Estrellas en el agua


Taissa sigue el ritmo de la canción con los dedos. Tamborilea sobre tu brazo, como si fueras un teclado. Quizá aprendió eso al ver a la banda en vivo todas las noches.

—¿Te gusta cómo suena?—le preguntas. Ella asiente sin mirarte ni dejar de mover los dedos con una leve sonrisa. Está acostumbrada a música atronadora; solos de guitarra, una batería intensa y la voz rasposa del vocalista. Canciones hechas para bailar o llorar por un amor perdido, mas nunca para relajarse. Este vals de ensueño ha de ser lo más hermoso que ha oído en mucho tiempo.

—Son Sogno Di Caspian, la banda de la que te hablé aquella vez, ¿recuerdas?

Taissa alza la mirada y asiente. Ves tu reflejo en sus enormes ojos ámbar.

Ella separa sus delicados labios para comenzar a cantar. Su voz ilumina al solitario Rocafuerte, crea ilusiones de polvo dorado; miras medusas traslúcidas flotando junto a tí; delfines pequeños, siluetas de sirenas y algas moviéndose caprichosamente. El agua cálida te rodea. No puedes verla, pero sí sentirla. Taissa inclina su cabeza en tu hombro sin dejar de cantar. Ahora dibuja arabescos en el agua, mismos que se disuelven casi al instante. Tras jugar unos segundos, toma tu mano y la guía para que hagas lo mismo. Emocionado al ver el resultado, sigues haciéndolo por tu cuenta. Dejas la mano extendida y un pez se posa sobre tu mano, deshaciéndose y llenando tu mano de polvo dorado. Esto es justo lo que imaginabas al leer cuentos de hadas y sus polvos mágicos. ¿Las sirenas tendrán algo como esto en los confines del mar?

La canción es interrumpida por una llamada entrante. Taissa se estremece, dejando de cantar. Los animales, plantas y la cálida sensación se deshacen a la brevedad. Contienes un suspiro y te levantas del suelo para tomar el teléfono sobre la silla de siempre. Es una llamada de Sergey.

—Hola Serg, ¿qué tal?—dices.

—Me tienes muuuy abandonado, amigo.

Sueltas una leve risa.

—Sí, lo siento. El pueblo y el trabajo me mantienen ocupado y eso...—te rascas tras la nuca—. Perdón.

—Era broma hombre, solo llamo para saber cómo te va. Acá apenas son las dos de la tarde y estoy aprovechando mi lunch break.

Volteas a ver a Taissa, quien te sonríe.

—Me va muy bien, gracias.

Quieres que esta conversación sea lo más breve posible. Aprecias que tu amigo se tome la molestia de llamar, pero prefieres que lo haga entre semana. No tiene ni idea de lo importante que es para ti tu tiempo a solas con Taissa.

—Genial. ¿Y qué más has hecho además de volverte cuidador de una bestia peligrosa?—pregunta Sergey.

—Pues...eh...no gran cosa. Comer mariscos y salir al museo local.

—¿En serio? Qué genial, ¿y cómo eran las obras ahí?

Sergey te quita poco más de veinte minutos. Te esfuerzas en no sonar irritado, y contienes un suspiro cuando se despide de ti y cuelga.

—Lo siento—le dices a Taissa—. Era Sergey, uno de los amigos que te mencioné.

Tomas tu mochila junto a la silla y te sientas en el suelo. Taissa se remueve en la piscina inflable y te mira con preocupación.

—Estoy bien, no es que hayamos discutido o algo. Es solo que...bueno, no tenía ganas de que me llamara justo cuando la estábamos pasando tan bien—abres tu mochila—. En fin, ¿qué quieres hacer ahora? Ayer compré un juego de damas chinas en antigüedades Helena, creo que aprenderías rápido. También traje algunos polvorones, te van a gustar mucho...

Taissa niega con la cabeza y señala tu regazo, donde está el móvil.

—Oh. ¿Quieres escuchar más música? ¿O ver fotos?

Taissa señala sus propios ojos y luego el teléfono.

—Entiendo.

Desbloqueas el teléfono, abres la galería y se lo entregas para que explore. Ella ya sabe qué hacer, pues te ha visto usarlo varias veces. La miras contemplar una foto tras otra con los ojos muy abiertos, fascinada. Se detiene al encontrar una donde aparece Lena posando junto a la fuente de un centro comercial. Taissa aprieta los labios y amplía la imagen.

—¿Te gusta mucho esa foto?—le preguntas. Taissa voltea a verte, pero esta vez no sonríe—. ¿Taissa?

La sirena señala el rostro de Lena, después abre y cierra su mano varias veces.

—¿Quieres...que la foto hable? No se puede. Pero tengo videos de ella.

La sirena niega con la cabeza y te señala a ti.

—¿Quieres que hable yo?

Taissa asiente y señala una vez más la foto de Lena. Sientes un nudo en el pecho. El mensaje es muy claro.

—Cierto, no terminé de contarte nuestra historia—le das una pequeña sonrisa—. Me alegra que te intereses tanto por mí.

Ella te regresa el teléfono y se recuesta en la piscina con los brazos cruzados tras la cabeza, lista para escucharte.


¿Amas las almas de las chicas pero no sus cuerpos?

Aquel día saliste de tu sesión con Annika lleno de energía. Hacía años que no te sentías así, tan agusto contigo mismo. Si este era tu progreso en solo dos meses de terapia, ¿cómo te encontrarías en un año? ¿O en dos?

Tal vez no necesito tanto, pensaste, dirigiéndote al estacionamiento. El auto de tu madre estaba ahí, puntual como siempre. Subiste sin borrar tu sonrisa y saludaste a tu madre con efusividad.

—Veo que te fue bien—dijo, mirándote con los ojos muy abiertos.

—Sí, no es tan difícil como pensé. Solo necesitas abrirte un poco, no guardarte ninguna inquietud.

Polina apretó los labios y puso el auto en marcha. Durante el camino permaneció en silencio, algo muy raro en ella. Por lo regular te bombardeaba con preguntas respecto a tu progreso y los temas que trataste durante la sesión. Siempre respondías a medias, y eso parecía ser suficiente.

—¿Y tú cómo estás?—le preguntaste.

—Muy bien.

—¿Segura?

Polina asintió con la vista al frente. Miraste sus manos en el volante. Sus dedos estaban tensos. No estabas seguro de cuál era el problema, pero sí de que tenía que ver contigo. Está pobre mujer, desde que tienes memoria, se ha preocupado por tí más de lo necesario. La conocías bien, sabías que solo era necesario insistir un poco para que cediera.

—Si te pasa algo puedes decírmelo.

Tu madre suspiró .¿Era un suspiro de alivio? ¿De enojo?

—Me llena de ansiedad no saber qué es lo que te pasa—dijo, con el tono más tranquilo que pudo—. Hay algo en ti que no está bien, por eso estás yendo al psicólogo. Me alegra ver que progresas, pero quisiera poder ayudarte de alguna forma, que te aliviaras aún más rápido. Quisiera saber si hice algo mal, si te lastimé de alguna forma y no me di cuenta. O tal vez se trata de Elena. Si me enterara de que te hizo algo jamás se lo perdonaría, ella...

—Esto no tiene nada que ver con ella o contigo.

Polina volvió a suspirar. Ahora sus manos temblaban. No lloraba, pero su voz se estaba quebrando.

—¿E-Entonces? Te juro que intento ser paciente, Leo. Quiero saberlo cuando te sientas cómodo con el tema, pero...

Se mordió el labio inferior.

Esbozaste una sonrisa triste. Estos últimos dos meses han sido maravillosos, pero también llenos de dolor. No era cosa fácil aceptar que no eras como la gran mayoría de los hombres, y que eso no cambiaría jamás. Sufriste varias noches de insomnio, atormentado por el miedo de perder a Lena. Tenían toda una historia juntos, ¿cómo ibas a lidiar con su ausencia? Aunque también estaba la posibilidad de que te aceptara tal y como eras. No tardaste mucho en darte cuenta de que eso tampoco te haría sentir mejor. Lena tenía un cuerpo sensible y despierto, listo para ser poseído. No era justo atarla con alguien como tú. Cuando le hiciste saber esto a Annika, ella te respondió que era más dañino para ella y para ti el seguirle ocultando tu asexualidad. Lo mejor que podías hacer era decírselo con calma y darle un tiempo razonable para que lo pensara. Con eso en mente, el sufrimiento se atenuó poco a poco. Tú no eras raro, habían muchos allá afuera como tú. ¿Por qué lamentarse? Llorar por ser asexual era tan ridículo como llorar por el color de ojos y cabello con el que uno nace. Podrás teñirte o ponerte lentillas, pero sigues siendo el mismo.

"Estoy cansado de fingir cada que estoy a solas con ella" le dijiste a Annika en la siguiente sesión ". Esto no es bueno para ninguno de los dos".

Llegaste a casa con el corazón encogido por lo que te dijo Polina. Ella no estaba intentando chantajearte, se había contenido por mucho tiempo.

—¿Quieres que te prepare café?—te preguntó desde la cocina—. Tengo brownies con plátano recién hechos.

—Sí, me encantaría—respondiste sentado en la mesa, revisando los mensajes en tu teléfono. Había uno de Nicholai recordándote la salida al Venus Night Club la próxima semana por tu cumpleaños dieciocho. Lo habías olvidado por completo. Esto de las terapias y autoaceptación habían ocupado mucho espacio en tu mente y no te percataste de ello hasta ese momento.

"¡No puedo esperar!" le respondiste, agregando varios emoticones de una carita feliz.

—¿Emocionado por el video musical del próximo mes?—te preguntó tu madre dejando frente a ti la taza de café y un plato con dos brownies. Su tono de voz era alegre, pero aún escondía cierta tristeza—. Todavía no supero esos atuendos tan punk que vas a usar, creo que se verían mejor si...

—Mamá, siéntate por favor. Quiero que hablemos.

Polina se estremeció.

—¿Sobre qué?

—Sobre mí. Sobre las terapias.

—¿Estás seguro?

—Sí.

Polina tomó asiento frente a ti, con las manos entrelazadas sobre la mesa. Estaba temblando de nuevo.

Diste un sorbo al café y la miraste a los ojos queriendo transmitirle un poco de tu sosiego. Ya no eras un chico triste, ahora tenías amor propio. Sin derramar ni una sola lágrima, le explicaste a tu madre tu sexualidad y tus problemas para aceptarla. Esperabas que te mirara con cierta sorpresa, más no fue así. En sus ojos solo había alivio y ese amor intenso al que estabas tan acostumbrado.

—Deja veo si entendí—dijo—. ¿Amas las almas de las chicas pero no sus cuerpos? ¿No sientes nada por sus cuerpos?

—No. Entiendo si te parece extraño.

Polina negó con la cabeza.

—A decir verdad es lindo. Me gustaría educarme más al respecto.

Sonreíste como un niño pequeño. Polina era una mujer de mente abierta, era de esperarse que reaccionara así.

—Mami, te quiero—dijiste, con la voz quebrada—. Gracias.

Te enjugaste las incipientes lágrimas y fuiste a abrazarla.

—Gracias a ti por confiarme esto, Leo—respondió ella pasando una mano por tu melena castaña—. Yo también te quiero.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top