61. ¿Por qué Jennifer es tan... sospechosa?

Hermione llegó a su oficina y dejó caer su bolsa en su escritorio con un ruido brusco.

Se sentó y sacó la carpeta de su cajón para empezar a trazar las estrategias de su trabajo asignado, deseando con fervor olvidar lo que había pasado hacía unos minutos antes de regresar, y tratando de olvidar la sensación molesta que tuvo al escuchar a Draco llamarla «solo una amiga».

Y aún peor, que se hubiera mostrado tan feliz de ver a Astoria y se hubiera ido con ella.

Había una voz en su cabeza que le decía que ignorara todo, que no tenía derecho a reclamar. Pero no podía sacar nada de su mente, aún sentía esa impotencia y, por más que intentaba suprimirla con su trabajo, seguía ahí.

Pasaron horas. Ella luchó por distraerse en el trabajo hasta que lo logró y olvidó por completo que Draco y Astoria estaban juntos en algún lugar mientras se centraba en la campaña que debía elaborar para el Baile del Gobernador; pero toda esa paz que tanto le costó construir se destruyó cuando la puerta de su oficina se abrió y entró Madalda seguida de Malfoy.

Hermione apenas alzó la mirada unos segundos antes de que volviera a sentir esa sensación molesta y regresara a sus documentos exparsidos en la mesa.

Nadie dijo nada al principio. Mafalda y Malfoy caminaron alrededor de la mesa, mirando todas las estrategias que ella había hecho, y luego de unos segundos, la mujer habló:

—Son excelentes, señorita Granger —la felicitó, tomando una hoja en su mano para apreciarla—. Nunca esperé menos de usted, esto nos llevará hasta a un noventa por ciento en compatibilidad con la campaña.

—Gracias, señora Hopkirk —respondió educadamente, dejando su pluma de lado.

—Son realmente buenas —dijo también Malfoy, levantando su mirada de los documentos para verla a ella—. Me siento ofendido de que tengas mejor progreso que yo en tan solo unas semanas.

Hermione no respondió. Ni siquiera lo miró, se mantuvo con su atención a Mafalda, quien seguía hojeando.

—¿Qué hace aquí, señora Hopkirk? —preguntó luego de varios minutos—. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarle? Aún tengo mucho trabajo por terminar.

—¡Oh, sí! —La mujer dejó las hojas en su lugar y sonrió a Hermione—. Casi lo olvidaba, pero sólo venía a comentarte que el señor Shacklebolt me pidió una nueva inversión para fin de mes que levante los últimos dos departementos.

Hermione alzó ambas cejas con asombro.

—Eso... Eso es... —Carraspeó—. No es algo que se pueda lograr en tan solo unas semanas.

—Es lo que yo le comenté, pero luego él sugirió que uniera a las dos mentes más brillantes que teníamos para lograrlo —Mafalda volvió a sonreír y luego los miró a ambos—. Así que aquí están ustedes, será un trabajo arduo y tomará mucho más esfuerzo, pero valdrá la pena. Si lo logra, señorita Granger, el Ministro se ha ofrecido a convencer y presentar él mismo al Wizengamot sus proyectos sobre las criaturas mágicas.

El corazón de Hermione dio un brinco. Avanzó hacia Mafalda.

—Señora Hopkrik, eso sería genial pero... Tres semanas es muy poco tiempo, mucho más cuando estamos en temporada de Quidditch y la mayoría de las inversiones quedan ahí.

—Podemos traerles apoyo —replicó la mujer, encogiéndose de hombros—. Aún hay otra mente brillante que les haría el trío perfecto —Hermione frunció el ceño y entonces Mafaldo añadió directamente a ella—: ¿Por qué no le pide a Nicholas Blythe que venga y le ayude?

Hermione se estremeció visiblemente y no respondió.

—Ella acepta el reto, Mafalda —respondió Draco cuando ella se quedó en silencio. Se escuchaba peligrosamente tranquilo, aunque Hermione podía notar la tensión en su voz—. No hará falta llamar a nadie, podemos nosotros dos.

—¡Perfecto entonces! —Mafalda se mostró muy orgullosa, como si ella misma fuera a hacer el trabajo y ya lo hubiera logrado. Le dio una sonrisa a Draco y luego salió de la oficina.

Hermione miró la puerta durante varios segundos antes de que la voz de Malfoy la regresara a la realidad.

—¿Granger?

Pero ella no quería hablar con él. Y mucho menos si iba a sacar el tema de Nick.

—Será mejor que comencemos con esto mañana —le dijo, regresando a su escritorio para recoger todos los papeles en un apuro—. Ya es demasiado tarde y así tendremos tiempo de pensar en nuestras propuestas.

Malfoy no dijo nada mientras ella terminaba de recoger sus cosas. Usó su varita para organizar cada uno en orden de importancia y luego los dejó en el estante que tenía a lado. También limpió el desastre de tinta que había caído por accidente y, cuando tomó su bolso y caminó hasta la salida, fue cuando él por fin habló.

—¿Estás molesta por algo?

Hermione se detuvo abruptamente y frunció el ceño, atónita. Se giró para mirarlo.

—¿Qué?

Draco se encogió de hombros y empezó a caminar a pasos juguetones hacia ella; como queriendo ir pero no.

—No lo sé. Desde que entré está esa tensión extraña, y por alguna razón me recuerda a nuestras épocas en Hogwarts donde lo único que querías hacer era arrojarme una maleficio.

Ella bufó.

—Bueno, no, no estoy molesta. Solo estoy apurada y quiero irme a casa para pensar en la propuesta que necesito.

—Ahí está la diferencia —dijo, chasqueando la lengua y esta vez avanzando unos pocos pasos seguros hacia ella—. No sé si recuerdas, Granger, pero estas últimas semanas he estado acompañándote a casa y nunca te miré apurada o deseosa de alejarte de mí apenas terminara tu trabajo.

—No estoy deseosa por alejarme de ti —masculló, rodando los ojos; aunque sabía que por el momento sí era así—. Solo quiero llegar cuanto antes a casa para pensar en mis propuestas; cosa que no podría hacer si me quedo esperando a que recuperes las horas que perdiste al no llegar al Ministerio a tiempo después del almuerzo.

—No tengo más trabajo —replicó Draco—. Tal vez apenas te des cuenta, Granger, pero mi trabajo es mucho menos pesado que el tuyo, así que siempre termino horas antes que tú.

Hermione se confundió.

—¿Entonces te pagan lo mismo que a mí y trabajas horas menos?

Draco alzó la curva de sus labios en una sonrisa ladina.

—Sí, pero eso no significa que no le tenga envidia a tu trabajo; el tuyo es mucho más entretenido. Además, es muy aburrido estar horas sin hacer nada mientras espero a que tú salgas.

Ella abrió la boca para responder pero luego la volvió a cerrar. Consideró regresar a su buena actitud y hacer como si nada hubiera pasado para no arruinar las cosas, pero apenas la idea surgió, el recuerdo de él yéndose con Astoria muy alegre, le amargó todo.

—No hace falta que me esperes si te parece tan aburrido —le dijo. Y aunque intentó detener a su lengua, las palabras salieron como hielo resbaladizo—: De hecho, ahora que Astoria regresó, podrías pedirle a ella que te haga compañía, ¿no?

Miró la expresión de Draco, pero esta no mostró nada que ella pudiera leer. Y cuando él no dijo nada, Hermione solo bufó y se giró hacia la puerta de nuevo, movió la manija y la abrió, pero apenas lo hizo unos centímetros antes de que la mano de Draco la volviera a cerrar de un portazo.

Hermione casi dio un salto. Iba a protestar, pero él la interrumpió primero:

—Espera, ¿todo esto es porque estás celosa? —preguntó, y esta vez sí había algo en su expresión: confusión y lo que parecía ser... burla. Eso la molestó más.

—¿Celosa? —resopló—. No, Malfoy, ya no tenemos diecisiete años como para crearnos este drama adolescente. Si quieres llamar celos a mi molestia por esa extraña y exagerada amabilidad que tuviste con tu ex esposa, entonces es tu problema. Pero no me tomes como la ex celosa.

Esta vez la expresión de Malfoy se tornó en entera confusión.

—¿Extraña y exagerada amabilidad? —preguntó—. No estoy entendiendo tu punto, Granger. Astoria podrá ser mi ex esposa pero jamás pasó ni pasará nada entre nosotros, ella es solo una muy buena amiga.

Hermione soltó una risa poco sincera.

—El problema es que ya no sé cuál es tu definición de «amiga», Draco —se quejó, cruzándose de brazos para encararlo—. A ella la estás llamando como una amiga, pero no sé qué significa eso cuando a mí también me llamaste una amiga pero dices que todavía me quieres. Entonces no esperes que me quede tranquila cuando puedo creer cosas erróneas sobre ella que también son aplicadas en mí.

Draco alzó ambas cejas.

—¿Te molestó que te llamara «solo una amiga»? Granger, llevas semanas llamándome también así, dijiste que querías que comenzáramos lento. Te llamé así precisamente porque creí que te molestaría que lo hacía de otra forma, yo estoy solo siguiendo tus pasos.

—¡Tú sabes que siempre estoy mintiendo! —replicó—. No eres tonto, puedes verlo en mis ojos. Cada vez que digo que eres mi amigo lo hago solo para yo hacérmelo creer, porque creo que es la mejor opción para no arruinar las cosas. ¡Porque aún te quiero y no quiero que las cosas se vayan al carajo tan rápido! Pero... Pero luego tú me llamas así y... —Hermione respiró hondo y luego bajó la mirada en un resoplido—. Luego supongo que me da miedo que tú comiences a perder el interés y de repente en realidad me veas como una amiga.

Se quedó mirando los zapatos de Draco en un intento de bajar el sonrojo vergonzoso de su confesión, pero cuando pasaron los segundos y el silencio comenzó a hacerse más pasado, miró a Malfoy a través de sus pestañas.

Él solo la estaba mirando.

—¿Qué? —preguntó bruscamente—. ¿Qué es lo que estás pensando?

Su respuesta fue genuina y directa:

—Que solo quiero besarte.

Sintió un desequilibrio en todo su cuerpo que había creído perdido, cada parte de su cuerpo recibió una descarga que le envió miles de sensaciones electrizantes. Era algo que tenía mucho sin sentir, y algo que —hasta ahora lo comprendía— había extrañado.

Ella tenía años sin besar a Draco. No diría que era difícil olvidar sus besos, pero la sensación ahora era... lejana. Y de repente el que él le dijera eso, causó que todas sus barreras cayeran en un solo intento.

Hermione no se movió, su mente quedó en blanco y su cuerpo estático; solo de pie a tan solo unos centímetros de Draco.

Por un momento, cuando miró a Malfoy mirar sus labios rápidamente, creyó que la besaría. Pero ella no tenía idea de qué haría si lo hacía, no sabría si sentirse decepcionada o emocionada.

Tragó saliva y esperó. Pero entonces Draco regresó a mirar a sus ojos antes de alejarse de ella.

—«Ser el buen hombre» —citó, aparentemente—. Eso me dijo Jane antes de venir acá, y eso es lo que te dije a ti —Se giró para mirarla—. Hermione, te dije que iba a ser un hombre para poder merecerte. Un hombre no te besaría solo para calmarte por más que lo deseara. Un hombre no se molestaría porque la mujer que quiere lo llame amigo. Un hombre no se mataría de celos cada vez que ve a un idiota cerca de la mujer que quiere. Un hombre no se iría con su ex esposa para hacer algo que no debe mientras deja a la mujer que quiere. Un hombre no haría nada que la mujer que quiere no desee.

Guardó silencio durante unos segundos y luego se encogió de hombros. Una sonrisa de boca cerrada sobre sus labios.

Luego volvió a hablar:

—Granger, estoy haciendo todo esto por ti. Cada vez que me llamabas amigo yo quería llevarte a un lugar privado y explicarte con palabras y acciones por qué creo que no soy solo tu amigo. Cada vez que un tipo estaba cerca de ti, yo solo quería ir a alejarlo de ti para dejar en claro que no se acercara jamás. Cuando me fui con Astoria fue para explicarle precisamente eso y para que ella me hiciera saber que estaba haciendo lo correcto, no porque deseara estar más con ella que estar contigo... Hay tantas cosas, Granger, tantas cosas que deseo hacer contigo en todo momento.

A Hermione se le fue la respiración unos momentos.

Y lejanamente, esa sensación caliente sobre la parte baja de su estómago que hacía mucho no sentía, comenzó a llenarla.

—Pero me detengo, siempre lo hago —profirió Draco—. Porque estoy dispuesto a seguir tus pasos si eso significa que algún día confíes en mí de la manera en que lo hiciste antes. Estaría dispuesta a esperar mil vidas más si eso significaría que me miraras como solías... —De repente, comenzó a avanzar hacia ella—. Quiero besarte ahora. Quiero besarte hasta que los dos pidamos oxígeno. Luego quiero quitarte la ropa y tomarte en esta misma oficina... —De nuevo, a apenas unos centímetros, miró sus labios, pero luego se contuvo y la miró a los ojos—. Pero no haré nada de eso, porque estoy siendo el buen hombre, y ese es el que mereces.

Luego avanzó hacia atrás para darle espacio, y fue ahí donde Hermione pudo respirar de nuevo.

Parpadeó para recuperar la compostura, y vagamente registró que sus piernas se sentían débiles. Tomó la manija de la puerta para mantenerse solo por si acaso.

—Así que, Granger, si esperas que algún día pierda el interés en ti... Puedes hacerlo sentada.

Bueno.

Ya está.

Eso fue suficiente para ella.

Dejó caer su bolso al suelo y luego avanzó a él. Jaló la tela de su camisa y lo arrastró para besarlo.

Y regresar a sus labios se sintió como regresar a cada después de un viaje donde estuvo muchos años fuera.

Él no duró nada en responderle, tan impresionado como ella pero tan hábil como siempre para seguirle el ritmo. Dejó ambas manos a cada lado de sus caderas y pegó su cuerpo de un tirón al de él.

Hermione casi suspiró en medio del beso, pero luego decidió que disfrutar de sus labios era una mejor distracción. Dejó su camisa y alzó sus manos poco a poco para rodear su cuello y acercarlo tanto como la física le permitiera.

Se concentró en el ritmo del beso a pesar de que lo estaba perdiendo. Si ella había estado emocionada, ciertamente Malfoy la superaba. Parecía estar hambriento, y ese hecho la hizo querer todavía más.

Besó, lamió, chupó y succionó tanto como el oxígeno se los permitió.

Y cuando tuvieron que separarse para tomar aire y se miraron a los ojos, ambos sonrosados, la mirada que Draco le tenía era salvaje; como en los viejos tiempos.

Probablemente Hermione estaba igual.

Ella volvió a besarlo, y cuando lo hizo, apenas registró que sus manos fueron automáticamente a los botones de su camisa para desabrocharla.

No tenía idea de si habían cerrado la puerta o siquiera de si había puesto un hechizo amortiguador, pero su mente no estaba pensando en nada que no fuera en la forma que las manos de Draco estaban rodeándola y presionando con habilidad cada sección débil que ella poseía.

Afortunadamente, ella seguía bebiendo sus pociones anti-fértiles. Aunque tampoco pensó en eso.

Terminó con los botones de la camisa de Draco y se separó solo unos segundos para quitarla, arrastrando con rapidez y necesidad desde sus hombros hasta que la prenda quedó en el suelo.

Apenas él regresó a besarla, la tomó de las entrepiernas para alzarla, y el recuerdo de los tiempos en Hogwarts la hizo rodear sus piernas alrededor de sus caderas como mero instinto.

Lo sintió caminar —probablemente hasta la enorme mesa redonda que había en el centro—, pero ella solo estaba prestando atención al cómo sus labios parecían estar hechos a la medida.

Se sentó encima de la mesa, y apenas lo hizo, Draco enredó una mano entre sus rizos para jalarlos hacia atrás y cortar el beso, dejando su cuello a su disponibilidad.

Por unos segundos no hizo nada, y eso comenzó a desesperarla porque lo único que podía escuchar eran las respiraciones agitadas de ambos. Aunque luego su mente quedó en blanco cuando sintió el primer beso sobre su piel.

El contacto perdido durante tantos años la hizo gemir como primera reacción, y mientras él la abrazaba para acercarla más y disfrutar de su piel, ella comenzó a tantear hasta llegar a la hebilla de su pantalón.

Pero apenas lo hizo, él la detuvo.

—No —le dijo cuando ella lo miró con el ceño fruncido.

—¿No?

—No —repitió. Aún tenía la respiración agitada y su cabello se había descontrolado un poco. La confundió, porque él parecía quererlo, pero ahora...

—¿No quieres? —preguntó, y su voz salió un poco delgada.

—No —respondió, y cuando ella alejó sus manos, él pareció cachetearse mentalmente—. Quiero decir, sí. Lo quiero. Lo deseo con todas mis ganas. Pero... No así. Hermione, no mereces que esto pase en una mesa, no después de todo lo que ha pasado. Además... —Él la abrazó de la cintura y la acercó hasta su nariz percibió su aroma—. No quiero que esto pase por... calentura... o para calmar una discusión. Quiero que pase cuando tú estés segura, cuando realmente lo quieras y desees.

Hermione guardó silencio unos segundos antes de hablar.

—Quiero esto. Lo deseo.

—No lo haces —abatió, elevando la curva de sus labios en otra ligera sonrisa—. No quiero perderte de nuevo, estoy dando mi mejor intento por seguirte. Dijiste que no querías arruinarlo, ¿no?

Ella tragó saliva y asintió. Él sonrió una vez más antes de dejar de abrazarla para alzar la mano y atraer su camisa con magia sin varita, luego comenzó a vestirse mientras Hermione comenzaba a enrojecer hasta el tope.

Estuvo a punto de murmurar una disculpa extraña cuando se bajó de la mesa, pero entonces fue salvada por la campana. O mejor dicho, por el patronus de Ginny Weasley.

El caballo abarcó gran parte de la oficina y ella tuvo que entrecerrar los ojos antes de que la voz de la pelirroja se escuchara:

—Harry fue atacado, todavía no despierta. San Mungo.

Eso fue todo.

Pero fue suficiente para drenar cualquier otro pensamiento de su mente. Casi se sintió pálida. Corrió hasta donde estaba su bolso, lo tomó y luego salió de su oficina para ir directamente a las chimeneas flu.

Apenas estuvo en el Callejón Diagon fue hacia los almacenes donde el hospital se escondía. Encontró al maniquí y, después de decirle a qué venía, atravesó el cristal y entró a la recepción.

Caminó hasta la bruja que atendía el lugar y preguntó por Harry, ella le respondió que se hallaba en la cuarta planta. Desde ese momento, supo que algo andaba muy mal, pues esa planta era para lesiones graves provocadas por hechizos o maleficios.

Al subir, la primera persona que se encontró fue Amelia, quien al verla se apresuró al envolverla en un abrazo.

—Qué bueno que estás aquí —le susurró al oído—. Por un momento creí que también pasaría algo contigo... Tienes tan jodida mala suerte para las situaciones que apestan —Hermione habría soltado una pequeña risa de no ser por la circunstancia en que se hallaban. Amelia se separó y miró por encima de su hombro, alzó una ceja y añadió—: Bien, sé que ustedes están arreglando las cosas, ¿pero qué demonios hace él aquí?

Antes de girarse, ya tenía la sospecha de a quién se estaba refiriendo. Se dio la vuelta para mirar a Draco, quien acababa de preguntar algo a la recepcionista del piso y ahora caminaba hacia ellas.

—No lo sé —respondió Hermione, perdida, más no le tomó importancia y volvió a mirar a Amelia—. ¿Dónde está Harry?

Caminaron un poco más lejos hasta llegar a una sala de espera y ahí se encontraron con Ron y Jennifer.

Hermione tenía tanto tiempo sin ver a Jennifer que por unos segundos se mantuvo estática antes de seguir avanzando.

Ella había crecido. En Hogwarts había sido de la estatura de Hermione y ahora parecía ser casi tan alta como Harry. También era más hermosa y su cabello ya no era lacio y corto hasta el cuello, ahora era largo hasta la cintura y ondulado.

Y de hecho, había algo extraño en la mirada de Jennifer que le ponía los pelos de punta.

Ella lucía como una persona que podía alegrar tus días, pero por esa mirada parecía ser una persona que en realidad terminaría con tus días.

Hermione se acercó a Ron y lo abrazó. Él murmuró algo que no alcanzó a comprender por estar tan atenta a Jennifer, así que avanzó hacia ella después de separarse del pelirrojo.

—Jennifer —saludó con amabilidad, preguntándose mentalmente si la recordaría o no—. Soy...

—Hermione, lo sé —interrumpió ella. Le extendió una mano, pero en vez de eso Jennifer la abrazó, y la tomó tan de sorpresa que no le regresó el abrazo. Luego se separó y se encogió de hombros—. Me olvidé de él solamente, aún recuerdo lo sabelotodo que eres.

Hermione le sonrió.

—Espera, ¿qué olvidaste? —preguntó la voz de Malfoy detrás de ella, aparentemente hacia Jennifer.

La rubia bufó.

—Por favor, Malfoy, podré olvidar cualquier cosa excepto los años de egocentrismo y narcisismo que tuve que soportar contigo.

Y mientras ellos comenzaron a hablar, Ron tomó el brazo de Hermione ligeramente para alejarla un poco.

—Primero que nada, ¿qué hace él aquí? —le preguntó al oído, y cuando ella estuvo por responder, Ron rodó los ojos—. ¿Sabes qué? No importa. Necesitamos hablar sobre lo de Harry. Solo nosotros tres —dijo. Ron alzó la mirada por encima del hombro de Hermione y luego pareció pensárselo mejor antes de añadir—: Y Amelia.

No hizo falta imaginar qué cara debió haberle hecho para que la incluyera. Amelia de acercó a su espacio privado.

—¿Quieren saber lo que pasó o no?

—Te lo pregunté yo antes —resopló Ron—. ¿Por qué ahora que está Hermione sí nos quieres contar?

—No me gusta repetir las cosas —se excusó Amelia ante de comenzar a relatar lo sucedido—. No fue nada del otro mundo, pero nos tomó por sorpesa. Harry y yo caminábamos para ir directo a... Bueno, no importa. Tuvimos que entrar a un callejón para poder aparecer, y fue ahí cuando todo pasó demasiado rápido. Hubo una luz brillante que se arrojó hacia nosotros, Harry tuvo complejo de héroe y su único impulso fue empujarme para que el malefico llegara hacia él. Después yo saqué mi varita y me batí en duelo con la figura encapuchada que nos atacaba, pero luego me desarmaron...

»Luego de eso, el tipo no me hizo nada y desapareció. Fue todo tan premeditado, ¿saben? Ahora que me doy cuenta, parecía que supieran que íbamos directamente ahí. Intenté despertar a Harry, pero luego miré la marca en su pecho y no me pareció normal. Llamé a Ginny para que los llamara a ustedes y traje a Harry a San Mungo. Aún no ha despertado.

—¿Has entrado a verlo?

Amelia negó.

—Solo Ginny está con él ahora. Los medimagos creen que es mejor que descanse por el momento. Nunca han visto una marca como la que causó ese maleficio, pero no creen que sea mortal.

Justo en ese momento, alguien nuevo se asomó por la sala y los miró a todos.

—Pueden pasar a verlo.

No hizo falta que se pusieran de acuerdo para ver quién debía entrar. Ron, Hermione y Amelia se encaminaron rápidamente hacia la habitación de Harry y se adentraron a ella en silencio.

Harry se hallaba ahí, con la mano sobre su cicatriz y los ojos cerrados, aunque por las muecas que hacía podía notarse que estaba despierto.

Ginny estaba sentada a su lado, tomando su mano y, por la expresión que tenía, no estaba demasiado tranquila. Hermione se acercó a ella para decirle que podía ir por algo de beber, y se despidió de Harry con un beso antes de dejarlos solos.

—No más complejo de héroe —dictaminó Amelia apenas Ginny salió, cruzándose de brazos y parada desde la puerta al igual que Ron mientras Hermione se sentaba en el lugar de la peliroja.

Harry bajó la mano y formó una sonrisa burlona.

—¿Complejo de héroe? —preguntó—. Por favor, princesa. Yo solo quería drama.

Pero su pequeño chiste se ocluyó cuando soltó un quejido y se llevó la mano al pecho. Todos se alarmaron y avanzaron hacia él automáticamente, pero Harry alzó una mano para hacerles saber que estaba bien. Tosió unas cuantas veces antes de volver al silencio.

—¿Cómo estás? —preguntó Hermione, mordiendo su labio inconsciente.

Harry suspiró al techo.

—No estoy tan acivo como antes, pero estoy bien.

—Te dolía la cicatriz, ¿no? —preguntó Ron de repente, atrayendo la atención de todos—. Te vi tocándola cuando entramos.

La habitación se llenó de tensión. Todos dejaron su mirada en Harry pero él no pareció prestarle atención a eso.

—Solo un poco —masculló—. Lo que más me duele ahora es el pecho, siento como si me faltara el aire.

—Porque fue ahí donde te atacaron —informó Amelia, aún recargada en la puerta—. Te dio de lleno en el pecho y luego caíste como una piedra al suelo.

—La figura... —murmuró Harry para sí mismo, frunciendo el ceño.

—¿Qué pasa? —Hermione preguntó—. ¿Sabes quién fue? ¿Lo reconociste?

Él asintió.

—Creo que fue Antonin Dolohov.

—¿Dolohov? —repitió Ron, alzando ambas cejas—. ¿De nuevo?

Hermione, al escuchar eso, lució muy confundida y se giró hacia él.

—¿Cómo que «de nuevo»? —inquirió y paseó su mirada entre los tres para preguntar—: ¿Ya antes los había atacado?

Ron no respondió, por lo que se giró hacia Harry y puso una expresión molesta para hacerle saber que ella quería saber la verdad. Este suspiró, derrotado.

—Hace unas cuantas semanas atacó a Jennifer. En realidad, quería ir en busca de Ron, pero no se encontraba y pareció tomar única represalia contra ella.

—¿Y por qué demonios no me habían contado esto? ¡Yo debí haberme enterado!

—Creímos que lo teníamos bajo control —intervino Ron—, Harry y yo comenzamos a investigarlo por nuestra cuenta y pedimos ayuda a algunos de nuestros compañeros en la Academia. No queríamos preocupar a nadie, no era necesario.

Hermione se giró hacia Amelia.

—¿Tú lo sabías? —preguntó y ella asintió, sin remordimiento—. ¿Por qué no me lo dijiste?

—Me pidieron que guardara el secreto y lo hice. Cosa que últimamente he estado haciendo mucho —se excusó, y Hermione le entrecerró los ojos cuando ella le alzó una ceja.

—Harry cree que Dolohov estará yendo contra nosotros para llegar a él —dijo Ron.

La morena suspiró, frustada.

—Allá afuera está un lunático que quiere atacarnos y ustedes no me habían dicho nada, ni siquiera para poder prevenirme —Harry y Ron se miraron un poco apenados, y luego solo mascullaron una disculpa—. ¿Hay alguna razón por la cual él nos esté persiguiendo? —preguntó en vez de echarles el sermón que traía en mente.

—Tenemos una teoría —respondió Harry—: Dolohov era uno de los seguidores más fieles de Voldemort, tal vez esté buscando venganza. Creo que atacó a Ron con la intención de que él le dijera mi paradero, y no dudamos en pensar que también podía hacer lo mismo contigo. Al final terminó encontrándome, aunque aún no sé cómo.

—Venganza —repitió—. ¿Crees que solo quiere eso? —preguntó y Harry se encogió de hombros a leguas—. No creo que se reduzca a solo eso. En todo caso, ¿por qué te dolía la cicatriz hace unos minutos?

Todos guardaron silencio.

Harry fue quien habló.

—No lo sé —murmuró.

Hermione sobó las sienes de su cabeza. Decidió no apresurarse y llegó a la conclusión de ellos.

—Suponiendo —preguntó, dirigiéndose hacia el azabache específicamente—, ¿dices que un mortífago quiere asesinarte?

—No sería la primera vez.

—¿Y por qué hasta ahora? Han pasado veinte años desde que Voldemort murió.

—Porque hasta ahora Dolohov salió de Azkaban —terció Ron.

—¡¿Salió?! —preguntó Hermione, alarmada—. ¿Por qué Azkaban lo dejaría libre?

—Se escapó, Hermione —intervino Amelia, quien tenía su rostro entre sus manos también, aparentemente cansada—. Tenemos la sospecha de que tiene casi dos semanas que lo hizo, pero apenas ayer dieron el aviso por El Profeta. Y respondiendo a lo que dijiste antes... ¿Cómo estás tan segura de que Voldemort murió?

Si antes había habido tensión, ciertamente ahora podía sentirse en el oxígeno que respiraban.

—La historia dice que todos los horrocruxes ya fueron destruidos —contestó Hermione en voz baja—. Se supone que con eso Voldemort está muerto, Harry lo destruyó cuando era un bebé.

—Sí, ¿pero hay algún hecho que lo compruebe? Es como dices tú: ¿crees que los mortífagos quieran solo venganza? No lo sé, chica. Esto me suena más macabro.

Silencio de nuevo.

—Fui a casa de mis padres después de lo de Jennifer —intervino Harry para liberar tensión—. Hay muchos mortífagos en Azkaban dispuestos a todo.

—Bellatrix y Rabastan Lestrange, Alecto y Amycus Carrow, Mulciber, Augustus Rookwood...

—¿Por qué sabes tanto sobre los mortífagos? —interrumpió Ron y Amelia calló de repente, algo extraño pasando por su mirada.

Miró al suelo y luego resopló.

—Este tema me pone nerviosa, es todo —murmuró—. Mejor ustedes sigan —añadió y luego salió de la habitación.

Harry y Ron se notaron confundidos, sobre todo el azabache. Y a pesar de que Hermione quiso descubrir la verdadera razón de Amelia, consideró que por el momento era más importante la situación de Harry.

—Es increíble que no me hayan contado nada —se quejó, mirándolos con molestia—. Mis padres están allá afuera sin ninguna protección con el peligro de que en cualquier momento puedan atacarlos y ustedes estaban muy tranquilos sin decirme nada.

Ron se miró apenas culpable.

—Lo sentimos. Te planeábamos decir pronto pero no hubo tiempo. Además, no queríamos alarmarte, no estábamos seguros de que Dolohov quisiera perseguirnos a todos.

Pero entonces, hasta ese momento, Hermione pensó en algo que los demás no. Miró a Ron con el ceño fruncido.

—¿Cómo es que Jennifer sabía que era Dolohov? ¿Ella lo conocía antes? Ni siquiera yo sé cómo luce Dolohov... ¿Y por qué un mago de tan bajo calibre pudo contra ella?

Todos se miraron entre sí, y Ron abrió la boca para responder, pero no se le ocurrió ninguna respuesta. De repente, comenzó a enrojecer y jugó con las mangas de su camisa.

Acción que —Hermione reconocía— hacía cada vez que estaba nervioso.

—No lo sé —murmuró y negó con la cabeza—. Yo no... No lo había pensado.

Hermione alzó una ceja y se giró hacia Harry nuevamente.

—¿Estás completamente seguro de que era Dolohov?

—Él tenía una capucha —le recordó Ron, al pareceer aliviado por el cambio de atención—. No puedes estar del todo seguro.

—¡Pero tiene que ser él! —bufó Harry—. Ningún otro mortífago está fuera de Azkaban.

—Lucius Malfoy sí —murmuró Ron en voz baja, y de pronto, Hermione palideció, sintiéndose repentinamente débil.

—No podría ser él —abatió ella también en voz baja.

—¿Cómo estás tan segura? Aún no sabemos si su lealtad a Voldemort se fue, nunca lo comprobamos. Además, piénsalo: él y su esposa fueron unos de los únicos mortífagos que quedaron libres, fácilmente podrían haber actuado los demás a través de ellos.

—Es que no puede ser posible. Draco me dijo que ellos habían cambiado y que luchaban por ser mejores personas...

—¿Malfoy? —bufó Harry—. ¿El mismo idiota que te mintió durante meses? ¿En serio vamos a creerle a él?

Hermione le dirigió una mirada molesta y él cayó al instante, rodando los ojos.

—Aquí la cosa es que Dolohov atacó a Jennifer en lugar de a mí, y tal vez Lucius Malfoy atacó a Harry. La pregunta es por qué —concluyó Ron.

—Sigo sin entender cómo Jennifer sabía quién era Dolohov o por qué logró vencerla, ¿no de supone que es tan buena en combate como ustedes? —repitió Hermione—. Tampoco recuerdo que la familia Bane tuviera antecedentes de ser mortífagos, ¿o sí?

Ron se notó todavía más nervioso e incómodo.

—En realidad, los Bane no son sus padres biológicos.

—¿Qué?

—No le digan que dije eso...

—Pero...

Pero Harry no terminó de decir nada más porque la puerta de la habitación se abrió rápidamente. Todos callaron al ver que el rostro de Jennifer se asomó por ahí y sonrió con amabilidad.

—Disculpen —murmuró—, pero el medimago quiere que ya salgan. Dice que Harry necesita descansar.

—Eh, sí, claro. Gracias por avisar —dijo Ron y, con una última mirada extraña hacia sus amigos, caminó hasta la puerta y pasó su brazo alrededor de los hombros de Jennifer para ambos salir después, cerrando la puerta tras ellos.

Hermione se giró hacia Harry.

—Lamento decir esto, pero Jennifer no me da buena espina.

—Estuve con ella y Ron muchos meses, Hermione. Creo que si estuviera conspirando en ataques para asesinarme, lo sabría.

Pero a pesar de eso, Hermione no compartió su mismo pensamiento.  Aún sin confiar demasiado, se despidió de Harry, prometiendo volver a visitarlo y luego salió.

Cuando estuvo fuera, Draco caminó hasta ella en silencio, pero a pesar de que Hermione respondió vagamente a las cosas que él preguntó, no pudo evitar mirar de reojo a Ron y Jennifer, quienes estaban metros alejados y hablando entre sí.

Al parecer, ambos nerviosos e inquietos.

Por alguna razón, Hermione ya no confiaba en la rubia. Aunque no entendía muy bien el por qué.

•••

Después de lo de Harry, Hermione había quedado bastante preocupada, por lo que después de despedirse de Draco, llegar a su departamento y ponerse una ropa más cómoda, Apareció fuera de la casa de sus padres. Al ver un foco prenderse y luego apagarse, ella dedujo rápidamente que ya se habían arropado.

Ya era demasiado tarde para pensar en hechizos de protección que tardarían tanto tiempo, esfuerzo y sangre. No quería que les pasara nada malo, por lo que sacó su varita y se dispuso a dar vueltas alrededor de la casa por si algo o alguien extraño se presentaba.

Así pasó las siguiente hora, merodeando alrededor de la casa de sus padres. Sus párpados comenzaron a pesarle poco tiempo después, pero se despertó de golpe cuando un extraño pero conocido sonido se produjo en su jardín trasero.

Con el corazón latiendo muy rápido, alzó su varita en triste y caminó hasta la parte trasera de su casa, pensando en los miles de hechizos con los cuales podría defenderse si alguien se aparecía.

Pero entonces su respiración se aceleró aún más cuando en uno de los árboles más cercanos pudo apreciar una figura alta y con una capucha negra. Hermione, aún con su varita en triste y al ver que la figura no hacía nada, se acercó para intentar ver quién era, atenta a su defensa.

Aunque no hizo falta, pues cuando ella estuvo a poco menos de cinco metros, la figura se destapó la capucha. Hermione no podía creer lo que veía.

Era Lucius Malfoy.

Se congeló.

—¡Expelliarmus! —gritó el hombre, y apenas alcanzó a reaccionar con un Protego. Lucius se acercó hasta ella y comenzó a enviar hechizos tras hechizos que la tomaron tan de sorpresa que caminó hacia atrás.

Ella también envió un hechizo para defenderse, y cuando este rasguñó la mitad de la cara de Lucius y sacó sangre, él aprovechó su sorpresa para desarmarla.

Su varita cayó varios metros lejos de ella.

La mejila de él sangraba.

Lucius se acercó a ella con una sonrisa triunfante y con la varita en triste.

Oh, Merlín.

Estaba perdida.

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