Imperfecto
Todos los chicos estaban precalentando. Todos con el vestuario, peinados y listo para salir a escena. Finalmente había llegado el momento, todo el trabajo de años, especialmente del último año, todo se pondría en juego dentro de unos minutos.
Habían viajado en avión desde Shinganshina hasta la capital para el concurso de grupos de baile universitarios. La emoción se los comía por dentro a todos. El maestro Zacharius estaba nervioso y se frotaba las manos con insistencia.
-Estoy más nerviosa que cuando rendí los exámenes de fin de semestre -comentó Sasha estirándose.
-Eso salió bien, aprobamos todo y el próximo año tendremos la práctica profesional -respondió Mikasa ordenando el tirante de su vestido que estaba torcido -Esta es solo una prueba más.
-Pareces muy tranquila -masculló Sasha.
-¿Tranquila? -exclamó Mikasa -Tengo el estómago revuelto desde antes de viajar. Pero trato de mantener la calma. Esto es por lo que me he preparado años. Puede que no haya podido ser bailarina profesional -comentó tranquila -Pero hoy me sentiré como una.
-Ey, estás citando mis palabras, princesa.
Jean llegaba para tratar de arreglar el odioso tirante rebelde que no quería acomodarse.
-Un minuto -anunció Zacharius.
Los chicos asintieron. Sasha abrazó a Mikasa llena de nervios y Jean se sumó. El trío que debió ser desde aquel laboratorio hace cuatro años. Pronto Connie les saltó encima.
La presentación fue tal como estuvo planeada, no hubo un solo error, la concentración fue máxima y los aplausos del público los regocijaron. Aun cuando el resultado final no fue el que deseaban.
-Tercer lugar es muy bueno -dijo Albert ya a la salida mientras Mikasa sostenía el ramo de rosas que sus padres le habían regalado.
-Estuviste divina, hija -la felicitó Maika -Y tú no estuviste mal -le dijo a Jean.
-Gracias por venir a verme, fue una gran sorpresa -dijo Mikasa emocionada.
-Era la excusa perfecta para venir a la capital… hacía años que no veníamos -dijo Albert abrazando a Maika -Desde que…
Una persona se hacía presente pasando entre toda la gente agolpada a la salida del teatro.
-¡Miki-chan!
Mikasa se volteó hacia esa voz. Oh, oh. Maika entornó los ojos y Albert sonrió inocente. Tía Kuschel la abrazó con fuerza dejándole un par de besos de labial embetunados en las mejillas.
-¡Estuviste maravillosa! ¡No podía no venir a verte!
-Gracias, tía Kuschel.
Kuschel pasó a saludar a Albert, pasó de Maika y se detuvo frente a Jean.
-Rico, es lo único que tengo que decir. Si tuviese veinte años menos… ¿o te gustan mayores?
Fue Maika quien jaló a Jean fuera del alcance de Kuschel.
-Quédate lejos de esa mujerzuela -masculló a Jean.
Kuschel se quedó un momento, no sin mostrarles todos los comentarios que los Ackerman habían dado en el chat familiar sobre el video que les había enviado de la presentación. Se retiró pronto, no sin dejar de darle un agarrón en el trasero a Jean, quien pegó un respingo. Ella sonrió pícara y le hizo un gesto de llámame.
-Me siento violado -murmuró Jean.
-Así se pone cuando bebe de más -masculló Maika -¿Vamos a cenar? ¿O tienen planes con los muchachos?
-No lo creo -dijo Mikasa viendo a muchos con sus padres.
-Diles a Connie y Sasha, no me pareció ver a sus padres -comentó Albert.
-Yo iré por ellos -dijo Jean perdiéndose entre la multitud.
Mikasa miró a sus padres. Parecían tan orgullosos de ella. No, no parecían, lo estaban. De pronto se sintió muy emocionada, su padre lo leyó y la abrazó.
-Hubieses sido una hermosa bailarina, hija.
-No -dijo Maika seria -No hubiese sido. Ya lo es.
Connie y Sasha llegaron hasta ellos junto con Jean. Albert revisó su móvil para buscar un buen lugar donde celebrar. Maika y él se quedarían unos días más en la capital. Mikasa y los chicos regresarían a Shinganshina al mediodía del día siguiente.
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El ambiente en el avión era de triunfo. Poco importaba que no hubiesen ganado. El sabor de victoria, de un objetivo cumplido estaba en todos ellos. Aunque no faltaban quienes reclamaban que había sido injusto.
-No me siento bien -dijo Mikasa bebiendo un poco de agua que le había traído la azafata -Debí comer algo que me hizo mal -se excuso.
-¡Encima de mí no vomitas! -exclamó Hitch al lado contrario de Mikasa -Te volteas hacia tu novio que es capaz de recogerlo con las manos.
Jean se apresuró a sacar la bolsa de mareo de su asiento, solo para tenerla a mano.
-No quiero vomitar, solo me siento extraña. Deben ser las turbulencias. Tampoco me sentía muy bien en el viaje de ida. Lo mío no es volar.
-La próxima vez iremos por tierra, princesa.
Hitch masculló algo mirando por la ventana. Eran insoportables esos dos emanando tanto amor. Supuso que ya con el tiempo se les iba a pasar. Solo tendría que implorar paciencia.
De pronto Hitch escuchó una arcada y chasqueó la lengua. Este iba a ser un viaje muy largo y las dos horas se le iban a hacer eternas. Eso sumado a la resaca de la noche anterior.
-Ahora yo tengo ganas de vomitar -bufó la rubia.
-No es gracioso, Hitch -masculló Mikasa pálida -¡Odio volar!
-Mejor -exclamó mirando a Jean -Te saldrá económica en la Luna de Miel -bromeó.
Mikasa le levantó el dedo del medio a Hitch, la que rio. Justo después de eso, le vino otra arcada.
Iba a ser un viaje muy largo.
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Son las vacaciones cuando se cae en cuenta del cansancio acumulado. Una vez terminados los ensayos y la presentación final, Mikasa tenía todo el tiempo del mundo para ella… y su nuevo pasatiempo favorito: dormir. Estaba tan cansada, todas las tensiones del año finalmente habían dejado merma en ella.
-Mika… -escuchó entre sueños y entreabrió los ojos. Jean la miraba sentado a su lado -Tienes hora con la doctora Zoe. Ya son las cuatro. ¿Te llevo?
-No -negó remolona entre las sábanas -¿A qué hora llegaste?
-Recién. Pensaba que no estarías. Pero me dejaste la cama calientita para echarme una siesta -bromeó Jean y Mikasa se estiró soltando un bostezo nada elegante -Quizás deberías pedirle pastillas anticonceptivas en lugar del implante. Desde que lo cambiaste hace tres meses que andas muy cansada.
Mikasa volvió a bostezar.
-Jean Kirstein, el médico -bufó Mikasa.
Jean frunció el ceño. Lo decía por ayudar, no por joderla. Pero últimamente Mikasa tenía un genio de perros. Se tendió en su lado de la cama y sacó su Le Monde Diplomatique.
-Odio cuando sacas ese periódico. Es como "cállate, Mikasa" -exclamó ella poniéndose de pie para ir al baño antes de salir.
-Nunca te digo eso -respondió Jean con la vista en el periódico.
-Pero lo piensas -lo acusó Mikasa.
Se metió al baño y volvió a salir igual de rápido. Aprovecharía de preguntarle a la doctora Zoe por tantas ganas de orinar y lo poco que salía. Quizás tenía una infección urinaria o algo así.
Tomó su bolso y un ligero sweater. Jean la seguía con la vista. Ella se le acercó y lo besó breve.
-¿Cuando vuelva pides una pizza?
-Sí, amor -respondió Jean volviendo a ver a su adorable princesa que, por ratos, se volvía la misma Úrsula de la Sirenita -¿Quieres la vegetariana como siempre?
-Se me antoja una con mucha carne, chorizo y picante. Mucho picante. ¡Se me hizo agua la boca!
-Entonces una con mucho picante y carne grasosa. Nos vemos pronto. Me avisas si quieres que vaya por ti.
-No es necesario -se despidió Mikasa desde la puerta -Te amo.
-Y yo a ti.
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-¿Cómo has estado, Mikasa? -preguntó la doctora Zoe estando ya ambas en su consulta -¿Todo bien?
-Creo que algo va mal con mi implante -dijo Mikasa -Me duele… no, no es dolor… es una pesadez en el vientre. Es… como si estuviera por llegarme el período, pero no. Al principio pensaba que era colon irritable, era fin de año y luego tenía una competencia de baile y eso me tenía muy acelerada… Pero ya pasó y sigo sintiéndome así.
Hange asintió lentamente.
-¿Alguna otra molestia? -preguntó anotando en su computador -¿Has tenido el período?
-A veces sí, otras no. Eso es normal dentro de los implantes -Hange asintió -Me molestan los senos. Me duele tal como en el período. Tengo que dormir con sujetador. Es muy molesto. ¿Cree que pueda ser el implante? Porque mi novio dijo que quizás debería sacármelo y tomar pastillas.
Hange la miró un momento con una sonrisa dulce.
-¿Estás tomando algún medicamento?
-¿Para las molestias? No -respondió Mikasa -Solo los de siempre…
-¿Los de siempre? ¿Qué estás tomando?
-Antidepresivos. Pero ya los estoy dejando. El médico comenzó a bajarme la dosis hace un par de meses. ¿Cree que pueda ser eso y yo estoy culpando al implante?
Hange se puso de pie e indicó a Mikasa que se dispusiera en la camilla tras el biombo. Ahí iba otra vez en esa espantosa posición con su intimidad expuesta al mundo. La doctora la palpó como siempre poniendo especial atención a sus dolores. Movió un equipo que estaba a un lado.
-Voy a meter a este amigo -indicó un instrumento largo -Podremos ver qué está pasando dentro.
-¿Cree que puedan ser quistes?
Hange no respondió e introdujo el instrumento que estaba conectado a una especie de pequeño computador de una pantalla grande. Mikasa miraba a la pantalla sin ver más que nieve y algunos espacios en negro. De pronto la doctora empezó a congelar las imágenes y trazar líneas en ella.
-Pues bien, Mikasa. Tienes diez semanas de embarazo -le sonrió amplio -Felicidades.
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La sala de los Ackerman ya no era lo que solía ser. La vieja impecable imagen de una sala perfecta, ahora estaba llena de juguetes por cada rincón, una alfombra de goma eva en un rincón y un corralito que jamás ocupaban.
-¿Quién es el niño más hermoso de su abuelita? ¿Quién? -preguntaba Maika al pequeño de casi un año, sentado en su regazo mientras le sostenía las manitas -¡Es Ben!
El niño se reía al tiempo que Maika lo abrazaba y lo llenaba de besos. Albert ingresaba a la sala recogiendo los juguetes y cargando un bolso.
-Mikasa llamó -anunció Albert -Jean vendrá por Bennie en unos minutos.
-No -respondió Maika abrazando a su nieto -Es mío. ¿Te quieres quedar con los abuelitos, Bennie? ¿Verdad que sí?
El nene balbuceó algo que Maika tomó como un sí. La abuela continuaba jugando con él y Albert se sentó frente a ellos. Aun recordaba la angustia de Mikasa cuando les comunicó su embarazo. Estaba tan asustada. Pero también recordaba la templanza de Maika en ese momento y la promesa que le hizo en ese minuto. "Siempre puedes contar con nosotros". Y así había sido. Maika dejó de trabajar para hacerse cargo de Ben y realmente lo disfrutaba. "Es mejor que estar en esa aburrida oficina" había dicho. Y veía en el rostro feliz de su esposa, que Ben solo vino a llenarla de dicha. Incluso podría decir que disfrutaba ahora más que cuando Mikasa era una bebé. Estaba más relajada.
Llamaron a la puerta, fue Albert quien abrió. Jean ingresó vistiendo el uniforme del hospital donde ya llevaba medio año trabajando a tiempo completo.
Al verlo, el nene estiró sus brazos hacia él.
-Eh papá -exclamo todo felicidad.
-Infiel -masculló Maika dejando que Jean lo tomara de entre sus brazos.
El chiquito sonreía, de la misma manera que su padre.
-¿Quieres un té, hijo? -preguntó Albert -Luces cansado.
-No, gracias. Ya casi es hora del baño de Ben y Mikasa está estudiando con unas amigas. Quiero dejarlo dormido para cuando llegue.
-Siempre puedes dejarnos a mi precioso nieto y preocuparte de tu esposa y el otro crío que le mandaste a hacer, inseminador -bufó Maika cruzándose de brazos -¿Tú y tu mujer no conocen los anticonceptivos?
Jean miró a Albert y él le sonrió despreocupado.
-Estaba lactando, se suponía que era seguro -se excusó Jean con una sonrisa inocentona.
-A mí no me engañan. Lo hicieron apropósito -exclamó Maika llegando hasta Jean y tomando a Bennie -Anda a la cocina y come algo. Yo bañaré a Bennie y le pondré su pijama.
Jean asintió.
-Gracias, suegra.
-Lo hago por mis nietos, no por ti.
Partió a la planta alta.
-Me ama, lo sé -dijo Jean con convencimiento. Albert lo palmoteó en el hombro -¿Leyó sobre el tratado de libre comercio? Hay algunos temas que no terminan de convencerme.
-Eso mismo quería comentarte. Tengo el análisis económico en la cocina. Es un interesante reportaje… Y una pizza recalentada.
-Suena perfecto.
Ingresaron a la cocina y antes de sentarse, Jean llamó a Mikasa para avisarle que cenaría con sus padres y que Maika arreglaría a Ben para dormir. Mikasa le informó que tomaría un taxi para encontrarse allá.
-Mikasa vendrá -anunció Jean sentándose a la mesa de la cocina.
-Tendré que cocinar algo -comentó Albert abriendo la alacena para revisar qué había a la mano.
Se decidió por unos spaghettis y sacó unas verduras congeladas del refrigerador. Sirvió un par de tazas de té mientras preparaba todo.
-¿Cómo va Mikasa con sus estudios?
-Bien -respondió Jean bebiendo del té que le había servido Albert -Está algo ansiosa, pero dentro de una semana rendirá su examen de título y todo terminará finalmente. A veces me siento culpable… se atrasó dos años.
-Los hijos siempre demandan más a las madres. Así es la naturaleza, de otro modo seríamos nosotros los que tendríamos que embarazarnos y criar. Es una labor pesada. Siempre he creído que las mujeres son mucho más fuertes que los hombres. Física y mentalmente -comentó Albert.
-Estoy de acuerdo. A veces no sé cómo lo hace Mikasa. Es… admirable.
-No te restes mérito, yerno. Ambos han hecho un excelente trabajo. Es difícil cuando ambos padres siguen los compromisos de la sociedad. Estudiar, trabajar, criar, ser pareja… Son muchos roles para una sola persona. Por eso existen los abuelos -bromeó.
-Sí, no sé cómo nos las arreglaríamos sin ustedes -afirmó Jean.
-Tranquilo. Es un gusto. Y Maika está feliz. Aunque reclame -se acercó a Jean en actitud cómplice -Ya compró muchas cosas para la nena. Tiene un cajón lleno de cosas adorables -se alejó nuevamente -Sé honesto conmigo, muchacho. Lo hicieron apropósito, ¿verdad?
Jean desvió la mirada.
-Fue idea de Mikasa -dijo muy rápido.
-¡Já! Lo sabía -exclamó Albert -Ella siempre quiso un hermanito o hermanita.
Maika bajaba sola. Ben se había dormido después de su baño y lo había dejado en la cunita que le tenían en la habitación que solía ser de Mikasa. Traía el monitor en la mano que dejó sobre la mesa de la cocina.
-¡Me lleva el diablo! ¿Estás cocinando, Albert? Realmente amas al inseminador.
-Mikasa viene a cenar -respondió Albert -Hay que alimentar bien a nuestra nieta.
-¿Viene a cenar? ¿Y vas a darle spaghettis? -preguntó viendo la olla -¿Dónde están las proteínas? Deja, yo preparo esto. Hay un pollo en la nevera…
Maika tomó el mando de la cocina, una que estaba llena de chupones y biberones. Cuando todo estuvo listo, llegó Mikasa. Se dejó caer en una silla, exhausta del estudio.
-Dame -dijo tomando la taza de Jean y Maika se la retiró de súbito.
-Te haré un roiboos, el té tiene cafeína -dijo Maika.
-Gracias, mamá -sonrió Mikasa.
Maika la besó en la mejilla y volvió a lo suyo. Pronto estuvo todo listo. Los cuatro sentados a la mesa y el monitor visible.
-¿Han visto ya el tema del apartamento? -preguntó Albert a los muchachos.
-De momento estamos bien -desestimó Mikasa -Trasladaremos a Ben a la habitación de visitas y Rose dormirá con nosotros.
Maika sirvió el trozo más grande de pollo a Mikasa y le indicó con solo una mirada que se lo comiera todo. La pobre chica no sabía dónde le cabría tanta comida. No era que tuviese aun demasiada barriga, pero era mucho.
-Es un buen apartamento -continuó Jean -La ubicación es buena y mientras los niños estén pequeños no necesitamos tanto espacio. Luego podemos comprar algo más grande. Roger se ofreció a ayudarnos con eso.
Mikasa seguía viendo cómo hacer caber toda esa comida en el estómago cuando Maika alzó la voz:
-Con Albert hemos estado hablando algo. Esta casa es muy grande solo para nosotros y el apartamento donde viven ya está pagado…
-¿Pagado? -exclamó Mikasa -¿No era rentado?
Albert miró a Maika.
-No, hija. Ese apartamento es mío -dijo Albert.
-Pero… -Mikasa miró a Jean.
-Tampoco lo sabía -dijo Jean con la misma sorpresa.
-Todo lo que has pagado en "renta", muchacho, está en una cuenta de ahorro -le guiñó un ojo -A nombre de Bennie. Cuando acepté que ustedes vivieran juntos, e insististe con pagar la mitad de la renta, pensé en pagar con eso la hipoteca, pero algo me dijo que mejor guardara ese dinero. Y el destino me dio la razón.
-¡Pero pagarnos un apartamento es demasiado, papá! -exclamó Mikasa -Es demasiado…
-Todo lo que tengo, lo que tenemos -continuó Albert -Es para ti.
-Y no íbamos a dejar que inseminador viviera gratis contigo. Si quiere celeste, que le cueste -dijo Maika.
-¿Alguna vez va a dejarme de llamar así? -preguntó Jean con actitud derrotada -Si yo la quiero, suegra.
-Yo también te quiero, perpetrador, desvirgador de señoritas decentes.
-¿Escuchaste eso, princesa? -exclamó Jean con histrionismo -Mi suegra me quiere.
-¡No lo repitas, inseminador!
Mikasa se rió. La calma volvió a la mesa.
-Retomo -continuó Albert -Ese apartamento está pagado. Y como dice Jean tiene una excelente ubicación. Pero, no es un lugar donde criar a dos hijos. No cuando está esta casa. Cuando la compramos, fue gracias al apoyo de mis padres. Fue su regalo. Yo tenía un trabajo que no daba lo suficiente para aspirar a más y Maika aun debía estudiar para convalidar su título. Los abuelos querían un lugar donde pudiésemos estar tranquilos, sin preocuparnos por nada más que la familia que construíamos. Y ahora -tomó la mano de Maika -esa es nuestra labor. Esta es tu casa, Mikasa. La tuya y la de tu familia.
-Eso te incluye a ti, perpetrador -dijo Maika de buen humor -Y no me gustan tus muebles, Mikasa. Así que yo me llevo los míos. Siempre quise vivir cerca del mall -agregó ensoñada.
Un silencio cayó en la mesa.
-Yo… -murmuró Jean -No sé que decir…
-Con un "gracias, suegros", basta -respondió Maika -Y la casa seguirá a nombre de Albert. Así si abandonas a mi hija no verás un maldito peso luego del divorcio.
-Mamá…
-¿Qué? -exclamó Maika -Puede querer divorciarse de ti eventualmente. O tú de él… De hecho, hay un joven que tomó mi puesto en el banco muy…
Jean abrazó a Maika y la besó en la mejilla.
-Cállese. Y gracias.
-Aléjate de mí -alegaba Maika -¿Así es como te convence, Mikasa? ¡Ya, ya! -apartó a Jean -¡Qué cargoso! ¡Vete a cargosear a tu mujer! ¡Zape zape!
El monitor indicó que Ben se había despertado. Jean subió a hacerse cargo dejando a los Ackerman solos en la cocina.
-Mamá, papá… yo no sé cómo agradecerles tanto -Mikasa estaba claramente emocionada.
-Mikasa -habló Maika -Hace veintitrés años tuve que decirles a mis padres que me divorciaba, que me había enamorado de un extranjero y que estaba embarazada. Esperaba repudio, pero obtuve todo lo contrario. No fue fácil, pero los abuelos me apoyaron, nos apoyaron. Dentro de lo que los estándares japoneses les permitían. Eran otros tiempos y otra cultura. Pudieron dejarnos solos, pero no lo hicieron. Yo era todo lo que tenían y eso pesó más que toda una sociedad -hizo una pausa -Cuando decidimos venir aquí, no esperábamos lo mismo de los padres de Albert. Pero ya sabes cómo son los Ackerman.. unos locos adorables. Menos Kuschel, esa zorra… -masculló -La familia es la familia. Y ellos me recibieron como a una hija más. Nos regalaron esta casa con la condición de hacer de ella un hogar. Cuando los niños se van, es el momento de volver a hacerla un hogar.
-Prométenos que serás tan feliz aquí como nosotros lo fuimos -dijo Albert -Deja que tus hijos corran en el jardín, desordenen todo, que dejen sus juguetes regados por el piso y manchen las paredes… déjalos que sean tan felices como tú lo eras de niña.
-Hay familias que no pueden permitirse esto -continuó Maika -Solo aprovéchate de lo que hemos conseguido con esfuerzo tu padre y yo, de lo que tus abuelos consiguieron con esfuerzo para nosotros. Esta casa ahora es tuya, algún día será de tus hijos. Ese es el legado, el patrimonio de la familia -abrazó a Mikasa -Y junto con la promesa de hacer feliz a tus hijos, quiero que me hagas otra promesa -dijo con voz suave -Cuida de ese imbécil que está cantándole adorablemente a mi nieto. Ese no sabría sobrevivir solo, volvería a ese chiquero y a vestirse horrible con ropa de segunda mano. No quiero que me vaya a ver al asilo de ancianos en esa pinta, creerán que es el chico del aseo.
-¡Ay, mamá!
Albert se rio, Maika traía una sonrisa pícara. Jean regresaba luego que Bennie volviera a conciliar el sueño.
-Bueno -retomó Maika -¿Cuándo comenzamos la mudanza? -miró a Albert -Tienes que desocupar la bodega, Bertie. ¡Tienes una cantidad de basura ahí! Necesitaremos cajas. Muchas cajas. En el supermercado podríamos pedir algunas. ¡Tengo tanto trabajo! Ah, ¿y ustedes? ¿Cómo lo harán? Con Mikasa estudiando, el inseminador trabajando y con Bennie. ¡Ay, pero qué lío! Bertie, Bertie, me va a dar algo.
-Maika, existen empresas que se encargan de eso…
-¡Mi vajilla china no la tocan!
-Pero, mamá. Si nunca la usas tampoco…
-¡Fue mi regalo de bodas! ¿Sabes por todo lo que pasé cuando nos vinimos de Japón? Mi vajilla china…
Maika siguió transmitiendo sobre la mudanza. Jean y Albert charlaban sobre algunos arreglos que había que realizarle a la casa antes de mudarse. Gastos que Jean insistió en pagar. Mientras tanto Mikasa pensaba en que, finalmente, todo era… perfectamente imperfecto.
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Fin
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