5. Complaciendo a Amelia
Hermione regresó a su habitación completamente nerviosa. Cerró la puerta detrás de ella y agradeció que no hubiera nadie dentro. Recargó su cuerpo en la madera y dejó caer su cabeza hacia atrás.
Suspiró mientras cerraba sus ojos e intentaba tranquilizarse.
¿En realidad era que Draco Malfoy la había puesto nerviosa? ¿Cómo era eso? Malfoy no le llamaba la atención, ni mucho menos le gustaba. Ese chico siempre había sido su pesadilla del colegio, él aprovechaba cada momento que podía para molestarla y ofenderla. Hermione jamás se fijaría en alguien como él... Tal vez sólo había sido la euforia del momento.
Toc, toc, toc.
Hermione se sobresaltó ante el sonido y se alejó de la puerta. Se giró y observó a esta.
—¿Quién? —preguntó.
—Abre la puerta de una vez —ordenó una voz neutra que ella conocía bastante bien para su gusto.
—¡¿Malfoy?!
Se quedó atónita unos segundos, sin saber si debía o no abrir la puerta. Su parte racional le gritaba que no lo hiciera y estaba decidida a hacerle caso.
—¿Qué haces aquí? —inquirió—. ¿Cómo pudiste subir?
—¿Podrías abrir la jodida puerta de una maldita vez? —contestó ignorando sus preguntas y aún con ese tono de voz indiferente que lo caracterizaba en diversas ocasiones.
Hermione parpadeó, confundida.
—¡No!
—Da igual, la iba a abrir yo.
Y tal como si fuera su habitación, abrió la puerta y entró. Hermione dio unos pasos hacia atrás, alejándose de él inconscientemente.
—¿Qué haces aquí? —preguntó la morena segundos después cuando por fin halló su voz.
Malfoy la miró con el ceño fruncido.
—¿No es obvio? —preguntó—. Vengo a ver si estás bien.
Hermione quedó atónita, ¿Draco Malfoy preocupándose por ella?. Debía estar siendo una simple y cruel broma. La morena se quedó sin habla por unos segundos antes de volver a mover sus labios.
—¿En serio? —preguntó incrédula y con una ceja alzada.
—Claro que no —respondió el rubio—. Solo vengo por algo del baúl de Pansy. Así que quítate.
Draco pasó por un lado de Hermione y se dirigió al baúl de la Slytherin. Bueno, ciertamente esta sí era una actitud que pertenecía a él. Le asustó incluso lo familiarizada que se sintió a su trato grosero y aterrada que se sintió a lo contrario. Ella se dio la vuelta para poder mirarlo.
—Eso fue grosero —dijo—. Al menos podrías intentar ser amable, ¿sabes?
Malfoy bufó y luego soltó una pequeña carcajada mientras seguía buscando en el baúl de Pansy algo que Hermione no alcanzaba a ver.
—¿Y desde cuándo me ha importado ser grosero o no contigo, Granger? —Draco por fin encontró lo que buscaba y sacó una camisa larga color gris.
Hermione quedó pensativa, llegando a la conclusión de que lo que decía era verdad. Malfoy nunca se había preocupado por ser amable. Frunció el ceño mientras pensaba. El rubio se puso de pie y miró su extrañado rostro, luego rió por lo bajo, casi inaudible.
—Es verdad —coincidió Hermione—. Pero ahora, ¿podrías por favor salir de la habitación de chicas y no volver jamás?
Malfoy chasqueó la lengua como si el comentario le molestara, pero definitivamente no lo hizo.
—No creo que eso sea posible —dijo y luego alzó la prenda gris que traía en sus manos—. ¿Ves esto? Es mi camiseta, y Pansy se queda con ella cada vez que... Ya sabes, cada vez que tenemos nuestros encuentros —Hermione tuvo ganas de vomitar con sólo pensarlo—. Así que seguido vengo por ella. Pero tranquila, las próximas veces que venga ni siquiera me notarás, tal y como no me has notado las veces anteriores.
¿Entonces Malfoy ya había entrado antes a los dormitorios de chicas? ¿Y cómo podía hacerlo? Hermione ni siquiera sabía si en la casa de Slytherin tenían el mismo hechizo de las escaleras que en la casa de Gryffindor. Se le erizó la piel con sólo pensar que Malfoy podría ya haberla visto durmiendo. No era un escenario que le gustara pensar.
—Prefiero que vengas por ella cuando yo no esté en la habitación —replicó Hermione—. Ahora, repito, ¿podrías salir?
La morena se hizo a un lado y alzó una mano extendiéndola hacia la puerta para que el Slytherin pudiera salir.
Malfoy alzó ambas cejas hacia ella como si estuviera diciendo «¿En serio?». Y la castaña le dirigió una mirada amenazante como de las que le enviaba a Ron, aunque tenía poca fe de que funcionara a este caso. El chico se dio por vencido y comenzó a avanzar hasta la puerta, aunque luego se detuvo en el umbral, sin darle tiempo a Hermione de poder cerrar la puerta.
—También puedo ser amable, ¿sabes? —dijo—. Que contigo no me importe serlo es un hipogrifo de otro color. Nos vemos, Granger.
Hermione sonrió forzosamente.
—En realidad, me gustaría no volvernos a topar —Dicho eso, la morena cerró la puerta en su cara.
Ella hizo lo mismo que la vez anterior, se recargó en la puerta y cerró los ojos mientras dejaba salir un suspiro. ¿Cómo era que un chico podía ser tan nefasto? ¿Cómo esperaba sobrevivir durante más tiempo estando en la misma casa que él?
La puerta volvió a tocar.
—¡Te he dicho que te fueras! —gruñó Hermione con voz cansada y molesta.
—¡Grosera! —replicó una voz conocida—. Soy yo, Ame.
Hermione se separó de la puerta y luego la abrió.
—Gracias a Merlín —dijo—. ¿Dónde estuviste? Pudiste haberme sacado de un lío de haber estado en la habitación.
—¿Dónde estuviste tú? —contestó Amelia con mirada pícara, adentrándose al lugar—. O mejor dicho, ¿con quién estuviste tú? Acabo de ver a Malfoy salir de la habitación.
La morena abrió demasiado los ojos cuando encontró la insinuación oculta en las palabras de la chica.
—¡Oh, por favor, no! —Se llevó las manos a la cabeza e hizo como si se fuera a desmayar—. ¡No, Ame! ¡Jamás!
Amelia rió.
—Por favor nunca pienses eso —siguió Hermione, de repente sintiendo que debía aclarar muy bien eso—. Y por favor respóndeme por qué Draco Malfoy puede entrar a las habitaciones de chicas.
—Todos pueden —contestó Amelia con una ceja alzada—. ¿Qué clase de animales serían si no? Oh, mierda, espera... ¿En Gryffindor no pueden?
—Eh..., bueno, ¿no?, supongo. Las escaleras de Gryffindor tienen un hechizo para que ningún chico pueda subir a nuestras habitaciones.
La castaña la miró con rostro de horror, como si acabara de descubrir una atrocidad que cometía su propia casa.
—¡Eso es horrible! —espetó indignada—. ¡Es como si no confiaran en ellos!
Hermione debía admitir que ella también había pensado eso alguna vez. Era muy frustrante que no pudieran reunirse en un lugar a solas sólo por aquel hechizo. Como si ella pudiera terminar con algunos de sus dos mejores amigos, imposible.
Amelia la pasó de largo y se sentó en su cama.
—Aquí no tienen ningún hechizo —dijo—. Pansy dijo que no los necesitan. Es decir, algunos chicos son idiotas (algunos demasiado idiotas), pero jamás harían algo sin permiso de ellas. Es lo que he visto de Slytherin estas semanas: parecen tenerse mucha confianza.
—Supongo que en Gryffindor también tenemos, pero no aún la suficiente como para que los chicos vayan a nuestras habitaciones. Puede que podríamos lograrlo, pero no mientras ese hechizo nos lo impida.
Amelia se quedó pensando con el ceño fruncido en algún punto del suelo. Luego pareció recordar algo y volvió a mirar a Hermione con un ligero brillo en sus ojos.
—¿Y bien? —preguntó—. ¿Entonces qué hacía Malfoy aquí?
—Vino por una camiseta.
La chica bufó en respuesta, rodando los ojos.
—Siempre lo hace. Lo he visto entrar por las noches y siempre le arrojo un almohada. Es asqueroso. Cada vez que lo veo rebuscando entre el baúl de Pansy me da náuseas de sólo pensar que han tenido uno de sus..., «encuentros». Los primeros días que llegué aquí no venía tan seguido, pero ahora parece que le es un hábito venir por lo menos tres noches a la semana por su camiseta. Quiero decir, ¿acaso no tiene más?
Hermione se encogió de hombros.
—Pues... Tal vez Pansy las guarda tanto que lo dejó sin ninguna.
Amelia se giró a mirarla con una expresión que claramente emanaba burla.
—Por favor, Hermione. Es Draco Malfoy. Incluso viviendo en Francia sabía de su prodigiosa familia. Él come oro, de seguro tiene para comprarse un millón de camisetas.
Hermione soltó una ligera risa y luego caminó para poder dirigirse hacia su baúl. Una vez llegó, lo abrió y comenzó a buscar su pijama para estar cómoda y tomar su magnífica lectura.
—¿Qué haces? —preguntó Amelia una vez se dio cuenta que la conversación había terminado.
—Busco mi pijama —contestó la morena—. Recuperé un libro que Ron me había robado y ahora quiero volver a leerlo. Batallé mucho para obtenerlo sin que me vieran, así que amerita una buena leída. Eso sin mencionar que tuve que arrastrar las cosas de Ron con rapidez para tomarlo y mis manos huelen a comida podrida.
Amelia se puso de pie y se acercó a ella.
—¡Ay, por favor, Hermione! —dijo mientras tomaba sus manos y hacía que se pusiera de pie—. ¡Es sábado por la noche! No pasarás un sábado por la noche encerrada en tu habitación mientras lees, ¿o sí? Porque si es así, eres la única aburrida que lo hará. Mira a tu alrededor, la habitación está sola. Todos están divirtiéndose.
Hermione no pudo evitar sentirse ofendida ante ese comentario, pero aún así medio rió.
—Primero que nada... —dijo—. ¡Auch! Segundo, ¿qué más quieres que haga? Para mí quedarme aquí a leer es un excelente plan, y estoy segura de que no soy la única que podría pensar lo mismo.
La castaña se cruzó de brazos.
—Claro... Qué lástima que sólo estamos tú y yo en la habitación y no hay nadie más que pueda votar a tu favor.
—Bilius El Beligerante puede —replicó Hermione con voz decidida mientras se acercaba hacia su peluche.
—¿Bilius el qué? —preguntó Amelia sin poder evitar dejar escapar una risa—. ¿Quién es él y cuándo puedo matarlo por votar en mi contra?
—Bilius El Beligerante —repitió—. Es un peluche que me regaló Ron en uno de mis cumpleaños pasados, y no puedes matarlo porque sino Ron me mataría a mí.
—De acuerdo... —Amelia tomó al peluche y lo volvió a poner en la cama de Hermione—. Pero tengo un mejor plan para tu sábado por la noche.
La sonrisa de la castaña era inmensa a comparación de la mirada disgustada que llevaba la otra.
—Si te refieres a que vaya a una de sus fiestas, la respuesta es no —Hermione se alejó de Amelia y volvió a fingir rebuscar entre su baúl.
—¿Pero por qué no? —Se escuchó la voz indignada de la otra chica detrás de ella— ¡Oh, vamos, Hermione! Sé que dijiste que nunca más volverías a ir a una de nuestras fiestas pero nunca pensé que era un literal.
—Ya te dije que las fiestas no son lo mío, Ame.
—Y tú muy bien sabes que rogar no es lo mío pero aquí estoy, Hermione.
La morena se giró a mirarla. Se dio cuenta que Amelia se había puesto seria y la miraba con unos ojos de súplica. Y a pesar de conocerla por apenas un mes, le sorprendió verla con esa expresión.
—Quiero que vayas —pidió la castaña.
Hermione sintió culpa y volvió a posar su mirada en el baúl. Si seguía mirando a Amelia, terminaría cediendo.
—Lo siento, Ame —se disculpó—. Pero mi decisión es definitiva.
Ni siquiera miró la expresión de Amelia pero casi sintió su molestia en su nuca. Siguió buscando en su baúl hasta que, unos segundos después, escuchó cómo la puerta de la habitación se cerraba.
Hermione resopló y se dejó caer completamente al suelo al mismo tiempo que se tapaba su rostro. Se sentía mal por no haber cedido, Amelia había sido muy linda con ella, y aquí estaba Hermione, siendo una aguafiestas que seguramente ya le había arruinado la noche. Pero es que por más que ella quisiera a la chica, las fiestas realmente no eran su fuerte, y mucho menos si era con esas personas.
Trató de no pensar en eso y se dirigió a las duchas para poder darse un baño tranquilo mientras intentaba dejar de lado la culpa que la carcomía.
•••
Mierda, pensó Hermione.
Estaba enredada en su toalla, sólo mirando dos atuendos que resaltaban mucho en su baúl: su pijama, y un lindo vestido color verde oscuro que su madre le había regalado unos días antes de regresar a Hogwarts.
¡Mierda!, volvió a pensar.
Se odió a sí misma y tomó el vestido. ¿Por qué era tan buena persona? Ni idea, sólo sabía que al menos una parte de su corazón se alegraba porque no iba decepcionar a Amelia.
Una vez vestida, sacó unos tacones color negros. Los miró. No, pensó. Tacones ya eran demasiado, siempre había sido pésima usándolos. Los dejó aún lado y tomó unos zapatos negros.
Usó su varita para poder aplacar su cabello y luego se medio rizó las puntas, aunque intentó dejarlas un poco al natural; cosa que ni siquiera pareció hacer un cambio e internamente lo agradeció.
Inconscientemente, se acercó al baúl de Amelia y abrió su cajón de maquillaje. Demonios. Había tantas cosas que Hermione no tenía ni idea de para qué servían. Todas parecían lo mismo. No, pensó de nuevo y cerró el cajón.
Se puso de pie y miró la hora. Casi las once de la noche. De nuevo, sólo esperaba que ninguno de sus amigos estuviera debajo en la sala común.
Abrió la puerta y se maldijo a sí misma al escuchar muchas voces debajo. Casi estuvo a punto de volver a refugiarse en su habitación cuando una voz la llamó.
—¿Hermione?
Ella se giró en dirección a la voz y se encontró con una rubia subiendo las escaleras.
—¿Jennifer? —preguntó—. Hola, ¿no deberías estar en la fiesta?
—Voy hacia allá, de hecho —contestó—. Te vi cuando bajaba y regresé. ¿Tú vas?
—Bueno... —vaciló. Ahora ya no estaba tan segura de querer ir, tal vez sólo había sido la euforia del momento.
—Oh, vamos —Jennifer se acercó y tomó el brazo de Hermione para hacerla caminar sin darle tiempo de protestar algo más—. Tenemos tiempo que no te vemos por allá.
—Está bien. Pero quiero pedirte un favor.
—Dime.
—Bueno... —Hermione se detuvo justo en el final de las escaleras—. La verdad es que no me gustaría que mis amigos me vieran así, y mucho menos yendo a una fiesta. Se decepcionarían mucho de mí.
—¿Por qué lo harían? —preguntó Jennifer dándole una pequeña sonrisa confundida—. Son tus amigos. Además, todo mundo tiene derecho a divertirse. No dejes que la opinión de los demás te importe. Eres tú quien decide quién y cómo eres.
Hermione sonrió con sinceridad hacia la chica. Realmente había tenido una idea errónea sobre los alumnos de esta casa. Los Slytherin podían ser de las personas más amables del mundo.
—Pero es que su opinión sí me importa... Son mis amigos y...
—Y si realmente son tus amigos, ellos no te juzgarán —terminó la rubia—. Pero te apoyaré, si no quieres que te vean, yo puedo...
—No —interrumpió Hermione, de repente sintiéndose más valiente ante el consejo de la chica—. Tienes razón, son mis amigos y me entenderán.
Jennifer sonrió y luego la morena también. Juntas bajaron las escaleras y atravesaron la sala común, que, tal y como Hermione había predicho, estaba llena. Incluyendo a sus amigos. Captó la mirada de Harry, y se relajó muchísimo cuando este sonrió al verla. No encontró a Ron, pero agradeció no haberlo hecho. Ron... Él era mucho más estricto. También miró a Ginny pero esta alzó las cejas como con expresión de sorpresa y luego le sonrió.
—¿Ves? —preguntó Jennifer cuando ya habían llegado al pasillo—. No fue tan difícil.
Hermione bufó y luego rió de los nervios. La rubia tocó la puerta y luego entraron al lugar. La música inundó los oídos de la morena apenas entraron, y la luz se fue. La Habitación seguía igual que la última vez. Amplia, con la barra de bebidas, luces led, y todos los Slytherins dispersados por cada mesa.
Jennifer la jaló del brazo para hacerla caminar y poder llegar a donde estaban los demás. No habían siquiera llegado cuando Hermione pudo captar la gran sonrisa de Amelia al verla.
—¡Hermione! —gritó por encima de la música mientras se abalanzaba para poder darle un abrazo—. ¡Viniste! ¡Me salvaste de hacerte un drama por la mañana!
Todo arrepentimiento de haber venido, se eliminó en aquel instante.
Aún por toda la música, el grito de Amelia logró escucharse e hizo que los chicos voltearan hacia Hermione y Jennifer, quien ya se había adelantado y había aceptado una bebida que le estaba ofreciendo Blaise Zabini.
Los mismos de la vez anterior seguían ahí. Y Hermione se maldijo a sí misma cuando cruzó mirada con Draco Malfoy, a quien, sólo unas horas antes, le había dicho que prefería ya no toparse con él.
Theodore Nott le acercó una bebida a Hermione, pero esta la rechazó con una sonrisa.
—¡Miren esto! —aludió una chica que la morena no conocía luego de unos segundos—. ¡Granger aprendió a vestirse!
Hermione apretó ligeramente la mandíbula y bajó la mirada. Era obvio que eso no era un cumplido. Se abstuvo de decirle que probablemente había aprendido cómo vestirse desde mucho antes que ella, pero decidió que no valía la pena discutir por algo tan insignificante.
Jennifer le pasó una botella de agua y ella la tomó con una sonrisa.
Theodore miró a Hermione con una ceja alzada y luego se acercó para murmurar un «No me mates por esto» para luego pasar un brazo sobre sus hombros. Ella se sintió momentáneamente incómoda pero no se atrevió a quitarse.
—En realidad... —canturreó la voz Malfoy—. Está mejor vestida que tu primera vez, Warrington.
Pansy soltó una carcajada que intentó ocultar tomando un trago a su vaso.
—No voy a negarte eso —dijo Theodore dando una rápida sonrisa burlona—. Warrington parecía una monja.
La chica de apellido Warrington, quien al parecer era la castaña burlona, se ruborizó y luego dirigió una mirada amenazante a Malfoy. Este le respondió con una sonrisa y dio un trago a su bebida.
Hermione también sonrió por lo bajo y luego dio un trago a su botella de agua. Captó la mirada de Malfoy, y se sorprendió al ver que este le guiñó el ojo.
Desvió la mirada justo a tiempo de sufrir un colapso de confusión y se preparó mentalmente para lo que restaba de la noche.
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