EXTRA MARZO - PARTE I
CLARENCE JOHNSON
Recorro cada centímetro del cuerpo de mi mujer. Sí, es mi mujer, sé que suena posesivo pero ya ni siquiera le tomo importancia a ello. Uno mi cuerpo con el de ella, convirtiéndonos en uno solo. Guardo en mi memoria los jadeos y gemidos que desprende Samadhi cuando le hago el amor en las madrugadas, y suspiro con cada uno de ellos al escucharlos.
La amo tanto.
Y porque la amo, es que me niego a querer que acceda a ver al hijo de puta.
Despierto. Escucho la vocecita de la periquito a un lado de mí, después siento como es que se sienta encima de mi espalda dando saltitos.
—Hanna, deja a papi, está dormido —escucho a Sam, decirle a lo lejos.
No quiero abrir los ojos, quiero descansar. Pero los mellizos dan guerra todos los días, y no dejo de admirar la capacidad y la paciencia que tiene Samadhi al estar con ellos durante el día.
Vuelvo a sentir a Hanna en la espalda. Me abraza, y me toma del pelo jugando con él entre sus pequeños deditos. Después Ashton se le une, pero él mucho más tranquilo porque solo siento el cachetito humedecido de mi hijo cerca del hombro. «¿Estuvo llorando?». Me pregunto.
—Si me siguen molestando, les haré cosquillas —advierto apara ambos.
—¡Noooo! —grita Hanna.
Ashton se remueve en la cama, y Samadhi vuelve a gritarles a ambos para que dejen de brincar en ella. Si lo sé, los he mimado demasiado. Pero es que quiero darles el amor y cariño que mis padres a mí no me han dado.
—¡Se van a caer! —los regaña.
Abro los ojos, y veo a Samadhi haciéndome gestos llenos de frustración. Está enojada. Últimamente siempre lo está, pero siempre trato de mimarla cuando la periquito y Ashton se duermen.
Sam toma a Hanna, le abrocha los zapatitos y le coloca un adorno en forma de moño color rojo en su pequeña cabecita. No dejo de admirar la imagen de mi esposa como madre, porque amo como lo hace. Me remuevo en la cama tomando en mis brazos a Ashton quien casi siempre está quieto. Le pongo los zapatitos, le acomodo el pantalón que es parecido al de Hanna, metiéndole la camisita por dentro.
—Guapo, como su papá —le digo, llenándolo de besos.
—¡No lo beshes! —se enoja Hanna.
—Hanna ven aquí.
La periquito se escabulle de los brazos de Sam, arrastrándose por toda la cama hasta llegar conmigo.
—¡Dios! —exclama Sam, cuando coloco a Hanna a mi lado y en el otro a Ashton —. Cuidalos,¿vale? Ire a prepararles un poco de leche.
Asiento, soñoliento.
—Cariño —le hablo.
Pero ella da la media vuelta ignorándome. ¿Por qué está enojada?
Cuido a los mellizos tratando de tranquilizarlos. Después me levanto con ellos —cada uno tomado de mi mano —, caminando hasta su habitación. Elevo a Hanna quien no deja de patalear y la meto en el corral. Después hago lo mismo con Ashton. Hanna no deja de balbucear.
Samadhi entra con las mamilas de ambos, estira su mano dándome uno la cual coloco en las manitas de Ashton. Sam hace lo mismo con Hanna.
Sale de la habitación sin hacerme caso, la sigo hasta el corredizo tomándola de la mano.
—¿Qué sucede? ¿Estas molesta conmigo y no me he dado cuenta o qué? —pregunto.
Suelta un suspiro.
—Quiero un momento a solas contigo, no solo en las noches. Quiero un fin de semana donde solo estemos tu y yo juntos y... —hace una breve pausa mirándose el abultado vientre —. Y siento que ya nada de eso será posible cuando llegue el tercero.
No digo nada. Ni siquiera me salen las palabras para hacerla sentir mejor. Se da la media vuelta azotando la puerta de nuestra habitación. Si, debí decir algo, pero sinceramente yo también estoy tratando de tener tiempo para los dos.
Suspiro. Decido tomar una ducha en otro baño de las habitaciones, y cuando lo hago, regreso a la nuestra donde Samadhi se encuentra lista para salir.
—¿Cuándo es la cita? —le pregunto, acercándome al armario.
—Aun no me ha confirmado Falco —responde.
Miro de reojo el tiempo que se toma para colocarse un poco de maquillaje. Admiro cada curva, y no dejo de ver el abultado vientre que cada vez le crece más.
Me paso por las piernas el short playero, me coloco una camisa blanca y después me acerco a ella abrazándola por la espalda. Ladea la cabeza, permitiéndome aspirar el aroma de su cuello. Siempre huele delicioso, y eso me excita.
Miro su reflejo y el mío en el espejo. Se me queda viendo a los ojos soltando un suspiro. Después se voltea frente a mi rodeando mi cuello con sus brazos.
—¿Por qué eres tan hermoso?
—Así soy, ya lo sabes —le respondo, rodeándole la cintura con mis brazos.
—¡Oh, cállate! Siempre te ves perfecto, y yo...
—Tu te ves preciosa —la interrumpo, mirándola a los ojos.
Niega.
—Si, llevas otro de mis hijos ahí dentro. Eres perfecta... —le digo, comenzando a dejarle un recorrido de castos besos desde sus labios hasta el cuello —. Joder, me fascinas embarazada y sin estarlo cariño.
—No mientas —jadea.
—Jamás lo hago, y eso lo sabes.
Me detiene. Me mira a los ojos esbozando una sonrisa. Entonces, se me cruza la idea de salir juntos ésta noche sin hijos. Solo ella y yo como años pasados.
—Tengo una idea —le digo —. ¿Qué te parece si hoy nos escapamos juntos?
—Pero los mellizos...
—Ya veremos que hacemos, déjamelo a mí ¿vale?
Lo duda. Pero termina aceptando.
—Que no sea una niñera.
—Ni loco. La niñera huiría de Hanna.
—Deja a la pequeña periquito, te ama —la defiende.
Acerco mis labios a la mujer de mi vida. La beso con delicadeza, y mi mente viaja a la primera vez que lo hice en el sofá de la casa de su madre. Recordarlo me causa gracia y emoción. ¿Quién iba a pensar que ahora tendríamos un tercer hijo?
—Y yo los amo a los tres —le susurro en sus labios —. Son mi vida.
Sam sonríe. Detiene el beso, y cuando está por decir algo escuchamos a Hanna llorar.
—Yo voy —dice —, tu busca quien los cuide.
—Lo que ordenes capitán —digo con sarcasmo.
—Ja, ja.
Sale de la habitación. Mi única opción es Sara y Lucas, pero ambos apenas si pueden con Taylor. Aun así lo llamo una hora después de haber hecho la reservación en un restaurante. Samadhi me ordena a que cuide a los mellizos en su habitación mientras ella hace la comida. Me quedo con ellos jugando, dejando a Ashton sobre el tapete para bebés jugando.
—Ni loco hermano —dice, al otro lado de la línea —. No es por ser malvado, si quieres déjame a Ashton, pero a la periquito no.
—Es una bebé —le recrimino, alzando a mi pequeña en brazos con uno de mis brazos, sacándola del corral.
—Sí, eso no le quita lo pequeña demonio.
—¡Oye imbécil! —exclamo riéndome.
Nada que no sea mentira. Escucho a Sara gritándole a Lucas, éste le responde como si tuviera autoridad, pero ambos sabemos que al final quienes siempre demandan son ellas y nosotros obedecemos.
—Te habla tu patrona —bromeo.
Dejo a Hanna a un lado de Ashton.
—Cállate, no sé cómo pueden con dos, apenas si podemos con uno.
—Ni yo sé —le respondo mirando a mis hijos, que yacen gateando en el suelo, al mismo tiempo en el que uno de ellos corre a la puerta —¡Joder, ven aquí Hanna!
Corro tras ella, tomándola del bracito y cerrando la puerta de la habitación.
—¡Ya ves! No gracias, Hanna no. No sé quién es peor si la Hanna original o la pequeña clon.
—Imbécil, te llamo después.
—¡Suerte! —exclama y cuelgo.
Tomo asiento en la mecedora color negra junto al corral. Tecleo un mensaje para Leo, quien responde en menos de diez minutos.
—¿Jugamosh papi?
—Ven aquí campeón.
Tomo a Ashton en mis brazos, le hago cosquillas y lo lleno de besos en sus mejillas llenas de tenues pecas. Éste ríe, y mi pecho se infla de felicidad cuando Hanna se levanta del suelo corriendo, rodeándome con sus bracitos las piernas.
—¡No lo abraches! —exclama.
—¿Quieres que te cargue? —le pregunto lo obvio.
—Shi.
La alzo con el otro brazo.
—¿Podemos ir a la paya? —pregunta Hanna.
—No, hoy se quedaran con el tío Leo.
—¿Me dará un duce? Él dijo. —Dice, cruzándose de brazos.
Pobre Leo, para que anda de hablador con Hanna.
—No lo sé cariño, tal vez. Tu mami no te deja comer dulces —le digo, al mismo tiempo en el que bajo las escaleras con ellos.
—Pedo no se va entedar.
—No es bueno echar mentiras Hanna, ¿Dónde aprendes eso?
—Tío Bad dice que no se enteda mami.
Hijo de...
—Bien, prohibido quedarse con el tío Brad —le digo entre dientes.
Al llegar, siento a ambos en suelo. Hanna se levanta corriendo de un lado a otro, subiéndose después al sofá. Ashton la sigue imitando lo que ella hace y decido ignorarlos porque me volverán loco. Camino a la cocina para ayudar a Samadhi en lo que sea que esté haciendo. Después, le comento que he conseguido un niñero y se alegra al instante al saber que será Leo quien vendrá a cuidar de los mellizos. Comemos, le ayudo con los mellizos a darles de comer y después los bañamos juntos en la bañera de la ducha. Para cuando acordamos, ya nos estamos arreglando para salir.
Termino de cambiarme, arreglarme el pelo y miro a mi mujer con un vestido veraniego en color rojo y sandalias de plataforma un poco altas. No dejo de mirarla porque me encanta y me fascina saber que es la madre de mis hijos, y aunque sea por ésta noche quiero hacerla recordar que no importa más que nosotros dos juntos.
Me recargo en la pared. El timbre suena y Samadhi me ordena a que abra el portón de la entrada para que Leo entre. Obedezco lo demandado por ella, bajo al primer piso, no sin antes echarle un vistazo a los mellizos que yacen en el corral de su habitación tomando del biberón. Sam les ha puesto música de infantes, y uno de ellos ya está cayendo rendido. Ya sabemos quién.
Minutos después, entra Leo por la puerta con algunas golosinas y en pijamas.
—¿Dónde están mis querubines? —pregunta entusiasmado.
—Dormidos —le contesta Sam bajando por las escaleras. Leo hace un puchero. —Ashton solamente, que Hanna sigue despierta —prosigue.
—¡Genial! Vayan y diviértanse par de enamorados.
Samadhi le da indicaciones a Leo, que sé perfectamente él va a ignorar. Eso de no darle dulces a los mellizos, a Leo le entrará por un oído y le saldrá por el otro. Nos despedimos diciéndole que regresaremos temprano.
Salimos a la intemperie. La noche es húmeda y calurosa. Abro la puerta copiloto del coche, tomando a Samadhi de la mano para que se adentre a éste. Después de subirme, enciendo el motor y manejo hasta llegar al lugar que he reservado para los dos. Es un lugar rustico y elegante cercano a la playa donde sirven buena comida exótica de mar. No hemos venido a éste lugar, y ella siempre lo menciona. Y sonrío al ver la sonrisa que esboza al ver donde hemos aparcado el coche.
—¿Te agrada el lugar? —le pregunto, al mismo tiempo en el que la tomo de la mano cuando baja del coche.
—Me encanta.
Le beso los nudillos. Caminamos juntos hasta la recepción del lugar, donde una mujer nos encamina a nuestra mesa. Samadhi observa con detenimiento hasta el más mínimo detalle. Está peor que yo al querer observar las estructuras y muros de cada lugar que visito, recordándome que debo hacer y que no al momento de diseñar un nuevo lugar para construir.
Tomamos asiento en nuestra mesa, y no dejo de ver el rostro de Sam cuando ve los girasoles que adornan la mesa. En realidad, es la única mesa con ellos sobre ella.
—¿Tu lo pediste? —me pregunta, mirando las demás mesas.
—Si, tus favoritas.
Sonríe con amplitud y suspira. Ambos pedimos algo del menú, y ella no duda en pedir al final su postre favorito.
—Extraño los de Camila —dice, recordando a la esposa de su papá —. Hace los mejores postres de limón.
—Yo podría prepararte uno —le digo, viendo cómo se lleva una cucharadita de postre a la boca.
—Mmm, no creo. Hace poco lo intentaste, te quedó muy agrio.
Me encojo de hombros.
—No soy experto Sam —digo riéndome.
Hablamos de todo un poco. Me recuerda un tiempo en el que iniciamos a pesar de que esos recuerdos en ocasiones suelen ser dolorosos, me reconforta el saber que es mía y está solamente a mi lado.
Algo me sigue preocupando, y es el no querer que vaya a ese lugar a visitar al imbécil que me volvió la vida un tormento cuando la secuestró.
Después de un rato pedimos la cuenta. Pago, y juntos salimos a la cálida noche que nos espera. No dejo de ver sus curvas, y el ligero aire que hace le remueve el vestido que apenas llega a los muslos. La arrastro hasta mi pecho, y le dejo besos en los labios que se tornan deseosos por querer hacerla mía y verla sin ese vestido.
—¡Clar! —sonríe, echando la cabeza hacia atrás mientras la sostengo de la cintura.
Su abultado vientre se remueve. Ambos nos quedamos mirando a los ojos y no dudo en colocar mis manos en él.
—¿Molestando a mami Luar? —pregunto, consciente que no obtendré respuesta pero aun así lo hago.
—Comienzo a extrañas a nuestros pequeños —dice.
—Mmm, un poquito nada más —bromeo.
—¡Clar!
—No voy a mentir, estoy disfrutando de estar contigo solamente y el pequeño intruso que cargas en el vientre.
—¡Oye! No seas grosero —dice, acariciándose el vientre —. Aunque si es un intruso, es un tramposo, lo siento mi amor solo viniste porque aún no naces —le habla.
—Si no también lo hubiéramos dejado con Leo.
Samadhi esboza una sonrisa. Sonrisa que deshace al momento en el que habla.
—Me llamó Falco —dice —. Iremos mañana.
—¿Y no pudiste elegir mejor momento para decírmelo, verdad? —espeto.
La suelto. Me sostengo con ambas manos colocándolas en un barandal que se encuentra en la acera de madera cercano a la playa. Miro hacia el mar, recordando que por culpa de él sufrimos lo que no debimos de haber sufrido. La pérdida de mi hermana y el secuestro de la mujer que amo. Me hizo pasar los peores momentos de mi vida, jamás podré perdonarlo. Aunque personas como esas lo que menos quieren es perdón, lo único que les interesa es hacer daño.
—Sólo quiero cerrar éste ciclo, ¿vale? Ya no pensar en eso, sé que no es necesario verlo, pero así lo siento. Siento que debo ir y enfrentarlo, enfrentar a la persona que nos hizo daño.
Me quedo callado. La furia me corroe por dentro, y aunque sé que debo mostrarme como un hombre maduro, lo que menos quiero es que mi mujer vaya y se meta a ese lugar para hablar con el hombre que le hizo daño.
—Haz lo que quieras —espeto.
Camino con dirección al estacionamiento del restaurante.
—¡Por favor compréndelo! —exclama, haciendo que me gire hacia ella cuando me estira del brazo.
—No lo quiero comprender Samadhi. Sé que no debo guardar rencor en las personas, pero él es la maldita excepción y lo sabes. Me tomó años perdonar a Isabela, ¿Qué te hace pensar que haré lo mismo con él?
—¡No te estoy pidiendo que lo perdones Johnson! —espeta —. Estoy pidiendo que comprendas mi posición, lo que haré. No sé qué me vaya a decir, solo sé que debo ir para darme cuenta si debo guardarle o no rencor a la persona que nos ha hecho daño. Entiéndelo —susurra eso último.
Le rodeo el cuello con mi brazo, atrayéndola hacia mi pecho. Por más que quiera, no puedo dejarla sola en esto. Me abraza, aspira el aroma de mi camisa y levanta la mirada viéndome con sus ojos color miel.
—Me fascinan tus pecas, ¿te lo he dicho?
—Si —asiente con una sonrisa —. Me gustan tus ojos, ¿te lo he dicho?
—Si —le doy un casto beso en los labios —. Los mismos que tiene la periquito.
—Amas a la periquito.
—Amo a nuestros hijos, a ti y al que viene en camino.
—Te amo a ti —me dice —, hoy y siempre Clarence Johnson.
Me envuelve en un beso jugueteando al momento con mi lengua. Pasea los dedos en mi pelo, al tiempo en el que le da ligeros estirones. El bulto en mis pantalones se agranda, deseoso por sentirla.
—Quiero hacerte el amor, ¿puedo Sol?
—Si... —jadea asintiendo con los ojos cerrados.
Mis manos toman dirección hacia sus glúteos. Los masajeo, tomándolos con mis palmas abiertas apretándolos mientras ella profundiza el beso jugueteando con mi lengua.
—Vayamos a casa, ¿sí? —propone con la voz jadeante.
Asiento. La tomo de la mano caminando juntos hasta el coche que aún se encuentra aparcado en el estacionamiento del restaurante.
El ambiente dentro del auto se torna caliente, recorriendo por mi cuerpo la electricidad que emanamos juntos. Al llegar a casa, nos adentramos a la estancia haciendo el menor ruido posible. Leo sigue aquí, obviamente.
Pasan de las once. Juntos subimos a la habitación de los mellizos, encontrándonos con Leo dormido cómodamente en la mecedora acolchada, con un libro de cuentos infantiles en la mano. Samadhi se acerca a él, despertándolo con suaves golpes en el hombro. Yo, por otro lado me acerco al corral de los mellizos: ambos dormidos.
Despachamos a Leo, quien no tarda en darse cuenta que agradecemos su favor, pero ya queremos que se vaya. Yo espero a que salga, encaminándolo a la puerta y...
—Amo a tus niños —dice.
—¿Quién no? Son un amor —bromeo.
—Ni me digas, Hanna esta loquita ¿sabías que habla sola?
—Si, la he escuchado a veces —respondo.
Porque si, habla sola, sobre todo cuando sueña con pececitos, como ella los llama.
—¿Queja de Ashton? —le pregunto a mi amigo, encaminándolo al coche.
—¡Nunca! Amo a ese niño, es muy calmado y muy, pero muy correcto. Enserio, me da miedo.
—A mí también.
Digo, recordando una vez en la que tomó asiento imitándome, cruzando el pie. También recuerdo cuando se fue con la mamá de Samadhi a uno de esos eventos de beneficencia a lado de Falco.
—En fin, saben que pueden pedirme que me quede con ellos de vez en cuando —dice —. No me molesta venir.
—Lo sé, y gracias, necesitaba un momento con mi mujer a solas.
Sonríe. Me despido de él, cerrando las puertas y todo con alarma.
Subo al segundo piso, adentrándome a la habitación. Samadhi me recibe con un beso arrastrándome hasta la cama. Me le trepo encima, restregando mi bulto en su vientre bajo. Los besos se vuelven llenos de deseo ardiente, que no dudo en levantarle el dobladillo del vestido. Ella, me desabotona la camisa deshaciéndose de la misma. Me desabrocho el pantalón bajándomelo seguido del bóxer. Desnudo a mi mujer que me mira con las pupilas dilatadas al verme desnudo. Me quito hasta la última prenda que la acompaña. Le acaricio el cuerpo, y no dudo en lamerme los senos que me aclaman por su atención al ver lo endurecidas que se encuentran sus botones rosados.
—Clarence... —jadea mi nombre, echando la cabeza hacia atrás.
No dejo de besarla, de recorrer mis manos por su cuerpo hasta llegar a su húmeda y delicada cavidad. Mis dedos se mojan de ella, provocando los gemidos de Samadhi en mi oído que vuelvo a atesorar como si estuviese necesitado de ella, sabiendo que es mi esposa y que podemos estar juntos cuando se nos plazca.
Después, tomo el falo de mi miembro el cual se adentra a su sexo con facilidad. Sam jadea apretando las paredes de su sexo cuando lo recibe, y vuelve a besarme con necesidad. Muerdo y lamo sus labios hinchados y después sus senos, al tiempo en el que la tomo de los glúteos. Le doy estocadas duras que la hacen morderse y apretar los labios disfrutando de nuestra unión.
—Te amo, ¿tú me amas? —jadea.
—Como un puto loco...
Le respondo sin parar. Se sostiene de mi cuello con los brazos, le hago el amor como se lo merece y recuerdo la primera vez que se entregó a mí.
—¿Me querrás así? Llena de marcas, y estrías y... —se le corta la voz.
—Te amaré con o sin ellas cariño —jadeo, sin parar de penetrarla.
Su sexo se contrae. Me besa mordiéndome después los labios cuando llega al orgasmo. Orgasmo que disfruto cuando me corro dentro de ella. Nuestras respiraciones chocan y se acompasan. Los latidos de nuestros corazones desbocados son el único sonido en la habitación. Siento su aliento, y vuelvo a besarla.
—Te amo por el simple hecho de haberte quedado conmigo —comienzo a decirle lo que guardo —. Sé que no siempre tenemos tiempo para nosotros cariño, pero lo tendremos —asiente mirándome con sus ojos mieles.
Le acaricio el área donde yacen sus pecas, las cuales beso con ternura.
—Te amo por haberme dado lo mejor del mundo —digo, mirándola a los ojos —, los amo a los cuatro, y aunque se escuche posesivo así soy, pero tú y ellos son míos y me gusta tanto lo que juntos hemos creado.
¡S U S P I R O DE A M O R! ♥
Vale, quería sorprenderlas con otro extra, extraño a nuestros perfectos :( así que aquí tienen la primera parte de éste mes.
PD: Perfección cada vez crece más, espero así sigamos :') *llora de alegría*, todo gracias a ustedes que me leen ♥ LES AMO TRES MILLONES
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top