Mentiras blancas
Mikasa no solía ir al supermercado. Quizás de niña sus padres la llevaban, pero su madre solía hacer los pedidos online, una vez que la opción estuvo disponible. Era sencillo y práctico para quienes tenían poco tiempo.
Sin embargo, Jean la convenció que había cosas que podían conseguirse más barato en la feria y otras en el supermercado, exactamente donde se encontraba ahora.
Miraba etiquetas y se deleitaba entre los pasillos. De alguna extraña forma lo disfrutaba, se sentía cumpliendo su rol de recolectora. O, tal vez, estaba leyendo demasiado.
Últimamente se había vuelto adicta a leer sobre independencia -libros de psicología- y sobre relaciones de pareja. Había algo que disfrutaba de informarse sobre los problemas que podían surgir y cómo resolverlos. No quería que nada arruinara la paz de su hogar.
Habían pasado un par de días desde que habían comenzado las clases y un par de días en que seguía convenciendo a Jean de no marcharse… aunque su bolso seguía junto a la puerta y solo un par de cosas que dejaba por si se quedara a pasar la noche. La verdad era que Mikasa no quería que se marchara. Todos los días se preparaba psicológicamente para dejarlo partir, pero todos los días terminaba seduciéndolo y atrapándolo en su cama. Despertar entre sus brazos le daba la seguridad que, por momentos, le faltaba.
Mientras dejaba dentro del carro los cereales favoritos de Jean, su móvil comenzó a repicar.
-Papi…
-Cariño, ¿cómo estás? -preguntó su padre en tono alegre -Se escucha ruido. ¿Estás con tus amigos?
-No -respondió Mikasa y se apoyó en el carro -Hago la mercadería -su voz era entusiasta.
Albert se sonrió del otro lado de la línea. Su princesa disfrutaba de su independencia y eso lo reconfortaba. Por su lado, en casa, las cosas seguían tensas y Maika seguía descompensada. Comenzaron a ir a terapia de pareja… pero ese no era el tema actual.
-¿Sabes que tu tía Kuschel está en la ciudad? -preguntó Albert.
Mikasa apoyó en móvil contra su hombro y continuó su camino por el pasillo para revisar unos cereales integrales.
-Levi me lo comentó -respondió alzando dos cajas frente a ella y luego decidiéndose por una que dejó en el carro -¿Está bien la tía Kuschel?
-Mejor que nunca. Ha decidido que es el momento de dedicarse a ella y alejar a los malos hombres de su vida.
Mikasa rodó los ojos, a saber cuánto le duraba a esa mujer. No tenía nada directamente contra tía Kuschel. Era agradable y alegre… con cierta tendencia a beber de más, pero Mikasa no era quien para juzgarla, ella misma tenía la misma tendencia.
-Me alegro -respondió avanzando nuevamente por el pasillo.
-¿Cómo está Jean? -preguntó con real interés.
-Bien, todo bien. Ahora está en la cafetería. Pero estamos estudiando mucho, para que no te preocupes.
-Lo sé -dijo su padre -Eres una chica responsable y él también -hizo una pausa -Tu tía Kuschel quiere hacer una reunión familiar en casa de los abuelos el viernes. Para que organices tu agenda. A las seis de la tarde.
-Puedo llegar un poco más tarde… a las siete. Tengo ensayo -informó llegando al sector de carnes. Introdujo unos lomos en el carro y pasó al pollo -¿Está bien?
-Perfecto -respondió Albert -Y dile a Jean. Los abuelos quieren conocerlo.
Mikasa se quedó de piedra. ¿Sus abuelos querían conocer al novio que terminó por sacarla de la casa? Aquello le helaba la sangre. No quería someter a Jean a vestirse de pijo otra vez, sabía cuanto lo odiaba y ella… no sabía si quería hacerlo fingir algo que no era. Ella lo quería así tal cual. Con sus horribles camisetas y sus pantalones gastados… pero lo quería más sin ellos.
-¿Qué piensas tú, papá?
Hubo un silencio del otro lado de la línea.
-Mika… es un buen muchacho. Y tal vez no es lo que aprueba tu madre, pero los abuelos son gente de esfuerzo que llegaron lejos. Valoran la inteligencia y el trabajo. Solo… dile que se ponga una camisa. Los abuelos son a la antigua.
Mikasa soltó un suspiro:
-Le preguntaré si puede, ¿vale?
-De acuerdo -dijo Albert -¿Cómo te vas a casa? ¿Vas con mucho peso?
-Tomaré un taxi -desestimó Mikasa.
Albert se sintió culpable que su hija tuviese que hacerse cargo de una casa con todo lo que implicaba. Ella estaba acostumbrada a tener todo a la mano y no sabía si vivir sola significara mayor estrés.
-¿Jean te está ayudando?
Mikasa dudó en responder. Sabía a lo que iba su padre. Si Jean la estaba ayudando podía significar la parte adorable de ello… y también la menos aprobable. Dudó en responder, no quería que su padre pensara que todo había sido una pataleta para poder irse de casa a vivir la vida loca con su novio.
-Mucho -respondió calmada -Me llevó a la feria para que eligiera frutas y verduras frescas. Me enseñó a lavar la ropa en la lavandería. ¡Sabe tantas cosas! Y prepara el mejor asado al horno que he probado… mejor que el de mamá.
-Me alegra que sea un apoyo para ti -dijo su padre con voz calma -¿Sabes? Estoy cerca de tu barrio. ¿Quieres que pase por ti?
-¿En serio? -preguntó Mikasa con ilusión -Podríamos beber una taza de té… déjame comprar algo rico para acompañarlo.
Su padre se sonrió.
-Compárteme tu ubicación. Nos vemos más tarde.
Mikasa fue hasta la pastelería y eligió los pasteles más deliciosos que vio. Su padre la esperó en el estacionamiento y la ayudó con las bolsas cuando debió llevarlas al apartamento. Gracias a Dios todo estaba impecable y no gracias a ella. Seguramente Jean pasó antes del turno.
-Veo que te las apañas -comentó su padre sentándose en el sofá. Mikasa se volvió roja recordando lo que había pasado en ese lugar unos días atrás -Tienes tu casa hermosa hija. ¿Te sientes bien en ella?
-Perfectamente.
Mikasa ordenaba el contenido de las bolsas en el refrigerador. Albert recorrió el apartamento con la vista. Notó que, sobre la pequeña mesa del comedor había un par de computadores personales, libros y cuadernos, bastante ordenados. Un cenicero en el balcón.
Miró a Mikasa servir dos tazas de té y poner los pastelillos en un par de platos. Puso todo en una bandeja que luego dejó en la mesa de centro frente a su sofá.
Albert no era tonto, intuía que Jean pudiese estarse quedando en casa con Mikasa. Eran jóvenes y estaban enamorados. Recordaba cómo eran esos tiempos con la novia a quien tenía a esa edad. No podía ya prohibirle llevar una vida de "adulta", pero aun tenía algo de control en la situación.
-Mikasa -la llamó cuando ella ponía el azúcar frente a la taza de su padre -Parte del vivir sola es tomar determinaciones. No hagas nada precipitado, ¿de acuerdo?
-¿Precipitado? -preguntó llevándose la taza a los labios -No estoy haciendo más compras de las necesarias y estoy siendo juiciosa con el dinero.
-No me refiero a eso -dijo Albert -Si te arrendé este apartamento es para que logres tu independencia… no para que vivas con tu novio. ¿Me hago entender?
Mikasa asintió. En realidad estaba llevando las cosas mal.
-Jean debe tener también su espacio -retomó su padre -Tienen tiempo para ir avanzando de a poco. No transfieras tu tendencia a la… intensidad emocional que tenías con Eren. Así no se llevan las relaciones.
-¡No estoy haciendo eso! -exclamó Mikasa y su padre le sonrió -Creo…
Albert le tomó la mano.
-Quizás deberías consultar con Anka, la psicóloga que nos lleva la terapia con tu madre. Te haría bien… no has tenido tiempo de trabajar la situación que está pasando con nuestra familia. Y sería bueno que te dieras ese espacio.
Mikasa volvió a asentir y soltó un suspiro. Su padre tenía razón. Estaba volcando toda su atención a su apartamento y a Jean. No debía convertirlo en su forma de esconder lo que sucedía. Después de todo, eso fue lo hizo su madre… ¿o no?
-¿Y cómo va la universidad? -su padre cambió el tema.
El resto de la tarde se dirigió a ese tema. A los ensayos del equipo de baile, a las nuevas materias y su dificultad. Ocasionalmente mencionaba cosas de la casa. Evitaba todo tema relacionado con Jean. No quería hablar más de ello, porque le producía una ansiedad enorme.
Su padre se fue a eso de las ocho de la tarde. Agradeció que no se extendiera después de las nueve, hora que terminaba el turno de Jean. Se esmeró en preparar una deliciosa cena, pero su vista se desviaba cada cierto tiempo al bolso junto a la puerta.
Jean llegó cuando la cena estaba lista, abrió la puerta con sus llaves, dejó el casco sobre la mesa para sorprenderse que estaba lista para la cena. Mikasa lo recibió con un cálido y algo ansioso beso.
-Parece que me extrañaste -dijo Jean besándola en la frente.
-Un poquito -respondió Mikasa -Preparé tus pastas favoritas. Con crema y pollo.
-Suena delicioso. Eres la mejor, ¿lo sabías?
Mikasa le sonrió amplio.
-Tú también -lo abrazó con fuerza -Te quiero mucho.
-Y yo a ti… mucho.
Había algo de nostalgia en ella que Jean detectó durante la cena. Él supo que sería su último día acompañándola y sabía que era lo correcto. Sin embargo, se había malacostumbrado a las atenciones de Mikasa, su afecto y a sus manías. Extrañamente no eran tan diferentes a las propias. Salvo dejar la tapa del inodoro arriba. Eso le costó un par de regaños.
Cuando la cena terminó eran casi las once de la noche. Momento para partir. Mikasa luchaba consigo misma y el deseo de pedirle a Jean que se quedara, solo una noche más. Pero no se mentiría, sabía que no sería solo una noche. Debía marcharse antes que siguiera acostumbrándose a él.
Lo vio tomar su bolso y el casco dándole las gracias por la cena. Mikasa no tuvo que decir que se marchara, él lo sabía. Era algo que debía suceder. Se despidieron con un breve beso, de otra manera hubiesen terminado en la cama, aunque ni siquiera fuese para dar rienda suelta a su deseo.
-Toma -dijo Jean extendiéndole las llaves del apartamento.
-No, guárdalas -respondió Mikasa -Por cualquier cosa.
Jean asintió. Siempre es mejor que alguien guarde una copia. Salió finalmente, cerrando la puerta por fuera. Mikasa se sentó nuevamente a la mesa, ahora ordenada y los platos limpios en el escurridor.
Después de dos semanas estaba realmente sola en su apartamento y sin la expectativa que Jean ingresara por la puerta al terminar sus turnos o llegar juntos tras clases o ensayos.
Estaba sola.
Se puso de pie y fue hasta la habitación. Se puso su camisola y se metió en la cama, con la televisión encendida en un programa nocturno de conversación. No era especialmente interesante. Se acomodó y abrazó la almohada cerrando los ojos.
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Jueves, seis de la tarde. Mikasa estaba en el consultorio de la psicóloga que atendía a sus padres. La sala de espera era acogedora, un par de sillones en color malva, la secretaria tras el escritorio, varios cuadros tipo campestre y muchas revistas de arte y decoración.
En esa lectura estaba Mikasa cuando la secretaria alzó la voz.
-Mikasa Ackerman… -la chica sacó la vista de su revista -Pasa -indicó la única puerta que no era el baño.
Ingresó cargando su bolso y se detuvo preguntándose dónde debía sentarse.
-Mikasa, por favor, entra.
La mujer era una joven, cabello castaño, muy guapa. Mikasa tomó asiento frente a ella notando varias cosas en su escritorio. Una caja de pañuelos entre todo eso.
-Estaba esperando conocerte -extendió su mano.
Mikasa la estrechó.
-Es un gusto, señorita Rheinberger.
-Solo Anka -corrigió abandonando el saludo -Este es un espacio amigable y de total confianza. Lo que aquí hablemos queda entre nosotras. No temas por eso.
Mikasa asintió mientras Anka sacaba un cuaderno y anotaba algunas cosas. Cuando terminó dejó el lápiz a un lado y ambas manos sobre el cuaderno.
-Háblame de ti -instó Anka.
-Bueno, soy Mikasa -dijo con obviedad -Tengo 21 años, casi 22. Estudio fisioterapia en penúltimo año. Voy en el grupo de baile de la universidad y… no me gustan los gatos.
Anka sonrió ante eso y escribió en su cuaderno. El resto de la sesión, Anka tuvo que sacarle información a tirabuzón. Mikasa no era de las personas que se abrieran fácilmente. Le costaba meses e incluso años para comenzar a contar cosas más personales.
Extrañamente Anka no indagó en nada sobre el conflicto con su madre. Le preguntó sobre la escuela, sus amigos, sus pasatiempos… Parecía que se hacía una idea de cómo era ella. Mikasa nunca había ido a una terapia por lo que desconocía los métodos aplicados. Además Anka le pidió realizar una lista de cosas que la hacían sentir bien, enfadada, ansiosa y con temor. Y de las cosas que admiraba de ella misma, cosas que quisiera cambiar… y cosas que admirara de otros, de quien fuese. Era tarea para la casa.
Salió de allí con la sensación que esto sería más trabajo personal que dirigido a sus padres… no le encontró sentido alguno, ella no tenía ningún problema, ¿verdad?
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-Guapísimo.
Eso fue lo primero que salió de su boca al ver a Jean ingresar al apartamento. Había corrido el turno del viernes por la tarde por el del domingo en la mañana para acompañarla a la cena en casa de sus abuelos.
-¿Y tú no estás lista? -preguntó Jean al verla sin maquillar, algo muy extraño en ella.
-La abuela odia el maquillaje, dice que las jovencitas no deben llevarlo, solo las señoras.
Jean se alzó de hombros, después de todo eran cosas de abuelas. La suya tampoco era lo que digamos muy moderna, pero cómo le gustaba maquillarse en exceso. Y su abuelo era de esos ancianos secos que se la pasaba en un taller desarmando y armando equipos electrónicos, para saber cómo funcionaban. A sus abuelos paternos no los veía desde que su madre se había emparejado con Roger. Los habían alienado de la familia. Con ese antecedentes, los abuelos de Mikasa parecían de entrada adorables.
No tardaron demasiado en estar donde los abuelos. Levi pasó por ambos muchachos más que nada para que no llegaran en esa "máquina de la muerte" como llamaba a la motocicleta de Jean.
Una vez en el umbral de la casa de sus abuelos, Mikasa tuvo que tomar aire profundamente. Aun cuando sabía que su familia era "políticamente correcta" temía algún comentario desagradable.
-No creo que Maika esté presente -comentó Levi llamando al timbre -Kuscher y ella no se llevan nada bien -agregó con una sonrisa ladina.
Cuando la puerta se abrió, el aroma a hogar invadió la nariz de Mikasa. Ese dejo a muebles viejos, rosas y pavo al horno, la especialidad de la abuela. Era ella misma quien se encontraba tras la puerta.
Fue Levi quien recibió el primer abrazo y un par de sonoros besos en la mejilla. A Mikasa le causaba gracia que alguien como su primo, arisco, se dejase apretujar con tanta facilidad. La siguiente en recibir el afectuoso saludo fue Mikasa, su abuela apenas la apartaba de su abrazo cuando repasó a Jean de pies a cabeza.
-¡Por Dios, si es un guapetón! -exclamó la anciana con un tono alegre.
Levi se sonrió malicioso y dejó escapar una carcajada burlona. Mikasa quiso hacer las presentaciones formales, pero su abuela ya estaba estrujando a Jean contra ella.
Pronto estuvieron dentro del apartamento y Mikasa guio a Jean hasta la sala. Su abuelo estaba sentado en su sitial y los chicos se acercaron a saludar. En el sillón junto a él estaba Albert, frente a él, Kenny dejaba su móvil sobre la mesita de centro y una despampanante morena junto a él se ponía de pie.
Tía Kuschel seguía tal como siempre, como si el tiempo no pasara por ella. Vestida siempre llamativa, muy escotada y sus senos como de quinceañera, bien puestos. Collares dorados, con enormes aros, cientos de pulseras que sonaban cada vez que movía las manos y tres anillos por mano.
Mikasa no alcanzó ni a saludarla cuando Kuschel alzó la voz apuntando a Jean:
-¡Por favor! -exclamó risueña -¡Si es igual a Albert, me lleva el diablo! -siguió riendo mientras atrapaba a Mikasa en un abrazo y le daba dos besos en las mejillas -Siempre supe que tenías un problema con tu figura paterna, pero no creí que era tan grave.
Mikasa frunció los labios mientras tía Kuschel le limpiaba el labial rojo de las mejillas.
-Kuschel, vas a espantar al chiquillo -exclamó Kenny de buen humor.
-¿Espantar? -preguntó Kuschel extrañada -Jamás he espantado a un muchacho.
-A mí sí -masculló Levi.
Kuschel le sonrió a Jean, quien no pudo evitar sonrojarse ligero. Era una mujer mayor, pero despampanante. Debía tener la edad de su madre, pero no parecía una. En esos pensamiento estaba cuando sintió un beso en la mejilla.
-Y huele rico -agregó Kuschel apartándose de Jean.
Lo siguiente que Jean notó es que Mikasa lo jaló con firmeza de la muñeca y lo alejó de Kuschel para sentarse en el sofá frente donde ahora estaban Kenny, Levi y Kuschel entre ellos. Mikasa notó que el labial de tía Kuschel había manchado la mejilla de Jean y se esmeró en borrarlo.
-Es hermoso estar con la familia otra vez -suspiró Kuschel abrazando a Levi, quien hizo una mueca de desagrado -Y sin tener que aguantar la cara de nalgas de Maika. Gracias a Dios y te divorciaste, Bertie.
-No estamos divorciados -aclaró Albert seco.
-Pues deberías estarlo, hace años. Desde que ya no te acostabas con ella. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo con esa frígida? ¿Cuándo la embarazaste de Miki?
Mikasa miró a su padre con espanto. Sus abuelos sonreían mirando a Kuschel con adoración.
-Sí, extrañaba estas reuniones -canturreó Levi mirando a su madre -Nada como la sinceridad sin reparos de Kuschel.
-¿Verdad que sí? -dijo Kenny abrazando a su hermana -Deberías venir más seguido, cariño.
-Lo he considerado -respondió Kuschel -El negocio se maneja prácticamente solo. Creo que es momento de regresar a casa. Además, Miki necesita una figura materna -suspiró.
-Mamá no ha muerto -interrumpió Mikasa con un dejo a ansiedad.
-Esa mujer está muerta por dentro, es lo mismo -dejó caer risueña.
Jean observaba toda la escena en silencio mientras Kuschel parecía estar acribillando cada situación familiar conflictiva y a sus protagonistas. Levi se dedicaba a mirar al balcón como esperando la aparición de un ángel o una nave espacial o lo que fuese que lo salvara del calvario. Kenny celebraba cada cosa que salía de la boca de su hermana. Los abuelos solo sonreían y el abuelo estaba lo suficientemente sordo como para que no captara lo suficiente. Albert miraba a su hermana bastante incómodo y Mikasa se aferraba al brazo de Jean con ansiedad.
-Con que ahora vives sola, Miki -Kuschel seguía llevando la conversación ahora durante la cena, el pavo al centro y las verduras en sendos pocillos -Ya era hora que decidieras apartarte de tus padres. Estás bien crecida. Además, tanto tiempo enamorada locamente de este chico como para seguir dilatando la cosa.
Kenny se largó a reír, mientras Mikasa quería que llegara la nave espacial de Levi y la abdujera.
-¡Pero si este es otro! -exclamó Kenny muerto de risa -Ay, pero cómo hablaba Miki de ese chico… Eren, ¿verdad?
-¡Sí! -respondió Kuschel -¡Ese mismo! ¿Qué fue de él, Miki?
-Es cierto, cariño -dijo la abuela con una sonrisa -¿Qué es de tu amigo Eren? ¿Y Armin? ¿Cómo están ambos?
Mientras Mikasa respondía escuetamente y bastante avergonzada, Levi rellenaba la copa de Jean con vino, cosa que el castaño agradeció y bebió de un solo sorbo. Levi asintió y volvió a rellenar la copa.
-Todavía me acuerdo cuando Miki planeaba su boda con ese chico. ¡Adorable! Como si el matrimonio asegurara la felicidad -suspiró Kuschel -Me imagino quién le hizo creer eso a la nena -bromeó mirando a Albert -Pero así es el amor… aparece y desaparece. Díganmelo a mí que ya llevo cinco divorcios encima -agregó con humor -Siempre he dicho "un clavo saca a otro clavo".
Jean se empinaba la copa cuando las palabras de Kuschel llegaron a sus oídos. "Un clavo saca a otro clavo". Miró a Mikasa de reojo y la notaba realmente incómoda, mientras Kuschel seguía recordando toda la infancia, adolescencia y temprana juventud de Mikasa enamorada de Eren. Hace tiempo que esa historia no había sido un tema entre Jean y Mikasa, pero ahora el chico tomaba el peso a la situación.
La cena continuó y los temas iban y venían. Kuschel hablaba sobre su vida en la capital, su tienda de vestidos de novia, su último novio… Era divertida, encantadora y graciosa. Pero se notaba a cuadras que su falta de filtro incomodaba a todos menos los abuelos y Kenny.
-Me gustaría conocer tu apartamento, Miki -dijo Kuschel para cuando ya se despedían -Espero que mañana puedas recibirme.
Esa fue la despedida antes que Levi, Mikasa y Jean se retiraran. El camino de regreso fue silencioso hasta que Levi se disculpó por la falta de criterio de su madre.
-Siempre ha sido así, dice lo primero que se le pasa por la mente -dijo Levi sin encender la radio mientras salía a la autopista -No hay que prestarle mucha atención.
-Lo sé -suspiró Mikasa en el asiento del copiloto -Pero… -volvió a suspirar -¿Viste cómo estaba mi papá? Sé que es tu madre, Levi. Y también entiendo que no se lleve con mi mamá. Más allá de mis propios problemas con ella, no creo que Kuschel deba emitir un juicio con tanto desparpajo, cuando no vive aquí.
-Pides demasiado -bufó Levi -Sabes cómo es Kuschel. Es de esas personas que cree que lo sabe todo, que es onmipresente y su palabra es la única verdad. Te lo he dicho cientos de veces, Miki. No le des más importancia de la que tiene. Tómalo de quien viene, solo eso.
(…)
Mikasa se quitó los zapatos y los dejó junto a la puerta. Se sintió aliviada de sentir la madera del piso en sus plantas. Dejó su chaqueta en el perchero y caminó hasta la cocina para poner agua en el hervidor.
-¿Quieres un té, amor? -preguntó volteándose hacia Jean, quien permanecía junto a la puerta bastante pensativo -¿Jean?
-¿Me usaste para olvidarte de Eren?
Mikasa se quedó de piedra y el hervidor se resbaló de su mano para caer en el lavaplatos. Lo tomó apresurada y con un paño que estaba encima lo secó antes de dejarlo sobre la base y encenderlo. No respondió a la pregunta.
-Mikasa… te hice una pregunta -insistió Jean mientras ella se volteaba hacia el fregadero y tomaba unos platos ya secos para comenzar a guardarlos -Lo pensé, en algún momento. Pero después me dije "Mikasa peleó con sus padres por ti, cómo vas a estar siendo el clavo. Nadie se arriesgaría así por alguien que realmente no le interesa". Es como lo pensaba, ¿verdad? No soy… no fui el otro clavo, ¿verdad?
El hervidor sonó anunciando que el agua estaba lista.
-¿Vas a querer un té o un café? -preguntó Mikasa acelerada sacando dos tazas -Compré té chai, es rico. ¿Lo has probado? A Sasha le encanta…
Jean espiró largo y pesado.
-Mikasa…
-¿Vas a querer algo o no? -exclamó volteándose hacia él.
-Ahora mismo quiero tapar el sol con un dedo, pero me temo que es imposible -respondió Jean viéndola temblorosa y angustiada -Solo quiero saber… ¿qué otras cosas me estás ocultando? ¿Hay algo más que deba saber?
Mikasa suspiró y negó. Hubiera preferido mil veces que Jean se enfadara y gritara. Que golpeara algo, que saliera fuera del apartamento bramando maldiciones… pero estaba ahí, mirándola junto a la puerta, como si no pudiese esperar nada de ella.
-Solo un café.
Eso fue lo que dijo Jean frente a su silencio. Lo vio quitarse la chaqueta y dejarla en el perchero, se retiró los zapatos y los dejó junto a los de Mikasa. Ella comenzó a preparar el café y su té, completamente nerviosa. No terminaba de comprender la situación ni porqué Jean no reaccionaba como esperaba, eso la hacía sentirse aun más angustiada. Tanto que al verter el agua derramó un poco afuera. Fue Jean quien secó con un paño y tomó ambas tazas para salir de la cocina y dejarlas sobre la mesa de centro de la sala. Mikasa lo siguió en silencio y lo vio sentarse en el sofá. Palmoteó a su lado para invitarla a sentarse junto a él. Mikasa tomó asiento, con la vista perdida en las tazas frente a ella.
-No eres el otro clavo -se apresuró a decir Mikasa con angustia -No lo eres.
-¿Nunca lo fui?
-Nunca.
Mikasa lo escuchó suspirar con alivio, mientras su propio corazón se le hacía pequeño. No podía decirle la verdad de como había comenzado todo, porque no debía hacerle daño… porque si se lo decía ella sabía que rompería su corazón. Y había jugando tanto con él.
-¿Vamos a la habitación? -propuso Mikasa arrimándosele mimosa -¿O ahora que conociste a tía Kuschel vas a cambiarme por ella? Te vi mirarla.
-¿Yo? -exclamó sorprendido.
-Sí, tú. Poco más y se te caía la baba. No parabas de mirarle las tetas.
-¡Pero si las tenía prácticamente fuera! Soy hombre, voy a mirar quiéralo o no. Es como un reflejo.
Mikasa se cruzó de brazos y soltó un bufido.
-Pero si me muestras las tuyas puedo mirarlas todo lo que quieras…
-Sí eres un pervertido de lo peor -exclamó Mikasa mirándolo acusadora.
-Bueno, entonces no -resolvió él y la rodeó con un brazo -Ven celosita -la besó en la sien y ella se dejó mimar -¿Sabes que soy feliz contigo? No quiero nada ni a nadie más.
-Yo también soy feliz -suspiró Mikasa -¿Vas a quedarte?
Jean caviló y le miró el escaso escote con disimulo.
-Si me lo pides.
-¿Te quedas, porfi? ¿Porfi? ¿Por favorcito?
-Eres tan adorable cuando quieres.
Mikasa se le apegó más y soltó un suspiro pesado.
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-Soy Mikasa -comenzó la chica sentada frente a Anka Rheinberger -Tengo 21 años, casi 22. Hasta hace dos meses vivía con mis padres, ahora vivo sola. Bueno, casi sola, porque mi novio se queda casi todos los días conmigo. Yo… no quiero causarle daño, él es muy bueno conmigo y me quiere mucho. Tiene un genio horrible y a veces discutimos bien feo. Feo no de golpearnos ni nada de eso, pero nos hablamos fuerte. Supongo que eso es normal…
-Todos perdemos el control a veces, es normal -asintió Anka -Lo importante es hablar las cosas, el respeto y el amor -hizo una pausa -¿Por qué dices que no quieres hacerle daño?
Mikasa desvió la mirada hacia uno de los diplomas que colgaba en la pared.
-Desde los diez años que estuve enamorada del mismo chico. Él es Eren y es mi mejor amigo junto con Armin. Cuando llegué de Japón con mis padres no manejaba bien el idioma y muchos me jugaban pesadas bromas en la escuela. Ellos me ayudaron muchísimo y los quiero… mucho. Gracias a ellos dejé de pensar cosas horribles.
-¿Qué eran esas cosas horribles? -preguntó Anka.
Mikasa negó, no quería volver a esos tiempos. La mujer no insistió.
-Mi mamá alimentaba mi enamoramiento por Eren y me convencía que él debía ser el único en mi vida. Prácticamente vivía y respiraba por él. Era mi todo…
-¿Y por qué dejó de serlo?
-Eren nunca tuvo una novia y yo esperaba que eso se mantuviese así hasta que se diera cuenta que yo era la mujer que merecía estar a su lado… pero hace poco más de un año todo cambió y Eren se ennovió con Annie… una maldita narigona, tonta y molesta -masculló.
Anka asintió pensativa mientras escribía en un cuaderno.
-¿Estás enamorada de tu novio o solo es un distractor?
Mikasa no esperaba esa pregunta tan directa. Hasta hace un par de días no se cuestionaba eso. Pero…
-Creo -retomó Mikasa -Temo que esté haciendo lo mismo que hizo mi mamá. Y… yo no quiero ser como ella. No quiero hacerle daño a Jean como mi mamá le hizo daño a mi papá.
Anka la miró con interés.
-¿Crees que tu mamá no quiere a tu papá? -preguntó asombrada -¿De dónde sacaste eso?
-Toda mi familia lo cree. Tía Kuschel la llama "prostituta nipona". Levi, mi primo, dice que mamá se casó con papá porque se embarazó de mí y que nunca lo ha querido.
-¿Y alguna vez le has preguntado a ella? -Anka le sonreía con actitud maternal.
Mikasa se sorprendió con esa pregunta. Ella… nunca le había preguntado. Pero es que su mamá…
-Ella no quiere hablarme de nada. Está obsesionada con que vuelva a casa y corte con Jean. Yo no quiero ninguna de las dos cosas. Para ella no soy más que un error, uno que quiere corregir. Quiere que sea como ella y que tome la decisión correcta esta vez.
-¿Y cuál es esa decisión correcta?
-Seguir insistiendo con Eren… buscarme un chico más parecido a él… No lo sé. ¡Siempre hice lo que ella quería, lo que papá y ella querían! Pero… quiero decidir por mí misma. Pero no quiero equivocarme… si no le hago caso a mis padres me equivocaré, porque todo lo hago mal…
-¿Qué te hace pensar eso? Todos tenemos temor a equivocarnos. De momento ya tomaste una decisión que está siendo muy buena para ti, tomar distancia de la situación de tus padres… o la que crees que ellos tienen. Y claro que tienen un conflicto, pero no es que ellos no se quieran.
-Pero si ellos ni siquiera se hablan… nada. Ellos…
-Mikasa -la interrumpió Anka -Las relaciones de pareja reales no son como en los libros o las películas. Tú misma lo has dicho, tu y tu novio discuten. Seguramente te molestan cosas de él y cosas tuyas deben molestarle también. Estar en pareja es una decisión, el amor lo es. Cuando estás con alguien es para construir algo juntos, compartir, quererse y cuidarse. Tú solo ves el rol de tus padres contigo y cuando están contigo. No puedes saber cuál es su dinámica.
Mikasa enarcó una ceja.
-¿Tienen una dinámica? -preguntó la muchacha.
-Claro que la tienen. Pero no quiero que dudes del amor que ellos se tienen y te tienen. Eres lo más preciado para ambos.
Anka guardó silencio un momento mientras anotaba en su cuaderno. Lo cerró y la miró.
-Vamos a llegar a un acuerdo, Mikasa. Vas a hablar con tu padre sobre lo que hablamos hoy, sobre su relación con tu madre. Háblale desde tus miedos e inseguridades, no lo enfrentes con rabia ni culpes a tu madre. Solo escucha lo que tiene que decirte al respecto.
-¿Y mi mamá?
-Hablaremos con ella, las tres, la próxima semana. ¿Vale? -Mikasa asintió -Tomarás una hora con el doctor Zeckley. Es un excelente psiquiatra. Te ayudará un poco con tu ansiedad. Toma la hora con la secretaria, atiende los días viernes. Pregúntale a ella si tiene hora para mañana.
-¿Un psiquiatra? Pero si yo no estoy loca…
-No, pero estás pasando por un período muy intenso y debes estar tranquila y, sobre todo, dejar de cuestionarte cosas viéndolas desde el punto oscuro. No quiero que tengas una caída en tu ánimo que nos impida avanzar. Él decidirá qué es mejor para ti.
Mikasa asintió lentamente.
-Anka… ¿qué tiene mi mamá? ¿Puedes hablarme de eso?
-Puedo. Tu madre tiene una depresión endógena que arrastra hace muchísimos años. Viene de mucho antes de siquiera conocer a tu padre, no tiene que ver con que ella sea infeliz con su vida con él o contigo. No es algo que pueda controlar.
-¿Se va a recuperar?
-Va a aprender a vivir con ello.
Mikasa volvió a asentir.
-¿Está con mi papá porque él la salvó?
-Nadie puede salvar a nadie, Mikasa. Pero todas las parejas tienen dinámicas. Tu padre es muy importante para ella. No es su salvador ni su héroe, pero es el hombre con quien decidió construir una familia y decidió amar hace varios años ya. El enamoramiento es una cosa, pero cuando eso se apaga comienzo de un trabajo en pareja. Amar no es necesitar a alguien, es caminar juntos contra todo, apoyarse y ser los mejores amigos. Es ser un equipo. ¿Qué mejor que amar a quien tienes a tu lado por todo lo que es y todo lo que eres a su lado?
Mikasa le sonrió.
-Hablas muy bonito -dijo Mikasa.
-Gracias -respondió Anka -Es parte de mi trabajo. Pero el resto del trabajo es tuyo. Reflexiona sobre lo que te dije. Y sé honesta con tu novio. Son los conflictos lo que nos hace ver a quienes tenemos a nuestro lado. ¿Vale?
-Vale. Nos vemos la próxima semana, entonces.
-Así es -afirmó Anka.
-Gracias.
Mikasa se puso de pie y salió de la oficina. Se acercó al mesón de la secretaria. Tomó hora para el día siguiente con el doctor Zeckley. Al bajar del edificio, llamó un taxi y miró su reloj. Estaba a tiempo.
Tomó su móvil una vez dentro del taxi.
Mikasa (19.31): sí fuiste el otro clavo… y eres el mejor clavo de todos. Pude elegir no hacerlo, pero hubiese sido el peor error de mi vida. Te elijo a ti ahora y siempre.
Jean (19.32): Mika… estas cosas no se escriben por whatsapp. Pero, está bien. Hablar de tus cosas no se te da nada bien. Te agradezco la honestidad.
Mikasa (19.32): ¿Estamos bien entonces? (corazón)
Pero Jean se había desconectado dejándola en visto. Mikasa suspiró pesado. El taxi se detuvo al cabo de unas cuadras y descendió. Ingresó al edificio y subió al cuarto piso por las escaleras. Cuando estuvo frente a la puerta del apartamento golpeó un par de veces. Pero nadie respondió. Volvió a insistir.
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Jean dejó el móvil sobre la cama o prácticamente lo arrojó sobre ella. Si había algo que odiaba por sobre todas las cosas era que le mintiera. Había odiado que su madre le hubiese ocultado que Roger era su novio mientras lo llevaba a cenar como un "amigo". Odiaba cuando sus amigos le mentían… ¡odiaba que Mikasa le hubiese mentido con tal descaro! Él jamás fue deshonesto con ella. Se sentía realmente estúpido.
Sabía que debía tomarlo con calma, pero ya las cosas no eran así. Pero esa confesión machaba todo… más de cómo comenzó… un perverso juego donde él jamás mintió y ella…
Y no podía hablarlo con nadie. No quería meter a nadie en ello. Necesitaba calmarse y no cargarla contra ella… por mucho que quisiera. Mikasa no estaba en condiciones de enfrentar un problema con él ahora. ¿Pero dónde quedaban sus propias necesidades en todo esto?
Revisó su agenda y al día siguiente solo tenía un par de clases. Tomó nuevamente el móvil y envió un mensaje a Eld. Acto seguido tomó un bolso y tiró dentro un par de cosas. Volvió a tomar el móvil mientras se ponía el bolso al hombro. Discó y esperó respuesta del otro lado.
-¿Estás en Trost? -espero un segundo -¿A cuánto queda eso de acá? -pausa -¿Puedes pasar por mí al terminal? Te aviso cuando esté en el bus.
No podía hablar con Connie, ni con Sasha. Tampoco quería que nadie se enterara, ni siquiera Marco. Tampoco con su madre… ¡quién sabe con qué tontería saldría!
-Nos vemos, Roger.
Metió el móvil en su bolsillo y salió del apartamento. Diez minutos después Mikasa llegaba al apartamento esperando darle una sorpresa… una que no arreglaría el daño que había causado.
Todos tenían un límite y ella debía comenzar a aprenderlo.
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