EPILOGO




La arena se mete entre los dedos de mis pies. Hanna y Ashton corren como locos atrás de su padre quien no mide su fuerza –como siempre–, y los tira al suelo jugando con ellos en la arena. Acaban de cumplir los tres años y ya hablan como periquitos. Hanna fue la primera en decir papá (obviamente) y Ashton le siguió con decir mamá. No pasé de largo los celos que sintió Clar cuando lo escuchó decir mamá, y no papá.

Los años pasan, y los recuerdos de lo que ha sucedido a lo largo de tanto tiempo me ponen nostálgica. Se dice que recordar es vivir, y después de lo que pasamos prefiero no recordarlo.

—¡Mami, mami! —exclama Ashton corriendo hacia mí con una conchita en su manita. Es un amante de la naturaleza. Hanna todo lo contrario. —Mira, es pequeñita como el baloncito de tu barriga.

—Si cariño, lo es.

Le acaricio el mentón señalándole que vaya a dejarlo donde lo ha encontrado. Clar lo carga, y Hanna le hace pelea cuando ve que a su hermano lo tienen en brazos. Es una celosa de primera, igualita a su padre. Clarence llega hasta a mí dándome un beso en los labios, y por un momento no quiero soltarlo. Así pasen los años yo sigo igual o doble de enamorada. Esos ojos azules no los dejo por nada.

—¿Helado? —me pregunta tocando el dije de la libélula color azul. Hanna tiene uno igual, y Ashton una diminuta pulserilla con nuestros apellidos en ella.

—De café almendrado —sonrío.

Acaricia mi vientre dejando un beso sobre la tela del vestido. Tengo cinco meses de embarazo, y si, es un niño. Me volveré loca si sale igual que la periquito, el apodo que se ha ganado Hanna.

—¡Mami! Ash no quiere prestar eso —señala Hanna con su dedito índice el barquito.

—Cariño, es de tu hermano, tú trajiste tus juguetes.

—Pero quiero ese...

—No, cada quien los suyos Hanna —la regaño.

Se cruza de brazos tratando de hacer berrinche, pero sigue caminando. Después de un rato Ashton se lo presta y ambos siguen jugando.

—¡Dios! No sé cómo hemos hecho para educarlos —comenta Clar abrazándome por la espalda hundiendo su cara en mi cuello aspirando su aroma.

—Ni me lo digas, que ya viene un tercero en camino. —Le recuerdo.

—Yo encantado de hacerte un preescolar.

Me burlo, está decidido a cumplirlo después de todo, y no me niego, pero estoy segura que con otro más hablador se volverá loco.

—No soportas a la periquito —se ganó ese apodo por habladora.

—La amo tanto como a Ashton y el que viene en camino, que no me importa si sale otro igual.

—O dos...

—¡No me jodas Sam! —me burlo de él y me gira sobre mi propio eje —, es broma ¿Cierto?

Comienzo a carcajearme. Me encojo de hombros, pero yo bromeo. La doctora Flores nos ha anunciado que solo es uno por esta ocasión.

—Amor, solo es uno —suelta el aire contenido.

—Me espantas, quiero preescolar, pero no tan pronto.

Seguimos caminando, los cuatro comemos helado y dejo que los mellizos se manchen todo lo que quieran. Pero quien come perfectamente es Ashton. Es un niño bueno, bien portado y un tanto peculiar. Mostro interés en la música clásica y en el piano. Todo lo contrario a Hanna, a ella le encanta ser el centro de atención, habladora y le fascina ver videos de corredoras atléticas.

Clarence me toma de la mano besándome los nudillos. Ambos paseamos por la playa y no puedo evitar sonreírle a la vida por la familia que me ha brindado. Clar y yo no somos perfectos, quizás nunca lo seremos, pero somos dos seres que se aman y juraron amor eterno.

Esas cinco letras nos unen a medio mundo. Se enlazan con miradas, con sonrisas, con hechos y palabras. Amor, es como le llaman. Y el amor que siento por ellos no se compara con nada. Es un amor incondicional, un amor distinto a los demás. Un amor puro del cual no te puedes deshacer jamás.

El amor es la perfección de nuestras vidas, y lo perfecto de nuestras almas. Y el mío son ellos, mis perfectos seres que caminan a mi lado con calma...


FIN.

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