6. Nick

—Eres un idiota, Malfoy —gruñó la castaña—. Realmente un idiota.

Luego soltó su vaso de una manera muy brusca y salió del lugar, no sin antes arremangar el hombro de Hermione el pasar cerca de ella.

—Mejor iré con ella —dijo Blaise, rodando los ojos y haciéndose paso entre todos para seguir a la chica—. Debo cuidar que no se tire de la Torre de Astronomía o sino mi tía va a matarme.

—¡Me la saludas! —gritó Malfoy por encima de la música para después reír y darle un sorbo a su vaso cuando Blaise le levantó el dedo corazón sin mirarlo.

Cuando todos volvieron a su habitual charla, Amelia se acercó a Hermione y la miró con una expresión despampanante.

—¿Y? —preguntó—. ¿Qué te hizo venir?

Ella se encogió de hombros como respuesta.

—Bueno, te sentí muy enojada, así que decidí venir.

—¡Pero no me enojé! —protestó—. Es decir, fue algo molesto, pero los enojos siempre se me pasan demasiado rápido.

—Ame —dijo Hermione mientras fruncía el ceño su amiga—, te juro que si hoy te emborrachas igual que la última vez, no volveré a venir a ninguna fiesta más.

La castaña abrió mucho los ojos y luego dio una sonrisa triunfadora, como si se hubiera ganado la lotería con esas simples palabras.

—¡Estás diciendo que habrá más fiestas!

Hermione tardó unos segundos en entender lo que ella misma había dicho. Se maldijo. Ella no había querido decir eso, tampoco lo contrario, pero ahora Amelia tendría más oportunidades de convencerla para venir a estas fiestas.

—No quise decir eso exactamente —se retractó Hermione en un intento que sabía que era inútil.

Amelia rió y luego abrazó a la morena, a pesar incluso de que tenía que ponerse de puntillas para hacerlo.

—No tomaré más esta noche —dijo firme—. Es mi regalo porque hayas venido. Y también un enorme sacrificio, así que disfrútalo.

Hermione rió en respuesta y luego miró hacia los otros espacios del lugar. Ahora había mucha más gente que la vez anterior. Casi parecía como si los Gryffindors estuvieran ahí. Aunque eso se le hizo prácticamente imposible, ya que era obvio que esas casas tenían cierta rivalidad.

Aunque parece que Ron la está rompiendo, pensó Hermione mientras recordaba cómo últimamente su amigo estaba muy unido a Jennifer.

—Iré por algo de beber —avisó a su amiga luego de unos momentos, apresurándose a salir de entre sus garras antes de que le encontrara doble sentido a sus palabras. Después se dio la vuelta y avanzó hasta la barra.

Lo único que deseaba mientras se hacía paso entre todo el gentío, era que hubiera agua natural para beber, de no ser así, tendría que conjurar un Aguamenti.

Por fin llegó a la barra y llamó al quien la atendía. Detrás de una puerta apareció un chico que, momentáneamente, se robó su atención, aunque alcanzó a bajar la cabeza con rapidez antes de que el color carmesí pudiera llegar a sus mejillas. Él era alto y de cabello negro azabache con rulos, una impecable tez blanca, ojos color verde y cejas increíblemente formadas (para la sorpresa de ella misma).

El muchacho frunció un poco el ceño al verla y luego se acercó a la barra, limpiándose las manos con un trapo que traía. Le dio una rápida mirada a Hermione que esta vez sí la hizo sonrojarse y luego miró a su alrededor.

—No te ves de esas chicas a las que les guste este lugar —murmuró burlón—. Pareces más del tipo de chica intelectual, ¿o me equivoco?

Hermione sonrió por cortesía y negó con la cabeza.

—Sólo acompaño a una amiga.

—Eso debía ser —Se encogió de hombros y luego pasó el trapo que traía en manos a uno de los cajones. Después se recargó en la barra—. Entonces, ¿qué vas a pedir...?

A ella le tomó varios segundos entender que el chico intentaba saber su nombre.

—¡Oh! Hermione —dijo rápidamente—. Hermione Granger.

Él frunció el ceño, aunque tuvo un ligero brillo que ella no reconoció.

—¿Granger? No es un apellido que haya escuchado por aquí en Slytherin.

—Es que no soy de esta casa —contestó—. Soy de Gryffindor. Y además, soy hija de muggles.

Hermione se arrepintió a los pocos segundos de haber dicho eso. Tal vez eso quitaría la amabilidad que el chico estaba mostrando. Pero a ella no le avergonzaba ser nacida de muggles, era un orgullo.

—¿Hija de muggles, eh? —el chico sonrió—. También soy nacido de muggles. Soy Nicholas Blythe. Puedes llamarme Nick.

Extendió su mano cortésmente para que Hermione la tomara. Y esta lo hizo con una sonrisa, olvidando su repentino miedo de que la amabilidad terminara.

—Bien —dijo él—. Entonces, ¿qué quieres de tomar, Hermione? Tenemos mucha variedad: Agua alegre, Berry Ocky Rot, Brandy, Brebaje de raíz de margarita... Tú decides.

—Eh, no creo que lo que yo quiero esté incluido en esa variedad. ¿Tienes agua natural?

—Tenías razón —Hizo una mueca—. No está incluido. Pero tengo una reserva que es de Zabini, no creo que se moleste si tomamos un poco para ti.

Luego sonrió y desapareció unos momentos. Hermione de repente se sintió algo molesta. No tenía idea de si el chico trabajaba aquí por su propia decisión o simplemente porque los Slytherin lo consideraban apropiado por ser hijo de muggles. Sólo pensar en la segunda opción, hizo enojarla un poco. Nick volvió rápidamente con una botella.

—Aquí tienes, Hermione —dijo extendiéndosela con una ligera sonrisa amable—. Espero volverte a ver. Este lugar necesita a más gente como tú.

Ella sonrió.

—Bueno, tal vez... —Pero no terminó de hablar porque llegó un nuevo cliente, diciendo su pedido al mismo tiempo que interrumpía a Hermione. Ella se giró en sonido de la voz y miró a Malfoy. Este ni siquiera le devolvió la mirada y volvió a hablarle a Nick.

—¡Oye! —dijo mientras chasqueaba los dedos a Nick para llamar su atención—. Te dije que quería más refresco.

Este último no había despegado la vista de Hermione. Luego se giró hacia Malfoy, y al instante la expresión agradable de Nick se tornó a una totalmente indiferente e incluso casi enfurecida. El rubio le extendió su vaso sin decir nada más.

—Ahora vuelvo —avisó Nick mientras se llevaba el vaso.

Malfoy y Hermione se quedaron en un silencio incómodo mientras esperaban al chico. La morena tuvo ánimos de alejarse, pero se sintió con la necesidad de quedarse al menos para poder despedirse de Nick.

Malfoy hipó.

No supo de dónde o cómo, pero ella tomó suficientes agallas para girarse a mirarlo de nuevo y decir:

—Deberías dejar de beber.

Él se giró para poder mirarla a los ojos, unos grisáceos fríos e indiferentes.

—Hipeé porque simplemente sucedió —dijo firme y borde—, no porque estuviera borracho.

Hermione alzó las cejas como diciendo «Sí, claro», pero decidió mantenerse callada cuando escuchó que los pasos de Nick regresaban a ambos.

—Aquí tienes, Malfoy —dijo—. Sólo refresco.

La morena enfocó su mirada hacia el vaso y, efectivamente, dedujo que sólo era refresco. De pronto, se sintió muy prejuiciosa. Se giró hacia Malfoy para pedir disculpas, sin importarle que fuera a perder algo de dignidad, pero este ya se estaba poniendo de pie.

—No bebo —dijo. Luego giró su mirada hacia Nick—. Y tú, deberías estar trabajando y no perdiendo el tiempo.

—No recuerdo haberte pedido tu opinión —respondió Nick de una manera sorprendentemente firme y segura, después le regaló una sonrisa burlona.

Draco alzó las cejas pero no dijo nada más. Luego se dio la vuelta y se alejó.

—Es un chico bastante molesto —dijo Nick sin siquiera miedo a que Malfoy pudiera escucharlo.

Hermione rodó los ojos y resopló.

—Coincido.

Pasaron la siguiente hora platicando y riendo mientras contaban sus anécdotas en Slytherin y decían sus opiniones. Hermione pasó un momento muy agradable con el chico. Y aunque ni siquiera se había terminado la noche, ella ya supo que al menos no había sido en vano esta fiesta. Conoció a un chico lindo con quien podría pasar más agradables momentos si ella volvía a venir a este lugar. Todavía no lo conocía del todo pero le estaba gustando demasiado como para poder considerarlo un amigo.

—¿Entonces? —preguntó Hermione, después de que él regresara a ella al terminar un pedido de una chica que se acercó—. ¿En qué grado vas?

—Soy de sexto al igual que tú —contestó—. Pero nací en septiembre, así que ya soy mayor de edad.

Hermione casi rió por las coincidencias que se estaban encontrando entre ambos.

—¡Ey! —dijo—. ¡Yo también soy de septiembre!

—¿En serio, qué día?

—Diecinueve.

—¡Já! —dijo el chico a manera de burla y le sacó la lengua—. Yo soy del ocho. ¡Así que soy mayor que tú!

Hermione volvió a carcajear. Nick realmente le agradaba. Siguió riendo hasta que sintió que alguien la llamó por detrás. Se giró y se llevó una gran sorpresa al ver que quien la llamaba era Malfoy.

—Te buscan allá —dijo sin apartar la vista de Nick.

Ella frunció el ceño.

—¿Para qué? —preguntó.

—¿La buscan a ella o tú la quieres alejar de aquí? —preguntó Nick alzando una ceja, de repente con una voz ya no tan agradable.

Malfoy rodó los ojos.

—Vuelve a tus asuntos, Blythe —dijo al mismo tiempo que tomaba el brazo de Hermione y la alejaba de ahí.

No caminaron ni tres metros cuando Hermione logró salir de su pequeño trance e hizo una maniobra para desprenderse del agarre y empujó a Malfoy con ambas manos.

—¡No me vuelvas a tomar así! —espetó furiosa, aún sintiendo los dedos posados en su brazo aunque ya no estaban ahí.

—¡Ey, tranquilízate, Granger! —le replicó él con una mirada como si la creyera loca—. Yo sólo estoy...

Pero ella lo interrumpió y lo único que hizo fue apuntar un dedo a su pecho y mirarlo a los ojos.

—No vuelvas a tocarme —amenazó firme y luego avanzó por su propia cuenta. Ni siquiera quiso voltear a mirar qué sucedió con Malfoy. Sólo llegó y se sentó a lado de Amelia y Jennifer, completamente molesta para disimular.

—¿Estás bien? —preguntó la rubia dando un trago a su bebida y mirándola con una ceja alzada.

—Sí —mintió Hermione—. Sólo una molestia.

Malfoy llegó poco después de ella. Se le veía un poco confundido e incluso molesto, pero aún así llegó y se posó a lado de Pansy, rodeándola por los hombros. La azabache le susurró algo inaudible en el oído, y él sólo apretó la mandíbula y luego desvió la mirada.

—Entonces —habló Theo, tomando una botella y dándole un trago directo—, ¿qué era lo que querías hacer, Pansy?

La Slytherin sonrió y miró a todos, posando su última mirada en los fijos ojos de Hermione.

—Tenemos una chica nueva —dijo—. No creo que ella quiera jugar.

—Si estoy adivinando lo que significa tu mirada, entonces no, no jugará —demandó Jennifer.

—Yo sí quiero —sonrió Amelia con ojos divertidos.

Hermione ni siquiera quiso preguntar a qué juego se referían. Por experiencia (aunque fuera poca), sabía que los juegos de Slytherin, no eran exactamente 'juegos'.

—Oh, vamos —canturreó un chico de último año—. Esta chica es una Gryffindor. Seguro puede con esto.

—Tiene razón —dijo Pansy aún mirando a la morena con unos ojos burlones—. ¿No decías que eras más valiente que yo, Granger?

Se maldijo por haber dicho eso. Pero era verdad. Se obligó a no quitar su mirada de la de ella.

—Lo soy —confirmó.

—Bien —Pansy sonrió—. Entonces ella jugará.

—Soy lo suficientemente valiente como para decir que no jugaré a tu estúpido juego.

«¡Ohhh!», el coro del grupo de Slytherin fue enorme. Incluso a Malfoy casi se le escapa un abucheo, aunque el lugar de eso, reprimió la risa y apartó la mirada. Pansy en cambio, la fulminó con la mirada.

—Bien —dijo—. Entonces jugaremos sólo nosotros.

Hermione cumplió con su jugada e intentó pararse para irse, pero antes de lograrlo, Theo (quien estaba a su lado) la había rodeado con sus brazos, impidiéndole que volviera a ponerse de pie.

—La impulsividad de Gryffindor un día va a terminar matándote —susurró burlón.

—Hagamos esto de una vez —Pansy habló y sacó su varita—. Draco y yo iremos al ala este. Theo y Jennifer, ustedes vayan a la oeste. Amelia y Daniel, ustedes a la sur. Blaise y Bella, ustedes a la norte. Los demás sólo cuídennos las espaldas.

Todos comenzaron a moverse. Hermione logró tomar a Jennifer del brazo cuando no supo qué debía hacer y la arrastró hacia ella sin que nadie se diera cuenta.

—¿Qué harán? —preguntó.

—No creerás que la barra de bebidas se llena mágicamente, ¿o sí?

Hermione no había pensado en eso, ni siquiera se le había pasado por la cabeza.

—Pues... No, pero, ¿entonces qué harán?

—Tenemos un proveedor en Hogsmeade —explicó—. Pero no podemos ir a menos que sea día de salida. Así que nos escapamos por la noche una vez al mes.

La morena estaba casi horrorizada.

—¡¿Y cómo logran eso?! —susurró.

—Los profesores tienen un cuarto de Aparición en Hogwarts, uno que nadie sabe que existe y cada semana cambia de lugar a una de las alas. Nuestro trabajo es ir a encontrarla, luego llamar a los demás e ir con nuestro proveedor. El problema es que una vez Filch nos atrapó. Estuvieron a punto de expulsarnos pero nuestro prefecto nos salvó, pero nos dijeron que la próxima vez que nos encontraran seríamos expulsados y nos borrarían la memoria, por alguna extraña y ridícula razón. Nadie sabe si lo decían enserio. Pero ese es el juego: encuentra la habitación antes de que Filch te encuentre a ti.

Hermione estaba con la boca abierta, de repente creyendo que la astucia y determinación de los Slytherin podía ser casi tan tonta y peligrosa como la impulsividad y terquedad de Gryffindor.

—¡No vayas! —susurró on voz espantada—. ¡Pueden atraparte!

Jennifer rió con ternura.

—Tranquila, llevamos mucho tiempo haciendo esto y no ha sucedido nada grave. Además, hace mucho que no juego a esto y lo necesito... Pero, si quieres sentirte más segura, toma esto.

Jennifer rebuscó entre sus jeans y luego le entregó un pergamino.

—¿Qué es esto? —preguntó Hermione mientras lo tomaba.

—Es un mapa —contestó—. Bueno, no exactamente. Sólo es un pergamino con puntos verdes (somos nosotros), cuando veas que se acerca un punto de otro color, llámanos. Eso significa que alguien está cerca. En especial si ese punto es color gris.

—¿Y cómo los llamaré?

La rubia tocó la varita de Hermione con la suya.

—Listo —dijo—. Ahora funcionan como unos gualkitukos.

Hermione frunció el ceño ante lo último y la miró extrañada e intentando encontrar lógica.

—¿Walky Tokies?

Jennifer la miró confundida.

—Eh, sí, esa cosa. Nunca sé decir su nombre... Entonces adiós —La rubia se dio la vuelta y se apresuró a alcanzar a los demás.

Hermione se quedó sola, y los chicos no vendrían hasta muy tarde, así que decidió salir del lugar. No sin antes despedirse de Nick. Al salir, se dio cuenta que Gryffindor aún seguía en la sala común. Pero no le tomó importancia ya que seguía mirando el pergamino, sólo viendo cómo los puntitos verdes comenzaban a dispersarse. Sin prestar atención a las miradas confundidas de Harry y Ron, ella se sentó en el sillón. A los pocos segundos sintió que cada uno de ellos se dejaba caer a sus lados izquierdo y derecho.

—¿Qué es eso? —preguntó la voz de Harry.

—¿Es como un mapa del merodeador? —preguntó Ron esta vez.

—No —Hermione negó con la cabeza—. Aunque yo también creí que lo era al principio.

Hermione, Harry y Ron, usaban el mapa del merodeador que le dieron los gemelos al azabache cada vez que este necesitaba escaparse a Hogsmeade o cuando querían hacer una travesura. Aunque hacía mucho tiempo que no lo habían vuelto a usar.

—¿Dónde quedó ese mapa, Harry? —preguntó Ron.

El mencionado se encogió de hombros.

—No lo sé. Creo que sigue en mi baúl. Pero entonces, ¿para qué necesitas esto, Hermione?

—Larga historia —contestó ella—. Sólo sé que no debo perder de vista esto.

—¿Así como no pierdes de vista a los Slytherins? —preguntó Ron entre burla y molestia.

Y casi como si estuviera planeado, Hermione desvió la vista del pergamino.

—Eso tiene una explicación —replicó.

—Tranquila —dijo Harry—, no te estamos reclamando. Es sólo que... ¿Recuerdas que una vez dijiste «No puedo imaginarme siendo amiga de un Slytherin»?

—Bueno —dijo avergonzada—, eso era antes de conocer realmente a los Slytherin. Al menos la mayoría...

—Sobre todo a Theodore Nott —murmuró Ron.

—¿Eh?

—Se rumorea que le gustas.

—¿Qué? —Hermione frunció el ceño—. No, por supuesto que no. He visto cómo es con las demás chicas, no es nada diferente conmigo.

—¿Qué son esos puntos verdes? —preguntó la voz de Ginny por encima de Hermione, lo cual significaba que veía el pergamino parada detrás del sofá.

—Son los de Slytherin —contestó Hermione rápidamente y regresando su mirada a Ron, dispuesta a seguir dando argumentos—. Lo único extraño que él ha hecho es...

—¿Y qué es ese punto gris? —preguntó otra vez Ginny.

Hermione desvió rápidamente la mirada hacia el pergamino y se puso nerviosa de repente cuando observó lo que había.

—¡Mierda!

Harry, Ron, Ginny, y demás gente que estaba cerca la miró con expresión de completo asombro. Y aunque ella sintió vergüenza extrema, no le importó y tomó su varita.

—¡Jennifer! —llamó, y sintió cómo Ron se removió a su lado—. ¿Me escuchas? ¡Jennifer, hay un punto gris cerca de alguno de ustedes!

Pero ninguna voz se escuchaba de la varita.

—¡Jennifer! —llamó de nuevo—. ¡Amelia! ¡Quien sea!

—¿Acabas de decir «Mierda»? —preguntó un atónito Ron.

Hermione ignoró su pregunta y trató de identificar quién era el punto verde. Aunque fue imposible ya que ninguno tenía nombre. La idea de pedirle a Harry el Mapa del Merodeador pasó por su mente, pero supo que tardaría mucho en encontrarlo y en cambio siguió tratando de entender el pergamino que tenía delante.

—Son algoritmos —dijo Ginny.

—¿Qué? —preguntó Hermione.

Ginny tomó el pergamino, cruzando el sofá para apoyarlo en la mesilla.

—Una escala que leí en un libro de matemáticas en vacaciones —Tomó su varita e hizo unos trazos, luego sonrió—. El punto gris está por el ala este.

¡Doble mierda!, pensó Hermione, recordando que esa era el ala donde habían ido Pansy y Malfoy.

—¡Jennifer! —volvió a llamar, pero de nuevo nada. La morena soltó un bufido de desesperación y se puso de pie.

—¿Adónde vas? —preguntó Harry.

—A salvarles el pellejo —contestó Hermione al mismo tiempo que tomaba el pergamino y salía de la sala común.

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