Capitulo 9: Secretos
El tiempo en el campo no se alargó mucho más, pronto ya me encontraba en casa. Jeremy me había acercado hasta casa.
Estaba confusa y él lo pudo notar.
—¿Qué te sucede?— Me había preguntado.
—Si te soy sincera, no sé...
Unos pequeños segundos de silencio nos consumieron ¿Lo qué estaba haciendo? ¿Estar con él...? ¿Estaba mal?
—¿Eres consciente de que puedes contar conmigo, cierto? Quizás no es de mí incumbencia pero aquí estoy para ti.
—Gracias— Le sonreí forzadamente, mi rostro no lograba formar una completa sonrisa sin rastro de confusión y remolinos de sentimientos.
Cada partícula y pequeño órgano de mí cuerpo era completamente consciente de mí indisposición.
Cuándo llegué tomé una ducha fría intentado dispersar todos los malos pensamientos que no me paraban de atosigar. Nunca había sido buena en el amor, toda pequeña acción negativa me provocaba severos ataques de ansiedad, los cuáles mi propia piel amortiguaban.
La inseguridad ha sido una de mis principales causas al caer en este mundo de la autolesión, comenzando siendo un pequeño desvió hasta convertirse en la causante de que pueda sonreír o almenos poderlo intentar.
¿Qué tendría yo a mi alcance para quitarme este agobiante dolor?
Una fosforera, un pequeño cuchillo, mis propias uñas.
Quizás tengo dismorfia corporal o algún problema que pueda llegar a llamarse psicológico pero... ¿Qué más da? Nada me puede ayudar.
Las lágrimas para mí nunca fueron suficiente. Drenan los sentimientos y los sacan fuera, pero en el corazón, siempre queda la astilla ubicada en la zona más profunda y adentrada que nadie es capaz de sacar.
¿Por qué les interesaría conocer mis pesares? ¿Acaso en algo eso me ha de ayudar?
Nadie me entiende y nunca entenderá mi dolor, y mucho menos, lo sanará.
(...)
La alarma sonó una vez más interrumpiendo mi cálido y agradable sueño. El cuál apesar de ser tan reparador no evitó que me levantase accidentalmente con el pie izquierdo.
—¡Alarma de mierda!
Situaba mi teléfono móvil un poco alejado de mi cama para qué si la alarma sonase tuviese como obligación levantarme y apagarla. Mi tono comenzó siendo mi canción favorita Thousand Years de Cristhina Perri pero terminó siendo una de las más odiadas.
Puede que la amase con todo mi corazón pero no lo suficiente.
Aún somnolienta tomé mi toalla y la coloque en mí hombro. No tarde mucho en comenzarme a duchar. Minutos después finalmente terminé. Hoy utilizaría un conjunto diferente. Me coloqué unas botas con un pequeño relieve de tacón, un pantalón de mezclilla de pierna recta y una corta sudadera.
Cuándo terminé agarré mi mochila, cartera y móvil. Tomé mis llaves y me marché.
Cuándo llegué a la universidad no esperé notar una tan grande diferencia en el ambiente. Al estar al lado de mi casillero no me esperaba nadie obstruyendo mi paso. El almuerzo fue algo incómodo en ciertos momentos y las materias que nos emocionaba compartir se convirtieron en una simple materia más.
Todo era raro para mí pero de igual forma sabía que era lo mejor y no pensaba dejar de sentirme así. Libre, siempre es díficil salir de una relación tóxica pero una vez que sales no debes de volver a entrar.
El autobús se demoró más de lo normal pero finalmente llegó.
—Sech— Le saludé pronunciando su nombre mientras recorría el camino hacia el vestíbulo.
—Hola, Khloe— Noté su sorpresa por lo que felizmente le sonreí antes de perderlo de vista.
Al entrar mi mirada aún estaba dirigida a la zona de la cocina por lo que sin darme cuenta había terminado chocando con algo que parecía ser una pared.
Cuándo recuperé mi visión pude notar una alta extensión frente a mí. La cuál resultó ser Axel.
—¡Mira por dónde vas!— Exclamé fuera de mí.
—¿Perdón? Has sido tú quien a chocado conmigo.— Comentó irónico.
—¡Y a mí qué más me da! ¡Has sido tú el que se ha metido en medio!
—¡Claro que no!
Aún en el suelo mantenía una competencia de miradas con él quien parecía sentirse aventajado por mí posición.
Me dispuse a levantarme, sin saber que mis planes serían vilmente frustrados.
El piso parecía estar mojado y mis botines al ser de una suela tan lisa no hicieron más que ayudarme a caer.
En mí mente ya había comenzado a rememorar mi historia sintiendo este mi último día. Axel rápidamente reaccionó. Su mano tomó mi brazo y haciendo presión sostuvo mi cuerpo. Cuándo lo atrajo para levantarme su pecho descubierto chocó con el mío.
¿Desde cuándo estába así?
Mi vista recorrió su pecho, cuello y rostro intentando encontrar la razón de mi repentina revolución de hormonas. Me volví a sus ojos. Él también me observaba de una forma simplemente, para nada disimulada.
Mis labios, el miraba mis labios.
Y bueno, si él lo hacía, ¿Por qué yo no lo podría hacer?
Mi vista se desvió lentamente, apreciando.
Sus labios eran envidiables, uno de los favoritos poseedores del arco de cupido, aunque de igual forma estoy segura que esa no es la verdadera razón por la que no me permito dejar de mirarlos
Era él, él y su suma perfección, poseía esos labios tan carnosos y deseables. Los cuales se abrían para mí de una manera sensual como un simple reflejo. Sentía como mi boca seguía sus pasos pero babeando en el intento.
Finalmente llegando a chocar su vista conmigo ambos nos miramos en silencio. Una vez más, marrones contra azules.
Pasarón unos intensos segundos en los que no sabía en qué pensar. Solo notaba nuestras respiraciones acariciando nuestros rostros. Cada vez sintiéndose más cercanas y crecientes.
Sin previo aviso me soltó casi provocando que volviese a caer.
Estaba conmocionada. ¡¿Qué acababa de pasar?!
—¡¿Pero que te pasa?!—Chillé al pisar el suelo y confirmar que no caería.
—¿Qué sucede? ¿Querías seguir? ¿Quedaste con ganas?
—¡Idiota!
—Acosadora.— Se burló mientras dando pasos hacia atrás me observaba
—¡No me digas así!
Él comenzó a reír y con la misma caminó hasta detrás de mí y tomó su camisa. Aparté la mirada.
¿Qué le pasaba a este chico? ¿A qué se debía este cambio tan radical?
Al terminar de cambiarme salí aún algo inquieta esperando la orden.
—Dos cafés capuchino y desnatado, mesa cuatro — asentí y seguí su orden.
El local estaba vacío a excepción de la mesa cuatro ocupada por alguien que me pareció sumamente familiar.
—¿Caleb?— Pregunté sorprendida de su presencia.
Él al escuchar mi voz se levantó impulsado por el susto.
—Madre mía, que susto que me has dado.— Murmuró con una mano en el corazón.
Dejé los cafés en la mesa.
—¿Qué haces aquí?— Cuestioné.
—Estaba buscando una ocasión para vernos y que mejor que aquí.— Aseguró mientras extendía sus manos refiriéndose al local.— Por cierto, ese café es para ti.
Le sonreí, necesitaba a alguien como él para mejorar mi día.
—¿Y cómo has estado?— Pregunté curiosa mientras luego de dudarlo di el primer sorbo a mí café.
—Todo bien ya sabes, algo ocupado por los parciales, ciertamente tengo muchas ganas de ir a la universidad.
—Lograras entrar estoy segura. Para mí también fueron al principio algo extensas pero finalmente verás que son más fáciles de lo que crees. Solo necesitas práctica.
—Eso espero...
—¿En que rama tienes planeado profundizar?
—Veterinario. Quiero ser veterinario. Supongo debido a mí gigantesca obsesión por los animalitos. Quiero tener todo lo necesario para cuidar a Cremita.— Sus ojos y rostro brillaron. Realmente parecía hacerle muy feliz.
Reí al escuchar ese diminutivo tan tierno.
—¿Y qué hay de él?— Pregunté dando mi segundo sorbo.
—La verdad es chica.
—Oh...— Asentí confusa.— Vale ¿qué hay de ella?
Pregunté nuevamente ahora formulando de una mejor forma mi pregunta.
—Está en casa siendo cuidada por Jackie. De hecho, te quiere conocer.
—¿Enserio?
—Si, puede que le haya contado un poco sobre ti.— Mencionó Caleb mientras un leve sonrojo cubría sus mejillas.
Asentí, sintiendo como una agradable sensación recorría mi cuerpo. Le había parecido tan interesante conocerme que le había hablado de mí a su hermano.
—¿Qué le has dicho?
—Le hablé principalmente sobre tu gusto por el dibujo y que compartían esa pasión. También le mostré uno de los dibujos que hoy en el almuerzo me mandaste.— Asentí recordando cuando me pidió algunas fotos de mis mejores obras.— Cuándo las vió se quedó impresionado y bueno, quiere conocerte.
—Genial, buscaré la oportunidad.— Sonreí.
El asintió colocando su café en la fina madera que cubría la mesa.
—¿Qué ha sido de ti éstos días? Preguntó Caleb antes de ser interrumpido.
—¿No piensas trabajar?— Axel estaba parado en frente mío observándome con cara de pocos amigos.— Hay muchos clientes esperando y no quiero ser obligado a hablarle de esto a la señora Steven.
Lo observé entrecerrando mis ojos. No lo creía capaz pero prefería no tentar mí suerte.
—Parece esta ser una despedida.— Murmuró Caleb mientras se levantaba junto a mí.
Asentí.
—Luego me escribes.— Sentencié mientras me comenzaba a alejar sacudiendo mi mano como signo de despedida. Él también sonrió y finalmente se marchó.
—Aquí tienes.— Sech tomó mis manos y colocó la bandeja en ellas.— Mesa diez.
Asentí y me llegué hasta allí.
—Perdone la tardanza. Aquí tiene su pai de limón, tarta de leche y café latte.— Coloqué su pedido sobre la mesa a la vez que los nombraba.
La mujer de avanzada edad asintiendo tomó su café y dando el primer sorbo nos felicitó.
—Vaya, sabe increíble.— Confirmó mis sospechas luego de fijarme en la expresión de su rostro.
—Con permiso.— Me excuse para retirarme pero la mujer me detuvo.
—Cielo, ¿Podríamos hablar?— Preguntó con una leve sonrisa ladina.
Miré a mi alrededor dándome cuenta que pensaba realizar lo mismo que unos minutos atrás. El restaurante estaba vacío así que tentando de igual forma mi suerte me senté.
—¿Claro en que la puedo ayudar?
—¿Has visto algún tipo de comportamiento agresivo en tus compañeros de trabajo?— Murmuró muy bajo.
Yo instantáneamente negué.
—No, ellos son muy gentiles.
—Te pregunto especificando en ese de la caja.— Apuntó con la vista a Axel. Estaba recostado en la meseta tecleando en su celular.
—¿Axel?
—Si.
—No, claro que no.
—Cielo esto que te diré ahora no puedes contarlo a nadie ¿Ok?— Preguntó cambiando su expresión a una seria de un segundo a otro.
Me estaba empezando a asustar.
—Si, claro.
—Puede que hayas visto a ese chico algo contradictorio.— Asentí.— Eso tiene una explicación. Sucede que cariño el con los años fue...
—¿Abuela?
Mi cara se transformó en una obra de arte formando con cada pincelada una expresión aún más confusa.
—¿Es su abuela usted?— Pregunté aún dudando.
—Así es.— Asintió apenada la mujer de avanzada edad.
—¿Qué haces aquí?
El rostro de Axel estaba completamente lleno de confusión. Al principio había venido con su típica cara de jefe gruñón pero ahora había cambiado por completo.
—No es nada cariño, solo quería conocer a tu guapa compañera de trabajo.— Aseguró la abuela mientras me giñaba un ojo, seguía sin entender.—¿A qué sí?
—E-eh, si si.
—Te he visto.— Comentó con una expresión de obviedad.
—Bueno... Creo que me retiraré.— Murmuré incómoda.
—Si.— Asintió Axel pareciendo completamente de acuerdo.
La abuela no tuvo tiempo de responder pues rápidamente la continuó atosigando con preguntas.
¿Abuela?
Evitando concentrarme en su conversación entre a la zona de casilleros–Vestíbulo.
Saqué mi teléfono del bolsillo intentando distraerme. No tardé en notar una peculiar notificación. Era un mensaje de Caleb, o más bien una foto.
En ella se podía apreciar a un niño con aproximadamente ocho o siete años. Estaba posando con una alegre sonrisa y ocupando un cabello sumamente parecido al de Caleb. En sus manos sostenía un dibujo de un amanecer y aunque sencillo, hermoso.
Segundos después entró una nueva notificación.
Caleb:
Es Jackie
Yo:
¡Qué hermoso dibujo!
Caleb:
¿A qué sí? Me pidió que te lo mostrase.
Yo:
Dile que me ha encantado y me hace mucha emoción conocerle.
Por último me envió con emoji un dedo pulgar alzado y yo le respondí con lo mismo.
La puerta se abrió y por ella entró Axel como alma que lleva el diablo.
—¿Qué te ha dicho?— Preguntó sin rodeos deteniéndose en frente mío.
—No me ha dicho nada.
—¡Se que te ha dicho algo, dime qué fue!— Parecía sumamente alterado.
—¡Te he dicho que no me dijo nada! ¡¿A ver dime, qué me tenía que decir?!
—Eso no importa sólo no te metas donde no te llaman o habrán consecuencias.— Advirtió dándome la espalda.
—¿A sí? ¿Y que pasa si me dan igual tus palabras y la curiosidad me gana? ¿Qué vas a hacer? ¿Volver a advertirme? Conmigo no vengas con amenazas vacías.— Me levanté y esta vez fui yo quien se paró y colocó cara a cara con él.
No artículo ni una sola palabra solo me esquivó y salió a paso rápido tirando la puerta detrás suyo.
¡Qué coraje provocaba!
Pero aún así... ¿Qué oculta? ¿Algún secreto?
----------------------
Sígueme en instagram cómo:
María__As2009
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top