CAPITULO 41
SAMADHI
La noticia de mi embarazo, afortunadamente aun no salía a la luz. Se acercaba de nuevo el día de gracias, y la noticia también. Iba a la universidad, y agradecía rotundamente que el frío haya llegado ya, pues solo así podía cubrir de alguna manera la barriga que estaba creciendo cada vez más.
Iba al trabajo, pero trataba de no pararme lo suficiente de mi lugar para que mi madre o Magenta no se dieran cuenta. En ocasiones, trataba de evitar a ambas a toda costa con excusas tontas que, para mi fortuna, ni siquiera tomaron en cuenta.
Clar se había vuelto demasiado protector. Y cuando digo demasiado, le quedaba corta la palabra. Todos los días llamaba, y cuando tenía que salir de la ciudad, dejaba a William a cargo de la empresa para que yo viajara con él. Al principio no me parecía, pero después de que Lucas y Sara se mudaran a Londres por un tiempo, tenía que acceder a lo que Clarence me dijera, porque sabía que, aunque me opusiera, no lograría nada. Mientras mi madre no supiera lo de mi embarazo, no podía ni quedarme con ella.
Me miré al espejo. Estaba hecha un desastre. Mi cuerpo comenzaba a tomar forma de embarazada. La barriga comenzaba a notarse y en cualquier momento tenía que soltarle la sorpresa a mi madre.
El vestido color rojo de maternidad que llevaba puesto era tan holgado, que ni siquiera se me notaba la pequeña barriga. Me coloqué las botas, tomé mi bolso, y cuando estaba por dirigirme a la salida, Clar me interrumpió.
—No... es muy temprano —se quejaba. Me tomó de la cintura para después arrastrarme junto a él a la cama —. Y es sábado.
—Clar, tengo que ir a recoger las cosas restantes del apartamento.
—Vamos en un rato más ¿Vale?
Comenzó a besarme el cuello.
No iba a negar que me dolió el hecho de saber que él tenía pensado hacer su vida con Steph. Con tan solo pensarlo hacia que las semillitas patalearan –aunque no lo han hecho aún –, o quizás era el nudo que se me formaba en el estómago al verlos juntos en mi imaginación.
Me volví hacia Clar mirando su perfección. Tenía los ojos cerrados y me hizo recordar el momento en el que se quedó dormido en el suelo de la casa de mi madre hace ya varios años. Recordar todo lo que hemos pasado me ponía nostálgica. O quizás, eran las hormonas que en ocasiones me tenían como loca cuando actuaban.
Suspiré.
—Te amo ¿Sabes? —Clar abrió los ojos mirándome con ternura en su rostro cuando dije eso último.
Acarició mis pómulos, y dejó un casto beso en mis labios. Nuestras miradas se enlazaron, y un pequeño empujón en la barriga interrumpió el momento. Hice un gesto.
—¿Qué pasa? —preguntó alarmado, tanto que me dio gracia.
Lo tomé de la mano colocándola sobre la barriga. Sentía unos movimientos ligerillos que me causaron emoción. Clarence sonrió, y la felicidad me invadió. Me tomó de las mejillas y plantó besos por todo mi rostro.
—Los amo como no tienes una idea —inquirió mirándome a los ojos.
La felicidad que sentía al escucharlo decir eso, no me cabía en el pecho. Quería gritar si fuese posible a los cuatro vientos que lo amaba con el alma. Aunque nuestro regreso fue en estas circunstancias, me reconfortaba tanto el pensar que estábamos juntos de nuevo listos para formar una familia. Que no importaba lo que hubiésemos hecho años, meses, incluso días atrás, porque ambos estábamos juntos ahora.
No éramos la pareja perfecta, tampoco éramos los mejores, nuestro amor era único, pero sobre todo era un amor verdadero. Un amor que supo cómo derrumbar los muros de concreto que se nos interpusieron.
Nuestro amor, era la Perfección de lo Perfecto.
Estaba enamorada de Clarence Johnson, y probablemente lo estaría toda la vida.
(***)
Era día de gracias. Y no tenía nada de gracia el que hoy le diría a mi madre que estaba embarazada. Ni siquiera estaba enterada de que Clarence y yo habíamos regresado. En realidad, nadie más lo sabía. Así que la noticia de mi embarazo, seguramente caería como un balde de agua fría.
Trataba con todas mis fuerzas tomar de nuevo las riendas de mi vida. Iba a la universidad, y para ser honesta no me importaba para nada que los demás se me quedasen viendo por la pequeña barriga que estaba creciendo. Pues el amor que sentía por mis pequeños hacia que cualquier crítica hacia mi persona se desvaneciera con ellos.
Me puse un vestido dorado ajustado al cuerpo con un abrigo color negro. Mi madre había organizado una cena donde solo estarían algunos conocidos de ella y Falco en la casa donde ahora vivían juntos. Esperaba que estuviera Brad. No lo había visto desde la última vez que me mudé de apartamento para regresar a vivir con Clar.
Me miré al espejo posando de lado, la barriga crecía cada vez más, y me puse a propósito este vestido para que cuando diera la noticia, mi madre lo viera sí misma.
Lo sé, tal vez era una locura lo que haría, pero en algún momento se enteraría.
—¡Joder! Te ves preciosa — escucho halagarme a Clar.
Éste último se acerca mirando al espejo envolviéndome en un abrazo por detrás de mi espalda. Siento el bulto entre sus piernas, y doy media vuelta posando mis labios cerca de los suyos. El aliento a menta y perfume inundan mis fosas nasales, y no pasó desapercibido que, hasta hace apenas un mes había tenido que dejar de usar por un rato su colonia deliciosa gracias a mis náuseas y mareos. Afortunadamente los síntomas ya habían desaparecido.
—Quiero tarta de chocolate —susurré jocosa en sus labios, besándolo con delicadeza.
Clar sonríe y niega con la cabeza,
—La Doctora dijo que ya era demasiada azúcar, cariño —contesta.
—Mmm no, solo un poco, por favor.
Lo miro poniendo mi cara del gato con botas, pero él se niega a concederme ese antojo.
—No, ni con esa cara me convencerás, no te va a funcionar Sol.
Me suelta y se encamina a la puerta indicándome que salimos en menos de diez minutos a la casa de mi madre.
Doy un último repaso a mi atuendo, y unos calambres en el estómago hacen que me retuerza un poco por el dolor que siento. Comienzo a respirar profundo en repetidas ocasiones, y cuando se me pasa, me enderezo y encamino a la estancia con Clar.
No era la primera vez que me pasaba esto el día de hoy, pero no quería preocupar a Clar.
No pude evitar el revoloteo de libélulas que sentí al verlo ahí parado mirando por el ventanal. Se veía guapo con su pantalón casual y sudadera color beige. Un vago recuerdo de cuando lo conocí cruzó por mi cabeza.
—Estoy lista —anuncié.
Dio media vuelta y al verme, se le iluminó la mirada. Se acercó a mi tomándome de la mano, después, acarició la barriga y le dio un casto beso para después decirme...
—Te amo, soy un hombre afortunado.
Suspiré, y estaba a punto de llorar cuando hincó la rodilla izquierda al suelo.
—Siempre lo he sabido —comenzó a decir y las lágrimas que quería contener ya estaban saliendo —, de cierto modo siempre he sabido que mi vida es estar junto a ti, incluso en los momentos que no estuvimos juntos, mi corazón te pertenecía a ti. Me enamoraste como un loco con tus arranques de niña buena y perfecta.
» Hacerte la difícil te funcionó a la perfección porque fue lo que me animó a seguirte como un depredador a su presa. No veo mi mundo sin ti Samadhi, y lo único que quiero es pasar el resto de mi vida a tu lado, por eso, ahora estoy listo para dar el siguiente paso y si me concedes eso, ir contigo y con nuestros hijos caminando de la mano.
Sabía lo que diría, sabia la pregunta que me haría. Besó mis nudillos, volvió su mirada azulada a mis ojos, y la pregunta tan esperada llegó después.
—¿Te casarías conmigo, Samadhi Stone?
Me quedé callada, expectante ante su pregunta. Quería responderle que sí, pero las palabras no querían salir. Estaba cabreada, estaba en shock y a punto de una crisis pero de emoción. Sentía las mejillas humedecidas, estaba llorando por todo esto.
—Si... si Clarence Johnson.
Me sonrió como nunca lo había visto sonreírme antes. Los ojos le brillaron expectante. Después rodeo sus brazos a mi cintura, recargo su frente con la mía y comencé a besar sus labios. El sabor dulce de sus labios. Después, colocó el anillo en mi dedo medio y besó mis nudillos. Estaba segura que le sonreía como una tonta en estos momentos.
—Te amo Clar —susurro.
Con mis brazos rodeo su cuello y después siento un ligero pataleo. Clar, por estar tan cerca de mí no lo pasa desapercibido que al sentirlo, esboza una sonrisa enorme.
—Dejen a mami en paz por un momento —les dice agachándose a mi barriga para después acariciarla y darle un casto beso.
La imagen que ven mis ojos es de la más tierna en el mundo. Mi corazón por alguna razón se estruja y se llena de angustia al recordar que hay alguien tras nosotros. Trato de deshacerme de esos pensamientos, pero me es imposible lograrlo.
—Deberíamos irnos —le hago saber a Clar.
Él asiente y después de unos minutos salimos del apartamento a casa de mi madre y Falco.
Durante el camino, noto que Clar se mantiene inquieto por alguna razón que no logro descifrar. Desde el día de ayer había dicho que William iría al apartamento, pero éste no se apareció por ninguna parte.
—¿Qué pasa cariño? —le pregunto.
No me responde, y menos cuando ya estamos estacionando el coche cerca de la entrada.
—No pasa nada amor —contesta besándome los nudillos al aparcar el coche.
Clar se baja primero, después rodea el auto para ayudarme a salir de él. Comienzo a ponerme nerviosa. Tanto que siento mis manos sudorosas. Él me mira sonriendo y trata de tranquilizarme con palabras y frases bonitas que me derriten como siempre. El Clar romántico siempre será mi favorito. Aunque a mí me fascina en todas y cada una de sus facetas.
Nos tomamos de la mano y caminamos por el pequeño caminillo que nos dirige hasta la entrada, no sin antes abrochar bien mi abrigo tratando de ocultar lo que muy pronto será obvio.
Al entrar, el lugar está decorada de manera elegante con tonalidades doradas por todos lados. Mi madre como siempre se luce en toda la decoración para unos cuantos invitados. Que por cierto, ahora noto que son menos que el año pasado.
—¡Hermanita! —exclama Brad al verme.
Por alguna razón se me revuelve el estómago al verlo. La barba le ha crecido tanto que se la ha dejado haciéndolo ver mucho más maduro, y por supuesto, mucho más guapo. Se acerca a mí depositando un casto beso en mi mejilla, y noto de reojo como Clar se tensa con tan solo verlo hacer eso.
—Bueno, hermanitos —suelta con sarcasmo y burlón. Solo me limito a negar con la cabeza. —¿Gustan una copa? —nos pregunta a ambos, y él nos acerca una.
Clarence toma ambas sin pensárselo demasiado, y solo veo la sonrisilla que Brad suelta al verme bien de arriba para abajo. Lo ha notado. Brad ha notado mi embarazo.
—Vaya Clar, no pierdes tú tiempo.
—Esfúmate de aquí Labello —espeta Clar entre dientes mirando a todos lados.
—A ver qué dice tú madre Samadhi, ya se nos hacía raro que no vinieras tanto por aquí.
—Espero no vayas de boca suelta —contesto cabreada mirándolo.
—No me corresponde, en eso si guardo respeto. En fin, felicidades para ambos —suelta con amargura alzando la copa y dándole el último sorbo.
Después de unos minutos mi madre se acerca a nosotros. Saluda a Clar con entusiasmo y después a mí. Trato de no abrazarla, pero lo hago, y con solo ver su rostro sé que lo ha sentido o lo ha notado.
—¿Podemos hablar mami? —le pregunto con voz temblorosa. Ella mira a Clar con ojos enfurecidos.
—Por favor. —Responde él.
—Al despacho, ¡Ahora! —espeta molesta entre dientes.
Al adentrarnos al despacho de Falco que ni siquiera noto donde es, comienza a cuestionarnos por nuestra irresponsabilidad. Ni siquiera me había permitido quitarme el abrigo para viera del todo mi barriga. Sin embargo, estaba segura en cualquier momento se le pasaría. Por obvias razones, el saber que su única hija ya estaba embarazada le causaba enfado. Quizas hasta se cuestionaba si me había mal educado.
—De verdad lo sentimos, pero fue algo que no pudimos evitar —añadió Clar y lo único que hice fue soltar una carcajada porque sabía la respuesta de mi mamá.
—¡Existen los preservativos! —exclamó —. Por Dios, no son unos niños.
—Madre, lo hecho ya está, y son dos para que te acabes de enojar más.
Clarence me mira mal después de soltarle eso último. Me encogí de hombros, si mi madre ya estaba enojada, que se enojara el doble. Ya que más daba. Me levanté de la silla donde estaba sentada y me quité el abrigo. Cuando lo hice, mi madre me vio con ternura, tanto que se le inundaron los ojos de lágrimas.
—Estamos comprometidos —anuncié mostrándole el anillo.
Se llevó una mano a sus labios incrédula de lo que veía, y después de suspirar, y sin más remedio que le quedaba, nos felicitó a ambos. Sabía que no era fácil para ella, sin embargo, lo hizo, o por lo menos se esforzó en hacerlo. Nos brindó unas cuantas palabras y después de ello nos abrazó.
La velada había sido tranquila. Brad se había desaparecido después de la noticia que por sí mismo se dio cuenta y Falco nos felicitó a ambos después de que sus amigos se fueron. Mi madre y él hablaron con nosotros sobre lo que nos depararía el futuro y demás.
Aún no sabía cómo se lo diría a mi padre, pero eso no importó tanto gracias a que Clar me puso al corriente de ello. Claro, mi padre aun no sabía que sería abuelo, y así estaba mejor, ya se lo haría saber en unas semanas.
(***)
Ya habían pasado días después del día de gracias. Aún me faltaban cosas por recoger del apartamento en el que había vivido meses atrás, y decidí hacerlo al salir del trabajo. Clarence no había cogido el móvil cuando lo llamé, así que no quise interferir en su trabajo y molestarlo, ya se enteraría más tarde que fui a recoger las cosas restantes al apartamento.
Estaba exhausta. Subir y bajar escaleras en estas condiciones no me apetecía, sobre todo porque mi cansancio abundaba como nunca. La barriga cada vez era más notoria, a pesar de tener 5 meses de embarazo, por ser dos pequeños los que llevaba en mi vientre, se hacía cada vez más grande. Así que cuando salí de la oficina y bajarlas, fue todo un reto.
Al subir a mi coche, una sensación extraña me recorrió la espina dorsal, y los pequeños reaccionaron a ello moviéndose como locos. Trate de tranquilizarlos dándome masajes en el vientre. No sé quién tenía que tranquilizarse, si ellos o yo, porque la sensación que sentía en estos momentos no era para nada grata.
Arranqué el coche, y después de por lo menos una media hora ya me encontraba aparcando en el estacionamiento del edificio. Bajé del mismo y el frío me caló fuerte. Me abrigué bien dejando el bolso en la guantera y solo bajé con las llaves del apartamento.
El edificio estaba vacío. Aunque normalmente lo estaba. La mayoría de los vecinos eran universitarios que seguramente andarían de fiesta por ser jueves. Tal vez yo andaría en esas fiestas si no estuviese en cinta.
En fin. Solté un bufido y esperé a que el ascensor llegara. Subí en él y en menos de dos minutos, ya me encontraba en el piso del apartamento. Aún tenía que sacar algunos libros de la universidad que tenía ahí, uno en particular, que era la razón por la que venía, lo requería para comenzar a guiarme con mi tesis universitaria.
Rebusqué tanto, que no medí la hora. Ya había pasado una hora desde que llegué. Mi reloj marcaba las nueve y decidí tomar lo que había encontrado y demás. Afortunadamente el libro estaba intacto, lo había comprado hace meses para leerlo y comenzar a prepararme.
Salí del algo apresurada porque había dejado el móvil en el bolso, y estaba segura que si Clarence llamaba y no le contestaba, se volvería loco.
Pero entonces, el ding de la caja metálica resonó en el pasillo vacío. Mi corazón se aceleró por alguna razón pero no quise volver la mirada para ver a la persona que salía de él. Porque, hasta cierto punto lo sabía, sabía que al escuchar eso él vendría.
No volví la mirada, me quedé en shock e inmóvil. Comencé a temblar, y cuando quise correr, éste enredo una de sus manos en mi cabello tapándome la boca con algún trapo que olía horrible. Poco a poco comencé a ver nublado, hasta perder el conocimiento completamente.
Una propuesta sencilla, para una pareja sencilla como ellos dos.
Les AMO infinito mis Perfeccionistas, gracias por acompañarme en esta historia de amor y drama como lo son nuestros Perfectos ♥
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