Perfect Crime: Investigation.

Era un cuarto minúsculo. Habían solo cinco personas sentadas a lo largo de la estancia. En el centro estaba aquella caja blanca, completamente cerrada, en la que yacía el cuerpo sin vida de Jeon Jungkook.

Caminó lentamente, con pasos ligeros, intentando pasar desapercibido para el resto de ocupantes de la sala. Cargaba una orquídea blanca en su mano, que terminó depositando sobre el féretro. Y, debido a la falta de acceso hacia el contenido de este, sus ojos se movieron hacia la imagen frente a él.

Los ojos brillantes de Jungkook le devolvieron la mirada. Tenía una suave sonrisa en los labios y su cabello tenía una forma extraña debido al viento que soplaba cuando se tomó esa fotografía. Era hermoso.

Y ahora estaba muerto.

Suspiró, pasando las manos por la superficie barnizada de color blanco. No podía creer que su novio estuviese muerto. Y menos por haberse suicidado.

Sus labios resecos se entreabieron, como si intentase pronunciar palabra alguna, pero solo el silencio prevaleció. Sentía su garganta apretada y sus ojos ardientes, listos para soltar sollozos y lágrimas si se atrevía a sacar su voz.

Ya te extraño tanto —pensó, apretando sus manos en puños—. Lamento no haber estado para ti.

Entonces sus fuerzas cedieron. Lloró silenciosamente frente a los remanentes de su novio, sintiendo sus piernas flaquear pero sin caer, porque no le daría el gusto a las personas que lo veían.

La última vez que había visto a Jungkook con vida había sido hacía poco más de tres días y todo había parecido ser perfecto. Era imposible, inconcebible que se haya suicidado. Él amaba vivir.

Sonreía incluso a las adversidades. Reía, amaba, lloraba. Era como una brisa fresca en verano y un chocolate caliente en invierno. Era calidez, amabilidad, felicidad. Un ser de luz como él no podía odiar la vida.

Si estaba muerto, algo tendría que haber estado pasando detrás.

Y él iba a llegar a la base de ese desastre  para demostrarle a todos que su novio no se había matado.

...

La casa Jeon estaba ubicada en los suburbios. Era de dos pisos, con jardín delantero y trasero. Tenía la pintura color beige un poco corroída, pero nada más allá de eso parecía extraño, lamentable o preocupante.

Yoongi no la había visitado más que un par de veces, menos de diez, en los dos años que fue pareja sentimental de Jungkook. Y curiosamente, en todas las ocasiones habían tenido casa sola. Nunca conoció al padre de su novio.

Por lo que había oído, era un hombre estricto, rozando a violento, y se había vuelto un alcohólico tras la muerte de su esposa. Sin embargo, Min ni una vez vio un golpe en su novio, así que pensó que era un viejo más loco que violento, de esos que gritan y rompen la casa en ataques de ira.

Ahora, dudaba de sus propias ideas.

Se lo había topado en el funeral y en la posterior sepultura de su novio, hace una semana aproximadamente, y el hombre había tenido un rostro estoico todo el tiempo. Ni siquiera quiso dar un discurso para despedir a su hijo.

Viendo todo eso, concluyó que empezar su investigación amateur por el hogar era buena idea.

—Lo lamento, Jungkook —se disculpó en voz baja mientras traspasaba la propiedad Jeon. Había una reja que rodeaba todo el territorio lo suficientemente alta y que él pasó con facilidad.

El césped estaba marchito y, de no ser por el color de la pintura de la casa, ese lugar parecería estar embrujado o maldito.

Caminó tranquilamente alrededor del recinto, buscando una ventana abierta en el primer piso de la construcción.

En uno de los laterales, había una pequeña rejilla con el suficiente espacio para adentrarse, así que sin dudarlo un poco finalmente allanó la morada.

Cayó de lleno en el piso encementado del sótano, un golpe sordo resonando por el espacio vacío.

Allí es donde habían hallado a Jungkook.

Caminó de una esquina a otra, buscando por el suelo algo además de las manchas de sangre seca.

Luego de unos minutos, resignado a que no encontraría nada, decidió subir por las gradas de madera astilladas que conectaban a la primera planta de aquella casa.

Sus pasos siguieron resonando mientras caminaba a través de los muebles viejos en dirección a las gradas que lo llevarían al segundo piso. Estaba siguiendo los rastros de pequeñas gotas de sangre.

Subió con tranquilidad, sabiendo que no iba a ser descubierto porque el señor Jeon llevaba unos días como borracho por las calles.

Llegó finalmente al cuarto que había pertenecido a su novio. Al abrir la puerta, el olor a sangre y lavanda lo recibió. Jungkook amaba la lavanda.

En el centro del reducido espacio había otro gran charco de sangre junto a una navaja de afeitar y, sobre la cama, un libro que parecía ser un diario personal.

Inmediatamente avanzó hacia este, tomando entre sus manos el cuaderno.

Se sentó de golpe en la cama, comenzando inmediatamente a hojearlo, encontrado solo decepcionantes hojas en blanco.

Con un suspiro frustrado, pasó una mano por sus cabello y se deslizó en la cama hasta la mesa de noche. Había una pluma, un peluche viejo y un reproductor de mp3 junto a sus audífonos.

Acarició con cariño el peluche y, comprobando la carga del objeto, comenzó a reproducir música mientras revisaba esa pluma que Jungkook siempre tenía encima.

Parecía estar llena de tinta, así que decidió llevársela como recuerdo.

Siguió inspeccionando la habitación, tomando nota mental de todo aquello que le causará sospecha. No había mucho ahí de todas formas.

Sin embargo, bajo la cama encontró una caja de cartón vieja.

Con curiosidad, quizás pensando que eran fotografías o algo parecido, la abrió velozmente sólo para encontrarse con algo que le revolvió el estómago.

Ropa. De todos tamaños, vieja o nueva. Camisetas, pantalones, incluso ropa interior. Y toda estaba manchada de sangre.

Con una nueva sospecha, revisó de nuevo el diario. Pero seguía sin haber una sola palabra escrita. Aunque, extrañamente, la primera hoja tenía escrita una fecha de inicio y una de finalización.

Ojeó el diario y la pluma.

Entonces recordó.

Yoongi-hyung, ¡hace poco adquirí una nueva pluma de tinta invisible!

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