Capítulo 18

NARRA JASON

No me podía creer como la mala suerte se estaba alineando para hacer de mis últimos dos días, dos días de mierda.

Se suele decir que una de cal y una de arena, pero en estos momentos sentía que después del mejor día de mi vida estaba en un sin vivir constante.

Necesitaba ver a Nat. Llevaba soñando con ella estos dos días desde la mañana hasta la noche, inclusive.

Tenía una cara de tonto que hasta en el trabajo me habían dicho que parecía otro.

Lo de la guardia había sido bastante contratiempo pero jamás me hubiese imaginado que me llamarían de la residencia de mi madre para avisar de intento de suicidio. No era la primera vez que pasaba, pero fue la primera que, una vez allí, mi madre quiso que me quedara.

No era algo a lo que uno pudiera decir que no, ni algo que se escribiese en un mensaje de texto así como así.

Me daba miedo que Nat pensara que era un capullo. Estaba dispuesto a hacer las cosas bien con ella. De principio a fin. Todo lo que quisiera y más.

Sin embargo, la opresión que sentía en el pecho no era normal. Y menos aún el calentón con el que llevaba todo el día. Si seguía así explotaría de un momento a otro.

Agilicé el papeleo del trabajo cuanto pude para llegar a casa una hora antes. Sabía que era inútil porque este miércoles ella saldría a las 18, pero quería estar allí cuando llegara.

Me crucé con mi hermano en la cocina.

- ¿Qué haces aquí?

- Hoy la recoge Tess.

- Vale.

- ¿Te llamaron de la residencia de mamá?

- Sí

- ¿Y bien?

- Se pondrá mejor, ha tenido un bajón pero va a ir la psiquiatra a ajustarle la medicación y he contratado un psicólogo que dicen que es especialista en… estos casos.

Se quedó callado.

- Gracias.

Era de las primeras veces que escuchaba a Henrick dedicarme esa palabra. Asentí en señal de reconocimiento.

Retorné a mi cuarto pensando en mi hermano. No le culpaba en absoluto de no haber estado aquí durante todo el marrón, ni siquiera cuando no quiso volver a estudiar la carrera a Manchester. Cada cual lidiaba con su mierda como podía y el vivió al margen todo el tiempo.

En realidad, en gran parte, yo le envidiaba. Él no había dejado que nuestro pasado se enredase en su vida de la manera que lo había hecho en la mía.

Lo único que le podría echar en cara si acaso era como, con ese pasado, también me había dejado atrás a mí.
Ni siquiera cuando fui a visitarle me reconoció como hermano.

Nuestros abuelos me obligaron a pasar un verano con ellos y el se lo pasó saliendo y entrando sin introducirme en su vida ni lo más mínimo, tampoco cuando…

Escuché un golpe en la habitación de al lado y me aceleré. Había vuelto.

Me apresuré a su puerta y llamé. No obtuve respuesta, pero decidí entrar de todas formas. Tenía que verle.

Cuando creía que el día no podía empeorar, ahí estaba él.

¿Qué hacía este imbécil aquí? ¿Me había dado Nat permiso para cargármelo? No era capaz de recordarlo.

- ¿Qué coño haces aquí?

- Vengo a ver a Nat, no voy a causar problemas.

- ¿Más de los que has causado ya, quieres decir?

- Solo quiero hablar con ella.

- No creo que quiera.

- Es ella quien lo debe decidir.

Eso era cierto, y aún así que estuviese aquí no me hacía gracia. ¿Qué me estaba pasando? Nunca imaginé que me fuese a sentir… ¿inseguro?

¿Qué hora era? Las 20.00. Me pareció raro que no hubiesen vuelto las reinas de la casa.

- ¿Quién te ha abierto?

- Una chica, Tess creo que se llama.

Tuve un mal presentimiento. ¿Qué hacía Tess aquí? Abandoné la habitación para ir a la número cuatro.

- ¿Tess se puede saber dónde esta Natalia?

- Hola Tess, ¿qué tal el día? Muy bien gracias, ¿y el tuyo? Genial. ¿Te puedo hacer una pregunta con voz de absoluto gilipollas por ningún motivo? Claro, adelante: no lo sé, ¿por qué?

- ¿No lo sabes?

- ¿Por qué tendría que saberlo?

- Porque se suponía que la recogías del hospital.

- ¿Quién ha dicho eso?

Intentaba controlar mis nervios porque en lo que a ella se refería estaba actuando demasiado sobreprotector y tampoco era mi papel.

- ¿Has abierto tu a…? – el imbécil ese, me parecía un buen final, pero me corté.

- ¿…A su novio? Sí, ¿algún problema con eso también?

Desaparecí de la habitación con la misma velocidad con la que había entrado y decidí escribirle.

Todo bien? 20.30

No le llegaba el mensaje. Mierda, mierda, mierda. Si pasaba algo más de tiempo y no aparecía, pensaba plantarme en el hospital.

Se me ocurrió que era sospechoso que justo el día que reaparecía su novio, ella tardara en volver a casa y regresé al cuarto.

- ¿Sabes dónde está Natalia?

- No he hablado con ella desde el viernes. ¿Por qué, hay algún problema?

- Que se sepa todavía, no.- contesté de mala gana.

Estaba sentado en su cama con las piernas inclinadas y las manos reposando cruzadas sobre ellas. ¿Por qué parecía tranquilo? Me recosté en la puerta con brazos cruzados sopesando la situación.

- ¿Es normal que tarde tanto?- revisé el reloj: 21.30

- No.

- ¿Crees que deberíamos ir a buscarla?

Deberíamos como concepto. Curioso. Yo con él no iba ni a la cocina.

No obstante, el tiempo pasaba y con cada segundo la preocupación por Nat crecía. Miré el móvil un total de 83 veces para comprobar si había recibido el mensaje. Era una chica fuerte pero si el loco reaparecía…

- Creo que…

- ¿Cómo diste con el acosador?

- ¿A qué viene eso? - parecía descolocado porque yo supiera esa información, no se qué se esperaba.

- ¿Cómo diste con él? en serio…

- No puedo decírtelo.

- Antes me has preguntado si es normal que se retrase: no, no es normal y hay un puto loco que la acosa, por tu culpa, asique por favor, - me recreé en la palabra. - dime como cojones diste con el loco.

Dudó durante más tiempo del que me hubiese gustado. Si fuera por mí, le patearía el trasero allí mismo pero no quería hacer nada que pudiese hacerle daño a ella.

- Me llamó una chica... Me dijo que era algo así como tu pareja… que había pasado algo entre Nat y tú y… yo no me lo creí… y le dije que no estaba dispuesto a hacer nada…. Y ella insistió… y luego tú saliste de la habitación… y pensé que si que podía pasar algo. – sus frases inconexas empezaban a trazar una idea muy peligrosa en mi mente.

No podía ser. Ella no.

Si estaba implicada, cosas mucho peores estaban implicadas. No estábamos hablando de un loco aislado, sino de muchos locos juntos.

- ¿Cómo se llama?

- No debo decirlo….

- ¿Cómo se llama?- repetí, desesperado.

- Angellica.

Angellica waucquezt.

No podía ser. Aquella niña indefensa que al principio buscaba protección de su desestructurada y grotesca familia y que poco a poco se había ido metamorfoseando en una persona afín a ellos.

Uno de los únicos 4 amigos que le había presentado yo a Natalia.

La loca era ella y la culpa no era de Javi al completo, era mía también.

Me alejé de él temblando.

- ¿Es muy malo?

- Ni te imaginas.

- ¿Qué podemos hacer?

- No lo sé.

Pocas cosas pasaban en mi vida que no supiese como afrontar, con los dedos de una mano se contaban. Y todas se estaban dando en un periodo de dos meses. Primero mis sentimientos hacia Natalia, y ahora esto.

Tenía que trazar un plan. Con Angellica implicada había muchas más posibilidades de que Nat no estuviese simplemente liada trabajando en el hospital.

Resolví con Javi llamarle en el manos libres, por intentar captar toda la información posible.

- Hola amor, te he echado de menos- me contestó al teléfono con altanería.

- ¿Dónde estás?

- ¿Quieres verme? Estoy cerca de tu casa.- ¿cómo que cerca de mi casa?

- ¿Dónde está Nat?

- Que pesado. Desde que ha llegado esta chica no puedes hablar de otra cosa: Nat, Nat, Nat dónde estará, por qué no me corresponde… tal para cual.

- Angellica, por favor, donde está.- me estaba poniendo muy nervioso.

- No sé, le perdí la pista en la curry mile. Entiendo por qué te gusta. Es bastante… ¿cómo diría? Resistente, sí. Resistente la define bien y supongo que podría considerarse interesante.

- ¿Qué has hecho?

- Yo no he hecho nada, ha sido ella, metiéndose donde no le llaman. Metiéndose entre nosotros Jason, ¿te lo puedes creer? – no me podía creer nada de la conversación que estaba teniendo en ese momento. - Pero no te preocupes que no va a haber nada más que se interponga en nuestro camino.

Me notaba nauseoso y, por la cara que tenía el otro oyente, era la segunda persona más horrorizada del planeta.

- Angy – suavicé la voz. – tienes que decirme donde está. No podré estar nunca contigo con el cargo de conciencia de que una persona ha desaparecido por mí.

- No ha sido por ti, ha sido por ella.

- No lo veo así.

- Te puedo decir donde está pero no se si eso te va a servir de algo.

- Seguro que de algo me sirve. – trataba de mantenerme calmado.

- Pero me tienes que prometer dos cosas…y si las incumples, sabes lo que puede pasar. – me lo imaginaba, con su poder, cualquier cosa.

- Dime.

- Primera: haces que se vaya de Manchester, me da igual cómo, invéntate lo que te de la gana, pero en una semana está fuera del país.

- De acuerdo.

- Y segunda: tenemos una cita, pero una cita de verdad.

- Vale.- no me lo pensé ni un segundo.

Había confirmado que sabia donde estaba Nat, cuanto más tiempo pasase, más peligroso sería.

- ¿Estás seguro? Solo se la ubicación.

- Sí.

- ¿Y harás todo lo que yo quiera, en la cita?
- Sí.

Se rio al teléfono.

- Calle crofton, eso es lo que sé.

Poco a poco todo iba encajando.

Conocía la calle, de la vez que fuimos a ayudar a la amiga de Nat. Mierda, ¿Por qué no até cabos entonces?

- Espero tu llamada, para la cita.

Colgué el teléfono y me quedé en silencio. Javi me miraba con cara de preocupación.

- ¿Era verdad lo de que le vas a hacer irse? – justo cuando creía que el mierdecilla no me podía caer peor, lo empeoraba haciendo preguntas inútiles.

- Creo que no entiendes las dimensiones del problema en el que estamos. Esta gente es peligrosa.

- Siento mucho todo esto.- confesó.

Yo lo sentía aún más. Debíamos organizar un plan de rescate lo antes posible.

- ¿Qué vamos hacer?- ¿por qué preguntaba tantas cosas?

- Vamos a ir a por ella.- que irónico, al final si que “debíamos” ir juntos a algún sitio.

- ¿Sólos tu y yo?¿no avisamos a la policía?

- Poco pueden hacer en este momento. – pero me planteé su primera cuestión. Existía la opción de avisar a mi hermano, pero la rechacé pronto.

Ya tenía una debilidad secuestrada en esa casa, no me vendría bien una segunda a mi lado si las cosas se ponían feas.

- Solos tu y yo.

- Pero…no sabemos cuantos son.

- La última vez eran 7.

- ¿Última vez? – no pensaba darle ni una explicación más. - ¿y cómo lo hacemos?

- ¿Te has pegado alguna vez?

- Hago kickboxing.- me cago en mi vida.

- Entonces puedes entrar tu solo a por ella.- dije sarcásticamente, pero me estaba empezando a preocupar por la salud de nuestro bando en el plan de rescate.

- No me he pegado fuera de eso.

Barajé nuestras opciones, sin gustarme la conclusión a la que estaba llegando: si le mataban probablemente Nat no me lo perdonaría, y además, tampoco tenía claro el querer arrastrar ese cargo de conciencia.

- ¿Y has disparado alguna vez?

- En el paintball. – puse los ojos en blanco.

- ….Eres gilipollas.

Saqué del cajón de debajo de la cama una Walther de acero de 1980.

- ¿Tienes una puta pistola en casa?- me miró descompuesto.

- Me la compré cuando me enteré de que venías.- palideció y tuve que recular con mi discurso. – a ver, aquí se carga, el gatillo es esta palanquita que sobresale y…

Me miraba con cara de tonto y no sabía si no había entendido, o si era así de normal.

- ¿Crees que hará falta que dispare? – cada vez estaba más blanco y creí distinguir gotas de sudor frío en su frente.

Y, de pronto, lo entendí: esto era demasiado para él.

Desgraciadamente, la vida me había curtido como para que los acontecimientos que se me presentasen, por difíciles que se volvieran, no me paralizasen, pero una persona normal no tendría por qué enfrentarse a esto. Ni él. Ni Nat. Ni nadie.

Era posible incluso que verdaderamente pensara que iba a ser solo un susto y no que se estaba
involucrando en esta mierda… no podía culparle, ni yo lo vi venir.

Nada justificaba que hubiera intentado manipular a su novia hasta esos extremos y no le perdonaría por ello. Pero todo lo “oscuro” de la situación había dependido de mi círculo y, en última instancia, de mí.

- No creo que haga falta. – intenté sonar convencido. - ¿prefieres que la lleve yo?¿te sientes más cómodo con una navaja?

- Prefiero que la lleves tú pero, por favor, no me mates. – lo decía completamente en serio.

- Lo intentaré. – traté de sonreír pero por su reacción supuse que solo me había salido una mueca.

Le di unas clases básicas del tipo de pelea callejera en la que todo vale y le enseñé a usar la navaja, aunque esperaba de corazón que no tuviera que utilizarla.

- Entro yo primero, tu quédate en la puerta. Busco a Nat e intento sacarla sin líos. Si la cosa se complica, buscaré la manera de hacerte saber la habitación en la que está, y vas tu a por ella. Tu único fin es sacarla de allí.

- ¿Cómo se puede complicar? No me permití pensar en ello.

- No lo sé pero, si por lo que sea, salís antes de mí, os piráis. Sin mirar atrás, ¿entendido?

Le vi dudar.

- ¿Entendido?

- Entendido, pero ¿y tú..?

- Me las apañaré.

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