40. Pequeñas confesiones

Draco la abrazó más y observó cada facción de su rostro con cuidado. Luego de unos segundos bajó la mirada a su cuerpo y lo analizó rápidamente antes de volver a sus ojos.

—¿Estás bien? —preguntó.

Hermione, quien había estado encargándose de regresar a su respiración tranquila, se sorprendió un poco ante su pregunta y frunció el cantes de asentir.

—Sólo me duele un poco, pero no importa.

Draco juntó los labios en una línea plana antes de parpadear y asentir. Le avisó que iba a salir de ella, y cuando Hermione se preparó, lo hizo y luego no perdió tiempo para abrazarla de nuevo.

Que él estuviera fuera se sintió diferente y, de cierta manera, molesto; porque ahora se sentía extraña y su mente sólo podía concentrarse en esa sensación. Y justo cuando creyó que se perdería de nuevo entre sus pensamientos, Draco pareció entender.

Con una mano en su barbilla, alzó su cabeza para que lo mirara a los ojos.

—¿Qué es lo que necesitas? —preguntó, y a ella le sorprendió la seriedad que había en su mirada—. ¿Puedo ayudar en algo? ¿Quieres darte un baño o...?

—Quiero dormir —murmuró Hermione, sus párpados y todo de ella comenzando a caer.

Se había jurado a sí misma que en su primera vez no se dormiría, porque en realidad le parecía algo poco higiénico no darse un baño después del acto. Pero todas esas objeciones quedaron enterradas en alguna parte de su mente porque en estos momentos lo único que necesitaba era recostarse y olvidar que existía.

Así que darse un baño no era algo que deseara lo suficiente. Draco estuvo de acuerdo con ella y se movió un poco para acomodar las sábanas, aún sosteniéndola contra él como si temiera que en cualquier momento fuese a desmayarse en sus brazos.

Pasó menos de un minuto, y luego Draco le indicó que se recostara. Ella lo hizo, cayendo de lado en el colchón y dispuesta a caer dormida como un tronco, pero aún así luchó para mantenerse despierta.

No podía ver lo que hacía porque ella le estaba dando la espalda, pero parecía estarse poniendo un short o algo de ropa.

Apagó las luces de las lámparas. Después sintió la cama hundirse un poco de su lado, y ella alzó la mano para tomar la de Draco y hacer que la abrazara.

Él la abrazó de la cintura y la acercó a su cuerpo, enterrando su nariz en el cabello de ella.

Lo curioso era que a Hermione no le importaba en lo absoluto estar desnuda junto a él. Eso era lo último que pasaba por su mente; aunque tampoco era que estuviera pasando mucho.

Sus ojos siguieron cerrándose poco a poco, su respiración volviéndose lenta y tranquila, dispuesta a perderse entre sus sueños. Escuchó que Draco murmuró algo sobre su cabello, pero ella no entendió nada porque fue justo cuando cayó dormida.

•••

Hermione se removió en su lugar hasta que la poca luz de la habitación la obligó a despertar. Se llevó las manos a los ojos y los talló para alejar el sueño. Luego bostezó y abrió los ojos sólo para mirar a Draco todavía durmiendo.

Por la noche, ella se había dado la vuelta, y ahora estaba frente a Draco, en una posición perfecta para mirarlo dormir.

Pero aunque le encantaba la idea de quedarse ahí junto a él para despertarse, aún tenía que darse un baño y luego ir a clases. Así que se llevó la sábana para enredarla en su cuerpo y después se puso de pie intentando hacer el menor ruido.

Caminó hasta el lugar donde había arrojado su mochila la noche anterior, y luego avanzó con ella hasta el baño. Cerró la puerta detrás suyo y dejó caer la sábana de su cuerpo.

Había un enorme espejo alto en la pared adyacente a la puerta, así que Hermione no pudo evitar mirarse.

Ciertamente ya no era una niña. Su madre le había enseñado desde pequeña a no ser vanidosa, así que mirarse al espejo para ver sus imperfecciones nunca fue algo de lo que ella mostrara atención. Pero ahora podía estar segura de varios cambios.

Su cuerpo ya no era el mismo, obviamente. Seguía siendo menuda, pero había tomado las curvas necesarias en todo adolescente. No tenía una cintura demasiado pequeña como las chicas que venían en las revistas que leía Parvati Patil, pero en realidad su tamaño era el esencial para alguien de su edad. Jamás había sido de muchos pechos, así que eso de verdad no le importaba. Tenía muslo, pero luego sus piernas eran demasiado flacas, y habían algunas cuantas estrías en la parte trasera de estas.

Su cabello seguía siendo el mismo desastre que siempre, había llegado a un punto donde ya no se preocupaba por salvarlo. Su cuerpo era como el de cualquier otro, y al mismo tiempo, diferente.

Pero estaba bien con ello.

Su mirada cayó en su cuello, y frunció el ceño cuando notó un pequeño moretón. Apenas era visible a simple vista, pero una vez que se acercó hasta el espejo, se dio cuenta que era una de esas cosas que Ginny llamaba "mordisco de amor".

En otros momentos, su mente habría protestado en que era algo asqueroso con lo que alguien creía marcar a otra persona como suya. Pero ahora todas sus anteriores creencias parecían perder validez, porque no ese mordisco no le molestaba en lo absoluto.

De hecho, de no ser porque tenía que ir a clases, ella se lo habría dejado. Pero en cambio sólo negó con la cabeza, arreglando el mordisco con magia sin varita, y se alejó del espejo como si una voz parecida a la de su madre la estuviera reprimiendo por pasar tanto tiempo frente al espejo.

Se acercó a la ducha para abrir la regadera, incluso cuando la bañera que estaba a pocos metros lucía muy llamativa. Pero faltaba poco menos de una hora para que las clases comenzaran, así que debía darse prisa si quería ir a desayunar.

Disfrutó el agua tibia cayendo sobre ella, tomándose su tiempo mientras pasaba el jabón por todo su cuerpo con cautela. Y sonaba casi poético, pero mientras lo hacía, recuerdos de la noche anterior llegaban por cada parte que recorría de su cuerpo y la hacía sonreír inconscientemente.

Su madre le había hecho prometer años atrás que, cuando tuviera su primera vez, lo haría con alguien a quien realmente quisiera. Así la magia no se perdería si es que le llegaba a doler. Y a pesar de que Hermione fue de las desafortunadas a las que le dolió, no se arrepentía lo que había sucedido.

Pasó el jabón hacia su sexo, y como si esperaba que le doliera, lo hizo con cuidado. Aunque no le dolió, pero fue justo ahí cuando recordó que probablemente había dejado las sábanas de la cama de Draco manchadas de sangre.

Se terminó de dar el baño con más rapidez de la necesaria, esperando poder llegar a la cama y limpiar antes de que él despertara. Pero cuando Hermione se puso torpemente el uniforme y salió del baño, miró que Draco ya estaba despierto y sentado sobre la cama con un libro sobre su regazo.

Ella frunció el ceño y se acercó lentamente, aún con la toalla colgando de su brazo. Miró la cama, y no había rastro de sangre por ninguna parte.

—¿Pasa algo? —preguntó Draco cuando la miró.

Hermione comenzó a enrojecer incluso sin decir que estaba buscando la sangre. Alzó la sábana de nuevo como si temiera que no hubiera visto bien, pero otra vez sólo encontró una lisa tela blanca.

—No —respondió, y luego se obligó a cambiar de tema—. ¿Vas a darte un baño?

Él asintió. Cerró el libro que estaba leyendo y lo dejó en el buró de a lado. Rodeó la cama para caminar hasta Hermione y, cuando estuvo a su lado, la acercó para besar su cabeza como un saludo.

—Que no te avergüence la sangre —murmuró contra su cabello mojado antes de alejarse hasta el baño y cerrar la puerta antes de que ella pudiera replicar algo.

Hermione parpadeó, confundida. Luego se obligó a dejar de pensar en el tema y levantó su mochila para sacar el peine para su cabello. Se ajustó el uniforme y luego se colocó los zapatos. Intentó hacer de sus rizos una coleta, pero después de un minuto de intento fallido, se rindió y los dejó sueltos.

Cuando por fin estuvo lista y ya sólo estaba guardando sus cosas de nuevo en la mochila, la puerta del baño se abrió y Draco se asomó con una toalla enredada en su cadera.

Ella fingió estar ocupada con su mochila para no mirarlo mientras él caminaba hasta su armario y buscaba su uniforme.

—Hoy hay salida a Hogsmeade —dijo su voz a su espalda, y ella se giró para mirarlo sacar su túnica—. ¿Quieres ir a comer algo?

Hermione le sonrió, aunque no pudo verla.

—¿Como una cita? —preguntó.

Draco soltó una pequeña risa y ella tuvo que desviar la mirada con rapidez cuando se quitó la toalla y quedó desnudo de nuevo. No era que le molestara mirar, simplemente ya era instinto suyo.

Escuchó cómo Draco comenzaba a vestirse, y luego:

—Sí, como una cita.

Ella lo miró por encima de su hombro sólo para encontrarlo luchando contra su corvata frente al pequeño espejo que había en el armario.

—Está bien —aceptó, y rió cuando Draco gruñó por no poder atar el nudo.

Se rindió y sacó su varita para murmurar el hechizo. Y mientras la magia se encargaba de atar su corvata, miró de reojo a Hermione.

—Hago esto cuando me desespero.

Ella le rodó los ojos, pero aún así lo esperó hasta que estuvo listo y luego salieron de la habitación. Hermione avanzó primero y se quedó fuera de la sala común hasta que él salió, dos minutos después. Era una pequeña técnica que debían seguir si no querían levantar sospechas del por qué ambos venían de un pasillo donde supuestamente no habían habitaciones.

Una vez estuvo fuera, Hermione vaciló un poco antes de tomar su mano y luego comenzaron a caminar hasta el Gran Comedor. Cuando llegaron a las grandes puertas de roble, ambos caminaron hasta la mesa de Slytherin, con cierta incomodidad atrayendo varias miradas curiosas.

Fue demasiado para ella porque se sintió muy observada, así que se despidió de él con una sonrisa antes de alejarse hasta el lugar donde estaban Harry, Ron y Neville. Se sentó a lado de este último y frente a los otros dos.

Alzó la mirada y frunció el ceño al encontrarse con los ojos analizadores de Harry y Ron.

—¿Qué? —preguntó.

Harry suspiró.

—Queremos preguntarte esto de la manera más cautelosa posible, porque no queremos que...

—¿Te drogaste? —interrumpió Ron en voz baja.

—Ay, no —gruñó Hermione mientras dejaba caer la cabeza contra la madera de la mesa. Escuchó una pequeña risilla por parte de Neville, pero luego se atragantó como si alguien lo hubiera obligado a callar.

—Hermione...

—Fue mi decisión, ¿está bien? —atajó, alzando la cabeza de nuevo—. Sabía en lo que me estaba metiendo. Fue por accidente, y de igual manera sólo fue y será una vez... No necesito un sermón en estos momentos.

Ron abrió la boca para hablar, dispuesto a seguir discutiendo, pero cuando Harry resopló y lo golpeó con el codo, él rodó los ojos y calló.

—Godric, sólo me preocupo por ti —murmuró hacia su plato, pellizcando su salchicha aburridamente con un tenedor. Luego pareció recordar algo, frunció el ceño y añadió—: Tú siempre nos sermoneas, ¿por qué yo no puedo?

Hermione estuvo por responder, pero entonces la voz de Amelia la interrumpió:

—Porque ella tiene más palabra —dijo y le sonrió. Luego le arrojó un dulce de menta a Harry (que atrapó con facilidad) y se giró hacia la morena para preguntarle en un susurro—: ¿Dónde dormiste anoche?

El pequeño pedazo de pan que se había comido se atoró en su garganta y se apresuró a beber jugo de calabaza antes de que lo notara. La miró mientras trataba de buscar una excusa que fuera creíble para alguien tan difícil de engañar como Amelia, pero ella pareció leer su mente.

—Ni se te ocurra mentirme —dijo en un susurro, y Hermione miró de reojo para encontrarse con que Harry, Ron y Neville ya se habían metido en una nueva conversación.

—Bueno, yo... Dormí en...

—Con Malfoy, ¿no es así? —interrumpió, y había un brillo divertido en sus ojos—. Harry mencionó que él casi nunca duerme en su habitación. Sólo hacía falta atar cabos para descubrir que estuviste con él, pero... ¿Dónde carajo durmieron?

Hermione comenzó a mover su anillo nerviosamente una y otra vez. Respiró hondo, y al mirar a Amelia, supo que en realidad no había nada que pudiera engañarla. Así que se rindió.

—Él tiene... una habitación que su padre le hizo.

Miró cómo poco a poco las cejas de Amelia se alzaban con sorpresa, y Hermione estuvo a punto de pedirle que no dijera nada antes de que ella soltara:

—¿Malfoy tiene una habitación para él solo? Qué mierda, ¿por qué yo no?

—Larga historia —murmuró ella, y desvió la mirada con la esperanza de enfocarse en su desayuno y así Amelia no tuviera tiempo para preguntas incómodas.

Pero claramente, su amiga no se iba a detener, porque para ella parecía ser un regalo mirarla incómoda.

—¿Y... qué tal? —preguntó con diversión, demasiado bajo para que sólo ella escuchara y comenzando a desayunar también para no llamar la atención.

—Ame, él y yo... Nosotros no...

—Oh, vamos, no hacen tontos a nadie —interrumpió Amelia—. Son más obvios que Ron y Jennifer.

Hermione no pudo evitar reír por lo bajo, mirando a través de sus pestañas para comprobar que Ron seguía atento a su plática con Neville y comía como salvaje un pastel de calabaza.

—No lo cuentes por ahí —murmuró como respuesta.

—Merlín, ¿qué clase de chismosa me crees? —preguntó con fingida indignación. Luego pareció pensárselo mejor y, mordiendo una manzana, añadió con diversión—: ¿Fue bueno?

La morena se sonrojó tanto que tuvo que levantar una servilleta para cubrirse las mejillas mientras Amelia comenzaba a reír y disfrutar de sus nervios.

—No voy a responder eso —contestó, sin poder evitar que le divirtiera el tema.

Su amiga volvió a carcajear, y entonces mató a la morena con un:

—Da igual, Hermione... No debe de avergonzarte. Sabía que no tardarían en cuchiplanchear.

Si antes Amelia había estado aguantando la risa, ciertamente ahora no se contuvo cuando escuchó el «¡Oh, dios mío!» horrorizado de Hermione. Se llevó las manos al estómago y comenzó a carcajear como una loca mientras ella enrojecía y Harry y Ron preguntaban qué carajo había pasado.

•••

—¿Las Tres Escobas? —Hermione preguntó cuando miró a los lejos pequeña la taberna después de que sus clases terminaran y que hubieran llegado a Hogsmeade.

—Sólo estamos de paso —contestó Draco, y luego alzó uno de sus brazos para rodearle los hombros y atraerla hacia sí—. Rosmerta, la encargada de la taberna, hace unas comidas extrañas pero deliciosas, así que mandé una lechuza para encargar una.

Ella sólo asintió con la cabeza y siguió caminando junto a él hasta que cruzaron la puerta y tuvieron que separarse por el gentío que había dentro. Volaban charolas llenas de bebidas por todas partes, y Draco tuvo que tomarle la mano para no perderla entre todos.

Caminaron hasta llegar a la cantina y él hizo un movimiento de mano para llamar la atención de Rosmerta, quien apuntaba ferozmente en su libreta los encargos de unos clientes. Cuando miró a Draco, sólo se giró para decirle algo a alguien más y poco después esa misma persona regresó con una gran bolsa de papel.

Draco le pagó al hombrecillo y luego agradeció a regañadientes cuando Hermione le hizo mala cara. Después ambos salieron con cierta dificultad hasta que estuvieron fuera del lugar.

—Sentí que me ahogaba ahí dentro —dijo ella, fingiendo drama. Él sólo sonrió y negó con la cabeza antes de comenzar a caminar.

Pasaron por una tienda de libros, y ambos entraron para comprar unos cuantos. Hermione compró Romeo y Julieta, porque creía que era un libro del cual Draco y ella podrían sacar mucho debate. También llevó La Dama de Blanco; compró otros más, pero fueron en su mayoría educativos.

Ella tomó La Biografía de Martin Luther King entre sus manos y lo hojeó, pensando descaradamente que era un libro perfecto para ordenar todo aquello incorrecto que los padres de Draco habían metido en su cabeza durante años. Él decía que ya no sentía esa repulsión ante los hijos de muggles o cualquier cosa muggle en sí, pero Hermione creía que en realidad era tolerancia, y que sólo lo hacía por ella y no porque de verdad lo creyera necesario.

Así que giró sobre sus talones para ir al siguiente pasillo y ofrecerle el libro, pero frunció el ceño cuando se dio cuenta que Draco estaba leyendo otra cosa.

Ella se acercó, y en cuanto pudo divisar el título del libro, sonrió con emoción.

¡Hogwarts: Una historia! —susurró y alzó su mirada feliz hacia él—. ¿Te gusta leerlo?

Draco cerró el libro de golpe y lo regresó a la estantería como si le avergonzara ser descubierto leyéndolo, eso la hizo fruncir el ceño. Después él se rascó la nuca, visiblemente algo nervioso.

—Sí... Me gusta. Mucho en realidad... —murmuró—. Es uno de mis libros favoritos, pero sé que a muchos les parece aburrido y...

Hermione se abalanzó sobre él para abrazarlo antes de que pudiera decir nada más. Draco se notó algo confundido, pero luego la rodeó con uno de sus brazos y comenzó a reír.

—¿Y eso por qué es? —preguntó.

Ella se separó de él y lo miró con unos ojos emocionados antes de besarlo rápidamente.

Hogwarts: Una historia es mi libro favorito —dijo, aún sonriendo—. Y no había conocido a nadie que también le gustara.

Draco se notó un poco sorprendido, pero luego le regaló una sonrisa diferente y especial, una que transmitía algo nuevo pero que ella no supo identificar qué.

Después de que ella le ofreciera la biografía que traía en manos, él aceptó leerla y luego ambos fueron a la caja a pagar. Hermione quiso pagar al menos por lo suyo, pero él le dijo que no hacía falta y entonces ella fingió indignación mientras enumeraba las razones por las cuales debía dejarla hacerlo al tiempo que él sólo reía y pagaba.

No pudo ganarle, así que salieron con dos bolsas llenas de libros de la tienda.

Caminaron hasta llegar a un pequeño parque, uno que tenía nieve por todas partes porque el invierno estaba casi a la vuelta de la esquina. Llegaron hasta una banca y se sentaron.

Draco sacó la comida, que eran varios postres que ella nunca había visto en su vida. Había de todo en esa bolsa, y Hermione se sorprendió de que seguía sacando y sacando comida.

Después comenzaron a comer, y cuando Draco sacó una petaca y echó un trago a su bebida, ella frunció el ceño y no pudo evitar su duda:

—¿Cuándo comenzaste a beber?

Él hizo una mueca extraña y luego la miró con algo cercano a la culpa, pero una culpa divertida.

—En realidad, siempre he bebido —confesó—. Aquel día en la taberna te dijo que no porque no podía soportar que juzgaras algo sobre mí y lo acertaras tan fácilmente. Igual no era nada especial, sólo bebía de vez en cuando.

—¿Bebías? —repitió Hermione, haciendo énfasis en el verbo pasado mientras se llevaba una crepa a la boca.

Draco asintió y luego se encogió de hombros.

—Me refiero a que sólo bebía en ciertas ocasiones y no todo el tiempo como Blaise. En celebraciones después de partidos de Quidditch, un día especial o cosas como esas.

—¿Ya no es así?

Él le alzó una ceja y la miró como si le preguntara telepáticamente si iba a ser siempre tan preguntona, pero cuando Hermione no le desvió la mirada y siguió insistiendo, Draco resopló y se rindió.

—Cuando me dejaste durante dos meses, yo no la pasé del todo bien —dijo, y ella se sintió un poco incómoda ante la mención—. Tenía demasiados problemas en la cabeza y sentía que iba a explotar en cualquier momento. Blaise no fue exactamente la mejor compañía, pero fue la única, así que digamos que me incitó a beber... Y bueno, caí en el vicio durante tal vez unos días antes de que Jane me golpeara para dejar el alcohol.

—¿Jane? —preguntó Hermione, algo interesada e intrigada porque era la segunda vez que escuchaba ese nombre por parte suya.

—Jane Miles —asintió. Después hizo un mohín para restarle importancia—. El caso es que dejé de beber de esa manera y me moderé.

Hermione bajó la mirada para tomar un panqueque de los que estaban sobre la bolsa, y luego suspiró.

—Yo también bebí —confesó con ligera vergüenza, y al ver las cejas confundidas de Draco, siguió hablando—: Fue la noche que peleamos en ese armario. Me tomé una botella entera de Whiskey de Fuego de un sólo trago, y me embriagué demasiado. Me puse a bailar como...

Draco bufó para interrumpirla y luego rodó los ojos.

—Ya sé de qué hablas —soltó, con algo de molestia en su voz—. Fui yo quien te saqué de ahí y te llevé a tu habitación.

Hermione alzó ambas cejas, sorprendida porque no tenía ni idea de eso. Jamás se la pasó por la cabeza cómo era que había llegado sana y salva a su cama; e incluso si lo hubiera pensado, habría creído que fue obra de Harry, Ron o Ginny.

Pero entonces un brillo divertido atravesó la mirada de Draco y añadió:

—¿Recuerdas algo de lo que sucedió esa noche?

Ella resopló y negó con la cabeza.

—No del todo. Sólo tengo imágenes vagas de mí bailando como una loca alrededor de gente que ni conocía.

—Intentaste besarte con Blythe —dijo Draco con cierto resentimiento en su voz. Al instante, las mejillas de Hermione se tornaron ligeramente coloradas—. Es cierto, aunque no lo creas. No estuve ahí pero Theo me lo contó.

Hermione se tapó la cara con sus manos como única reacción tardía, avergonzada. Ni siquiera podía imaginar lo ridícula que pudo haberse visto. Una razón más para no volver a embriagarse de esa manera.

—Potter y Weasley estaban muy molestos —continuó Draco, divertido y como si le gustara burlarse de ella—. No pudieron contenerte así que Bane fue por mí, por alguna razón creyó que yo sí podría lograrlo.

—Por Merlín —masculló Hermione, dejando un ligero hueco entre sus manos para poder mirarlo—. No creí que hubiera estado tan mal.

Draco mordió uno de los panqueques y luego comenzó a reír, negando con la cabeza. Esperó hasta pasarse el bocado, y se sacudió las manos antes de acercarse a ella y alejar las manos de su cara.

Su expresión era muy burlona.

—Eso no es lo peor —canturreó—. Cuando te saqué de ahí también intentaste besarme a mí.

Hermione no podía estar más avergonzada de sí misma. Intentó volver a cubrirse la cara, pero Draco carcajeó y se lo impidió tomando sus manos.

Ella no podía dejar de querer que la tierra se la tragara.

—Mierda —soltó—. Ame lo mencionó el último día de clases del curso anterior, pero nunca creí que lo dijera de verdad.

—Pues créelo. Porque me costó mucha fuerza de voluntad no permitir que me besaras. Aún recuerdo cómo parecías muy ansiosa y alzabas la boca mientras decías cosas como: ¡Oh, por favor, bésame! o...

—¡Draco, cállate! —dijo, histérica y sin importarle las miradas extrañas que les dirigían los que pasaban por ahí.

Él volvió a carcajear y por fin le soltó las manos para seguir comiendo.

La lección había quedado muy grabada en Hermione: no volver a tomarse una botella entera de whisky de fuego nunca jamás o terminaría besando a su amigo o, a su futuro novio.

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