Cuando no tenemos que fingir
Las vacaciones junto con la familia de Jean habían sido un éxito. Se sentía muy cómoda con ellos y habían sido muy amables con ella. Le dio un poco de tristeza cuando tuvo que despedirse y sintió tanto afecto de ambos en los abrazos.
Pero no pasó más de un día de haber regresado para cuando su padre quiso hablar con ella y se citaron en un café. Jean la pasó de dejar antes de irse a su turno donde Gunther y Eld. Al menos pasaría la noche con ella una vez que su trabajo hubiese terminado.
Su papá la esperaba ya sentado en aquel café en el centro de la ciudad. Era un lugar mediano, varias mesas de madera y la barra al fondo. Su padre estaba en la última mesa junto al ventanal.
-Hola, papá -saludó Mikasa llegando a su lado -¿Cómo estás?
Albert se puso de pie y le dio un abrazo, la besó en la frente y volvió a tomar asiento. Mikasa lo imitó quedando frente a él. Ordenaron un café expreso y un té de limón con jengibre.
-Estás muy bonita -comentó su padre mirándola con una sonrisa.
-¿Tú crees? No alcancé a maquillarme -se llevó las manos al rostro -se me hizo tarde ordenando la casa. Sasha llega mañana.
-Eso está bien. No estarás sola… aunque me imagino que tu novio te ha cuidado bien. Se te ve radiante. ¿Has ganado algo de peso?
Mikasa lo miró entrañada.
-No. Creo… -dudó -Creo que las vacaciones fueron demasiado relajadas. Tendré que ponerme en forma para retomar los ensayos.
Su padre asintió lento.
-¿Necesitas dinero? -preguntó de sopetón.
Mikasa negó.
-Estoy bien -respondió con tranquilidad -Voy a buscar empleo, algo relajado para apoyar a Sasha y Connie con los gastos.
Su padre volvió a asentir sosteniéndole la mirada.
-Con que tu postura sigue siendo la misma. No te culpo. Está bien si quieres independizarte. Puedo costearlo. Si quieres que te rente un apartamento cerca de la universidad…
-Papá -interrumpió Mikasa.
-Algo amoblado o si quieres puedes comprarle lo que desees. Estar con tus amigos puede ser divertido un tiempo, pero vas a tener problemas, la convivencia no es fácil.
-Papá, no tendré problemas. Y si los tengo sabré resolverlos.
Su padre la miró un instante.
-Mikasa… tú no sabes lo que implica vivir con otros que no sean tu familia. Quiero ahorrarte problemas. ¿Quieres ver apartamentos? Yo hice una búsqueda… en caso que quisieras mantenerte fuera de casa. Tu madre no está de acuerdo y quiere que regreses, pero sé que tardarás. Aunque ella no quiera verlo, estás grande -su mirada se suavizó -Has crecido tanto… mi niñita es una mujer.
-Papá -volvió a intervenir Mikasa -Estaré bien. Realmente quiero vivir con mis amigos, quiero ganarme mi vida sola. Quiero saber lo que es…
Albert frunció el ceño.
-Mikasa, el que ahora tengas un novio que trabaja y estudia no implica que tú tengas que hacer lo mismo para estar a su nivel. Son circunstancias de vida diferentes. Naciste en otra familia, con otra realidad. No tienes que demostrarle nada a ese chico.
Mikasa ladeó la cabeza. ¿Demostrarle a Jean algo? Si él la quería aunque fuese una remilgada hijita de papá.
-No quiero demostrarle nada a él… es por mí. Quiero crecer.
Albert asintió suavemente tratando de elegir las palabras con cuidado de no hacerla enfadar.
-Hija solo te queda un año para terminar tu carrera universitaria. Ya toda tu vida para trabajar. Concéntrate en tus estudios. Tómalo como mi parte en tu decisión. Respeto tu proceso, desearía que fuese de otro modo… Pero soy tu padre, quiero y debo ayudarte.
Mikasa asintió ligero. Entendía a su papá. La verdad es que nunca esperó ese tipo de apoyo, por lo que su decisión de trabajar había nacido desde esa postura. Pero ahora...
-¿Y mamá?
Albert soltó una espiración.
-De tu madre me encargo yo -sentenció -¿Quieres ver los apartamentos que vi para ti?
No nos engañemos, Mikasa puede querer crecer, pero estaba acostumbrada a tener todo lo que quería. Siempre soñó con tener su propio apartamento y ordenarlo y decorarlo a su gusto. Pensó que tardaría más, pero dado que su padre estaba tan convencido…
-Sí… por supuesto. Gracias, papi -sonreía, pero de pronto bajó la vista a su té -Me siento mal… de haberte decepcionado.
Albert tomó su mano.
-Yo lamento haberte decepcionado, princesita. Debí apoyarte desde un principio. Pero… amo a tu madre y es una mujer tan frágil emocionalmente. Sé que estarás bien y haré todo lo que esté en mi poder para asegurarlo.
Buscó su billetera y sacó un par de tarjetas.
-Ésta es una adicional de mi tarjeta de crédito. Para que amuebles tu nuevo apartamento. Y esta otra es una de débito. Te depositaré dinero mensual. Sé previsora y adminístralo bien. De los gastos del apartamento y tu universidad me preocupo yo. ¿Sí?
Mikasa no recibió las tarjetas, sino que se puso de pie y abrazó a su padre con fuerza. Luego guardó las tarjetas en su propia billetera. Luego su padre le mostró en su móvil algunas fotografías de apartamentos que había visto. Fue una tarde muy agradable.
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Jean llegó con dos pizzas esa noche, para celebrar su primera noche solos y que podrían hacer todo el escándalo que quisieran. Lo cual, tratándose de ellos, era fundamental.
Se instalaron en la habitación de Connie y Sasha viendo un documental sobre los archivos secretos de los extraterrestres.
-Vegetariana para mi reina -Jean le entregó la caja -Animales muertos y procesados para el rey -se frotó las manos.
Mikasa sacó un trozo de pizza y bajó la vista a su abdomen.
-¿Amor? -preguntó mirando a Jean quien ya se metía un trozo de pizza en la boca sin nada de elegancia -¿Crees que estoy más gorda?
Jean masticó un momento.
-¿Gorda? Estás súper rica, mi amor.
-Mi papá dijo que estaba más gorda -comentó mirando su trozo de pizza con reticencia -Y pensándolo bien, la ropa me queda un poco más estrecha.
-Bueno… estás un poco más llenita, pero es que estabas demasiado delgada. Rica igual, pero muy flaca -Mikasa miró la pizza con reticencia -Come, no te vas a poner obesa por una pizza. Además, en vacaciones es normal engordar un poquito.
Mikasa se llevó un trozo a la boca y masticó con parsimonia. Claro, en estos días de vacaciones se había llenado de pan y bollos, papas fritas, pastas y pizza. Normalmente su madre llevaba su alimentación y se preocupaba de restringirle algunas cosas a tiempo. Y no comprar helado, que era su debilidad. Vivir sola implicaría también hacerse cargo de llevar una alimentación sana. Pero con Jean al lado que comía como una máquina trituradora sería bastante difícil.
Suspiró pesado y dejó la caja de pizza a un lado. Jean la miró sorprendido.
-¿No vas a comer más? -preguntó él.
-No, estoy gorda.
Jean no iba a discutir eso con Mikasa. Ya había dicho todo lo que debía, el resto eran rumias mentales propias de toda mujer. Y él era un joven sabio y práctico.
-Pasa, yo me lo como -estiró las manos -La comida no se tira -Mikasa le entregó la caja -¿Cómo te fue con tu papá?
El rostro de la chica pasó de la seriedad a una gran sonrisa.
-Súper -respondió entusiasmada -De hecho, me dijo que me apoyaría en mi proceso de emancipación. Quiere rentarme un apartamento para que no estorbe aquí.
-Vaya… ese sí es un cambio positivo -exclamó asombrado -¿Y tú estás bien con eso?
Mikasa caviló.
-No puedo regresar a casa con mi madre en esa postura. No es recomendable para ninguna de las dos. Estar con Connie y Sasha es agradable, pero la verdad es que no quiero invadirles el espacio… y son muy desordenados. Me da mucha ilusión tener mi propio lugar.
Jean asintió y masticó un trozo de pizza.
-Siempre puedes venirte a vivir conmigo si quieres… -dejó caer Jean con naturalidad -Así no estarías sola. Porque eres una mimada que odia dormir sola. Miedosa.
Mikasa lo miró sorprendida y anonada.
-¿Vivir juntos? ¿No crees que es muy pronto? -preguntó Mikasa con reticencia.
-Es algo práctico, princesa. ¿Para qué darle gastos extra a tu papá? El apartamento está rentado por todo el año. Sé que el barrio es malo y que es un apartamento horrible. Pero para el año entrante podemos buscar algo mejor, puedo tomar más turnos y hacer algo de dinero extra.
-Pero eso no es justo para ti -repuso Mikasa de inmediato -El próximo año tenemos internado clínico. Todos dicen que es terrible.
-Bueno, tú también puedes tomar un trabajo… -respondió Jean con simpleza -Ya lo habías considerado.
-Pero mi papi quiere que me dedique a los estudios. Ese es su ofrecimiento. Costear todo y que me titule. Dice que hay mucho tiempo para sacarse el lomo trabajando…
Jean se alzó de hombros y volvió a su pizza. Mikasa notó que estaba molesto, pero decidió mantenerse en silencio. Sacó otro trozo de pizza y masticó, solo por hacer algo.
-Seguro si viviera en un buen barrio no te molestaría vivir conmigo -dejó caer Jean al rato con evidente molestia.
-No es eso… es que es muy pronto. ¿Cuánto tiempo llevamos juntos? ¿Un mes? Acabo de irme de la casa de mis padres, mi vida es una locura. No me la hagas más complicada.
-¿Complicada? Perdón, pero en este tiempo no he hecho más que acompañarte y apoyarte. Tuve que aguantarme todos los desaires de tu madre, vestirme de pijo de mierda y aguantarme todos tus temas con Eren. Tú llegaste a complicarme la vida con todas tus intrigas de mimada y has jugado conmigo un año completo.
Todo salió con un gran vómito verbal, de esos que Jean no podía detener.
-Pues… ¡tú accediste a esto y es tu responsabilidad! No me culpes a mí por tus decisiones. Si tanto complico tu vida, vete. Nadie te obliga a estar aquí "cuidando" de mí.
-¿Quieres que me vaya? -preguntó Jean exaltado -Muy bien. ¡Me voy!
Prácticamente saltó de la cama y tomó su móvil y llaves de la mesita de noche. Tomó su chaqueta y salió de la habitación. Mikasa se quedó mirando a la salida escuchando el portazo que dio al salir del apartamento.
De un brinco se dirigió hasta la puerta para abrirla y ver a Jean esperando el ascensor.
-Vuelve aquí -exclamó Mikasa vuelta una furia.
-¡No!
-¡Qué entres en el maldito apartamento ahora, Kirstein! -indicó dentro con un dedo.
-No. Me voy a mi pocilga. ¡Donde no tengo que fingir nada que no soy!
Mikasa volvió a ingresar para salir al instante con su chaqueta y cerrar la puerta.
-Te quieres ir a tu casa, fantástico. Me voy contigo -concluyó Mikasa.
Llegó junto a Jean y ambos mantuvieron silencio hasta que las puertas del ascensor se abrieron. Ambos ingresaron, Jean marcó el primer piso. El silencio entre ambos.
-También odio ese lugar -masculló Jean jugando con sus llaves -Es horrible. Pero es lo que tengo y ya. Algún día tendré algo mejor…
Mikasa lo miró triste. Sin duda Jean estaba confundiendo las cosas. Viviría con él aunque fuese debajo de un puente… pero no aun. No mientras cada desavenencia terminaba con ambos queriendo sacarse los ojos. De momento, ella debía asegurarle que no se dejara llevar por malos pensamientos.
-Lo sé -dijo Mikasa con voz suave -Tendremos algo mejor. Los dos -tomó una de las manos de Jean entre las propias.
Jean no la miró. Mantenía la vista en los números descendiendo con cada piso.
-Si vivo ahí es porque es lo que puedo pagar. Roger se ofreció a pagarme algo bueno, pero no quiero deberle nada -confesó -Él no es mi padre, no es su responsabilidad.
Mikasa podía entenderlo. Quizás si ella fuese tan valiente como Jean hubiese tomado la misma resolución. Pelear con sus propias uñas. Pero si había algo que Jean no estaba entendiendo en su orgullo, era que los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos… una vida lo más tranquila y cómoda posible, resolverles al máximo los problemas.
-Para él eres como su hijo -dijo Mikasa mirándolo con dulzura -Aunque seas una bosta con él.
Las puertas del ascensor se abrieron en el primer piso, pero ninguno salió. Mikasa volvió a presionar el piso 12 del apartamento de Sasha. Las puertas se cerraron sin que Jean hiciera nada para evitarlo. Mikasa había vencido en esta batalla.
-La tarjeta de crédito que tengo es una adicional de la cuenta de Roger -confesó Jean -Antes de tus idioteces nunca tuve que usarla. Cuando le llegó la cuenta estaba feliz, dijo que podía usarla cuanto quisiera y que estaba feliz de que le diera la oportunidad de ayudarme. Que estaba orgulloso de mí… -suspiró -Lo odio.
Mikasa sonrió enternecida.
-Lo quieres… pero será nuestro secreto.
Las puertas del ascensor se abrieron y ambos salieron al pasillo de regreso al apartamento. Mikasa abrió la puerta y ambos ingresaron. Jean la miró en silencio eligiendo sus palabras.
-No complicas mi vida, Mika -dijo Jean mientras Mikasa dejaba su chaqueta en el perchero -Solo me recuerdas al pendejo mimado que era antes que muriera mi papá…
-Gracias por lo de pendeja mimada -respondió Mikasa de buen humor, Jean se golpeó internamente -Hagamos un trato. Aceptaré la propuesta de mi padre y seré fiel a mi ser mimado. Y tú mejorarás tu relación con Roger. Si logras ser un chico bueno hasta el próximo año, me iré a vivir contigo. Buscaremos algo juntos y buscaré un trabajo de medio tiempo para apoyar con los gastos. Pero no me pidas tantos cambios de una sola vez… ¿vale?
Jean asintió. Quizás lo superó su practicidad. Realmente no le veía nada de malo a vivir con ella, eran pareja, era normal. Pero era pronto y lo sabía. Aunque también sabía que se la pasaría en el apartamento de Mikasa por cuidarla y por caliente. Si fuese por él estaría pegado a ella todo el santo día.
-Vale -aceptó Jean y estrecharon sus manos cerrando el trato -Saldré al balcón a fumar. Ordena el cuarto.
Mikasa alzó las cejas.
-¿Me estás ordenando? ¿Crees que soy tu geisha?
-Sexy, pero no. Yo traje las pizzas, tú ordenas, princesa.
Sacó la cajetilla de cigarrillos de la chaqueta y salió al balcón. Mientras Mikasa recogía las cajas, le entró un mensaje. Su padre la citaba a la mañana siguiente a ver un apartamento. Eso sí era veloz. Guardó el móvil en el bolsillo trasero de su pantalón y buscó un cobertor extra en el armario, la temperatura comenzaba a bajar rápidamente.
De pronto sintió unas manos rodearla por la cintura.
-Apestas a tabaco -bufó cuando Jean le besaba el cuello.
-Y tú te tiraste un pedo -respondió Jean risueño -Apesta aquí dentro.
Mikasa se volvió muy roja sintiéndose descubierta. La pizza y el mal rato tuvieron su efecto. Cosas de convivencia.
-Tú apestas peor -se defendió volteándose para quedar frente a él -A cenicero, guácala. ¿Vas a dejar de fumar algún día?
Jean ladeó la cabeza.
-Lo pensaré -dijo sin ninguna promesa en mente.
-No voy a vivir contigo si sigues con ese horrible vicio -advirtió Mikasa.
-Ya. Me lavo los dientes y se pasa -desestimó.
-No, porque te viene de adentro el humo -insistió -Prueba con comerte el tubo de dentífrico -masculló.
Jean le sonrió pícaro ante el escrutinio de Mikasa. Se acercó a su oído llevando sus manos al borde del pantalón de la chica.
-¿Y si me como otra cosa mejor?
Mikasa sintió un delicioso escalofrío recorrerle el cuerpo al sentir el aliento en su oído.
-Ni se te ocurra acercarme tu boca apestosa a la cara -repuso.
-No voy a comerte la boca, princesa…
Le dio un suave empujón por los hombros y ella se dejó caer en la cama. Se retiró los zapatos con los pies a la rápida, mientras él le besaba el cuello y sus manos se abrían paso bajo la tela de su ropa, por su abdomen, aprisionando su delgada figura entre ellas. Las frías palmas de Jean le causaron un escalofrío y tiritó mientras esas manos se movía bajo su ropa para destrabarle el sujetador. Se dejó desprender de su blusa sin oposición, Jean simplemente la deslizó fuera de su cuerpo, tal como lo hizo con el sujetador, para pasar a recorrer su abdomen con los labios y atraparle los senos con las manos. Su tacto era posesivo, pero no brusco. Le gustaba como la tocaba, como si supiera exactamente como hacerse de ella y desarmarla.
Cuando la boca de Jean reclamó el espacio que antes ocuparon sus manos, Mikasa aprovechó de treparle la camiseta y obligarlo a retirársela. Él accedió sin ningún tipo de reclamo. Mikasa recorrió con sus manos los hombros y espalda de Jean hasta donde alcanzaban, en una fricción deseosa que respondía a aquellos besos húmedos que él repartía por sus pechos, intercalando con ligeras mordidas.
Lo sintió abrirle el pantalón e intentar descorrerlo hacia abajo ligero. Solo lo suficiente para colar una de sus manos entre sus piernas mientras seguía empecinado en uno de sus pechos con la otra mano y atacando su cuello con la boca.
Mikasa dejó escapar un gemido al sentirlo acariciarla dentro del pantalón.
-¿Te gusta? -le preguntó Jean al oído.
-Sí… -murmuró ella extasiada -Me encanta.
Jean llevó sus dos manos a los pantalones de Mikasa y se los retiró para dejar completamente desnuda sobre la cama. Ella respiraba acelerada, sus mejillas estaba encendidas y su mirada ansiosa. Todo su cabello extendido sobre una almohada. Tan solo verlo recorrerla con la vista lograba erotizarla. Aun cuando ahora el tacto era suave sobre sus muslos, una ligera caricia que le separaba las piernas. Sintió un dedo rozarle la piel ardiente de su sexo, recorriendo la humedad con suavidad. Abriéndose el paso entre ella, llenándola de caricias electrizantes.
-Dime lo que quieres, Mika… -le dijo con sus manos acariciando sus muslos.
Mikasa lo miró a los ojos, penetrante, deseosa.
-Bésame… -murmuró -Abajo.
Lo sintió besarla en el interior de sus muslos, trazar un recorrido húmedo con labios y lengua hasta su intimidad que lo esperaba ansiosa y la hizo temblar al recibir cada tacto en ella. Sus caderas se movían ligeramente presas del deseo, mientras él le comía el cuerpo, tal y como lo prometió. Recorría esa sensible piel con una apasionada delicadeza, dejando que su boca abarcara cada espacio para complacerla. Y lo hacía, claro que lo hacía. Mikasa se sentía recorrer por escalofríos deliciosos, sentía contraerse en placer, descargas de electricidad naciendo desde su sexo que la invadían por completo. Cuando la respiración de Mikasa se volvió frenética, él alcanzó uno de sus pechos apresándolo con fuerza mientras ella alcanzaba el orgasmo contra su boca. Repartió un par de besos en su abdomen mientras ella recuperaba el aliento.
-Me encantas -le dijo Jean de rodillas en la cama. Mikasa cerró las piernas tratando de calmar la sensibilidad que la invadía en la carne -Eres hermosa.
Mikasa se incorporó también arrodillada frente a él.
-También me encantas, mi chico malo -posó una de sus manos en el pecho de Jean y fue bajándola hasta su entrepierna, frotando la erección bajo la tela -Hazme el amor… te quiero dentro…
-Solo si ya puedo besarte -respondió Jean en un tono agravado -Quiero comerte la boca -le acarició el labio inferior con el pulgar.
Mikasa se acercó a su oído, atrapó el lóbulo entre sus labios un momento antes de decir:
-Hazme lo que quieras -se apartó para verlo a la cara -Pero ni se te ocurra metérmelo en el culo porque te daré una patada en las bolas que no olvidarás en tu puta vida.
Jean se rio y aprovechó la distensión para retirarse el resto de la ropa. La amenaza de Mikasa no habían mermado en su entusiasmo y claro que no se la metería en el culo. A él le gustaba que las cosas entraran por donde debían… y ya era fantástico así.
Se acomodó entre las piernas de Mikasa repasándolas con las manos, acariciando sus caderas, su abdomen, sus pechos… dejando besos en todo su recorrido hasta aquella boca que tanto ansiaba. Ella lo correspondió con el deseo ardiendo, con la necesidad de fundirse completamente en él. Lo sentía frotarse contra ella, simplemente disfrutándolo, divertido con los pequeños respingos que ella daba cuando se presionaba contra su sensible punto. Lo hizo un par de veces más antes de situarse en su entrada y presionar ligero. Adentrándose poco a poco en ella, dilatando al máximo esa deliciosa sensación de introducirse en ella, en su calor, su suavidad, en aquella presión que despertaba en él las más excitantes sensaciones.
La vio tendida bajo él, una de sus manos lo tomaba por la nuca y la otra descansaba en su costado. Ella lo miraba directo a los ojos mientras el profundizaba en ella, lo miraba a los ojos mientras su preciosa boca se abría dejando escapar un jadeo. Esa mirada lo desarmaba, lo entregaba, lo hacía querer pertenecer solo a ella, siempre a ella.
Había sido esa mirada la que lo había vuelto loco por ella. Esos ojos clavados en los propios, con esa vivacidad y transparencia, la misma mirada que tenía la primera vez que sus cuerpos se unieron. Desde ese momento, todo fue Mikasa. Todo.
La besó nuevamente mientras ardía de deseo, mientras se presionaba contra ella, mientras sus caderas adquirían ese ritmo que culminó llevándolos al punto álgido del placer. Fue entonces que Mikasa escuchó un murmullo en su oído, justo donde Jean descansaba su rostro en la curva de su cuello, cubriendo su cuerpo. Lo escuchó claro, no como las otras veces.
-Yo también… también te quiero -respondió acariciándole la espalda.
Jean la besó sutil en el cuello y soltó un suspiró pesado. Mikasa continuó acariciándole la espalda hasta que finalmente él se le retiró de encima y la atrajo hacia él para mimarla. Pero fue Mikasa quien finalmente lo hizo apoyar la cabeza en su pecho mientras ella le enredaba los dedos en el cabello.
-Si sigues así voy a dormirme -advirtió Jean mientras repasaba la piel de su abdomen con un dedo haciendo círculos.
-Duerme… así, conmigo.
Jean no se opuso y se dejó mimar, mientras Mikasa comenzaba a cuestionarse si podría volver a acostumbrarse a no pasar las noches con él.
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La corredora de propiedades los guiaba por el pasillo de aquel moderno edificio. Estaba ubicado en pleno centro de la ciudad, frente a una plaza y con preciosos jardines. La parada del autobús estaba a pocos metros, había cafés, restaurantes y mercados cerca. Aun así no era un sitio atiborrado. Y quedaba a solos cinco cuadras de la facultad.
-Lo desocuparon hace una semana, hubo que hacerle reparaciones. Está como nuevo -indicó la corredora abriendo la puerta -Adelante.
Mikasa y su padre ingresaron al apartamento. Tenía grandes ventanales que iluminaban sin necesidad de encender siquiera una luz. Sala y comedor amplios, cocina cerrada. Dos cuartos amplios, armarios empotrados en las paredes de cada uno de ellos y también en el pasillo. Dos baños, uno en suite. Un amplio balcón.
Era hermoso. Y la vista fabulosa. Daba hacia el oeste y podía ver la sierra a la distancia toda nevada en lo alto.
-Sol de tarde y da fuerte -comentó la mujer -Necesitarás cortinas gruesas si quieres huirle al sol en verano.
Ya era el décimo apartamento que visitaba con su padre en esa semana.
-¿Te gusta? -preguntó Albert mirando a su hija fascinada con la vista del que sería su cuarto.
-Me encanta…
La corredora de propiedades se sonrió gustosa, era trato cerrado.
-Muy bien, señor Ackerman. ¿Vamos a la oficina a firmar los papeles?
-Por supuesto -concluyó Albert gustoso con darle el gusto a su hija y hacer las cosas mejor esta vez -Saca fotos, Mikasa. Para que vayas viendo los muebles y adornos que quieras.
-Sí.
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-Necesitas esto… -dijo Sasha tomando unos individuales para la mesa -Y esto -un servilletero.
Si algo fascinaba a Sasha de sobre manera era comprar cosas útiles para su apartamento. Y cuando se trataba de ofertas y baratas, era la mejor. Por lo mismo, cuando Mikasa le contó que su padre la apoyaría en vivir sola, fue la primera en ofrecerse a ayudar. No sin llorar un rato porque su mejor amiga no quería vivir con ella y Connie. Tenía que hacer un pequeño berrinche, claro.
Las clases comenzarían dentro de una semana y necesitaban terminar todo antes de que comenzase la locura. Por lo mismo se paseaban por aquel mercado de cosas para el hogar. Mientras Mikasa elegía unos cojines, sonó su móvil.
Amor, llamada entrante
Deslizó el dedo y atendió a la llamada.
-¿Sí?
-Princesa, ya llegó la cama. ¿Pongo la ropa de cama que dejaste en el armario?
-Sí, gracias -respondió Mikasa dejando uno de los cojines en el carro -¿Prefieres amarillo o verde para combinar con azul?
-Amor, de colores sé tanto como de astronomía. Velo tú, me encantará de todos modos porque lo elegiste tú. Y es tu casa, debes tenerla a tu gusto.
Mikasa tomó un cojín amarillo oro y lo dejó en el carro. Sasha asintió conforme cuando la vio.
-¿Ya llegó el sofá y el comedor?
-Dijeron que llegarían en una hora. ¿Te falta mucho? Muero de hambre.
-Pide una pizza y una soda -dijo Mikasa mientras miraba una bajada de cama que quedaría genial -Guárdame un trozo, pero solo uno. Siento que estos pantalones van a explotar si sigo comiendo.
-¿Te consuela si te digo que estás exquisita y que podemos bajar esa pizza inaugurando tu cama nueva?
-No me consuela, pero me parece una buena propuesta -siguió mirando otra bajada de cama que la convencía más -Hablamos al rato. Un beso.
-Besos, amor. No tardes mucho.
Mikasa cortó la llamada y se quedó mirando la pantalla.
-Estás tan enamorada que me dan arcadas de arcoiris -bromeó Sasha revisando una lista de cosas necesarias para el hogar -Vamos por una manta de esas de polar, nunca están de más en esta época. Para que beban café en la sala como el par de viejos que son viendo sus series malas de los annunakis -rio divertida.
-Alienígenas ancestrales es excelente -exclamó defendiéndose.
Sasha se sonrió divertida.
-¿No vas a negarlo? -preguntó Sasha pícara.
-¿Qué cosa?
-¿Que estás enamorada de Jean? -insistió la castaña de buen humor.
Mikasa la ignoró y tomó dos de las bajadas de cama que vio en un comienzo. Combinaban perfecto con el edredón y los cojines.
-Mika… -dijo Sasha dejando las bromas -Sé que todo ha sido tan rápido. Pero deberías dejar de cuestionarte tanto. Está bien si te enamoras de alguien que no sea Eren. Está más que bien.
Mikasa detuvo el carro frente a las cosas del baño. Miró a Sasha con una sonrisa.
-Lo sé. Eren ya es pasado. Para que te quedes tranquila -respondió con voz suave -No creas que no he tenido problemas con Jean por él, porque ya pasamos un primer round. Pero… me pregunto porqué es tan diferente lo que siento por Jean a lo que sentía por Eren. A veces, cuando estoy sola, me lo pregunto. Porque… porque lo quiero… a Jean. Pero es diferente...
Sasha le sonrió dulce y apoyó una mano en su hombro.
-Lo estás -bromeó Sasha -Hasta las patas. Estás enamorada como una mujer adulta, no como una niña ilusionada. Amas a un hombre, no a la idea de uno. Me encanta que lo estés, sabes que creo que hacen una preciosa pareja dispareja. La pija y el becado. Muy de telenovelas de mal gusto y cliché. De esas que luchan contra los estigmas sociales y terminan felizmente casados contra todo pronóstico y oposición familiar -ahora Sasha suspiró -Amo esas historias, por muy repetidas que sean -bromeó otra vez -¿Sabes algo? Lo de Eren era una ilusión. Todas hemos estado enamoradas de alguien que no nos da ni la hora. Es diferente cuando lo estás de quien te corresponde. A veces crees que no es tan intenso, tal vez porque a las mujeres nos gusta sufrir y creemos que ese sufrimiento nos traerá como recompensa ese chico que tanto deseamos. Pero la vida no es así. Ese amor no va a hacerte feliz, porque amar unilateralmente no es razón suficiente para ser correspondido. El asunto es de a dos. Eso marca la diferencia.
Mikasa asintió. Sí, eso era lo que sentía. No era que se aferrara a Jean porque estaba ahí para salvarla, era que quería estar a su lado porque quería estarlo. Porque lo quería a él a su lado. Porque la hacía reír, la hacía sentir querida, adorada, sexy… y porque ella crecía cada día estando a su lado. Y él también lo hacía. Era un buen comienzo.
-Elijamos esas cortinas de baño de una buena vez -dijo Mikasa risueña -Jean tiene hambre y si no llego a tiempo se va a comer mi trozo de la pizza.
Sasha guardó silencio tras una sonrisa pícara mientras Mikasa revisaba los diseños de las cortinas. Sin duda estaba disfrutando decorar su casa. Pero lo que Sasha se preguntaba era cuánto realmente duraría ese "vivir sola" y la convicción de Mikasa.
Cuando vio a su amiga comprar dos juegos de toallas supo que no duraría ni un mes. O menos cuando la vio enviarle un mensaje de audio a Jean preguntándole si prefería el baño en blanco o en nácar. Como si el pobre supiera la diferencia. Mikasa estaba armando un nidito, uno en el que Jean se dejaría caer sin dudarlo. Si serían un par de tórtolos o cuervos que se sacarían los ojos, solo el tiempo lo diría.
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