DOS
Canción en multimedia—Play dirty de Kevin McAllister
MORRIGAN DANKWORTH
Ha pasado una semana desde que Meridia se unió a esta familia, ya tenemos el acta y tiene nuestro apellido, tiene todos los documentos que son necesarios, todos le compraron ropa y hasta le compraron cosas que no le quedarían hasta que fuera un poco más grande. Exagerados.
La semana se ha basado en varias cancelaciones de trabajo en el campo por la simple razón de que debo empezar a planear lo que haré con Meridia cuando me vaya a trabajar, mis padres dicen que se puede quedar al cuidado de ellos y supongo que tomaré esa oferta.
Cassian, Aleksander, Erin, Henri, Celeste y Sander han estado muy pegados a mi hija, ellos también trabajan en la mafia y se han tomado enserio el papel de tíos.
Hoy terminarían la habitación de mi pequeña, estuvo durmiendo junto a mí en la cama, estaba tan aterrada la primera noche de que la aplastara con mi cuerpo, que puse almohadas alrededor de ella y yo dormí en el sofá de la habitación.
Más bien ni dormí, a las dos de la mañana Meridia decidió empezar a llorar con tanta fuerza qué despertó a todos y estuvimos hasta las tres tratando de tranquilizarla y lograr que se durmiera.
Mis hermanos tenían que irse de aquí a las cuatro de la mañana ese día, así que no durmieron nada, el transcurso del primer día fue muy agotador, comprar ropa, comprar la leche, peluches, todo lo necesario para ella.
—¿Hija podemos hablar?—mi padre hace acto de presencia al entrar a mi habitación.
Meridia se encontraba en la cama acostada boca arriba viendo la pared como si fuera lo más interesante del mundo.
—¿Qué sucede?—le pregunto mientras dejo de acomodar mis papeles en el escritorio.
Normalmente pongo mis cosas en mi oficina pero siento que no es tan seguro aunque esta casa sea bien protegida.
Mi padre se notaba algo ansioso, tenía esa expresión en el rostro de: Quiero decirte pero temo tu reacción.
Se sienta en la cama y toca el rostro de la bebé sin quitar su expresión.
—Papá.—Pone su atención en mí en cuanto lo llamo y suspira.
Se levanta y camina hasta ponerse delante mío, toma mis hombros y me da un beso en la frente.
—Sabes que te amo, te amo a ti, a tus hermanos y a tu madre con toda mi alma, incluida ahora a mi hermosa nieta—dice con lentitud cada palabra, frunzo el ceño porque no logro entender todo esto pero sé que algo le está molestando. —No quiero que hagas algo que no quieres, eres poderosa, la más fuerte de la mafia.
—¿A qué viene todo esto?
—Hija, hay una mafia, una familia más bien, el jefe de aquella mafia es amigo mío desde que éramos unos bebés, podría decirse qué es como mi hermano, hace unos años él y yo hablábamos de unirnos y crear una mafia mucho más poderosa pero creíamos qué la mejor opción era casar a uno de nuestros hijos con uno del otro.
» Prometimos qué cuando su hijo mayor cumpliera los veintisiete años el vendría con su familia para que se planee la boda con mi hija mayor, en este caso, tú.
Parpadeo varias veces, abro y cierro la boca sin poder emitir ninguna palabra, estoy tan sorprendida por lo que ha dicho.
¿Acaso acordó con su "casi hermano", que me casaría con su hijo mayor?
¡Es una locura!
Me separo de él mientras niego repetidas veces mirándolo con el semblante serio, todo mi cuerpo está tenso y mis manos formadas en puños.
—¿Eres idiota?
—No me hables así señorita—alzo una ceja por su comportamiento indignado.
¡La qué debe estar indignada soy yo!, literalmente me arregló un matrimonio del cual nunca me enteré.
Bajo la cabeza. —¿Por qué lo hiciste?—pregunto, es obvio que debe haber una razón, nuestra mafia ya es poderosa, no necesitamos una unión.
El parece pensar lo que va a decir, sabe la razón pero quiere decírmelo de una forma en la que no lo quiera matar más de lo que ya quiero.
¿Mi madre está enterada de esto?
Vuelve a ponerse junto a Meridia.
—Fue hace seis años, la mafia no era tan conocida en ese entonces, los dos juramos crecer en la mafia y que cuando eso sucediera y llegara la edad correspondida de su hijo, me llamaría para planear una cena y que tú, junto a el chico se conozcan, pero de todos modos deben hacerlo, debes casarte con él...
—No puedo creer que me hagas esto. —Niego lentamente mirándolo con decepción.
—Enserio lo siento, desde ese momento él y yo perdimos contacto y olvidé por completo esa promesa hasta que ayer me contactó y me dijo que su hijo cumple años mañana, sin darme tiempo dijo que estaba de camino hacia acá con su familia para poder empezar los preparativos—sin poder evitarlo tomo de mi escritorio una pluma y antes de poder acercarme más a mi padre y clavarle el objeto en la mano la puerta es abierta dejando ver a mi madre con el semblante serio.
Está enojada.
—Nicholas Dankworth, ¿me puedes explicar qué hace Cullimore con todos esos niños y señora afuera de nuestra casa exigiendo qué lo dejen pasar?—se cruza de brazos lanzandole millones de dagas con los ojos.
Mi padre se levanta de golpe y va hacia ella para calmar a la bestia.
¿Cullimore?, ¿así se apellida su amigo?, la mafia Cullimore, he escuchado de ella y me impresiona el poder qué tiene, es menos que la nuestra, pero aun así me tienen impresionada, no he logrado saber quiénes son la familia que la conforma ya qué mantienen sus identidades muy bien ocultas pero al saber que uno de los integrantes será mi nuevo esposo me pone de mal humor para conocerlos.
—Amor yo...
—Hizo una promesa con ese señor hace años y ahora tendré que casarme con su hijo mayor, ¿Es maravilloso verdad?—escupo con notable sarcasmo y furia.
Mi madre deja su postura, sus brazos quedan a cada lado de su cuerpo, su rostro se ve confuso sin dejar ese toque de enojo, me ve primero a mí y después a mi padre.
Camina hasta él y le da una bofetada tan fuerte qué resuena por toda la habitación, la cabeza de mi padre queda mirando hacia un lado y se desestabiliza logrando qué sé haga hacia atrás.
Mi padre ve sorprendido a mi madre y la verdad yo también lo hago, nunca la había visto de esa forma.
—¿Cómo pudiste haber hecho eso Nicholas?—pregunta dolida y pone sus manos sobre su rostro y yo bajo la mirada tratando de tranquilizarme.
Lo menos que necesitamos es estar en contra o enojados unos con los otros.
—Vas a hablar con él y si en verdad son amigos, él aceptará unir las mafias sin tener que obligarme a contraer matrimonio con un completo desconocido, si no lo acepta—tomo a Meridia entre mis brazos y camino hasta la puerta para después verlo de reojo—, lo lamento padre, pero la guerra será la única opción—digo finalmente para salir de mi habitación e ir hacia la de Cassian.
Meridia empieza a tocar mi ropa y yo sonrío por eso, le lanzo un beso y veo como sus labios se forman en una sonrisa tan hermosa qué me obliga a controlarme para no hacerle mimos justo ahí.
Toco la puerta de la habitación de Cassian con mis nudillos y escucho un pase detrás de esta.
Abro la puerta como puedo y lo veo recostado en su sofá mientras lee.
—Hola linda, ¿cómo estás?—pregunta mientras se levanta y se queda sentado.
—Pues...
—No te preguntaba a ti—dice mientras se levanta y viene directo a quitarme a mi bebé—, le decía a esta preciosura. —Junta su nariz a la de ella y sonrío ante esa imagen pero al recordar el porqué vine hace que mi semblante se vuelva serio otra vez.
—Debo decirte algo, de hecho a los demás también—me ve atento en cuanto me escucha, supongo que ya se ha dado cuenta que el tema que voy a tomar es algo serio.
—¿Qué sucede?—pregunta sin dejar de jugar con Meridia quien parece encantada con su tío.
—Llama a todos por favor—, pido en cuanto me acerco a él y tomo nuevamente a Meridia.
Cassian hace lo que pido sin rechistar, sale de la habitación en busca de todos los demás, no pasaron ni tres minutos cuando de la puerta entran Sander, Celeste, Henri, Eris y Aleksander junto a Cassian quien tiene el ceño fruncido.
—¿Qué sucede M?—inquiere Sander al sentarse junto a mí, M es el apodo más acorde a mi extraño nombre.
—Te ves pálida.— El comentario de Celeste hace que la vea mal y ella solo levanta ambos manos en señal de inocencia.
Ellos se ponen atentos, tomo una respiración profunda para después empezar a hablar.
—Nuestro padre hizo algo estúpido hace unos años y al parecer debo casarme con el hijo mayor de un amigo suyo, fue una promesa que se hicieron ambos para unir fuerzas de las mafias—resumo la situación y todos se quedan pasmados.
Aleksander es el primero en hablar. —¿Qué has dicho?—cuestiona sin apartar su mirada de mí.
Muerdo mi labio inferior y en eso se escucha ruido en la planta de abajo, voces, ya han entrado.
—Ya están aquí, es la familia de la mafia Cullimore, papá tendrá que cancelar ese matrimonio porque ni drogada me casaré—espeto con seguridad, ellos asienten lentamente con la obvia tensión qué ahora poseen en sus cuerpos.
—Te esperamos abajo. —Anuncia Sander y todos salen de la habitación dejándome sola con Meridia.
Me acerco a ella y la cargo, sus ojos conectan con los míos y ladeo la cabeza sin dejar de verla.
Sus ojos son de un maravilloso color miel con un toque gris en ellos, su cabello ya está saliendo y se ve algo claro, tiene unas pestañas gruesas y largas, unos labios regordetes y se le notan pecas en las mejillas, como también en la nariz.
—Serás una mujer bellísima—exclamo con felicidad, aunque no tenga los gentes de mi familia ella será perfecta.
Salgo de la habitación y empiezo mi camino hacia la planta de abajo, las vi es se escuchaban aun más en cuanto daba cada pisada en las escaleras, mantengo la vista al frente y en la mitad de estas mi vista cae en la dichosa familia Cullimore.
Un hombre que debe ser de la misma edad qué mí padre se encontraba mirando fijamente a Meridia, es algo pálido, cabello negro azabache peinado perfectamente hacia atrás, tiene barba del mismo color, ojos azules celeste, una mandíbula perfectamente marcada y viste de traje.
Junto a él se encontraba una mujer de cabello rubio ondulado, buenas curvas, ojos azules del mismo tono que el hombre, cara algo redonda, estos dos tienen sus brazos sostenidos uno del otro.
Atrás de ellos me sorprende un poco ver a siete chicos, cuatro de ellos son mujeres y los restantes son hombres, ¿ellos serán sus hijos?, no creo, porque no tienen ningún parecido con la señora rubia, la única que parece si tenerlo es una chica que se nota que es la menor de todos.
Todos están atentos a mí, viendo como al fin termino de bajar las escaleras y me pongo junto a Sander, quien en cuanto nota que Meridia lo ve con una sonrisa, él quiere copiar su acción. Se resiste, pero al final, sus labios se curvan un poco hacia arriba formando la sonrisa.
—Como te decía Rowan, él es mi hijo mayor, Cassian, trabaja conmigo en asuntos fuera de la mafia—pone una mano sobre el mencionado, quien no puede evitar tensarse y poner cara de fastidio y enojo. —Él es Aleksander, un año menor que Cassian y trabaja en asuntos exteriores—mi hermano no puede evitar mirar a la familia Cullimore como si fueran la misma plaga, cosa que me da gracia y aprieto mis labios conteniendo una sonrisa, él me ve de reojo y sonríe sin poder evitarlo provocando qué yo haga lo mismo, nadie pasa por alto esas acciones y mi padre interviene empezando a presentar a los demás. —Ellos son Henri Brown, Sander Williams y Celeste Clark, los tres forman parte de la familia desde que sus padres, amigos muy queridos nuestros, murieron en una misión hace unos años—mis amigos apartan la mirada hacia algún punto de la casa, ellos aun sufren la pérdida de sus padres. —Ella es Eris, la menor de mis hijos, trabaja junto a su madre en los entrenamientos de reclutas y por último, mi hija mayor, en caso de mujeres, Morrigan, ella es jefa de la mafia Dankworth desde hace tres años—lo último parece sorprender a la familia Cullimore ya qué sé nota en la mirada de todos.
Sí, tomé el mando de la mafia de la familia a los 19 años y aunque fue muy frustrante, logré llevar a la mafia a donde esta ahora, en la cima.
—Pues me presento ante los qué no me conocen, mi nombre es Rowan Cullimore, ella es mi esposa Avery Cullimore—la mujer sonríe al ser mencionada por su esposo, su voz es muy gruesa, demasiado. —Él es mi hijo mayor, Lucien—señala al chico que tiene el mayor parentezco al señor, cabello negro azabache, algo de barba, labios delgados, sus ojos son verdes grisáceos, casi como los míos.
El tal Lucien se encontraba mirándome fijamente, su vista cae por un momento en Meridia, frunce ligeramente el ceño unos segundos hasta que vuelve a tener su semblante serio puesto en mí.
Lo ignoro y concentro mi atención en su padre.
—Él es Dorian—señala esta vez a un chico algo moreno, ojos verdes grandes, labios gruesos, cabello corto en rulos, el solo nos da un asentimiento corto. —Ella es Aurora—esta vez es una chica de cabello castaño claro algo ondulado, ojos de color avelllana, labios delgados y algo pálida, ella hace la misma acción que su anterior hermano. —Él es Harry—señala al chico de cabello castaño oscuro, ojos color avellana, igual que Aurora, labio superior delgado e inferior grueso, el también es pálido, este sonríe ligeramente. —Ella es Shannon—esta tiene el cabello castaño claro, ojos grises, algunas pecas en el rostro, cosa que me recuerda a mi pequeña y dirijo mi mirada a mi bebé para notar qué está chupando sus dedos viendo a los invitados no deseados. —Ella es Maia— esta vez es una chica de cabello castaño claro, casi rubio, sus ojos son color mieles verdosos, labios gruesos y ella esta algo bronceada. —Y ella es Allison—esta vez es a una chica rubia, ojos azules celestes, labios delgados, ella es la más pálida de todos.
Ahora que los veo bien y que estudio cada rasgo de sus hijos me doy cuenta que son muy diferentes unos del otro y que no tienen ningún parecido con la esposa del señor Cullimore.
—Entiendo qué es algo confuso, pero como saben Selene y Nicholas, todos son hermanastros, Allison es hija mía y de Rowan mientras los demás son hijos de otras mujeres—explica Avery, la esposa del señor Cullimore.
Así que el señor es nada más y nada menos que un idiota nato, estoy segura que él mismo eligió a las mujeres y las embarazó para crear bastantes herederos, admito que todos tienen buenos genes y son muy apuestos, tanto los chicos, como las chicas.
La señora Cullimore se ve tan tranquila con ese hecho, pero tal vez, y es notable qué a ella no la ha engañado y que no habrán más herederos a la vista.
—Pero Avery es como nuestra madre, lo ha sido por muchos años—expresa la qué creo que es Maia y todos los hijos del señor Cullimore asienten de acuerdo con esta.
Todo se sumerge en un silencio incómodo después de eso, permanecemos en el mismo lugar hasta que Meridia hace un puchero con los labios y su rostro se torna algo rosada. Va a llorar.
En menos de un segundo hace lo que predije, llora y recuerdo que no le di la leche qué le tocaba hace una hora.
—Tranquila mi niña—digo en un susurro y llega Layla, nuestra ama de llaves, es de la familia también.
—Dame a la pequeña cariño, yo le daré la leche—asiento con una sonrisa de agradecimiento por su ayuda.
Layla se lleva a Meridia hasta la cocina y yo suspiro para volver a ver a la familia Cullimore, quienes ya se encontraban viéndome.
Iba a hablar pero el señor Cullimore se me adelanta.
—¿La niña es su hija?, ¿decidieron tener otro bebé?—pregunta hacia mis padres provocando una confusión en mi familia y claramente, en mí.
—No es hija nuestra, es hija de Morrigan—responde mi padre mirándome con una sonrisa y le contesto de la misma forma, después de todo es mi padre y sé que arreglará esto.
El señor Cullimore frunce el ceño con exageración y me ve de arriba a abajo buscando algo hasta que se que a mirando mi mano derecha, específicamente mi dedo anular.
—No está casada, ¿te quedaste embarazada de tu novio y te abandonó o sigue presente?—tenso la mandíbula por esa pregunta pero de algún modo se lo perdono ya qué yo me preguntaría lo mismo.
Me aclaro la garganta antes de responder.
—Meridia no es mi hija de sangre, la salvé de morir abandonada en un callejón, le di el apellido de mi familia y me hice su madre—no tengo porqué explicar mis razones del porqué tomé esa decisión ya qué con lo que dije es más que suficiente.
—Eso es muy lindo de tu parte—comenta Allison con una sonrisa dulce.
Asiento lentamente y suspiro.
—¿Algún problema con que tenga una hija señor Cullimore?—le pregunto con clara obviedad de que me estoy enfrentando a él.
Me ve por unos segundos para después negar con una pequeña sonrisa que da escalofríos.
—Es perfecto qué ya tengas una hija, pero estaría bien que tu y Lucien tengan uno de ambos, eso sería maravilloso—escucho un jadeo por parte de mi hermana, lo hizo de la sorpresa por tal comentario.
Mi madre arde en fuego, parece que quiere matar al señor Cullimore, no la culpo, yo también quiero.
—Rowan de eso vamos a hablar, mi hija no se va a casar con tu hijo—el mencionado parece confundido por las palabras de mi padre.
Por mi parte y la de mi familia, estamos orgullosos y aliviados.
—¿De qué hablas?, hicimos una promesa Nicholas.
—Las promesas se pueden romper, yo rompo esa estúpida promesa porque hablamos de una de mis hijas, no voy a obligar a Morrigan para que se case con alguien que no conoce y que no tiene la mínima intención de hacerlo.
Dankworth 1 - Cullimore 0
—Nicholas más te vale pensar bien...
—Él no va pensar nada más, ya dijo lo que tenía que decir, esa promesa está en el olvido, yo no me voy a casar con su hijo, pero podemos ver otras formas de unir a nuestras mafias qué no incluya un matrimonio.
—El matrimonio es la mejor razón de las uniones—me contradice y no puedo evitar soltar un bufido y poner los ojos en blanco.
—He dicho que no, no me casaré, punto final, si de verdad quiere esta unión, usted y su familia pueden acompañarnos a comer para acordar los puntos importantes, pero si se niegan—tomo un paso enfrente mirándolo directamente a los ojos—, pueden largarse por donde vinieron y olvidar cualquier lazo qué tenga con mis padres, si hace algo en contra de nosotros los mataremos—paseo mi mirada con lentitud a su familia—, uno, por uno.
El sonríe y se hace a un lado dejándome ver a su hijo, Lucien, con el que claramente no me voy a casar.
—Lucien es el jefe ahora, debes convencerlo a él, no a mí linda—dice el señor Cullimore y blanqueo los ojos.
—¿Entonces?—cuestiono hacia Lucien, más le vale aceptar.
Da un paso hacia mí, algo largo para mi gusto, ya qué ahora se encuentra invadiendo mi espacio personal.
Alzo una ceja y el sonríe de lado.
—Quisiera escuchar lo que tienes que decir, pero si no me convence—acerca su rostro al mio y su colonia entra a mis fosas nasales—, seguiremos con el plan del matrimonio sin quejas, ¿aceptas?—me ofrece la palma de su mano y yo veo hacia abajo para ver nuevamente sus ojos.
Estrecho mi mano con la de él.
—Bien, síganme todos, vamos a comer.
Este es el segundo capítulo y espero que les esté gustando la historia.
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