Tiene la piel muy blanca y los ojos miel más bonitos que he visto

A tu ver, Nicholai es el hombre más atractivo de la agencia. O quizá del país. Cada que te pones a pensar en ello mientras lo ves posando llegas a la misma conclusión.

—Mira hacia la derecha y levanta un poco el mentón—le indica Natasha, tras la cámara—. Eso. Así.

Nicholai usa un traje negro de lycra estampado con estrellas, el cual queda perfecto con su rostro sonrosado y cubierto de pecas. Tiene el largo cabello oscuro recogido en una coleta y sus ojos avellana resaltan por el delineador azul. Natasha, además de tomar las fotografías, se encargó del concepto, la ropa y el maquillaje. Es una chica de mil talentos, con un gusto refinado y muy cuidadosa con los detalles. Dedica la mayoría de su tiempo libre a la fotografía, cursos online de maquillaje y diseño de interiores. Nicholai, Alisa y tú posan para ella una vez al mes; esas son las únicas veces en las que te sientes cómodo y feliz frente a una cámara. El estudio de Natasha, pequeño y modesto, te da cierta vibra de intimidad con tus amigos.

—Ven, Leo—dice Natasha tras tomar varias fotos a Nicholai, y tú la obedeces a la brevedad.—. Pónte a un lado de Nico. Crúzense de brazos. Muy bien. Así me gusta. Qué sexy.

Al principio de su carrera en la fotografía Natasha pidió consejos a cada fotógrafo con el que trabajó, pero éstos siempre fueron muy condescenientes, como si ella fuera una cría. La gente da por sentado muchas cosas de alguien solo por su apariencia y ocupación, así que tanto tú como tus amigos han tenido que soportar el ser tratados como idiotas a la hora de conversar con fotógrafos, directores de cine y artistas.

"Puedo hablar tres idiomas" te dan ganas de espetarles "Y Tasha es mejor fotógrafa que ustedes. Y Nico está estudiando un posgrado en Derecho Internacional".

Menos mal que a ninguno de tus amigos parece molestarles eso.

Pones tu cara más seductora para la lente de tu amiga, procurando verte tan bien como Nicholai. Dentro de poco te irás de la ciudad y estás seguro de que vas a extrañar esto. Puede que los ataques de nostalgia te dejen despierto por unas cuantas noches, pero valdrá la pena. No puedes esperar a ver a Taissa, a sentir esa mirada de oro y perderte en el trance una vez más.

Va a robarse mi alma, piensas. Así como se robó la de Igor.

Eres consciente de que ella es solo un animal salvaje de los tantos que hay en el mar, pero no puedes evitar verla como una mujer. Conforme avanzas tu lectura del diario de Igor te queda más claro que él siente lo mismo que tú; el artista podrá usar todos los eufemismos que quiera, igual encuentras el romance escondido.

—Leo, ¿estás bien?—te pregunta Natasha.

—¿Eh?

—Estás en la luna.

Nicholai te sonríe.

—Perdón, estoy un poco distraído—dices.

—Ya casi terminamos—dice Natasha—. Pónganse espalda con espalda, como chicos malos. Muy bien, así quédense.

Tras unos veinte minutos Nicholai y tú se cambian de ropa y desmaquillan mientras Natasha pone la mesa. Ella siempre prepara comidas ligeras, como ensaladas o sopas de pescado. Se sientan en la mesa y ella les sirve sopa miso, una de los tantos platillos japoneses de su nuevo libro de cocina.

Otro de sus mil talentos, piensas, aspirando el aroma a tomate y especias.

—Está deliciosa—dices tras un bocado.

—Gracias, sabía que les iba a gustar—responde Natasha.

La chica les da los detalles sobre la receta y su voz entra a segundo plano; sigues pensando en el viaje, en lo bien que lo pasarás en el pueblo. La sirena sigue llamándote desde lejos y no puedes ni quieres ignorarla.

—¿No te molesta que te lo cuente?—te pregunta Nicholai.

—¿Eh?

—Otra vez en la luna—sonríe Natasha—. ¿Te pasó algo bueno que no nos hayas contado?

—Eh...sí, algo así. Lo siento, ¿de qué estaban hablando?

—De la fiesta de Greta Gubina.

Una de las más engreídas en Angels models. Siempre te invita a sus fiestas de cumpleaños pero nunca te apetece ir.

—Oh. ¿Y qué tal estuvo?

—Vi a Yulia ahí—responde Nicholai—. Y eh...me preguntó por ti. Lucía muy preocupada.

—¿Qué le dijiste?

—Que te va bien. Es la verdad, ¿no?

—Así es.

Estás asombrado por tu calma. Si no fuera por lo deslumbrado que te tiene Taissa, seguramene hubieras pedido detalles, preguntado a tu amigo si había visto una señal de que Yulia todavía te ama.

—¿Y qué más pasó?—pregunta Natasha a Nicholai.

—Charlamos por unos minutos de asuntos más triviales, luego vino su novio para que fueran a bailar. Pero cambiemos de tema, creo que no es tan importante, ¿verdad, Leo?

—No, para nada. Pero me alegra saber que sigue junto a su novio—das un sorbo a tu limonada—. Yo estoy enamorado de otra persona.

Es la primera vez que lo dices en voz alta. Se siente bien.

—¿De verdad?—te pregunta Nicholai—. Me alegro mucho por ti. ¿Cómo se llama?

—Taissa. La conocí en el museo de arte moderno. Ella tuvo que irse a México por su trabajo pero iré a visitarla pronto.

—¿Cómo es?—pregunta Natasha, intrigada.

—Es pelirroja. Tiene la piel muy blanca y los ojos miel más bonitos que he visto.

Tus amigos se ven muy contentos de saber que has superado lo de Yulia. Quisieras poder darles más detalles, pero te tomarían por loco.

—¿Y ella sabe lo que sientes?—pregunta Nicholai.

—Todavía no, pero pronto. Muy pronto.

Déjame ir

—¿Cómo te ha ido con la novela que me mencionaste la otra vez?—te pregunta tu madre, sirviéndote más té de limón—. ¿Ya la terminaste de leer?

—No. Abandoné la lectura por culpa de Igor Vistin. Su diario de viaje es muy interesante, me ha atrapado estos últimos días.

Genial, ya he mencionado el tema, piensas.

—Yo aún no me he sentado a leer mi ejemplar. Creo que empezaré esta noche.

Asientes y comes un poco de tu macaroon de fresa, tratando de lucir contento. Esta es solo una reunión más en casa de tu madre para charlar y comer las delicias que ella te prepara, pero lo que te tiene tenso es el tema de tu viaje. Cuando eras adolescente ella te acompañaba cada que salías del país y dejó de hacerlo en cuanto empezaste una relación seria con Yulia. En más de una ocasión tu madre te dijo que extrañaba los días en los que solo eran ella y tú y que le entristecía no pasar más tiempo contigo. Ella, que siempre ha sido una mujer de modales refinados, nunca adquirió un tono desesperado en su voz, pero a ti te bastaba con ver sus ojos para recordar lo dependiente que es su alma. Yulia llegó cuando tu madre estaba segura de que estarías sin pareja para siempre, que ninguna otra chica se ataría a alguien de un cuerpo tan frío como el tuyo. Por fin disfrutaba tenerte solo para ella y esa intrusa te alejó lo más que pudo.

Nunca quisiste que fuera verdaderamente feliz, ¿verdad?, piensas, viéndola sonreírte.

Estuviste condenado desde el día que desfilaste en tu primera pasarela.

Quizá por eso amar a una mujer te hace sentir tan libre, porque te aleja de tu madre. Es una sensación masoquista, pues se mezcla tu preocupación por la triste mujer que te dio la vida y el gusto de saber que le estás haciendo daño.

—Mamá, hay algo de lo que quería hablarte—dices.

—Claro, te escucho.

—La próxima semana me voy de viaje.

—¿Tienes un proyecto? Pero son tus vacaciones. La agencia no debería ponerte a trabajar, ¿qué les pasa?

—No voy a irme por trabajo.

Tu madre te mira con los ojos muy abiertos, como si la hubieras apuñalado.

—¿No? Pero...ya tenía planes para nosotros: salidas a cafés, museos, al teatro...

—Lo siento. Ya compré mi boleto de avión—contienes un suspiro—. Últimamente no me he encontrado muy estable, y Annika me dijo que lo mejor que puedo hacer para mejorar es darme tiempo para mí mismo.

Tu madre frunce el ceño. Sus ojos lacrimosos brillan. Mantiene la calma, tal y como siempre.

—¿Crees que podrás superar tu problema estando solo? ¿Crees que eso es mejor para ti?

—Sí. Y espero me entiendas; las últimas veces que he salido solo me he sentido culpable por dejarte aquí, incluso cuando estaba con Yulia, y eso no es sano. Te amo mucho, pero tengo derecho a mi espacio. Deberías buscarle otro fin a tu vida que no sea estar atada a mí.

Algo se rompe dentro de ti cuando la miras llorar. Es un llanto tranquilo, sin sollozos.

—¿Vas a viajar con alguien? ¿O irás a encontrártelo allá?

—Mamá...

—Yo sé que estoy mal, lo he sabido desde el principio, Leonid. Pero nunca creí que me lo dirías en mi cara—alarga un brazo sobre la mesa y te toma delicadamente de la mano—. Espero...espero te vaya bien a donde sea que vayas.

 Le das algo parecido a una sonrisa, deseando de todo corazón que no pierda la cabeza en tu ausencia.

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