CAPITULO 47
SAMADHI
Abro los ojos y lo primero que veo es el perfil adormilado de Clar. Los ojos cerrados, las espesas pestañas y la boca entre abierta es lo primero que veo al despertar por las mañanas. Ni el pasar de los años me hará cambiar de opinión el haber elegido permanecer a su lado.
Me le monto encima tomándolo por sorpresa. Estamos a tres días de la boda y el sentimiento crece al saber que estoy a nada de ser su esposa.
—Mmm ¿Alguien está contento? —le digo abalanzándome sobre su entre pierna.
Últimamente me he vuelto el doble de descara con Clar, pero no me importa.
—Gracias a ti cariño —susurra con los ojos cerrados tomándome de las caderas.
Me recuesto sobre su pecho desnudo escuchando el sonido de su corazón. Aspiro el aroma de su perfume que me traslada a otro mundo donde solo existimos Clar y yo. Siento una de sus manos meterse bajo el blusón que llevo puesto dándole acceso a mi espalda. La acaricia con suavidad en círculos y yo siento que todo esto es algo irreal. Que el daño que en su momento nos hicimos, ahora es reemplazado por la felicidad.
No deja de acariciarme la espalda. Eso me arrulla y vuelvo a quedarme dormida otro rato sobre su pecho. Pero mi sueño es interrumpido por el lloriqueo de Hanna. Abro los ojos de golpe posando la mirada en Clar. Una mirada azulada que me atrae tanto después de años juntos.
—¿A quién le toca? —le pregunto con voz adormilada, pero él se hace el dormido —. ¡Clar! Te toca a ti amor.
Me quejo y acomodo en la cama de mi lado volviendo a dormir.
—No se vale, yo le di la mamila ayer por la noche.
—Sí, pero yo me levanté dos horas después.
Me recuesto boca abajo sintiendo como el colchón de la cama vuelve a su lugar.
—Me las pagaras —me susurra en el oído mordiendo el lóbulo derecho.
—Siempre.
Trato de dormir nuevamente pero me es imposible. Estoy nerviosa por la boda, sobre todo por los votos que no he terminado de escribir en el móvil. Me siento en la cama recargando la espalda en el respaldo y vuelvo a teclear lo que diremos juntos el día de la ceremonia. Borro y tecleo, borro y tecleo en más de una ocasión.
—¿Qué haces? —pregunta entrando a la habitación con Hanna en sus brazos dándole la mamila. —Ashton sigue dormido —me informa.
¡Joder, se ve demasiado sexy como papá!
—Sigo sin saber que decir el día de nuestra boda –aclaro volviendo a teclear y borrar —¿Cómo es que estas como si nada? —cuestiono.
Se encoge de hombros sentándose a mi lado. Le quita el biberón a Hanna colocándole la cabecita cerca del hombro. Le da de palmaditas en la espalda hasta que repite todo. La sigue arrullando hasta que se queda otra vez dormida y yo sigo con lo mismo.
—Dame eso —me arrebata el móvil y con una mano comienza a teclear. Lo hace por un minuto y me lo devuelve —. Eso diremos, ya lo demás que salga de nosotros.
Esbozo una sonrisa al leer lo escrito en la pantalla. Clar deja un casto beso en mi coronilla y se levanta de nuevo para ir acostar a Hanna. Sonrío como una tonta. La felicidad en mi pecho es enorme que se me forma un nudo en la garganta con tan solo verlo.
—¿Estas lista? —me pregunta acercándose en la orilla de la cama.
—¿Para qué? —devuelvo la pregunta.
—Para ser la señora Johnson.
Me toma de la cintura jalándome a sus labios.
(***)
La vida me ha brindado tanto a mí alrededor. Sabía perfectamente que este día llegaría pronto después de haber parido a los mellizos, de lo que no estaba del todo segura era que pasase tan pronto.
Estoy nerviosa. Las manos las siento sudorosas y no quiero salir de la pequeña casita. Sara y Sony me hicieron una despedida de soltera tranquila. Demasiado tranquila en el departamento de Sony. Las tres nos relajamos, contrató a una masajista «Solo Dios sabe cuánto la necesitaba», y juntas tomamos unos cuantos tragos. Mi madre se quedó con los mellizos y Clar salió un rato con sus amigos.
Para mi fortuna o mala suerte para los mellizos, ya no quisieron que los amamantara de mi pecho, por eso es que me duelen tanto en ocasiones. Apenas si cumplieron los seis meses y ya estoy como loca. ¡Nadie me dijo que tener dos hijos al mismo tiempo sería una locura!
No lo niego, amo a ese par de peleoneros. Y agradezco tanto que tengan un padre que, aunque llega cansado y estresado del trabajo su humor cambia cuando los ve contentos. No es fácil, decir que lo es sería una total mentira, pero al final del día todo lo difícil se va por un tubo cuando los veo en su cunita durmiendo los dos juntos. Hace que el esfuerzo que hacemos día a día valga la pena.
Giro sobre mi eje posando la mirada en el espejo de cuerpo completo frente a mí. Mi madre, Sara y Sony están atrás de mí observando con detalle el vestido de novia que Magenta diseñó para mí. Largo, ceñido al cuerpo y con la espalda totalmente descubierta. El encaje sobre el busto hace contraste al encaje que sigue hasta la cola media del vestido.
—Te ves hermosa hija —dice mi madre con lágrimas en los ojos.
—No, no llore que se arruinará el maquillaje —inquiere Sara limpiándole las lágrimas.
Me vuelvo hasta ella para abrazarla. Son pocos los invitados y por supuesto, mi tía no puede faltar con los mellizos. Gracias a sus genes ahora yo también tengo mellizos igual que ella. Suspiro. El nerviosismo me envuelve y me atrapa con una maraña de electricidad. Quiero ver a Clarence. Llevo casi un día entero de no verlo. Mis dos amigas insistieron en que no lo viera hasta el día de la boda y así es como lo hemos hecho.
Mi madre, Sony y Sara salen de la casita cuando ven entrar a mi padre. Le sonrío al verlo. El traje que trae puesto se le adhiere al cuerpo. A pesar de su edad sigue luciendo bien.
—Mi niña —susurra dándome un abrazo cálido. Aspiro su aroma como lo he hecho año tras año y un nudo se me forma en la garganta.
«No voy a llorar, no voy a llorar».
— ¿Estas lista? —me pregunta. —Todavía puedes echarte para atrás.
—Sabes que no lo haré —recalco con una sonrisa. Él hace lo mismo besándome la frente.
—Lo sé —dice. —Estoy feliz de que tú lo estés.
Permanezco en sus brazos. Sé que ya no soy una niña y menos con dos hijos en brazos. De un momento a otro entra Camila con los mellizos empujando el cochecito. Los ama tanto como mi padre, mi madre y hasta Falco.
— ¡Miren lo bella que está mami! —exclama ella dándome un abrazo.
Toma a Hanna en brazos y ésta última estira los suyos hacia mi queriendo que la cargue y lo hago besándola por toda su carita. Lleva puesto un vestido color beige con una pequeña diadema de girasoles. Los zapatitos blancos y diminutas calcetas que no deja de estirarse.
—Es una inquieta —dice Camila —, despertó dos veces a Ashton. Pero aun así es un amor ¿Verdad que sí preciosura? —añade apretándole los cachetes.
—Gracias por cuidarlos, espero no hayan dado mucha lata.
—¡Para nada! —exclama. —Sabes que a mí me encantan los pequeños.
Hablamos por un rato. Mi madre vuelve y Camila le entrega a Ashton a sus brazos mientras ella se lleva consigo misma a Hanna.
—¿Lista? —pregunta mi padre y yo asiento.
Opté por una boda sencilla. Con los invitados más cercanos y mis amigos. La playa estaba dividida en dos secciones, un lado la ceremonia y al otro la pista de baile con la barra de tragos. Enormes carpas blancas decoraban el lugar con bombillas amarillas para aluzar cuando anocheciera. Se les especificó a los invitados que trajeran ropa cómoda debido a que la boda sería en la playa. El lugar fue tapizado completamente con madera barnizada donde se podría andar cómodamente en el suelo. Las mesas decoradas con manteles en color beige y un adorno central de girasoles «mis favoritos».
Salimos de la casita. Tomo el brazo de mi padre y ambos caminamos por el caminillo de madera y girasoles a los bordes. El lugar estaba hermoso, pero mis ojos se posaron en una persona solamente. Con el ramo de girasol en la mano comenzamos a caminar con lentitud pasando entre las personas. Dejé de pensar en mí alrededor concentrándome solamente en la persona que se encontraba al final del camino de ojos azul oscuro. Al amor de mi vida, al padre de mis mellizos. Sonreí al verlo y él hizo exactamente lo mismo.
Se formó un nudo en mi garganta. Quería correr a sus brazos ansiosos pero me contuve de hacerlo porque parecería una loca.
Al llegar al final del camino me reparó con la mirada de pies a cabeza. Mi padre me tomó de la mano dirigiéndola a la suya. Éste la tomó, no sin antes dejar un beso sobre los nudillos.
—Te entrego mi vida, así que cuídala —le dice mi padre.
—Siempre —contesta él. —Te ves hermosa Sol —me susurra cuando se marcha mi padre cerca de mis labios.
Nos acomodamos frente al hombre que nos casará. Un ministro de boda civil llamado Hank. Comienza hablando sobre el respeto en el matrimonio y otras cosas más. Ponemos atención por un momento, porque al otro ya estoy que me comen los nervios. El hombre nos anuncia que podemos comenzar con los votos después del discurso habitual para dos personas que contraen nupcias, no sin antes decir unas últimas palabras.
—El día de hoy seremos los testigos de su unión —dice el hombre —, de sus promesas y juramentos que nunca podrán romperse.
Damos media vuelta quedando uno frente al otro. Nuestras respiraciones se igualan y yo siento una corriente eléctrica recorrer por mis venas suplantando mi sangre en ellas. Su mano se une a la mía y nuestro ritmo cardiaco se acelera. Siento su aliento chocar con el mío y me entran mil ganas de besarlo y acariciarlo. Clavo la mirada en sus ojos azul oscuro recordando todos y cada uno de los momentos en los que hemos estado juntos. Pero un recuerdo principal se hace presente, y ese es el día de la neon party donde todo comenzó. Donde bailamos juntos y él me siguió.
Sonrío. Cada escena pasa por mi cabeza como si hubiese sido hace tan poco tiempo, y recordarlo así es preferible, porque en realidad han pasado poco más de tres años después de eso.
—La perfección no existe cuando estamos juntos porque somos todo lo contrario a eso —mi voz se acompasa con la suya hablando los dos al mismo tiempo —. Somos un par de enamorados imperfectos, pero perfectos juntos. Todo lo contrario a lo que debemos ser. Nos amamos, nos odiamos, pero al final del camino siempre nos encontramos.
No dejo de mirarlo y él tampoco lo hace. Aprieta mi mano con la suya y noto que él también quiere besarme.
—Eres la perfección que guardo en mi corazón —comienzo.
—Eres el Sol que me ilumina por las mañanas —dice.
—Eres la luz que alumbra al final de mi camino.
—Eres mi paz, mi fuerza y mi armonía —sigue.
—Eres pureza y libertad para mi vida —continúo.
—Prometo amarte y perseguirte como un loco toda la vida.
—Prometo volver a tus brazos siempre que lo hagas.
Sonríe.
—Seré tuyo en ésta vida y en mil más.
—Seré tuya hasta que me muera y hasta la eternidad.
Hacemos una breve pausa.
—Te amo mi Sol —susurra acercando mis labios a los suyos tomándome de la barbilla.
—Te amo, mi Perfección —lo beso sin pensarlo.
Me toma de la cintura. Nuestras lenguas juegan esa danza que solo nosotros conocemos cuando nos besamos. Un cálido beso pero unas ganas de volverlo algo más que esto. Sonreímos cuando mi padre carraspea y los aplausos aparecen de la nada. Sara grita un: ¡Que vivan los novios! Uniéndosele Brad al disparate riéndose.
—Lo que se ha unido, no se rompa ni se deshaga. Les deseo la felicidad —dice el ministro.
Clarence y yo firmamos los papeles adecuados para el matrimonio y después nos volvemos hacia nuestros invitados y observo por fin a cada uno. Sony acompañada de Brad y Sara de Lucas con su vientre de cuatro meses. Entre los presentes también se encuentra Gerard, Leo y Stephan.
La puesta de sol se hace presente y las lucecitas se encienden dando la luz suficiente para la velada de esta noche. La música tranquila es acompañada por un grupo local. Tomamos asiento en una de las mesas asignadas para nosotros, mientras que en la mesa del lado izquierdo se encuentra mi madre y Falco, mi padre y Camila. No veo que estén incomodos, al contrario mi padre y Falco platican.
Uno de los anfitriones contratados por Sara aparece, va de traje ceñido al cuerpo y con un micrófono en mano.
—¡Ahora, el primer baile para los recién casados!
Clarence se ríe por lo bajo al escuchar la voz chillona del hombre. Le pego en el hombro y éste recompone la compostura.
—¿Me concede ésta pieza, señora Johnson? —pide estirando su mano que sin dudarlo la tomo.
—Por supuesto señor Johnson.
Ambos caminamos a la pista. Lover comienza a sonar y nosotros nos dedicamos a bailar la canción que el grupo toca para ambos. Clar me rodea la cintura y yo el cuello con mis brazos. El aroma que desprende su cuello me fascina y embriaga.
—Te amo —le susurro mientras bailamos.
—Los amo.
Me toma de la barbilla, presiona mis labios a los suyos envolviéndonos en un beso del cual no puedo salir. El revoloteo de libélulas siempre estará ahí, por él, por el amor de mi vida. Porque después de todo lo es y será siempre.
Mi madre y Camila traen a los mellizos, yo cargo a Ashton y Clar a la gritona de Hanna.
Nuestra vida no es ni será perfecta, solo nos atenemos al presente y al futuro porque el pasado es eso, un pasado que no queremos volver a recordar después de todo. No sabemos que nos depare la vida, y tampoco queremos saberlo, simplemente vivimos el momento juntos.
Después de la media noche los invitados comienzan a despedirse, el lugar queda limpio y después de un rato vuelve Leo con un par de chicos seguido de Stephan.
—¿Qué hacen? —le pregunto a Clar, pero éste no dice nada.
Mi madre se lleva a los mellizos mientras Clar me toma de la mano. Ambos nos metemos a la casita cambiándonos de atuendo a uno mucho más cómodo. Cuando salimos, justo a un lado del puente donde estuve con él por primera vez. La sonrisa llega de la nada, Clar me envuelve en sus brazos por la espalda. Comienzo a temblar por su cercanía.
—Bueno, par de tortolitos, ahí lo tienen, nos quedó ¡Di-vi-no!
—Gracias —le dice Clar.
—Y decias que no estabas enamorado —se burla de él.
—Lárgate Leo.
Comienza a carcajearse. Se despide de mí y después, yo decido encaminarme hasta el lugar donde han adornado cerca del agua. Sobre la arena, se encuentran dos almohadones de tamaño proporcionado en color beige. Frente a estos, una mesita de madera con un mantel del mismo color; beige. Arriba de la misma las velas encendidas, una botella de vino caro y dos copas con bocadillos, son los que la adornan. Se han esmerado, sobre todo por la especie de tripie que han formado con algunos pedazos de tronco adornados con diminutas lucecitas encendidas.
—¿Te gusta? —me pregunta Clar —. Que quede claro Sol, esa fue mi idea, él solo se encargó de adornarlo.
Me vuelvo a él para besarlo. Nos encontramos solos, y yo disfruto y me derrito entre sus brazos
—Me encanta —le susurro fascinada.
—Gracias por quedarte en mi vida —dice mirándome a los ojos.
—Gracias por nunca irte de la mía.
Tomamos asiento, hablamos, nos reímos y nos besamos durante toda la noche. Hacemos el amor frente al mar sin importarnos nada, lo que siento por Clar no se igualará con nada, y sé a la perfección, que es el hombre que quiero como amigo, esposo y amante en mi cama.
Porque en efecto, la perfección no existe cuando estamos juntos porque somos todo lo contrario a eso. Somos un par de enamorados imperfectos, pero perfectos juntos.
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