49. Un baile para recordar
¿Hermione ya había mencionado que el año escolar estaba a nada de terminarse? Bueno, era así, y ella no sabía si alegrarse, entristecerse o molestarse.
En realidad, podía sentirse como quisiera, no era algo que pudiera evitar y no estaba Ron para decirle que una persona no podía sentir tantas cosas.
Así que mientras sus deberes y su necesidad de estudiar para sus ÉXTASIS parecían comérsela viva, ella algunas veces se hallaba molesta por no poder mejorar o aprender las cosas con más devoción; otras veces triste porque recordaba que su estadía en Hogwarts estaba llegando a su fin; y por último, alegre porque se sentía dichosa de haber sido tan afortunada de conocer este mundo y a las personas tan especiales que ahora tenía.
Pero aún con toda su mente hecha una revolución por tantas emociones, ella se concentró en el colegio, estudiando hasta altas horas de la noche en la habitación de Draco y las tardes en la biblioteca.
Hermione no aceptaría una S en sus exámenes finales, ella necesitaba y deseaba con fervor sacar una E en todas sus materias; y esta vez ni siquiera Draco podría desviarla de su determinación a lograrlo.
Las semanas pasaron, Junio llegó y con él las prubas tanto prácticas como de teorías. Fue probablemente la semana más pesada que Hermione tuvo en toda su estadía en Hogwarts, incluso más que cuando fueron sus TIMOS. Incluso no se vio en ningún momento con Draco y estuvo durmiendo en la Torre de Gryffindor.
Tampoco era como que a él le hubiera molestado porque estaba igual de perdido en el estudio que ella. Apenas se miraron unas horas en aquella semana, y cuando los exámenes terminaron, Hermione sintió que por fin podía respirar de tanto estudio.
Pero luego recordó que aún no tenía los resultados y volvió a impacientarse, necesitando saber sus calificaciones.
Los días después fueron un completo respiro para todos, pues técnicamente el año escolar ya había terminado y eso significaba que ya no había más temas por enseñar. Aún así, los profesores se encargaron de mantenerlos ocupados hasta que Dumbledore anunció el final del curso en el banquete y una graduación para los de séptimo grado.
Mientras algunos profesores y alumnos que Hermione no conocía bien se encargaban de arreglar todo para su graduación, el expreso arribó en Hogsmeade la tercer semana de junio para llevarse a casa a los demás alumnos; incluyendo Ginny y Luna.
Por otra parte, la casa de Hufflepuff había corrido la voz de que haría una pequeña fiesta de fogata en Hogsmeade el día siguiente de la graduación, y el mensaje llegó a casi todo el colegio; Amelia se apuntó rápidamente a ello y terminó convenciendo a Hermione, Harry y Ron de ir; y la morena, por consiguiente, convenció a Draco de ir.
Después de esperar unos días, donde tuvieron el colegio para ellos solos —prácticamente—, el día de la graduación por fin llegó. Fue en un salón enorme a las afueras de Escocia para que así pudieran asistir todos aquellos padres muggles.
Cuando despidieron a Hermione con honores frente a todos, lo único que ella miró fue a sus padres, sentados en una mesa lejana junto a los padres de Harry y los padres de Ron, y de solo mirar sus expresiones orgullosas, supo que en realidad todo lo que había hecho fue por ellos.
No fue sorpresa cuando Draco también fue despedido con honores, pero a diferencia de Hermione, él no se miró muy feliz, fue solo una reacción monótona y casi mecánica, mirando al vacío del salón.
En un día de graduación normal, Hermione debió haber conocido a los padres de Draco, pero él evitó el tema a toda costa incluso cuando ella le preguntó; en cambio, él prefirió acercarse a los señores Granger y pasó casi toda la tarde con ellos.
Al final, cuando todos ya estaban recibidos, Hermione se sorprendió al mirar a medio Ravenclaw lanzar sus varitas al aire. A ella le tomó unos segundos entender lo que hacían, y cuando miró que todos estaban haciendo lo mismo, sonrió a Draco desde el otro lado del salón antes de arrojar también su varita al aire.
Ella había creído que eso solo sucedía en las películas muggles al arrojar sus birretes al aire, pero al parecer las costumbres mágicas no eran tan diferentes.
Fue una cena elegante lo que restó de la graduación, y cuando todos comenzaban a irse, Hermione se acercó a sus padres para avisar que se quedaría un día más; al igual que Harry y Ron con los suyos. Ginny había venido a la graduación también, y le rogó a sus padres para que también la dejaran, y a pesar de que Ron al principio se negó, pronto se encontró prometiendo que él la cuidaría si la dejaban.
Fueron a la cama, y a la tarde siguiente, Ginny ya se encontraba buscando un atuendo atractivo para que Hermione usara.
Y ahora era aquí donde ellos se encontraban: camino a la fiesta de fogata en Hogsmeade mientras el sol se metía. Harry y Ron venían detrás, Amelia venía tomada del brazo de Harry, pero no estaba hablando con él, solo caminaba en silencio mirando el atardecer mientras los otros dos hablaban. Hermione iba delante junto a Ginny mientras esta hablaba de cualquier cosa para distraerse.
Hermione había quedado con Draco de mirarse ya cuando estuvieran ahí, así que por el momento no sabía de él.
Era verano, por lo que ella llevaba puesto un vestido florar color rojo, sencillo. Pero Ginny se había encargado mejorar sus descontroladas rizos y de maquillarla; su labial rojo resaltando.
Ginny, en cambio, venía mucho más hermosa que nunca. Y Hermione, a pesar de que la pelirroja no le había dicho nada, podía reconocer su enorme mirada de determinación; y sabía que pretendía hacer algo. Y su atuendo era apenas una parte de su plan.
Cuando llegaron, Hogsmeade era algo totalmente diferente a lo que algún día pudieron ver. Todas las tiendas estaban cerradas y abandonadas, había una enorme fogata en el centro del parque principal, y al rededor de esta había decenas de grupos de personas, riendo, hablando y disfrutando de su último día juntos.
Había música que resonaba por casi todo el pueblo, pero Hermione no reconocía de dónde venía. También habían luces colgando de un lado a otro, lo que le daba un toque mágico que por un momento la dejó hipnotizada.
Y por supuesto, había alcohol por donde sea que mirara. De hecho, le sorprendió mirar un grupo de personas alrededor de una mesa, donde al pasar Hermione miró a tres chicos y una chica jugando póquer.
No encontró a Draco de primer momento, así que se concentró en pasar el rato con sus amigos mientras hallaba ese destello rubio.
Pasó una hora y media antes de que Hermione por fin alzara la vista entre risas y se encontrara con Draco mirándola desde la distancia.
Él llevaba unos jeans negros y una camiseta color azul oscuro, y ese color solo resaltó su pálida piel e hizo que sus ojos se miraran más azules que grises.
Se mantuvo mirándolo varios segundos, sin darse cuenta de la ligera sonrisa que estaba dándole, y luego se despidió de sus amigos y rodeó la fogata para ir hasta él.
Caminó lentamente y sin que sus ojos dejaran los de él, sintiéndose como una fantasía que no sabía podía tener. Tenía a Draco Malfoy parado a pocos metros de ella con las manos metidas en los bolsillos de sus jeans y con una ligera sonrisa ladeada, y de alguna manera, se sentía surreal.
—Hola —saludó Hermione cuando estuvo a un paso cerca suyo. Se detuvo y esperó a que él le respondiera, pero Draco solo se acercó para tomar su mejilla y dejó un suave beso sobre sus labios antes de alejarse de nuevo.
Y Hermione comprendió que esa era una mejor manera de saludar.
—Hola —dijo de todas maneras—. No tenía planeado llegar tan tarde, lo siento. Tuve un pequeño inconveniente con Blaise.
—Está bien —replicó ella, encogiéndose de hombros—. ¿Quieres hacer algo? ¿Alguna bebida?
—No por el momento.
—Bien. ¿Quieres... caminar, tal vez?
Él le alzó una ceja, y ella se mordió el labio inferior como mero instinto. Pero luego sonrió y se acercó a ella para dejar un brazo por encima de sus hombros y comenzar a caminar.
—¿Qué es lo que pasó con Blaise? —preguntó Hermione antes de poder detenerse, aunque maldijo a su curiosidad apenas las palabras salieron de su boca.
—No debería decírtelo, pero supongo que estás de alguna manera muy lejana envuelta en ello también. Blaise está perdido por la chica Weasley, pero ella lo mandó al diablo y ahora cree que es la peor persona del mundo por haberla lastimado y se odia por perderla. Antes de venir aquí lo encontré borracho en la sala común y muy molesto; por un momento creí que me golpearía pero luego solo se echó a llorar. Tuve que ayudarlo a que regresara su sobriedad y lo traje acá para que se despejara... No esperé que Weasley estuviera aquí, así que apenas Blaise la miró adentrarse al bosque, la siguió. Después lo perdí. Estuve a punto de ir tras él pero luego recordé que no soy su niñera y que está suficientemente grande para resolver sus problemas... Y entonces aquí estoy.
Demasiada información. Hermione entendía todo desde el punto de vista de Ginny, así que era difícil sentir lástima por Blaise cuando, ciertamente, lo merecía. No era que alguno fuera un completo santo, pero ella siempre estaría del lado de su amiga.
Por instinto, Hermione giró su cabeza para buscar a Ginny, y efectivamente, su cabellera pelirroja no se veía por ninguna parte.
Aunque le sorprendió que no fuera la única buscando, pues Harry también parecía buscar a alguien con la mirada; y Amelia estaba justo a su lado jugado póquer con otros chicos.
Ron no estaba tampoco, así que Hermione supuso que lo buscaba a él.
—Oye, deja de pensar en eso —dijo Draco, y su voz la regresó a la realidad.
—Lo siento —murmuró Hermione, volviendo la mirada al frente mientras él se detenía en una de las casa lejanas que dejaban vista al anochecer—. Es que Ron no está tampoco, Harry parece buscar a alguien, Ginny está metida en el bosque con Blaise probablemente y...
—Y son sus historias, Granger —interrumpió Draco con voz muy tranquila—. Déjalos, no podrás tener a todos siempre a simple vista, ¿verdad?
—No. No, tienes razón.
—Claro que él la tiene —dijo una nueva voz, y Draco y Hermione se giraron para encontrar a Pansy parada detrás de ellos.
Llevaba una falda negra con un top del mismo color, y a pesar de que a Hermione le hubiera gustado no prestar demasiada atención, debía admitir que se miraba muy atractiva.
—Lárgate, Pansy —habló Draco, su semblante serio mientras lo decía; aún sosteniendo a Hermione cerca suyo.
Pansy había estado mirándola desde que se dio la vuelta, pero al escuchar a Draco, su pequeña sonrisa desapareció y se enfocó en él.
—Oh, hola también a ti, Draco.
Los tres se mantuvieron en un largo silencio después de eso, la tensión creciendo entre ellos y con la música lejana de fondo.
Hermione miró de reojo a Draco, y lo encontró mirando fijamente y con sospecha a Pansy, y cuando miró a la azabache, esta tenía una expresión ilegible mientras le regresaba la mirada al rubio.
Y entonces, él alzó una ceja.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó.
—Relájate unos momentos, quito. Vengo en son de paz, y no todo el mundo gira alrededor tuyo. He venido con la sola intención de invitarlos a jugar; esto se está poniendo aburrido y quería poner algo de diversión.
—Pasamos —masculló Draco.
—Oh, vamos, no sean tan aguafiestas. Un poco de nuestros juegos y serán libres de irse a donde sea que quieran.
—No.
—Siempre tan amargado... —suspiró Pansy, rodando los ojos.
—Me apunto —dijo otra voz, y Ginny apareció de repente frente a ambos, rodeando con un brazo a Pansy y encontrando la mirada de Hermione con urgencia, casi transmitiéndole que de verdad necesitaba distraerse—. Quiero jugar.
Hermione se habría negado, pero nunca había mirado tanta desesperación en los ojos de Ginny, así que no dudó ni un segundo al decir que ella también jugaría.
Incluso cuando Draco la tomó del brazo y le advirtió con la mirada, ella lo ignoró y siguió a Pansy y Ginny, quienes ya se habían alejado al centro de la civilización.
—Esto será mala idea —susurró él, a unos pasos detrás suyo, comenzando a seguirla también.
Apenas llegaron, Pansy y Ginny comenzaron a reclutar más y más gente, y pronto pasaron de ser solo cuatro personas a ser más de veinte.
El primer juego inició muy infantil, fue una especie de teléfono descompuesto, y si la frase terminaba mal, se bebía dos shots y luego comenzaba a girar en su lugar. ¿El objetivo? No vomitar en el intento o emborracharse demasiado rápido.
Algo difícil, porque todos cambiaban la frase para que siempre perdieran. Afortunadamente, nunca llegó el turno de Hermione porque cambiaron de juego justo a tiempo. El siguiente fue solo pasarse la botella de whiskey y seguir una historia con el abecedario; uno comenzaba con la a, otro con la b, y así sucesivamente.
No importaba si se perdía o no, de igual manera se bebía y el objetivo era estar suficientemente cuerdo como para acordarse de la letra siguiente y seguir con la historia.
Draco y Hermione bebieron al menos tres veces antes de que el verdadero juego-intención surgiera a la luz.
Pansy, siendo una completa líder capaz de poner ambiente en cualquier lugar, llevó a todos al siguiente juego. Uno que todos conocían, incluso Hermione porque desafortunadamente había sido parte de él en su primera fiesta.
—Saben las reglas —anunció Pansy, alzando la voz y girándose para mirar en la lejanía a Draco y Hermione; especialmente a Draco—. Esta vez no tenemos ningún armario cercano, así que solo elijan a dos personas para besarse y es todo. Stefan, comienzas tú.
Un chico azabache de ojos azules dio un trago a su bebida antes de nombrar a dos chicos que debían besarse. Uno de Slytherin, y otro de Hufflepuff; y estos no duraron ningún segundo en hacerlo.
A medida que pasaban los turnos, Hermione comenzaba a sentirse más y más incómoda, sobre todo porque Draco estaba sentado a su lado completamente tenso y no podía apartar su mirada de Pansy.
—Mi turno —dijo alguien, y la morena salió de su ensueño porque reconoció esa voz. Y después de unos segundos de buscar entre todo el gentío, se encontró a Nick, dándole una sonrisa burlona y borracha a Hermione antes de apuntarla con un dedo—. Elijo a Hermione, y por supuesto, a Malfoy: mi querido amigo.
—Suficiente. Nos vamos —replicó Draco, y apenas le dio tiempo a Hermione de procesar lo que había dicho antes de que tomara su mano y la hiciera levantarse del suelo.
—¡Pero eso no es justo! —protestó Pansy, y muchos le hicieron coro—. Todos lo han hecho, ¿por qué ustedes no? De seguro no es muy difícil.
Draco le entrecerró los ojos, y todo su cuerpo emanó un aura peligrosa. Obviamente, Pansy no se notó ni un poco asustada ante ello.
—Vamos, Malfoy —canturreó Nick, y por su tono de voz, Hermione confirmó que estaba muy borracho—. No dirás que este juego te trae malos recuerdos, ¿o sí?
Él no dijo nada, y Hermione lo miró de reojo.
—Draco...
—Nos vamos —repitió, dio un ligero y suave apretón sobre su mano y dio vuelta sobre sus talones, llevándose a Hermione consigo mientras comenzaba a caminar lejos.
Pero no caminaron ni siquiera dos metros antes de que la voz de Pansy resonara por casi todo el lugar, atrayendo su atención:
—¡Aún estás a tiempo! ¡Hazlo antes de que sea demasiado tarde! —gritó, y cuando Hermione se detuvo y la miró por encima de su hombro, ella le sonrió y añadió—: Estoy hablando del juego, por supuesto.
Draco se giró de perfil hacia la morena, pero esta seguía mirando a la azabache.
—No vale la pena, Granger. Vámonos a otro lugar, disfrutemos lo que queda de la velada.
Pansy lo escuchó, y Hermione captó el momento exacto donde sus rasgos se convirtieron en una expresión de tristeza y lástima.
—Respuesta equivocada —dijeron sus labios, pero no salió ningún sonido de su boca.
Y tal vez fue aquella reacción lo que llenó a Hermione de adrenalina y de euforia total. Porque Pansy le había arruinado tantas cosas y, ahora teniéndola a unos metros, sabía que sería probablemente la última vez que la vería. Algo debía hacer.
Lo necesitaba.
Así que girándose a Draco, tomó su barbilla para acercarlo y lo besó con ferocidad. Exactamente como ellos lo querían, y lo supo porque la fogata se llenó de vitoreos y aplausos.
Draco le respondió, pero cuando se separó ella notó un brillo extraño y casi nostálgico en sus ojos.
Se giró hacia Pansy, pero ella ya no estaba ahí, ni tampoco Nick. Pero había una chica castaña de ojos azules que la miraba fijamente, aunque la ignoró y siguió a Draco cuando él comenzó a caminar.
Se adentraron al bosque y poco a poco el gentío se fue perdiendo, y cuando Hermione prestó atención al camino, se dio cuenta que estaban yendo a la parte de la montaña donde había sido su tercer paisaje.
Cuando llegaron, Draco soltó su mano y ella se alejó de él para apreciar de nuevo la lejana vista. La música se escuchaba un poco lejana aún, por lo que no podía escuchar nada de la ciudad muggle que seguía, pero la luz de la luna, las estrellas y aquellas alejadas linternas, fueron suficientes para distraerla.
Hasta que Draco habló.
—¿Qué fue eso de allá?
Su pequeña burbuja de admiración al lugar se reventó y se giró para encontrarse con la expresión neutra de Draco a unos metros suyos.
—¿Qué?
—El beso frente a todos.
Hermione resopló.
—¿No era lo que el juego pedía?
Él se mantuvo en un largo silencio, solo mirándola. Luego se mordió el labio y desvió la mirada, pensando durante varios segundos antes de volver a ella.
—Era lo que Pansy quería —contestó, ligeramente molesto—. Y se lo diste. La conozco, va a hacer algo, pero no tengo ni puta idea de qué.
—¿A qué te refieres?
—Arruiné mucho para ella, ahora solo me está regresando el favor... Y ya estoy harto, no puedo más.
—Draco...
—Quédate aquí —ordenó—. Iré a hablar con ella, cualquiera que sea la guerra que se traiga, debe terminar.
Y con eso Draco se dio la vuelta para regresar a adentrarse al bosque e ir a la fogata, pero Hermione reaccionó con rapidez y lo tomó de la muñeca para impedirlo. Él se giró y ella negó con la cabeza.
—No esta noche —dijo—. Puedes hablar con ella cualquier otro día que puedan verse, pero no voy a permitir que su mini juego nos arrebate esta noche, Draco. Tal vez eso es lo que quiere. Solo... hay que ignorarla por hoy. Mañana te puedes preocupar por ella, ¿está bien?
Draco la miró fijamente, paseándose por sus ojos durante varios segundos antes de suspirar profundamente y asentir, dándose la vueta de nuevo hacia ella.
—Está bien —dijo—. ¿Qué quieres hacer?
Ella le sonrió.
—No lo sé. ¿Existe alguna otra escena de tus libros que quieras recrear?
—Ninguna que involucre la cima de una montaña —contestó con el ceño fruncido—. ¿Y tú?
Hermione apartó la mirada de él para regresar a los cientos de copas de árboles que los rodeaban, apreciando las alejadas luces de la ciudad; y luego tomó a Draco de la mano y lo hizo caminar cada vez más cerca de la orilla.
—Cuidado —avisó él, y su mano se apretó un poco sobre la suya.
—Lo sé. Ya te has sentado tú en la orilla, ¿no? —preguntó y de reojo miró a Draco asentir con la cabeza—. Entonces hay que hacer eso.
—Bien.
Él fue en primero en sentarse sobre la orilla, como si quisiera antes tantear el terreno, y luego le tendió su mano a ella para ayudarla a hacer lo mismo; y justo cuando los pies de Hermione quedaron colgando en el vacío, sintió una pequeña fobia apoderarse de ella.
Observó de reojo lo altura a la que se encontraban, y rápidamente tragó saliva antes de apartar la mirada y dejarla en la lejanía de aquella ciudad.
Escuchó a Draco medio reír a lado de ella.
—¿Te dan miedo las alturas?
Hermione resopló, pero no respondió lo contrario porque al parecer sí era así. Sintió la mirada de Draco sobre ella, como si estuviera diciéndole que aún podían irse si quería, pero ella le lanzó una mirada cansada, lo que hizo que él se encogiera de hombros y apartara la mirada.
Se quedaron en silencio durante varios minutos, solo disfrutando de la compañía del otro y ninguna incomodidad. Cada uno perdido en sus pensamientos y, al mismo tiempo, conscientes de que dónde estaban y con quién.
Y después de diez minutos, Hermione por fin habló:
—¿Cómo vamos a hacer esto?
Draco frunció el ceño, pero no la miró.
—¿Hacer qué?
Ella se giró a mirarlo y levantó un dedo para apuntar entre ambos.
—Esto, nosotros —aclaró—. Ya no volveremos a Hogwarts, ¿cómo vamos a mirarnos, cuándo?
—Encontraremos la manera —contestó él, también girándose a mirarla—. Yo hallaré la forma de escaparme de mis padres e ir a verte. Pan comido, podemos lograrlo.
Hermione aplanó sus labios en una sola línea y ladeó la cabeza.
—¿Tus padres? ¿Los mismos que no me quisiste presentar en la graduación?
Draco se notó incómodo ante la mención, y suspiró pesadamente.
—Escucha, no quise hacerlo porque ellos no merecían conocerte, ¿está bien? Además, mi padre no fue a la graduación y mi madre pasó tan desapercibida que no la noté hasta el final. De igual forma, no te perdiste de nada.
—Draco, algún día deberemos...
—No esta noche —interrumpió, y luego añadió con una sonrisa—: Mañana te puedes preocupar por eso, ¿está bien?
Hermione resopló, odiando que tomaran sus propios comentarios en su contra, pero decidió dejar morir el tema por el momento.
Esta sería la última noche que estarían juntos porque al día siguiente todos regresarían a sus casas y cada quien a sus caminos diferentes; no debían desperdiciarla en pláticas que ponían a ambos incómodos.
Así que ella suspiró también para relajarse y luego se acercó a él para apoyar la cabeza en su hombro, regresando a mirar el paisaje que tenían delante.
Uno de los lugares donde había comenzado todo.
De nuevo, se mantuvieron así en un silencio cómodo y relajado, sin necesidad de que alguno dijera algo para llenar o mejorar el momento. Pero aún así, cuando comenzó a sonar una canción de Elvis Presley a lo lejos, Hermione se emocionó tanto porque era la primer canción muggle que ponían y eso la hizo levantarse de casi un salto.
—Conozco esa canción —dijo, y Draco le alzó una ceja desde el suelo—. Hay que bailar.
Él hizo una mueca fingida y negó con la cabeza.
—Hmm, no. En realidad, bailar no es lo mío.
—Oh, vamos, nadie te verá.
—Puedo verte bailar —ofreció Draco, y soltó una risa cuando ella le entrecerró los ojos.
Hermione sacó su varita y murmuró un hechizo que logró que a música se escuchara lo suficientemente cerca como para poder bailar; y al escuchar la letra se dio cuenta que era la de "Always on my mind".
—Draco, esta canción es bellísima. Levántate de ahí, no puedes ser tan malo bailando.
La sonrisa burlona desapareció y fue reemplazada por un ceño fruncido.
—¿Quién dijo que era malo bailando?
—Dijiste que bailar no era lo tuyo.
—Sí, pero eso no significa que no sepa bailar. Mamá me obligó a ir a clases de baile desde que cumplí los cuatro años, soy todo un prodigio en el baile.
Hermione carcajeó, cruzándose de brazos.
—Bien, entonces demuéstralo. Veamos si eres tan bueno en el baile como dices.
Draco resopló y se puso de pie, limpiándose la parte trasera de sus jeans en el proceso.
—No te creas tan inteligente, acabas de hacer psicología inversa.
—Sí, sí, como digas.
—Pero aún así no está de más demostrarte el dios que soy en el baile lento —murmuró con burla. Se acercó a Hermione y, antes de que ella pudiera prevenirlo, dejó sus manos sobre su cintura y la acercó a su cuerpo. Después añadió en un susurro burlón—: Trata de seguirme el paso.
Hermione alzó una ceja y luego levantó sus manos para dejarlas sobre sus hombros, y justo cuando la siguiente melodía de la canción comenzaba a sonar, Draco comenzó a balancearse de un lado a otro con una delicadeza que la sorprendió por unos segundos.
Sus cuerpos estaban casi pegados el uno del otro, y ella no podía apartar la mirada de él; más no sabía si era porque no quería perderle el juego o porque simplemente se había perdido en estos.
Draco fue quien dirigió los movimientos y ella se lo permitió, admitiendo para sí misma que, efectivamente, nunca había bailado con alguien que marcara los pasos con tanta ternura, entrega y delicadeza.
Era como si Draco hubiera nacido para bailar esta canción.
Era hipnotizante cómo él nunca dejaba de mirarla, y aún así tenía tiempo de balancear sus cuerpos al compás de la música y dar unas ligeras vueltas cuando era el momento adecuado.
Y entonces Hermione comprendió que Draco Malfoy no era cualquier persona; sino un chico heredero de una de las familias más conocidas y poderosas del mundo mágico, uno que había sido creado para ser prácticamente perfecto en cualquier cosa que hiciera.
¿Había algo que hiciera mal? ¿Algo en lo que Hermione fuera brillantemente mejor? Porque en realidad, ella estaba hecha polvo en su baile a comparación del suyo.
En ningún momento la pisoteó como seguramente ella lo habría hecho, y sus manos sabían recorrer el cuerpo de Hermione en el instante correcto y en los lugares correctos.
Y de repente dejó de prestar atención a la música porque solo existía esa atenta mirada de Draco y esos perfectos movimientos de un lado a otro.
Justo cuando miró sus ojos más allá de solo mirarlos, Hermione entendió algo.
Algo muy grande. Pero fue Draco quien habló primero que ella:
—¿Cuántas veces te he dicho directamente que eres hermosa? —preguntó, y en realidad sonó como un duda.
Ella frunció el ceño.
—No lo sé, no es como que lleve la cuenta.
—Creo que han sido siete —murmuró él, y a pesar de que la seguía mirando, sus ojos estaban perdidos en sus propios pensamientos—. Pocas veces, supongo.
Hermione sonrió un poco confundida, aún moviéndose con la canción que estaba por llegar a su fin.
—¿Qué tiene que ver eso?
—Tú sabes que yo creo que eres hermosa, ¿no?
Ella se quedó aturdida por unos segundos antes de asentir.
—Sí, supongo. ¿Pero eso...?
—Nunca he sido una persona de muchas palabras, o que lo exprese abiertamente —interrumpió tranquilamente—. No muchas veces te digo que eres hermosa, pero lo eres, ¿bien?
Un ligero pero emocionante escalofrío se recorrió por todo su cuerpo y la llenó de calidez, lo que la hizo sonreír sinceramente.
—Lo sé.
—¿Funciona así con todo lo demás? —preguntó otra vez, y Draco parecía realmente tener esa duda—. Si no te digo que te quiero, ¿aún así lo sabes?
Hermione abrió la boca para responder, y justo ahí la canción se terminó, dejándolos en el silencio de la noche. Ambos se detuvieron, pero se quedaron en la misma posición y aún mirándose fijamente a los ojos.
—Sí —contestó en voz baja—. También lo sé.
—Y si no te digo que te amo, ¿aún así lo sabes?
Todo el cuerpo, mente y alma de Hermione se paralizó, no fue capaz de procesar ninguna otra cosa porque su mente solo se concentró en esas palabras, encontrándoles el significado.
Su corazón empezó a latir muy rápido y de repente agradeció que Draco la siguiera sosteniendo porque probablemente sus piernas habrían cedido si no.
Y entonces, justo cuando no creía que otra cosa le bajara las barreras:
—Te amo —terminó Draco.
Ella no dijo nada por el momento, solo se quedó muy quieta y mirándolo, como si quisiera repetir una y otra vez lo que había dicho para comprobar si había sido producto de su imaginación o no.
Pero cuando la música volvió a sonar con otra canción y Draco respiró hondo, casi invitándola a una respuesta, Hermione comprendió que en realidad sí lo había dicho.
Así que, disfrutando de toda esa agradable calidez en su cuerpo, sonrió lentamente y luego se alzó de puntillas para dejar un suave beso sobre sus labios.
Una promesa.
Y cuando regresó a mirar los ojos grises de Draco otra vez, entendió que ya no había necesidad de guardárselo:
—También te amo.
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