7. Impulsiva
Hermione salió desesperada de la sala común, no estaba pensando en las consecuencias de lo que hacía, solamente su instinto e impulso de salvar personas la llevaba corriendo por el pasillo hacia la ala este.
Se maldijo a sí misma cuando recordó el ala a la cual se estaba dirigiendo. ¿Qué hacía ella yendo en la ayuda de Pansy y Malfoy? No tenía idea, pero sabía que su mente no descansaría si los dejaba a su suerte. Era una especie de mecanismo el que tenía porque siempre se sentía con la necesidad de ayudar a las personas aunque no se lo merecieran.
Casi al llegar al pasillo, recordó que pudo haber hecho algo mucho mejor que solamente venir corriendo hacia su posible expulsión de Hogwarts, y esa opción era que pudo haber pedido ayuda a Harry y Ron; al fin y al cabo, ellos ya se habían metido en muchos problemas y siempre salían ilesos. Pero por primera vez, Hermione no pensó en qué podría pasar. Solamente actuó. Tal vez sí era un poco impulsiva, después de todo.
Llegó hasta el último pasillo cuando paró de lleno. Escuchó los maullidos de la señora Norris y también las hablas del señor Filch.
—Tú puedes encontrarla, querida mía —le decía la voz del conserje a su gata.
Hermione se escondió detrás de una pared que daba en la curva de donde el hombre se encontraba. Lo único que podía ver era su larga y retorcida sombra en el suelo junto a la de su mascota.
Escuchó un chillido.
¡Mierda!, volvió a pensar. En otras circunstancias, ella se habría regañado por decir tres groserías en una sola noche, pero en este momento no tenía tiempo para pensar en eso. Debía salvar a Pansy. Ese chillido era característico de ella cada vez que tenía una pesadilla por las noches. Hermione había comenzado a detestarlo.
¿Por qué entre todas las personas que tuvo que venir a ayudar debía ser Pansy? La chica que desde siempre la había odiado y molestado.
—¡Salga de ahí, señorita Parkinson! —exclamó con voz triunfante el conserje mientras su sombra se veía cada vez más cerca al callejón sin salida donde se encontraba Pansy—. La señora Norris ya me ha dicho que es usted a quien huele...
Piensa en algo, piensa en algo, se decía una y otra vez Hermione. No había salida. Su mente estaba que explotaba. Tal vez no era verdad que le borrarían la memoria, pero había posibilidades de que sí. Y aunque eso realmente agradara a Hermione, nunca se lo perdonaría si dejaba que sucediera.
Casi escuchó a Ron decirle «Un Gryffindor no piensa, solo actúa». Se maldijo a sí misma por hacerle caso a esa voz. Sin pensarlo, salió de su escondite y alzó su varita.
—¡Reducto! —gritó hacia la pared que se encontraba detrás del conserje. Pedazos de la dura piedra salieron volando creando una nube de polvo al rededor de donde se encontraba.
—¡Corre! —gritó Hermione a Pansy aprovechando que la nube de humo hacía imposible que Filch las viera.
La Slytherin la miró con desconcierto, pero aún así no desaprovechó la oportunidad para salir corriendo del lugar.
—¿Es usted, señorita Granger? —preguntó el conserje justo cuando esta se disponía a correr, dejándola paralizada del miedo—. ¡Oh! ¡Al director le encantará saber que su mejor alumna está en malos pasos!
—¡No soy Hermione! —gritó la chica por encima del polvo. Era obvio que fue la peor respuesta que se le pudo ocurrir, pero el miedo y desesperación que sentía en este momento, no la hacía pensar.
Y esa fue la manera de ganar tiempo del conserje. Cuando menos se lo esperó, Filch y su gata salieron de la nube de humo y ambos pudieron ver a Hermione. Él le estuvo diciendo esas cosas sólo porque sabía que así la atraparía. Y claro, la morena siendo tan ingenua e incluso asustadiza, cayó justo como quería.
Hermione inconscientemente se tapó el rostro, algo demasiado ridículo para alguien con su intelecto.
—¡Ajá! —gritó el conserje con voz triunfante, como si fuera un enorme premio para él atrapar a los estudiantes fuera de cama y pasada la hora de queda.
Pero de pronto, una persona pasó corriendo demasiado rápido desde el lado izquierdo de Hermione, tomó su mano y se la llevó de paso, alejándola de el señor Filch. Solamente se dio cuenta de que era un chico. Pero no quiso saber quién, y aunque quisiera, no podía, ya que este la arrastraba demasiado rápido como para tomarse el tiempo de averiguar quién era.
—¡Deténganse! —gritaba el conserje muchos pasos detrás de ellos—. ¡Los encontraré y los llevaré a que los des-memoricen y expulsen!
El chico llegó a un callejón sin salida donde sólo había seis puertas, de las cuales sólo una estaba abierta (después de un exhausto intento de abrir cada una). Fue ahí donde ambos se adentraron.
Él cerró la puerta con seguro y luego encendió la luz.
Se giró y entonces ella pudo verlo.
—¡¿Pero qué mierda hacías allá?! —preguntó un exaltado y molesto Draco Malfoy.
Hermione de repente no encontró palabras para hablar.
—Yo... —balbuceó, pero fue interrumpida por el rubio antes de que pudiera articular algo coherente.
—¡¿No habías dicho que no jugarías?! —Su voz sonaba demasiado agitada y también furiosa.
—Así es, pero...
—¡¿Acaso no tienes idea de lo que pudo haber pasado?!
—¡Sí! —replicó alzando la voz—. Es sólo que...
—¡Es sólo que tú no...!
Hermione se hartó de que la interrumpiera, así que ella lo interrumpió a él.
—¡Filch estaba a pocos metros de Pansy! —gritó para escucharse por encima de sus protestas—. ¡Fui a su ayuda! ¡Eso fue todo!
—¡¿Eso fue todo?! —preguntó indignado.
Ella asintió.
—Sí —respondió—, vi que Filch se acercaba y...
Malfoy rodó los ojos tan pesadamente que ella se preguntó si no le dolió.
—Y quisiste venir a salvarla. Sí, sí, lo sé. Eres una Gryffindor. Tienes impulsos de salvar gente. Nos sabemos perfectamente las cualidades de su casa.
Eso molestó mucho a Hermione, porque siempre odiaba que compararan su casa con ella. Malfoy se giró, ignorándola y luego pegó su oreja a la puerta.
—¡Eso no tiene nada qué ver! —exclamó Hermione, en un intento de terminar con su discusión—. ¡Sólo quise venir a ayudar! ¡Intenté advertirles pero ninguno respondió!
El rubio se giró de nuevo hacia ella.
—¿Sólo a ayudar? —El tono irónico de la voz de Malfoy era muy entendible—. ¿Al menos tenías una maldita idea de cómo ayudarnos?
Hermione abrió la boca para contestar, pero no se le ocurrió ninguna réplica. La volvió a cerrar molesta y apretando la mandíbula. Era verdad, ella no había pensado siquiera cómo les podría servir de ayuda. Pero al menos la intención era lo que contaba.
—Ayudé a Pansy —Fue lo único que se le ocurrió decir—. De no ser por mí, Fitch ya la habría atrapado.
—Pansy pudo haberse cuidado sola —contestó—. ¿Tienes idea de cuántas veces ha sucedido esto y de cuántas veces la hemos librado? Ella sabía perfectamente cómo engañar a Filch y salir corriendo. Pero tu maldito ego de Gryffindor te hace creer que todo mundo necesita tu ayuda.
Hermione abrió la boca para defenderse, pero Malfoy dio un paso hacia ella e hizo un gesto con su mano para indicarle que no hablara. En cambio, él sí lo hizo:
—Y ahora, ¿te das cuenta? Por ese maldito ego es que Filch está justo afuera revisando cada puerta. Y cuando llegue a esta, no habrá marcha atrás para ninguno y ambos quedaremos desmemoriados. ¡Has sido de mucha ayuda, Granger!
La sangre estaba que le hervía a Hermione. No podía creer que él estuviera diciendo todas esas cosas. Sabía que era cruel, pero no tan cruel. Malfoy se alejó de la puerta con aires de rendimiento.
—Despídete del mundo mágico, tonta sangre sucia —gruñó.
La manecilla de la puerta comenzó a abrirse. La furia, enojo, e impulsividad, hicieron a Hermione hacer lo siguiente.
La puerta se abrió y Filch y la señora Norris se asomaron por esta. Se puso delante de Malfoy y apuntó con su varita antes de que pudieran decir nada.
—¡Obliviate! —dijo firmemente mientras apuntaba con toda decisión hacia su cabeza. Conjuró otro hechizo para que también llegara hasta el gato. La morena miraba al par con ojos de determinación.
Volverán a sus camas, y nunca más recordarán que tienen que atrapar a alumnos por la noche, pensaba Hermione mientras hacía el hechizo. Lo había leído en uno de los libros de la sección prohibida. Era un hechizo de máximo nivel, incluso para estándares aún no alcanzados por profesionales. Pero las palabras de Malfoy la enfurecieron tanto que no lo pensó y dio toda su decisión a ese conjuro. Sus ojos vagaron por el hombre y la gata con increíble determinación y, cuando por fin terminó, el conserje y su mascota se dieron la vuelta y se alejaron.
Hermione se giró con Malfoy. Él estaba con la boca ligeramente abierta y aún miraba donde antes habían estado el señor Fitch y la señora Norris.
—Al fin y al cabo sí necesitaste mi ayuda —dijo para luego darse vuelta y salir de la habitación.
Más molesta que nunca, comenzó a caminar casi a zancadas hacia la sala común de Slytherin. Le dolía la mandíbula de tanto apretarla. Ella había venido con intenciones de ayudar, ¿y qué era lo que recibía? Palabras hirientes de Draco Malfoy. Incluso aunque siempre las recibía, esta vez por alguna razón la había enfurecido más.
—¡Ey, espera! —le gritó el rubio desde atrás. Pero ella decidió ignorarlo y siguió avanzando—. ¡Oh, no hagas esto, Granger!
Sigue caminando e ignóralo, se seguía diciendo ella misma cuando dio vuelta a la izquierda.
—¡Hermione!
La chica se sorprendió tanto que paró de golpe. Nunca jamás lo había escuchado decir su nombre de pila y eso envió una desagradable corriente eléctrica por todo su cuerpo. Se dio la vuelta y lo miró con una ceja alzada e incrédula.
—¿Hermione? —preguntó.
Malfoy llegó un poco agitado pero se paró también. Luego sólo rodó los ojos, como si apenas se hubiera dado cuenta de lo que había dicho.
—Sí, bueno —resopló—. Era la única manera para que te detuvieras.
—Pudiste sólo decir «Por favor» —gruñó cruzándose de brazos.
—Yo no soy de esas cosas —replicó cruzándose de brazos también, como si lo creyera divertido. Algo que claramente no estaba siendo.
—Claro —dijo Hermione rodando los ojos para después darse la vuelta y reanudar su camino.
Podía oír cómo Malfoy la seguía persiguiendo. Incluso sus pasos sonaban reacios a querer ir detrás de ella pero aún así lo estaba, y eso la hizo sentirse momentáneamente confundida.
—Demonios, detente de una vez, Granger —pidió con un gruñido.
A la morena se le hacía muy extraño que Malfoy estuviera teniendo tanta insistencia, normalmente él ya la hubiera adelantado y regresado a la sala común en un santiamén. Además, la había llamado por su nombre; Malfoy parecía estar enfermo.
Hermione ignoró su petición y siguió caminando. Ya no seguía molesta, que Malfoy la hubiera llamado por su nombre la había sorprendido tanto que olvidó su enojo. Pero precisamente esa sorpresa era la que le daba miedo, así que mejor decidió seguir avanzando.
—¿No te detendrás hasta que diga «Por favor»? —preguntó el rubio unos pasos detrás.
Ella se dio la vuelta hacia Malfoy.
—Ni aunque lo digas me... —Pero no terminó de decir nada porque el rubio le había tapado la boca y ahora la dirigía hacia una habitación vacía.
Hermione casi tropezaba con sí misma de lo bruto que caminaba Malfoy. Ella mordió la mano justo cuando ambos entraron y él cerró la habitación.
—¡Auch! —protestó el chico en un aullido bajo.
—¡No vuelvas a hacer...! —Pero lo volvió a hacer.
—¡Shhhhhhh! —calló un Malfoy desesperado, aún manteniendo la mano sobre su boca.
Hermione decidió enfocar su oído y tratar de escuchar lo que él escuchaba.
—¿Señor Filch? —La morena conocía esa voz y de repente palideció—. ¿Se siente bien? Lo noto un poco mareado.
La chica abrió los ojos como plato y alejó la mano de Malfoy. Era la profesora McGonagall. Ahora sí estaban perdidos. Hermione jamás se atrevería a borrarle los recuerdos a su profesora modelo a seguir. Si ella los atrapaba, entonces sí estarían en graves problemas.
—¡¿Qué hacemos?! —preguntó Hermione en un susurro aterrado.
—¡Nada! —contestó Malfoy del mismo modo—. ¡Sólo mantén tu boca cerrada!
Hermione se puso un candado. El miedo la comía viva, pero decidió aparentar que guardaba la calma mientras estaba enfrente de Malfoy. No quería darle más razones para que él se burlara de ella.
—Debemos escondernos —dijo Malfoy cuando rápidamente despegó su oreja de la puerta. Se acercó a Hermione y tomó su brazo y la arrastró hacia él.
—¡¿Qué haces?! —preguntó ella.
—Viene hacia acá —contestó en un susurro.
—¡¿Qué?!
—¡Sí! Fui un idiota y nos metí a una de las habitaciones donde tiene sus materiales.
—¡Pero está vacía! —observó Hermione.
—¿Siempre crees que todo está a la vista, Granger? Anda, métete.
Malfoy los llevó hacia un armario. Muy viejo y apestoso. La morena de repente sintió náuseas de sólo ver el mueble.
—No entraré ahí —susurró firme Hermione—. Y mucho menos contigo.
—¡No tenemos opción!
La manecilla de la puerta comenzó a moverse. Y ese sonido fue suficiente para que ella diera casi un salto al armario. Estaba casi por cerrar la puerta y dejar a Malfoy afuera, pero sabía que se odiaría a sí misma por hacerlo, así que ambos entraron y justo antes de que la puerta se abriera, ellos cerraron el armario.
Hermione contuvo la respiración agitada que tenía cuando vio por una grieta del armario entrar a la profesora McGonagall.
La Gryffindor y el Slytherin estaban hombro contra hombro, ambos con la vista a las puertas del armario, sólo esperando que su profesora saliera de la habitación para ellos también poder salir y escapar el uno del otro.
Hermione se preguntaba por qué la profesora estaba rondando por los pasillos a la una de la mañana cuando ese no era su trabajo, y también por qué Malfoy sabía todo esto. Pero por más que quería hacer sus típicas preguntas, se guardó su curiosidad y siguió en silencio.
Después de dos minutos que parecieron una eternidad, la profesora McGonagall salió de la habitación. Hermione dejó escapar un suspiro de alivio cuando estuvo segura de que su profesora ya estaba lo suficientemente lejos como para no escucharla.
Ahora lo siguiente, salir de ahí. Malfoy se adelantó e intentó abrir la puerta. Pero eso fue el problema, porque sólo lo intentó: no se abrió.
—¡Apúrate! —susurró Hermione, comenzando a agobiarse.
—¡No se abre! —replicó Malfoy del mismo modo.
—¿Cómo que no se abre? —la morena estaba comenzando a sudar—. ¡Anda, quítate, yo lo haré!
Malfoy se alejó lo poco que pudo y dejó el trabajo a Hermione. Pero por más que intentó, ella tampoco pudo abrirlo. De nuevo los nervios la invadieron.
—Malfoy —dijo—, si esto es una de tus bromas, juro que lo pagarás.
El chico rió sarcásticamente.
—¿Crees que a mí me parecería divertido quedarme encerrado contigo, Granger? No, créeme, esto no es un santuario.
Normalmente la castaña se hubiera ofendido, pero ya estaba tan acostumbrada que decidió pasarlo por alto.
—¿Entonces ahora cómo saldremos? —preguntó—. No debiste meternos aquí si lo viste demasiado viejo.
—¡Esto no fue sólo mi culpa! —protestó—. ¿Debo recordarte quién fue la que se quiso hacer la héroe al venir a 'salvar' a Pansy? No estaríamos de aquí de no ser por ti.
Hermione soltó un chillido indignado.
—¿Y yo debo recordarte quiénes son unos idiotas al salir ante tanto peligro sólo por estúpido alcohol?
—¡Yo no bebo alcohol!
Ambos habían subido su tono de voz, pero aún así seguía sin ser demasiado alto.
Malfoy suspiró desesperado.
—De acuerdo —dijo—. Debemos dejar de pelear y concentrarnos en salir de aquí. En tu lado hay más espacio y es donde está la cerradura podrida, tal vez si cambiamos de lugar yo pueda poner fuerza y tirarla.
—¿Y cómo vamos a cambiar de lugar?
—¿Tienes una mejor idea?
Hermione pensó por unos segundos. No, por una vez, no tenía ninguna otra idea.
—Bien —farfulló—, pero que sea rápido. No me gustan los espacios pequeños.
Ambos se movieron para tratar de cambiar de lugar. Pero era muy pequeño, cuando llegaron al centro, los dos quedaron cara a cara, sin algún otro movimiento. La respiración de Hermione comenzaba a ponerse agitada.
—¡Ya no me puedo mover! —dijo él.
—Draco —la voz de Hermione sonó desesperada, estaba comenzando a hiperventilar.
Pero Malfoy no prestó atención a ello y en cambio frunció el ceño.
—¿Me llamaste Draco?
—¡Draco!
—¡¿Qué?!
—No puedo respirar... —dijo—. Estos lugares tan pequeños me asfixian...
—¡Ey, ey, no! Ni se te ocurra desmayarte, aguántate unos segundos, ya casi lo logramos...
Él comenzó a moverse y por fin logró cambiar de lugar. Hermione seguía con su respiración agitada. Estaba comenzando a ver borroso. Los espacios pequeños siempre la habían aterrorizado desde que era una niña.
—¿Granger? —llamó el rubio.
Pero ella estaba demasiado ocupada manteniendo su respiración tranquila como para prestarle atención. Malfoy la vio mal y se dio la vuelta hacia ella. Como pudo, la tomó por los hombros.
—¡Ey!
Hermione aún no respondía. Ella tenía una mano en su corazón y cerraba los ojos constantemente.
—¡Granger! —Malfoy le dio la vuelta para que quedaran cara a cara y lo pudiera ver a los ojos—. ¿Estás bien?
La volvió a sacudir cuando vio que ella comenzó a cerrar los ojos.
—¡Ey, mírame! ¡Mírame a los ojos, Granger!
Ella obedeció y plantó sus ojos en los suyos. Eran increíblemente grises y por alguna tonta razón sólo en este momento comenzó a notarlo.
—Eso es —dijo Malfoy—. Voy a patear la puerta, ¿okey? Ya pronto saldrás.
Hermione asintió con la cabeza. Él se posó de nuevo en su lugar y la pateó con todas sus fuerzas.
La puerta salió volando al suelo, al mismo tiempo que Malfoy y una Hermione inconsciente.
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