CAPITULO 26
CLARENCE
Me dolían los nudillos, estaban ensangrentados y seguramente mal heridos por los golpes que le había propinado al imbécil de Christopher. Me encontraba desecho, herido y frustrado con tan solo pensar en Ladera esparciendo carisias por todo el cuerpo de Sam. Si en un momento me había engañado Brad con facilidad, ahora esto era real.
Quería deshacerme de esas imágenes dolorosas de mi mente en las que Samadhi disfrutaba de su compañía. Quería que me tragase el maldito mundo a uno donde no estuviera Samadhi, donde nunca hubiese llegado a mi vida, donde no la hubiese amado y donde le hubiera entregado mi corazón con facilidad. Pero no era eso lo que quería. Sabía que había alguien tras ella sólo para hacerme daño, y me frustraba peor aún el no saber quién era y lo mucho que me importaba ella. A pesar de su jodido engaño, me seguiría importando posiblemente hasta que descubriera quien era la persona que le quisiera hacer daño.
—Toma —se acerca Lucas para darme hielos envueltos en una toalla —¿Qué pasó Clarence? — pregunta, pero me limito a no responder.
¿Y qué puedo decir? ¿Qué Samadhi me engañó con nuestro proveedor de maquinaria? ¡Con su maldito ex novio! Tan solo pensarlo de esa manera siento como me jode y me atraviesa una daga hasta el alma. Lo peor de todo es que la amaba. La amaba a ella solamente y sabía a la perfección que después de esto amar a alguien más, para mí, sería imposible.
—No pasó nada — respondo tajante. Mucho más de lo que espero.
Me paro del sofá y me vuelvo a encerrar en la habitación. Escucho a Lucas decir que se quedará en la sala hasta amanecer, pero a mí ni siquiera me da la gana de hablar. Diviso mi móvil, y veo la infinidad de llamadas perdidas de Samadhi y mi jodida alma se vuelve a partir. Nunca nadie me había lastimado así. ¡Joder! Y a pesar de ello, esas llamadas me funcionan para saber que está bien, para saber que sigue bien.
Viene a mí el recuerdo de la carta que alguna vez le di. Y las palabras que le dije después de que la leyera. Samadhi es la única que tiene el poder de destruirme en mil pedazos y volverme a construir de nuevo. Sin embargo, a lo nuestro ya no le veo arreglo. Mi corazón estaba herido por su traición, pensé que en realidad me amaba, y me traicionó.
El móvil vuelve a brillar y el nombre de Sam aparece en él. Estoy tentado a responder y decirle un millón de insultos que ahora mismo están en mi mente, pero me limito a no hacerlo. Ya no somos unos críos para caer en ese juego. Decido apagar el móvil y recostarme. Me siento adolorido después de la paliza que Christopher y yo nos brindamos y vuelvo a recordarlo...
—¡Ella vino a mi Johnson! — exclamaba Christopher. Me abalancé sobre él y los dos comenzamos a golpearnos.
El maldito daba un buen zurdazo. Y lo que gritoneó después, me dejó perplejo, me dejó pasmado.
—¡Ella es mía también, así como lo fue Hanna! — anunció. Me hirvió la sangre como nunca cuando lo mencionó. Mi rostro seguramente gritaba que me diera una explicación. Y lo hizo. —Si Clar, Hanna y yo tuvimos una relación. Una muy buena relación en la que engañó a tú querido amigo Will...
¿Quién era Hanna? ¡Por Dios!
¡Imbécil! Quería regresar al apartamento de él y volverle a propinar una paliza. Pero Lucas estaba ahí y seguramente me detendría. Llegó justo a tiempo, porque de no haberlo hecho seguramente Ladera ahora mismo se encontraría hospitalizado.
Miré al techo y visualicé las pequeñas estrellas que Samadhi había colocado meses atrás. Me levanté sobre la cama, y como si fuese un crío que lo han malherido, las comencé a quitar. Quería deshacerme de todo lo que me recordará a Sam. Me encaminé al armario donde se encontraba su ropa acomodada. Tomé una de las prendas y aspiré su aroma. Olía a esa fragancia dulce y fresca que me vuelve loco, y que justamente en estos momentos, sabía que la había disfrutado otro.
—¡Ah!
Suelto un grito desgarrador. Uno que había estado conteniendo desde el momento en el que me dijo lo que había hecho. Vuelvo a recostarme en la cama donde dormíamos los dos, y las miles de imágenes de ella con Ladera volvieron aparecer en mi visión.
¿Lo habrá disfrutado? ¿Le habrá gustado? ¿Estará con él otra vez?
¡Joder!
Estaba desecho, lo único que quería era partirle la cara a Ladera y humillar a Samadhi de todas las maneras que me fuese posibles. Me encontraba devastado, Samadhi me había traicionado. La única mujer que había amado y en la que había depositado toda mi confianza me había destrozado, me había hecho pedazos.
(***)
Habían pasado dos días. Dos malditos días y yo seguía encerrado en el cuarto. No pasé desapercibido que Sam había venido en por lo menos cinco ocasiones durante todo este fin de semana de mierda. Y aunque las ganas que tenía de verla para gritarle porquería y media, mi uso de razón y madurez, me hicieron retroceder al querer abrirle la puerta.
Me había jodido, y lo peor era que así me sentía, como lo estuve siempre, como lo estuve desde un principio. Samadhi era la segunda mujer en mi vida que me había traicionado como si fuese un perro abandonado.
Me calaba profundo y me jodia el hecho de tan sólo ver esas imágenes apasionantes de ellos dos en mi mente, y las preguntas eran las mismas de siempre, ¿también gimió su nombre como lo hizo conmigo? ¿También se abalanzaba con pasión hacia su cuerpo, así como lo hizo conmigo? ¡Maldito pensamiento traicionero!
Ya era lunes y me dispuse a deshacerme de toda esta frustración que sentía. Me levanté de la cama y después de tomar una ducha larga salí del apartamento para irme a la oficina. Al llegar a mi piso la secretaria que había contratado meses atrás me miró apenada, como si quisiese decirme algo.
—Buenos días señor Johnson — me saluda, pero yo solo asiento por mera cortesía, y más aún porque ni siquiera recordaba su nombre —, lo esperan en su oficina, traté de detenerla y decirle que usted aún no llegaba y bueno...
La miré con furia y haciendo un ademan para que guardara silencio fue que me adentré a la oficina. Ahí estaba. Se levantó de la silla tan rápido como si fuese un rayo y me miró. Su semblante triste, las ojeras parecían bolsas enormes de color morado, y la palidez de su cuerpo me oprimió el pecho. Sufría igual o mucho peor que yo.
—¡¿Qué haces aquí?! — espeté molesto. Con furia y con rabia. Quería que se diera cuenta lo cabreado que estaba.
—Por favor Clar, por favor... — estaba por abalanzarse sobre mí sollozando.
—¡Por favor nada! ¡Lárgate de aquí! — le dije tomándola del brazo estrujándola hasta la puerta. Abrí esta última y agradecía que la secretaria se hubiese ido seguramente al baño. No quería que los demás empleados se dieran cuenta del numerito que estábamos protagonizando.
—Clar por favor...
—¿Por favor que Sam? ¿A qué vienes? ¿A pedir perdón por tu traición? — espeté. Me hervía la sangre con tan solo verla aquí, y la solté —Fui claro contigo Samadhi, yo busco una mujer, no una niñata como tú, tal vez hasta Stephany es mucho mejor que tú.
Solté esas palabras con toda la intención de herirla, y aunque me arrepentí de haberlo hecho, no me retracté. En estos momentos no me importaba nada, más que humillarla y dejarla herida. Me miró a los ojos, y vi como estos se le llenaron de agua a punto de soltar unas enormes gotas de lágrimas. Por instinto estuve a punto de quitárselas de las mejillas, pero me contuve. Di media vuelta y la dejé ahí, mirando hacia la pared de enfrente. Y antes de adentrarme a mi oficina, solté lo que me estaba conteniendo desde que la vi ese día.
—Lo nuestro no tiene arreglo Samadhi, hemos terminado.
Abrí la puerta y la cerré de un azote. Me senté en la silla giratoria y con las manos masajee mis sienes. Ya estaba hecho, no podía regresar con ella, jamás lo haría, jamás regresaría a donde me lastiman. Y lo peor de todo es que la seguía amando. La seguía amando con locura, pero ella me había lastimado. Me había traicionado de la peor manera que a uno lo traicionan. Engañándolo.
Ya pasaba de medio día, y después de la visita de Sam, decidí absorber todo mi tiempo en trabajo. Estaba tan concentrado hasta que la llamada de Lucy, la secretaría, me sacó del trance indicándome que había llegado William.
—¿Ahora si...
—Quiero que quites cualquier trato con las maquinarias de Ladera. —Le digo a William, quien ahora era el abogado de nuestra compañía.
—Pues sólo es de hablarlo con ellos, el contrato que se tiene está próximo a aspirar, así que...
—Perfecto. Ya hablará Lucas con el CEO de la compañía de los Blair para enfocarnos más en ellos. Por lo pronto, todo trato con los Ladera queda concluido.
William asiente y queda en hablar con el padre de Christopher directamente.
—Bien, ya que me has cargado de trabajo ¿ahora si podemos ir a casa de tu padre?
Lo había olvidado. Desde la última vez que me lo pidió le había estado dando vueltas a ese asunto. Sin embargo, tenía que ir. Teníamos que ir.
—Rachel y mi padre no se encuentran ahí, así que sí, podemos ir hoy. —Will asiente y esboza una sonrisa ladina.
¿Debería decirle? ¿Debería contarle que Hanna tuvo una relación con Christopher? Seguramente lo lastimaría. Y ahora más que nunca lo necesitaba para que pronto descubriéramos quien estaba tras Samadhi.
—Bien, dime una hora para que vayamos. —Vacilé a su petición, pero respondí a ella.
—Vayamos ahora.
Tomé algunos planos que tenía en uno de los escritorios para trabajar desde el apartamento, después, me encaminé a la puerta con William siguiéndome el paso. Al llegar al estacionamiento, cada uno subió a su coche y salimos a la carretera dirigiéndonos a casa de mi padre. Al poco tiempo llegamos y agradecía que siguiera teniendo las mismas perillas de hace años. Mi padre en ningún momento las había cambiado.
Al bajar del coche y adentrarnos a la casa, el silencio reinaba en ella. No sabía a donde se había ido mi padre y Rachel, así que le ordené a William se apresurara a buscar cualquier cosa que fuese a buscar en la habitación de Hanna. Yo, por otro lado, no quería entrar en ella. Después de haber encontrado la fotografía de Sam en el armario, lo que menos quería era seguir sintiendo que no conocía del todo a mi hermana. Después de media hora, observé la mirada de Will.
—¿Qué sucede? — pregunto al verlo tan desorientado.
—Encontré su móvil Clar.
¿Su móvil? Ni siquiera recuerdo si el día del accidente llevaba el móvil con ella.
—No sé si quiero ver lo que hay.
—¿Tiene batería? — pregunté, antes de que siguiera.
—No, lo pondré a cargar ¿Puedo llevármelo?
—Adelante. —Insistí —Pero antes, debes saber algo Will.
Di un suspiro, tenía que decírselo. Si Hanna tenía alguna conversación con Ladera, seguramente lo descubriría con el móvil en sus manos. Tenía que advertirle antes para que no se sorprendiera. William asintió.
—Al parecer Brad tenía razón Will. —Hice una breve pausa. —Hanna tuvo algo que ver con Ladera.
Su expresión, al principio fue de sorpresa. Después, palideció.
—De alguna manera lo sabía. —Responde. —Las personas que amas, son las que más traicionan al final. ¿No crees?
Sentí una presión en el pecho cuando lo mencionó. Porque a pesar de todo, él tenía razón.
—Revisaré que encuentro —anuncia. —Cualquier cosa te la diré.
Asiento, se acerca a mi cauteloso dándome unas palmadas en el hombro izquierdo.
De pronto, y como si fuese un rayo, recordé algo. Teníamos cámaras. Había cámaras en la estancia de abajo, en la de arriba y hasta por fuera de la casa. Si Hanna también se sentía observada, las cámaras delatarían algo. Al principio opté por buscar en el monitor de la casa, pero eso me llevaría horas, si no es que días debido a que ya habían pasado 4 años. Así que lo mejor que pude hacer fue indagar el número del negocio que las había instalado, ellos deberían tener todo registrado.
¡Sorpresa!
AMO subir capítulos de nuestros Perfectos. ¿Creen que Clar deba perdonar a Sam?
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