Capítulo 4: Muchos sentimientos

Eran más de las nueve de la noche. El tiempo se había ido volando y entre cliente y pedido no nos habíamos llegado a dar cuenta de la hora.

—Buenas noches, Sech— Ya me encontraba fuera del local mientras me despedía de él.

—Hasta mañana, Khloe— Exclamó en respuesta a mis palabras.

Mi uniforme ya se encontraba guardado en mi taquilla. Esta vez no tendría que ocupar horas extras pues teniendo a Axel podríamos turnarnos.

El autobús tenía un horario de nueve a diez y aunque normalmente llegaba exactamente a las nueve y quince no perdería la esperanza. Una vez más me hallaba sentada en este solitario lugar de espera.

El ambiente era fresco, y la noche serena, los árboles danzaban al son de la brisa y el frío me cubría.

Cubrí mi pecho con mis brazos mientras intentaba de alguna forma darme calor, hoy la noche se encontraba más fría de lo habitual. No llevaba un abrigo conmigo, era fan de las sudaderas pero al hallarnos en pleno verano no lo vi conveniente.

Luego de llevar sentada un largo período de tiempo ya comenzaba a dudar de que el autobús llegase. Así que decidí sacar mi celular de mi bolsillo y comprobar la hora. Mi sorpresa llegó en el momento en el qué tomé mi celular y traté de encenderlo. Se encontraba apagado, cuando intenté prenderlo solo me salía una pantalla la cuál me mostraba la baja batería.

—Mierda...— No recordaba el hecho de que la noche no había llegado a poner el móvil a cargar. Entre el sueño y cansancio, de la nada me dormí.

Como era probable que fuesen ya un poco más de las diez decidí levantarme para tomar un taxi. Mi principal intensión era llamar a un Uber pero ahora que mi celular no tiene carga me era imposible.

No era muy común que en este horario hubiese algún tipo de transporte pero era mi única opción. Muchos autos pasaron pero ninguno se detenía, quizás ya se encontraban ocupados.

Llevaba mucho tiempo con mi mano alzada por lo que decidí bajarla. Había comenzado a perder la esperanza.

¿Y si me terminaba por quedar a dormir aquí?

Dándome cuenta de que era casi imposible, me decidí por caminar. Ha estas horas no era recomendado andar por ahí, pero no tenía opción.

Llevaba ya unos dos minutos de viaje cuando delante mío un auto se estacionó.

Era negro y aunque mi intensión a un principio era tomarlo ya comenzaba a parecerme sospechoso. No podía confiar en nadie, y más si se detenian de la nada frente a mí.

Sin previo aviso la puerta del auto se abrió invitándome al paso, cuando me fijé en el interior no pude quedar más sorprendida. Pasé del miedo al asombro en un momento.

—Sube al coche.— Axel se encontraba situado en el asiento del conductor mientras fijaba su vista en el retrovisor.

Sus palabras sonaron frías y demandantes, como órdenes. Mi piel se erizo, sentía como un escalofrío me recorría la espina dorsal, quise pensar que había sido debido al viento, era imposible aunque fuese de forma involuntaria que Axel provocase eso en mí. Llevé mis brazos en dirección a mi pecho mientras me cubría. El frío parecía haber aumentado.

Vestía una camiseta negra, la cuál dejaba al descubierto sus fornidos brazos. Mi vista no era capaz de apartarse, se notaba a millas que las frecuentes visitas al gimnasio estaban aportando su granito de arena.

—¿Acaso no piensas subir? No tengo todo el día.— Sus palabras me hicieron reaccionar, no tenía otra opción, si quería llegar de alguna forma a casa debería de aceptar su ayuda.

Caminé decidida a su coche, o eso quería mostrar. La realidad era que me sentía nerviosa, mis dedos no paraban de jugar con la tela de mi playera.

Al llegarme al coche rápidamente me senté y acomodé.

Dirigí mi vista hacia el retrovisor, mi mirada se conectó con la de Axel, sus ojos me miraban con una intensidad desmedida. Azul contra café, estaba apunto de apartar la mirada cuando Axel se ofreció.

Siempre me había resultado raro. ¿Por qué apartaba la mirada? Estaba segura que no eran nervios pero... ¿Qué era entonces?

Seguí el movimiento de sus manos, mientras tomaba el freno de emergencia para devolverlo a su posición habitual, y pisaba el acelerador.

Aún mantenía mi vista en sus movimiento, ocupaba una de sus manos en el timón y otra en el cambio de velocidad. Las venas en sus manos lo hacían lucir mucho más fuerte y aunque lo quisiese negar, atractivo.

Por otra parte que él conduciese me daba seguridad. Algo no muy frecuente en mí.

Solía ser muy paranoica. Desde chica siempre había sido así.

Solo cuando conducía mi propio padre me sentía segura y protegida.

Nunca le he dado la suficiente confianza a nadie. Y me parece la daría, tan solo quizás, si la conociese de toda la vida.

Lo irónico era el hecho de no conocer lo suficiente de Axel y verle como alguien en el que puedo de confiar.

Dándome cuenta de que mí mente estaba viajando a zonas prohibidas decidí dirigir mi mirada hacia la ventana.

Era una noche oscura y sin estrellas, algunas nubes adornaban el cielo lo que me hacía pensar que pronto llovería.

No había nada interesante que detallar, y no podía escuchar música pues mi teléfono se encontraba sin batería.

Finalmente no pude evitar dirigir mi mirada hacia Axel una vez más, pero en este caso, a su rostro.

Su perfil era envidiable, poseía una nariz perfecta y perfilada. Sus cejas eran pobladas y su cabello oscuro, ondulado y sedoso, sentía como un llamado a despeinarlo.

Otro detalle a destacar era su mandíbula marcada y cuadrada. No era exagerada pero si envidiable.

Una variedad de collares adornaban su cuello y tres aretes sus orejas. Los cuales le hacían parecer todo un chico malo, supongo su intención.

Mientras aún seguía algo embobada mirándole no me dí cuenta que dirigía hacia mí su mirada, había sido sorprendida en el acto.

Era probable que pensase que era una psicópata, casi todas las veces que me miraba yo me le adelantaba.

Era como si mis ojos me pidiesen a gritos mirarle y mi corazón no dudase.

La única diferencia a otras veces era que no aparté la mirada.

No entendía la razón pero algo me decía que no lo hiciese. Que no apartase la mirada. Creía que si lo hacía pensaría que tendría algún poder sobre mí, lo cuál obviamente no es así.

Seguía esperando a que está vez él la apartace. Habíamos frenado en un semáforo por lo que no había peligro.

Mi vista no dejaba sus ojos, tan electrizantes y adictivos, siempre que los miraba me producían escalofríos, no entendía la razón del por qué tenían ese poder en mí.

Sentía que cumpliría cada cosa que me pidiese, solo con mirarle a los ojos excluía todo lo malo y sentía que observaba a ese niño pequeño de años atrás tan sonriente y alegre.

Yo le miraba a los ojos, pero no podía decir lo mismo de él. Está vez nuestros ojos no estaban conectados, su miraba se había deslizado por mi rostro.

Hacía mis labios.

Mi mundo se detuvo, ¿Él enserio había dirigió su mirada hacía allí? ¿Axel? Era imposible que alguien como él se fijase en mí.

Mis labios se encontraban separados, pidiendo a gritos su contacto

No entendía que me sucedía.

Justo cuando el impulso me ganó y dirigía mi mirada hacia los suyos, mientras lentamente me acercaba el sonido de un claxon nos interrumpió.

Axel rápidamente desvío la mirada y ocupando otra vez el freno puso el carro en marcha.

El ambiente inmediatamente se puso tenso, y no tardé en devolverme a mi asiento y desviar la mirada.

Me sentía sumamente rara y estúpida.

¿Qué se suponía que estaba asiendo?

Si en este momento pudiese abrir la ventana y salir a través de ella no dudaría, o quizás desaparecer de un chasquido, haría todo más fácil.

Odiaba la incomodidad del ambiente, era realmente estresante saber que no podría romper el hielo con una agradable conversación. Aunque bueno, no haría mal un poco de música.

Luego de dudar por unos segundos decidí comentarle.

—¿Qué te parece sí...?

—Hemos llegado.— Sus palabras me tomaron por sorpresa.

—¿Qué quieres...?— Una vez más me interrumpió.

—Llegamos a tu apartamento.— Al parecer se había dado cuenta de la expresión de confusión en mi rostro.

Tan perdida estaba en mis pensamientos que no llegué a percatarme de que ya me encontraba a unos pasos de casa.

—Bueno...— Me giré hacia él.— Muchas gracias, estoy muy agradecida.

Asintió. Le dediqué una sonrisa y me dispuse a abrir la puerta del auto para salir, cuando me tomó de la mano.

—¿Qué sucede?— No entendía porque me había detenido. Pero algo si sabía, su mano estaba sobre la mía. No entendía la razón ni el porqué, pero igualmente puedo asegurar que se sintió cálida y reconfortante. Contacto el cuál no duró mucho más.

—Espera un momento.— Murmuró mientras se dirigía su cuerpo hacia la parte trasera del coche.

Aún no entendía sus intenciones. Pero rápidas fueron aclaradas mis dudas cuando de detrás suyo sacó una sudadera.

¿Acaso pensaba dármela?

—Aquí tienes.— Afirmó mientras me tendía la sudadera. Era de un color café y estampado de letras. No entendía la necesidad.

—¿Por que me das la...?— Parecía ser que uno de sus hobbies era el de interrumpir, no recuerdo una frase a su lado que haya podido terminar.

—Afuera llueve. Tómala, la necesitarás.— Algo confundida miré a través de la ventana, y en efecto estaba lloviendo a cántaros. Los árboles se movían más que hace unos minutos y se notaba por las pocas personas que transitaban que había mucho frío fuera.

Asentí y con un poco de duda me la coloqué, me quedaba sumamente grande pero igualmente me encantaba.

Utilicé el gorro y una vez más me despedí.

—Gracias por la sudadera... Y también por lo de hoy.— Musité mientras jugaba con los bordes de la sudadera. Le dediqué una genuina sonrisa y abriendo nuevamente la puerta me marché.

Todo esto me hacía pensar demasiado, estaba sumamente segura de que toda su fachada de chico sin sentimientos era simplemente una máscara. Cada día lo demostraba más. Un chico sin sentimientos no se preocuparía porque me enfermace por la lluvia, ni tampoco se tomaría el tiempo de intervenir cuando unos idiotas intentasen aprovecharse. Un chico sin sentimientos no me ayudase a llegar a casa. Simplemente me dejaría.

Axel sí tenía sentimientos, simplemente no los demostraba. Estoy segura que están ahí, pidiendo y suplicando mostrarse y salir.

De la nada una cuestión surgió en mí

¿Por qué Axel sabría donde es mí departamento?

De todas formas era algo que no podía responder.

Cuando llegué lo primero que hice fue poner mi móvil a cargar, la verdad era que no sabía si el hecho de que de apagase mi celular terminaba siendo algo bueno o realmente malo.

Mis dudas se habían alimentado, estaba a unos segundos de dejarme tentar, si no hubiese sido por el sonido de ese auto no podría decir con exactitud qué hubiese podido llegar ocurrir.

Mis pensamientos y sentimientos se encontraban en conflicto, yo tenía ética y no podía permitir que eso volviese a ocurrir, estaba con Jeremy y no pensaba serle infiel.

Todos estos pensamientos no me dejaron dormir, la culpa se mantenía presente en mí y era consciente del por qué. Había sentido deseo, algo que aunque lo podría negar, no he sentido con nadie.

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