44. Gryffindor de nuevo

—¿Harry? —llamó Hermione cuando iban en el expreso camino a Hogwarts. Ron estaba dormido en el sofá de enfrente.

—¿Hmm? —murmuró Harry, perdido en un libro de Quidditch que tenía en sus manos.

—¿Puedo preguntarte algo sin sonar muy entrometida?

—Depende de qué preguntes —respondió con burla y ella resopló—. Es broma, hazlo.

Hermione suspiró y luego se acomodó mejor en su lugar para mirar al azabache, quien cerró el libro que leía para darle toda su atención.

—¿Por qué Amelia y tú terminaron?

Si Harry había tomado una postura curiosa y divertida al principio, su expresión decayó unos segundos antes de encogerse de hombros y recuperarse.

—Bueno, supongo que en algún momento debía terminar —respondió, y a pesar de que su voz no sonó triste, sus ojos destellaban lo contrario—. Quiero decir, no íbamos a durar toda la vida juntos.

—Lo sé, entiendo eso. Pero... ¿Pasó algo malo entre ambos?

Hermione se sentía la peor amiga del mundo por seguir insistiendo en el tema, pero su curiosidad era una condena que la seguiría por toda la vida. Una voz en su cabeza le gritaba que nada de eso era de su incumbencia, pero la ignoraba.

Hasta que vio a Harry vacilar.

—Si no quieres contestar...

—No, está bien —atajó él, volvió a encogerse de hombros y se distrajo con su libro de nuevo, leyendo o tal vez fingiendo leer las páginas—. En realidad, no es que haya pasado algo malo es específico para que termináramos. Es sólo que ella quería cosas diferentes y de alguna manera uno era la cadena del otro, así que nos dimos ese tiempo. Apenas tenemos los diecisiete, por lo que aún hay mucho para descubrir que estar en una relación.

Hermione se mordió el labio y vaciló antes de preguntarlo:

—¿Amelia es alguien muy rebelde para un compromiso?

—Tal vez —coincidió Harry, aún en su libro—. No es justo detenerla si ella quiere cosas diferentes, así que terminar fue la mejor opción —Él se giró para mirarla y sonrió—. Pero estoy bien. Nada del otro mundo.

Ella abrió la boca para decir algo más, pero el gruñido de Ron la distrajo. Ambos se giraron hacia el pelirrojo, quien se estaba acomodando en el sofá mientras se tallaba los ojos y daba un largo suspiro.

Luego miró a Harry con una ceja alzada, y pareció recordar algo.

—Soñé que morías —dijo de repente, y mientras Hermione fruncía el ceño, el azabache pronunciaba un «Gracias, amigo»—. Pero luego revivías. Un viejo verde con ojos rojos como serpiente te mataba.

—Es una alegría que no haya muerto —replicó Harry, burlón.

•••

Hermione no pudo encontrar a Draco entre todo el gentío de Hogsmeade. Después de despedirse de Hagrid, el trío avanzó hasta los carruajes y se subió a uno de ellos, compartiendo con Dean, Seamus y Neville.

Ella no dejó de mirar en toda la estación hasta que el carruaje comenzó a avanzar y poco a poco la estación se perdió a la distancia.

No era como que hubiera hecho planes con Draco para encontrarse ahí e irse juntos, pero había esperado al menos verlo cuando bajaran.

No hablaron mucho durante lo que restó de los días luego de la cena con sus papás. Ella había tenido visita en casa de su familia paterna y rara vez tuvo tiempo de ponerse el anillo y llamar a Draco sin que sus primos hicieran preguntas extrañas.

Hermione dejó de pensar en él cuando ya no pudo ver la estación, y entonces dejó toda su atención a algo que Neville le estaba contando sobre las branquialgas.

El camino fue tranquilo, a excepción de una pequeña discusión sin sentido que tuvieron Dean y Seamus durante diez minutos antes de reconciliarse. Y ella se obligó a no atar cabos sola en su mente, porque de seguro Draco sólo se había ido con sus amigos.

Pero todo se complicó aún más cuando entraron al Gran Comedor para el banquete.

Cuando entraron al lugar, todas las miradas de los presentes se tornaron confundidas, pues a comparación del año anterior, las mesas de Gryffindor y Ravenclaw se encontraban vacías, sin compañía de los alumnos de Durmstrang.

A pesar de no saber qué sucedía, todos tomaron sus respectivos asientos en las casas que habían sido asignadas anteriormente, creyendo que en cualquier momento llegaría el alumnado del otro colegio. Hermione seguía buscando a Draco con la mirada entre todo el gentío mientras avanzaba, pero aún era en vano.

Sin embargo, cuando todos ya habían tomado asiento en las mesas de Slytherin y Hufflepuff, las puertas del Gran Comedor se abrieron y por ellas entró el director Dumbledore, luciendo tan confiado y relajado mientras sonreía cautelosamente y avanzaba hasta el podio.

Los susurros curiosos que se habían esparcido por todo el salón se callaron de golpe cuando el director alzó una mano para pedir silencio, ahora todos con su atención fija en el hombre.

Esperando respuestas. Dumbledore, sin embargo, pasó su sabia mirada por casi cada alumno que había en el lugar, una ligera sonrisa de suficiencia resaltando en sus facciones. Luego carraspeó.

—Primero que nada, buenas noches a todos —dijo—. Espero hayan tenido unas lindas y relajantes vacaciones de navidad. Y segundo: creo que ya no hará falta que las casas sigan arrimándose en las otras.

Los murmullos rápidamente se apoderaron del lugar, pero la mano alzada de Dumbledore los hizo callar de nuevo.

Hermione, al igual que muchos alumnos, estaban en una especie de shock, como si apenas estuvieran procesando las palabras del director. Otros incluso parecían molestos.

—Gracias a Merlín, Bulgaria ha sigo ganadora en sus guerras —siguió Dumbledore—, por lo que ya no hace falta que sigamos refugiando al alumnado. El país nos ha dado las gracias por nuestro cálido hospedaje con una sinceraa recompensa que nos negamos a obtener pero ellos insistieron. Así que, debido a que ya no es necesario compartir nuestro colegio... Gryffindor y Ravenclaw, ¿me harían el gran favor de regresar a sus respectivas mesas?

Por un momento absolutamente nadie se movió, pero cuando el director carraspeó, el movimiento regresó.

Si Dumbledore hubiera dicho esas palabras un año antes, Hermione podría haber asegurado que en el Gran Comedor se habría creado un alboroto lleno de vítores y alegría, pues en ese entonces, las casas estarían felices de regresar al hogar que les habían quitado.

Pero ahora, ya cuando las casas habían convivido entre sí y ambas habían aprendido a llevarse bien —demasiado, en realidad—, esta noticia no parecía alegrarle a muchos. Eran pocos y contados esos que tenían una sonrisa mientras regresaban a su mesa.

Incluso Ron, quien había estado meses quejándose diciendo que quería volver a su sala común, ahora se veía un poco contrariado y callado, pues sabía que ya no sería lo mismo el no ver a Jennifer en cada momento. Su mirada de hecho viajaba cada tantos metros hacia atrás a esa rubia, quien le sonreía un poco rendida ante la situación.

Harry, en cambio, de alguna manera se veía aliviado, pero también llevaba esa expresión confundida y en shock.

Mientras todos los alumnos se levantaban de sus asientos y caminaban hasta sus mesas, Hermione seguía buscando por todo el lugar a Draco, pero él seguía desaparecido. O tal vez sólo era el hecho de que había muchas cabezas caminando, y no podía localizarlo.

El trío se sentó en su mesa, justamente donde acostumbraban y, a pesar de que Hermione se sintió un poco familiarizada de haber vuelto, aún estaba procesando la información de que ya no volvería a la sala común de Slytherin.

Fue apenas poco más de un año, pero se sentía como si le hubieran arrebatado algo sin siquiera avisarle que lo harían.

Después de unas palabras más por parte del director, dio inicio el banquete. Y cuando Hermione vio la ligera sonrisa que tenía Dumbledore, supo el por qué de su satisfacción: él sabía que con ese pequeño tiempo que ambas casas estuvieran juntas, la rivalidad que había desaparecería.

Y fue así, después de todo, tal y como algunos Ravenclaw decían: Gryffindor y Slytherin no eran tan diferentes.

Cuando Hermione decidió que debía comenzar a cenar, las puertas del Gran Comedor se abrieron en un gran estruendo, y con la mirada de casi todo el alumnado y profesorado, Pansy Parkinson entró por ella. La pelinegra ni siquiera prestó atención a las miradas posadas en sí, solo caminó hasta su mesa y, sin inmutarse al ver que ahí ya no se encontraban los leones, se sentó y comenzó a comer.

Pero aunque todas las miradas que habían estado en ella ya habían vuelto a lo suyo luego de unos segundos, Hermione tuvo la ligera sospecha de que aún hacía falta alguien por entrar.

Era una especie de asquerosa corazonada, así que jugó con su tenedor mientras miraba las puertas, aún sintiéndose extraña. Y justo cuando ella se estaba dando por vencida y las puertas se estaban casi cerrando, unas pálidas manos se asomaron para impedirlo y, sin que nadie se diera cuenta —excepto Hermione—, entró Draco.

Ella lo siguió con la mirada hasta que se sentó en su mesa; aunque también se dio cuenta que alguien más lo miraba, y esa era la Slytherin que anteriormente había entrado.

Hermione bajó la cabeza, tragando saliva y un poco incómoda. Comenzó a cenar en un silencio profundo y un poco desganada, hasta que sintió una mirada sobre ella y levantó su cabeza casi por instinto.

Draco la miraba directamente, pero al notar que ella se dio cuenta, volvió a bajar la mirada, regresando a su plato de comida, aunque sin probar ningún bocado.

Él tenía ambas ceñas fruncidas, como si estuviera molesto y apretaba el tenedor que tenía a lado, perdido en sus pensamientos.

Cuando el banquete dio fin, todo el alumnado salió del Gran Comedor, pero Hermione quería saber qué sucedía con Draco, por lo que le pidió a sus amigos que se adelantaran y ella fue tras él cuando vio su rubia cabellera escabullirse entre los verde y esmeralda.

—Draco —lo llamó tomando su muñeca cuando pudo alcanzarlo.

Él se tensó imperceptiblemente, pero aún así se dio la vuelta para mirarla, dándole una mirada extraña antes de darle una sonrisa desganada y de boca cerrada.

—Hola —murmuró.

—¿Hola? —repitió, algo perdida—. ¿Sucede algo?

Él suspiró y lentamente se deshizo del agarre que Hermione tenía sobre su muñeca. Ella lo miró vacilar entre acercarse o no, pero al final se mantuvo quieto en su lugar. Luego bajó la mirada y negó con la cabeza.

Cuando él alzó la mirada, en sus ojos ya no estaba ese brillo cálido al que la había acostumbrado. Había regresado esa expresión fría de los años anteriores.

—Mañana hablamos, ¿sí? Ahora, deberías ir a tu sala común.

Y dicho eso, se dio la vuelta y caminó tan rápido que pronto se perdió entre toda la gente que caminaba por los pasillos, dejando a Hermione bastante confundida y, para qué negarlo, también dolida.

Ella quiso seguirlo y exigir que le explicara qué había sucedido, pero sus pies no reaccionaron para moverse. Y justo cuando el pasillo comenzó a quedarse solo, ella apenas logró darse la vuelta y caminar hasta su sala común.

Por alguna razón, sentía como si estuviera dejando algo atrás.

•••

El regreso a su sala común habría sido más placentero si Draco no hubiera tenido esa actitud con ella. La había dejado tan desanimada que ni siquiera quiso jugar a una pelea de almohadas con Harry, Ron y Ginny.

Algo que, en realidad, era muy infantil, pero con sus amigos todo era impredecible. Además, era una buena distracción para alejar esa extraña sensación de arrebato que todos sentían.

—Golpearnos con almohadas nos ayuda a olvidar que mañana comenzamos las clases —Ron había dicho antes de estrellar la suya contra Harry.

Ahora ambos se hallaban en una pelea en contra de Ginny mientras Neville reía desde el fondo de la habitación. Hermione sólo los miraba, pero estaba sentada en la ventana y tenía un libro en su regazo.

—Hermione —llamó Ginny luego de unos minutos, alejándose de la pelea de almohadas cuando Harry y Ron se alejaron para atacar a Neville—. ¿Estás triste porque ya no volveremos a Slytherin? Oye, sé que nos acostumbramos a su compañía, pero aún estando en diferentes salas podremos seguir teniendo contacto con ellos. Después de todo, seguimos en el mismo colegio.

—No es por eso —contestó, frunciendo el ceño al darse cuenta que su expresión desanimada había estado muy obvia en toda la noche—. Es decir, no es que esté muy feliz por haber regresado, pero eso no me afecta del todo.

—¿Entonces? —preguntó Ginny, sentándose a su lado en la ventana, un poco agitada por la pelea. Ella se recargó en el lado contrario de la ventana y subió las piernas hasta su pecho para abrazarlas.

Hermione miró de reojo a Harry y Ron y, al ver que estos seguían en una guerra sinfín de almohadas en contra de Neville, le hizo un resumen a Ginny.

—Y luego me dijo que habláramos mañana —terminó, su expresión confundida pero su tono de voz casi molesto mientras miraba el libro que tenía en su regazo—. Pero, no lo sé, lo noté bastante extraño. Su tono de voz se tornó tan raro, como si hubiera recordado algo y regresado al tiempo donde apenas nos podíamos mirar.

Ginny se quedó en silencio, mirando a Hermione unos segundos antes de volver su mirada hacia Harry y Ron. La pelirroja frunció el ceño y justo cuando estaba por decir algo, cerró la boca y regresó a la morena.

—¿Tú qué crees que haya sucedido? —preguntó.

—No lo sé. No quiero imaginarme cosas que no son. Tal vez... ¿Tuvo un mal día?

Ginny le alzó una ceja, incrédula.

—Un mal día —repitió y luego bufó—. Eso sólo pasa en los cuentos de hadas. Además, si lo hubiera tenido, tú no tenias la culpa de nada. Un «Lo siento, hoy no estoy bien para hablar», estaría bien. Quiero decir, avisar no está de más, ¿no crees?

Hermione se mantuvo en silencio varios segundos, obligando a su mente a rechazar todo tipo de pensamiento negativo que comenzaba a llegar.

—No quiero desconfiar de él otra vez —dijo por fin en voz baja, porque Harry y Ron habían dejado de pelear y ahora hablaban con Dean.

—Lo sé, y perdón si estoy insinuándote a que lo hagas. Es sólo que... Bueno, debo admitir que me parece muy extraño que Malfoy y Pansy hayan llegado casi al mismo tiempo.

La morena respiró hondo y desvió la mirada al paisaje oscuro de la ventana. Había extrañado esta vista porque en Slyherin apenas podía ver las profundidades del Lago Negro.

Ella había pensando en eso también, pero luego de unos segundos se había obligado a descartarlo. Tal vez había sido sólo una coincidencia y no tenía el derecho a deducir las cosas en un abrir y cerrar de ojos.

—A mí también me parece extraño, tengo una estúpida corazonada —murmuró a regañadientes luego de unos segundos, aún mirando la ventana—. Pero... No tiene mucho sentido. Draco me dijo que habían perdido contacto desde aquella pelea que tuvieron en la sala común.

Escuchó un suspiro cansado de Ginny.

—¿Te consta eso?

Hermione regresó su mirada a ella, perdida entre sus palabras y lo que los ojos castaños de Ginny intentaban decirle. Abrió la boca para decir algo, pero de nuevo no pudo pensar en qué, así que recurrió a su misma excusa:

—No quiero desconfiar de él otra vez.

—Yo sólo estoy atando cabos, meses de práctica —contestó Ginny, rodando los ojos ante algo que pareció recordar—. Pero si tú no quieres pensar de esa manera, entonces dime: ¿tú y él tuvieron alguna pelea que haya causado que actuara de esa forma?

Hermione hizo memoria, recargando la cabeza en la pared del marco de la ventana e intentando buscar en sus recuerdos algo que pudiera haber causado una disputa, pero no encontró nada, por lo que negó con la cabeza después de unos momentos.

—Todo había terminado bien cuando nos despedimos el día de la cena con mis papás. Incluso hablamos algunas veces en la semana siguiente, y en ninguna de esas veces hubieron indicios de que él estuviera molesto.

Ginny pareció encontrar sus conclusiones rápidamente.

—Entonces sea lo que sea que lo haya hecho molestarse, sucedió esta noche.

—¿Esta noche? Pero ni siquiera estuvo conmigo en... —Fue entonces cuando Hermione cayó en cuenta, y Ginny lo supo porque la miró de reojo, un poco apenada.

—Pero sí con Pansy —murmuró.

—Oh —suspiró Hermione, negando con la cabeza para alejar todas sus ideas mientras regresaba su mirada a la ventana otra vez.

No pienses cosas malas. No pienses cosas malas.

Confías en él, lo sabes.

Ginny, al notar eso, se enderezó y acarició su mano para llamarla a girarse a ella de nuevo. Hermione lo hizo.

—Oye... Aún no pienses cosas que probablemente no son. Sólo estamos atando cabos a lo loco. Ya verás que mañana se arreglará todo y esto será un malentendido. Confía en él, ¿está bien? Dicen que una buena relación se basa en la confianza...

—Confío en él —atajó Hermione—. Pero no confío en Pansy. Ella siempre termina siendo un fantasma de su pasado que lo atermonta. Es muy manipuladora, ¿lo sabías?

Ginny bufó.

—Voy a callarme con respecto a hablar de Pansy porque, bueno... He estado con ella y...

—Oh, cierto —Hermione también se enderezó y frunció el ceño—. Lo siento, no debí...

—No importa. Igual no hace daño conceder lo de la manipulación, pero... Ahg, conozco a alguien que sería mil veces peor.

Su amiga desvió la mirada hacia el suelo, y comenzó a perderse cada vez más en sus pensamientos mientras Hermione la analizaba lentamente.

Y entonces su curiosidad ganó.

—¿Qué tal van las cosas con Blaise?

Ginny alzó la mirada de repente hacia ella, y esa expresión perdida que había tenido al inicio se reemplazó por un encogimiento de hombros y una sonrisa de boca cerrada.

—No quiero hablar de eso ahora —dijo con una voz firme, luego miró a Harry y Ron, sacó su varita y la movió para que diez almohadas fueran directo a ellos en un ruido bofo. Hermione carcajeó cuando Ron tambaleó y cayó al suelo—. Mejor vamos a molestarlos a ellos.

Antes de que la morena pudiera preguntarle algo más, Ginny se levantó y regresó a su pelea con ellos.

Hermione, alejando cualquier pensamiento, también se puso de pie y fue hasta ellos, sacando su varita para juntar todas las almohadas que habían caído al suelo y arrojarlas.

Harry no encontraba su varita porque seguía en su baúl, así que fue la presa más fácil de atacar cuando ella arrojó las almohadas. Y mientras Ron carcajeaba, Harry no quiso quedarse atrás y conjuró con un Accio su varita; levantó como siete almohadas y las arrojó hacia Ron.

Sin embargo, este fue rápido y se agachó justo a tiempo de que lo golpearan. Pero eso sucedió en el momento exacto que la puerta de la habitación se abrió, y entonces todas las almohadas golpearon a la persona que iba entrando.

Todos se quedaron en silencio cuando estas cayeron y revelaron a quien había entrado.

Amelia.

—Santo Merlín —dijo esta, y luego rió mientras pateaba las almohadas para hacerse paso entre el desastre. Luego se quedó de pie y miró a cada uno de los presentes hasta llegar a Harry. Lo miró durantes unos segundos antes de sonreír y añadir—: ¿Por qué Gryffindor tiene que ser tanta risa y color?

Sin decir nada más, dio otra sonrisa y cerró la puerta para irse.

Harry se había quedado en el mismo lugar, y Ron fue el primero en actuar al darle un almohadazo en la cara.

El ambiente regresó.

Fue así cómo se salvó de una noche de llanto gracias al dúo de pelirrojos y al azabache.

Porque todo estaba bien. Confiaba en Draco.

Ahora, lo más importante, era distraer a Harry.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top