Canción en multimedia—Solo Dance de Martín Jensen
MORRIGAN DANKWORTH
Meridia ya había salido del hospital y estaba demasiado feliz por ello, regresamos todos a la casa de mis padres y traté de evitar a toda costa a este Lucien, aun cuando él parecía insistir en que tuvieramos un acercamiento más.
No puede volver a pasar, puede malinterpretar las cosas, cosas que no son reales.
—Así que...
—¿Así que, qué?—inquiero hacia Aleksander, quien entra a mi habitación sin tocar y para colmo, se avienta a la cama desordenando todo.
—¿Tú y Lucien?—niego de inmediato.— Oh, vamos M, se nota la química entre ustedes dos, es inevitable qué vaya a pasar algo entre ambos—me da una sonrisa ladeada con un toque de burla.
Cierro mi laptop para verlo con una ceja alzada.
—No va a pasar nada Aleksander, él solo será un amigo, no planeo casarme, ni hoy, ni mañana...
—¿Ni nunca?
Pienso antes de contestar. —Algún día, pero estoy segura que no será en un futuro cercano—digo, él me ve en silencio por unos segundos para después suspirar mientras asiente con lentitud.
Camino hasta él y me recuesto a su lado poniendo mi cabeza en su pecho sobre su brazo, con el cual empieza a jugar con mi cabello y siento su respiración calmada y caliente chocando con mi cabeza.
Es lindo estar así con él, normalmente nos la pasamos molestando el uno al otro.
—Aun no puedo creer que le hayas dado es bofetada, estoy seguro que sus padres estaban a punto de declararle la guerra a nuestra familia por eso—su comentario me hace reír.— Es la verdad, son muy extraños, siento que ocultan más de lo que saben, no hablan de nada a menos de que se les pregunte, siempre tienen esos supuestos asuntos de familia raros.
Asiento de acuerdo a lo que dice.
—Se que papá le tiene confianza a Cullimore, pero yo no, dije que haremos una amistad y si no funciona, tendré que casarme...
—No dejaremos que eso pase, lo que menos quiero es que seas infeliz con un hombre al qué no amas y que solo conoces hace... ¿Dos días?—hago una pequeña mueca, sí, sólo son dos días.
Se escucha como tocan la puerta y ambos nos levantamos con el ceño fruncido, no es ninguno de nuestros hermanos o amigos, menos mis padres, ellos hubieran abierto la puerta sin importar como me encontrara.
Le doy una mirada a Aleksander y señalo con mi cabeza la puerta, él entiende y se sienta en la orilla de esta.
—¿Quién?
—¿Aleksander?—era Lucien.
—Sí, ¿qué sé te ofrece?—pregunta mi hermano sin dejar de verme.
—¿Se encuentra ahí Morrigan?—pregunta y yo niego hacia mí hermano, no quiero hablar con él, no hoy, tal vez mañana.
—Está tomando una ducha y después dormirá—contesta Alek y sonrío por lo que dice, me guiña un ojo y veo hacia la puerta.
—Oh, de acuerdo, ¿le puedes decir cuando termine su ducha, que quiero hablar con ella por favor?
—No creo que sea lo mejor Lucien, mañana hablas con ella—dice mi hermano llevándonos de nuevo a sentir en nuestras espaldas la suavidad de mi cama.
Vuelvo a poner mi cabeza en su pecho tratando de consiliar el sueño, Cassian, Eris, Sander, Celeste y Henri cuidan de mi hija así que eso me tranquiliza y más cuando necesito descansar, necesito cerrar mis ojos.
—De acuerdo, gracias Alek.— Después d esto se escucha como camina lejos de la puerta y ambos suspiramos.
—No es malo—dice Aleksander.— Entiendo tu miedo, de verdad lo hago, después de lo que te hizo ese idiota de Wells, no has sido la misma—aprieto los labios y formó con ellos una línea fina.
—Ni lo menciones, ese idiota no merece una mención por nuestra parte.
—Te lastimó y ahora eres así, fría y cortante, hasta con nosotros en algunos casos—sigue acariciando mi cabello y yo me pongo a pensar en los momentos que me comporto de una no muy linda manera con ellos.
—Lamento eso, no estuve, ni estoy en mis mejores momentos, todo está pasando tan rápido, Meridia y su integración a la familia, la unión con los Cullimore, los problemas en la mafia—suelto un bufido de frustración y siento su pecho vibrar a causa de como se ríe de mí y mis desgracias.
Ambos quedamos en silencio por un momento hasta que mis ojos se sienten cada vez más pesados y sin darme cuenta, caigo en manos de morfeo.
***
—Morrigan... Morrigan...
—¡Morrigan despierta!
—¿Qué le sucede?
—¿Ha estado comiendo correctamente?
—¡Maldita sea, Morrigan!
—Hermosa...
***
Mis ojos se sienten pesados, mi frente sudada, mis mejillas calientes, las toco y de inmediato las quito por lo heladas qué sé encuentran mis manos, mi cuerpo tiembla a cada dos segundos, siento un frio recorrer mi cuerpo pero a la vez siento un calor arrasador.
No puedo y ni quiero abrir mis ojos, me siento agotada, con mi mano empiezo a tantear mi cama para buscar mi celular, pero de pronto mi mano cae y frunzo el ceño, es ahí cuando poco a poco abro los ojos.
La luz blanca me ciega pero ya no cierro los ojos y noto que esta en definitiva, no es mi habitación, estoy en un cuarto de hospital.
Veo por todo el cuarto y noto que Celeste está sentada en el sofá dormida, su cabeza inclinada hacia un lado y su boca medio abierta.
—Celeste...—hablo en un tono bajo qué me sorprende que haya escuchado ya qué sé levanta de golpe y sonríe al verme.
—Al fin despiertas.— Camina hacia mí para darme un beso en la frente con dulzura.
—¿Qué hago en el hospital?—pregunto sin dejar mi ceño fruncido y ahora es ella quien cambia esa sonrisa por una expresión de enojo.—¿Qué pasa?
Siento un golpe en la frente qué me hace verla sorprendida por atel acto.
—¿Y eso porqué fue?
—Eres una maldita inconsciente que no pensó claramente las consecuencias de no comer como se debe cuando tienes tantas cosas—mi gesto se relaja por sus palabras, ¿de qué habla?
Ella parece entender mi expresión ya qué se relaja y me ve con el ceño fruncido.
—Alto, ¿no te diste cuenta en estos días que no estabas comiendo bien?—niego y ella abre los ojos con sorpresa. —No lo hiciste a propósito, no hiciste lo mismo que hace años...
—Claro que no Cele, no volvería a hacer lo mismo, sólo que con tantas cosas puede que se me haya pasado las comidas y liego lo de Meridia...
—Lo entiendo cariño, tranquila, tus padres piensan que lo hiciste a propósito, al igual que tus hermanos y... De hecho, todos pensamos que lo hiciste a propósito—ve hacia un punto fijo en el suelo y yo hago una mueca.
—¿Auch?
—Al fin despiertas, tu y nosotros tenemos un asunto muy serio del cual hablar señorita—pongo los ojos en blanco al escuchar a mi papá hablar, genial.— Creíamos qué ya habías superado todo, no debiste dejar de comer hija, ahora tienes a una bebé qué cuidar.
—Señor...
—Déjame continuar Celeste, no es posible que fueran dos días, ¡dos días Morrigan!
—Señor...
—Celeste, en serio, déjame hablar.
—Pero señor...
—Celeste, basta, Morrigan, si estabas tan estresada o lo que sea, pudiste decirnos, somos tu familia cariño, no es justo que nos ocultes este tipo de cosas.
—¡Señor!
—¡¿Ahora qué, Celeste?!
Mi amiga toma una respiración antes de hablar y yo solo quiero reírme por la situación.
—Morrigan no lo hizo a propósito, sólo lo olvidó, deben entenderla, todo el estrés de muchos asuntos le llegaron tal como un rayo, lo de Meridia, lo del matrimonio que usted impuso sobre su opinión, la unión qué pudo lograr hacer con una amistad, los problemas en el cuartel, lo del hospital...
—Entendemos completamente, también debes entendernos Morrigan, hace tiempo pasó esto, muchas veces, tenemos derecho a pensar aquello—mi madre habla, asiento comprendiendo sus palabras, tiene razón.
—Lo sé, lo lamento, empezaré a darme tiempo y tratar de no enfocarme solo en el trabajo—asienten conformes y después siento como los tres me abrazan y río levemente.
La puerta es abierta y se quitan oara dejarme ver a Cassian, Aleksander y Eris, los tres me veían con una ceja alzada y después de eso entran los otros sobre sobreprotectores, Henri y Sander.
Les explico todo y ya no me dicen nada, sólo que me cuide y que tenga más consideración por mi desde ahora, empezamos a hablar hasta ue me di cuenta de una cosa.
—¿Y Meridia?—pregunto alarmada, me siento sobre la camilla y mi padre me obliga a acostarme otra vez.
—Se encuentra en casa bajo el cuidado de Rowan y Avery—abro los ojos con incredulidad.
¿Qué hicieron qué?
—¿Si recuerdan qué pasó cuando dejaron a mi hija al cuidado de uno de ellos?, ahora imaginen lo que puede pasar cuando está con toda la familia—expreso con la mayor tranquilidad posible ante esta situación.
—Recuerda que no fue culpa de Lucien.
—Ese no es el punto—veo mal a Henri por su comentario.
—Morrigan, ella está y estará bien, debes aprender a confiar aunque sea un poco. ¿De acuerdo?—asiento sin ver a Eris, a veces ella sabe qué decir.
—Bien, confío en ustedes.
Después de un largo rato de hablar con ellos y de que me dieran el alta u as horas después, ahora no encontrábamos yendo hacia la casa, la cual, cuando llegamos, aun seguía intacta gracias a dios.
Todos íbamos a entrar hasta que veo una caja en la entrada enviada para mí.
—Entren, en un momento los alcanzo—ellos sin rechistar, hacen lo que pido.
Tomo la caja y veo en la etiqueta qué es mío este paquete, sólo eso, no hay quien la envió, algo extraño ya qué no soy de recibir estas cosas y menos pedir qué me envíen.
Abro la caja con sumo cuidado sin dejar de fruncir mi ceño, el ver su contenido me hace hacerlo aun más.
Saco la rosa negra y la veo por un momento para después ponerla sobre mi regazo, saco la carta que hay ahí y la abro.
Querida Morrigan:
Cuidado en quien confías, empezando por tu supuesta mejor amiga, Celeste Clark te ha engañado todo este tiempo, ¿Recuerdas el ataque de la mafia Rusa de la familia Ruvich?, sí, ella los vendió.
Si no me crees, las pruebas están en la caja. No ha vuelto a hacer nada de esto, la culpa la mata lentamente, una pena, una pena qué ella sola se dio, cuida muy bien esto, se te envía solo a ti por una razón.
Atentamente: C.
¿Pero qué mierda?
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