EXTRA NAVIDAD

SAMADHI STONE

Había pasado un año después de mi partida. Días y meses tratando de olvidarme de él, de esa persona que no supo confiar en mí.

—¡Hola, pequeña! —exclamó William al bajar del coche.

Sonreí al verlo, él y yo nos habíamos convertido en buenos amigos después de lo ocurrido con Clar. Era mi apoyo, el hombro donde sabía perfectamente podía llorar.

Bajé los tres escalones, William se acercó a mí envolviéndome en un abrazo cálido.

—Hola —saludé —. ¿Cómo estás?

—Hasta ahora, mucho mejor —dijo. Después, alzó la mano derecha hacía arriba mostrándome una cajita blanca con mi postre favorito —. Para los dos.

—¡¿Es enserio?! —me quejé —. Eso mismo dijiste la última vez, y la verdad es que los postres de limón que venden cerca de aquí me saben fatal.

—Excepto los de Camila —añadió.

—Excepto los de ella —respondí con una sonrisa.

Di media vuelta al tomar la cajita, volví a subir los escalones y William me siguió el paso adentrándonos al porche de la casa de mi padre.

—¿Cómo vas con las miradas? —preguntó curioso.

Solté un suspiro. Comencé a decirle que las miradas habían desaparecido, que ya no estaban, que se habían ido. Sin embargo, eso no quitaba de mi mente el no saber la razón por las cuales sentía que alguien me observaba.

Era nochebuena, la primera nochebuena que no pasaba junto a mi madre. Habíamos estado hablando durante la tarde donde confirmó su viaje con el papá de Brad.

Conforme caminábamos a la entrada, lo volví a recordar. Ni siquiera me había tomado la libertad de preguntarle a Will, a Lucas o a Sara por él. Mi orgullo no me lo permitía.

«No me creyó».

No me había creído ni una sola palabra de lo que sucedió. Ni siquiera se tomó la libertad de escuchar alguna explicación, y, para ser honesta eso fue lo que me quebró. La confianza se gana, pero las inseguridades de Clarence fueron mucho más claras al dejarme ir de esa manera, y para ser honesta seguir dándole explicaciones sobre algo que yo no había hecho, estaba de más. Era como hablar con la pared.

El amor es confianza, es amar a esa persona por sobre todas las cosas, pero sobretodo amarse así mismo para dar todo de nosotros sin dejar nada a medias. Y eso, a Clarence le faltó.

Abrí la puerta de la entrada, le cedí el paso a William y, en cuanto mi padre lo vio se alegró al mismo tiempo en el que saltaba del sofá.

—¡Gracias al cielo llegaste! —dijo él con alegría —. Ya se iban a poner a cantar villancicos.

Sonreí al escuchar decirlo.

—Cariño, es la tradición —inquirió Camila entrando a la sala con una bandeja de galletas.

—Quedó muy bonito eh —añadió William tomando asiento observando la decoración navideña.

—Lo decoramos Camila y yo, ella insistió en que todo fuese color azul —respondí.

Azul...

La velada transcurrió tranquila. Los cuatro platicábamos como una verdadera familia. William había sabido como incorporarse a nuestro ritmo, a nuestra forma de llevar la vida.

Cenamos, merendamos, jugamos mímicas bebiendo vino y, para cuando dieron las doce de la noche nos dimos un fuerte abrazo.

—Feliz navidad, Sam —se acercó Camila dándome un abrazo.

—Feliz navidad, hija —continuó mi padre dejándome un casto beso en la coronilla.

Ambos le dieron un abrazo a William y él les correspondió. Éramos como una pequeña familia unida en un día donde todos nos abrazamos y convivimos.

—Feliz navidad, pequeña —dijo William.

Sonreí. Estaba sin palabras y me abracé a él. Lo quería como un amigo, posiblemente como un hermano, ese hermano que nunca tuve y sólo compartía mis secretos con él.

Para cuando estábamos por dormir, acompañé a William a la habitación en la que se quedaba al visitarnos. Lo habíamos invitado porque Lucas y Sara se habían ido de vacaciones juntos, y él no quería pasarla solo en una fecha como esa.

—Hasta mañana —me despedí.

—¿Está todo bien? —me preguntó al notar lo sería que estaba.

—No —dije, con la voz entrecortada —. Pero ya se me pasará, en serio.

Palideció.

—Si me necesitas, estaré aquí ¿vale? —dijo, señalando la puerta.

Asentí, con el nudo que se me había formado en la garganta.

Me adentré deprisa a la habitación. Cerré la puerta con pestillo y después me cambié de atuendo. Caminé hasta la ventana sentándome en el pequeño sillón que se encontraba en ella. Miré hacia afuera, y aunque el clima era fresco decidí abrirla.

«Un año no era suficiente, ¿o sí?». Me pregunté. La respuesta era no, para mí no lo era porque lo veía en sueños, veía a Clarence hasta en mis jodidos sueños y el recuerdo de lo que pudo haber sido y no fue. En mis sueños él rosaba la yema de sus dedos en mi mejilla izquierda, en mis sueños me dejaba un casto beso en la coronilla y...

Sueños. Solo eran eso.

Me levanté, tomé el móvil entre mis manos comenzando así a mandar mensajes deseándole una Feliz navidad a mi madre, a Magenta, Sara y Lucas. Entonces, quise hacerlo. Quise marcar ese número que, a pesar de haberlo eliminado de mi agenda me lo sabía de memoria. Sin embargo, tuve que poner de mi parte, hacerme la dura y no llamarlo. Porque si, estuve a punto de hacerlo. A punto de llamarlo y decirle que aún lo quiero.

Tragué duro tratando de mitigar el nudo en mi garganta. No quería que salieran lágrimas de mis ojos y darme cuenta que todo el tiempo fue en vano, que todo el tiempo que no estuve llorando se haya tirado a la basura y haya sido una pérdida de tiempo el no haber llorado.

Me removí en la cama dejando el móvil a mi costado y caí al precipicio. Esa noche lloré tanto, que ni siquiera recuerdo haber dormido.

¡Hola, hola mis perfeccionistas! 

Bueno, les comparto un pequeño extra que me salió del corazón ♥

Gracias por leerme, y traeré más extras de Perfección y Perfectos :') espero les haya gustado. Es corto, pero con cariño.

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