CAPITULO 15
SAMADHI
Me sentía exhausta, lo mío no era hacer deporte, pero vaya que William tenía una energía bárbara.
Cuando fue por mí al instituto, me dijo que tenía una sorpresa para mí. Y vaya sorpresa. Primero fuimos a un lugar cerca de la playa para comer, ya que como siempre, moría de hambre. Después de ahí estuvimos charlando un par de horas sobre trivialidades. Una de ellas es que dijo ser el primo de Lucas, el amigo de Clar. Claro ésta última información ya la sabia, pero no lo quería desacreditar.
Fuimos a mi casa — claro, William se quedó afuera esperando — para que me cambiara de atuendo, pues el que traía puesto según la sorpresa de William, no era el correcto.
— ¡William, ve más lento! — casi gritaba, sofocada y completamente empapada de sudor — ¡Estoy exhausta! — seguía gritándole con la voz entrecortada, agitada, mientras corría atrás de él.
El maldito me llevó hacer lo que menos me gustaba, deporte. Los dos fuimos a correr cerca de la playa, y como todo chico exhibicionista, se quitó la camisa para poder relucir su abdomen marcado y su asombrosa piel morena y tostada. Yo, claro que no haría lo mismo, mi ropa deportiva consistía en un top blanco y una licra en color negro hasta los tobillos, con mis zapatillas de deporte que se encontraban empolvadas en el armario. Eso sí, antes de comenzar a correr, me embarre el cuerpo entero de bloqueador, sabia lo delicada que era mi piel al estar expuesta al sol.
— Vaya que eres lenta. — dice bromeando, mientras se detiene.
— Si, bueno, para la próxima el deporte queda descartado — respondo con las manos sobre las rodillas descansando, aun con la respiración entre cortada.
William me sonríe, una sonrisa bonita que hacen relucir sus perfectos dientes blancos.
— Bien, en ese caso... ¿Qué te parece si vamos por un helado? — me pregunta.
¡Claro!
— ¿De café almendrado? — pregunto. William asiente.
Los dos camínanos por unos cuantos metros más sobre la orilla del mar, nuestros zapatos deportivos en la mano y descalzos. Sentir la arena entre mis pies es agradable, a pesar de no gustarme tanto el deporte, debo admitir que con William me la pase bien todo el rato.
Después de caminar sobre la orilla, nos fuimos acercando a la carretera donde se encontraban todo tipo de restaurantes y uno que otro lugar donde vendían helados. Nos dirigimos al primero que tuvimos de frente, y William pidió los dos helados.
— Vaya dieta — le digo.
— Nunca había hecho ejercicio y después comerme un helado para reponer las calorías — dice divertido. Entrecierro los ojos.
— Si, como no. Entonces será la primera vez — respondo —. Y si queremos volver a correr, asegúrate en traer un tanque de oxígeno o algo así...
— ¿Tanque de oxígeno? — se ríe de mi — Vamos a correr, no a nadar Sam.
Nos reímos juntos ante ésto último.
Luego de unos minutos, hablamos de cosas sobre su carrera, y lo mucho que le interesa aprender. Por lo visto sabe lo que quiere a sus veintiún años. Nos sentamos cerca de la playa en una tumbona que ha llevado William a nuestro no grato paseo. Tomo asiento en una de ellas, mientras él se sienta sobre la arena.
Miro el mar, y recuerdo lo mucho que nos gustaba venir a mis padres y a mí.
Sin querer, noto una marca tenue y rojiza que va desde el muslo, hasta la rodilla derecha de Will.
— ¿Qué te hizo esa marca? — no dude en preguntarle, era curiosa por naturaleza. Vaciló por unos momentos mientras terminaba su helado. Suspiró, y después habló.
— Fue hace ya un par de años, es un tema difícil sabes, con el tiempo, si me lo permites, te iré contando.
Bien, es comprensible, al menos con William tenía la certeza de contarme su pasado, todo lo contrario a Clarence. No es como si juzgase a las personas por tener un mal pasado, pues simplemente era eso, ¡Pasado!
Le doy una media sonrisa, no satisfecha del todo por su respuesta, pero tampoco quisiese obligarlo a que me cuente algo de lo que no está dispuesto hablar. Entonces, me cayó el veinte así como si nada. Tal vez Clarence no se siente preparado para contarme lo que en realidad le pasa con respecto a William.
— Todo a su tiempo — le hago saber a Will, pensando en Clar —. ¿Nos vamos? Mañana tengo mi último examen y necesito estudiar — le explico con sinceridad —. ¡Claro! Que según datos científicos, o al menos eso he leído, es preferible no estudiar un día antes del examen.
— Ah no ¿Por qué? — pregunta Will.
— Porque todo se te olvidará — digo riéndome. La verdad es que a pesar de que eso puede ser cierto, yo lo sigo haciendo. Y soy muy buena en ello.
Llegamos a la camioneta 4x4 que Will tenía estacionada cerca de la playa, tomamos las cosas que hemos llevado y nos dirigimos a mi casa.
Todo el camino fue tranquilo, hasta que William encendió la radio y "Arabella" de Arctic Monkeys estaba sonando. Los dos nos miramos por unos segundos, y como si supiésemos lo que pensábamos uno y el otro, comenzamos a cantar a todo pulmón...
"My days end best when the sunset gets it self behind
That little lady Sitting on the passenger side
It's much less picturesque Without her catching the light
The horizon tries But it's just not as kind on the eye
As Arabella, oh As Arabella"
Nuestro ritmo era asombroso, estábamos alegres disfrutando de la música sonando para nuestros oídos. Era relajante compartir algo que me gustaba mucho a mí. Seguimos así hasta que terminó la canción. Después de eso, los ojos comenzaron a pesarme, que ni siquiera me di cuenta cuando me quedé profundamente dormida...
(***)
Unos leves golpecitos en el hombro, hacen que me despierte.
— Hemos llegado bella durmiente — me dice Will. Le esbozo una sonrisa, y me dedico a tomar mis cosas para bajar de la camioneta.
— ¡Oh no! Espera — me dice.
Enarco una ceja a su expresión, y veo que sale de la camioneta para dirigirse a toda prisa al lado del copiloto, para después abrir mi puerta. Me toma de la mano y ayuda a bajarme. El recuerdo de Clarence esperando a que saliera del coche hace que vuelva a sonreír. Clarence definitivamente no es para nada caballeroso.
Diviso el panorama hacia afuera, completamente oscurecido y con un clima cálido.
— Gracias — le digo —, me la he pasado bien Will.
— Un placer — responde. Para después darme un casto beso en los nudillos de mi mano derecha.
Éste último gesto me causa algo de gracia, y le sonrió.
— Tengo que hacerte una pregunta — me dice no muy convencido y dudoso, justo cuando estaba por darle la espalda y entrar por el portón de mi casa.
— Dime, ¿Qué pasa?
— Bien — carraspea —, ¿Tú y Clarence, tienen algún tipo de relación?
Dios, eso sí que no me lo esperaba. Esperaba más un "¿Quieres tener otra cita conmigo?" . No ésta pregunta.
— No, ¿Por qué lo piensas? — le pregunto.
— Brad me lo ha dicho. Bueno más bien Clar se lo ha dicho a Brad, y yo solo quería confirmar desde tus labios que fuese o no verdad.
¡Ese maldito!
— No William, Clarence y yo nunca tendremos nada. — respondo firme.
Su rostro es un poema, de verdad que no esperaba que alguien sintiera tanto alivio por no tener algún pretendiente a mi favor. No era insegura de mi misma, pero digamos que no esperaba que un universitario me hablara precisamente para una cita.
— Bien, entonces...
— Entonces nos vemos después — le hago saber.
Ahora si le doy la espalda y entro a mi casa. Después de que entro, escucho el rugir del motor de la camioneta, lo que quiere decir que Will se ha ido.
Al entrar a casa me dirijo a la habitación para meterme a la ducha y tomar un baño. Estoy completamente agotada. El ejercicio de hace un rato me agotó demasiado.
— Bien, creo que ya no haré ejercicio por el resto de mi vida — digo para mi misma.
Me quito la ropa , para aventarla directo al cesto de ropa sucia. Estoy completamente empapada y estoy a punto de salirme de bañar, cuando escucho el ruido terrible proveniente desde afuera, en la acera de mi casa.
Rápidamente busco lo primero que encuentro de ropa, un pijama de seda con conejitos rosas. ¡Hum, que buena elección!
Corro a la cocina, tomo un cuchillo cebollero sin pensármelo dos veces. Lo pongo justo detrás en mi espalda. Me encamino a la entrada, pero no hay nadie. Sigo mi camino saliendo al pequeño jardín hasta llegar al portón, y vuelvo a escuchar el sonido fuerte de algo que está siendo golpeado. Me armo de todo el valor del mundo, para después abrir el portón poco a poco...
— ¡Hola! — exclaman.
Pego un grito y me voy corriendo por todo el jardín aventando el cuchillo al césped.
— ¡Sam! ¡Soy yo, Clar!
Me detengo en seco. Ahora mismo quiero meterle un buen puñetazo en su perfecto rostro. Respiro profundamente durante varios minutos, pues el maldito susto no se me ha pasado. Escucho que Clar está moviendo la motocicleta, me giro hacia él y está por meterla justo en la cochera.
— ¿Pero qué te pasa? — pregunto molesta — ¡Vienes y me asustas, sabiendo que estoy completamente sola, para también meterte como un intruso a mi casa!
— Lo siento, no sabía a donde ir — responde, restándole importancia al susto que me ha dado.
— Mmm, no se te ocurrió ir, por ejemplo... ¡A tu casa!
Clarence se burla, claramente de mí. Le divertía la situación en la que me tenía, pero obviamente a mí no. ¿Cómo rayos se le ocurre aparecer así de la nada?
— Tenemos que hablar — y dale con eso...
— Ya te dije que no tenemos nada de qué hablar — respondí, mientras su mirada pícarona y divertida se burlaban de mí. Enarque una ceja dudosa ¿Qué rayos está viendo?
Entonces, me doy cuenta de lo que está mirando. Mira mi atuendo. ¡Dios, pero qué vergüenza!
— Bonita pijama — comenta Clar, viéndome de arriba hacia abajo.
— Esfúmate Clar, ya conoces la salida — le hago saber —, cierra el portón cuando te marches — Le digo después, dándole la espalda.
Clarence suelta un bufido, pero no uno cualquiera, sino uno de burla, uno que indicaba no pensaba irse de mi casa.
— Me quedaré aquí hasta que hables conmigo, haciendo todo el ruido posible hasta que se despierten los vecinos.
Seguía parado frente a mí, esperando mi respuesta.
— No te atreverías... — digo, entrecerrando los ojos.
— Oh no, acaso... ¿Ese es un reto Samadhi? — qué tipo tan exasperante.
¡Dios mío! Me arrepentiré de acceder a esto. Doy un profundo suspiro, me frustra demasiado que Clarence siempre se salga con la suya. Que cada vez que la embarra en algo, ¡Viene y vuelvo a caer como una estúpida cuando me pide disculpas!
Maldita sea, ¿Y cómo no hacerlo? Si su perfecto rostro de chico malo me atrapaba por completo, sus jeans azules y su inusual camiseta blanca al típico estilo James Dean, siempre me obstruían la mirada. Di un último suspiro profundo, cerrando los ojos y aclarando mi mente.
«Solo le daremos asilo por un rato», me digo a mi misma, claro. Vuelvo a la entrada para cerrar todo con llave y la seguridad que más encontrara.
— Es la última oportunidad Clar, aprovéchala, que la tercera es la vencida, y yo no doy vuelta atrás.
Le doy la espalda nuevamente, dirigiéndome a la entrada de mi casa. Sintiendo su mirada por detrás. Entrando, me voy directo al sofá que está justo frente al ventanal del patio donde se encuentra la alberca. Y una loca idea se me pasa por la cabeza.
— ¿Y bien? ¿Ahora cuál es tu excusa por haberme corrido de tu apartamento? — le pregunto. Veo su reacción, con un poco de alivio.
¿Qué pensabas Clar, que te volvería a preguntar por qué no te agrada William? ¡No señor! Esa información tal vez se la pueda sacar a él. No sería correcto, claro, pero siento que solo esa sería la manera.
Dio un suspiro, lo cual me hizo suspirar a mí también. Tomé asiento en el sofá blanco y él se sentó después, justo a mi lado.
— Te necesito a ti — musitó, acercándose demasiado a mí y a mis labios.
Unas tremendas ganas que me dieron de besarlo, que sin darme cuenta ya me estaba mordiendo mi labio... pero no volvería a caer en su juego de insultarme y no decirme en realidad por que lo hace. Quiero escucharlo de él, quiero que me lo diga él...
Todo es tan extraño, la actitud que tomó cuando le dije a Brad que si podía venir a mi casa — que por cierto nunca se apareció — Y el decirme hoy que no me fuera con William.
En realidad quería saber que le ocurría conmigo, quería escucharlo de él. Si bien era algo pronto, ya que hemos pasado muy poco tiempo juntos, pero necesitaba saber qué era lo que pensaba o sentía en realidad. Eso me ayudaría aclarar un poco más mis ideas, pues estos últimos días me la he pasado pensando solamente en Clar.
Me hice a un lado, tomando todo mi auto control para no arrojarme a su boca como si fuese una loca.
— Lo siento Clar, por más que quiera sentir tus labios, no puedo — susurré en los suyos. Tentándolo, y dejándolo con ganas de más —. Además, estoy saliendo con alguien.
Dije ésto último parándome del sillón.
— ¿Con quién? ¿Con el imbécil de William? — espetó molesto. Voltee a verlo.
— Eso no es de tu incumbencia Will... — dije su nombre con la mera intención de que pareciera confundida, quería hacerlo enojar de verdad — Perdón, Clar.
Seguía mi camino a la cocina, cuando sentí un empujón hacia la pared. Después, una de sus enormes manos me tomaron de la mandíbula, mientras con la otra me rodeaba por la cintura. Sus penetrantes ojos azules se tornaron a un tono más oscuro del habitual, y su boca... Oh no, su boca, que sin pensarlo ni un segundo más, la volví a besar...
Una electricidad corrió por todo mi cuerpo. Empezaba a desagradarme que Clarence comenzara a gustarme, pero gustarme de verdad. La sensación cuando toqué sus labios me hacía sentir tan agradable, que no quería despegarme por nada del mundo. Nuestro mundo. Mis labios chocaban con los suyos cada determinado tiempo, en el que solo nos separábamos para tomar un poco de aire. Eran suaves, dulces y con sabor a menta, deliciosos...
¡Oh por Dios!
Comencé a sentir el habitual revoloteo de insectos en mi estómago. Ésto sí que ya no me estaba gustando.
Clarence me jaló de la cintura, para después alzarme sobre él y rodear sus caderas con mis piernas. Lo solté por un breve instante sólo para mirar esos penetrantes ojos, que me atrapaban, me cautivaban, me envolvían y no me permitían llegar a la salida...
Estaba jodida y atrapada, lo supe desde ese instante. Sacar a Clarence de mi vida, ya no sería fácil.
Sabía lo que quería realmente en mi vida, siempre había sido el tipo de chica menos enamoradiza. Nunca me había importado tanto los sentimientos hacia alguien, pues después de las experiencias vividas con mis padres, los engaños y las mentiras que se hacían el uno al otro, no quería terminar tal y como terminaron ellos. Es por eso que decidí terminar con Christopher, pues mi actitud cambió, y lo que menos quería era lastimarlo. ¡Vamos! Yo era una niñata de quince años, y él un chico que pronto se iría a la universidad.
Sabía lo que comenzaba a sentir por Clarence, no lo quería aceptar del todo, pero el acercarme más a él no ayudaba para nada a mis sentimientos.
Me tumbó sobre la espalda en el suave sillón blanco — el favorito de mi madre — quedando a horcajadas sobre mí. El corazón me latía a mil por hora, ¿De verdad quería que sucediera aquí? ¿En el sillón blanco de mi madre? ¡Ella me mataría si algo le pasa! O peor aún ¡Si se mancha!
Pero con sus caricias y besos, pronto se me olvidó...
Me besó de nuevo, un suave y delicado beso. Su respiración, igualaba a la mía, agitada y con un atisbo de deseo, el uno por el otro. El beso se intensifico, y me armé de valor para meter mi delicada lengua en su boca y sentir por completo su agradable sabor, y al parecer, dicha acción le gustó, pues su entre pierna se activó.
— Me vuelves loco... — susurró sobre mis labios, para después ir dejando un rastro de pequeños besos húmedos sobre mi cuello.
Se me erizó por completo la piel. Comenzó a bajar la mano izquierda tocándome la cintura, para después dirigirla a mi muslo completamente desnudo. Y de un momento a otro, sentí su mano traviesa por debajo de la tela...
— ¡Quieto! — le di un manotazo. Quería reírme, pero tuve que guardar mi compostura de chica enojada y perfecta ante su acción impertinente. Aunque lo deseaba, deseaba que me tocara.
Clarence comenzó a reírse mordiéndose su labio inferior y mirándome a los ojos, le divertía la situación.
— Vamos Samadhi, acepta que te mueres por mí — musitó arrogante, todavía sobre mis labios, mirándome a los ojos, aun encima de mí.
¡Oh no nene! Ya no vuelvo a dar un paso hacia atrás.
— En eso si te equivocas — le respondí a un Clar que aún me aplastaba. No quería aceptarlo, pero sentí su masculinidad frotando. La sensación era placentera.
Lo empujé como pude para que se levantara, pues después del manotazo, seguía encima de mí.
— Lo siento Clar, con esto ya estás en mi lista negra — le hice saber, claro, lo de la lista era un engaño.
— Vamos Sam...
— Te hice una pregunta, quiero una respuesta — ya estaba cansada, y una discusión con él no iba a tolerar —. Y si no piensas dármela, es mejor que te vayas a dormir a un callejón, y dejarme a mí en paz.
Se quedó callado por unos instantes, tratando de no reírse por mi comentario.
— ¿Qué quieres saber? Te corrí porque, porque... estaba molesto contigo y Brad — comenzó a decir —. ¿Cuándo vas a entender que Brad? ¡No es para ti! — espetó ésto último más fuerte.
— Eso no te incumbe Clar. Además, ¿Quién dice que no me he olvidado de Brad?
Le dije, mientras me iba caminando hacia la escalera para dirigirme a mi habitación, con Clarence siguiéndome el paso.
— ¿Y ahora es William quien está en su lugar? — preguntó en tono molesto.
— Déjalo estar Clar, toma — le aventé un par de sabanas limpias y una almohada —. Como estas dispuesto a no irte, te puedes quedar en el suelo, o si quieres en el sillón o en la habitación de huéspedes, donde te sientas cómodo. Pero de verdad, déjame dormir, que tengo un examen el día de mañana.
Dicho esto apagué la lámpara de mi habitación, y divisé a Clarence acomodando las sabanas en el suelo. Un atisbo de gracia se asomó dentro de mí. Me le quedé mirando por un breve momento sonriendo como tonta.
¡Mierda! No podía, no quería enamorarme de él...
¿Qué tan dañado debería estar para no acepar que nos gustamos?
— ¿Por qué has venido? — le pregunté, pues sabía que su estancia aquí no era por mero gusto.
— Peleé con mi padre — respondió después de unos minutos. Eso sí que no me lo esperaba.
— ¿Qué no estaba hospitalizado? — pregunté, asomando mi cabeza hacia el suelo desde la cama mientras me encontraba boca abajo.
— Estaba... — dijo, sin decir más.
— Sabes, tal vez deban comunicarse más los dos.
— Con él es imposible Sam — dijo, mostrando un Clar completamente diferente. Miré a sus ojos, en realidad le dolía la situación que pasaba con su padre.
— ¿Por qué pelearon? — quise saber. Esbozó una sonrisa.
— Curiosa por naturaleza — suspiré y le devolví el gesto —. Sabes, mi visión es clara de lo que en realidad quiero. Lucas y yo trabajamos en un proyecto, pero al parecer a mi padre no le ha agradado, y se a la perfección que es porque no he accedido a trabajar en su empresa — eso sí que era delicado, pero me preguntaba ¿Cuál parte era la mala? —. Nunca he vivido a costa suya si no es por la universidad. Pero ahora que estoy a un solo año de graduarme, cambian las cosas, ¿No crees?
¡Oh no! Este Clar efectivamente me gustaba. Le esbocé una sonrisa de oreja a oreja.
— ¿Por qué sonríes de esa manera? — pregunta —. Me das miedo.
— Sabes, así es como debería ser siempre, hacer lo que en verdad nos gusta ¿No crees?
— ¿Qué te gusta hacer a ti, Sam? — allá voy, lista para dar mi habitual redacción. Gracias al cielo ya la tenia memorizada.
— Veras, me fascinan los negocios, tal vez no siempre soy buena negociando, pero esa carrera me fascina — comienzo —, sobre todo los planes estratégicos de negocios. Verás, los planes estratégicos son documentos que comparan los objetivos de una empresa con las necesidades del mercado, este requiere de una planificación que va un paso más allá, ya que no solo define los objetivos de la empresa, sino que los utiliza para aprovechar las oportunidades de negocio disponibles — digo con una sonrisa.
Clarence me mira por lo que parece ser una eternidad, y hago exactamente lo mismo. Los retos de miradas con él, últimamente son lo mío.
— Me gusta la pasión con la que defiendes tu carrera — articula.
— Pues claro, es a lo que me quiero dedicar — respondo, segura de mi misma.
— ¿Ahora comprendes por qué la pelea?, él no quiere que sea... — vacila por unos momentos — No quiere que sea mucho más que él. Siento que me ve como si fuese una amenaza.
Me vuelvo a recostar en la cama, el sueño comienza aparecer. Y me pregunto, ¿Qué padre no quiere lo mejor para su hijo? ¡Oh sí! El padre de Clar.
Mis padres a pesar de todas sus traiciones y problemas encima, me han dado lo mejor. Y mejor aún, es que lo he sabido aprovechar al máximo.
— Sabes Clar, tu padre no te merece como hijo — le hago saber, después de analizar el por qué la inconformidad de su padre —. Un padre haría lo que fuera por ellos...
— Te diría que lo sé, pero es lo que menos me han enseñado...
Un pinchazo apareció en mi pecho, me duele en realidad por lo que hasta ahora sé que ha pasado Clar. Me duele saber que alguien más lo ha lastimado. Si bien lo conocí el año pasado, y es que hace apenas una semana hemos hablado. Pero su cercanía y la mía hacían más amena la sensación y el revoloteo que comenzaba a sentir por Clar.
— ¿Cómo te tomaste la separación de tus padres? — pregunta, después del silencio que hubo entre nosotros.
— No te miento, me derrumbó, y más porque sabía lo ocupados que estaban después de que cumplí catorce. Pero sabes, soy fuerte, y aunque a veces me siento completamente sola por la falta de atención por ellos, soy... feliz.
Esbozo una sonrisa para mí misma, mi muro de concreto no se derribara jamás. Es lo único que me mantiene en pie, es lo único que me mantiene con vida. Mi muro de concreto, donde yacen todas mis ilusiones y mis ganas de salir adelante en esta injusta vida.
— Ahora entiendo porque te has ganado el apodo de Perfección.
Sonrío para mis adentros por su inesperado comentario. Claro que era la perfeccionista andando.
— Buenas noches, Clar — musité por lo bajo, con el sueño arrastrando hasta las sabanas.
— Buenas noches, Samadhi...
Silencio sepulcral.
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