41. Hermione: 1, Draco: 1

—Por favor, nunca dejes que vuelva a beber de esa manera —suplicó Hermione, mirándolo con el ceño fruncido porque él seguía riendo.

Él la miró, aún divertido, y luego se encogió de hombros.

—Lo que digas.

Después Draco comenzó a recitar al pie de la letra todo lo que ella había dicho aquella noche, y de vez en cuando fingía su voz y movía mucho las pestañas, lo que hacía morirse de la vergüenza y querer arrojarle panqueques a la cara.

Pero luego de que ella le enumerara las razones por las cuales nunca volvería a beber tanto, él se perdió un poco entre sus pensamientos, como si de repente hubiera recordado algo y ahora estuviera dudando entre si decirlo o no.

—... Entonces, terminaría bailando encima de una mesa y gritaría como tonta al ver que nadie se sube conmigo. Así que nunca lo permitas —terminó Hermione, llegando al final de su historia relatada que había salido casualmente de su mente.

Draco bajó un poco la mirada hasta su comida, y pareció perder el apetito porque alejó todo de él. Luego suspiró y se giró para mirarla, su mirada convirtiéndose en una seria.

—Necesito confesarte algo —murmuró, como si le costara hablar del tema.

Hermione frunció el ceño pero no dijo nada. En cambio, se sacudió las manos y comenzó a guardar todo lo que habían usado de regreso a la bolsa, dándole un poco de espacio a Draco en lo que él se decidía por hablar.

Cuando ella terminó, alzó la cabeza para encontrar que Draco se había sentado derecho sobre la banca, dejándole como vista su perfil.

Después suspiró y rebuscó entre su abrigo hasta sacar una pequeña cajita de cartón. La miró fijamente antes de entregársela a Hermione, quien la tomó algo confundida.

—¿Qué es? —preguntó, pero no hizo falta que respondiera porque, cuando abrió la caja, miró que habían doce palitos blancos con una cosa rara encima. Ella supo qué era, y entonces se giró a mirarlo para añadir en voz baja—: ¿Fumas?

Él hizo una débil mueca.

—Fumaba —confesó cuando Hermione volvió a cerrar la caja—. Fumaba mucho, en realidad. Hasta el punto de creer que los necesitaba para vivir.

—¿Desde cuándo?

Draco recargó sus codos sobre sus rodillas y pensó mientras miraba hacia el frente. Luego giró la cabeza para mirarla.

—Desde tercer grado —contestó, y Hermione no pudo evitar dejar su boca abierta—. Marcus Flint fue el encargado de hacerme conocerlos, y me llamó marica cuando me negué a probar uno. En ese tiempo yo era un completo lame botas, por lo que hacía todo para quedar bien ante los más grandes. Lo pobré, y me gustó. Juré que sólo sería una vez, pero cada vez que teníamos entrenamiento, Flint traía una nueva caja y nos ofrecía un cigarro a cada uno. Siempre los tomé, porque creía que una vez a la semana no estaba tan mal. Pero luego... Bueno, supongamos que comencé a recurrir con Flint para que me diera otro más.

«Un día, a mediados de cuarto grado, él me dijo que podía decirme dónde conseguir una caja entera. Quería negarme, pero ese sería el último año que él estaría en Hogwarts, así que no me quise arriesgar y le dije que me dijera dónde comprarlos. Eso fue mucho peor, porque saber que eran baratos y fáciles de conseguir, me incitó a seguir consumiéndolos.»

Hermione estaba tan callada que sentía que en cualquier momento tendría que tomar una gran bocanada de aire para al menos romper el silencio. Apenas prestaban atención a los sonidos de las pláticas lejanas. No había dicho nada hasta el momento y sólo se encontraba mirándolo. Draco la veía, pero parecía estar mirando a través de ella, como si estuviera perdido.

Así que ella sólo lo miró hasta que volvió a hablar:

—Se convirtió en una adicción, y cometí la misma desgracia que Flint porque se lo ofrecí a todos aquellos que conocía. Hice que Pansy los probara, y a ella también le gustaron demasiado, así que cada noche íbamos a la Torre de Astronomía a fumar solamente. Nos acabábamos una caja entera en sólo unas horas. Ambos teníamos demasiados problemas, y el cigarro parecía ser nuestra única salida... Seguí fumando hasta finales de quinto grado. Me detuve cuando Pansy tuvo un accidente por ello, casi le dio un ataque cerebrovascular, y fue ahí cuando decidí que mi adicción había llegado demasiado lejos.

«Ella pasó varias semanas en San Mungo antes de que la dejaran ir, pero habían borrado de su mente todos aquellos recuerdos que tuvieran relación con el tabaco, así no sufriría la abstinencia. Nadie se enteró que yo fui quien la incité al cigarro, pero estaba seguro de que querrían hacer lo mismo conmigo. Una parte de mí lo quería, pero a otra le aterraba. Yo me conocía, y si volvía a probar un cigarro, caería de nuevo sin importar que no tuviera el recuerdo. Así que pobré un nuevo método y puse a prueba mi fuerza de voluntad.»

Sus ojos parecieron regresar a mirarla a ella, no a través de ella, y entonces medio sonrió antes de acercarse un poco a Hermione y tomar la cajita entre sus manos.

Abrió la caja y sacó un cigarro, se lo llevó a la boca y lo dejó ahí, sin encenderlo. Aún dejándolo entre sus labios, habló:

—El plan era ir todas las noches a la Torre de Astronomía y poner un cigarro sobre mi boca exactamente así y dejarlo sin encender durante diez minutos enteros antes de volver a tomar otro y hacer lo mismo hasta que la caja se terminara. Así pasaría dos horas con la tentación en mi boca, pero no cedería. Entonces seguí haciendo lo mismo con una nueva caja cada día hasta que dejó de parecerme pesado. Poco a poco dejé de frecuentarlo y cada vez era menos la fuerza de voluntad que debía tener. Desde ese momento comencé a guardar las cajitas en mi habitación, cada uno como símbolo de mi voluntad, y llevo más de veinte hasta ahora.

Después dio una mirada a la caja que tenía en manos, se encogió de hombros y quitó el cigarro que tenía en la boca para guardarlo de nuevo.

—Pero hoy —continuó—, después de dos años. Creo que estoy seguro de que ya no necesito más ese método.

Cerró la caja y la dejó caer al suelo antes de aplastarla con su zapato una y otra vez hasta que no estuvo más que deshecha y enterrada entre la nieve.

Se giró hacia Hermione —quien había estado mirando fijamente la cajita aplastada en la nieve— y luego le sonrió.

—Debía contártelo —dijo—. Las cajas están en mi habitación, y conociendo lo preguntona que eres, creo que es mejor que lo sepas de una vez.

—Draco, no sé qué decir... —replicó en voz baja, aún demasiado absorta en todo lo que había dicho.

—No digas nada —Draco se encogió de hombros y luego quitó la bolsa que había entre ellos para acercarse a ella y abrazarla por los hombros—. Es sólo un error más mío y de mi pasado, sólo creí que debías saberlo, es todo.

Sin embargo, Hermione se sentía con la necesidad de decir algo.

—Me alegra que hayas tenido el valor —le dijo, y luego sonrió—. Muchos no son capaces.

Él asintió, dándole a entender que prefería cambiar de tema, aunque no hizo falta que ella pensara en otra cosa para hablar porque pronto se acercó una señora con su hijo vendiendo artesanías.

A Hermione se le fue la mirada emocionada mientras tomaba las cositas de madera entre sus manos para examinarlas, notando con cierta ternura que eran muy cercanas a las artesanías muggles, a excepción de que estas tenían ligeros toques para que se movieran con magia.

Había una rueda de la fortuna de madera, al estilo rústico, y giraba con magia. Hermione sacó dinero y la pagó, rechazando a Draco cuando se ofreció a hacerlo él. Luego la mujer se alejó hacia otra pareja que estaba cerca.

Hermione se giró hacia Draco con la artesanía en sus manos y luego sonrió.

—Cuando era pequeña, mi mamá solía decir que la vida es como la rueda de la fortuna —dijo, y al ver la ceja incrédula de Draco, añadió—: "Siempre subes y bajas, pero no te pongas muy cómodo porque lo único seguro es que la rueda seguirá girando".

Él sonrió.

—Cosas muggles —bufó.

Hermione rodó los ojos y siguió apreciando la rueda de la fortuna hasta que se percató de algo más. Alzó la cabeza y se dio cuenta que había un niño delante de ella; el hijo de la señora que seguía vendiendo a la pareja de a lado.

El chiquillo debía tener apenas unos cinco o seis años, era de cabello castaño al igual que ella y tenía unos lindos ojos azules. Y la estaba mirando con unos ojos curiosos y la cabeza ladeada.

Hermione le sonrió como saludo, y él se lo devolvió. Pero cuando él no se fue, Draco frunció el ceño y carraspeó.

—¿Buscas algo? —le soltó tal cual.

Pero para molestia de Draco, el niño quiso hacer como si no lo hubiera escuchado. Hermione aguantó las ganas de reír al ver a Draco un poco indignado ante tal grado de ignorancia por parte de un menor.

—Eres muy bonita —le dijo el niño a Hermione.

Draco bufó pero apenaa se escuchó por el murmullo del «Awww» que dio ella. Siempre le habían parecido demasiado tierno los niños, y esta vez no era la excepción.

—Gracias —dijo y sonrió—. Tú también eres muy lindo.

Él niño asintió con emoción.

—Sí, eso me dice mi mami.

—Yo también soy lindo —intervino Draco, pero el niño siguió ignorándolo.

El pequeño miró por el parque para buscar a su mamá, y al comprobar que ella seguía cerca, volvió a dirigirse a Hermione.

—¿Cómo te llamas?

—Hermione, ¿y tú?

—Alex.

—Qué bonito nombre.

Draco había hecho más presente la mano que tenía sobre su hombro, como si esperara que esa acción le recordara al niño que él existía. Pero este parecía creer que la única persona que tenía delante era Hermione.

—Si tú y yo somos lindos —siguió Alex—, haríamos bonita pareja, ¿verdad?

Hermione carcajeó cuando miró de reojo la boca abierta y el ceño fruncido de Draco. Pero después de mirarlo con unos ojos de «No exageres», se giró hacia el niño otra vez.

—Supongo que sí.

—¡Genial! —exclamó Alex, sonriendo como si le hubieran regalado un juguete nuevo—. Entonces, ¿quieres ser mi novia?

Draco se acercó al niño y levantó una mano para luego pegarle en la nuca. Ahora sí el pequeño pudo notar su presencia y se giró a él.

—¡Oye! —se quejó, sobándose la parte trasera de su cabeza.

—¡Ella ya tiene novio! —protestó Draco.

—¡Puede tener dos!

Malfoy abrió la boca, indignado, y luego le entrecerró los ojos.

—No, no puede tener dos.

El pequeño Alex estuvo a punto de responder, pero su madre llegó un poco avergonzada a pedir disculpas y luego se lo llevó tomado de la mano, ganándose unas protestas por parte de él que decían cosas como «¡Mami, estaba consiguiendo novia!».

Mientras tanto, Draco seguía mirando al niño con las cejas fruncidas.

—Qué rebeldía la de los niños de hoy —masculló—. Creen que nos pueden quitar a la novia.

Hermione carcajeó y se giró para mirarlo.

—Era sólo un niño —dijo, y él resopló.

—Un niño que te pidió ser su novia.

•••

Para finales de noviembre, las cosas habían tomado un rumbo diferente.

Hermione y Nick ya no hablaban, ambos habían perdido el contacto desde el día de la pelea. Algunas veces, cuando ella entraba a La Habitación junto a Draco, a lo lejos podía ver a Nick en la barra, atendiendo con esa misma alegría que ahora sabía era fingida. Cada vez que cruzaba miradas con ella, se quedaba mirándola fijamente y luego era él quien desviaba la mirada hacia otra cosa; siempre él primero.

Ella no tenía idea de qué era exactamente lo que le sucedía, pero tampoco era su mayor problema. Ambos hacían como si no se conocieran, y aunque Hermione se propusiera ignorar eso, no podía evitar esa extraña sensación de vacío en su interior. Podía estar muy enojada con él, pero se había convertido en alguien importante en su vida, incluso aunque se conocieran de muy poco tiempo en comparación a sus otros amigos.

Hermione tuvo una pelea con Ron, porque este se puso histérico al enterarse que Ginny tenía una vida sexual activa. Aunque, para ser sinceros, Hermione también se alteró un poco, pero no dijo nada porque sabía que discutir con su amiga era un caso perdido. Ginny siempre había sabido cuidarse sola, por lo que no necesitaba que sus hermanos y su mejor amiga la siguieran viendo como una niña de cinco años, así que por eso la dejó en paz.

Ginny había pedido que Hermione hablara con Ron, y fue ahí donde salieron discutiendo. Pero como siempre que tenían una pelea, se reconciliaron a los pocos días.

Con Harry... Las cosas habían cambiado un poco, ahora ella y Ron pasaban un poco más de tiempo con él después de clases. Había terminado con Amelia, y ahora ambos tomaban caminos separados, como si estar cerca del otro aún fuera una herida abierta.

Hermione no preguntó cuál fue la razón, simplemente apoyó a ambos y se encargó de que estuvieran bien.

En cambio ella, desde que se había quedado a dormir con Draco, ya no había podido salir de su habitación. El problema era que cada vez que Hermione planeaba regresar a los dormitorios de chicas, él encontraba la manera de convencerla de quedarse una noche más. Así que comenzó a hacerse costumbre, hasta que una vez ella no pudo quedarse con él porque tocó revisión de prefectos y Draco tuvo que regresar a su supuesta habitación en los dormitorios de chicos, así que esa noche durmieron separados.

Fue ahí cuando Hermione se dio cuenta que se había acostumbrado a su compañía por las noches, por lo que llegó el momento donde ella simplemente no se despidió y se quedó dormida con él; cosa que, en definitiva, no pareció molestarle.

Hermione prácticamente se había mudado a la habitación de Draco. Las chicas de su dormitorio habían notado su ausencia, pero a diferencia de Gryffindor, no les gustaba meterse en lo que no las llamaban, así que rara vez lo mencionaron.

O tal vez fue porque Amelia seguía ahí para encargarse de todo.

Y respecto a Pansy, ella había estado muy tranquila esas semanas. Desde el incidente que habían tenido aquel día en el pasillo, ya ninguna había tenido comunicación con la otra. Incluso, aunque ella sabía muy bien por qué Hermione no dormía en los dormitorios, no decía nada. Y eso era lo que asustaba: estaba demasiado tranquila como para dejar de preocuparse. La morena sentía como si en cualquier momento saltaría con su llave maestra o el truco final que estuvo construyendo.

Algunas veces eso no la dejaba dormir.

Se lo había comentado a Draco una vez, pero él sólo dijo que no se preocupara; que no había nada malo que ella pudiera hacer mientras no le prestaran atención.

Pero Hermione era muy observadora, por lo que a pesar de la seguridad que él aparentó en aquella conversación, ella pudo notar que también se puso un tanto intranquilo.

Después de tener sexo la primera vez, sólo había sucedido dos veces más en esas semanas, pero no porque no era algo que no quisieran. Simplemente era que, entre los pesados deberes de séptimo grado, los estudios para sus ÉXTASIS, los partidos de Quidditch y sus otros pequeños espacios para estar con amigos, la cosa era demasiado difícil para encontrar un momento a solas.

Si antes Hermione había creído que su peor año en estrés había sido quinto, por sus TIMOS, ahora ciertamente se quedaba atrás. Séptimo año era un martillo en la cabeza todos los días.

Su único consuelo —y al mismo tiempo terror— era que las vacaciones de Navidad estaban cerca.

Lily y James Potter la habían invitado a pasar los días con ellos —y junto a Harry—, debido a que los señores Granger saldrían como emergencia de trabajo a Estados Unidos una semana. Así que ella terminó aceptando en lo que sus padres regresaban.

Le emocionaba ir, porque además de que llevaba tiempo sin ver a la madre de Harry, era una buena distracción para este mismo de su ruptura con Amelia. Ron también iría.

Hermione le había enviado una lechuza a su madre para contarle —con mucha vergüenza, porque, oh Merlín, era su madre— que ya había tenido su primera vez. Y para su eterna pena, la única respuesta de la señora Granger fue enviar lencería con una nota que decía «¡Usen protección!».

Ella quiso enterrarse en el suelo hasta que el ardor de sus mejillas sanara.

Apenas miró la lencería, ella la había refundido entre el cajón que tenía en la habitación de Draco, porque en realidad era algo que no podía evitar sonrojarla. Se había prometido probarla algún día... Pero todavía no pasaba.

El pequeño problema fue que días después, su madre le envió una carta diciendo que ella y su padre querían conocer a Draco. No era que le molestara o le diera vergüenza presentárselos, simplemente que nunca lo había hecho con nadie. Tenía los típicos nervios adolescentes del primer novio.

Así que, una noche a finales de noviembre, Hermione se hallaba pensando exactamente en eso mientras se cepillaba los dientes y se miraba al espejo.

Pero fue entonces cuando escuchó un ruido extraño fuera del baño, como si algunas cosas se cayeran al suelo, así que ella se apresuró a enjuagarse la boca antes de salir.

Lo primero que vio al salir fue que varios libros del estante que había cerca de la puerta estaban en el suelo, así como una lámpara de estudio. Luego siguió la mirada hasta la cama, y se encontró con Draco, recostado hasta las rodillas, con los ojos cerrados y sonriendo como un tonto.

—¿No estabas en reunión con Hufflepuff? —preguntó Hermione, porque eso había dicho cuando le avisó que se iría. El partido había ocurrido hacía unas pocas horas, y la casa de los tejones había ganado, así que dijo que iría a "compartir estrategias".

Draco frunció el ceño, luego abrió los ojos y, al mirarla, su carita se iluminó.

—¡Ey! ¡Hola! ¡Qué hermosa te ves hoy!

Hermione lo miró con los ojos entrecerrados, porque claramente era algo que no diría él así tan directo y entusiasmado. Se acercó hasta Draco y lo tomó de las muñecas para levantarlo, pero él gruñó.

Luchó hasta poder lograrlo, y cuando lo hizo, él la abrazó por la cintura y enterró la cabeza en su estómago. Entonces ella resopló.

—¿Cuál es tu definición de "compartir estrategias", Draco?

Él murmuró algo contra su remera, pero cuando ella dijo un «¿Eh?», alzó la cabeza para decir:

—Hueles muy rico.

Hermione lo miró con atención, y cuando todo tomó sentido para ella, bufó y rodó los ojos.

—¿Estás borracho?

Draco la miró como si hubiera dicho una barbaridad.

—¿Yo? —preguntó—. Por supuesto que no.

—Sí, ajá. Sóplame entonces.

Hermione se agachó a la altura de él y tomó sus mejillas, pero Draco cerró la boca y negó con la cabeza como un niño pequeño y mimado. Así que ella suspiró y cerró los ojos, juntando su frente con la de él.

—Oh, mierda... —susurró, más para sí misma que para Draco.

Él empezó a reír ante su reacción y luego se separó para mirarla mejor.

—Pff, no estoy tan ebrio.

Así que, de repente, las manos que la abrazaban de la cintura se volvieron más ágiles y despiertas, por lo que se aferraron a ella y le dieron la vuelta en un hábil movimiento y fue Hermione quien quedó recostada en la cama esta vez.

—Oye, no. Estás borracho —se quejó, pero en realidad sus ojos parecían estar muy conscientes de lo que hacía mientras la miraba.

Entonces Draco le sonrió.

—Si estuviera borracho no podría apreciar lo hermosa que te ves hoy.

Hermione no pudo evitar sonrojarse, y eso pareció ser el permiso que necesitaba Draco para acercarse a besarla. Su beso fue fuerte y hábil, pero estaba ese sabor a alcohol que la hizo sentirse incómoda.

Una mano viajó hasta su cintura para apoyarla desde su espalda y entonces la obligó a subir más hasta el centro de la cama; porque estaban cerca de la orilla.

Draco siguió besándola, y aunque ella estuvo casi tentada a ceder, aún tenía ese sabor que no la dejaba tranquila.

Así que, muy reaciamente, lo dijo:

—No, Draco, quítate.

Él obedeció, pero al instante de querer darse la vuelta en la cama, cayó al suelo en un ruido sonoro.

—¡Draco! —Hermione se apresuró a bajar a su lado y luego ayudó a levantarlo. Aunque rodó los ojos al ver que él comenzó a reír como un loco.

—Joder, ¿me caí de una montaña o algo?—preguntó, riendo y dejando casi todo su peso sobre ella.

Hermione sólo bufó.

—Y según tú no estás tan borracho. De seguro apenas sabes quién soy y dónde te encuentras.

Ella comenzó a caminar lentamente hasta el baño, y nunca le pareció tan lejana esa puerta, porque el desequilibrio de Draco le hacía todo más complicado.

—¿Por qué no sabría quién eres? —preguntó, y luego frenó sobre sus pies para girarse a mirarla con una expresión perdida y una sonrisa tonta—. ¡Pero si eres el jodido amor de mi vida! Debería estar idiota para olvidarte algu...

Draco no terminó de decir nada más porque tropezó con uno de los libros que había tirado y estuvo a punto de caer de no ser por Hermione.

Ella estaba terriblemente roja por lo que había dicho.

—Casi —murmuró Draco, refiriéndose a que estuvo cerca de caer al suelo. Luego cerró los ojos y frunció mucho las cejas, como si tuviera dolor de cabeza.

—Tienes que darte un baño —dijo Hermione, y regresó a caminar con su pesado cuerpo apoyándose contra ella.

Draco gruñó.

—No, mami. No quiero bañarme, no me gusta el jabón.

Hermione tuvo ganas de reír, pero tener todo el peso de Draco sobre ella mientras intentaba mantenerlo de pie, se lo impidió. Camino junto a él hasta el baño y lo sentó con mucha dificultad en el váter mientras ella ponía el temporizador al agua de la regadera.

La tina seguía siendo llamativa, pero sabiendo el estado de él, probablemente se pondría a chapotear en el agua.

—Desvístete, Draco —ordenó sin mirarlo.

Escuchó un chiflido detrás de ella.

—Uy, ¿lo haremos en el baño?

—¡No! —se quejó ella rodando los ojos y sin poder evitar la carcajada—. Ya te dije que necesitas un baño.

Él volvió a gruñir y se giró sobre su hombros sólo para mirarlo patalear a la alfombra del suelo.

—¡Y yo ya te dije que no me gusta el jabón!

—Si no obedeces, me voy a molestar.

Draco bufó y luego se levantó para desvestirse. Comenzó por la camiseta y luego por sus jeans, después sus bóxers, pero cuando sólo quedaron los calcetines, una expresión horrorizada pasó por su cara.

—¡Granger! ¡Granger! —llamó y ella se giró inmediatamente hacia él—. ¡No miro mis pies! ¡No están! ¡No puedo mirar mis pies!

—Joder, Draco, tus pies siguen ahí... —murmuró ella, mordiéndose los labios para aguantar la risa mientras lo obligaba a sentarse de nuevo para ella quitarle los calcetines.

Alzó la cabeza sólo para encontrar una expresión aliviada.

Hermione sonrió y rodó los ojos antes de tomarlo de nuevo por los hombros y ayudarlo a llegar hasta la regadera. Lo empujó con cuidado y luego hizo que recargara sus manos en la pared para no caerse.

Al momento de que el agua tocó su piel, se sacudió rápido y abrió mucho los ojos, resoplando para alejar el agua.

Ella cerró la puerta deslizable de la ducha con la intención de salir y dejarlo solo, pero la réplica de Draco se escuchó por todo el eco del baño:

—No te vayas. Si me resbalo y caigo, será tu culpa por dejarme solo y abandonado.

Hermione resopló antes de sentarse en el váter y esperarlo. Aunque fue bastante difícil, porque al no escuchar ningún otro sonido además del agua, tenía que recordarle desde el otro lado de la puerta que también debía enjabonarse y ponerse shampoo.

—¿Cuánto tomaste, Draco? —preguntó ella cuando ya lo sintió un poco más estable.

—Puede que media botella de Whisky de Fuego —respondió—. Hufflepuff quiso celebrar su victoria contra Ravenclaw con unos tragos. Al principio yo no quería, pero después me convencieron, y ahora...

—Pudiste haberte moderado —espetó Hermione—. ¿Cómo pudiste llegar hasta aquí si apenas podías caminar?

—Theo me trajo —contestó, y luego escuchó un gruñido—. Maldita sea, me duele mucho la cabeza.

—Tengo algunas pociones que Ame me dio hace mucho. Estoy segura de que pueden servirte. Sal de ahí de una vez.

Draco hizo un sonido de estar de acuerdo y Hermione salió del baño. Fue hasta el cajón que tenía y rebuscó hasta que sacó el vial de la poción.

Escuchó cómo Draco salía del baño con apenas una toalla enredada, y ella sacó un short de su cajón para arrojárselo hasta que lo atrapó.

Él se quitó la toalla, se acercó hasta la cama para ponerse el short, pero cuando iba por encima de la cadera, se tambaleó y cayó en la cama.

Hermione bufó y rodeó la habitación hasta llegar a él y le entregó la poción para que se la tomara. Draco lo hizo, y luego se llevó un brazo a los ojos para protegerse de la luz mientras seguía medio recostado en la cama.

Luego de que Hermione se pusiera su pijama, apagó todas las luces de la habitación y se acercó a la cama para recostarse. Él, al notarla, se levantó de su lado para acomodarse derecho y luego se acurrucó contra ella.

Y al contrario de siempre, él se recostó en su pecho y la abrazó como un niño pequeño, enterrando la cabeza en su aroma.

—¿Ya te sientes mejor? —le preguntó, acariciando su cabello con gentileza.

—Sí —respondió en un murmullo cansado—. Gracias.

—Buenas noches, Draco.

—Buenas noches, Hermione.

Draco se acurrucó más a ella, y en entre más caricias por parte de la chica en su cabello, quedó profundamente dormido. Poco tiempo después, ella también.


















———
El secreto que Draco esconde pronto será descubierto (el de Nick aún no, más adelante), pero sólo quiero avisar que no es tan grave como parece (o sea sí, pero no). Más bien es la manera en que Hermione se entera y el tiempo que Draco estuvo ocultando y mintiendo.

Pero no les voy a decir en qué capítulo es porque me gusta verlos sufrir, pero está más cerca de lo que se imaginan, gg.

Btw, lo voy a responder antes de que me lo pregunten: sí van a haber más smuts, no me los voy a saltar ok? Solamente quería agregar un salto y por eso puse que ya lo habían hecho dos veces, porque sí.

—nico🐑

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