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Un rubio miraba con tristeza por la ventana del auto como era llevado en dirección al aeropuerto.
-¿Entonces el vuelo no se cancela por la nieve?
Preguntó Agreste con desdicha en los ojos por decima tercera vez en la hora
-No.
Adrien al escuchar las negaciones comenzó a utilizar nuevas estrategias.
-¿Y si la tripulacion hace una huelga? Ya sabes, puede que los aguinaldos hayan sido pagados con billetes falsos.
Habló su nueva pregunta entrante con inocencia a lo que el hombre negó suprimiendo su risa.
-No.
Adrien necesitaba con urgencia nuevas ideas que le permitieran seguir en París.
-Que tal si un akuma aparece y tira el avión.
Dijo desesperado al ver como ya estaban llegando al aeropuerto.
-No, no he hecho ningu... Digo, ten por seguro que eso no sucederá.
Tras casi hablar de más, el Agreste Mayor no decidió, si no decretó para si mismo pensar con claridad cualquier palabra que su boca emitiesa en lo que le quedara de vida.
-¡¿Y si el avion se cae?! Pum, adiós Agrestes.
Gritó el rubio al ver como el auto se estacionaba y las maletas comenzaban a ser bajadas, sacando al padre de sus pensamientos.
-Nuestros asientos tienen paracaídas. Primero se cae el cielo antes que nosotros.
Habló bajando del auto en dirección a la exclusiva sala de espera del exclusivo avión que abordaría en unos minutos.
Adrien simplemente vió con tristeza el frio cielo despejado, pensando en la azabache ojiazul que estaba por dejar en París.
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Marinette entregaba los pedidos navideños con una sonrisa animada, contraria a lo que sentía por dentro en aquellos momentos.
¿Acaso era normal estar tan triste por algo que en realidad no era tan importante?
Tenía salud y no era extraño que las parejas jovenes se separaran en las festividades familiares con sus respectivas familias.
Entonces ¿Por qué no podía intentar disfrutar aquella festividad sin Adrien?
¿Acaso era porque su felicidad era junto al rubio?
Un llamado la sacó de sus pensamientos, siendo este de su madre.
-Marinette ¿Puedes entregar estos pedidos?
Pidió Sabine mientras le entregaba una montaña de direcciones junto a una montaña de cajas.
Ella asintió y tomó su bicicleta mientras su mamá en su interior rezaba porque no tropesase.
Conocía bien a su hija y sabía que podría tropezar con cualquier objeto o cosa que no necesariamente produciera sombra.
Marinette en cambio salió con sus pensamientos más enredados que los nudos de su cabello por las mañanas, comenzando a entregar sus pedidos a personas que no eran capaces de congelar sus delicadas patitas e ir a recorgerlos directamente a la panadería para así dejarla hundirse en su triste soledad.
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Ver hacerse Paris pequeño debajo de el lo hacia sentirse la persona más infeliz del mundo.
La turbulencia del despegue hacia sentir a Adrien un nudo en el estomago. Uno de inconformidad.
A menos que saltara del avión, el único retorno era llegar a Londres y regresarse, razón no viable.
Su mejilla estaba recargada sobre el frio cristal de la ventana, viendo las pocas nubes que cubría la ciudad, lugar donde había pasado experiencias mágicas y hasta milagrosas.
Gabriel por primera vez en la vida miró como su hijo lucía genuinamente triste, sintintiendo incluso algo de compasión y pena por el.
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Marinette transitaba por la avenida a poco de terminar los pedidos navideños.
Casi pierde el control de su bicicleta al creer haber visto a su amado, pero después negó y siguió con su camino al usar la triste lógica y entender que el ya estaba camino a Londres pronto a tomar té británico a miles de kilometros de ella.
Se detuvo un minuto a mirar al cielo con su nariz congelada, imaginando que el lo estaba volando, decidiendo dirigirse a hacer su último pedido, que estaba en un punto alejado de la ciudad para así olvidarlo, un poco más animada.
Tan solo era una navidad, no había por qué llorar tanto.
A lo lejos se encontró a Kim y a Max que hacian ejercicio sobre la fria nieve uno de ellos en contra de su voluntad.
-Hola Marinette, ¿Por qué no estas con Adrien? Creí que pasarían juntos la navidad.
Habló el deportista y los azules ojos de Marinette se cristalizaron, tomando su bicicleta y huyendo de ahí llorando.
Max negó con la cabeza mientras veía irse a Marinette destrozada.
-El frio te mató tus últimas neuronas útiles.
Dijo antes de seguir caminando con desgana sobre la nieve.
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Unos pasos corrían veloces sobre la resbalosa acera, no importandole un poco si caía o se rompía alguna extremidad.
Una sonrisa victoriosa se dejó ver en su rostro mientras su aliento caliente era exhalado con cansancio y bastante agitado tras haber corrido una larga distancia, divisó su objetivo.
Con velocidad entró a la panadería moviendo sus rubios cabellos intentando no haberse despeinado.
En efecto, Adrien Agreste estaba en Paris.
Continuara...
:)
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