Capítulo Especial
InSung lo sabía, ahí, en el fondo de su corazón, era conocedor de lo que ocurría entre JongIn y KyungSoo. Podía verlo, podía palparlo, notarlo en el ambiente a su alrededor, en las sonrisas suaves y los ojos brillantes, en el contacto prolongado de sus manos y las caricias delicadas y afectuosas en las mejillas sonrojadas.
InSung era testigo en primera fila del afianzamiento del lazo entre el pequeño JongIn y KyungSoo, su mejor amigo, el más importante de todos, quien hacía que en su panza nacieran mariposas revoloteantes que se alborotan al tenerlo cerca. Lo sabía, que se querían, que esas miradas no eran las que compartían simples amigos, que lo que los unía iba mucho más allá. Por supuesto que lo sabía, InSung no era un ignorante, y por ello dolía tanto.
InSung estaba enamorado, realmente lo estaba, y ver a su primer y juvenil amor estando enganchado y encantado por completo por su hermano menor, había sido un duro golpe a su corazón vibrando de dolor; y todo pareció empeorar cuando JongIn se marchó.
Había hablado con su madre en ese momento, llegando a un acuerdo de que él permanecería en Diamond mientras su padre se encontraba de guardia en el Clan, InSung creía que también había accedido a ello porque era conocedora de sus sentimientos obvios por KyungSoo, así que ahí estaba, sosteniendo a un KyungSoo completamente devastado, sollozando y sonrojado contra su pecho luego de enterarse de la partida de su hermano.
Y es que no había nada más doloroso que ver a tu amor tan destrozado por alguien más, sostenerlo, mantenerlo con entereza a pesar de tu propia destrucción, silenciando el quejumbroso sentir de tu corazón mientras te desmoronas en una inexistente fortaleza que se lleva el viento.
InSung creía que era fuerte, o al menos era lo suficiente para no demostrar sus sentimientos y mantener a flote la salud mental y la estabilidad sentimental de su pequeño amigo omega.
De hecho, justo ahí, en el campo floreado al que solían escaparse cuando eran un trío de niños revoltosos, mirando a KyungSoo tomando hierva en sus manos pequeñas para luego soltarlas al aire, se creía bastante fuerte y valiente.
—Lo extrañas, ¿cierto? —preguntó suavemente, con una sonrisa amistosa que distaba fuertemente con su estado personal, y KyungSoo suspiró, miró al frente y contestó con una voz vacía, hueca, como si le hubieran arrancado una parte de sí mismo, y vaya que esa comparación no estaba muy alejada de la realidad—
—Mucho, In. ¿No lo extrañas tú?
—Por supuesto. Es mi hermano, claro que lo extraño; sin embargo, es un gran alivio saber que él está bien. Seguramente JongIn también estará satisfecho con saber que tú te encuentras bien también.
—De alguna forma siento que en mi interior nada está bien desde que él se fue. Duele mucho aquí —tocó su corazón—, y mi dragón no deja de llorar. ¿Te sientes así también, In? —preguntó y su cuello giró para poder verlo a los ojos. InSung no tuvo escapatoria de las grandes cuencas oscuras y brillantes que lo observaban, y fingir se había vuelto un poco más complicado al ser preso de su tristeza infinita y los tonos opacos en aquellos ojos una vez brillantes y rebosantes de vida y alegría—
Un suspiro resignado salió entonces de sus labios y se enfocó en el paisaje frente a él, huyendo de las pupilas empañadas, de la dolorosa y aplastante realidad, de las ilusiones quebradas y los corazones rotos. Se centró en las coloridas flores que, ajenos a ellos, se movían felices al compás de la suave brisa, brillantes y sanas, destilando armonía infinita entre dos almas congestionadas por la agonía. Un par de minutos después, tuvo la valentía de responderle.
—Cada día, Soosie.
El día era hermoso. Cálido, despejado y con inmensas nubes blancas viajando y viajando, cada vez más lejos, para recorrer otros horizontes. InSung tuvo el fugaz deseo de ser uno con ellas, remontar el firmamento y dejarlo todo atrás en un vuelo infinito que no acabara nunca. Sólo entonces dejaría a un lado su sufrimiento, sólo entonces podría dejar de llorar silenciosamente y se sentiría libre en verdad.
Algún día volaría tan alto que sería incapaz de recordar, sentir o extrañar.
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Planeando en el inmenso mar azulado sobre sus cabezas, InSung se hallaba en su forma animal junto a KyungSoo.
Habían decidido que se reunirían para remontar las nubes, ya que el menor se había recién transformado y deseaba seguir experimentando los beneficios que volar traía para sí mismo. Fue una buena cosa; volar siempre era algo bueno y apropiado para un dragón, liberaba la mente y relajaba el alma, según las palabras de su siempre ocupado padre, por lo que le fue imposible negarse a la sugerencia del pequeño.
InSung miró al minúsculo, adorable y hermoso dragón a su lado. KyungSoo era realmente bello, con sus escamas blancas inmaculadas y sus ojos azules resplandecientes, como un par de zafiros al sol. Era una cosa rara de ver, un dragón blanco y sin mucha altura, quiere decir; incluso él mismo se halló fuertemente sorprendido al ver su forma animal ante sus ojos; sin embargo, encanto le sobraba y KyungSoo había demostrado ser lo suficientemente fuerte en sus clases de defensa que no podía dejar de ser cautivador y atractivo.
Era una verdadera lástima que nadie más que él pudiera ser consciente de ese hecho.
Las burlas hacia KyungSoo no habían tardado en aparecer junto a su imagen poco común; las risas, los comentarios venenosos y punzantes y la nula oportunidad de desenvolverse entre los demás adolescentes hizo de KyungSoo alguien retraído, tímido, inseguro y nada sociable. JongIn y él se habían encargado de defenderlo de todos cuando la ola de acoso comenzó, pero desde que su hermano se fue, InSung pasó a hacerse cargo de la tarea. No era algo que le pesara o enojara, InSung había prometido proteger a KyungSoo para toda la vida, y estaba muy decidido a cumplir esa promesa a toda costa.
Tuvo que entrenar más duro en ambas formas, fortalecerse, volverse más listo, rápido y resistente, porque el ataque hacia KyungSoo no se limitaba a algo verbal, sino que llegaba a un extremo de violencia física preocupante.
Su padre lo había entrenado personalmente luego de pedirle aquel favor con una mirada seria y determinada, y él, orgulloso y complacido por el trasfondo de su petición, aceptó y comenzó a prepararlo realmente, tomando el duro entrenamiento de un alfa adulto con un deber que cumplir. Para cuando tuvo el primer enfrentamiento con uno de los matones de la escuela donde KyungSoo estudiaba, ya era un alfa musculoso, temido y un completo patea culos.
Las amenazas habían menguado ligeramente entonces, no habían desaparecido aún, pero algo era algo e InSung estaba satisfecho -por el momento- con lo que había conseguido.
Miró de reojo a KyungSoo. Él se notaba tranquilo y a gusto en su forma animal; no habían preocupaciones que embargaran su mente ni tampoco pesares en su corazón. Era uno de los beneficios de ser un dragón: volar te daba paz y libertad, te ayudaba a olvidarte de los problemas cotidianos y te llenaba con un sentimiento agradable de plenitud absoluta.
Voló en su dirección, buscando alegrarle un poco la mañana, y, de forma juguetona, mordisqueó uno de los cuernos en su cabeza. KyungSoo lo miró con sorpresa y un chillido salió de sus labios, InSung lo imitó y pronto estaban dando giros en el cielo, empujándose animadamente, mordiéndose de forma suave y amistosa y haciendo carreras entre las nubes. KyungSoo pronto estuvo metido de lleno en el juego y dejado atrás los pensamientos que llenaban su cabeza -seguramente todos apuntando en dirección a JongIn-; se mostraba de buen humor, contento y feliz, y saber que fue por su causa abrió un hermoso sentimiento de plenitud y satisfacción difícil de hallar.
Después de algunos minutos ininterrumpidos de juego infantil, ambos pararon en seco al ver delante de ellos a un grupo de alfas y omegas que volaban en su dirección. InSung casi pudo fruncir el ceño al verlos y no tardó en colocarse delante del menor, protegiéndolo de las miradas brillantes y maliciosas. KyungSoo se hizo pequeñito a sus espaldas, temeroso y avergonzado por su forma diferente, e InSung gruñó amenazadoramente, intentando dispersar la atención del grupo recién llegado sobre el blancuzco omega.
—Vaya, miren a quienes tenemos aquí —habló a través de su conexión como miembros del mismo Clan, la cabecilla del grupo, JiHoo, un alfa de escamas rosadas y una personalidad de mierda que se había ganado más de un enfrentamiento con InSung y JongIn en su momento—: el fenómeno y a su perrito faldero. ¿No son adorables?
Las risas no tardaron en aparecer, tan estúpidas y asqueantes que InSung podría vomitar. El tipo no era listo, pero su séquito lo era menos. Vamos, que reírse de esa tontería era realmente lamentable y dejaba mucho qué desear.
KyungSoo bajó la mirada al escucharlo e InSung enseñó los colmillos en una clara advertencia.
—Sólo sigue tu camino y cállate, JiHoo, ¿no te he hecho pasar suficientes vergüenzas frente a tus amigos? Vete de aquí y deja a KyungSoo en paz. Conserva un poco de orgullo y dignidad —dijo, claramente enojado, y el alfa contrario resopló, sin dejarse amedrentar por sus palabras ni mucho menos. InSung lo odiaba. El pobre idiota era una combinación de estupidez y persistencia, una mezcla desagradable y hastiante—.
—¿Me hablas a mí de dignidad y orgullo, InSung, tú entre todas las personas? ¿No es un consejo que deberías aplicar en ti mismo luego de estar detrás de ese inútil anormal durante toda tu vida, recibiendo las sobras de un amor que jamás será tuyo? Eres bastante patético e hipócrita, si me preguntas —soltó con veneno únicamente para él y el alfa de InSung gruñó, enojado, encolerizado ante la llegada de la dolorosa verdad—.
Su instinto se encargó de hacer todo el trabajo. Un segundo antes estaba junto a KyungSoo, y ahora se hallaba enzarzado en una pelea llena de dientes, garras y gruñidos con el dragón rosáceo.
Vagamente escuchaba los gritos de KyungSoo en su mente, pidiéndole parar e irse, pero KyungSoo no sabía que habían momentos que simplemente su alfa tomaba el control de la situación y actuaba por impulso por él, por el deseo insano de cuidarlo de todos, porque anhelaba su bienestar, su salud y seguridad, porque su corazón dolía y tocar la herida punzante y amplia en su piel era desgarrador. KyungSoo jamás comprendería -ni sabría- jamás el deseo ferviente de InSung de luchar contra todos y todo por él, porque lo amaba, y ese pequeño omega era su prioridad. Él jamás se enteraría de ello, y por eso InSung se sentía impotente, desdichado.
Luchar por KyungSoo era algo que haría siempre, defender su corazón era más complicado, pero no imposible, y lo haría cada vez que pudiera.
Estar enamorado era hermoso cuando se es correspondido, por supuesto, pero cuando no lo es, el dulce sentimiento se transforma en una agonía eterna difícil de reprimir y controlar.
InSung resultó vencedor en la contienda, como muchas otras veces, y el grupo de dragones finalmente se fue, dejando una promesa palpable de volver a por ellos. Fue entonces cuando aterrizó en el acantilado bien conocido en su forma humana y se dedicó a hacer nada más que ver el cielo y el cinturón montañoso que era Lóngshān. KyungSoo lo siguió poco después, tímido, con los hombros hundidos y pasos inseguros. Se sentó a su lado, a pesar de ello, y miró con preocupación su rostro magullado.
Estuvieron en silencio por largos minutos, hasta que sanaron sus heridas y sus instintos se hubieron hundido de nuevo en su interior, uno junto al otro, conscientes del contrario, de la soledad a sus espaldas y del montón de cosas que seguramente querrían decir, pero que no se animaban a exponer abiertamente. Fue KyungSoo quien rompió el silencio, sin embargo, con una pregunta baja y dubitativa, seguramente temiendo perturbar la paz que recién había conseguido gracias a su presencia -indirectamente-, pero llenándose de valor para enfrentarlo, a pesar de ello.
—¿In? ¿Puedo saber qué te dijo JiHoo?
InSung se tomó un momento para pensar en su respuesta, jugueteando con una florecita que no se animó a arrancar. Los pétalos suaves bajo sus dedos ayudaron a establecer la calma que el aroma natural de KyungSoo llevaba a su ser.
—Nada importante, Soosie, no debes preocuparte por ello —eligió decir a cambio y KyungSoo frunció el ceño antes de tomarlo de la mano con firmeza. InSung lo miró, y en sus ojos encontró una resolución y entereza poderosas, sentimientos que resplandecían en ciertos momentos críticos como aquel—.
—No lo haría si no fueras tú el implicado. Eres importante para mí, InSung, el único amigo que queda a mi lado, mi compañero, mi protector. Voy a preocuparme siempre por ti, voy a querer lo mejor para ti y saber que siempre estás peleando por mí, para cuidarme y defenderme, me hace sentir triste e inútil. No puedo ayudarte ni defenderte, no puedo luchar codo a codo contigo, y por eso no quiero que te arriesgues de esta manera.
»Entiendo que quieras cuidarme y que temes que alguien me lastime, pero no puedes estar siempre en riesgo por mí, Sung. Debes pensar en ti mismo más seguido en vez de tenerme como tu prioridad.
InSung absorbió sus palabras, todas y cada una de ellas, y lo supo, supo que ese pequeño niño hermoso de escasos diecisiete años y mirada pura tenía razón. Él también debía ver por sí mismo, por su bienestar, por su seguridad emocional, por su salud, pero era un necio, un maldito estúpido insistente que no podía olvidarlo, que no podía hacerlo a un lado y simplemente retroceder. Era difícil, por no decir imposible, tan duro y tan complicado que InSung había desistido de sus intentos.
InSung no tenía idea de lo que había hecho KyungSoo con él, cómo se había adentrado tan profundo en su alma, en sus pensamientos, en su ser completo. Lo tenía bajo un hechizo hipnótico del que no podía escapar, estaba bajo su merced, dominándolo de la manera más cruel y deprimente sin siquiera ser consciente de ello.
Era tan patético. JiHoo tenía tanta razón.
Compuso las grietas rotas en su corazón lo mejor posible, remendando las zonas astilladas y colocando las piezas faltantes en su lugar. Hizo a un lado sus pensamientos pesimistas y su dolor inalterable y sus labios se llenaron de una sonrisa suave, calmada, llena de calidez para tranquilizar al alma atormentada delante de él. Devolvió el agarre sobre su mejilla, tomándola con amabilidad y dulzura, acariciando la suave piel pálida bajo su pulgar con todo el amor que podría sentir, vertiendo sus sentimientos en aquel toque inocente que KyungSoo recibió sin objeciones. La respuesta posterior fue dicha en tonos de voz suaves y armoniosas, tan aparentemente tranquila como su propio cuerpo lo estaba.
—Va a llegar un día, KyungSoo, donde tú y yo lucharemos juntos, espalda con espalda, codo a codo, con la misma fortaleza y valor. Nos defenderemos el uno al otro como iguales; tú serás un omega fuerte, un guerrero invencible, un hombre admirable, inderrumbable. Tendrás entereza, tendrás voluntad, tendrás motivos para pelear, para seguir y no detenerte ni dejarte vencer, y yo estaré ahí, orgulloso, siendo tu fiel protector, quien velará por tu seguridad y se sentirá complacido por lo bien que lo has hecho por ti mismo... pero mientras ese momento llega, mientras eso ocurre, KyungSoo, yo voy a ser fuerte por los dos, yo voy a luchar por los dos. Voy a esperar con ansias el día en el que llegue tu metamorfosis y voy a ser el primero en aplaudirte por ello, pero mientras tanto, déjame hacer esto por ti.
»Seré tu punto de apoyo hasta que consigas entereza, seré el muro impenetrable que te cuide, seré tu pañuelo de lágrimas y el sostén que te mantenga a flote, y cuando consigas todo lo que quieres, cuando realmente seas feliz, estés satisfecho con tu vida y las personas dejen de afectarte y ser un punto clave para ti, entonces te dejaré ir finalmente. Te lo prometo.
Y me lo prometo a mí también. Te soltaré y te arrancaré para siempre de mí y te dejaré en libertad eterna, pequeño tesoro, y con ello, podré obtener un poco de alivio en mi vida.
KyungSoo lloró mucho esa tarde, pero estaba bien, InSung estaba ahí para sostenerlo en cada momento. Secó sus lágrimas, tranquilizó su angustia y le hizo compañía hasta que el anochecer cubrió a Lóngshān como un manto pesado, brillante y fascinante.
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Las cosas comenzaron a ponerse turbias y densas con la clara muestra física de su celo aproximándose.
Era el primer celo de InSung como un alfa cambiante, y las cosas no auguraban un buen futuro para nadie. Su padre se había dado cuenta de los síntomas obvios y le había sugerido que no se acercara por ningún motivo a KyungSoo, pues era una amenaza para la integridad física del chico. Aquello fue como recibir un puñal directo al corazón.
Con los instintos a flor de piel y un deseo insano naciendo de sus entrañas, InSung sólo deseaba ver a su pequeño amigo, tocar sus mejillas, hundirse en su mirada como el chocolate, aspirar su aroma, sentir su calor, recorrer la suavidad de su cabello con sus dedos, verlo reír y sentir su tacto amable, cálido, puro. Privarle aquello, lo único que podría hacerlo medianamente feliz, era como negarle el derecho a respirar.
El señor Kim se había tomado la tarea de avisarle a KyungSoo que InSung no estaría disponible durante los próximos días, mientras su hijo, retorciéndose de dolor, ansiedad y sufrimiento, se encontraba encerrado en su habitación como un león enjaulado.
InSung jamás se imaginó que un celo sería tan jodido. Era el infierno, con esos deseos brutales y animales de aparearse, formar un nudo, marcar a alguien, a KyungSoo, escuchando la voz de su alfa en su mente, fuerte, clara, demandante, exigiéndole que sometiera a su amigo, que lo hiciera suyo, que dejara a un lado a JongIn, sus sentimientos y los propios de KyungSoo y por primera vez fuera alguien egoísta que buscaba su propia felicidad.
InSung había destruido todo a su paso en aquel cuarto. Había volcado la cama, los estantes, la pequeña librería y el armario en un arrebato de desesperación y lucha interna que no lo dejaban en paz, que no le permitía continuar. Estaba desesperado, se encontraba angustiado, y todo pareció empeorar con el pleno apogeo del celo firme que lo golpeó con la fuerza de un huracán.
Su padre se había encargado de entretenerlo al luchar contra él hasta que la inconsciencia se lo llevaba. Había sido un buen método, de hecho, y pensó que podría soportar aquel sufrimiento de esa manera de no ser por la suave fragancia natural de KyungSoo colándose por la puerta de su habitación en el segundo día de su celo.
El chico había sido enviado por su madre para dejarle un recado al señor Kim, e ignorando lo que ocurría con su amigo, aceptó el viaje.
Fue un momento decisivo para InSung, uno que pondría a prueba todo su autocontrol.
Su padre no estaba en casa, KyungSoo se encontraba a unos metros de distancia y su alfa golpeaba sus paredes interiores, buscando salir y dominar al humano que lo retenía insistentemente. Fue una batalla dura de pelear, quedarse ahí, inmóvil, sin decir nada, sin emitir ningún sonido que alertara al menor o lo instara a entrar en su hogar. El sudor corría por sus sienes, sus colmillos habían crecido exponencialmente, sus ojos parpadeaban una y otra vez.
Las uñas crecieron y se enterraron en la madera de la mesita de apoyo a la que se sostenía como si se tratase de un salvavidas; la garganta se encontraba seca y rasposa, su pene muy duro en sus pantalones era un problema palpitante y acalorado y su corazón acelerado martillaba dolorosamente contra sus costillas. Estaba tenso, tenía miedo, sentía ansiedad y una desesperación cada vez más grande porque su bello amigo se fuera.
Quería ser fuerte, quería ser el protector de KyungSoo, no un monstruo que lo destruiría y lo haría infeliz, no un ser despreciable que arruinaría su vida.
¿Cómo pudo llegar a ese punto, cuándo todo tomó un camino tan retorcido?
KyungSoo se marchó cinco minutos después de haber llegado a la residencia Kim y no obtener respuestas. Los cinco minutos más difíciles en la vida de InSung.
Cuando dejó de olerlo y lo escuchó irse, el alfa no pudo hacer más que arrodillarse en el suelo y romperse en llanto, un llanto desgarrador, doloroso, impotente. Y es que él lo sabía, de haberse tardado más, KyungSoo, su hermoso KyungSoo, estaría sometido bajo su poder sin que nadie lo ayudara, él sería condenado por el alfa que una vez lo cuidó tanto, él sería infeliz, lo odiaría y tendría el corazón de su hermano completamente destrozado. ¿Cómo podría seguir a su lado cuando sabía lo que había estado a punto de hacer? ¿Cómo podía mirar a KyungSoo a los ojos después de eso? ¿Cómo podría mantenerlo a salvo de los demás si él no estaba seguro ni siquiera consigo mismo?
InSung se había controlado en ese momento, ¿pero qué pasaría cuando llegara el próximo celo? KyungSoo iba a ser siempre su punto de atención, él estaría bajo la mira de su alfa, se encontraría en peligro. InSung no iba a permitirlo, él no iba a ser el que llenara la vida de su amigo y de su hermano de desgracias y desdichas. No podría vivir con ese pesar jamás, no podría perdonarse el cometer ese error. No. InSung no dejaría que nada de eso ocurriera.
Con una mirada decidida se levantó del suelo; haciendo uso del poco raciocinio que aún le quedaba, se dedicó a empacar algunas cosas. Ropa, comida, dinero, zapatos y agua. Lo guardó todo en un gran bolso, apresurado mientras aún tenía el control en las manos de su parte humana. Cargó todo lo empaquetado y salió de la casa, y justo ahí, frente a la puerta, se encontró cara a cara con su padre.
Se miraron por un largo tiempo a los ojos, comunicándose con las miradas fijas, duros, ambos lo suficientemente fuertes como para ser admirados, y el mayor asintió y colocó su mano grande y fuerte sobre su hombro en una muestra clara de apoyo y orgullo.
—Ten un buen viaje, hijo. Cuídate mucho en el camino.
InSung asintió y se dejó abrazar por su padre durante un corto segundo, justo antes de separarse al sentir una nueva oleada de furia de parte de su alfa. Respiró hondo, dominando a su instinto lo mejor posible, y luego volvió a mirar al mayor.
—Lo haré. Nos vemos pronto, padre, cuida de ti también.
Y entonces se alejó de su hogar, determinado, dolido, pero con una resolución y determinación inquebrantables. Atrás quedó Lóngshān, Diamond y sus recuerdos más preciados y hermosos. Estaba finalmente dejando a su único amor con lágrimas en los ojos, pero cumpliendo de esta manera su promesa.
InSung siempre iba a cuidar de KyungSoo. InSung lo dejaría libre. InSung continuaría adelante.
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La limonada en su mano aún estaba fría, a pesar del calor infernal por el que estaban pasando ese año. El vaso estaba húmedo en su mano y su postura relajada hablaba de su buen humor, a pesar de los rayos poco piadosos del sol.
La ropa fresca era de gran ayuda en ese instante, pero, a pesar de ello, no podía dejar de sentirse sobrepasado por la temperatura elevada. ¡Que los dioses se apiadaran de ellos y les enviaran una pequeña lluvia, por favor!
Y como si el deseo le hubiese sido concedido, un chorro de agua fría sobre su espalda llegó de forma inesperada, sin aviso, para sobresaltarlo y hacer que su bebida cayera estrepitosamente al suelo. ¡¿Qué rayos?!
Giró con el ceño fruncido, buscando a su agresor para hacerle pagar por aquello, sólo para dar con un par de caritas infantiles, cachetonas y sonrojadas llenas de sonrisas cómplices y miradas juguetonas. ¡Ah! ¡Esos bribones!
—¡Ajá, ustedes dos, par de...!
—¡El tío InSung ha sido derribado! ¡Ahora es el turno del Tío Orejas! ¡A por éééél! —exclamó con fuerza el niño de no más de cinco años, exponiendo aquella buena garganta y pulmones de acero antes de echarse a correr, descalzo, mojado y con un traje de baño, en compañía de su hermana y con dirección al pobre tipo que se encontraba un poco más alejado, haciéndole mimos a BaekHyun—
InSung los miró con la boca abierta, sorprendido e indignado, y cuando estaba a punto de perseguirlos para cargarlos y echarlos en la piscina como venganza, apareció un cuerpo pequeñito, compacto y redondo de la misma nada, portando un ceño fruncido extremadamente adorable y exponiendo al mundo unas muy rojas mejillas infladas.
—¡InSoo! ¡RaHee! ¡Vengan aquí inmediatamente! ¡No pueden andar por ahí mojando a nuestros invitados! Ash, tonto JongIn. ¡¿Cómo puede permitir que hagan lo que quieran?! ¡Los está malcriado como nadie más! —se quejó tiernamente KyungSoo, haciendo pataletas (o al menos lo que su embarazo avanzado le permitía) y muchos pucheros—
InSoo no pudo evitar sonreír con enternecimiento al verlo, tan lindo, pequeño y apachurrable que daban ganas de abrazarlo fuertemente y no dejarlo ir jamás. KyungSoo se veía realmente bello con su amplia pancita de embarazado; a él realmente le lucía el embarazo, lo hacía verse más radiante, hermoso y feliz que de costumbre, y eso siempre era algo lindo qué apreciar.
Un sentimiento cálido se asentó en su corazón con mucha fuerza, provocándole un vuelco inevitable. Oh, un sentimiento fácilmente reconocible, pero nunca más doloroso. No. El amor era así de maravilloso; no desaparecía jamás, sin embargo, se transformaba de la forma más fascinante.
InSung rió, verdaderamente feliz, y extendió un brazo para apretar una mejilla regordeta y caliente con sus dedos. KyungSoo lo miró entonces y en ese momento sus hombros parecieron relajarse al fin. De fondo, el grito grave y sorprendido de ChanYeol se dejó escuchar, siendo seguido por unas cuantas carcajadas infantiles.
—Déjalos ser, es una reunión familiar con una piscina y agua, ya nosotros sabíamos a lo que nos exponíamos al venir.
KyungSoo se cruzó de brazos. Tan necio.
—Aún así eso es de mala educación.
—Nop, mala educación es que no tuvieras preparado un pastelito de limón para mí. ¿Cómo pudiste? Te creía mejor que eso, mal omega, mal amigo, mal cuñado, mal...
—¡Oye! No me reclames. Envié a JongIn a comprar los ingredientes para hacerte uno, señor infantil y quejica.
—¿Quién es infantil y quejica
—Nadie más que tú, gigantón.
Ambos sonrieron, contentos y animados, y KyungSoo se dejó envolver en un medio abrazo de parte del mayor, uno donde el brazo musculoso del alfa rodeaba sus hombros pequeños y sus caderas se tocaban juguetonamente.
Miraron con cariño a todos los pequeños que correteaban entre ellos con pistolas de agua en las manos, haciendo una guerra mafiosa de la que los adultos no se salvaron. Los hijos de BaekHyun y ChanYeol, BaekHee y ChanHyun, el pequeño de ZiTao y Kris, Lu Feng, los trillizos de SeHun y Lu Han, Hansol, Yuqi y YongSun, la niña de MinSeok y JongDae, MoonByul y los gemelos de YiXing y el líder JunMyeon, Anson y BaekHo luchaban con fiereza los unos con los otros, derramando agua, soltando gritos de guerra y haciendo estrategias, todos liderados por la mente maestra: RaeOn.
InSung, ahí, mirando a InSoo y a RaHee, puede ver claramente un pasado hermoso, cálido y amoroso. Puede ver a JongIn y a Yuna, puede ver a su hermano menor, a KyungSoo y a sí mismo en esos niños alegres e inexpertos, felices, disfrutando de sus juegos y libertades. No puede evitar la melancolía que lo golpea cuando recorre las calles del pasado en sus memorias y lo golpea la verdad de que han pasado muchos años desde entonces.
¿Cómo es posible? No lo sabía, pero de pronto, luego de un suspiro, ahora era tío de muchos sobrinos -de sangre e impuestos-, cuñado de un maravilloso omega y padrino de bodas de su hermano (también, próximo a convertirse en tío otra vez por ese mismo hermano y ese mismo cuñado). Era increíble cómo todo había cambiado, como todo había evolucionado. Ya ninguno de ellos eran niños despreocupados, se habían convertido en hombres fuertes que tenían sus propias familias, sus responsabilidades. Todo era tan distinto en ese momento.
—El señor HyukWoo se integró bastante bien a la familia, a pesar de su falta de presencia debido a su trabajo con el Clan Paradise. Es bueno verlo después de tantos años, también es lindo ver a mi suegra ser tan feliz al tenerlo a su lado otra vez —dijo KyungSoo con cariño, mirando a su padre desde la distancia, que ahora se había unido a la lucha infantil junto al señor Do, e InSung sonrió un poco más grande—.
—Sí; el viejo dijo que no iba a continuar prestando sus servicios como protector de Paradise luego de perderse el nacimiento de su segundo nieto y la boda de su hijo más pequeño. Ahora está establecido aquí, con su familia, siguiendo órdenes de JunMyeon, como siempre debió ser.
—Bueno, es una decisión razonable.
—La mejor que ha tomado en años.
Rieron ante su respuesta inmediata y un cómodo silencio volvió a caer sobre ellos, eso hasta que InSung decidió romperlo una vez más.
—¿KyungSoo? ¿Eres feliz ahora? Quiero decir, ¿sin pesares, reconres, malos sentimientos y dudas sobre ti mismo? ¿Realmente eres feliz con todo tu corazón?
KyungSoo sonrió más ampliamente al escucharlo y lo miró con una ternura infinita, transparente y cálida. InSung pudo ver un poco del joven KyungSoo en sus pupilas brillantes, y eso lo hizo sonreír irremediablemente.
—Lo soy, In —aseguró sin un atisbo de dudas—. Realmente soy feliz ahora mismo. Sin pesares, sin cuestionamientos, sin insatisfacción por mí mismo. Soy feliz; luego de mucho tiempo, estoy completo.
Su corazón dio un vuelco en su pecho y se llenó inmediatamente de una profunda calidez, su alfa completamente regocijado ante las aseguraciones sinceras del menor y un peso gigantesco saliendo de sus hombros, de su mente y su propia alma.
Una mirada orgullosa llenó sus ojos sobre los de KyungSoo y una caricia en su mejilla fue colocada con mimo y ternura.
—Estoy muy feliz de saber eso, Soo.
—¡Oigan, ya llegamos! ¡InSung, deja de coquetear con mi esposo y carga estas bolsas que tienen los ingredientes de tu amado pastel de limón! ¡La pobre HyoJoo tuvo que cargar la mitad de las compras, inconsciente! —fue la exclamación repentina de JongIn apareciendo en la casa de KyungSoo lo que los trajo a la realidad—
InSung sonrió en su dirección y juntos se acercaron a los recién llegados. El alfa sintió cómo su dragón se regocijaba y retorcía de cariño y amor por la pequeña omega delante de él, sonrojada y hermosa, cargando una bolsa mediana entre sus pequeñas y suaves manos. Le quitó su carga con amabilidad y se inclinó para dejar un beso delicado sobre sus labios rojos.
—Gracias, cariño, pero no debiste traerla tú, se la hubieras dejado a JongIn, para algo estaba contigo.
JongIn bufó y no tardó en abrazar dulcemente a su compañero, masajeando suavemente su vientre redondo e hinchadísimo.
—Ella es un hueso duro de roer. No me dejó llevarlo.
—No podía dejarte todo el trabajo a ti, cuñado, además, no me molesta ayudar y esto no está realmente pesado. Cuando cargues a tu hermano notarás la diferencia.
¿La hiciste cargarte, InSung? -preguntó con asombro el menor de los ahí reunidos y el nombrado simplemente se encogió de hombros-
-Mi HyoJoo no es una mujer débil, ¿cierto, cariño?
-Claro que no.
Y la mujer no mentía. KyungSoo la recordaba como la omega que ayudó a YooNa en la batalla en Exodus, hace ya cinco años, y que se había quedado en Diamond luego de descubrír a InSung como su pareja destinada. Lo demás es historia.
-Ustedes sí que son una pareja única.
-Lo sabemos.
HyoJoo rió y negó con la cabeza ante el infantilismo obvio del mayor y, luego de que KyungSoo y JongIn se retiraran entre besos y abrazos, alzó una ceja hacia su compañero, que no hacía más que mirarla, embelesado y agradecido.
-¿Qué sucede? -preguntó entre risas, empujándolo un poco para que dejara de observarla tan fijamente, e InSung sonrió ampliamente como respuesta-
-Nada, es sólo que me siento muy feliz.
Ella guardó silencio por un momento, donde no hicieron más que mirarse, y finalmente una curva cariñosa y sincera tiró de sus labios. Lo tomó de la mano, afectuosa, y besó sus nudillos con entrega en intimidad propia en las parejas acopladas como ellos.
-Y yo soy muy feliz de que seas feliz por fin, mi amor. ¿Sientes que todo ha valido la pena?
InSung la abrazó, un movimiento suave y amable que ella aceptó. In gusto, enterrando la nariz en su pecho mientras su alfa le acariciaba el cabello con dulzura.
-Cada decisión que he tomado, ahora ha valido la pena.
HyoJoo alzó la mirada para clavarla sobre la de su compañero y juntos sonrieron, cómplices y amorosos; acercaron sus rostros con la clara intensión de besarse, pero una nueva lluvia los bañó por completo. Soltaron un grito lleno de sorpresa y, al alzar la mirada, se encontraron de lleno con JunMyeon manejando sus poderes, liderando a un batallón de niños armados hasta los dientes en busca de pelea.
Estáticos, se miraron uno al otro una vez más y la pequeña omega susurró sólo para él, empapada, pero no por ello enojada.
-¿Qué decisión tomarías en una situación así, Innie?
InSung la tomó de la mano y lentamente comenzaron a retroceder mientras el enemigo avanzaba, amenazador e inmutable. El alfa calculó sus posibilidades detenidamente y, al hallar una respuesta, la susurró para ella.
-Bueno, dadas las circunstancias, creo que lo que podríamos hacer sería... ¡correeeeeer!
Los adultos rieron y se separaron para escapar de la ola de agua, cada quien por su lado, y, acompañados de los demás padres, que pronto se unieron al ver la excesiva diversión, se sumergieron en una ardua lucha a muerte con una nueva generación de guerreros repartiendo felicidad y dicha a diestra y siniestra.
Un poco más lejos, y resguardado por su situación como omega embarazado, KyungSoo lo miraba todo con una amplia sonrisa y los brazos protectores de su alfa rodeándolo amorosamente. Giró el cuello, escuchando las carcajadas y exclamaciones de fondo, y JongIn no tardó en cumplir su petición no dicha al unir sus labios en un suave beso lento y agradable.
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La perfección no existe, la belleza es relativa y subjetiva. Como seres humanos somos únicos, como personas somos diferentes. Cada mente es un mundo nuevo, cada imperfección es la perfección para alguien más. No hay un estándar, no hay una línea que seguir, no hay un patrón. Somos lo que somos, somos quienes somos, sin importar ser altos o pequeños, bronceados o pálidos, introvertidos o vivarachos, silenciosos o ruidosos; todos somos algo valioso, todos tenemos algo hermoso que resaltar entre nuestras peculiaridades únicas; todos tenemos en nuestro interior a un perfecto dragón que alguien va a saber enseñarle a volar y ser libre.
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