67. Desgracias

Hermione no supo qué responder al instante, solo frunció el ceño y se mantuvo escondida entre sus pensamientos, aún sin dar crédito a lo que sus oídos habían escuchado.

Ron también se mantuvo callado, mirándola a los ojos y esperando una réplica, aunque ella ni siquiera parecía prestarle atención a pesar de estar frente a sus ojos azules. Hermione ciertamente no estaba preparada para escuchar que Jennifer Bane estaba muerta.

Porque aunque había llegado al punto de desconfiar de ella y también de culparla por todo, eso no significaba que no se sintiera devastada. Porque Hermione sabía que Ron nunca había querido a nadie de la manera en que la quería a ella.

Y ahora estaba muerta. No importaba cuántas disculpas pidiera, porque nada de eso lograría traerla de vuelta.

—¿Crees que yo no lo sabía? —preguntó Ron en voz baja aunque lo suficientemente alta como para sacar a Hermione de su trance—. ¿Crees que nunca me enteré que era una Lestrange? Un maldito apellido no dice nada; creí que tú entre tantas personas podrías entenderlo.

Nunca en su vida, Hermione se había sentido más avergonzada. Quería que la tierra se la tragara para así poder evitar ver la dolorosa expresión de Ron, pero sabía que ese pensamiento era bastante cobarde.

También sabía que sus disculpas quedaban sobrando. No hacía falta siquiera intentarlo porque nada haría sentir mejor a Ron.

—Ella me lo contó antes de salir de Hogwarts, es por eso que nos dimos un tiempo —susurró él—. Me contó todo su plan y que se sentía sucia al ser hija de dos de las peores personas que existían en el mundo mágico. Y aún así yo la quise, porque ella me quiso a mí sin importar qué. ¿Crees que me ocultaría algo tan grande como eso?

Hermione balbuceó.

—Ron, yo no... Yo no lo sabía.

—Por supuesto que no lo sabías. Nadie lo sabía además de mí. Pero aún así sacaste tus propias conclusiones y juzgaste. Eso es genial, Hermione.

Ella ya no sabía qué más replicar. Ninguna disculpa decente se atravesaba por su mente, y eso hacía todo aún peor. Se había olvidado por completo de que estaba en San Mungo y que a pocos metros había cuatro pares de ojos sobre ellos, pero lo único que ella veía era el dolor en la mirada de Ron.

Y Hermione se sentía molesta consigo misma porque no podía hacer nada para consolarlo.

—Lo siento —musitó, incapaz de decir más.

Él asintió.

—También yo.

Ron desvió la mirada de ella, tragó saliva, y luego volvió a sentarse en el sofá con aún la mirada al suelo. Juntó sus manos y comenzó a apretarlas, tenso.

Poco después, Hermione sintió unos largos dedos enrollarse en su mano y por la textura y su temperatura, supo exactamente de quién eran. Levantó la mirada para encontrarse con los grisáceos ojos de Draco y se dio cuenta que él intentaba alejarla de Ron.

En otras circunstancias, ella habría protestado y habría intentado consolar a su amigo, pero ahora sabía que no había nada que pudiera hacer, y mucho menos cuando ella misma había insinuado tantas cosas.

Se dejó llevar por Draco hasta el otro lado de la sala, justo donde se encontraba Amelia, y ambos se pararon a lado de ella, quien ahora había desviado la mirada de Ron y la mantenía en algún lugar lejano de su mente.

—Jennifer era de las pocas amigas que tuve —murmuró a los segundos—. La conocía desde pequeña y aún no supero que no la volveré a ver. Se siente como si se repitiera la historia...

—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Draco, aprovechando el silencio de Hermione cuando se quedó pensando en lo último que había dicho su amiga.

Amelia se encogió de hombros.

—Yo sabía dónde estaba Harry por dos razones. La primera: porque tenemos un sistema especial para comunicarnos y ese trébol significaba algo para ambos. Bueno, un lugar —añadió y luego suspiró tallándose la sien—. Y la segunda... Sabía que debía ir sola porque yo era la única que debía ir. Uno de los mortífagos era mi padre: y sé que él no me dañaría si yo iba sola. Si ustedes iban conmigo, los usaría para chantajearme, y al estar sola con Harry, podía haber más posibilidades de que ambos saliéramos con vida... Es una larga historia, no pregunten mucho.

Hermione no sabía qué decir, y por la expresión de Draco, supo que él tampoco.

Solo se mantuvieron en silencio, esperando a que ella continuara, y lo hizo:

—Cuando yo llegué a él ya estaba bastante mal —siguió en susurros, incapaz de hablar más alto—. Si hubiera llegado unos minutos tarde... —Carraspeó—. En fin, después llegaron Ron y Jennifer, aunque aún no entiendo cómo lograron encontrarnos, y justo ahí todo comenzó a complicarse. Uno de los muchos mortífagos que había se destapó la capucha y empezó a gritarle Jennifer, llamándola traidora y diciéndole que sus padres estaban muy decepcionados de ella.

»Después de eso... No sé muy bien lo que pasó, nunca jamás había visto a Jennifer actuar tan determinada, decidida y su mirada... Parecía dispuesta a asesinar a todo mundo; se estaba rebelando contra todos diciendo que desde hacía tiempo ya no estaba de su lado. Rodolfus no tardó en tomar represalias y capturó a Ron cuando nadie se dio cuenta; lo cual fue una buena distracción para rescatar a Harry y evitar que le siguieran llegando maldiciones...

»No recuerdo mucho a partir de ahí, solo llegó una lluvia de hechizos y, aunque intenté defenderme, uno de ellos me dio en la cabeza, otro en la oreja... Lo último que escuché antes de desmayarme fue a Jennifer gritando, pero no entendí nada —dijo con confusión, como si intentara recordar. Luego hizo una pausa donde miró a Ron y después miró a Hermione—. Desperté pocos minutos después, y cuando lo hice, aurores ya se encontraban ahí atrapando a los demás mortífagos y entonces... La vi. Jennifer yacía completamente inmóvil en el regazo de Ron, quien le lloraba como nunca antes lo había visto. Eso es todo lo que sé. Además de...

Amelia no terminó porque una nueva voz interrumpió en la sala de espera. Todos se giraron hacia el medimago, sobre todo Ron, quien se había puesto de pie y miraba al hombre casi con una mirada de súplica.

—Lo logramos —sonrió orgulloso—. Será una niña.

Ron no tardó en mostrar el alivio que lo recorrió, y al parecer su única reacción repentina fue apresurarse a abrazar a Theo, quien respondió incómodo y palmeándole la espalda con toques torpes. El medimago asintió con la cabeza para dar privacidad y luego se alejó.

Hermione y Draco estaban tan confundidos, y sus expresiones lo dejaban a flote.

—¿A qué se refiere? —le preguntó a Amelia.

Esta intentó sonreír, pero solo salió una mueca.

—Jennifer estaba embarazada —dijo—. Tenía cuatro meses. ¿Recuerdes que siempre la veíamos con ese jersey holgado? No era por mantenerse decente, solo estaba ocultando la noticia. Eso explica las tantas veces que la encontré actuando de manera extraña.

Y entonces Hermione entendió la actitud de la rubia cuando le apuntó con la varita a la defensiva: porque lo único que intentaba hacer era proteger a la criatura que llevaba dentro de una desesperada mejor amiga de Harry Potter.

—¿Qué pasó con el bebé? —preguntó Draco.

—Según Ron, antes de morir, Jennifer quiso que su cuerpo fuera llevado a San Mungo para poder salvar al bebé —susurró, intentando no llamar la atención—. Ron ni siquiera lo sabía: nadie, hecho. Será bastante complicado mantener al bebé con vida lo que resta de los nueve meses, pero según conozco, los medimagos podrán lograrlo.

—¿Es eso posible?

Amelia se encogió de hombros.

—Estamos en un mundo mágico. Además, acabas de oír al hombre: es una niña.

—¿Pero Jennifer...? —intentó la morena, todavía sin entender.

—Ella está muerta, Hermione. Murió salvando a la persona que más amaba y su hija ahora también podrá vivir. Creo que podrá descansar tranquila...

Hermione ya no supo qué responder, de nuevo, y solo desvió la mirada hacia Ron, quien aún se mantenía fuertemente agarrado a Theo y ahora lloraba a mares. Ella sintió su corazón estrujarse ante ello y no pudo evitar sentirse culpable.

Tal vez las «pruebas» que Hermione había encontrado eran bastante comprometedoras, pero ahora ya no importaba. Porque si en algún momento Jennifer había tenido malas intenciones, nunca lo mostró y se redimió. Solo había sido una persona más que murió por una buena causa.

—¿Qué pasó con los demás mortífagos? —escuchó a Draco preguntar.

—Todos están en el Ministerio ahora a la espera de un juzgado —respondió Amelia e hizo una pequeña mueca—. Tu padre estaba ahí, Draco... Lo siento, probablemente vaya a Azkaban.

Hermione quitó la mirada de Ron para girarse a mirar al rubio, pero este no la miró a ella, solo hizo una mueca para restarle importancia al asunto y luego desvió sus ojos fuera del alcance de la morena.

Amelia se alejó segundos después.

No fue hasta que Draco separó sus manos cuando ella se dio cuenta que no se habían soltado. Y lo notó porque ya no sintió su suave y fría piel contra la suya.

—¿Adónde vas? —preguntó Hermione cuando lo vio alejarse.

—Tengo que ir con Lucius —murmuró—. Debo hablar con él antes de que sea enviado a Azkaban.

Y sin una palabra o mirada más, Draco se abrió paso entre las demás personas para llegar hasta el elevador y desaparecer de la vista de Hermione.

Ella se preguntó si debía seguirlo, si siquiera necesitaba de su compañía para lo que iba a hacer. Pero pronto entendió que podía y debía manejarlo él solo, y que el único trabajo de ella por el momento era apoyar a sus amigos y encargarse de que estuvieran bien.

Caminó hasta Ginny, quien ahora estaba recostada por completo en el sofá de la sala de espera. Llegó hasta su cabeza y la alzó con cuidado para poder sentarse, recargándola sobre su regazo.

Hermione le acarició el cabello con cariño.

—¿Cómo estás? —preguntó, de repente sintiendo la culpa arremolinándose en su estómago al recordar que ella y su impulsividad habían sido la razón por la cual Ginny estuviera en peligro—. ¿Te hicieron algo?

Tardó unos segundos en responder.

—Nada —dijo luego—. Al menos no después de que me dejaron en la Mansión Zabini.

—¿Qué pasó?

La sintió acurrucarse más a su cuerpo.

—Al principio quisieron encerrarme en un calabozo, me entregaron a dos guardias que solo hablaban de... cochinadas mientras me veían con cara de perros hambrientos y... Sentí ganas de vomitar, me puse pálida y ellos se asustaron, empezaron a hablar entre sí de que debían hacer, pero no llegaron a ninguna conclusión cuando... Blaise llegó. Me miró, y solo hizo falta una orden para alejar a los idiotas de mí. Me llevó a su habitación, estuvimos ahí y... —De repente guardó silencio—. Solo hablamos —añadió entonces—. Hasta que llegó Theo. Me contó lo de Harry y aparecimos aquí cuando Amelia nos avisó.

—Pero... ¿Segura que estás bien? ¿De verdad no te hicieron nada?

Ginny se reincorporó lentamente hasta quedar sentada. Miró a Hermione y le dio una sonrisa de boca cerrada.

—Blaise los habría matado antes de que me hicieran algo —dijo con firmeza, y la morena no se atrevió a seguir preguntando más—. Pero ahora... No puedo dejar de pensar en Harry. ¿Qué pasa si hay algún daño o...? —Tragó saliva—. ¿Qué pasa si cuando depierta él no me recuerda?

Hermione también tragó saliva y se acercó para abrazar a Ginny.

—Estará bien —le susurró, aunque lo hizo también para creérselo ella misma—. Harry es fuerte.

Se mantuvieron así unos minutos, pero entonces Ginny se separó poco a poco, mirando su cuello con el ceño fruncido.

—¿Qué te pasó a ti? —le preguntó.

Se miró a sí misma y se encontró con que, a pesar de que las marcas ahora se notaban menos por la pomada mágica que había usado, aún seguían visibles.

Hizo una mueca.

—Bellatrix Lestrange —dijo, y Ginny la miró con los ojos muy abiertos—. No la miré y me atrapó antes de entrar al cuartel, intentó ahorcarme y...

—¡Por Merlín, Hermione! —susurró la pelirroja, frenética—. ¿Cómo...?

—Draco llegó a tiempo —se apresuró a decir, trasmitiéndole con la mirada que guardara silencio para no llamar la atención—. No pasó a mayores, ya usé esencia de murtlap y de seguro en unas horas ya no estarán esas marcas.

Ginny pareció aliviada, pero entonces recordó algo.

—¿Y Bellatrix?

Hermione vaciló un poco, sin saber si debía decirlo en voz alta o no. Al final se acercó a Ginny y le dijo en voz muy, muy baja.

—Creo que... Creo que Bellatrix Lestrange ya no será un problema nunca más.

La pelirroja se alejó y la miró.

—¿Malfoy...? —intentó preguntar, dejando las palabras colgando en el aire. Hermione miró a su alrededor antes de asentir y, entonces por primera vez en horas, miró la sonrisa de Ginny—. ¿Sabes algo? En Hogwarts leía muchos libros de romance, estaba obsesionada en el intenso, ese donde el chico es capaz de matar por la chica. Ahora... No creo que sea tan bueno. No me gusta tener que encrucijarnos de esta manera para que eso suceda.

Hermione casi quiso reír por su ocurrencia.

—Recibiste Crucios, Ginny —le dijo entonces—. Te ves muy cansada, creo que deberías pedir alguna habitación para que te revisen.

Ella negó inmediatamente.

—No, quiero estar aquí para cuando Harry despierte.

—Yo estaré despierta por ti y te avisaré cuando lo haga. Pero ahora deja que un medimago te revise, por favor.

Ginny realmente debía estar adolorida porque no protestó mucho. Solo suspiró y dio una última mirada a la habitación de Harry antes de ponerse de pie e interceptar a un medimago que pasaba para preguntarle si podía revisarla.

Se la llevaron inmediatamente y, a pesar de que Ron se mostró preocupado y casi molesto con Hermione, todavía estaba demasiado conmovido por lo de su bebé como para hacer algo.

Theo se fue poco después, apenas avisando que debía regresar con Luna, pero no se quedó para despedidas y luego se perdió de vista.

Amelia tuvo una revisión particular que la ayudó a curar su brazo y parte de su oreja. También revisaron si tenía alguna contusión cerebral, pero al parecer todo estaba bien. Terminó dormida en uno de los sillones poco después.

A Ron también se le ofreció una habitación para dormir, pero él se negó y solo pidió ser avisado cuando pudiera ir a ver a su bebé. Entonces solo se mantuvo sentado en el sofá sin hablar con nadie, solo perdido en sus pensamientos.

Hermione, por otra parte, había encontrado la manera de desviarse de cualquier revisión. Sabía que tendrían que intentarla apenas lo hicieran, pero había prometido a Ginny estar para ella y avisarle cuando Harry despertara. Así que había intentado ignorar que ella también había recibido Crucios y un fuerte golpe al cráneo.

Pero pasaron dos horas, y entonces sintió sus manos temblar con horror, y a pesar de que intentó ocultarlo, Ron la descubrió y fue él quien llamó a un medimago.

La internaron también y la sedaron. Para cuando despertó no había pasado mucho tiempo, una o dos horas cuando mucho, pero ya no sentía esos temblores ni tampoco la presión en su cabeza. Miró el pequeño espejito que había en la mesilla de a lado y se dio cuenta que tampoco estaban esas marcas sobre su garganta y cuello.

Llamó a un medimago, y aunque este le dijo que todavía no estaba dada de alta por completo, era posible que caminara a la sala de espera donde estaban sus amigos si eso era lo que quería.

Cuando llegó a esta, arrastrando la bata del uniforme del hospital, se encontró con Neville, quien iba saliendo de la habitación de Harry con un mandil blanco y muy sucio, y unos guantes donde se limpiana el sudor de la frente.

—¿Neville? —llamó, y de haber estado en mejores condiciones, lo habría abrazado—. ¿Qué haces aquí? No me digas que tú también...

—Oh, no, claro que no —dijo él con una sonrisa. Hizo ademán de querer acercarse a besarle la mejilla al menos, pero se detuvo al darse cuenta que estaba muy sucio y sudado—. Ron me llamó, dijo que necesitaba mi ayuda.

Hermione miró a Ron en busca de una respuesta.

Este solo se encogió de hombros, aún sentado en su lugar del sofá.

—Nevilles es bueno con las plantas. Y hay muchas que son de curación. Pensé que podría ayudar a Harry.

—¿Y pudiste? —le preguntó Hermione a Neville.

Al castaño le brillaron los ojos y asintió.

—Sí. Es muy bueno que me hayan llamado. La medimagia con las plantas de curación se llevan muy bien. Harry está perfecto. No tienen que preocuparse por que no los recuerde o algo parecido.

Amelia, quien había estado escuchando desde el sillón y ahora despierta, suspiró con alivio y se levantó de un salto para abrazar a Neville sin importarle ensuciarse o mancharse de sudor.

—Gracias, gracias, gracias —murmuró con voz chillona, y Neville enrojeció, mascullando un «no es nada» por lo bajo.

—Está despierto ahora —dijo entonces Neville cuando se separó de Amelia—, por si quieren entrar a verlo. Aunque está preguntando por Ginny más que nada.

—Iré por ella —avisó Hermione, e hizo su mayor esfuerzo por correr hasta la habitación donde la pelirroja estaba durmiendo, probablemente.

E incluso mientras ayudaba a Ginny a ir a la habitación de Harry, Hermione solo se perdía en sus pensamientos e intentaba ignorar el hecho de que ya habían pasado horas desde que Draco se había ido y aún así no volvía.

Se le ocurrió que habría querido irse a dormir, pero no lo creyó, no mientras ella siguiera en el hospital.

Consideró enviarle un patronus o una lechuza, pero se obligó a no hacerlo y solo se concentró en sus amigos.

De seguro lo encontraría en unas horas más, y cuando lo hiciera, le diría lo que una noche de disturbio y casi muerte siempre logra:

Confesar sus sentimientos antes de que sea demasiado tarde. O en ese caso: antes de que alguno muriera.

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