CAPITULO 5
SAMADHI
¡Maldito alcohol!
Para ser la primera vez que lo probaba, me había excedido demasiado. El sabor permanecía aun en mi boca, pero daba gracias al cielo que el suelo ya no se moviera.
Después de la humillación del día de ayer, decidí regresar a casa. Mi madre ya estaba dormida, y solo recuerdo el casto beso que me dio en la mejilla hoy por la mañana cuando se fue. Saldría de viaje por lo menos una semana de negocios con nuevos proveedores de telas para su marca personal de ropa. Me alegraba demasiado por ella, pues al nacer yo, se había privado de lo que más le gustaba hacer, el diseño de moda. Pero ahora que ya era mayor aprovecharía su carrera al máximo, así como lo haría yo en algún momento.
Sentada en la orilla de la cama, vi la cazadora negra del gran imbécil que me dejó tirada y sola el día de ayer. Recordarlo me molestaba, pues nadie me había dejado tirada.
— Bien, no serás de vuelta — dije para mí misma.
Por otro lado, se acercaba el cumpleaños de mi mejor amiga Sony, y lo siguiente que hice fue tomar una ducha para arreglarme, desayunar e ir a comprarle un regalo al centro comercial...
El tráfico era horrible, y el taxímetro iba en aumento. Se aproximaban las vacaciones de verano, y la gente y los turistas ya estaban en la ciudad por todos lados. Después de una hora completa, ¡Por fin llegué! Bajé del taxi y me adentré al centro comercial. Anduve por lo menos tres horas de tienda en tienda buscando algo adecuado para Sony. Decidí comprarle un atuendo, no era la mejor opción pero era el centro comercial más cercano y a Sony le encantaba la ropa de última moda. Al principio pensé en regalarle algo de la colección que aún no exhibía mi madre, pero lo descarté por completo. La razón, simple, mi madre aún no me lo había autorizado.
Deambulé por los pasillos, y decidí sentarme en un restaurante de pizza para comer algo después de unas cuantas horas de compras. Pues me encontraba exhausta y hambrienta. Y para mi, mantener mi estomago satisfecho era lo primero. Tiempo después, sentí los brazos de alguien detrás de mí. Aspiré el aroma fresco que desprendía esa persona. Efectivamente era él.
— Brad — musité su nombre. Mi corazón se aceleró por completo, como lo hacía de costumbre cuando Brad se acercaba a mí —. ¿Qué haces aquí? — le pregunté. Éste se sentó frente a mí sonriendo.
— Vine a buscar un detalle para Sony — respondió. Esbocé una leve sonrisa para él. Sentí mi corazón encogerse después de ello.
— Y... ¿Qué le compraste? — mala idea haber preguntado, para lo que después me estaba mostrando.
Emocionado, sacó de una pequeña bolsa color negra, en la que yacía una cajita roja, donde al abrirla, divise un hermoso brazalete de oro blanco con una "S" grabada en él.
— ¿No es hermosa? — me preguntó, a lo cual asentí anonadada por la belleza del brazalete.
— Es precioso Brad, a Sony le encantará — confirmé, efectivamente le encantaría a Sony. Su vida parecía estar rodeada de cosas bellas. Lo cual me alegraba por ella.
— Espero en realidad que si le guste. Y bueno ¿Qué te trae por aquí? — me preguntó.
— Pues, vine exactamente a lo mismo que tú. Para comprarle un regalo a Sony, que igual al tuyo, ¡Le encantará! — exclamé eso último.
— Seguro no es mejor que el mío ¿Cierto? — dijo, tomando un trozo de pizza que yacía en una caja mediana sobre la mesa. Le dio una mordida y no pude evitar ver sus labios rojos mientras se los lamía.
— Te aseguro, ah que es mucho mejor que el tuyo — le dije acercándome un poco más a él, retándolo. Me gustaba hacer eso.
— Lo dudo — respondió dándome un casto beso en la nariz.
Mi corazón se paralizó y bombeo sangre nuevamente para que volviera a latir. Me miró a los ojos, los suyos verdes y hermosos. Me tuve que resistir las ganas para no besar sus labios rojos, los cuales en ningún momento volví a mirar. Pues estaba loca por lo que quería hacer. Exacto, lo quería besar.
— ¡Hum! — un carraspeo nos interrumpió —. Hola — ¡Esa maldita voz! —, ¿Interrumpo?
— No — respondió Brad, tajante —. Nos vemos Sam — dijo, para después despedirse de mí con un beso en la mejilla.
Lo vi irse directo a las escaleras eléctricas del centro comercial. Mientras, frente a mí se sentaba Clarence Johnson, quien venía usando Jeans azules y camisa blanca ajustada a sus músculos, con su inusual peinado al estilo James Dean. El color azul profundo de sus ojos ahora era brillante. Y muy en el fondo sabía que se burlaba de mí. Pues sabía sobre mi amor prohibido por Brad.
— ¿Qué es lo que quieres Johnson? — pregunté molesta. Su presencia aquí me ponía los nervios de punta.
— ¿No te parece algo descarado estar a solas con el novio de tu mejor amiga? — Doy un suspiro para no darle un puñetazo en la cara.
— Eso no es de tu incumbencia Clar — vuelvo a espetar. Sus comentarios me estaban cansando. ¡Yo ya sabía que estaba mal!
— Está bien, lo siento — dijo, a lo cual asentí. Llevarle la contraria solo sería seguir discutiendo — Te debo una disculpa por lo de ayer.
— ¿Una disculpa? — dije como si estuviera pensando tocándome la barbilla con el dedo indice —. ¡Oh cierto! ¡Por dejarme tirada en un lugar que no conozco, y tener que irme sola a casa!
— ¡Exacto! — lo escruté con la mirada. Lo siguiente que hice fue pararme de la silla en la que permanecía sentada, recoger el resto de comida que quedaba en la caja, para después tirarla —. ¡Vamos! Mira, yo invito.
— Clarence, en este lugar ¡Pagas y comes! — soltó una risa, tan inevitable para mí, que me causo gracia.
Entonces lo que hizo, fue a pararse de la silla y quedar justo frente a mí.
— Lo digo en serio, lo siento. Tuve que llamar a John para...
— Señor John — le interrumpí. Esbozó una sonrisa, dejando ver unos pequeños hoyuelos en sus mejillas.
— Señor John — aclaró y suspiró —. En fin, lo llamé para saber que te hayas ido bien.
— Pues sí, llegué bien, gracias por preocuparte mil horas después. No terminé descuartizada ni tirada en el monte, si era lo que te preocupaba — respondí con sarcasmo.
— Sí, es lo que veo — asentimos al mismo tiempo, quería reírse nuevamente de mi. Lo notaba en su mirada —. Por cierto, te quedaste con mi cazadora, y déjame decirte que esa si no te la puedo prestar.
— Oh... ya salió el peine — le dije —. ¿Supongo que la quieres de vuelta? — lo que tenía en mente no era regresársela.
— Así es Sam — di un suspiro, y la mirada de diversión apareció en mí, para después ver su cara de enfado —. No me la devolverás ¿cierto?
Negué, y me fui de ahí.
Clarence me siguió por todo el lugar, hasta llegar a la salida del centro comercial. Claramente, yo no se la iba a regresar. Y menos después del trago amargo que me hizo pasar.
— Vamos Sam, ya te pedí perdón, ¿Qué más quieres? Yo solo quiero mi cazadora de vuelta.
— ¿Por qué te interesa tanto una cazadora de cuero, que tiene una aroma mezclado a cigarrillos con alcohol, fea y vieja? Es decir, esta horrible.
— Solo la quiero de vuelta y ya Samadhi...
— Ahora si soy Samadhi y no Samantha. ¿Quién es Samantha? — pregunté curiosa. Dio un suspiro exasperado.
— ¡Porque me la regaló mi madre! — espetó —. ¡Y ella falleció!
Oh Dios mío.
Un sentimiento de culpa apareció en mí, sentí unas ganas de abrazarlo, pero me tuve que resistir.
— Yo, yo lo siento, no sabía que...
— Si, si, como sea — carraspeó molesto —. Solo la quiero de vuelta... — me dijo. Lo miré por unos momentos y supe que mentía. Pues no pudo evitar una sonrisa.
— No está muerta, ¿cierto? — le pregunté. Para que después lo negara —. Eres un imbécil... — negó con los hombros —. Eso no se hace. Vayamos a mi casa por ella.
Accedí, y él asintió.
Caminamos al estacionamiento, pero ninguna motocicleta se veía a nuestro alrededor. Y al llegar a un Cadillac de modelo antiguo en color azul celeste, Clarence abrió la puerta del copiloto para que me adentrara a él.
Colocó su mano frente a las bolsas de compras que yo llevaba, y se las di para que las acomodara en la parte trasera del coche. Después de eso, se subió.
— Clásicos, eh — hablé, y su humor cambio por completo.
— Sí, es de mi amigo Lucas — respondió —. No suelo usar la motocicleta si no llevo mi cazadora puesta.
— ¿Por qué? ¿Es algún tipo de protección? — le pregunté, éste sonrió.
— No, o bueno, tal vez, es como mi amuleto de protección — me dijo sinceramente.
— Es bueno tener amuletos de protección. Por ejemplo el mío, es éste gel antibacterial — le dije, sacando el pequeño frasco de mi gel antibacterial preferido —. Setenta y cinco por ciento alcohol, veinticinco por ciento fragancia a naranja.
— ¡Dios! Tu sí que eres rara — comenzó a reírse a carcajadas de mí.
— ¿Rara? ¿Qué tiene de malo? — ¡Exacto! ¿Qué tiene de malo?
— Un amuleto es, no sé, algo que aprecias...
— Yo aprecio la higiene — le dije, ¡Pues claro!
— Pues déjame decirte que Lucas siempre tiene sexo con chicas, justamente sobre el asiento donde te encuentras ahí sentada justo en éste momento — mi cara de horror fue lo siguiente que vio.
— ¡Dios mío, pero que asqueroso! — exclamo escandalizada. Por un momento quería bajarme, pero la verdad es que no quería pagar por un taxi.
Lo siguiente que hice fue sacar otro frasco de líquido, y esparcirlo por todo el lugar. Incluso, por encima de Clarence, no vaya a ser que también esté contaminado.
— ¡Tranquila fiera! A mí me gusta tal y como está.
— Pues que asquerosidad.
Lo guardé, y Clarence por fin encendió el auto, esbozando una increíble sonrisa después de mi arrebato.
¡NUEVO CAP!
Si me queda tiempo subo el próximo de Clarence ♥.♥ ¡VOTEN POR ÉL! Quiere mucho amor...
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