🌹 31 🌹
Ducado de Covent Garden
El duque de Covent Garden sabía bien que el nuevo negocio con un cliente que estaba interesado en sus navíos era algo arriesgado pero también si prosperaba, iba a ser todo un éxito. Como habían acordado antes, se reunieron dentro de la oficina para discutir las condiciones, puesto que no lo conocía y solo sabía que era también inglés, y que de a poco se estaba haciendo un hueco en el mundo de los negocios. Patrick era receloso con sus cosas, y sobre todo con sus negocios, y por lo que ya sabía en su carta, el hombre estaba interesado en comprar algunos de sus barcos para hacerse con ellos un pequeño negocio y expandir la venta de sus navíos también, y no lo veía del todo mal. Si quería, iba a ofrecérselos pero tampoco iba a regatearle el precio de los mismos.
James lo recibió en la entrada y el hombre miró todo a su alrededor, intrigado, interesado y el mayordomo lo observó con atención, frunció el ceño percibiendo que no le gustaba ni un poco la actitud del sujeto.
El duque lo recibió con un apretón de manos y lo invitó a pasar a la oficina. Antes que el dueño del ducado fuera con él, James lo alertó.
―Milord, tenga cuidado con el hombre, no me gusta su comportamiento. No sabemos quién es.
―Gracias por la preocupación, estaré atento.
🌹🌹🌹
Despacho
Ambos entraron y le ofreció el asiento frente al escritorio, el hombre se sentó cómodamente, inspeccionando todo lo que tenía frente a él.
―Seré indiscreto, ¿qué le pasó en la mejilla?
―Tuve un altercado con una puta, no quiso que la tocara y me arañó ―comentó con burla.
―Comprendo...
Por unos instantes, Patrick recordó algo parecido que le había contado Elizabeth.
―Por lo menos le he dado un escarmiento, se llevó varios golpes.
―En fin... pasemos a lo que nos interesa.
Dicho aquello, la conversación finalizó allí y Patrick quiso hablar sobre negocios.
La reunión duró una hora solamente y cuando terminó, ambos salieron del despacho.
🌹🌹🌹
Hall del castillo
Elizabeth llegaba junto con Clarissa de hacer unas compras, ambos se enfrentaron y ella clavó la vista en el hombre. Había vuelto y no tenía la menor idea de lo que estaba haciendo allí. Tragó saliva con dificultad, y solo alcanzó a apretar con fuerza la manga del saco de James, quien estaba a su lado. El hombre mayor, frunció el entrecejo mirándola, primero creyó que era por el rasguño pero luego entendió que no era por eso en realidad, sino por algo más complicado, puesto que el rostro de la duquesita había quedado impávido, blanco y desencajado de miedo.
El duque vio también la cara de terror de su esposa y quedó petrificado cuando se dio cuenta de todo. Trató de hacer las cosas más ligero y ella solo lo saludó con un leve apretón de manos. La joven quiso salir corriendo de allí cuando sintió la mano que tocaba la suya, las náuseas le llegaron a la garganta, con tan solo recordar lo que aquel hombre intentó hacerle. El pulgar le acarició con sutileza la abertura entre el dedo índice y pulgar de ella, y de inmediato se soltó de él. Apretó los labios en una línea recta y se mantuvo quieta, esperando a que se fuera.
―Bueno, será mejor que me vaya ―comentó el individuo―. Duquesa, un placer haberla conocido ―acotó observándola con perversidad y ella solo asintió levemente la cabeza.
Cuando vio que el carruaje lo alejaba de allí, se dio medio vuelta y subió las escaleras, enseguida la siguió Clarissa llevando algunas cajas de compras.
🌹🌹🌹
Cuarto de la duquesita
Ambas quedaron dentro del dormitorio, y su dama de compañía se preocupó por ella al verla con el rostro aterrado.
―¿Me quieres contar? He visto cómo te pusiste cuando viste a ese hombre y su manera de mirarte también.
―Fue hace unos años atrás, ya no tiene caso, solo fue un hombre que intentó ponerme una mano encima y no se lo permití, no tengo idea cómo llegó hasta aquí ―tragó saliva con dificultad.
🌹🌹🌹
Hall del ducado
En la planta baja, Patrick y James estaban hablando.
―Creo que... como lo empecé, lo debo terminar de inmediato ―admitió el duque.
―Sería lo correcto, cuando la duquesita me sujetó la manga, comprendí que algo estaba pasando...
―James... esto nadie lo tiene que saber, hubo algo entre la duquesita y ese hombre, ahora recordé lo que me confesó en su momento ella, cuando le vi la cara de pavor que puso cuando se reencontró con él... El caso es que, el hombre quiso aprovecharse de ella y no lo dejó. Se defendió y la marca que tiene en su mejilla, se la hizo Elizabeth.
―Sería conveniente que hable con ella. Es posible que esté aturdida.
―A eso estaba por ir.
Pronto subió los escalones de a dos y llegó de inmediato a su cuarto.
🌹🌹🌹
Alcoba de la duquesita
Abrió la puerta y se encontró con ambas charlando.
―Clarissa, ¿puedes dejarnos solos? ―preguntó.
―Claro, milord. Con su permiso ―dijo y lo reverenció.
Cuando la puerta se cerró, él aprovechó en dar dos vueltas de llave. Elizabeth se sorprendió y se removió en el borde de la cama.
―Perdón... ni siquiera me acordé de su nombre cuando lo invité a reunirse para discutir el tema del negocio, pero cuando le vi la cara, le pregunté lo que le había pasado... y me respondió que una puta no se dejó tocar... qué mierda de tipo ―dijo rabioso―. Cuando me lo dijo, me acordé de lo que me dijiste... y agregó que le había dado un escarmiento, recibiendo ella también golpes... Le habría arrancado la cabeza ―emitió con enojo en su voz.
Elizabeth se mantuvo callada.
―Cuando me tocó la mano, sentí unas terribles náuseas, casi le vomito encima... qué asco... todavía siento la manera en cómo su pulgar tocó la piel de mi mano ―expresó frotándose con la tela del vestido la zona que el hombre había tocado.
―Te lastimarás ―replicó al verla y sentándose a su lado―, dame tu mano ―ella se la entregó en las suyas, y le besó el lugar que había tocado―, ¿un poco mejor? ―preguntó con una sonrisa.
―Sí ―afirmó asintiendo con la cabeza también.
―Vi la manera en cómo te miraba, era perverso... ―emitió y luego frunció el ceño―, a veces yo te miro igual que aquel hombre.
―Pero cuando tú me miras así, a mí no me causa repulsión... No tendrías que angustiarte por la manera en cómo me miras, a mí me gusta cuando lo haces, porque sé quien eres, porque sé que no me harías daño ―sonrió ruborizándose―. Me produces muchas cosas cuando me miras o me tocas, Patricien... y ninguna se compara con lo que me produce ese cerdo.
Patrick se acercó a los labios de la joven para besarlos y ella lo sujetó de las mejillas para sentir mejor sus besos. El hombre la sujetó de la cintura para aproximarla más a su cuerpo. Se separaron pocos centímetros para mirarse a los ojos.
―Por la reunión que has tenido recién, no te preocupes, si tienes que hacer negocios con él, yo mantendré mi boca cerrada. No diré nada, si es un beneficio para ti y tu título, no me opondré, solo trataré de no estar cuando conciertes reuniones con el hombre aquí dentro.
―Habiéndome dado cuenta del error, no seguiré con el negocio por más provechoso que me parezca, de todas maneras, no lo conozco y solo estaba más interesado en inspeccionar lo que había aquí dentro que la compra de mis navíos... Sobre todo cuando te volvió a encontrar ―declaró con seriedad.
―Pero si tienes un beneficio monetario importante, no deberías pensar en los demás... Puede abrirte el camino hacia más negocios aquí y en otros países, Patricien ―dijo angustiada.
―Lo único importante eres tú y no haré el negocio sabiendo que podría perjudicarte, no quiero a ese hombre aquí dentro tampoco yo.
Elizabeth quedó sorprendida cuando él le confesó aquellas palabras.
―¿Soy importante para ti?
―¿Por qué lo sigues dudando? El collar que te regalé es parte de mi amor por ti.
―No es que lo dude... Aunque debo confesar que algunas veces siento que no merezco un hombre como tú ―se sintió incómoda cuando se lo comentó.
―No vuelvas a decir o a pensar una cosa semejante, pimpollo rojo ―declaró con firmeza apoyando sus dedos sobre su barbilla para que lo mirara―, no quiero que lo digas de nuevo, deberías quitarte esos pensamientos para siempre.
―Debería... Y debería también pedirte algo a cambio ―levantó la ceja con altanería.
―¿Qué quieres pedirme y por qué motivo?
―Porque has metido a ese cerdo aquí.
―Ya veo, ¿y qué quieres pedirme? ―Fue él quien alzó una ceja también porque calculaba la intención de su esposa.
―Un pinta labios...
―¿Un pinta labios? ―Patrick quedó indignado y descolocado.
―La tienda de cosméticos de la calle principal trae desde París el labial de la marca Guerlain. Es un color intenso.
―¿De qué color?
―Rojo ―habló muy por lo bajo.
―Como nuestra pasión.
―No creí que lo escucharías ―volvió a ponerse incómoda.
―Estoy cerca tuyo, te respiro Elizabeth.
El tono de su voz, hizo cosquillas en el interior de la joven mujer y lo observó con más atención que antes.
―¿Aceptas que lo use? Nunca lo vi.
―No debes pedirme permiso para tus cosas o lo que quieras hacer... Cuando me dijiste que me ibas a pedir algo, mi mente fue a una petición carnal.
La cara de la muchacha quedó de piedra y con los ojos más abiertos de lo normal.
―Puede que te lo iba a insinuar luego de la cena... ―dejó las palabras en el aire―. Pero ya no.
La sonrisita que se le asomó la vio Patrick también y la sujetó mejor de la cintura para acostarla en la cama debajo de él.
―¿Y por qué no adelantamos la insinuación? ―cuestionó de manera sugestiva.
―Los postrecitos se saborean siempre al final de cada día ―respondió ella con risas.
―Esa clase de postrecitos se pueden saborear en cualquier momento del día y cuando se nos antoje ―admitió rozando sus labios contra los femeninos—. Como el postre que tuvimos en el jardín de invierno hace pocos días atrás.
Ella no pudo evitar reírse contra el beso que él le estaba dando. Aunque la pareja estaba en su atmósfera de romance, alguien golpeó la puerta de la recámara de Elizabeth para romper el ambiente.
―Duquesita... ha llegado una carta para ti.
―Enseguida voy, Clarissa ―habló intentando poner a un lado a Patrick mientras este se reía de manera estruendosa.
―De acuerdo.
La joven aún lo miraba con el rostro apretado de vergüenza.
―Podrías mantener un poco la seriedad, ¿no? ―replicó con un poco de molestia en su voz―. Pudo haber escuchado algo.
―No estábamos haciendo nada malo... Habrá escuchado solo mi risa.
―Esa clase de risa es más que delatora ―intentó tener la compostura.
―¿Y crees que Clarissa no tiene sus cositas con Sam? ―cuestionó con picardía.
La duquesita ni siquiera le respondió, se sintió avergonzada y se levantó de la cama. Sus orejas le ardieron y se sintió por un instante sofocada por la manera en cómo hablaba Patrick en la intimidad de la habitación. Estaba más que claro que el duque era perverso y pasional, y a pesar de que todavía le costaba acostumbrarse a su modo de ser con ella cuando estaban a solas, no podía negar que le encantaba. Le sacaba sonrisas y le hacía anhelar lo imposible.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top