Capítulo 19
NARRA JASON
Condujimos en silencio hasta el portal 56 de una de las calles más intransitadas de Manchester. Esperaba que mi memoria no me fallase y que el piso fuera el 4ª.
En estos momentos me maldecía por no haber acompañado a Nat la última vez; sabría la disposición de la casa, las opciones que teníamos.
Los cristales se veían borrosos desde fuera. Recordé que la primera vez me había parecido vaho. Esta segunda, aparentaban haber sido diseñados para ocultar el tipo de maldades que se podía hacer en un bloque medio abandonado.
Tragué saliva mientras repasaba el plan con mi cómplice.
Entré en la casa dejando encajada la puerta a mi espalda. El olor me resultaba demasiado familiar.
Revisé las dos primeras habitaciones sin rastro de ella. La casa se alargaba para desembocar en el cuarto de estar.
Nada me aseguraba que no hubiese habitaciones al otro lado y fuese allí donde estaba Natalia.
Escuché las risas de varios hombres. Se podían distinguir como mínimo cuatro. Avancé hacia el salón sabiendo que con ello llegaba el momento de la verdad.
Me guardé la pistola en cinturón, por detrás, y usé la camiseta ancha que llevaba para esconderla, atándome una sudadera a la cintura para evitar sobresaltos.
Entré en la habitación.
- Hola caballeros.- sonreí con la más falsa de mis sonrisas mientras daba una pequeña barrida a la habitación. Efectivamente, 4.
Les conocía a todos.
Los tres primeros llevaban en la mafia 10 años cuando yo entré, debían tener ya sus cuarenta y pico. Christopher, Frederick y Ethequiel. Siempre iban de negro, pero lo que antes habían sido camisetas y pantalones, ahora eran trajes de chaqueta.
En la mafia había una jerarquía muy marcada pero era relativamente fácil ascender desde dentro y, si tenías la suerte de caer bien, te hacías de oro con rapidez.
Eso era, siempre y cuando estuvieses dispuesto a pagar el precio de sacrificar tu conciencia.
- Hombre, mira quien ha venido a vernos: el hijo pródigo.
- Jason, cabrón, te hemos echado de menos. Estas mayor eh.
- Y más feo.- dijo el tercero.
- Vosotros estáis cada vez mejor. ¿ese reloj es de gucci Fred?- soné tan despreocupado me sorprendí a mi mismo.
- Te habrías comprado cuarenta como estos.
Dirigí mi mirada al cuarto miembro. A este le conocía por un motivo muy diferente, que no le llevó mucho tiempo adivinar.
- ¡Tú! Eres el tipo de la casa…. Solo que con más ropa.
- ¿El que te pateó el culo?- inquirió orgulloso Frederick.
- El mismo. – contesté.
- Vienes a por la chica… - afirmó el de la cabeza afeitada.
- Así es, pero vengo en son de paz.
- Esa capulla llamó a la policía la última vez… a los “no amigos” – dijo un Frederick mucho menos afable.
Le habían visto. Mierda.
- Tuvimos que dar muchas explicaciones por su culpa.
- Lo siento Jai, pero no es algo que pasemos por alto, ya lo sabes. – comentó Christopher.
- Échate una.- me tendieron la botella de whisky y supe que era una oferta que no podía rechazar. Solo esperaba que Javi, fuera, no desesperase. - ¿qué ha sido de ti todos estos años?
- Nada interesante. Mucho trabajo. – no quería que se me notase impaciente. Me centré en pensar que el que estuviesen aquí era buena señal, implicaba que no estaban haciendo nada con ella.
- ¿Y tu madre?- pinchó Ethequiel. – mejor aún, ¿y tu padre?
Estaba empezando a calentarme pero debía mantenerme firme si no quería levantar sospechas.
- Ese cabrón sigue entre rejas, donde le corresponde.
- No era tan mal hombre, de vez en cuando hay que dar un toque de atención a las mujeres.
- A algunas les gusta. – el abusador, o Michael, como se habían referido a él, me miró directamente y me guiñó un ojo. Supe perfectamente a lo que se estaba refiriendo y se me heló la sangre. Natalia.
Me preguntaron alguna que otra banalidad hasta que retomó la palabra el calvo.
- ¿Y no te has tirado a tu compañera de piso? Folla bien incluso dormidita.
Se acabó. Lo perdí. Me levanté rápidamente e hice lo que me estaba tentando a hacer desde hacia un rato. Le pegué un puñetazo con toda mi fuerza, haciendo que se cayese de la silla.
Se levantó sonriendo.
- Vaya, vaya, vaya… si que vienes a por la chica… y no tan en son de paz. – dijo Ethequiel. Estaba claro que iban buscando pelea. No necesitaba representar más paripé.
- ¿Dónde coño está?- exigí.
- Los modales, niño- contestó Christopher.
- ¿Dónde coño está, por favor? – sonreí con suficiencia y Frederick se rio.
- Dejad al niño jugar. – añadió, y supe que me estaban dando margen para actuar.
- Michael, hora de redimirte: es la revancha, si ganas, Jason se va, y si no, le dices en qué cuarto está la chica. ¿Qué te parece?
- Me parece que me voy a cargar a vuestro niño.- dijo con una sonrisa arrogante entre sus labios.
Asentí y me preparé. Estaba listo. No importaba cuanto más fuerte que yo fuera, más alto, más ancho, más rápido. Ganaría. Tenía que ganar. Ya lo había hecho una vez. Ganaría.
Recibí los golpes y los impartí en la misma cantidad. No estaba seguro de cuándo acabaría. Si era como las peleas de antaño, hasta dejar a alguien ko.
- ¿Sabes que era lo mejor? Su resistencia. Como ha estado peleando hasta el final, incluso drogadita, ha hecho todo mucho más divertido.
Joder. Me incendié. Sabía que era lo que quería pero no lo pude evitar y me volví loco. Atravesamos una silla de madera que decoraba la esquina del cuarto y descargué toda mi fuerza contra su cuerpo, consiguiendo tumbarle en el suelo.
Una vez derribado arremetí con el puño alternando derecho e izquierdo.
Me paró una mano sobre el hombro y fue entonces cuando me di cuenta de la sangre que brotaba de la boca de mi adversario.
- Suficiente, Jason. – Frederick me detuvo antes de que cometiese una imprudencia. El hombre del suelo se incorporó y me escupió sangre a las botas.
- Eres un capullo.
- Lo sé. - Sonreí. -¿dónde está?
- Ahí. – señalaron a las puertas que quedaban por detrás del salón. Había asumido que eran las de la limpieza.
Asentí y me dispuse a ir hacia la puerta.
Christopher se cruzó.
- El trato era decirte dónde estaba.
Mierda. Debí haberlo imaginado. Me giré hacia Frederick, si alguien intercedía por mí, sería él.
- Lo siento chico… se ha metido donde no debía.
Reviví el momento en mi coche. Con Nat, preocupada por las adolescentes, y conmigo preocupado de que ella estuviera a salvo.
Fue estúpido avisar a la policía.
Yo sabía perfectamente lo que estaba en juego y ella… ella solo intentaba ayudar.
- Fui yo quien llamó. Ella no sabía nada, ni quienes eráis, ni nada.- me acababa de sentenciar. Esperaba que mereciese la pena.
Ethequiel cambió la cara de hostil a desagradable. Christopher pareció sorprendido. Michael sonrió, probablemente adelantando las consecuencias de lo que ello suponía y Frederick… quería pensar que su gesto solo significaba pasividad absoluta.
Vi tres de los rostros tornarse agresivos cuando el tercero se levantó para volver a enfrentarse a mí.
Me costaba enormemente dar el paso que iba a dar en ese momento, una cosa era saber que podía ocurrir y otra muy diferente ponerlo en práctica.
Rastreé mi espalda en busca de la pistola y traté de no vacilar al sacarla. Ojalá no tuviesen a mano las suyas.
Creí vislumbrar un atisbo de miedo en los ojos del menor de mis atacantes.
- No disparará. – murmuró un Christopher no muy seguro.
- No quiero disparar. – lo decía de verdad. Esperaba no tener que hacerlo. – dejad que nos vayamos y no volveré a cruzarme en vuestro camino.
- No dispararás. – repitió Michael acercándose más a mi.
Si quería causar impresión sin hacer daño a la élite de la mafia, iba a tener que darle el susto a él.
Le disparé al pie y empezó a gritar desconsoladamente.
- El siguiente va a la cabeza. – dije, apuntándole a la sien.
- Está bien, vamos a calmarnos todos un poco, recordemos que Jason es como de la familia. - Frederick trató de amainar las aguas.
Para empeorar la situación, un problema que no recordaba que tenía apareció desde el pasillo de la entrada. Iba temblando, con la navaja por delante.
- He escuchado el disparo.- me dijo, con voz temblorosa y asentí en señal de agradecimiento.
El resto no debió tomarse al chico como amenaza, porque tras una breve mirada, volvieron a mi. Sin embargo, a mi me pareció que los tenía bien puestos para haber decidido meterse aquí con tiros de por medio.
Traté de parecer seguro de mi mismo y, sin dejar de apuntar a mi rehén en la cabeza, di las indicaciones pertinentes a Javi.
- Esta en ésa habitación, llévatela.
Seguí con la mirada como entraba en el cuarto que indiqué. Me forcé en no mirar hacia otro lado cuando salió llevando en brazos a la persona que más me importaba del mundo.
Apenas llevaba ropa interior y se le veía con un aspecto desastroso. Su piel, generalmente perfecta y delicada presentaba marcas demasiado crueles como para haberse producido por accidente.
Tragué saliva. Eso era mi culpa.
Estaba así por mí.
Me había convertido en lo que más odiaba en el mundo: mi padre.
Vi como Javi la apretaba contra él y me maldije a mi mismo por desear ser yo quien la estuviese sosteniendo.
Esto no debería haber sido así.
Esto no debería haber sido, y punto.
Solo me relajé cuando escuché la puerta cerrarse detrás de la salida.
Misión cumplida. Estaba a salvo.
Javi se la llevaría y, aunque fuese en Alemania, se alejaría de esta mierda.
Mi brazo vaciló y, aunque Michael estaba demasiado acojonado como para hacer un movimiento en falso, los otros dos estaban ganando terreno por los lados.
Probablemente me meterían una paliza. Dudaba que me matasen. Johnnatan Waucquezt me tenía demasiado cariño, y esperaba que eso fuese suficiente como para que me dejasen vivir.
Algo nos detuvo de golpe. La estruendosa risa de Frederick inundó la sala. Una risa feroz, genuina, que muy pocas veces había escuchado durante mis años de formación y que hay quien diría que daba más miedo que un grito de guerra.
- El niño está enamorado.- reveló entre carcajada y carcajada. – A nuestro niño le está moviendo nada más y nada menos que el amor pasional…
Seguía riéndose y observé como pronto, Christopher y Ethequiel se le unieron. Efectivamente, se cumplía la jerarquía de la que tanto se presumía dentro de la banda más peligrosa de Manchester.
Se relajaron los tres y se sentaron de nuevo. Yo no sabía si reír o escapar en el momento de subidón de los matones.
- Baja el arma. Se ha acabado. – dijo el cabecilla y obedecí. Había poco que pudiese hacer.
Al que había disparado no se atrevió a reírse, ni siquiera a mirarme a los ojos. Murmuraba venganza y supe que sería un problema con el que tendría que lidiar en el futuro próximo, pero llegaba el momento de marcharse.
Michael se recostó en el suelo y devolví el revolver a su posición original.
- Adiós caballeros. – les dije mientras me dirigía a la puerta sin darles la espalda.
- Nos veremos. – amenazó Christopher. Frederick se levantó y me acompañó a la salida.
- Siempre es una alegría verte muchacho.- gritó desde la puerta, a mi lado, y bajó la voz para advertirme. – que no se vuelva a repetir.
Se descubrió la chaqueta y me enseñó la pistola que reposaba en su cinturón.
Entendí el aviso y agradecí que mi mentor durante los 5 años de adolescencia, se hubiese apiadado de mí.
- Gracias. – susurré.
- A ti por el espectáculo.
Bajé las escaleras apresuradamente.
La adrenalina aún me recorría las venas. Muchas emociones en un periodo muy corto de tiempo. Casi mataba a uno de la mafia, casi moría yo en el intento… pero nada de eso importaba tanto como cómo estuviese Natalia.
Marqué el teléfono del novio.
Necesitaba verla, aunque fuese una última vez. Asegurarme que estaba bien, que se recuperaría, que volvería a ser la misma Nat: fuerte, valiente, divertida, inteligente, sexi.
No sonó ni un toque cuando llegué a la puerta de la entrada y vi que mi coche seguía estacionado allí, con las llaves en el suelo, delante de la rueda trasera.
- ¿Dónde estáis?¿por qué está el coche aquí?
- He cogido un taxi. Parecía que necesitarías el coche más que nosotros. – me jodía que al final Natalia fuera a tener algún motivo para salir con el cabrón ese.
Me monté en el coche y permanecí en silencio al teléfono.
- Estamos en el hospital. En urgencias. Nos han habilitado una sala, por ser “de la casa”.
- Mmm.- fue lo único que pude decir.
- Habitación 102.
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