin abandonar la sensatez. Me dejaste absolutamente fascinado.

Te invité a una copa y hablamos. Mucho. Muchísimo.

Recuerdo cada detalle de la conversación:

-Estoy metido en un laberinto sin salida, ya no hay mucho que pueda hacer... mis decisiones de mierda me han llevado donde estoy y tampoco siento que pueda avanzar...

-No se cuál es exactamente el laberinto en el que estas pero, con mi corta experiencia vital, puedo decirte dos cosas:

Primera: Creo que no existe una decisión de mierda.- dijiste.- Existen decisiones que tomas rodeado de unas circunstancias concretas y, con la información que tienes, tratas de hacerlo lo mejor posible.

A posteriori es cuando te das cuenta de las consecuencias que puede tener el haber tomado ese camino, pero no puedes culpar infinitamente al momento de la decisión... Es más, la belleza de la vida se esconde en aprender a vivir con ello y encontrar la manera de enfocar tu suerte hacia otra dirección.

Y segunda: siempre hay otra opción, aunque creas que no, la hay. Yo... no se la magnitud del problema pero... si crees que te puedo ayudar de alguna manera...

Recuerdo como no pude contenerme más y te besé.

Sabías a puerto de indias y a nuevas oportunidades.

Sonreíste y me devolviste el beso. Luego me diste el teléfono.

Al salir de la fiesta me sentía más vivo que nunca y, por primera vez en mucho tiempo, dispuesto a intentar hacer las cosas bien (o al menos, mejor).

Ya en casa, parte de mi llama se apagó. Henrick había visto la escena y, al parecer llevaba todo el año enamorado de ti. ¿Cómo no? Soltó todo tipo de barbaridades y me dejó claro que debía mantenerme lejos, porque no merecías que te incluyese en mi mierda. Cosa que, por otro lado, yo tenía muy claro.

Sin embargo, me diste la suficiente fuerza como para abandonar la mafia y retomar mis estudios universitarios."

Le apreté la mano con gentileza.
Estaba donde estaba y no tirado en una cuneta o cargando con la muerte de inocentes gracias a ella.

-Me jodió cuando no me reconociste en el aeropuerto. Lo suficiente como para portarme como un completo gilipollas el primer día que te vi... También al confirmar en el yo nunca que efectivamente no te acordabas de nuestro beso... ¿parece que no soy tan inolvidable como me creo, eh? - me reí con amargura - Pero decidí que tenía que formar parte de tu vida: como amigo, como compañero de piso.... O como lo que tu quisieras.

Ya está. Ya se lo había contado todo.

-Debería habértelo dicho antes. Quizás las cosas serían diferentes ahora...

Le observé dormir y juraría que las comisuras de su boca se elevaban en una pequeña sonrisa.

¿Me habría escuchado? Se me aceleró el corazón. Mierda. A ver cómo le convencía de que tenía que marcharse, cuando era el mayor castigo que pudiese imaginarme en el universo.

Elevé su mano lo que permitían los aparatos médicos y me incliné a la altura de ella.

-Me encanta como hueles.- dije en un suspiro.

Alguien entró en la habitación. Una chica muy guapa, de probable procedencia arábiga, con lágrimas en los ojos y rimel negro salpicado hasta la barbilla. Iba vestida con bata de hospital y el fonendo reposaba sobre sus hombros.

-¿Cómo está? - me preguntó. A mi. Una persona que lo poco que sabía de medicina era que la gente se ponía bien, o no.

Me miró afligida ante la tardanza de respuesta. Después desvió la mirada hacia mi mano, que seguía entrelazada con la de Nat.

Me sentí intimidado, pero no la solté.

-Jason. - afirmó.

-¿Donia? - pareció contenta de que Nat me hubiese hablado de ella. - no se como está, diría que bien pero no me gusta mentir. De hecho, si pudieses hablar con alguno de tus colegas, seguro que nos ilustran más.

Asintió y se marchó de la habitación.

A continuación entraron otros doctores que tuve más dificultad en reconocer y, finalmente, apareció Henrick.

-¿Qué ha pasado?

-Le han drogado y creo que han abusado de ella.

Se acercó temblando al otro lado de la cabecera de la cama y le acarició la frente.

-¿El de siempre?

-Más o menos.

-¿Cómo que más o menos?

-Parte de la mafia estaba también implicada.

Me miró con cara de incredulidad, pero pronto se transformó en ira.

-¿Y cómo ha llegado aquí? - escupió.

Sopesé la idea de ocultarle el verdadero proceso, nadie había preguntado y había pocas posibilidades de que se enterase de otra forma.

-Fuimos Javi y yo a por ella.

-¿Te llevaste al culpable de todo esto y no se te pasó por la cabeza avisarme a mí?

-Es... más complicado que eso. Había más gente implicada... era peligroso.

Arrugó la frente.

-Eso y que querías el mérito del rescate, otra vez.

-No, Henrick. Créeme que no querría bajo ninguna circunstancia haber pasado el miedo de esta noche.

-¿Miedo? No sabes qué es eso. Además, que sospechoso que, estando la mafia implicada, hayáis salido el imbécil de su novio y tú ilesos. ¿No te parece?

Más que palabras parecían cuchillas afiladas con el único fin de atravesarme, y lo estaban consiguiendo.

-¿No sería un plan vuestro que esto - señaló a Natalia - acabara así?

-Ni se te ocurra volver a decir eso. - me puse serio y subí el volumen varios tonos. Se asustó. Bien, que se asustase- Nunca. Jamás. Que no se te ocurra inculparme de algo así en tu puta vida.

Acabó nuestra conversación un aumento de las pulsaciones de nuestra compañera de piso, que disparó el monitor localizado a la derecha de la cama. Tres médicos entraron y nos pidieron espacio para comprobar "constantes" y no se qué mierda. Salí al pasillo.

Henrick se marchó, habiendo hecho el daño suficiente como para que yo ya no me sostuviese firme.

Muchas emociones en muy poco tiempo.

Si yo lo estaba viviendo así, ¿cómo lo estarían viviendo Nat y Javi?

El susodicho estaba sentado en uno de los bancos de fuera, con ojeras marcadas y un zumito de piña. Me invitó a que me sentase a su lado y hablamos lo justo como para que terminase de convencerme de que no era un mal tipo, durante las 4 horas que tardó en despertarse Natalia.

Ambos nos apresuramos a la puerta del cuarto. El entró y yo miré desde el marco. Estaba hablando con Chris y Donia. Sonriente. Decía que estaba bien, que no recordaba prácticamente nada desde el momento que entró en una furgoneta negra. Eso era lo mejor para todos.

Abandoné el hospital antes de que me viese.

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