Independencia
Mikasa se levantó temprano para meterse a la ducha y comenzar su rutina. La noche anterior había preparado todo para el día siguiente: cuadernos, su estuche de lápices, la ropa que vestiría... incluso el almuerzo. Jean había dicho que si lo preparaba se ahorraría bastante dinero.
Habiendo salido del baño se sentó en el borde de la cama aun con la toalla entorno a su cuerpo y secando su cabello con otra, que pasó a dejar a un lado y reclinarse.
-Despierta, dormilón. Tenemos que ir a clases -le habló suave a Jean dejando un pequeño beso en su mejilla -Si no te apuras voy a partir sin ti.
Jean rezongó un poco y se removió entre las sábanas antes de sentarse en la cama. Mikasa se ponía su ropa interior y, aun cuando estaba adormilado, Jean solo pensaba en quitársela. Pero antes que siquiera hiciera el amago de hacerlo, Mikasa se ponía la camiseta y tomaba los pantalones de mezclilla de sobre la silla.
Antes que comenzara a dudar si llegar a la primera clase, Jean tomó una toalla del armario y se perdió en el baño.
Pronto estuvo fuera de la habitación, vestido y algo frustrado por la grandiosa visión que no podría convencer esa mañana de meterse nuevamente en la cama... no a dormir, claramente. Aquella grandiosa visión dejaba una segunda taza de café en el mesón de la cocina americana, dándole una mejor visión del perfecto calce de esos pantalones. E hizo lo que debía frente a esa tentación. La abrazó por la espalda y sus manos se colaron bajo la camiseta de Mikasa sintiendo la suavidad y calidez de la piel bajo aquella tela de algodón.
-¿Qué haces? -preguntó Mikasa risueña cuando su novio le besaba el cuello. Se volteó para mirarlo a los ojos -Siéntate a desayunar. Preparé todo como te gusta -lo besó en la mejilla.
Jean se pasó una mano por el cabello y acomodó sus pantalones en un intento por calmar a su fiel compañero. Se sentó para ver que Mikasa efectivamente había hecho un par de tostadas y huevos revueltos con jamón. Un café cargado sin azúcar frente a él. Ella estaba del otro lado del mesón comiendo su mix de frutas con unos copos de avena.
-¿Está bien? -preguntó Mikasa esperando una retroalimentación.
-Sí, amor, está perfecto. Gracias.
Ella sonrió amplio. Jean agradecía aquello. No era común que él se diera el tiempo de desayunar. Más bien porque se quedaba enredado en las sábanas. Todo con Mikasa era más sencillo, más hogareño... esta semana había sido genial. Dormir, comer, hacer el amor, comer, hacer el amor, ducharse, hacer el amor... y algo así. Su última semana de vacaciones y el comienzo de la "independencia de Mikasa".
-¿A qué hora paso a buscar mis cosas? -preguntó Jean en medio del desayuno -¿Después de la práctica o después de mi turno? Salgo tarde. No quiero despertarte.
Mikasa alzó la vista por sobre su taza empinada. Sí, recordaba que el trato era que se quedaría unos días mientras ella se acostumbraba. Al comenzar las clases, Jean volvería a su apartamento. No fue algo impuesto, ambos consideraron buena idea pasar sus vacaciones juntos. Pero Mikasa sabía que debía ser independiente, y por mucho que Jean hubiese querido que ella se fuese a vivir con él, ella tenía su espacio y debía respetar su decisión. Estaba bien con eso, absolutamente bien.
Pero ante su pregunta, recibió un gesto desilusionado y una respuesta evasiva.
-Pues... a la hora que quieras. Lo que más te acomode -fue la respuesta de Mikasa -Te guardaré de la cena en un pote.
Jean le sonrió y le tomó la mano.
-Linda. Gracias.
Ella le sonrió de regreso. Pero esa mueca de desilusión regresó en cuanto la sonrisa se borró de su rostro. Jean odiaba verla así, sabiendo que era algo que podía manejar. Era tan sencillo como decir: "Está bien, me quedo otra semana". Pero era decisión de ella. Sabía que estaba acostumbrada a que otros tomaran las decisiones por ella. Ya haber dado el paso de salir de casa había sido enorme. Pero fue Albert quien la incentivó a que iniciara su proceso real de independencia. Jean solo quería apoyarla, no imponerle nada. Sabía en carne propia lo importante que era tomar decisiones, resoluciones y llevar su vida con responsabilidad. Al menos en los temas que merecían tal responsabilidad, nadie necesitaba ser perfecto.
Mientras Mikasa terminaba de alistarse para las clases con sus potingues de chicas, Jean lavó lo del desayuno. Era cómodo y más divertido vivir de a dos. Aun no chocaban por cosas domésticas y eso lo volvía aun más agradable.
-Lista -se anunció luciendo peinada y maquillada. Simplemente hermosa.
Jean la miró embobado.
-Soy un bruto con mucha suerte.
Tomó su bolso y se lo echó al hombro. Mikasa llegaba a su lado, se puso la chaqueta que colgaba del perchero. Antes que Jean abriera la puerta, ella se empinó para besarlo en la mejilla.
-La suertuda soy yo -le palmoteó en la espalda baja -Mi pichón -Jean la miró con desagrado -Pimpollo me recuerda a tu madre. Te quita muchos puntos de sex apeal.
-Pichón no es precisamente un apodo muy varonil -respondió finalmente abriendo la puerta.
-Pero es adorable -dijo Mikasa saliendo al corredor hacia el ascensor.
Aun cuando el edificio quedaba solo a unas cuadras de la universidad, hicieron el trayecto en motocicleta. Más que nada porque Jean decidió pasar por sus cosas cuando terminara el turno luego que Mikasa le rejurara que no importaba, que ella se quedaría estudiando hasta tarde.
Si había algo que Mikasa detestaba eran las habladurías, pero de alguna manera -o porque una de sus compañeras, Pieck, era prima de Annie- todos se habían enterado que había "huido de su casa para irse a vivir con Kirstein". Algunos ya murmuraban que sus padres la habían corrido de su casa porque estaba embarazada.
-La gente tiene demasiado tiempo libre -fue lo que Jean tuvo que decir al respecto mientras se dirigían al ensayo de equipo de baile -No le des importancia.
-Estoy segura que fue Annie -masculló Mikasa acomodándose su bolso en el hombro.
-¿Te ayudo con eso? -preguntó Jean tratando de ser amable.
-¿Para que todos crean que sí estoy embarazada? -preguntó mosqueada.
-No -respondió Jean -Para que todos digan que tu novio es todo un caballero... -Mikasa resopló -Vamos, princesa. No te pongas así. ¿Crees que detendrás las habladurías lanzándole maldiciones a Annie? La verdad creo que solo debió comentar que ya no vivías con tus padres y...
-No la defiendas, eso sí que no te lo aguanto -advirtió Mikasa poniéndose frente a él y obligándolo a detenerse -Ella no tiene porqué andarle comentando a la gente de mi vida. Annie no es la dulce chica que todos creen. Ella la tiene cogida conmigo desde que se puso de novia con Eren. Solo quiere perjudicarme.
Jean frunció los labios pensativo. Sus compañeros de equipo pasaban junto a ellos saludándolos rumbo a los camarines. Sasha y Connie se les unieron.
-¿Problemas en el paraíso? -preguntó Sasha mirando a sus dos amigos.
-Si hubieses dignado a aparecerte en la mañana lo sabrías -la regañó Mikasa -Irresponsable.
-Me quedé dormida -sonrió Sasha pacífica -Olvidé programar el despertador y Connie no usa el suyo.
Connie se alzó de hombros con inocencia.
-¿Y bien? ¿Qué pasó? -preguntó Sasha.
-Pasó que Annie anduvo abriendo su bocota con Pieck y ahora todos creen que me corrieron de casa porque estoy embarazada -exclamó Mikasa -¿Te das cuenta?
Sasha asintió unas cuantas veces y miró a Connie. Él le sonrió.
-¿Y ya eligieron nombres? -bromeó Sasha, Mikasa le levantó el dedo del medio -Podrías llamarla Sasha si es niña, ¿puedo ser la madrina?
Jean miró a su amiga con un gesto de desaprobación. Mikasa estaba vuelta una furia.
-Ya... -intervino Connie pasando un brazo por los hombros de Mikasa -Ya se les pasará. ¿Te acuerdas cómo hablaban de Sasha cuando supieron que vivía conmigo?
Mikasa bajó la vista. Era cierto. Connie y Sasha vivieron juntos desde que llegaron a la universidad. La sociedad no estaba preparada para ese tipo de relaciones, menos cuando se trataba de jóvenes estudiantes. De hecho, hasta sus padres le hicieron algún tipo de comentario al respecto.
-A la gente le encanta juzgar a los demás -continuó Connie -Si vas a detenerte a escuchar cada comentario que salga de sus amargadas bocas, nunca vas a ser feliz. No hay nada peor que tratar de darle en el gusto a todos, porque eso es imposible.
Mikasa soltó un suspiro y miró a Connie.
-Tienes razón, Connie. Gracias.
Sasha vio a Connie con orgullo. Sin duda era el mejor novio que jamás pudo pedir. Y calmó a la fiera, eso era un triunfo.
-Vamos -indicó Sasha -Se nos hace tarde.
Fueron hasta los camarines. Por supuesto que dentro del cambiador de chicas hubo un par que le dirigieron miradas a Mikasa mientras de cambiaba. Al menos se había esforzado en bajar el par de kilos que había subido en vacaciones y lucía como siempre.
Escuchó un par de comentarios susurrados.
"No... si se ve igual que siempre"
"Debe tener pocas semanas, no se nota aun"
Pero cuando Mikasa estaba a punto de explotar, Hitch abrió la puerta del camarín y fue hasta ella.
-¡Qué hedor! -exclamó -Huele a sudado a perras habladoras -dejó su bolso en una de las bancas -¿Cómo va tu nuevo apartamento, Mika? Vi unas fotos en tu facebook, es divino. Tus padres son geniales -hablaba bastante fuerte -Si yo les digo a mis padres que me quiero independizar, se reirían en mi cara. Me encanta que te apoyen así. ¿Cuándo inauguramos?
Mikasa le sonrió a Hitch y articuló un átono "gracias". Hitch le guiñó un ojo.
-El viernes podríamos hacer algo -continuó Mikasa.
-Allí estaré -se retiró la chaqueta y la dobló para dejarla dentro del casillero -Llevaré las cervezas -sacó su ropa de entrenamiento del bolso -¿Puedes creer que hay gente que rumorea que estás embarazada?
-¿Ah, sí? -preguntó Mikasa arreglando sus leggings -La gente tiene mucho tiempo libre -soltó una risa.
-Supongo que creen que tendrías unos hijos muy bonitos con Jean -bromeó y Mikasa volvió a reír -Me hace ilusión.
-Bueno, hay gente que tiene hijos joven, no le veo el problema. Pero, ¿quién sacaría la cara por este equipo si me embarazo? -volvió a reír -Es un rumor gracioso.
-También lo creo -sonrió Hitch muy amplio -Bueno, ¿y cómo estuvieron tus vacaciones? Supe que fuiste a la costa con tus suegros. ¡Qué suerte!
Mikasa se sentó en la banca ya lista para salir al salón de ensayos, pero se quedó charlando con Hitch, cerrándole la boca a todos. Después de todo, Hitch solía estar en boca de todos por sus aventuras y por ser una mujer empoderada de su sexualidad. Pero Hitch no era una mala chica, solo vivía diferente... la sociedad no soporta lo diferente.
Mientras eso ocurría en el camerino de las chicas, en el de los muchachos la situación era diametralmente diferente.
-¿Es cierto que Mikasa está embarazada? -preguntó Franz sentándose junto a Jean.
-No -respondió Jean con tranquilidad.
-¡Qué alivio! -exclamó Franz -Me preocupé cuando Hanna me lo comentó en el almuerzo. Ella estaba muy preocupada.
-Realmente no sé de dónde la gente saca esas cosas -respondió Jean -Pero creo que los críos nos quedarían bien lindos.
-Sí, claro -bromeó Floch del otro lado -Pobre Mikasa. Tendría un potrillo asiático. Creo que le propondré reproducirse conmigo.
Jean le arrojó su pantalón a la cara solo para callarlo, no para empezar una pelea. Floch se lo arrojó de regreso y Jean lo atajó con una mano.
-Creo que tu relación con ella resultó demasiado choqueante para muchos -comentó Connie -Pero yo, que los conozco bien, sabía que era inevitable. Son el uno para el otro.
Un 'uy' se escuchó risueño en el camerino. Simplemente los hombres tenían otra forma de ver las cosas. Si Mikasa y Jean vivían juntos o no, no fue tema. Mikasa no era más o menos decente por eso. Pero cuando alguien preguntó, Jean fue determinante. Cada uno tenía su apartamento y estaban llevando las cosas con calma... en teoría.
El ensayo estuvo intenso y se notaron las semanas de relajo. El maestro Zacharias no estaba conforme y los regañó bastante. Deberían recuperar el tiempo perdido y pronto. Tenían tres meses para darlo todo.
Mikasa se lo tomó en serio, como solía ser en ella. No podía perder esa oportunidad. Recordaba ese día en que renunció al equipo y las palabras de Jean. Quizás no fuese una profesional de la danza, pero por un momento se sentiría como una.
Había corrido los muebles de la sala para tener espacio para practicar mientras Jean estaba en la cafetería. Agradecía que el apartamento de abajo estuviese desocupado. La música sonaba en el reproductor y aprovechaba la oscuridad de afuera y como le permitía verse en el reflejo del ventanal que daba al balcón.
Aun cuando la coreografía no representaba dificultad para ella, sus movimientos no eran lo que ella deseaba. Debía ser... perfecta. Tan perfecta como esa niña que solía querer ser bailarina. Incluso llevaba el vestido oficial de la presentación como cuando tenían ensayos los viernes. Se había puesto los zapatos y ató su cabello en una coleta alta.
Fue rígida con cada uno de sus movimientos. Repitiendo cada uno las veces que fuesen necesarias. Pero algo no funcionaba correctamente.
Su concentración estaba al máximo, tanto que no notó que Jean ingresaba cerrando suave la puerta. El muchacho mentiría si dijera que no se la quedó mirando fijo, estudiándola. Mikasa era una experta en técnica, pero...
Se acercó con sigilo dejando su chaqueta en una silla sin mucho cuidado. Justo en un giro la atrapó por la cintura.
-¿Necesitas compañía, princesa? -susurró a su oído.
Mikasa sintió un escalofrío de esos agradables recorrerla entera. Lo miró un segundo antes de apartarse y comenzar la melodía desde un principio. Como desde la primera vez que bailaron juntos la conexión era perfecta. No necesitaban instrucciones, solo sentirse.
Jean apoyó las manos en sus caderas, no sutil como en la coreografía, sino que apretó como reclamando lo que le pertenecía. Fue un movimiento rápido con el que la volteó y jaló hacia arriba la corta tela del vestido que cubría el cuerpo de la chica. Había experiencia en ello.
Mikasa se lo quedó mirando una fracción de segundo, pero retomó sus movimientos, sintiendo aquellas manos sobre su piel desnuda y húmeda de sudor. Trataba de no distraerse por ello, era un ensayo con su pareja de baile. Un ensayo que comenzaba a distraerla de la perfección de cada movimiento, sintiendo una necesidad imperiosa de tenerlo cerca... aun más cerca.
Era una coreografía sensual, suave... muy insinuante. Concretamente, los tactos no eran reales, siempre manteniendo una prudente distancia, pero esta vez no era así. El roce, el tacto era real, mucho más erótico que un ensayo común. Cada giro, cada movimiento se volvía enviciante. Entonces, lo buscó, a él, respondiendo a la misma intensidad. Cuando la música cesó finalmente, ella le rodeaba el cuello con los brazos y él sujetaba uno de sus muslos, agarre que se deslizó en el silencio hasta su trasero. Mikasa tembló y dejó escapar un trémulo suspiro. Deslizó los brazos alejándose del cuello de Jean para pasar a repasarle el pecho con las manos y comenzar a desabrochar uno a uno los botones de su camisa. La apartó del camino para pasar a frotarle la piel.
Él buscó su boca ansioso, subiendo sus manos hasta sus caderas y apegándola con necesidad. El recorrido continuó hacia arriba por su espalda, desprendiendo el broche del sujetador. Las manos en sus hombros deslizando los breteles del sujetador por sus brazos. La boca abandonando sus labios hasta clavarse ávida en la blanca piel de su cuello. Escuchaba la respiración agitada de Mikasa, el deseo creciendo en ambos.
Mikasa retrocedió unos pasos hasta caer de lleno en el sofá. Jean se desprendió de la camisa y Mikasa lo recibió entre sus brazos, acomodándose sobre los cojines permitiéndole posarse sobre ella. Pero antes que Mikasa pudiese estar plenamente cómoda, la guió por la espalda para llevarla con él hacia una posición erguida. Mikasa comprendió, sentándose sobre él para sentir el efecto de aquellas caricias en él. Se frotó contra él con un movimiento lento de caderas, que le robó un grave gemido al muchacho.
Podía sentirlo endurecido contra su sexo mientras ella llevaba el ritmo de su vaivén contra él. La excitaba sentirlo así, la excitaba la serie de sensaciones que le provocaba. Lo sintió encerrarle los pechos entre las manos con firmeza, soltando, apretando otra vez disfrutando de la turgencia, de la sensación cálida y maleable entre sus manos.
Se dejó hacer, que la recorriera por donde quisiese, mientras ella continuaba moviéndose, con sus manos sobre los hombros de Jean, clavándole los dedos, aferrándose conforme sentía aquella deliciosa sensación que nacía desde su intimidad, invadiendo todo su cuerpo.
De pronto retiró sus manos de sobre los hombros del chico, bajándolas hasta el cinturón que destrabó sin problemas. Se puso de pie para descorrer la ropa del chico sin nada se sutileza. Sus propias bragas se deslizaron por sus piernas y volvió a colocarse ligeramente separada de Jean. Él volvió a tomarle el pecho mientras ella descendía sobre él hasta sentirlo completamente en su interior. La sensación fue deliciosa y ambos se miraron a los ojos, antes que él la tomara por la nuca y la acercara para devorarle la boca.
Mikasa movía sus caderas lento o algo más rápido... a su completo gusto. Abandonó la boca del muchacho para utilizar sus hombros de apoyo una vez más. Así también podía verlo a la cara. Sus labios entre abiertos y su mirada clavada en ella. El roce, el ir y venir lograba arrancarles gemidos y exhalaciones irregulares, que por tiempos ahogaban entre sus labios. Las manos de Jean firmes en las caderas que se balanceaban sobre él. Se sentía descontrolado, tanto o más que Mikasa quien clavaba sus uñas en su hombro y escondía ahora el rostro en su cuello sintiendo su acelerado respirar contra la piel. Fue él quien la jaló por el cabello de su nuca para volver a besarla e invadir cada espacio de su boca mientras jadeos provenían de sus gargantas escapando, e invadiendo la boca del otro. Estaban al límite, es delicioso límite en que ya no podían contenerse más. Ella gimió agudo y todo en ella se tensó, logrando que él dejara de contenerse y alcanzara ese momento en que todo se volvía intenso, por unos segundos... marcando el fin, el increíble y delicioso fin.
Mikasa jadeaba reclinada sobre él. Sus cabellos húmedos, como el resto de su piel. Los sentidos completamente despiertos, tanto que tiritó cuando Jean acarició sus brazos suavemente. Otro beso más suave y más dulce fue compartido, junto con delicadas caricias. Jean le despejó algunos cabellos del rostro observándola embobado.
-Acurruquémonos un ratito, ¿sí? -propuso Mikasa.
Jean no iba a negarse. Ella se puso de pie y le extendió una mano para guiarlo a la habitación.
-Me daré una ducha corta -anunció Mikasa y lo besó breve -Vuelvo en un minuto.
Jean se fumó un cigarrillo tendido en la cama. Los únicos momentos en que Mikasa le permitía fumar dentro, solo para que no pescara un resfrío en el balcón.
Mikasa salía de aquella rápida ducha, su cabello en un desordenado recogido para evitar mojarlo. Se tendió en la cama, aun algo húmeda del baño. Jean apagó el cigarrillo para cuando Mikasa se le apegó rodeándolo con un brazo.
-Ya es tarde para que te vayas a casa -suspiró Mikasa alzando levemente la cara -Quédate.
-No lo sé... -respondió en tono juguetón.
-¿Por favor? -insistió Mikasa repasando el abdomen del muchacho con un dedo -¿Sabes que es muy feo que te marches luego de tener sexo? Me sentiría utilizada... -hizo un puchero -Pero tú no eres un chico malo abandona novias postsexo, ¿verdad que no? Tú eres un chico -su mano iba bajando por el abdomen -Muy... muy bueno -su intrépida caricia ahora atrapaba el sexo de su novio -¿Cierto?
Jean rodó sobre la cama, dejando a Mikasa bajo él.
-Manipuladora -susurró a contralabios -Mi preciosa, mimada y malcriada novia.
Mikasa se sonrió pícara al tiempo que movía sus piernas alejándolas del centro, para recibir la deliciosa erección contra su intimidad. Solo sentirlo rozarle la encendía. Comenzaba a introducirse en ella cuando el móvil de Mikasa comenzó q sonar. Era tarde como para ignorarlo. Mikasa miró hacia la mesa de noche.
Levi, llamada entrante.
Jean, que había mirado también por reflejo, se detuvo y apartó para quedar arrodillado entre las piernas de Mikasa.
-Levi -respondió al llamado.
-Mika... Kuschel viene a la ciudad.
-Dame un segundo.
Retiró sus piernas hacia un costado y se sentó en el canto de la cama. Tomó su bata y la anudó rápidamente. Salió de la habitación. Jean la siguió con la mirada y se volvió a tender en la cama, no sin antes ponerse el pijama. Podía irse olvidando de retomar su segunda sesión. Encendió el televisor.
Mikasa se sentó en el sofá atenta a la conversación de Levi. La llegada de tía Kuschel solo podía significar problemas. La última vez estaba huyendo de su último esposo que resultó ser un mafioso de lo peor. Tío Kenny tuvo que recurrir a sus contactos aun más mafiosos para deshacerse de él.
-¿Podemos impedirlo? -preguntó Mikasa -Escondernos en algún lugar... ¿Ir al continente si es necesario?
-Sabes que Kenny y tu papá le abalan todo. Me da ira de solo pensar en qué lío se metió esta vez. Sus malas decisiones me tienen hasta la madre.
-Irónico -suspiró Mikasa -¿Cuándo llega?
-En la madrugada. Acaba de llamarme para decirme que estaba en el aeropuerto esperando el avión. ¿Te das cuenta del descaro? No le bastó meter cuanto hombre quiso en casa cuando era un pobre enano. ¿Tú crees que fue agradable vivir con Kenny y Uri? Creo que ahí me volví maricón.
-Ay, Levi -volvió a suspirar -Irás por ella supongo.
-Es mi madre, ¿tengo otra alternativa?
-¿Dejar que tío Kenny y mi papá se encarguen?
-Kenny no responde. Deja en silencio su móvil después de las diez de la noche. Y tu padre tiene demasiados problemas. No es como que Maika apruebe que salga de madrugada a buscar a Kuschel y la aloje en su casa. La última vez se emborrachó y la llamó "prostituta nipona".
-No sabía eso... -dijo Mikasa.
-Miki-chan, tú nunca sabes nada. Y cuando sabes, te vas de casa a vivir con tu novio. Por cierto, ¿dormías?
-No, estaba a un milímetro de tener sexo.
-No debí preguntar -rezongó Levi -Vale. Cumplía con avisarte. Seguro querrá una reunión familiar.
-Por favor dime que no la recibirás en tu casa -suplicó Mikasa -Va a enloquecerte.
-Ya hablé con la abuela, se hospedará allá. Pero llamaré al detective privado... a saber en qué anda ahora la madre del año.
-No le quites el galardón a mi mamá. Lo tuyo ya es pasado de moda -bromeó -Si necesitas huir, tengo un cuarto de visitas.
-Sobreviviré. Buenas noches, mocosa.
-Buenas noches, enano marica.
Cortó la llamada y dejó el móvil sobre la mesa de centro. Sintió los pasos descalzos de Jean llegar hasta ella.
-¿Le pasó algo a Levi? -preguntó preocupado.
-No... o sea, sí -lo miró con un gesto de tragedia -Me temo que conocerás a Kuschel Ackerman. La madre de Levi.
-¿De la que elige malos novios?
-Tía Kuschel es mucho más que eso, créeme -se puso de pie -Volvamos a la cama.
Tomó a Jean de la mano y volvieron a la habitación. Mikasa se retiró la bata, se puso su camisón y se metió nuevamente a la cama. Jean apagó el televisor y la abrazó por la espalda.
-Jean...
-¿Hm?
-No traigo bragas...
-Eres una mujer muy pícara, ¿lo sabías?
Después de todo, las clases no comenzaban hasta las once. Podían tomarse unos minutos más.
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