Envolturas y Regalos

Los siguientes dos días Mikasa fue prácticamente adoptada por la madre de Jean. Se notaba su entusiasmo por el noviazgo de su pimpollo.

Ellie la consideraba para cada almuerzo, paseo o cena. Por la noche Jean la iba a dejar a casa de Connie y Sasha, tal como ahora mismo. La televisión sonaba de fondo mientras estaban recostados en la estrecha cama de la habitación de invitados compartiendo un calmo y largo beso. No había implicancias sexuales, solo lo disfrutaban en su sencillez. Era bueno, para variar.

Pero todo lo bueno tiene que terminar. Fue Jean quien cortó el contacto, aun cuando continuaba acariciando su cabello.

-Tengo que volver a casa -murmuró.

Mikasa hizo un pequeño puchero.

-Está bien.

Jean se puso de pie y tomó su móvil y las llaves de la mesita de noche, para guardarlos en el bolsillo trasero del pantalón.

-Espera -dijo Mikasa levantándose rápido de la cama y buscando algo en el pequeño armario. Sacó un paquete envuelto en papel navideño -No lo abras hasta mañana -se lo extendió.

-Gracias -parecía sorprendido -No debiste...

Mikasa ahora era la extrañada.

-No me tienes un regalo, alimaña -gruñó.

-Claro que sí, pero los regalos se entregan por la mañana después que pasa Santa -masculló.

Mikasa hizo una mueca tratando de disimular una risa que de pronto estalló abrupta.

-¡Eres un niño! -reía de buena gana -Mi pimpollito -le pellizcó suave una mejilla -Bueno, si quieres lo guardo hasta mañana.

-No, es mío y lo pondré bajo el árbol -respondió malgeniado.

Pero ambos jugaban. Mikasa finalmente despidió a Jean en la puerta y volvió a su habitación presta para dormir. Mañana sería noche buena, y volvería a pasar las fiestas con su familia.

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Mikasa hubiese preferido tomar un taxi, pero Levi insistió en pasar por ella. El trayecto no fue de lo más agradable. Realmente tenía un nudo en su estómago.

-Todo va a salir bien, Micki-chan -la animó Levi -Mientras finjamos que todo sigue bien -agregó con cierta malicia.

Mikasa apoyó su codo en la pequeña saliente de la ventana y soltó un suspiro. Observaba su propio reflejo difuso en la oscuridad que había fuera del vehículo, solo interrumpida por las luces de la calle y otros autos.

-Todo sigue bien, ¿no? -murmuró desviando la mirada a su primo, quien estaba con la vista en el camino -Levi… -el mayor de los Ackerman respondió con un 'mm' -Cuando saliste del closet… ¿cómo se sintió? Digo… ¿tuviste miedo?

Levi caviló.

-Nunca es fácil romper con las ilusiones de los demás -respondió mirándola de reojo -Tarde o temprano, todos salimos del closet en el que nos escondemos. Es parte de crecer.

-Muy filosófico -respondió Mikasa apesadumbrada y volvió a ver hacia la calle -¿Qué haces cuando sales del closet finalmente?

-Vivir. Como mejor te plazca, sin nada que fingir.

-¿Y si toda mi vida me ha tocado fingir? -preguntó Mikasa soltando otro suspiro.

Levi sonrió cansino.

-Tampoco seas melodramática -bromeó Levi -No has fingido nada. Solo has vivido la vida que tus padres creen que es lo mejor para ti. Y, hasta ahora, estabas de acuerdo con ello. ¿O me equivoco? -hizo una pausa, Mikasa guardaba silencio -Cada uno decide como vivir su vida. No puedes obligar a tus padres a vivir de otra manera… No los expongas. Juega tu rol como sabes hacerlo. Sé la chica perfecta que siempre has sido. Solo por hoy, por ellos. No le des motivos a tu abuela para criticar a tu madre.

Mikasa volvió a mirar a Levi de reojo y asintió pensativa. Aquella pegajosa canción ochentera seguía sonando de fondo, y los acompañó hasta que aparcaron afuera del edificio de apartamento donde vivían sus abuelos. Al bajar del auto pudo ver el hermoso jardín, perfectamente ornamentado, con sus platas llenas de flores y su bien podado césped.

-¿Hay algo de los abuelos que deba saber?

-El abuelo tuvo amantes -declaró sin darle relevancia -La abuela lo sabe. Eran otros tiempos, no me mires así.

Mikasa tomó aire profundamente. ¿Qué más faltaba por enterarse? Miró a Levi y éste le sonrió amplio.

-¡Es una broma! Tan crédula.

El joven ingresó al edificio, Mikasa tras él. Subieron al ascensor y mientras los números pasaban hasta el piso 12 el corazón de la muchacha latía más fuerte. No había visto a sus padres hacía un par de semanas, aunque hablaba con su padre a diario, no con su madre. ¿Cómo fingiría que todo estaba bien?

Llamaron a la puerta y como si fuese magia, la actuación de Mikasa comenzó. Saludó a su abuela con un beso en la mejilla, su abuelo la abrazó con fuerza y la regañó por abandonarlos tantos días. Cierto, ella los visitaba junto con sus padres cada fin de semana.

-Me temo que Miki-chan está más preocupada de su novio que otra cosa -bromeó tío Kenny desde la sala.

Mikasa ingresó de lleno al apartamento decorado a la antigua, todo olía a viejo, pero a hogar. Extrañaba eso. Sus padres estaban sentados en el sofá, uno junto al otro, tal como siempre.

Su padre la besó en la frente disimulando los días de ausencia y añoranza, su madre imitó el gesto de Albert. Como si ella jamás se hubiese marchado. Por otro lado, tío Kenny no fingió, la apachurró como siempre solía.

El árbol de navidad brillaba a un lado de la sala, decorado con adornos que tanto ella como Levi habían hecho de pequeños. Poco le importaba a la abuela que combinaran con las luces y brillantes bolas decorativas y las guirnaldas. Bajo el árbol varios paquetes de regalo en colores navideños.

La cena de la abuela estaba servida en la mesa y el aroma se sobreponía al olor a antigüedad. Todos sentados a la mesa vivieron otra navidad como cualquier otra. Tío Kenny acaparó la conversación como solía ser, mientras que Levi revisaba su móvil cada cinco minutos. Mikasa vio a su madre entornar los ojos cada vez que Levi chequeaba sus mensajes, pero no dijo nada.

-¿De vacaciones ya, Miki? -preguntó la abuela con todo dulce, la chica asintió limpiándose la boca con la servilleta -¿Cómo estuvo el semestre?

-Difícil, pero aprobé todo -anunció con orgullo.

-Como siempre -agregó Albert.

-¿Y el grupo de baile? -interrogó el abuelo -¿Cuándo se presentan?

-En octubre -respondió Mikasa -Hemos trabajado muchísimo, ya casi tenemos la coreografía completa. Está muy bien lograda.

-Contigo ahí seguro es un éxito, cariño -finalizó la abuela.

Fue fácil para Mikasa entrar en la dinámica familia otra vez. Ver a sus abuelos ser tan afectuosos, los comentarios de tío Kenny, la indiferencia de Levi, el orgullo de su padre y la calma de su madre. Era como si nada hubiese ocurrido y deseó de todo corazón que así hubiese sido. Solo quería retroceder el tiempo y volver a aquellos momentos donde todo era perfecto.

Pero ya nada era perfecto… era real. Tan real como que sus padres casi no interactuaban y todos lo sabían. Todos lo notaban desde antes que ella tuviese siquiera la consciencia de ello. Todo lo que tenían sus padres en común era ella. Todo. Porque el amor que su padre tenía por su madre era templado y no lograba entibiar su corazón. Quizás nunca lo hizo. Pero Albert Ackerman jamás reconocería que algo no estaba bien. No por el qué dirán, sino porque odiaba la realidad… tal como ella misma. Prefería ser ciego a lo obvio y seguir viviendo de una perfecta ilusión e incluirlos a todos en ella.

-¿Cuándo conoceremos a ese novio tuyo, Miki? -preguntó la abuela, aquella pregunta que todos parecían esquivar.

-No lo sé. Algún día supongo -respondió evasiva.

-Pero qué tímida -rió el abuelo -Tener novio es de lo más normal. Extraño sería que no lo tuvieses -se calló de pronto, la abuela lo había golpeado debajo de la mesa mirando a Levi -Digo, a tu edad es de lo más normal.

-Supongo -dijo Mikasa con una sonrisa algo rígida -Quizás les presente a Jean más adelante.

La abuela le sonrió de regreso. El abuelo no había terminado con su interrogatorio.

-Kenny nos comentó que es un compañero tuyo de la universidad. Asumo que debe ser un chico inteligente y a tu altura.

Mikasa iba a responder, cuando su madre interrumpió:

-Es justo lo que Mikasa necesita y merece -dijo con un gesto plácido.

Su madre no la miró siquiera, pero aquellas palabras la reconfortaron inmensamente. Su madre entendía y aceptaba su decisión. Por fin la liberaba de sus propios fantasmas. Solo deseaba que su madre lograra liberarse a sí misma.

Cuando llegó el momento de abrir los regalos, fue el abuelo quien hizo los honores. El intercambio se realizó entre bromas y risas, como solía ser. Tío Kenny obligó a Mikasa a cantar unos villancicos, cosa que le daba una vergüenza enorme, pero terminó por realizar. Así todo fue como debía ser.

Al terminar la noche bajaron todos juntos hasta el recibidor del edificio, ya eran las dos de la mañana.

-Vamos, Mika -dijo Levi abriendo la puerta del auto -Te llevaré donde Sasha.

Pero en ese momento la chica de quedó quieta. Por inercia casi estaba caminando con sus padres al auto familiar.

-Mika… vuelve a casa -dijo su padre -Solo por hoy… si no quieres regresar definitivamente aun. No quieres pasar esta noche sola…

Mikasa accedió. Tal vez por el cálido ambiente familiar y un poco de nostalgia. Extrañaba su casa, su habitación, su cama. Aun cuando su madre todavía no le hablaba, se sintió bien estar de regreso. Hasta el aroma era diferente.

La campanilla de mensaje entrante llenó el silencio del ambiente. Se sentó en la cama y tomó el celular.

Jean (01.22): Feliz navidad preciosa.

Mikasa (01.22): Feliz navidad para ti también pimpollo xD

Jean (01.23): Pensé que estarías durmiendo. ¿Cómo estuvo la cena?

Mikasa (01.23): Bien. Estaba todo muy rico y tío Kenny se embriagó jajaja. Fue muy gracioso. Levi se enojó.

Jean (01.23): ¿Y tus papás? ¿Todo bien?

Mikasa suspiró. No sabía si bien era la mejor palabra si su madre no le hablaba, pero sentía que hacía lo correcto al darle una oportunidad.

Mikasa (1.24): Vine a pasar la noche a casa.

Jean (1.24): Eso está bien, princesa. No vas a pasar Navidad solita.

Mikasa sonrió. Era lo que había dicho su papá.

Jean (1.24): Pero si volvías donde Connie siempre podía arrancarme para pasar la noche contigo. Dormir abrazados… sin ropa.

La muchacha se sintió sonrojar y se sonrió pícara. Sin duda era una buena propuesta. Se quitó los zapatos y se tendió en la cama.

Mikasa (1.25): Que rico. Podría ser mañana… aunque sea un ratito. Después te devuelvo a tu madre, pimpollito.

Jean (1.25): Tendremos que aprovechar que Connie y Sasha no están mientras mi mamá siga de visita. ¿A las diez?

Mikasa (1.25): A las diez en punto.

Jean (1.26): Nos vemos entonces. Duerme bien.

Mikasa (1.26): Tú también.

Mikasa dejó el móvil a un lado, no sin antes dejarlo en silencio. Buscó un pijama y luego se metió a la cama. En realidad le gustaba la idea de Jean. Cerró los ojos y se durmió a los pocos minutos.

Despertó al día siguiente a eso de las diez de la mañana. Se sentía extraño estar de regreso y no tener que ir al baño de Sasha todo desordenado. Como siempre, en su casa estaba todo perfecto. Hasta cierto punto le tranquilizaba.

Bajó a la cocina, su madre ya estaba ahí, también su papá.

-Buenos días, hija -sonrió amable Maika dejando frente a ella un plato de frutas y su vaso de jugo de naranja -¿Dormiste bien?

Fue algo extraño, pero agradable ver que su mamá volvía a dirigirle la palabra. Quizás todo había pasado y podrían volver a entenderse como antes.

-Sí, mamá -respondió animada.

-Debiste extrañar tu habitación. Dormir en cama ajena nunca es lo mismo -continuó Maika -Pero ya no es necesario, ¿verdad?

Albert dobló el periódico y lo dejó sobre la mesa.

-Bueno, eso es decisión de Mikasa, Maika -miró luego a su hija -Las puertas de la casa siempre estarán abiertas… cuando quieras regresar.

Antes que Mikasa pudiese contestar, Maika se adelantó:

-¿Para qué va a seguir estando donde sus amigos si tiene su casa? Creo que ha sido suficiente tiempo fuera para pensar las cosas. Es hora de regresar -miró a Mikasa fijamente -Cuando acabemos de desayunar iremos por tus cosas donde Sasha.

-Pero… -intervino Albert -quizás Mikasa no quiere volver aún. Ya hablamos de esto, Maika. Quedamos en no presionarla.

-Claro que Mikasa quiere volver ahora. Por algo está aquí -insistió Maika -¿Verdad que sí, Miki? Vuelve a casa, mi pequeña. No es necesario estar fuera. Te queremos, ¿acaso tú no nos quieres?

-Claro que los quiero -saltó Mikasa apresurada -Pero…

-Pero nada -concluyó la madre -Te vienes a casa. Basta de libertinaje. ¿Acaso crees que no sé para qué te fuiste de casa? ¡Pues para poder acostarte con ese tipo!

-¡Maika! -exclamó Albert -Basta. Dijimos que respetaríamos sus decisiones. Por favor, cálmate. Mikasa es una mujer adulta.

-¡Claro que no! ¡Es una niña que no sabe qué hacer con su vida! No se tiene ni una cuota de respeto. ¡Nada! Mano dura es lo que necesita.

-¡Necesita que le des libertad! ¡Deja de decirle qué tiene que hacer! Suficiente. ¡Déjala respirar por Dios! ¿Hasta cuándo dejas tus frustraciones en ella?

Mikasa solo guardaba silencio mientras sus padres gritaban de un lado al otro de la mesa. Entonces lo entendió, ella era el único punto en común que ambos tenían. Sin ella… la familia se desmoronaba, y era un peso demasiado grande para ella. Aun ni siquiera tenía claro quién era sin estar bajo el alero de sus padres, no podía asumir algo así.

-¡Deja de darle libertades que no puede manejar! -gritaba Maika indicando a Mikasa con el dedo -¡Va a arruinar su vida!

-¡Es solo una joven viviendo! ¡Ya no es tu maldita muñeca! ¡Entiende!

¿Qué mentira había vivido todos estos? Parecía que, finalmente, ambos estaban siendo honestos… y duros. Mikasa apretó los labios y cerró los ojos. No quería llorar, pero los gritos le hacían doler los oídos, pero por sobre todo, dolían en su corazón.

Se puso de pie bruscamente y corrió hasta su habitación. Cerró de golpe y se recargó en la puerta. Respiraba acelerado y el corazón le latía tan fuerte que le golpeaba el pecho. No podía seguir allí un segundo más, no así.

¿Había sido ella la culpable de todo esto? Si tan solo hubiese sido una chica buena… No, ella era una chica buena. Nunca dio preocupaciones, fue una buena estudiante, hizo lo que se le dijo siempre. Pero cuando quiso empezar a recorrer su propio camino, cuando su madre dejó de tener el control de su vida, entonces todo se vino abajo.

Respiró más tranquila, y abajo ya no se sentía más ruido. Caminó hasta su cama y la tendió, dejando todo ordenado. En un viejo bolso que ya no utilizaba por creerlo pasado de moda, guardó una cajita donde tenía sus accesorios, también un par de prendas y unos zapatos. Era lo único que había extrañado estando donde Sasha.

Dando un último vistazo a su habitación, cerró por fuera. Bajó con cuidado los escalones y se asomó a la cocina. Vio a su madre llorando aferrada a su papá como si la vida se le fuera en ello. Mikasa dejó el bolso en el suelo junto a la puerta de la cocina y se sentó frente a su madre.

-Voy a estar bien. Solo necesito que me dejes crecer -la voz de la chica era suave -Te quiero, mamá.

Pensaba que solo era otra crisis nerviosa como las que solía tener su mamá, pero cuando sacó el rostro oculto en el pecho de su padre, supo que no era simplemente eso.

-Vete de esta casa, prostituta. ¡Anda a revolcarte con ese muerto de hambre y arruina tu vida!

Mikasa se hizo hacia atrás por inercia. Miró a su padre quien negó.

-Hablamos después, hija. Mamá necesita estar tranquila.

La chica tomó su bolso y salió de la cocina y su casa. Extrañamente estaba tranquila, todo pasaba frente a ella como una película en la que ella solo era una espectadora. Recordaba las palabras de Levi respecto a la historia de sus padres y todo cobraba un sentido muy triste.

Quizás su mamá quería vivir otra vida, quizás junto a ese primer amor, a su primer esposo. Soñaba tener la vida perfecta y que todo terminara como en un cuento de hadas. El mismo tipo de cuento que Mikasa tenía con Eren hasta hace poco.

Pero no podemos anticiparnos tanto en la vida ni apostar toda nuestra felicidad en la ocurrencia de ciertos eventos específicos. Porque la vida no funciona como en "El Secreto" y los decretos al universo. La vida no es un camino que se pueda planear ni escribir con antelación. Ella no era la protagonista de un cuento donde el resto de los personajes actuarían a su gusto y su objetivo final de cumpliría.

Ella no podía obligar a Eren a cumplir su sueño, eso hubiese sido egoísta. ¡Quién sabe si se hubiesen llevado bien como pareja! Porque ella no hubiese podido influir sobre él… Ella había creado una imagen de Eren en su cabeza que no era él. Era una ilusión del chico que era ideal para ella y, simplemente, le puso el rostro y el nombre de uno de sus mejores amigos. Pudo ser Armin también.

Todo había sido una ilusión… y se sentía genial reconocerlo y verlo tan claramente. Abrir los ojos a una realidad cruel, pero… ¿hermosa? Dramático, pero cierto.

Sabía que su mamá estaría bien, su padre cuidaría de ella. Siempre lo hizo y sabía que lo haría hasta el final. Era el tipo de amor que habían elegido tener.

Todos tenían derecho a elegir.

La campanita de su móvil indicó un mensaje entrante. Lo sacó de su bolsillo mientras caminaba hasta el paradero de buses cargando su bolso.

Jean (11.04): Buenos días, princesa.

Todos tenían derecho a elegir. Y en un mundo lleno de personas, a veces, la que parece más incorrecta es aquella que nos muestra ese lado que ocultamos celosamente de todos… la verdad de cada persona.

Mikasa (11.04): Buenos días, casi tardes ya, remolón.

Jean (11.04): Casi es madrugada. Apenas si salió el sol.

Mikasa (11.05): Claro, hace como cuatro horas.

Jean (11.05): ¿Tanto? Se me pasó volando el tiempo. Cuando duermes no tienes consciencia de lo que pasa. Tienes razón, soy un marrano perezoso.

Mikasa (11.05): ¿Ya estás en pie?

Jean (11.05): Recién terminamos de desayunar. ¿Y tú?

Mikasa (11.06): Camino donde Sasha, pero haré una parada antes.

Jean (11.06): ¿A dónde irás?

Mikasa (11.06): Te cuento a la noche. Hablamos más tarde. Un beso.

Jean (11.07): No es que no esté intrigado, pero como quieres ser misteriosa, no insistiré. Nos vemos más tarde. Muchos más besos.

Mikasa se sonrió algo boba. Ese Jean sí era bien meloso cuando quería. Tal vez Jean era más parecido a ese chico con el que soñaba de niña al que bautizó como Eren. Muchas veces los regalos vienen envueltos en diferentes paquetes. A veces vienen de señoritos y otras… de pelafustanes de mala vida con un gran corazón.

Desvió su trayecto hacia el paradero para caminar un par de cuadras por el barrio. Un trayecto que hizo tantas veces desde los diez años.

Se detuvo frente a una casa con un jardín precioso, lleno de hortencias rosas y azules. Llamó a la puerta.

-Mikasa, ¡qué linda sorpresa! -exclamó la mujer que le daba ahora un abrazo -Feliz navidad.

-Feliz navidad, señora Jaeger.

Carla Jaeger se hizo a un lado para permitirle el paso. La puerta se cerró tras ellas.

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