42. "¿Qué quieres hacer hoy?"
ADVERTENCIA: Esto puede tener escenas muy explícitas. Ahórrense sus comentarios ofensivos o simplemente pasen de largo el capítulo.
(Amelia chiquita bb, sáltate todo el capítulo porque esto es 90% smut, 10% conversación)
—Cierra los ojos.
Ella lo hizo.
—Respira. Inhala. Exhala.
Ella lo hizo.
—Deja de pensar. Pon tu mente en blanco.
Ella lo hizo.
—No tengas miedo.
Ella suspiró. Ella no lo tuvo.
—Relájate...
Sus músculos hicieron exactamente eso, sus manos deshicieron los puños de sábanas que había creado a sus lados, y pronto su cuerpo entró en un estado de serenidad.
Tranquila. Relajada.
Hermione estaba desnuda y tendida en el medio de la cama, con ambos brazos esparcidos a cada uno de sus lados, la cabeza recostada cómodamente en la almohada y entrando en paz consigo misma para no pensar...
Bueno, para no pensar que tenía abierta las piernas y Draco estaba entre ellas.
Aún ni siquiera hacía nada, porque primero se estaba encargando de relajarla, pero aún así había algo que la dejaba nerviosa. Nunca nadie le había hecho esto, y tampoco era como que alguna vez lo hubiera planeado.
No le llamaba la idea de que el placer fuera sólo para ella; prefería que fuera algo que ambos disfrutaran, y no sólo entregarse para que él hiciera todo el trabajo.
Pero después de ambos darse un baño, Draco había llegado con ella poco a poco hasta dejarla en esa posición, y cuando Hermione quiso alejarse, él se puso serio y la miró a los ojos diciéndole que no se iba a arrepentir.
Desde entonces había estado intentando calmarla y...
—Granger —llamó.
—¿Hmm?
—Otra vez lo estás haciendo.
—¿Qué cosa?
—Pensar mucho.
—Oh.
Hermione se obligó a no pensar, alejó cualquier tipo de pensamiento de su mente. Su mente comenzó a quedar en blanco, y de nuevo esa serenidad la atrapó.
—No voy a hacerte daño —dijo Draco, y esas palabras hicieron que se confiara aún más y entonces se relajó contra el colchón, sintiéndose extremadamente ligera.
Aún no sentía nada, ni siquiera un roce de sus manos por sus muslos, y sabía que si no ocurría nada en los próximos segundos, probablemente volvería a sentirse nerviosa... Pero fue entonces cuando sucedió.
El mínimo toque. Las manos de Draco se acercaron a sus muslos para separarlos a su disposición y luego comenzó a hacer ligeros círculos con sus pulgares, lo que aflojó más los músculos de Hermione.
Ella inhaló.
Ella exhaló.
Y luego sintió un beso de Draco.
No había tocado ninguna parte de su sexo, fue sólo un beso en la piel del interior de sus piernas. Cercano pero no ahí. Y fue suave y delicado.
Hermione suspiró, y pronto sintió otro, esta vez en la otra pierna. Y luego siguió dejando unos pocos más, lenta y tiernamente.
Eran apenas pequeños roces de labios que hacían una sencilla presión en su piel, pero cada uno de ellos le hacían creer que todo el tiempo había estado en el infierno y de repente le habían dado el pase al paraíso.
Draco dio otro beso, pero esta vez se acercó más y ahuecó la curva de sus piernas, esa pequeña esquina que la hizo suspirar de nuevo.
Hermione siguió con los ojos cerrados mientras él seguía repartiendo lentos y delicados besos por toda su piel del interior de sus piernas, hasta que de pronto...
Fue un simple beso entre sus labios. Sus labios, los de ella. Pero a pesar de que fue la cosa más sencilla del mundo, no pudo evitar morderse la boca y apuñar las sábanas a sus lados como mero instinto.
Luego otro beso más, en el mismo lugar. Ni siquiera estaba cerca del clítoris, sólo era una presión entre sus labios que la hacía querer arquearse.
Pero entonces sintió una pequeña lamida, fue apenas mínima, y eso la hizo apuñar más las sábanas. Él siguió besando con tortura y subió poco a poco entre su longitud hasta llegar a dar un beso que era mitad labios, mitad clítoris.
Hermione comenzó a ver estrellas debajos de sus párpados. Literalmente estaba perdida.
Pero no se esperó que pudiera perderse incluso aún más cuando Draco presionó otro beso, pero esta vez fue directo sobre su clítoris.
Bien.
Eso fue...
Por algo era el centro de placer femenino.
Se preguntó por qué no había permitido esto antes, por qué no lo había probado, por lo qué no lo hacía todos los días, por qué...
Por qué se sentía increíble.
Draco presionó otro beso al mismo tiempo que una de sus manos subía hasta uno de sus pechos y comenzaba a jugar con sus pezones.
Gimió. Porque, oh Merlín, era imposible no gemir ante tales toques.
Él lamió, y entonces succionó con una ligereza impecable que Hermione tuvo el impulso de querer tomarlo del cabello para obligarlo a hacerlo de nuevo, pero por el contrario, se mantuvo todavía en su lugar y haciendo de las sábanas un nudillo tanto como pudiera.
Draco siguió besando y haciendo succión al mismo tiempo, no la suficiente para que doliera pero sí para hacerla retorcerse en su mismo lugar.
¿Esto era de lo que hablaban una y otra vez las chicas de su edad y los libros de anatomía humana? ¿Este era el placer del que tanto hablaban? Bueno, quería probar todo.
Mientras una de las manos de Draco seguía acariciando su pecho, la otra viajó hasta su sexo —uno que en realidad, estaba muy...—, y justo cuando dejó otro beso sobre su centro, él introdujo un dedo.
Se arqueó, no pudo evitarlo. Apretó los ojos con mucha fuerza porque sabía que podría derrumbarse en cualquier momento. Su mente estaba dando vueltas y más vueltas, perdida entre su nube de placer.
Y Draco parecía estar disfrutando su reacción porque entonces aceleró el ritmo del movimiento de su dedo, y también hizo más presión sobre su clítoris, lamiendo.
¿Qué carajos hacía esa lengua? ¿Dónde había aprendido eso...?
Siguió besando, lamiendo y succionando mientras su dedo se movía una y otra vez dentro de ella hasta que añadió otro más. Su otra mano aún viajando por su cuerpo cuando de repente cayó en la parte baja de su vientre.
Eso fue un éxito asegurado. Estaba muy cerca.
Todo lo que hacía era demasiado, se sentía demasiado, ella podía saber qué era exactamente lo que estaba haciendo sin siquiera mirarlo. Aunque tampoco era como que quisiera hacerlo, más bien era de querer disfrutarlo...
Y vaya que estaba disfrutando, porque su clímax estaba demasiado cerca. Ella podía ver ese muy cercano feliz, ese lugar donde todo era alegría justo antes de arribar. Ese tunel que la llevaba hacia esa luz blanca que indicaba...
Merlín, su boca hacía sonidos indecentes mientras arrugaba las sábanas y se arqueaba una y otra vez.
Entonces Draco aumentó la velocidad de sus dedos, y sus labios hicieron la cosa exacta para hacerla llegar.
Y lo hizo.
Porque claro, por supuesto que Draco Malfoy la haría venir sólo con unos dedos y su boca.
Claro que sí.
¡Godric! ¡¿POR QUÉ NO HACÍAN ESTO TODOS LOS DÍAS?!
•••
—¿Qué quieres hacer hoy? —preguntó Hermione, apenas alzando la cabeza de la libreta que tenía sobre su regazo.
Estaba dibujando a Draco, quien se hallaba sentado en su escritorio, leyendo atentamente uno de los libros de poesía que tanto le gustaban. Se había puesto unos anteojos para leer que lo hacían ver incluso más intelectual de lo que ya era. Tenía su barbilla apoyada sobre su mano, y su ceño se fruncía mientras sus ojos se movían con agilidad por las páginas. Su cabello estaba completamente airado y despeinado. No llevaba camisa, y sólo traía sus bóxers puestos y unos calcetines.
Hermione creyó que era alguien digno de dibujar, así que, puso en práctica sus tres años de clases de dibujo que había tomado cuando era una niña. No era la mejor en ello, pero era buena.
—¿Qué quieres hacer tú? —replicó Draco, lamiendo ligeramente uno de sus dedos para cambiar de hoja.
Vaya a saber por qué ese gesto le llamó la atención.
Era su última tarde juntos porque al día siguiente el tren saldría directo a sus casas para las vacaciones de Navidad. Hermione había pensado seriamente en quedarse en Hogwarts, ya que era su último año y podría pasar tiempo con Draco... Pero ya había accedido ir con los padres de Harry y sería de mala educación rechazar a último momento. Además de que unos días a solas junto a sus mejores amigos no le vendrían mal.
Hermione delineó más la barbilla de Draco en su dibujo, y luego lo miró a través de sus pestañas.
—Yo pregunté primero —dijo.
Él sonrió de lado y negó lentamente con la cabeza. Alzó la mirada para verla y, cuando vio que ella levantó una ceja para indicarle que no cedería, él cerró el libro y lo volvió a dejar en su lugar de la estantería.
Sacó un palito de regaliz de uno de los cajones para chuparlo y morderlo mientras se recargaba perezosamente en su silla y la miraba fijo. Incluso con esa postura, se veía aristocrático, pero ella fingió molestarse.
—¡Estaba dibujándote! —protestó—. Cambiaste de posición y ahora tendré que dibujarte de nuevo.
Draco carcajeó pero no hizo nada para regresar a su antigua posición. Sólo ladeó la cabeza y siguió mirándola atentamente, tan profundo que ella sintió que casi la estaba desnudando con la mirada.
Ni siquiera llevaba algo del todo revelador, era sólo una bata larga y de tela delgada que llegaba hasta sus muslos. No llevaba sostén, pero sí las bragas que su madre había enviado como lencería (porque, al fin y al cabo, terminó cediendo a ello). Y sus rizos estaban igual de descontrolados que nunca, esparcidos alrededor de sus hombros.
—¿Realmente quieres saber qué es lo que quiero hacer, Granger? —preguntó entonces, y ella alzó una ceja antes de sonreír también.
Cerró la libreta en la que dibujaba y lo dejó a lado del buró que tenía más cercano. Ella estaba sentada en uno de los sofás cercanos al baño.
Miró a Draco y luego cruzó las piernas en forma de mariposa.
—Dime —dijo—. Mañana nos iremos a casa, creo que debemos hacer algo productivo hoy.
—¿Algo productivo? —repitió divertido, casi terminándose el palito de regaliz.
—Hmm.
—Bueno, tengo en mente algo que es productivo. Pero... Hmm —murmuró y luego hizo un mohín fingido. Se mordió el labio y se encogió de hombros—. No creo que sea algo que puedas soportar, ya sabes...
Hermione echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.
—¿Estás retándome, Malfoy?
Él se encogió de hombros, sacudiendo sus manos para quitar los restos del dulce.
—Tómalo como quieras —respondió—. Pero en realidad no quieres saber qué es lo que quiero hacer.
Luego se puso de pie y miró hacia el suelo de la habitación, como si pudiera recordar hacia qué lugar había arrojado su short. Entonces Hermione se paró del sofá y caminó hasta que quedó a un metro de él, fijándose en su vista.
Ella se cruzó de brazos.
—Tal vez sí quiero saber —dijo, terca y obstinada como un Gryffindor debía de ser.
Él la miró, le entrecerró los ojos, y entonces también cruzó sus brazos. Le dio una larga mirada de pies a cabeza y luego dijo:
—No, no quieres.
—Sí, sí quiero —insistió Hermione.
—En realidad, no.
—¿Asustado, Malfoy?
Él bufó ruidosamente.
—Ni un poco.
—Entonces quiero saber.
—No quieres.
—¡Sí quiero!
Draco soltó un bufido; el idiota estaba divertido.
—Granger, tú no....
—Draco —interrumpió con una demandante ceja alzada—. Deja de hacerte el interesante y dilo de una vez por todas. Quiero saber qué es lo que quieres hacer.
Él cerró la boca y de repente su mirada pasó a ser tan profunda que casi le pesó. Pero entonces:
—Súbete a la cama.
Hermione parpadeó, átonita.
—¿Qué?
—Súbete a la cama —repitió. Luego sus labios formaron una cruel sonrisa burlona y comenzó a dar vueltas alrededor de ella como un animal lo haría con su presa. Quedó detrás suyo, y apartando los rizos de su cuello, se acercó para susurrar—: ¿No querías saber qué era lo que quería hacer?
Bueno, era un punto válido. Ella siempre, siempre era demasiado insistente cuando quería saber algo. Normalmente eso terminaba saliendo mal para ella, pero esta vez...
No le molestaba, en realidad.
—Sí —respondió a su pregunta, porque Godric se declararía en contra de los nacidos de muggles antes de mostrar una voz débil ante él.
—Bien —contestó Draco, acercándose para dejar un suave beso sobre su cuello—. Entonces sube a la cama.
Ella vaciló unos segundos, pensando en si era mejor obedecerlo o luchar para no dejarle las cosas tan fáciles. Nunca se había considerado del todo una persona sumisa, tenía ciertas actitudes dominantes y tener el control siempre había sido algo que había desarrollado desde pequeña en cualquier tipo de ocasiones.
Tener el control significaba planear todo para que al final terminara perfecto. Pero hoy, por alguna razón, tener el control sonaba a algo muy poco llamativo.
Se giró sobre su hombro sólo para darle una mirada cautelosa antes de alejarse de él y caminar hasta la cama. Llegó hasta la orilla, y cuando se giró de nuevo hacia Draco, él hizo una inclinación con su barbilla para indicarle que se subiera.
Hermione se mordió el labio inconscientemente, y entonces lo hizo. Trepó la cama hasta quedar en el centro, más no supo si debía recostarse o sentarse, así que se decidió por quedarse de rodillas, mirándolo.
Draco caminó hasta quedar en un ángulo donde podía verla directamente. Ladeó la cabeza, recorriendo con unos ojos brillante todo su cuerpo —Hermione enrojeciendo en el momento— hasta que cayó en sus ojos de nuevo.
—Aún estás a tiempo de arrepentirte —le dijo—. No pienso hacer nada que no quieras.
Pero decirle eso era como pedirle a una reina que renunciara a su corona, y ella definitivamente no iba a hacer eso. Además, no estaba haciendo nada que le molestara, más bien la estaba intrigando.
Así que le alzó una ceja y sonrió, porque retarlo era lo mejor que se podía hacer con Draco Malfoy.
—Bien —dijo él, sonriendo como si le hubieran contado el mejor chiste de su vida—, entonces haremos esto.
Ella se encogió de hombros.
—Sí, eso parece.
Draco la miró con sus ojos como unas rendijas.
—Quítate la bata.
¿Fue una orden? Bueno, ella no tenía la respuesta exacta, pero una parte de su mente decía una y otra vez «¡Hazlo, hazlo!», mientras que la otra decía «¡No tan fácil, no tan fácil!».
Pff, daba lo mismo. Ella se la quitó, pero oh, por supuesto que lo hizo lentamente. No sólo ella debía sufrir esta noche. Con el tiempo y con sus muchas lecturas, había aprendido —llamémoslo así— el movimiento perfecto y sensual para quitarse una prenda.
Y cuando regresó a mirarlo y observó su mirada casi oscurecida, sonrió porque había hecho un muy buen movimiento.
Draco carraspeó.
—Me encantan esas bragas —dijo—. Pero también quítatelas.
Hermione alzó ambas cejas, como si estuviera confirmando lo que sus oídos habían escuchado, pero al ver la mirada de él como si creyera que había ganado, la incitó a ponerse de pie sobre la cama para quitársela.
¡Por supuesto que lo hizo de la misma manera sensual! Y era una belleza mirar cómo Draco se ponía rígido mientras la miraba, al igual que su amiguito.
Ella volvió a quedarse de rodillas.
Un día, sería ella quien lo estaría guiando a él, pidiéndole que haga lo que quiera. Pero hoy podía darse el lujo de no pensar; abandonar la razón.
—Granger, esta es tu última oportunidad.
Hermione resopló y rodó los ojos.
—Cierra la boca, apaga las luces y ven para acá —ordenó, y se sintió como la mismísima reina por hacerlo.
Draco soltó una risa y negó con la cabeza, como si creyera que ella había perdido los estribos. Entonces, de repente, las luces que habían se apagaron, dejando apenas una lámpara con una luz reacia color azul al fondo del baño. ¡Y lo había hecho sin varita! Jodido hurón habilidoso.
Hermione entrecerró los ojos en la oscuridad de la habitación de Draco para tratar de encontrar su rostro, porque apenas podía ver su silueta, pero entonces escuchó un pequeño sonido elástico, y supo que ahora él también estaba completamente desnudo.
Sintió cómo la cama se hundía delante de ella, y la morena tuvo que equilibrarse para no caer. Volvió a enfocar su mirada, y pronto sintió la cercanía y miró cómo Draco se cernía sobre ella.
Él también quedó de rodillas sobre la cama, y aunque así su tamaño disminuía, seguía sacándole al menos quince centímetros de altura.
—¿Esto es lo que querías hacer? —preguntó Hermione, obviamente con este tono que decía un claro «¡Já! Puedo con esto y más».
—Ni de cerca.
La acercó con una mano en su cintura hasta que sus cuerpos estuvieron rozándose, y entonces la besó.
Pero no fue un beso como los que siempre se daban, este era diferente porque estaba cargado de un nuevo deseo y era fuerte y pesado, como si estuviera pidiendo algo, saciándose.
No. Draco estaba reclamando.
Hermione no tuvo chance de marcar el ritmo incluso si hubiera querido hacerlo porque su otra mano se ensanchó entre los rizos detrás de su nuca para manejarla.
No le molestó.
¡Por Merlín, no le molestó!
Sus labios succionaron los de ella, lamieron, besaron y también mordieron. No lo suficiente para sacar sangre pero sí para doler, y tal vez fue esa acción que la hizo reaccionar a ella y levantar una mano para llegar a su cabello.
O al menos lo intentó, porque apenas las alzó, Draco le tomó las muñecas con la mano que había estado entre sus rizos y las ahuecó para que las mantuviera en su lugar.
Ella quiso protestar, decirle que también quería tocarlo, pero en realidad ese beso la estaba llevando demasiado lejos y la hacía sentir que en estos momentos no importaban muchas cosas más.
La mano que sostenía sus muñecas la jaló con una pequeña fuerza que la obligó a acercarse más a él, y entonces su otra mano dejó su cintura para tomar su mejilla y seguir besándola.
Introdujo la lengua, y fue como una tortura. Porque normalmente cuando hacía eso, ella acostumbraba a perder sus dedos entre su cabello y marcar caminos imaginarios sobre él; pero ahora que sus manos estaban entre la suya, no tenía mucho poder.
Sin embargo, se dedicó a seguirle el juego. Tal vez podía cederle sus muñecas, pero no iba a perder contra esa guerra que se traían con sus bocas.
Ella no sería la primera en separarse por la necesidad de oxígeno, seguiría batalla con batalla contra él hasta ganar.
Así que sacó sus mejores armas, e incluso sabiendo que él estaba marcando el ritmo, ella se encargó de hacer lo suyo.
Besó.
Succionó.
Mordió.
Se derrumbó en él.
Y entonces Draco se separó.
¡Toma eso, perra!
Por supuesto que ella iba a ganar, era demasiado determinada y ambiciosa cuando se lo proponía. Él sonrió cuando se separó, tomando bocanadas de aire mientras la miraba fijamente.
Vaya a saber qué demonios pasaba por su mente.
Hermione creyó que volvería a besarla cuando se acercó de nuevo a ella, así que medio cerró los ojos para esperarlo. Pero nunca llegó porque Draco sólo se acercó a su oído mientras hacía una pequeña presión sobre sus muñecas.
—Déjalas ahí —dijo, y su voz salió malditamente ronca—. No muevas tus manos mientras hago lo siguiente.
—¿Qué vas a hacer?
—No hables, Hermione. Disfruta.
Que no hablara. ¡¿Que no hablara?! ¿Cómo se le pedía a Hermione Granger que no hablara? Bueno, en realidad no importó mucho, porque aunque en otras circunstancias ella hubiera protestado, en estos momentos estaba demasiado perdida en cómo su aliento rozaba su piel.
—Haré algo nuevo —avisó—. Si no te gusta, dilo.
Hermione apenas alcanzó a fruncir el ceño y abrió un poco los ojos. Observó la figura de Draco delante de ella, miró cómo sus ojos se concentraban en algo, y de repente, el armario se abrió y una corbata llegó volando hasta su mano.
—¿Qué vas a...?
—Vamos, Granger —incitó con una sonrisa—. ¿Qué dijimos sobre hablar? Estás aquí para disfrutar.
Ella se obligó a callar. Cerró los ojos y suspiró, calmando esos pequeños nervios que estaban comenzando a crecer en su estómago. ¿O eran eso que llamaban mariposas? No tenía ni idea.
—No abras los ojos —dijo la voz de Draco, y pronto sintió una tela posarse sobre estos mismos.
No había falta mirarse para saber lo que estaba haciendo; porque había enrollado su corbata en ella para taparle los ojos. Por alguna razón, eso la emocionó un poco.
—Así vas a sentir más —dijo él, y aunque no podía verlo, podía sentir esa típica sonrisa burlona.
Hermione respiró hondo, regresando a ese estado de serenidad como la primera vez que Draco hizo sexo oral con ella. Regresando a relajarse...
Se obligó a mantener cada gota de su paciencia, porque pasó tal vez un minuto entero donde nada sucedió, y justo cuando ella creyó que podría ser un juego, sintió unos cálidos dedos rozar la piel de su clavícula.
El simple tacto hizo que su piel se erizara, pero se mantuvo quieta mientras sentía los dedos de Draco acariciando esa zona con una gentileza que no parecía propia de él.
Luego comenzó a trazar un camino hasta llegar a uno de sus hombros, dando pequeños círculos sobre su piel y apartando los rizos que se atravesaban en su camino.
Maldijo a Draco y toda su experiencia, porque sí que era mejor tener los ojos vendados. Así sólo podía concentrarse en lo que sentía, y rara vez recordaba en uso de la razón y lógica.
Los dedos de Draco siguieron marcando su camino hasta que llegó al hueco que había entre su cuello y su hombro, y entonces Hermione se encontró inconscientemente ladeando la cabeza para darle un pase libre.
Casi pudo sentir su sonrisa taladrándola, y entonces sus dedos retiraron todo aquel rizo que caía sobre su cuello. Luego sintió la cercanía de él llegando cada vez más y después...
Sus labios presionaron contra su piel.
Hermione tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para no dejarse caer en el colchón.
Se estremeció, y a Draco pareció encantarle eso porque volvió a hacerlo de nuevo. Y de nuevo, y de nuevo.
Recorrió cada centímetro de su piel en esa zona, lentamente y poco a poco, dejando también castos besos por debajo de su mandíbula cuando pasó hacia el otro lado de su cuello.
Lamió y succionó, y Hermione tuvo que apuñar sus propias manos para impedirse alzarlas.
Una de las manos de Draco bajó hasta su parte trasera y masajeó como nunca antes había hecho, mientras que la otra llegó hasta el interior de su muslo, haciendo presión en el punto exacto para lograr que ella creyera que se encontraba en algún tipo de limbo tortuoso.
Sus besos siguieron dejando ese rastro sobre su cuello y su clavícula; sus manos dando el mismo recorrido sobre su cuerpo, pero entonces su boca comenzó a subir hasta la de ella, desde su cuello hasta la barbilla y, justo cuando se preparó para atrapar los labios de él, un ligero empujón la hizo caer sobre la cama.
—Quítate la corbata —dijo su voz, y Hermione no tardó el hacerlo. Incluso aunque había casi nada de luz en la habitación, entrecerró los ojos hasta acostumbrarse a mirarlo.
Ahora ella estaba recostara sobre la cama, desnuda y a su completa disposición si así lo deseaba. Sin embargo, lo único que Draco hizo fue ponerse en cuatro encima de ella acercar ambos rostros, y entonces, mirándola a los ojos, preguntó:
—¿Qué es lo que tú quieres hacer ahora?
Hermione parpadeó, porque había ganado esta batalla y significaba entonces una pronta guerra. Tenía el poder de destrozar a Draco, porque lo tenía bailando en la punta de su meñique. Podía obligarlo a hacer lo mismo y entonces sería ella la del control... Pero de repente eso pareció ser algo que no quería hacer.
No hoy.
Así que se alzó un poco para presionar sus labios contra los suyos, y en medio del momento, dijo:
—Lo que tú quieras.
Eso fue todo. Lo mató con eso.
Draco se separó de ella, quedando de rodillas de nuevo, la tomó con una mano debajo de su espalda y otra sobre su estómago, y en un hábil movimiento le dio la vuelta sobre la cama, Hermione quedando bocabajo.
Se sorprendió, pero no protestó nada.
Ella se apoyó de sus manos para no hundirse entre las almohadas, y entonces la mano de Draco que estaba sobre su estómago hizo subir sus caderas hasta la altura adecuada.
Su cuerpo en realidad estaba sobre el colchón, y su espalda estaba arqueada bruscamente.
Comportamiento de lordosis, recordó a lo lejos.
Él dejó ambas manos sobre su trasero, haciendo una ligera presión, y antes de que Hermione pudiera siquiera prevenirlo, él entró en ella.
Agradeció a Merlín seguir bebiendo esas pociones anticonceptivas, porque de no haber sido así, probablemente no habría tenido la cabeza para pensar en ello.
Ella cerró los ojos y se enterró entre la almohada mientras sentía su longitud entrando cada vez más hasta que por fin profundizó todo.
Nunca lo habían hecho de esta manera, y ahora podía notar que esta posición lograba una mejor entrada. Casi más fácil, pero sobre todo más profunda.
Hermione perdió los hilos de sus pensamientos cuando él se inclinó para llevar sus manos hasta las muñecas de ella y comenzó a moverse.
No fue un ritmo lento.
Fue todo diferente a lo que alguna vez hicieron.
Sus caderas se mantenían en su mismo lugar, mientras que las de él se movían una y otra vez contra ella, embistiendo cada vez que podía mientras Hermione mordía las sábanas para no soltar ningún ruido.
Ambos estaban haciendo sonidos indecentes, el ambiente ya olía a sexo mientras Draco empujaba y empujaba, apenas manteniéndola quieta con las manos sobre sus muñecas.
El ángulo hizo que todo se sintiera más cerca y real, así que Draco se olvidó de su yo tierno mientras embestía cada vez más rápido y más fuerte.
Profundo.
¿Ella se encontraba gritando? Por supuesto que sí, pero nunca lo admitiría, y las sábanas que mordía no podían hablar en su contra.
Draco empujó varias veces más, unas veces regulando su ritmo y otras más acelerando como si creyera que estuviera perdiendo.
El que pudiera sentir todo con más consciencia, la hizo quebrarse.
La condujo limpia y salvajemente hasta su orgasmo, y a pesar de la pared de sábanas y almohadas que tenía delante de ella, él pudo escucharlo.
Probablemente eso fue lo que lo emocionó, porque dejó las manos que tenía sobre sus muñecas para dejarlas bajo su estómago y entonces la ayudó a sentarse sobre él, aunque aún dándole la espalda.
Draco la abrazó contra su cuerpo, manteniéndola cerca contra él, como si temiera que se la fueran a arrebatar en cualquier momento, y luego comenzó a embestir de nuevo para encontrar su propia liberación.
Que Hermione ya hubiera tenido su orgasmo no significó que no pudiera sentir todo de nuevo, así que ambas bocas y ambas caderas chocando hicieron los sonidos más indecentes que alguna vez ella hubiera escuchado.
O peor, saber que salían de ella misma.
Draco llegó, y su liberación fue como diez olas de placer dentro de ella.
Ambos estaban sudando, apenas podían respirar por lo agitados que estaban y las manos de Draco parecían vacilar entre poder sostenerla o no. Sin embargo, la tuvo contra él todo el tiempo y abrazándola hasta que sus corazones volvieron a tener un ritmo casi normal.
Entonces Hermione suspiró y cerró los ojos mientras dejaba caer la cabeza hacia atrás para recargarla en su pecho. Él sólo levantó una mano para apartar un rizo mojado que había caído sobre su frente, y luego besó la parte superior de su cabeza.
—¿Seguirás preguntando siempre qué es lo que quiero, Granger?
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