Ojos de oro y mordaza de plata
—¡Pero mira qué colores tan cálidos!—dice tu madre mientras enfoca la pintura con su celular, para después tomar una foto—. Casi puedo sentir la brisa del mar.
Contemplas la obra y no puedes evitar sonreír; Igor Vistin, como siempre, capturó a la perfección la tranquila belleza del paisaje, una playa solitaria en pleno verano. El sol parece hecho de oro y llena de brillo el mar infinito. Quisieras poder entrar ahí y quedarte por un largo rato tendido en la arena caliente.
Bajas la mirada a la placa a un lado de la pintura. Se llama "Cerca del Rocafuerte". ¿Qué será el Rocafuerte?
Tu madre sigue tomando fotos y tú decides continuar tu camino a la siguiente pintura, la cual es de una habitación pequeña y rústica con vista al mar. Hasta el momento todas las obras de la exposición son bastante simples, totalmente distintas a los personajes y ciudades surrealistas de colores neón que Vistin suele pintar. ¿Por qué el interes en la vida real?
Buscaré entrevistas recientes, piensas. Este cambio tan abrupto llama mucho tu atención.
Tomas tu tiempo para admirar cada detalle. Por lo regular las exhibiciones de Igor Vistin suelen estar muy llenas durante el primer día, pero esta ha sido la excepción; tal vez sus fans no están complacidos con sus nuevas obras y no les interesa ir a verlas en persona. Una pena, pues son igual de cautivantes que sus anteriores trabajos. Tomas nota mental de comprar su artbook en la tienda de regalos cuando salgan de la exhibición.
Tu madre y tú vuelven a encontrarse en la última pintura, la más grande de todas. Lo primero que capta tu atención son unos enormes ojos amarillos, como los de un gato. Después, poco a poco, te fijas en lo demás; el rostro blanco y triste de una chica adolescente; una nariz pequeña y unos labios amordazados, rojos y sensuales. La mordaza parece ser de acero o de plata. Tu mirada acaricia los largos mechones de cabello color zanahoria que flotan a su alrededor, y es cuando te das cuenta de que ella está bajo el agua. Tiene los pechos descubiertos y muy pequeños, no posee un ombligo y cuando ves más allá de la cintura te estremeces al ver escamas.
Una sirena.
La cola, larga y de un brillo iridiscente, es de un verde muy profundo y tiene manchas anaranjadas de distintos tamaños, como si alguien le hubiera arrojado un bote de pintura encima. Nunca habías visto un diseño semejante.
Parece una obra de arte abstracta, piensas, sin dejar de ver la cola. La aleta es de un verde más claro y casi transparente. Esta criatura sin duda salió de la imaginación de Vistin, pues es imposible que algo tan precioso exista en la vida real. El par de ojos de oro te atraparon en cuestión de segundos, y mientras admirabas el resto de la sirena, sentías como si te hubiera quitado parte del alma. Eso, lejos de doler, fue bastante placentero. Una sensación intensa que no sabías que necesitabas hasta que estás aquí, frente a esta obra.
Volteas a ver a tu madre, quien está tan asombrada como tú.
—Taissa—dice, con la mirada fija en la placa—. Así se llama la obra. ¿Será el nombre de la sirena?
—Probablemente.
Te llevas una mano al pecho, y te sorprendes por lo apasionado de tus latidos. Sin duda esta obra te transportó hasta los confines del mar, violentos y salvajes como la criatura.
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