Capítulo XV

Para que JongIn no se perdiera el alumbramiento de su primer huevo y estuviera en todo momento con KyungSoo, atento a él para ayudarlo y acompañarlo en el instante que el huevo salga, Kris había flexibilizado su horario y ahora le permitía regresar a Exodus en las noches; además, dejaba momentos de descanso entre entrenamientos para que KyungSoo pudiera comunicarse con él a través de su vínculo, lanzar algún sentimiento, sensación o, en dado caso, oleadas de calma para su compañero y así estar más conectados en su separación, que habían servido de mucho en los últimos días.

Ahora, recorriendo la etapa final de su embarazo, KyungSoo creía que pesaba muchísimo y que hacer algo tan insignificante como caminar, estar de pie mucho rato o agacharse era imposible. No mentía al decir que estaba en una etapa verdaderamente vulnerable y por ello necesitaba a su compañero, para ayudarlo y protegerlo de cualquier peligro; sin embargo, todo se había vuelto un poco molesto.

Le incomodaba usar calcetines de repente, no podía verlos porque los odiaba, no podía comer nada con huevo porque su estómago se revolvía, no podía estirar su cuerpo sin sentir un dolor tremendo y una presión bastante dura en su espalda dolorida, tampoco podía ver pantalones porque se sentía enfermo (JongIn había luchado con él para que al menos usara shorts o pantalones de deporte, totalmente en contra de la idea de KyungSoo usando únicamente sus camisetas y un boxer y dejar al descubierto sus lindas piernas gruesas para los ojos de los demás; ganó la contienda luego de una ronda de besos y un masaje en sus pies hinchados). KyungSoo estaba entrando en la crisis de la recta final, donde todo era enojo, incomodidad o dolor. Nada más que esas tres opciones, convirtiéndolo en un pequeño hombrecito repentinamente gruñón y, de alguna forma sorprendente, adorable.

Y es que tal vez cuatro días de diferencia no hacían mucho para un embarazo humano común y corriente, pero para ellos era como pasar del quinto mes al noveno en un abrir y cerrar de ojos. Muy duro, muy díficil y muy poco espacio para descansar o tener buenos ratos. KyungSoo se está preguntando mucho cómo hizo Tao para pasar esos días en completa calma y sin tantas quejas de por medio, porque realmente quiere el secreto. Se está convirtiendo en un mimado aún cuando nunca lo fue, y ahí volvemos a entrar en el ciclo de las incomodidades.

Dioses del cielo. Era un ciclo sin fin.

Ahora, aparte de la constante presencia de JongIn, KyungSoo también contaba con la atención absoluta de InSung. El tipo no había vuelto a bajar la guardia desde lo sucedido con ZiTao, lo cual era bastante bueno si tenían en cuenta el poco tiempo que tenía para dar a luz a Huevín. InSung estaba con él cuando JongIn se encontraba entrenando, lo acompañaba en sus ratos silenciosos en la sala, le preparaba bocaditos cuando algún antojo surgía y le daba algunos mimos cuando su omega se sentía cariñoso. Oh, estaba cambiando tanto y tan pronto su personalidad tímida y calmada que daba miedo.

KyungSoo también había notado ligeras punzadas y ardor en su bajo vientre desde hace un par de días. ZiTao le dijo que era algo normal, ya que en cuestión de poco tiempo tendría a su huevo y los síntomas del parto no tardaban en presentarse. Era incómodo, oh, sí lo era, sentir sutiles lenguas de fuego calentando su vientre de vez en cuando y un pinchazo repentino en un momento inesperado. 

Definitivamente era toda una experiencia esto de ser padre.

Ese domingo por la noche se encontraba recostado tranquilamente en la cama compartida con JongIn. Su pareja estaba en el baño dándose una ducha cuando KyungSoo se acurrucaba entre las almohadas, dispuesto a esperarlo para descansar juntos y disfrutando de la máxima comodidad. Tenía puesta una de las camisas que le había robado a JongIn y abrazaba la almohada perteneciente a su alfa, con la nariz hundida en la textura suave y repleta del aroma fresco de JongIn calmando sus sentidos.

Se había estado sintiendo un poco ansioso desde hace un par de minutos y comenzaba a notar calor en todo su cuerpo, uno que lo calentaba desde dentro. Frunció el ceño y se movió un poco en la cama para tratar de encontrar alguna zona más fría que lo refrescara un poco, sin éxito. Pronto el sudor estaba perlando su frente y su interior comenzaba a arder de forma descontrolada, y ahí lo supo, era momento de tener a su cría.

JongIn estaba saliendo de la ducha cuando KyungSoo comenzaba a incorporarse, no sin cierta dificultad; arrojó la toalla que estaba usando para secarse el cabello a alguna parte de la habitación y con sus instintos naciendo y explotando a flor de piel, corrió en su dirección para auxiliarlo. KyungSoo lo miró con los ojos bañados en lágrimas y los labios temblorosos. Estaba rojo hasta el cuello y tenía la respiración agitada. JongIn secó el sudor de su frente cuidadosamente y echó su cabello hacia atrás.

—¿Viene? —KyungSoo asintió y un par de lágrimas cristalinas bajaron por sus mejillas regordetas. JongIn las secó amablemente— ¿Duele mucho? ¿Quieres seguir la tradición en tu forma de dragón o prefieres que nos teletransportemos a la montaña?

—Hay... hay que hacer el nido —murmuró, reprimiendo un jadeo a causa del dolor, y JongIn lo cargó en sus brazos y salió de inmediato de la habitación—.

—Ya está hecho, Soo. Lo hice para ti ayer en la tarde antes de venir. ¿Quieres cambiar?

KyungSoo asintió y JongIn besó su sien y bajó al segundo piso, donde se encontraba InSung con una taza de leche caliente en las manos. Los miró con sorpresa y su boca se abrió graciosamente al notar el estado de KyungSoo.

—¿Ya viene Huevín?

—Sí. Hermano, te encargo a mamá y a los demás. Llevaré a KyungSoo a las montañas.

—Sí, está bien. Buena suerte, Soo, lo conseguirás, todo va a salir bien.

KyungSoo volvió a asentir, incapaz de decir alguna cosa, y JongIn se apresuró a salir de la casa sin importarle ir descalzo y sin camisa. Dejó cuidadosamente a KyungSoo en el suelo cuando estuvieron en la calle y frunció el ceño a las personas curiosas de su Clan, que se habían detenido para mirar lo que sucedía con curiosidad y tintes de disgusto. KyungSoo los pasó por todo lo alto cuando saltó al cielo y se transformó en su hermoso y delicado dragón blanco de ojos azules. Abrió sus alas grandes y ligeras y chilló hacia JongIn, que lo observaba completamente maravillado.

—Eres tan hermoso, mi amor.

KyungSoo movió su larga cola al escucharlo, sacudiéndola en el aire, y volvió a gritar cuando JongIn mutó en su característico dragón negro azulado, fantástico e imponente. El alfa acarició su cabeza con la suya por un momento, bajo los murmullos de los demás cambiaformas bajo ellos, y luego se echaron a volar con rapidez y seguridad, lejos de la civilización. Las nubes ayudaron a refrescar su cuerpo en llamas, el clima nocturno y la brisa fueron de gran ayuda para KyungSoo, un pequeño alivio que llegaba exclusivamente para apaciguar el fuego interno que lo corroía y alteraba. Ahora es capaz de entender por qué los omegas a punto de alumbrar viajan tan rápido en el cielo.

JongIn lo seguía de cerca, cuidándolo, atento a sus alrededores y de alguna presencia indeseada. No había nada, no sentía la presencia de algún alfa que quisiera buscar pelea para arrebatarle su huevo. Todo iba perfectamente bien.

Guió a KyungSoo por el camino correcto a través de la conexión de su unión. La figura estilizada del dragón más pequeño fluía con el viento, feliz de volar de nuevo, siendo libre y cumpliendo una misión importante, la más importante de sus vidas. Pronto estuvieron frente a las montañas desocupadas y solitarias. Sin ningún contratiempo, KyungSoo aterrizó en un risco y trepó hacia la entrada de una cueva, seguido en todo momento por JongIn; entró en ella sin dificultad y giró para ver llegar a su pareja un segundo después. Juntos caminaron por el interior de la cueva, haciendo uso de su fantástica visón nocturna, hasta dar con una construcción enorme y bien hecha a base de ramas y piedras y proporcionada con una cama mullida de hiervas y flores que lo llenaban de color y hermosura. Era un nido espectacular, realmente digno de admirar. JongIn había hecho un buen trabajo.

KyungSoo mordisqueó el cuello de su pareja como muestra de agradecimiento y luego caminó, lento y pesado, hacia el nido. Era del tamaño indicado para él, amplio y cómodo, así que su dragón entró perfectamente en él, sin problemas de por medio. Se recostó sobre las flores de dulce aroma tranquilizante y cerró los ojos cuando sus entrañas se retorcieron y apretaron con fuerza. El calor era un poco más soportable en su forma bestial que en la humana, así que podía aguantar el fuego en su interior de mejor manera y sobrellevar el parto de forma más tranquila y mucho menos dolorosa.

JongIn se acostó a su lado, atento a todo lo que estaba ocurriendo con él, y KyungSoo se acurrucó contra su costado, necesitando su cercanía y contacto para calmar las oleadas de dolor que lo sacudían cada cierto tiempo. No supo cuánto tiempo estuvo de esa manera, chillando y jadeando de vez en cuando, encogiéndose y temblando ante las nuevas contracciones, presionándose contra JongIn en busca de consuelo y alivio. Era un proceso largo y doloroso, bastante intenso, si tiene que describirlo con una palabra; KyungSoo podía sentir cómo sus entrañas se retorcían, cómo las lenguas de fuego quemaban su interior con el recorrido del huevo por el conducto que lo llevaría al exterior, como cada vértebra de su espalda se estiraba y encogía por sus movimientos. Era duro, oh, vaya que lo era, pero valdría completamente la pena.

JongIn lo atendió en todo momento; le acarició el cuerpo escamado y tembloroso con su rostro, lamió con su lengua bífida los costados de su cara, su cuello y su frente y su cola se enroscó con la de KyungSoo en una obvia muestra de apoyo, afecto y consuelo.

Finalmente estaba pasando, estaba en el momento culminante; KyungSoo se flexionó, estiró sus patas delanteras y alargó la columna con los ojos cerrados. El fuego fue evaporándose en su estómago, las contracciones fueron más llevaderas, el dolor estaba menguando, y, por fin, todo había acabado con un chillido final de alivio, alegría y éxtasis. Se dejó caer pesadamente en la cama de hiervas y flores, agotado, con la respiración acelerada y sonora golpeando las paredes de la cueva, y JongIn rugió con orgullo, amor y felicidad. La enorme bestia negra se incorporó y buscó su huevo entre las flores maltratadas, hallándolo en perfecto estado. Lo tomó en una de sus grandes patas y luego lo acercó hacia el dragón más pequeño y exhausto.

Era un huevo precioso de casi setenta centímetros de altura, recubierto en duras y gruesísimas escamas verdes degradadas que terminaban en un amarillo brillante y atractivo. La textura era caliente y estaba un poco viscoso, pero era hermoso, perfecto, sin una sola grieta. KyungSoo había hecho un trabajo maravilloso.

El omega abrió los ojos débilmente al tener a su huevito ante él y soltó un sonido dulce y adorable por lo bajo al conocerlo por fin. KyungSoo sabe que fue amor a primera vista, su omega y sus instintos se habían revolucionado y transformado completamente, adquiriendo una fuerza y un amor desconocidos al tener a su futura cría delante de sus ojos. Era bello, era fascinante, era suyo y de JongIn y eso lo hacía malditamente perfecto.

KyungSoo chilló un poco y acarició el huevo con ternura y delicadeza, lo limpió afectuosamente y lo llenó de su calor corporal, todo bajo la atenta mirada amorosa de JongIn. El alfa, con el pecho hinchado, volvió a recostarse junto a su omega, su cuerpo enorme contra el más pequeño, y estiró una de sus alas para cubrir a su pequeña familia con ella.

Por fin todo estaba bien, por fin estaba completo. Tenía a su amor con él y un hijo que pronto nacería para alegrar aún más sus vidas. JongIn era un alfa con todo el orgullo de la palabra, era un padre, un esposo y un guerrero satisfecho y complacido, uno que, al mirar a los ojos a su pareja destinada y ver la calidez y la entrega en ellos, supo que iba a dar su vida para que ambos estuvieran a salvo por siempre.

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El Líder del Clan del Norte miró a su ejército con orgullo. Mantenía el pecho inflado, las manos detrás de la espalda y su mirada reluciente recorría los rostros de los jóvenes que se habían reunido para exponerse ante él.

Setecientos hombres y mujeres reunidos por un mismo propósito: eliminar del liderazgo al dirigente de Diamond y robar tierras amplias y prósperas. Eran más hombres y mujeres de los que había esperado en un inicio, y eso sólo lo satisfacía mucho más. Se da cuenta entonces de la necesidad innegable de los demás líderes por un poco de poder, por tener más alcance y poderío del que ya poseían. Era fascinante notar como la ambición no se encuentra únicamente en los descarriados humanos, sino también en los suyos, una naturaleza más sabia y por muchas razones superior.

Él saldría genuinamente beneficiado de todo aquello.

Sobre su cabeza, la luna llena brillaba, resplandeciente, y las nubes se alejaban para dejar a la vista las estrellas titilantes iluminando todo a su alrededor. La brisa movía las copas de los árboles, creando un eco en el bosque que llegaba a sus oídos a la perfección, y algunas antorchas en la base de aquella colina donde él se encontraba le facilitaba la visión. Se aclaró la garganta, sintiendo el reconocido sentimiento de grandeza y poder llenando sus venas, y dio un paso adelante para poder ser visto por sus guerreros. La voz posterior llegó clara y fuerte, determinada e inquebrantable, como la del Líder innegable que era.

—¡Hoy es el día, hermanos y hermanas! Hoy lucharemos por nuestros cometidos, buscando un mismo objetivo: ¡la comodidad y felicidad de nuestras familias! Todos nuestros Clanes están pasando por momentos difíciles de alguna u otra forma, hay puntos de quiebre, las cosas son duras; todos hacemos esto pensando en nuestros hijos, en nuestros hermanos, en nuestros padres o abuelos, e incluso en nuestros amigos. Hacemos esto no porque queremos, sino por obligación, por darles un mejor futuro. ¡Tenemos un buen corazón, una buena razón para irnos en contra de un Clan, tenemos puntos suficientes para ser considerados como traidores por el bienestar de nuestra gente!

»El Consejo no ha hecho nada por nosotros, y tampoco lo hará; Diamond es su Clan favorito, ¡tienen a EXO, por supuesto que es el favorito! Así que ¡ya es suficiente de dejar de lado a los Clanes del Norte, Sur y Este! ¡Basta de olvidarnos para mantener en máxima comodidad a su privilegiado! ¡Hoy tomaremos justicia de nuestras propias manos, vamos a tomar lo que nos merecemos, vamos a vencer a nuestros enemigos y volver a casa sanos y salvos! —estas palabras trajeron una respuesta satisfactoria. Comenzaron los vítores y las exclamaciones, los murmullos y las miradas entre los más jóvenes. El Líder del Norte sonrió al verlos influenciados por su causa— ¡Diamond va a caer, y con él su Líder y su pareja! ¡Daremos inicio a un nuevo ciclo entre los dragones! ¡Vamos a reescribir la historia y nuestros Clanes dejarán de estar olvidados por todos! ¡Desde ahora, seremos uno solo! ¡Desde ahora, seremos invencible, para siempre! ¡¿Quién está conmigo?!

Una horda de gritos eufóricos rompieron el aire, los puños arriba mostrando apoyo y lealtad, valentía y, bajo los ojos del Líder, un poco de descontrolada idiotez también. Qué fácil era manipular a las masas para que hicieran lo que él quería. Por supuesto, derrotarían al Líder de Diamond y se apropiaría de las tierras ajenas, pero luego mataría a los demás líderes y él sería el dirigente absoluto de los dragones. Todo estaba planeado, todo estaba calculado. No había margen de error en su plan, y él sabía a ciencia cierta que todo saldría a pedir de boca.

Miró al cielo, con el retumbar de las jóvenes exclamaciones aún rompiendo en sus oídos, y una sonrisa torcida apareció en su boca reseca. El momento había llegado. Por fin conseguiría todo lo que había deseado durante tantos años. No había vuelta atrás ahora, sólo podía mirar al frente y continuar con ello sin interrupciones.

Y que los ancestros lo perdonaran por ser tan avaricioso y egoísta.

Entonces relajó los músculos, flexionó la espalda y se lanzó al aire para transformarse en un gran dragón del color del vino tinto. La sensación de libertad y plenitud lo embargó por completo y sus alas se batieron con furia para dar inicio al viaje hacia Diamond, siendo seguido por la gran fila de dragones detrás de él. El final estaba cerca, y con él, la decisión final del destino.

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JongIn volvió a Exodus tres días después del nacimiento de su huevo, dejando una vez más a KyungSoo en Exodus con la promesa de regresar esa tarde con un postre para él. Se besaron en la sala de estar solitaria y luego el alfa desapareció, dejando una estela de humo en el lugar donde un segundo antes estaba su cuerpo físico.

JongIn había conseguido transportar a todas las personas seleccionadas para ser resguardadas en Exodus el día anterior. Había trabajado duro esos días, entrenando, teletransportando grandes cantidades de personas, volviendo a Exodus para estar con KyungSoo y su huevo y luego partiendo muy temprano en la mañana para repetir la rutina nuevamente. Su pobre compañero estaba agotado, pero KyungSoo nota con complacencia que ha tenido más descanso que los días anteriores. JongIn tenía mejor cara y sonreía más grande y brillante. Parecía relucir con cualquier cosa que hiciera, y KyungSoo comenzaba a apoyar la teoría de su suegra, que afirmaba que JongIn se encontraba tan despampanante por haberse convertido en padre recientemente.

Se lamió los labios, aún sintiendo el gusto y el calor de la boca de JongIn sobre la suya, y sonrió dulcemente a la nada. Ahora que había tenido a su huevo, la naturaleza y el omega de KyungSoo no habían perdido el tiempo y pronto lo habían convertido en el hombre ágil, capaz y fuerte que era anteriormente. Había adelgazado de forma natural, su cuerpo volviéndose liviano, ligero y atento, todo porque ahora su dragón tenía algo que cuidar y proteger con su vida y necesitaba estar en las condiciones adecuadas para ello.

Aún se encontraba un poco débil, pero en general, KyungSoo estaba en perfectas condiciones. Hacía ejercicios en las mañanas, entrenaba sus sentidos y endurecía sus músculos, con la clara intención de participar en la batalla para ayudar y apoyar a su compañero, también corría por una hora y media, más o menos (porque era incapaz de dejar a su huevo solo por mucho más tiempo) y vigilaba que todo estuviera en orden.

Sí, había retomado su antigua vida como un guerrero natural, y su dragón estaba bastante complacido y satisfecho con él y sus resultados.

Esa mañana se dedicaría a hacer el desayuno para la familia Kim y ZiTao. Desde que había llegado, su suegra era la encargada de mantenerlo bien alimentado y cuidado, y KyungSoo quería retribuir sus atenciones y las de los demás de alguna manera. Cocinar siempre era un buen detalle, pero la comida hecha por sus propias manos era indiscutiblemente un presente perfecto.

Reunió los ingredientes necesarios para preparar panqueques y con ellos formó la característica mezcla chiclosa que fue dejando en una plancha sobre la hornilla. El jugo de mango se enfriaba en el refri y echó un visual a la sala para ver el estado de su huevo. Estaba como lo había dejado: sobre mantas calientes, tranquilo y hermoso. Su corazón dio un vuelco con amor y, sonriendo, siguió cocinando.

Escuchó pasos en las escaleras y su olfato captó la esencia de ZiTao. Él cargaba a su propio huevo entre sus brazos y tenía un aspecto adormilado que lo hacía ver adorable. KyungSoo le sonrió abiertamente y le sirvió una taza de café para que empezara la mañana de buena manera.

—Buenos días... ¿por qué estás levantando tan temprano? —preguntó el mayor con una ligera ronquera y gravedad en su voz provocada por el sueño y aceptó de buena gana la taza humeante, sin soltar su huevo ni por error—

—Me levanté para despedirme de JongIn antes de que se fuera a Tōtem y aproveché para meterme en la cocina y hacer el desayuno —comentó luego de voltear un panqueque dorado y esponjoso—.

—Estás bastante activo estos días... tanta energía... aunque soy un dragón también, mi omega no quiere reaccionar. Es demasiado perezoso para hacer su trabajo. Espero que todo termine pronto para que YiFan me ayude con eso.

—No le des todo el trabajo a tu dragón, tú también debes poner de tu parte. Hacer ejercicios, caminar... eso ayudará bastante al proceso de restablecimiento físico.

—Tsk, dile eso a mi omega. Está demasiado intenso y no me deja hacer nada que no sea vigilar a mi huevo. Supongo que esta situación lo ha dejado un poco paranoico y trastornado. No es como si pudiera culparlo.

KyungSoo sacó los panqueques ya listos y agregó otra ronda a la plancha caliente. Observó a ZiTao por encima del hombro y su expresión pensativa imitó fácilmente a la suya. Cabizbajo, ZiTao miraba su café con absorción; KyungSoo volvió a tomar la palabra.

—¿Has tenido alguna clase de presentimiento, Tao?

—Más que un presentimiento, he estado pensando muchas cosas. El Consejo no puede intervenir en todo esto porque no contamos con pruebas que los inculpen, no han habido movimientos violentos de parte de los demás Clanes, así que nada prueba nuestra palabra, tampoco han invadido nuestro territorio y nosotros no podemos entrar en el de ellos porque entonces tendrán una razón válida para atacarnos. Todo es tan complicado. Debemos esperar su movimiento sin saber cuándo o dónde, viviendo en estas condiciones tan deprimentes, con nuestros compañeros matándose en Tōtem. Es injusto.

KyungSoo apretó los labios y luego soltó un suspiro largo y resignado. Se cruzó de brazos y de piernas, apoyando la cadera en el borde de la encimera de la cocina, y miró a la nada, comenzando a sumirse en sus pensamientos.

—Es algo que yo también he notado, y JongIn está enojado por ello aunque no lo diga abiertamente. Estamos a ciegas en esto, en incertidumbre, y la desventaja es difícil de asimilar. Nunca hemos estado tan vulnerables en una batalla, siempre hemos sido justos, y esto es un duro golpe para todos.

—Yo espero que todas esas personas paguen caro lo que están haciendo. No merecen nuestro perdón y misericordia —soltó ZiTao con comprensible rencor y KyungSoo sonrió, resignado, al oírlo—.

—A pesar de eso, el Líder no va a ser un desalmado con ellos cuando todo acabe. Es demasiado bueno.

—Ah, cuanta razón tienes. Tan noble y amable... una verdadera lástima en estos casos.

KyungSoo sonrió un poco más al identificar la tonalidad despechada en su amigo y giró para voltear los panqueques antes de que se quemaran. Emplató los que ya estaban listos y los bañó en chocolate y fresas antes de pasárselos con un vaso lleno de jugo. ZiTao lo aceptó con una sonrisa gustosa y pronto comenzó a comer.

KyungSoo se dedicó entonces a estar atento al desayuno cuando la conversación hubo quedado zanjada. Miraba fijamente los panqueques dorados con una espátula en la mano. El sonido de la mezcla endureciéndose gracias al calor chisporroteaba en sus oídos sensibles, su olfato captaba el aroma de la masa, del chocolate en el recipiente alargado, de la azúcar, la mantequilla y la miel; la encimera se sentía fría bajo su mano abierta. Su oído se movió un poco hacia arriba. Un aleteo constante, duro, imparable. Otro más, siguiendo el ritmo del primero, luego otro más y otro, y otro, y otro. Cientos de ellos surcando el cielo.

Un grito agudo y aterrado rompió el silencio fuera de la casa.

ZiTao sostuvo a su huevo, KyungSoo apagó la hornilla y corrió a la sala para tomar al suyo contra su pecho, el ceño fruncido con fuerza y su omega furioso luchando en su interior. InSung bajó las escaleras corriendo, con el pijama desordenado y una mirada mortal reluciendo en un tono rojizo. Las escamas surcaban su rostro y las garras inmensas y negras nacían de sus dedos. El caos se había desatado en cuestión de segundos, de la nada misma.

La señora Kim, Yuna y RaeOn, en brazos de su madre, no tardaron en aparecer en la sala también, asustados y desaliñados, cuando los gritos afuera se hicieron más fuertes. El suelo tembló con fuerza y un chillido agudo y molesto les penetró el sentido del oído. Eran dragones, dragones desconocidos que habían llegado a atacar a una indefensa Exodus llena de omegas, huevos y ancianos.

—Maldición —soltó InSung entre dientes, grave, enojado, con el cabello erizado y los ojos turbulentos puestos en la puerta de entrada—. Mierda, nos descubrieron. ¡Vayan todos al sótano y mantenganse en él! No salgan para nada y cuiden a los huevos y a RaeOn.

RaeOn lloró con fuerza contra el cuello de Yuna cuando InSung salió de la casa corriendo, dispuesto a defenderlos, y ZiTao se apresuró a acatar la orden recibida. HyeJin tomó a su hija y a KyungSoo del codo y los arrastró lejos de la puerta de la casa, pasaron el pasillo que conectaba la sala de estar con las habitaciones del piso inferior y abrió una pequeña puertecilla de un tirón. Debajo de ella habían escalones delgados que conducían hacia abajo, a un cuarto con olor a humedad y paredes de madera, espaciosa y con poca luz. Se acomodaron en el reducido espacio con un aura cargada de estrés y tensión rodeándolos, con los llantos de RaeOn penetrando en sus oídos, en un eco de lo que sucedía afuera con otros niños de su edad. KyungSoo estaba ansioso, alterado.

Intentó enviar señales a JongIn, crear un puente de comunicación entre ambos para decirle lo que ocurría y que enviara apoyo, pero era imposible. No podía hallar el hilo que los conectaba, no podía establecer un enlace, y nada tenía que ver con su desenfreno. Era como si su celular estuviera sin señal alguna al estar en un lugar remoto del mundo, sin embargo, en parejas destinadas eso era algo imposible.

A menos que uno esté muerto o alguien haya intervenido. KyungSoo se fue por la segunda opción.

Maldijo entre dientes y miró a su huevo cuando sus cuerpos se sacudieron ante un impacto profundo, una colisión entre dragones no muy lejos de ahí, y mordió la esquina de su labio inferior con ansiedad. Su omega rugía y se sacudía, reclamándole al quedarse ahí, sin hacer nada, cuando él era un hombre perfectamente entrenado para ayudar a sus niños y quien lo necesitara. Él mismo tenía que preservar la vida de su cría, así que... ¿qué demonios estaba haciendo, dependiendo de InSung con todas sus fuerzas?

Su orgullo renació junto a su tenacidad.

KyungSoo era un guerrero también, y no iba a quedarse de brazos cruzados.

Con una mirada determinada, observó a su huevo. Su corazón latía duramente en su pecho, expresando todo el amor que sentía por él, derritiéndose por el afecto y la adoración. KyungSoo iba a asegurarse de que su pequeño o pequeña naciera bien, él iba a asegurar su vida como un verdadero dragón. Nadie iba a arrebatarle su hogar y su vida a su cría, jamás. Besó las escamas duras y casi impenetrables con ternura y luego miró a ZiTao con seriedad. El tipo ya tenía fija la mirada sobre él, sabiendo lo que haría.

—Tao, cuida a mi hijo, por favor. Iré a ayudar a InSung.

—¡KyungSoo! No hagas eso, hay que quedarnos aquí, ¡InSung dijo que no saliéramos! —exclamó Yuna con preocupación, aferrándose a RaeOn, y ZiTao fijó sus ojos sobre los del más pequeño por largos segundos antes de asentir y recibir el segundo huevo con extremo cuidado— ¡KyungSoo!

—Gracias, Tao. Por favor, no salgan y confíen en mí, yo estaré bien. Intentaré comunicarme con JongIn para que envíe refuerzos... cuídense y cuiden de mi hijo, por favor. Volveré pronto —avisó y luego se alejó de ellos para volver a las escaleras y subirlas corriendo, dejando atrás el llamado repetitivo de su cuñada y de su sobrino—.

HyeJin lo vio irse con una mirada lejana y entristecida y detuvo a Yuna para evitar que siguiera a KyungSoo. Su hija la miró, escandalizada, y la mayor simplemente negó suavemente.

—Hay que dejarlo ir. Él tiene alma de guerrero, Yu. No podemos retenerlo... hagamos lo que nos pidió y cuidemos a su hijo, es lo mínimo que podemos hacer para pagar su protección hacia nosotros.

Yuna, con lágrimas retenidas en los ojos, apretó las mandíbulas y bajó los hombros con resignación. ZiTao miró el huevo extra en sus brazos, un poco más grande que el suyo, con tristeza y preocupación y HyeJin se enfocó en la puerta del sótano con una mirada opaca y una mano sobre el pecho.

—Cuídense, hijos, y vuelvan pronto con nosotros —fue un susurro lanzado al aire que esperaba con todas sus fuerzas, fuera recibido por los tres chicos que luchaban allá, en el exterior—.

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