CAPITULO 1

SAMADHI STONE

Perfección.

Esa era una inusual palabra con un contenido tan demandante como lo es. A mí me gustaba la perfección, me gustaba tanto que hasta el más mínimo detalle tenía que ser tan perfecto, perfecta como yo. O tal vez no...

Mi mejor amiga Sony Revel lo sabía, y su rol de chica popular y mala en el instituto me bastaba para no ser como lo era ella. No me agradaba en ocasiones su forma de ser. Era demasiado... creída. Aunque a pesar de ser así, seguía siendo mi amiga.

—¡Oh, vamos amiga! Hoy será la reunión por el fin de curso en el instituto, tienes que ir —propuso al verme. Sus ojos color azul se oscurecieron, y sabía que, aunque mi respuesta fuese un rotundo no, ella jamás la aceptaría. —Estamos en nuestro último año Sam, ¡Tienes que ir! Muy pronto nos iremos a la Universidad y cada quien tomara su rumbo, así que lo tenemos que aprovechar y...

—Sabes que no puedo, la próxima semana es de exámenes, y no quiero distraerme por nada del mundo, ya me conoces —contesté volviendo la mirada hacia ella.

No es que no me guste salir, simplemente no quería y ya. Estábamos a una semana de los exámenes finales, y siempre solía ser ese tipo de persona que se quemaba la cabeza estudiando. Y no, no era la típica nerd del instituto. Simplemente me gustaba tener buenas notas.

—Samadhi, no es pretexto, en la noche pasamos por ti. —Proclamó.

Con un casto beso en la mejilla se despidió de mí. Salió corriendo hacia la salida del instituto donde ya la espera Brad Labello, su novio.

Brad, un universitario jugador de fútbol americano en la universidad de California. Antes éramos mejores amigos, y digo antes porque eso sucedió hace algunos años cuando Sony no se encontraba en la ciudad. Ahora, a punto de cumplir dieciocho podría decirse que ya no lo éramos. La llegada de Sony a su vida complicó por completo nuestra amistad, y para ser honesta no suelo ser ese tipo de persona que se entromete en la vida de los demás, mucho menos cuando tienen algún tipo de relación.

Sony y yo éramos mejores amigas desde los cinco años aquí en California, donde los días soleados playeros eran tan calurosos, como para ir a leer un buen libro recostada en la suave arena caliente de la playa. Al menos es lo que más me gustaba hacer cuando tenía tiempo de sobra. No vivía cerca de la playa, pero si como a una media hora de distancia.

Sony había ido a vivir un tiempo a Londres, para ser exacta y en ese entonces, hace tres años, tiempo en el cual Brad y yo nos hicimos mejores amigos al haberlo conocido fuera del local de ropa de mi madre, en el centro comercial. Sony terminó el instituto allá, pero al regreso de ella él se enamoró desechando por completo su "amistad" conmigo. Al menos eso creí yo, porque ya no pasábamos tanto tiempo juntos como lo habíamos hecho en ocasiones antes de su llegada. No me molestaba, pero si me ponía algo triste su desinterés por mi amistad hacia él y...

Brad es ese tipo de chico engreído, atlético y con buena actitud. Sarcasmo suele ser en ocasiones su segundo nombre, y hostigoso su tercero. Me encantaban las pestañas largas, claras y rizadas de Brad. Sus hermosos ojos verdes y su inusual melena castaña, su piel algo bronceada por andar en la playa y sus labios...

—Deja de babear o te traigo un vaso —una voz grave, socarrona, y tan impertinente como siempre, se escuchó atrás de mí.

Suspiré como de costumbre tratando después de contener la respiración. Y no, no suspiré por sentir un revoloteo en mi estómago. ¡No, si no de exasperación por escucharlo a él! Volteé lentamente hacia la persona que interrumpía mis pensamientos. Y ahí está el muy imbécil: Clarence Johnson, o como a él le gustaba que lo llamasen:

—Clar —si, su sobrenombre, tan estúpido como él. Me sonrió arrogante dejando entre ver su perfecta dentadura blanca. Al igual que Brad, todas se morían por él, lo único diferente que tenían ambos era que Clarence desprendía aires de chico malo. Lo sé, muy cliché, pero así era él —. Como siempre de impertinente —seguí hablando, sonriéndole y enarcando una de mis cejas perfectamente pobladas.

Sí que lo eran, iguales a las de mi padre.

De un portazo cerré la puerta de mi casillero mientras Clarence metía uno de sus enormes libros en el suyo, que para mí mala suerte se encontraba exactamente después del mío.

—Vamos, es una broma. —Dijo —. Aunque... sé perfectamente que babeas por el novio de mejor amiga —dijo, haciendo énfasis en el "tú", azotando la puerta del casillero. Dicha acción me provocó un respingo del susto —. Lo siento, pero dicen que quien se asusta, es porque algo muy malo oculta —tragué duro aún mirándolo a los ojos.

Clarence era alto, tez bronceada, cuerpo atlético y de ojos color azul oscuro.

—¡Pero qué estupidez! —exclamé molesta.

Tomé el bolso que yacía en el suelo, dándole después la espalda al maldito loco con veneno suelto.

—¡Nos vemos Samy! —gritó mientras me alejaba más y más de él.

Samy, ¡Odiaba a todo aquel que me llamase Samy! Por la simple razón que mi madre me lo decía de pequeña cuando se molestaba conmigo. Y Clarence era uno de ello. Uno de los tantos a los que les gustaba llamarme Samy. La verdad es que no sabía si Clarence estudiaba ahí en el instituto, no lo había visto en los primeros dos años escolares, y hace uno que había llegado así como si nada para no irse.

Dejé de lado su comentario concentrándome en otros pensamientos que no fuesen en lo que me acaba de decir.

Caminé hasta la salida sintiéndome algo inquieta. Él lo sabía, él sabía que muy en el fondo de todo mi ser estaba enamorada del novio de mi mejor amiga, quien se suponía antes era mi mejor amigo: Brad Labello.

No le tomé importancia, mi pensamiento era que él no diría nada... ¿O sí? Y si lo hiciese, era obvio que yo lo negaría todo. ¿Quién no me creería? ¿Quién no le creería a la perfeccionista?

Nunca me ha gustado lidiar con pensamientos negativos, y ese pensamiento era uno con los cuales no me gustaba lidiar. Me dirigí a la parada de autobús donde ya me esperaba mi madre en el coche. Abrí la puerta del mismo, adentrándome después en el lado del copiloto.

—¡Hola Sam! ¿Cómo te ha ido hoy? —preguntó tan entusiasmada mi madre que me fue inevitable no sonreírle y contestarle.

Mi madre es una diseñadora de ropa, con una tienda de prendas en el centro comercial de la ciudad llamado "Stone Dresse's". Ahí diseña todo tipo de lencería, vestidos playeros, cocteleras, de fiesta, entre otros más. Claro, como buena hija me gusta usarlos y darles algo de propaganda a las chicas del instituto y a una que otra chica de la universidad para que vayan y visiten el lugar. Siempre me ha gustado la publicidad, así que me las ingeniaba para arreglarme lo más perfecta que fuese posible.

—Bien madre —contesté, para retomar después el tema de Sony. —Ésta noche saldré un rato con Sony ¿O vendrá papá de visita? —pregunté después.

Mi padre, Joshua Stone, no vivía con nosotras, él se había mudado al otro lado de la ciudad con Camila, su nueva novia. Aun así nunca nos abandonaba, y en ocasiones me visitaba cada fin de semana o iba por mí a casa de mi madre Charlize. Nosotras en cambio, habíamos decidido quedarnos en California, donde había pasado toda mi niñez. No tenía planeado irme de aquí, al menos no por el momento.

—No Sam —respondió haciendo una pequeña mueca chasqueando la lengua —, ha llamado hace un rato para decirme que tiene un viaje con el bufete de abogados, es para el caso de una constructora, así que no podrá venir este fin de semana.

Sí, mi padre era abogado. Hace años, cuando aún tenía quince, había optado por estudiar para abogada. Sin embargo, era algo que aún tenía en duda. Mis padres se llevaban bien a pesar de haberse separado. Se habían casado muy jóvenes.

—¡Bien! — exclamé sonriendo. Ella me miró de reojo extrañada por mi acción —. No es que me entusiasme no verlo, pero Sony me ha invitado a una... reunión — dije esto último con un tono no muy seguro en mi voz —. Será el día de hoy, y tenía pensado ir y pasarla bien un rato.

—Eso sí que me alegra y extraña tanto, señorita "yo no salgo"... —añadió burlonamente imitando las últimas tres palabras con mi voz.

No me agradaba salir tanto, pero ese día era una excepción. A parte de eso, decirle no a Sony, provocaría una guerra entre ella y yo, y no me encontraba en condiciones para asimilar reclamos de ella, sobre todo con los exámenes finales encima.

—Si, bueno, pues cambié de opinión —dije, entrelazando mis dedos y mirando por la ventana.

Comenzó a hablar y darme la charla de siempre: que me portara bien, que no ingiriera bebidas alcohólicas, que no me dejara llevar por lo que dijera Sony porque si, mi madre la conocía perfectamente bien.

Después de unos minutos llegamos a la acera de mi casa, toda color blanca, con un pequeño jardín, una alberca donde cabíamos perfectamente menos de diez personas, paredes anchas y de dos pisos. No era enorme por así decirlo, pero se amoldaba perfectamente para dos personas que vivían juntas y solas. Mi madre, como de costumbre solo iría a dejarme, ya que ella seguiría trabajando en sus diseños a lado de su equipo. A Charlize le encantaba y le sigue encantando diseñar vestidos.

—Nos vemos un rato más hija —dijo, dándome un casto beso en la mejilla.

—Si ma, posiblemente me quede en casa de Sony. —Contesté antes de bajarme.

—Bien, pero nada de tragos —asentí sonriendo.

Mi madre sabía perfectamente cómo era Sony, sin embargo, confiaba rotundamente en mí, ya que yo para nada dejaba entrar a mi sistema una sola gota de alcohol. Era por así decirlo la hija perfecta. Perfectas notas, perfecto comportamiento... perfecto, perfecto. Solía ser ese tipo de chica, bien hablada, bien comportada. Pero cuando me enojaba...

—¡No madre! —exclamé bajándome después corriendo del coche.

Caminé hasta la acera abriendo después la puerta pequeña del barandal. Entrar a mi casa, y ver todo en un perfecto orden, era uno de los grandes placeres en mi vida. Respirar y oler el aroma a limpio «lavanda», ¡Me fascina! Sin duda alguna, la limpieza y el orden en el hogar hablan bien de sí misma.

Como por fuera, mi casa por dentro era completamente blanca, muebles color café y muy bien diseñada, a mis padres nada se les había escapado. Vivíamos con las comodidades necesarias, pero eso no evitaba que trabajara en la biblioteca de la universidad más cercana. Me había apuntado en un programa para ello, ya que mi sueño era estudiar Negocios Internacionales en esa universidad para poder especializarme en Economía y Finanzas. Solo me permitían ir de lunes a jueves, sin excepciones.

Aspiré el aroma que desprendía mi hogar. Después subí a mi habitación. Paredes, edredones y muebles blancos la adornaban. Me encantaba el color blanco, mi color preferido en cualquier cosa, menos en la ropa, mi manera de comer no acreditaba para que yo llevase ese tipo de ropa puesta.

Después de unas horas revisé el armario, buscando el atuendo perfecto para la fiesta. Pero nada de lo que tenía lograba convencerme. Llamé a Sony esperando a que respondiera. Uno, dos, y tres timbres conté, hasta que levantó la bocina, respondiendo con voz adormilada.

—No sé aún qué atuendo usar... —dije antes de que ella me interrumpiera.

—Sólo ponte algo fresco, con un traje de baño abajo. Sam, ¡déjame dormir!

—¿Dormir? Ya son las ocho de la noche, la "reunión" comenzará a las nueve, Sony...

—¡Dios mío! —exclamó, soltando carcajadas burlándose de mí y el tema de la puntualidad —. Tranquilízate, en primer lugar, es una mega fiesta, y en segundo lugar, nadie, absolutamente nadie, llega temprano a una fiesta y eso lo sabes —dijo, haciendo una breve pausa, como si estuviera pensando en algo —¡No! ¡Brad pasaría a las nueve para ir a cenar antes de llegar a la fiesta! ¡Mierda! Me tengo que ir, a las diez pasamos por ti, ¡Adiós bella!

Bien, ahora si estaba en un completo lío de moda. Buscar atuendos, contando con una infinidad de ellos no era el problema, si no, combinarlos para la ocasión. No me vestía mal, al contrario, mi madre toda la vida me obligó a vestir bien. Tener a una madre como ella tenía sus beneficios. Las chicas quizás me odiaban por sacar buenas notas, estar en el cuadro de honor en el instituto y por tener sentido de la moda.

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