57. Nadie salvó a la princesa

Hermione se alejó tan pronto como su cuerpo se lo permitió, dio unos pasos hacia atrás, casi tropezando con sus propios pies, y luego miró a Nick.

—¿Por qué no puedo aparecerme? —preguntó, y no pudo evitar el tono amargo de su voz.

—Está el mismo hechizo que en Hogwarts —contestó. Su expresión era ilegible, la miraba con unos ojos vacíos como si ya fuera incapaz de sentir algo—. No se podrá levantar hasta que yo lo decida.

Ella apuñó sus manos y le entrecerró los ojos.

—Es una broma, ¿no? —masculló, pero la única respuesta que obtuvo de él fue un encogimiento de hombros y una falsa sonrisa.

Su primer instinto fue abalanzarse hacia él, tan rápido que incluso pareció desprevenido. Ella fue directo por su varita —una vez que la tuviera podía pensar en algo para salir—, así que empezó a aruñar a Nick al tiempo que él se quejaba y daba pasos hacia atrás.

Él le estaba diciendo que se calmara, que no había necesidad de ponerse así, pero eso solo hacía que Hermione se molestara más; por lo que en un fallido intento de recuperar su varita, Nick de nuevo no controló sus movimientos y la empujó con una fuerza implacable hasta que tropezó y cayó en la alfombra.

Se lastimó la muñeca, pero no le hizo saber eso, solo lo miró desde el suelo.

Nick alzó una mano para limpiarse la poca sangre que salía de su labio inferior, y al mirarla bufó.

Ella intentó volver a levantarse e intentar cualquier otra cosa para tomar su varita, pero apenas se paró sobre sus pies, escuchó a Nick murmurar algo, y para cuando lo miró él solo sostenía una varita: y era la suya.

—¿Dónde está mi varita? —preguntó, siniendo la desesperación surgir en ella.

Avanzó hasta él, pero apenas logró dar un paso antes de que apuntara su varita hacia ella.

Hermione se detuvo.

—¿Eres capaz de eso también? —instó ella, aunque una voz en su cabeza le dijo que era mala idea—. Me traes aquí sin mi consentimiento, ¿y ahora planeas maldecirme?

Nick no respondió. Ella se mantuvo mirándolo, viajando su mirada entre él y la varita que la estaba amenazando. Comenzó a formarse todo un escenario rápido en su cabeza: uno donde ella escogía el momento perfecto para ir por la varita de Nick, recordando la defensa personal que Ginny y Amelia habían estado practicando hacía unas semanas, tal vez ella podía hacer un movimiento rápido para distraerlo y...

Nick hizo desaparecer su propia varita antes de que pudiera hacer nada, y apenas miró eso, sintió la desesperanza apoderarse.

—Si tú no tienes varita, tampoco yo —dijo él, y a pesar de que soltó una risa con la intención de ablandar la tensión, solo la hizo sentirme más incómoda—. Me parece justo, ¿a ti no?

Ella no respondió, rodeó uno de los sillones más cercanos y luego fue hacia la puerta cercana; movió la manija pero nada pasó, luego fue a la siguiente, pero esta también estaba cerrada. Finalmente fue hasta la puerta por donde habían entrado, una que, igua que las otras, estaba cerrada.

Aún así, la desesperación la obligó a mover la manija una y otra vez.

—Está cerrada. Ya debiste haberte dado cuenta.

—¡Por supuesto que me doy cuenta, Nicholas! —gritó hacia él, frustrada.

Cerró los ojos y dejó sus manos encima de la perilla, relajó su cuerpo y concentró su mente. Nunca había intentado un Alohomora con magia sin varita, pero ahora más que nunca debía intentarlo.

Fijó toda su mente y todo su cuerpo en la sensación de magia que corría por sus venas, ordenándoles que corrieran hacia la única cosa que ella necesitaba hacer.

—¡No estás haciendo eso! —farfulló Nick detrás de ella, y eso fue lo que la desconcentró. Escuchó los pasos apurados detrás de ella y apretó más los ojos con la intención de que la magia corriera más rápido.

Un metro más y Nick la atraparía...

La perilla sonó con un «clic» que le regresó la respiración. La movió y la abrió, pero apenas fueron unos centímetros antes de que la mano de Nick la empujara con fuerza para volver a cerrarla.

La tomó del estómago, alzándola varios centímetros sobre el suelo como una muñeca de trapo y luego la alejó de la puerta, incluso cuando ella siguió retorciéndose demasiado. Caminó con ella hasta la siguiente puerta que antes había encontrado cerrada y la abrió, apenas lo hizo, la dejó dentro y la cerró con rapidez antes de que pudiera hacer nada.

Gritó su nombre e intentó mover la perilla, pero resultó inútil porque él no contestó ni la puerta tampoco se abrió. Trató de agudizar su oído para escuchar qué era lo que estaba haciendo, pero solo podía escuchar pasos apresurados, llaves e incluso lo parecían ser cadenas.

Hermione no perdió el tiempo, encendió el foco de la habitación y comenzó a buscar en todo el lugar cualquier cosa que pudiera ayudarle. Buscó en el armario, pero ahí solo habían cajas con cosas que no le servían para nada. Intentó abrir los burós a lado de la cama, pero también estaban bajo llave. Fue hasta la ventana, pero esta estaba sellada por alguna razón.

Estuvo a punto de revisar debajo de la cama cuando la puerta se abrió de nuevo.

Ella se levantó del suelo inmediatamente y miró lo que traía en manos: un martillo. Llámenla loca, pero miles de malas situaciones comenzaron a surgir en su mente, por lo que inconscientemente dio dos pasos hacia atrás.

Nick pareció entenderlo, porque él mismo miró el martillo y luego hizo una mueca.

—Lo siento —murmuró en voz muy baja, alzó el martillo para que ella lo mirara y añadió—: No haré nada con esto.

Aún así, Hermione se mantuvo alerta hasta que lo miró dejar caer el martillo al suelo. Estaba a unos metros de ella, por su mente pasó la idea de arrojarse hacia él para al menos tener algo con qué defenderse, pero de nuevo, Nick lo hizo desaparecer.

Ella alzó la mirada y respiró hondo mientras elegía cuidadosamente sus palabras.

—Nick, quiero irme.

—Lo sé.

Tragó saliva, odiándose por preguntarlo, pero no tenía más opción:

—¿Puedo irme?

—No ahora.

Hermione frunció el ceño. Observó la expresión de Nick y, aunque sus ojos seguían perdidos y vacíos, ya no estaban esas venas apretando su frente o su mandíbula, así que lentamente se acercó a él.

—¿A qué te refieres con «no ahora»?

—Solo no ahora.

—¿Por qué? —Se atrevió a dar un paso más, maldiciendo internamente la osadía que le otorgaba Gryffindor—. Solo necesito que me regreses mi varita, yo tomaré mis cosas y me iré. Ninguno volverá a ver al otro.

La esquina de los labios de Nick se elevó en una falsa sonrisa.

—¿Y qué te hace creer que eso quiero? —preguntó y ella calló—. Debiste haber usado tu varita desde el primer instante en que me miraste, Hermione. Habrías evitado todo esto, pero ahora ya no hay nada que se pueda hacer. No puedes irte, no al menos hasta que haya encontrado la manera de arreglar esto.

—¡¿Arreglar esto?! —chilló Hermione—. ¿Cómo podrías arreglar esto?

Lo miró apartar la mirada solo unos segundos antes de volver a ella. Su expresión todavía era un libro cerrado.

—Eso es lo que planeo averiguar los próximos días.

—¡¿Días?!

—Sí, Hermione, no pienso encerrarte aquí toda la vida. No soy un monstruo y tú no eres un animal.

Intentó contenerlo, pero las palabras brotaron de su garganta como una lija afilada:

—Estás siendo un monstruo ahora.

Miró directamente a los ojos de Nick, y por su momento —por un pequeñísimo momento—, ella pareció haber visto al verdadero Nick, al que ella conocía y en el que ella confiaba. Pero tan rápido como llegó se fue, porque pronto regresaron esos horribles ojos falsos.

—Tal vez —murmuró, encogiéndose de hombros—. Pero me conozco. Sé que ahora solo estoy pensando en todo lo que me molesta, pero cuando salga de esta ensoñación, el Nick al que le importas querrá matarme... Solo quiero limpiar mi trabajo sucio.

—Estás hablando de ti como un álter ego —observó Hermione.

—Eso es lo que soy. Problemas de ira no deberían unirse con magia, ¿lo sabías? Me lo dijo una vez mi terapeuta.

—Entonces, ¿tú eres o no eres Nick?

Lo miró sonreír lentamente hasta que soltó una risa cruel. Negó con la cabeza, mirándola como si fuera un cachorrito recién nacido.

—Soy Nick de cualquier manera u otra, Hermione. Es solo que a veces me gusta justificar mis acciones echándole la culpa a mi álter ego, pero eso solo ocurre cuando mi parte emocional está tan apagada y destrozada que permito que mi furia me controle. Pero si quieres verlo de una manera más fácil: el Nick que tú conoces está muy escondido ahora, yo soy simplemente el Nick que él había querido esconder de ti.

—¿Cuándo volverá el Nick que yo conozco?

Él volvió a carcajear y luego se llevó las manos a los bolsillos de sus jeans.

—Acabo de hacer probablemente la cosa más estúpida de mi vida trayéndote aquí a la fuerza. ¿Crees que el Nick que tú conoces quiere volver para enfrentarlo y ver lo que ha hecho? —Hermione no respondió, por lo que él siguió hablando—: ¿Alguna vez has leído Diarios de Vampiros?

De nuevo, ella se mantuvo en silencio. Pero Nick no volvió a decir nada más, mirándola directamente, dispuesto a escuchar una respuesta de ella.

—No —murmuró.

—Buena saga de libros, deberías leerlos algún día —dijo—. Verás, una de las ventajas que tienen los vampiros en esa saga es que cuando hay sentimientos y emociones que son demasiado pesados para seguir siendo cargados, ellos tienen un interruptor mental que los ayuda a apagar su humanidad. Cuando hacen eso, ya nada les importa, nada les duele, solo piensan y sienten exactamente lo que quieren. En alguna parte de ellos, sigue el vampiro que ama, quiere y protege, pero mientras la humanidad siga apagada, no hay más que le importe que él mismo.

—¿Qué tiene que ver eso contigo?

Nick le sonrió.

—Bueno, Hemione. Supongamos que eso es lo que me pasa cuando los ataques de ira me controlan: el Nick que tú conoces se esconde en alguna parte mientras el Nick que tienes delante reluce.

Ella no sabía qué responder. Seguía mirando a Nick mientras pensaba en lo que había dicho. Una parte de ella creía que no debía comparar ficción con la realidad, pero otra parte solo estaba pensando en qué era lo que se necesitaba para regresar al Nick en el que ella confiaba.

No tenía varita ni con qué defenderse, mínimo debía intentar eso.

—¿Qué se necesita para que vuelvas? —se atrevió a preguntar, pero recibió una risa por su parte.

—Oh, Hermione... Un detonante emocional, por supuesto. Por ejemplo: si tú fueras yo, tu detonante sería Malfoy; ya sabes, alguien por quien quieras regresar.

—¿Cuál es tu detonante emocional?

—Pansy Parkinson —respondió al instante, sin vacilación—. Verás, ella hacía esto... —Dio un paso hacia ella y tomó sus muñecas antes de que pudiera alejarse, alzó sus manos hasta que estuvieron en sus mejillas y luego intentó mover sus pulgares—. Y luego acariciaba, me miraba directo a los ojos y luego comenzaba a recitar un poema que solo ella y yo sabíamos —Nick sonrió, como si de repente lo hubiera recordado—. Luego, cuando me sentía más calmado, me besaba. Bueno, no exactamente, era apenas un roce de labios... Y el querer regresar a ese tacto era lo que me hacía volver. Con el tiempo ya no fue necesario porque me ayudó a controlarlo.

Él pronto pareció darse cuenta que quien tenía delante era Hermione y no Pansy, por lo que intentó alejar sus manos, pero ella las mantuvo.

—¿Cuál era el poema? —preguntó.

—¿Qué?

—¿Cuál era el maldito poema?

Nick frunció el ceño y luego sonrió con burla.

—No lo entiendes, el detonante funionaba porque ella me amaba y lo hacía porque de verdad quería que regresara. Tú no me amas, y quieres que vuelva solo para salvarte a ti misma. No va a funcionar, Hermione —Nick la retó. Ella sintió sus mejillas arder e intentó alejar sus manos, pero esta vez él se aferró a ellas—. Pero vamos, ¿qué diversión habría si no lo intentaras? Quiero verte jugando a ser ella.

Hermione le lanzó una mirada furiosa.

—No voy a poder, ya lo has dicho —siseó. De nuevo intentó alejar sus manos, pero él hizo presión en sus muñecas para mantenerlas en su lugar. Ella apretó la quijada y comenzó a respirar pesadamente—. Nick —llamó—. Me estás lastimando otra vez.

—Una de las ventajas del álter ego es que no te importa eso —dijo y sonrió, solo mantuvo sus manos unos segundos más antes de soltarlas.

Ella dio automáticamente unos pasos hacia atrás mientras se tallaba las muñecas y observaba las marcas de los dedos sobre ellas. Miró a Nick, más molesta que nunca.

Él se encogió de hombros.

—Es muy tarde, ¿no crees que deberíamos dormir? —preguntó y luego cerró la puerta detrás de él—. Iba a dejarte dormir aquí y yo me iba a dormir en el siguiente, pero dado que acabo de notar que eres muy rápida para la magia sin varita, debo tomar precauciones.

—No voy a dormir en la misma cama que tú.

Nick rodó los ojos.

—Puedes dormir en la alfombra si quieres, no me importa. Solo necesito quedarme aquí para alcanzar a detectar la magia cuando quieras usarla.

Ella no respondió, así que él comenzó a quitarse los zapatos. Se quitó el chaleco hasta quedar en camiseta y luego se bajó los pantalones.

Hermione apartó la mirada.

—No es algo que no hayas visto antes —dijo él, y las ganas de vomitar se atoraron en su garganta. No lo miró, pero lo sintió caminar hasta la cama y luego escuchó las sábanas moverse.

Para cuando regresó la mirada a él, ya estaba recostado y tenía su antebrazo cubriendo sus ojos.

No dijo nada y ella solo se quedó así durante muchos minutos. Tal vez pasó más de media hora antes de que escuchara su respiración lenta y relajada, indicando que ya estaba dormido.

Ella comprobó eso antes de acercarse muy sigilosamente hasta la puerta. Movió la manija en silencio, pero esta también estaba cerrada. Dejó sus manos alrededor y cerró los ojos para concentrarse.

Aunque luego pensó que sería mala idea. Para cuando ella abriera la puerta, Nick podría detectar su magia y apenas alcanzaría a salir de la habitación, porque de igual manera la salida seguiría con candado. Sería inútil y molestaría al álter ego.

Suspiró. Tenía sueño y estaba cansada, pero no quería dormirse sabiendo que él estaba cerca.

Pasó las siguientes horas buscando en hasta el más mínimo rincón de la habitación cualquier cosa que pudiera ayudarla. Incluso tanteó debajo de las esquinas de la alfombra para ver si encontraba una maderal del suelo salido o algo parecido, pero nada.

La habitación estaba meticulosamente hecha para ser un fuerte. De repente comenzó a preguntarse por qué Nick tenía en su propiedad algo así.

La ventana comenzó a iluminarse con el alba del amanecer, y eso y sus párpados pesados la estaban invitando a dormirse. La alfombra no parecía tan incómoda ahora que la veía bien...

Pero no podía dormir. Con esfuerzo, se levantó del suelo donde había estado buscando las maderas y luego caminó hasta Nick. Ya había revisado su pantalón por si había una llave o su varita, pero no había encontrado nada. Sin embargo, la camisa que traía puesta tenía un bolsillo que tal vez podría tener algo para ayudarla.

No había querido intentarlo por miedo a que despertara sin poder agotar antes todas sus demás opciones, pero ahora sentía que ya no había más por hacer.

Rodeó la cama lentamente hacia él y luego se hincó a su lado. Destapó con mucho cuidado la sábana para mirar el bolsillo, y sintió una oleada de esperanza cuando captó que en realidad sí había algo en él. No era su varita, obviamente, pero tal vez sería la llave.

Se aseguró de que siguiera dormido antes de animarse a alzar su mano. Esta estaba temblando, más no sabía si era por el miedo, o por el simple hecho de que siempre había tenido un muy mal pulso en situaciones de presión.

Acercó su mano y llegó hasta la tela. Se adentró en el bolsillo lentamente y, al sentir metal, sintió el alivio inundarla. Se aferró a la llave y luego la sacó con un sigilo demandante.

Miró a Nick al rostro, procurando que siguiera dormido mientras alejaba su mano lentamente, sintiendo su corazón subiendo a su garganta.

Unos centímetros más y estaría fuera de su alcance para correr hacia la puerta...

Pero justo ahí él la atrapó.

Nick jaló la argolla de la llave, y debido a que Hermione la tenía sobre su dedo, raspó su piel hasta sacar sangre. Ella chilló y él aprovechó para recuperar la llave.

Se dejó caer en la alfombra, chupándose la sangre como primer instinto. Él se había sentado en la cama y la miraba con una clara expresión de «qué tonta eres».

—Déjame adivinar —dijo—: no has dormido por estar buscando una manera de salir —Ella no respondió y él miró la ventana—. Está amaneciendo, deberías dormir. No quiero arreglar esto y que no sirva de nada porque tú moriste por falta de sueño o algo así.

—No quiero dormir, quiero irme de aquí.

—¡Y lo harás! Solo... —gruñó—. Olvídalo, me encargaré yo.

Nick se levantó y sin decir más salió de la habitación, ella lo habría seguido de no ser porque de verdad estaba muy cansada. Se quedó en el suelo, acariciando su dedo inconscientemente mientras pensaba qué era lo que podía hacer.

Diez minutos después, Nick volvió a la habitación con un pan y una taza en sus manos. Cerró con llave y luego se acercó al buró que estaba a lado de Hermione. Lo miró dejar las cosas ahí, y luego la tomó de su muñeca de nuevo para ponerla de pie.

Quiso luchar, pero lo único que hizo fue deshacerse de su agarre y sentarse ella misma sobre la cama. Nick la obligó a subir sus piernas, y en pocos segundos, ya estaba sentada en la cama y arropada.

—Ahí hay algo para que comas —dijo—. Si no quieres el pan, me da igual, pero mínimo bebe el té, te ayudará a dormir.

—No.

Nick resopló ruidosamente, tomó la taza en sus manos y ella automáticamente lo miró con sospecha y se hizo hacia atrás.

Él le alzó una ceja.

—No me veas así —espetó—. No voy a hacerte daño.

Quiso decirle que ya lo había hecho, pero su garganta estaba dormida. En realidad, ese té si le apetecía, pero no quería aceptarlo.

Nick le acercó la taza.

—Bébelo —ordenó. Ella no se movió—. Hermione...

Ella tomó la taza, ya no tenía más remedio. Estaba cansada y necesitaría fuerzas si después quería seguir buscando su propia salvación.

Miró a Nick, esperando que el que ella conocía reaccionara pronto, pero cuando no lo hizo, se bebió hasta la última gota de ese té. Curiosamente, era lo único familiar que ella sentía, porque Nick los hacía cada domingo cuando estaban juntos; siempre la despertaba con uno en sus manos.

Nick la miró fijamente y luego la taza, y Hermione se preguntó si estaría pensando lo mismo que ella.

No pasaron muchos segundos cuando sintió sus párpados demasiado pesados. Miró a Nick, con la esperanza de que le dijera qué estaba pasando, pero él solo la miraba con la cabeza ladeada y una ligera sonrisa pintada en su rostro.

Pero después ya no pudo verlo mucho porque su vista comenzó a nublarse.

Sintió sus músculos demasiado ligeros, y con el ceño ligeramente fruncido captó cuando él le quito la taza de sus manos.

De repente comenzó a tener mucho sueño, tanto que ya ni siquiera podía mantener sus párpados abiertos... Y pocos segundos después, sintió que se la tragó la oscuridad.

•••

—Cualquier cosa... Por supuesto... En unos minutos... Lo lamento... Manténgame al tanto...

Esas fueron las primeras palabras que Hermione escuchó al despertar. Se estiró en la cama, sintiéndose más renovada que nunca, y de repente recordó dónde estaba.

Se levantó de un tirón tan rápido que se mareó.

—Por fin despiertas —dijo la voz de Nick, y ella buscó en la habitación hasta que lo encontró sentado en el pequeño sofá de la esquina—. Creo que se me pasó la mano con la poción para dormir sin sueños.

Hermione se talló los ojos.

—¿Cuántas horas dormí?

—No pensaba decirte para que no te alteraras, pero casi cuarenta.

—¡¿Estuvo dormida por casi dos días?!

Nick resopló.

—Sí, Hermione. ¿No escuchaste que dije que se me pasó la mano con la poción?

Ella tuvo ganas de arrojarle un zapato, pero no había ninguno cerca así que solo le lanzó una mirada furiosa. Tenía mucha hambre, pero habían más preguntas.

—¿Con quién hablabas? —exigió saber.

—Tu madre —respondió con una sonrisa condescendiente—. Siempre ha confiado ciegamente en mí, ya sabes. Es la tercera vez que me llama, quiere saber si sé algo de ti. Le dije que estaba en Estados Unidos, pero que iba a tomar un vuelo a Londres y... —Miró su reloj—. Se supone que aterriza en cinco minutos, así que debo prepararme para ir.

—¿Mis padres me están buscando?

Él rodó los ojos.

—Sí, debí haber imaginado que dejar a Blacke como cabo suelto sería un problema. Ella era la única que podía saber si algo te pasaba porque cuando tus padres llamaron a tu departamento, fue ella quien contestó y fue la primera persona en notar que era extraño que no pasaras a despedirte de ellos como supuestamente debías... Ahora tienes a un maldito grupo buscándote. ¡Oh! —añadió con una sorpresa fingida—. Y por si fuera poco, Malfoy también está ahí. Él es el único que no confía en mí, de hecho. Hmm, tiene sus razones.

Hermione no respondió, su mente se quedó en la idea de que Malfoy también la estaba buscando y que era el único que no confiaba en Nick.

Llámenla estúpida, pero se aferró a la idea de que él podría encontrarla.

—Creo que es hora de que me vaya —dijo Nick, levantándose del sofá—. Tengo que preparar mi cara de preocupación.

—Nick, espera.

Ella se puso de pie tan pronto como se le permitió y luego corrió hacia él. Lo abrazó con fuerza, aferrándose a su cuerpo.

Él no le regresó el abrazo, se quedó estático sin hacer nada durante varios segundos, y de pronto reaccionó y la alejó. Apenas murmuró algo y luego salió de la habitación diciendo que había comida en la cocina.

Hermione solo respiró hasta que escuchó la puerta del departamento cerrarse de nuevo. Se dejó caer en la cama y luego olió su muñeca.

Sintió el alivio recorrerla: porque todavía olía a su perfume.

«—Él me dijo que tu perfume olor a cereza lo traía loco y que estaba haciendo estragos su nariz.

—¿Qué pasa con eso?

—Draco jamás se fija en los perfumes de las chicas. Jamás.»

Se sentía tonta por aferrarse a algo que quizás no funcionaría, tal vez estaba poniendo muchas esperanzas en algo que sería inútil, pero no podía evitar creer en que serviría de algo.

•••

Los siguientes cuatro días pasaron como una monotonía destrozada. Siempre era la misma rutina: despertaba, desayunaba, Nick se iba a fingir que ayudaba en su búsqueda, ella aprovechaba todo el tiempo para buscar cómo salir, fallaba, se daba un baño, Nick regresaba, cenaban y dormían.

La magia sin varita no volvió a funcionar, al menos no como ella deseaba, porque cuando volvió a intentarlo, su magia de descontroló y en vez de un Alohomora salió un Bombarda que hizo añicos la pared, golpeándola y dejándola inconsciente. Cuando despertó, Nick había arreglado la pared y ella estaba en cama con una benda en la cabeza.

—No más magia sin varita, te lastimarás —había dicho Nick esa noche.

Después de los primeros dos días después de haber enviado la «señal» a Malfoy y que nada ocurriera, se dio por vencida.

No podía esperar a que nadie la salvara, ella se había metido en esto y ella debía salir por su cuenta.

En los cuentos de hadas que su mamá le leía de pequeña, la princesa era salvada por el príncipe; lo que significaba que alguien debía venir a salvarla a ella.

Pero nadie vino.

Nadie salvó a la princesa.

Así que ella se salvó sola.

—Nick, ¿cómo era tu mamá? —preguntó Hermione. Estaba recostada boca arriba y mirando al techo, mientras Nick trataba de dormir a su lado.

—¿Eh?

—¿Cómo era tu mamá?

Sintió a Nick fruncir el ceño, pero no lo miró porque era de noche y no había ninguna luz encendida.

—Bueno, ella era delgada, tenía el cabello azabache y ojos azules.

—Pero dime cómo era. ¿Qué era lo que hacía que la amaras?

Él no respondió de inmediato, pero ella no lo apuró, se mantuvo con paciencia hasta que lo escuchó suspirar profundamente.

—Ella siempre veía lo bueno de las personas —comenzó—. No importaba cuántas cosas malas hiciera alguien, siempre encontraba una explicación y siempre perdonaba. Rompí muchos de sus jarrones favoritos mientras jugaba fútbol, y nunca se molestó por ello: me decía que algún día sería un jugador profesional —Sintió la sonrisa de Nick—. Ella también era muy inteligente, y hacía unos macarrones deliciosos que me daba después de cenar cada noche. Era muy amorosa y tenía el corazón más noble del mundo.

Hermione no pudo evitar sonreír ligeramente, pero luego se concentró en su siguiente pregunta.

—¿Cómo era tu padre? Además de físicamente.

—Era rubio y de ojos verdes. Fue modelo en su juventud, pero siempre fue humilde y de un enorme corazón. Amaba a mamá como nadie más, la cuidaba y la protegía como si fuera su vida —Soltó una risilla—. Lo curioso es que siempre decía «ella es solo una amiga» cuando eran pequeños. Él siempre fue justo, honesto y trabajador. Era muy divertido también, siempre jugaba conmigo, y era muy coqueto con mamá.

Ella elevó sus labios en una pequeña sonrisa y luego giró su cabeza sobre la almohada para mirarlo.

—Nick...

—Mamá estaba embarazada cuando pasó el accidente —interrumpió, de repente su voz lejana y mirando al techo igual que como ella había hecho—. Tenía cinco meses, iba a ser una niña y la iban a llamar Emilie en honor a mi abuela... No la conocía aún, pero yo ya había jurado que la iba a querer y proteger al igual que papá hacía con mamá —Se detuvo y se quedó en silencio, pasó un minuto entero antes de que volviera a hablar—: Pero luego ocurrió el accidente, y ninguno de ellos se salvó. Quedé solo y mi tía abuela Amelie me adoptó.

—¿Nick? —llamó de nuevo, y esta vez él también giró su cabeza sobre la almohada para mirarla directamente.

A estas alturas, Hermione sentía su garganta picar. Podía estar muy molesta, pero la empatía seguía siendo una de sus más fuertes cualidades.

Respiró hondo antes de preguntarlo:

—¿Crees que tu familia estaría orgulloso de ti ahora? —Él se miró confundido, así que ella se apresuró a seguir hablando—. ¿Crees que les gustaría ver en lo que te convertiste?

—Yo... Siempre he hecho todo lo posible para salir adelante. Busqué el puesto más alto de MACUSA solo por ellos.

Hermione hizo una mueca.

—¿Y yo? ¿Crees que ellos aceptarían que me tuvieras retenida aquí en contra de mi voluntad?

Nick se miró aún más perdido y confundido. Se sentó en la cama en un movimiento muy rápido, agitado y respirando apresuradamente. Hermione lo siguió de cerca.

—¿Qué estás haciendo? —murmuró Nick—. ¿Por qué haces esto?

—Solo estaba recordándote que tienes otro detonante emocional —contestó. Acercó su mano a la de él y la sostuvo, Nick se aferró a sus dedos y cerró los ojos.

—No quiero —masculló—. Hermione...

—Piensa en ellos, Nick. Piensa en todo lo que hicieron por ti.

Ella se movió en la cama hasta encontrar una posición frente a él y luego alzó una mano sigilosa para acariciar su mejilla con delicadeza, tal cual había dicho que lo hacía Pansy.

—Abre los ojos —dijo en voz baja y tranquila—. Mira lo que has hecho y arréglalo de la manera correcta.

Él lo hizo y la miró, y Hermione aguantó la respiración mientras se aferraba a su mano, observando sus ojos con atención... Hasta que de pronto sus iris regresaron a cobrar vida y calidez.

Regresando al Nick que ella conocía.

—Murieron —Fue lo primero que dijo, y después llegó un sollozo, y otro, y otro, y otro hasta que el llanto se lo tragó.

Ella dejó que la abrazara, escuchando todo lo que él decía sobre lo mucho que extrañaba a sus padres y lo mucho que deseaba haber estado en ese carro junto a ellos aquel día.

Hermione solo se encargó de estar para él y tranquilizarlo, por primera vez respirarando tranquila luego de casi una semana.

Luego de terminar de llorarle a sus padres, comenzó a llorar por ella y murmurar cientos de disculpas, tantas que ella olvidó por qué estaba enojada. Dijo que había querido controlarse desde el primer instante, pero que su álter ego guardado durante años había hecho presencia en el peor momento.

Lloró, lloró y lloró, pero a Hermione no le importó, porque hiciera lo que hiciera, ella saldría de ahí esa misma noche.



















———

Sí, me basé en el Adrinette, Y QUÉ, Y QUÉ, Y QUÉ, JJASKJAJA.

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