Las antigüedades de Helena

El hombre del puesto ambulante te entrega una bolsa de frituras rebosante de una espesa salsa roja. Julieta, por su parte, pide un helado de limón. Das las gracias al hombre y pagas, para después retomar tu camino por el malecón en compañía de Julieta. El día sigue soleado, mas no sientes calor.

—Llevas un rato sin hablar—dice Julieta después de comer un poco de helado—. ¿Te encuentras bien?

Le das algo parecido a una sonrisa.

—Lo siento, es que todavía estoy pensando en la historia de los Noaventureros. Quedé impactado.

—Me imagino cómo te sientes, Leo. La sirena es tu amiga, te ha de costar trabajando imaginarla como una asesina.

Dejas de caminar y, por primera vez desde que salieron del café A.M., sientes el rostro caliente.

—¿Nos ves como un par de amigos?

Julieta se encoge de hombros.

—Sí, se llevan muy bien. Conozco a la sirena desde que tengo memoria y nunca se había comportado con alguien como lo hace contigo—baja la mirada a las frituras que sostienes—. Oye, deberías comértelas antes de que se ablanden por el chamoy.

—¿Chamoy?

—Así se llama la salsa.

La chica toma una fritura y se la come sin inmutarse. La miras con los ojos muy abiertos.

—Creí que era salsa picante—dices.

—Es agridulce—toma otra y la acerca a tus labios—. Vamos, te va a gustar.

La comes despacio. Es más sabrosa de lo que pensabas.

—Me gusta—dices, y sigues comiendo más por tu cuenta.

Julieta ríe tomándote del brazo. Continúan caminado así y eso no te molesta, pues sabes que la gran mayoría de los mexicanos tienen muy normalizado el contacto físico.

—Julieta...—dices.

—Puedes llamarme Yuyu.

Sonríes. Esta vez es una sonrisa genuina.

—Yuyu, ¿tú consideras que el castigo de la sirena es justo?

Julieta se termina el helado y guarda en su bolso el barquillo de papel.

—Yo entiendo perfectamente el dolor por el que pasó Chilo y el que sigue teniendo ahora—dice—. Pero no creo que el castigo de la sirena es justo. Las de su especie se parecen a nosotros, pero no son humanas. Sus emociones son más simples y son seres salvajes. La sirena hizo lo que pudo para defenderse de quienes la arrancaron del mar, no hay nada de malvado en eso. Tío Chilo tiene demasiado rencor en su corazón como para sentir empatía por ella. Y aunque la sintiera...¿crees que mi abuelo y mi padre permitirían que volviera al mar? Por supuesto que no. Es su gallina de los huevos de oro.

—La situación de la sirena es muy triste...—bajas la mirada—. Quisiera poder ayudarla de algún modo.

La joven pone su mano en tu hombro.

—Sí lo haces. ¿No ves lo mucho que disfruta tu compañía?

Esbozas una leve sonrisa. Quisieras poder decirle que su lazo es más que una simple amistad, pero lo más probable es que te tome por loco.

—¿Sabes? Hay un lugar aquí que te gustará mucho—dice Julieta tras un breve silencio.

—¿En serio?

—Sí, se llama Las antigüedades de Helena, ¿no has ido ahí?

—No.

Sus ojos se iluminan. Esta vez, en lugar de tomarte del brazo, entrelaza sus dedos con los tuyos como si fuera tu novia.

—¡Entonces vamos! Está a cinco tiendas de Mariscos La Mojarrita.

Se dirigen al lugar y en el camino tiran su basura en un bote decorado con dibujos de orcas. Las antigüedades de Helena es un local pequeño de apariencia vieja, pero sofisticada. Te recuerda a las casas que solías imaginar cuando tu madre te leía cuentos sobre brujas. Julieta y tú entran sin soltarse de la mano y no puedes evitar maravillarte con lo que ves; las paredes color lavanda están tatuadas de pinturas góticas. Hay estantes repletos de libros antiguos; mesas con joyería de fantasía, vasos, platos y camisetas cuidadosamente dobladas. La tienda es iluminada solo por una variedad de lámparas vintage. Al fondo encuentras el mostrador, donde una mujer de edad madura con el cabello largo y oscuro te dedica una sonrisa.

—Bienvenidos—dice. Su voz es un tanto grave, y muy agradable.

—Este lugar es encantador—dices a Julieta.

—Te mostraré la mejor parte—contesta ella, guiándote a una mesa en específico. Ahí ves una pequeña pila de cuadernos donde Taissa es portada. Hay camisetas, tazas y demás recuerdos con su imagen estampada. También joyería inspirada los colores de su cola.

—La dueña me dijo que esto es lo más vendido aquí—sonríe Julieta, tomando una de las tazas—. Incluso yo que no soy turista tengo una.

Lo que más llama tu atención son las libretas y un collar cuyo dije es una cola de pez verde con manchas anaranjadas. Terminas comprando ambas cosas, dos taza, una pulsera y un anillo que le gustó a Julieta. Sales de la tienda con una amplia sonrisa, te despides de Julieta y regresas al hotel. Ya en tu habitación te dispones a escribir lo que viviste hoy. Estás contento por lo bueno que fue el día, pero también un tanto afligido por la historia de Los Noaventureros y la sirena. Ellos debieron regresarla al mar y no intentar hacerse ricos con ella, de ser así seguirían con vida.

Pero entonces yo nunca la hubiera conocido, piensas. Este lazo tan poderoso entre nosotros nunca hubiera nacido. Yo ahora seguiría vacío por dentro y ella libre, pero sola y triste, sin saber el porqué.

Manya y Nicholai

Tienes las piernas adoloridas de tanto caminar, pero te sientes muy contento. Escribes a Manya y a Sergey sobre lo bien que lo pasaste hoy y les envías fotos de lo que compraste en antigüedades Helena.

"La pulsera es para ti y la segunda taza es de Sergey" le escribes a Manya, quien te responde con muchos emoticones de corazón. En este momento deben ser como las tres de la mañana en Moscú, la hora perfecta para ella. Manya solía decirte que de madrugada es cuando mejor se lee y se escribe. Quizá algún día lo intentes, pero no ahora. Tu cuerpo te exije que duermas temprano. Entonces, justo cuando estás por apagar tu lámpara de noche, tu teléfono suena. Es Nicholai, quien quiere tener una videollamada contigo. Te frotas un ojo con una mano y le respondes. En la pantalla Nico aparece sentado en el sillón de su sala, con su camisa mal abotonada y el pelo revuelto.

—¿Acabas de despertar?—le preguntas.

—¡Qué va! Ni siquiera me he dormido. Te echamos de menos Leo, las fiestas no son tan buenas sin ti. Vengo del Venus Nightclub, fue noche de neón.

Esbozas una leve sonrisa. No sentiste ni un sólo ápice de nostalgia por tu vida en Moscú hasta que tu amigo dijo eso.

—¿Cómo te va en ese pueblo aburrido? ¿Ya pasó algo interesante con la pelirroja guapa?

Te muerdes el labio inferior. Habías olvidado el detalle de que les dijiste tanto a Nico como a Natasha que Taissa es un ser humano.

—Quedamos como amigos. A ella no le interesa algo más y eso está bien. He estado saliendo a tomar café con otra chica, Julieta, es muy divertida.

—Vaya, me alegra que superaras eso tan rápido. Por el tono con el que hablaste de Taissa pensé que estabas muy embelesado.

—Estoy bien.

—¿Y cómo es Julieta? ¿Es guapa?

Le hablas de ella esforzándote por sonar entusiasmado. La verdad solo la miras como una buena amiga, pero conoces a Nico y sabes que insistirá en el tema de Taissa si es que no le hablas de otra chica. También mencionas a Diana y a la huésped del Monarca que bailó contigo aquella noche en el Rocafuerte. Nicholai te escucha con una enorme sonrisa, bebiendo cada una de tus palabras.

—No podría esperar menos de Leonid Ivanov, la estrella de Angel Models—dice él.

—¡Oh, cállate! Todos sabemos que tú eres la estrella de Angel Models. ¿Y a ti cómo te va?

Nicholai se muerde el labio inferior, notablemente avergonzado.

—Me va bien, eso creo. Ayer salí con Manya.

Abres los ojos a toda tu expresión.

—¿En serio?

—Sí. La conoces bien, es una chica intelectual y tranquila, así que solo bebimos café.

Esto se pone interesante, piensas. Creíste que tus dos grupos de amigos solo se reunirían para tu cumpleaños o eventos que tuvieran que ver contigo, pero no fue así.

Más le vale a Sergey apurarse o se quedará sin Manya.

—¿Solo salieron como amigos?—le preguntas.

—Por ahora sí, pero si te soy sincero...yo busco algo más. He pensado en tomar la iniciativa, mas no sé como se lo vaya a tomar.

—Deberías hacerlo. No te preocupes si funciona o no.

Tú sí puedes, piensas.

Lo escuchas seguir hablando, molesto contigo mismo por sentir una leve pero constante punzada de envidia. Para la mayoría de la gente a tu alrededor relacionarse con otra persona es algo más sencillo, no tienen mucho de lo qué preocuparse. Tú, en cambio, siempre terminas pensando demasiado. Y sin importar qué solución tomes, solo es cuestión de tiempo para que tus relaciones no funcionen y termines solo y herido.

Pero eso no pasará con Taissa.

Esbozas una leve sonrisa.

Tú ya no vas a sufrir más.

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