Capítulo 10: Perdón
Pov: Axel
Salí de la habitación con unas intensas ganas de golpear algo pero me contuve.
¿Por qué tendría que venir hoy?
Joder.
La campanilla cercana a la caja registradora sonó, alguien necesitaba de mí servicio. Del modo más profesional posible me acerque a la chica detrás del mostrador.
—¿Qué desea?— Pregunté con voz cruda intentando disimular mis emociones.
—Tu número.— Me guiño un ojo. Bufé.
¿Por qué simplemente no me dejan en paz?
—Si no vas a pedir nada te puedes marchar.— Afirmé con voz autoritaria. La expresión de la chica cambió drásticamente a una descolocada.
—¿Perdona?— Preguntó confundida.
—Eso, lo que has oído.
Dedicándome una mirada de asco tomó su bolso que había sido recostado en la meseta y se marchó.
Revire mis ojos. Era común que muchas chicas viniesen aquí solo a molestar y la realidad era que cumplían muy bien su misión.
Sentía un sueño de muerte pero debía trabajar. No dejaría sola a mi madre en esto.
Mi cabeza era un remolino andante y el mareo aún no se esfumaba.
Frente mío pasó ella, con su particular modo de caminar, su libretita de unicornios en mano y su característica sonrisa. No la podía evitar envidiar.
¿Cómo podía verse siempre feliz?
Mi vista la seguía mientras mi cabeza no paraba de rememorar lo ocurrido momentos atrás.
Ella estando completamente desprotegida, a mi alcance. Su mirada descansando en mis labios y su boca abriéndose solo para mí.
Dichoso Jeremy
Estoy seguro que por ella no siento lo que se le puede llamar amor sino más bien atracción sexual pero de todas formas la quiero mía.
Luego de entregarle su pedido regresó a la cocina sin siquiera fijar su mirada en mí.
Se que estuvo mal gritarle pero ella no tiene ningún derecho de mentirme acerca de lo que hablaba con mí abuela.
Aun no logro entender porque carajos vino, ¿acaso no se podía simplemente quedar en casa?
Sentía que pronto iba explotar... ¿Le habrá llegado a contar algo?
Mi vida en Italia fue simplemente espantosa. Llegar a un país nuevo nunca ha sido fácil pero para mí fue horrible. Mi madre se quedó en este pueblo sola con la única compañía de mi abuela, una persona ya mayor. No tenía suficiente dinero para mantenerme y luego de la separación entre mi madre y padre finalmente por ley mi padre tomó mi custodia llevándome a Italia. Desde que llegué allí nada fue fácil.
No sabía nada de italiano por lo que al principio mis clases eran en casa algo que me incómodo. Nunca tuve amigos. Ningún chico se querían juntar conmigo ya que sus novias aveces se acercaban a mí y aunque yo no les siguiese la rima era culpable de igual forma.
La idea de volver se me hizo genuina, volver con mis amigos, con Cristh, ver a mi madre. Reintegrarme en el pueblo donde apesar de no haber nacido, si crecí.
Aunque claro no conté con que Khloe esa pequeña niña de cabello cobrizo volviese a formar parte de mi y ahora de mí vida.
Sus característicos ojos, esos que observé aveces durante los almuerzos, esos que sin ningún motivo en específico llamaban mi atención. Siempre fue una chica hermosa y querida por todos pero su mayor y más notable característica era su personalidad.
Recuerdo esa tardes de primaria en los que algunos de mis amigos más cercanos en esa época comenzaban a murmurar sobre ella:
—¿Habéis visto a Khloe de tercer año?— Preguntó Robin con una sonrisa pícara. Mi rostro cambió, ¿cuál era la necesidad de hablar siempre de ella?
Ismael asintió sonriente.
—¡Es guapísima!— Exclamó acompañando su asentimiento.
—¿Te imaginas ser su novio? ¡El cielo!— Volvió a decir Robin.
—¿Sabéis que es la única chica de cabello rojo en toda la escuela?— Preguntó Zack.
—Pelirroja, idiota— Robin rodó los ojos.
Al principio, escuchaba sus conversaciones sin entender una palabra pues ¿Quién era Khloe de tercer año? Hasta que finalmente la conocí.
Una tarde mientras salía de la escuela noté como una pequeña niña lloraba sentada en uno de los bancos que adornaban la salida, sin pensarlo mucho me acerque a ella.
—Niña... ¿Estás bien?— Pregunté sin saber muy bien que hacer. Ella con su rostro tapado asintió.
—Si.— Notaba como su voz se cortaba.
Su cabello largo y cobrizo tapaba su rostro sin permitirme detallar nada.
—¿Entonces por qué lloras?— Volví a preguntar mientras me sentaba a su lado. Aún sin mirarme negó. Parecía darle vergüenza que la viese llorar.
—No estoy llorando.
No sabía que hacer, nunca había tenido que pasar por este tipo de situación.
¿Qué podría hacer?
Una repentina idea llegó a mi cabeza.
Mi padre me había regalado un pequeño paquete de galletas con chispitas de chocolate. No me tuve tiempo de comerlo, así agarrando mi mochila lo tomé.
—Eh... Esto es para ti.— Extendí las galletas en su dirección.
Miró las galletas durante unos segundos pero desistió.
—Mi madre me ha dicho que no acepte nada de desconocidos.
—Vale pues... Tengo una idea.— Por primera vez fijó su mirada en mí.
Sus ojos estaban rojizos al igual que sus mejillas formando una combinación demasiado sincronizada y linda de color rojo, mi favorito. Me quedé observándola por unos segundos.
¡Era una chica sumamente linda!
—Eh pues...— Parecía ser que el que lloraría ahora iba a ser yo, estaba sumamente nervioso.— Yo primero probaré para que compruebes que todo está bien ¿Ok?
Ella algo indecisa asintió. Su mirada estaba sobre mí mientras conducía una galleta hacía mi boca.
—Así ¿ves?
—Come una más.— Me pidió desconfiada, yo con gusto lo hice.
—¿Quieres?— Le volví a extender una con la diferencia de que esta vez aceptó.
Con sus pequeñas manitas tomó la galleta para analizarla unos segundos, un momento después finalmente la probó.
Su rostro cambió drásticamente y en sus labios se formó una alegre sonrisa.
—¡Están riquísimas!— Exclamó ilusionada.
—¿Verdad que sí?— Le dí otra y así finalmente terminamos por comerlas todas.
—¿Por qué tan grande tu gorra?— Preguntó mientras masticaba una de las galletas enarcando una ceja.
—Es de mí abuelo.— Comenté. Era consciente de que me quedaba gigantesca y cubría la mitad de mi rostro pero no me la quitaría por nada. Era muy importante para mí.
Asintió.
—Yo también tengo una pero más pequeña.— Murmuró mientras sin razón aparente reía.
Antes pensaba que la risa de un bebé era sumamente adorable y melodiosa pero nada comparado con la de esta chica.
Suave e inocente.
—¡Khloe!— Exclamó una voz desde fuera de la reja.
La chica a mí lado muy emocionada se levantó de su asiento y sonriendo comenzó a correr hacia la puerta para abrirla.
Cuándo la mujer tuvo acceso se llegó hasta la Khloe quién fuertemente la abrazó.
Un momento después Khloe regresó junto a mí un poco sonrojada.
—¿Podrías girar tu gorra?— Preguntó un poco nerviosa, yo sin entender igualmente accedí.
Ella se acercó a mí a paso lento e inclinándose beso mi mejilla.
—Gracias por todo.— Murmuró sonriendo. Luego todo su mochila recostada en el suelo y tomando la mano de la mujer se marchó, no sin antes dedicarme una última mirada.
Me quedé mudo. Era la primera vez que tenía un pequeño acercamiento con una chica.
(...)
El tiempo de trabajo había culminado, no me tocaría esperar, Sech sería el encargado de los extras.
Khloe había salido hace ya un momento por lo que al llegarme al vestíbulo me encontré totalmente solo. Me fue imposible no fijarme en el casillero en el que tiempo atrás estuve recostado con Khloe encima de mí.
Sentía que mí cabeza viajaba a lugares prohibidos y mis pensamientos se perdían en los no ocurridos.
¿Cómo podría dejar de pensar en ella?
Al terminar de cambiarme coloqué mi uniforme en el casillero y tomando mis jeans y sudadera me cambié.
Agarré mi mochila y saliendo del local me dirigí al parqueo para encontrarme con mi querido auto.
Sentía desde hace unas horas un gran peso en mí espalda. La manera en la que le había hablado a Khloe, simplemente no estaba bien.
¿Qué tal si realmente mi abuela no le llegó a decir nada?
Observé mi reloj. Eran no mucho más de la nueve y media por lo que debería de seguir allí.
Con mis llaves encendí el automóvil y pronto ya me encontraba en la carretera.
En menos de dos minutos estaría cerca de ella. Cuándo llegué la ví sentada en la parada observándo con una sonrisa tonta su celular. Lo que me descolocó. ¿Con quién estaría hablando?
Toqué el claxon en un intento de llamar su atención, lo que al parecer para ella fue un intento de matarla.
Dio un brinco en el lugar que aunque quisiese negarlo me provocó mucha gracia. Al fijarse en mí se acercó al auto y con su puño dio diversos toques a la ventanilla, yo entendiendo sus intensiones la bajé.
—¿Qué te sucede idiota?— Preguntó alterada.
Vaya estamos furiosa...
—¿Me quieres matar o qué?— Cuestionó nuevamente.
—Quiero hablar.— Mencioné tomando todo mi orgullo y colocándolo en un frasquito.
—¿Eh?— Su cara fue un poema. Estaba entre confusión y sorpresa.
—No lo repetiré dos veces.— Y ¡boom!, el frasquito se rompió.
Rodó sus ojos y luego de entrar se sentó.
Qué confianza...
—¿Qué me quieres decir?
—Te quería pedir perdón.— Murmuré fijando mi vista en la carretera a través de la ventanilla.
—¿Por...?
¿Por qué parecía estarme disculpando con mi madre?
—Joder.— Rodé los ojos.— Por enfadarme en el vestíbulo... Y gritar.
—Ah, ok.
Un inquietante silencio comenzó a reinar.
—¿Qué más quieres que diga?
—Todo.
—¿Qué?
—No lo repetiré dos veces.— ¿Se estaba burlando de mi?
—¡Ah...!— Exclamé mortificado.— Perdón por comportarme todo este tiempo como un idiota, ¿así está bien?
Pregunté alzando mis cejas. Ella asintió.
Encendí el motor y comencé nuevamente a manejar.
—No te he pedido que me lleves.
—Solo calla.
Abrió su boca ofendida y se cruzó de brazos. Unos momentos después se escuchó el sonido de una notificación. Comencé a buscar mi móvil entre mis bolsillos.
—Es el mío.— Aclaró mientras tecleaba.
Asentí.
Mi vista estaba enfocada en las calles pero mis pensamientos no.
Sentía su risa chocando contra mi receptor externo.
Para mí sorpresa activó el botón de audio y comenzó a grabar.
—Perdona Caleb, si que fue idiota pero no te preocupes, lo puedo soportar. Aunque no lo creas dentro de ese caparazón tan horrible se encuentra una tierna tortuguita.
¿Estaba hablando de mí?
—¿Con quién hablas?— Pregunté expectante.
—¿Eres sordo o qué? De todas formas, no te importa.
—Vale, muy bien. Aunque bueno se de alguien a quien la idea de que hables tanto con un chico no le agradará.— Advertí girandome hacia ella.
—Te prefería callado...— Susurró sin contar con que la pudiese oír.
—¿De repente si que eres buen amigo, no?— Se giró hacia mí analizandome con la mirada.
Guardé silencio.
—Obvio sí. ¿Por qué no lo sería?— ¿A dónde pensaba llegar?
—Bueno pues.— La pausa en su voz se asemejó a la de mí corazón.— Si quisieses tanto a tu amigo también querrás a su novia ¿no?
Si supiera...
No respondí, más bien, pensé.
Recordaba lo que había pasado esa noche pero sospechaba que ella no recordaba lo sucedido esa vez. Por las dudas decidí preguntar.
—¿Recuerdas lo ocurrido la noche del sábado?— Pregunté sin rodeos.
Ella con una mueca respondió.
—Si te soy sincera... No recuerdo nada.
—Ah.— Asentí.
—¿Por qué? ¿Qué ocurrió?
Parecía ansiosa.
—Siempre que pienso en esa noche siento algo de culpabilidad, como si hubiese hecho algo malo, pero no sé.— Exhibió con inquietud.— ¿Sabes que pasó?
—La verdad no. Solo recuerdo cuando me acerqué a Mark.— Mentí.
—¿Entonces por qué la pregunta?— Me miró con sospecha.
—No es nada solo quería saber si hice algo más.— Mentí descaradamente una vez más.
—Ah, ok.
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María__As2009
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