37. Risas, muchas risas y también culpa
ADVERTENCIA: Este capítulo tiene una escena sobre drogas. Léalo bajo su propia precaución.
(capítulo largo; un monstruo, en realidad)
Estuvo inquieta todo el día.
Tomó todos los libros que necesitaba para terminar sus deberes y fue hasta los árboles más lejanos del castillo. No quería encontrarse con Draco, así que lo evitó toda la tarde y sólo regresó a la sala común cuando llegó el toque de queda. Ni siquiera miró si él estaba por ahí, sólo subió las escaleras con rapidez y se encerró en su dormitorio apenas llegó.
Agradeció a todos los dioses del cielo que Pansy no estuviera dentro. Sólo estaban unas chicas a quienes ella no conocía, y también Amelia, comiéndose un chocolate y frunciendo el ceño al verla.
Dejó de buscar ropa en su baúl y se acercó a Hermione.
—Hola —saludó cuando llegó hasta ella, y la morena apenas le pudo sonreír antes de sentarse reaciamente en su propia cama. Amelia la miró extraño, se recargó en el apoyo del dósel y luego añadió—: ¿Estás bien?
—¿Eh? —preguntó y Amelia le alzó una ceja—. Oh, sí. Sí, estoy bien.
—¿Segura?
Hermione miró la expresión que Amelia le tenía, y era una que claramente le decía que no le estaba creyendo nada. Entonces se dio cuenta de lo apagada que había estado desde la conversación con Pansy, así que se obligó a suspirar para alejar todo y luego le sonrió a Amelia.
—Segura —dijo, esta vez obligándose a dejar todo lo que atormentaba su mente.
Amelia ladeó la cabeza y entrecerró sus ojos, como si estuviera comprobando con Rayos X si estaba mintiendo o no. Pero Hermione se mantuvo neutra, así que su amiga por fin se encogió de hombros y se rindió.
Ella buscó entre su chamarra algo, y luego sacó una barra nueva de chocolate antes de arrojársela a Hermione. Esta la atrapó por puro instinto.
—Se nota que no estás bien —dijo—. Pero también sé que no me dirás nada. Así que te entrego a uno de mis amigos, los chocolates; siempre ayudan.
Después le volvió a sonreír y se alejó hasta su cama para seguir buscando ropa en su baúl, tal vez para ir a la fiesta, Hermione no lo sabía.
Sin embargo, media hora después, cuando Amelia estaba en el baño alaciándose el cabello con su varita, Hermione se dio cuenta de algo.
Llevaba apenas una morida del chocolate que le había dado, y miraba con curiosidad el empaque, porque nunca lo había visto y, siendo ella una amante de los chocolates, se preguntó cuál era. Pero cuando se lo preguntó a Amelia, ella sólo sonrió con diversión y negó con la cabeza.
Hermione insistió varias veces, así que Amelia no tuvo más remedio que contestar.
—Es de Suiza —contestó, guardando su varita y sacando brillo labial mientras la morena la miraba recargada en la puerta del baño, a través del espejo—. Uno de mis hermanos me trajo una caja entera cuando vino a visitarme estas vacaciones de verano.
—¿Sabes dónde puedo conseguir más?
Amelia dejó de pintarse la boca y luego sonrió con diversión. Se giró hacia Hermione y la miró con un brillo extraño en sus ojos antes de preguntar:
—¿Realmente te gustó? —preguntó y ella asintió—. Porque tengo otros que son casi iguales, pero... Digamos que son especiales. Mi otro hermano (porque es todo lo contrario al primero) me dio algo que haría que mis padres me mataran si se enteraran.
—¿Y es...?
—Sígueme —pidió, y luego Amelia salió del baño para ir hasta su baúl. Ya no había nadie en los dormitorios, por lo que no se molestó en ocultar nada mientras abría un pequeño cajoncito de su baúl. Sacó una barra de chocolate y se lo tendió. Pero cuando Hermione estuvo por tomarlo, lo alejó de nuevo, y añadió—: Esto no es un chocolate normal.
Hermione frunció el ceño.
—¿Entonces?
—Bueno... —Amelia suspiró y se mordió el labio—. Supongamos que tiene algo que te pone un poco más alegre de lo normal. Sólo tengo tres, eran cuatro pero hace días me comí uno y... En realidad, se sintió increíble, pero estoy consciente de todo lo malo que esto puede generar así que los estoy usando con precaución. Ni siquiera sé si me comeré esos que quedan ahí, pero los tengo.
La morena la miró cautelosamente mientras comenzaba a armar cabos en su cabeza. La respuesta llegó a ella, y no pudo evita abrir la boca con sorpresa.
—¿Son... son drogas? —preguntó, y Amelia la cayó con rapidez. Luego asintió.
—Sí, sí. Lo son —respondió—. Pero no vayas a decírselo a nadie. Mi primera reacción cuando mi hermano me los dio fue tirarlos, pero es un regalo suyo así que quise guardarlos. Luego probé uno, y bueno... Digamos que preferí quedármelos. Escucha, puedes quedarte con este si quieres, pero será lo único que te daré porque debo cuidarte.
—Pero... —balbuceó Hermione, aún atónita—. No, no, yo no quiero.
—Oye, pude sentir todo ese maremoto de pensamientos toda esta media hora. Tú cuerpo está tenso, estás molesta y algo te preocupa. No sé qué es y tampoco voy a preguntar. Sólo... —Amelia suspiró y luego dio una cautelosa mirada al chocolate que le estaba tendiendo—. Tal vez esto pueda ayudar. Una primera vez para experimentar no hace daño a nadie. Pero, de nuevo, dime si no lo quieres y volveré a guardarlo.
Hermione se mordió el labio inconscientemente. Ella estaba en una de las situaciones a las que su mamá le había planteado toda su vida. «No aceptes drogas», «No lo hagas sólo para quedar bien», «Las drogas son malas». En ese momento, ella había creído que controlaría la situación con rapidez, porque no era tan tonta como para dejarse tener que recurrir a una droga para sentirse bien.
Siempre se prometió que, pasara lo que pasara, nunca aceptaría drogas.
Pero mientras toda su mente estaba envenenada por las palabras de Pansy, y sentía que se volvía loca porque todo lo que parecía bien se estaba poniendo de cabeza, ella encontró llamativo ese chocolate.
—¿Qué pasa si lo como y exploto? —preguntó.
Amelia alzó ambas cejas como si creyera que lo decía en broma y luego carcajeó.
—Merlín, Hermione. Sólo tiene un poco de marihuana... —Luego se encogió de hombros y abrió la envoltura del chocolate para darle una mordida—. Puedo volver a guardarlo si no quieres. Ni siquiera planeaba mostrárselo a alguien, pero te pusiste muy preguntona.
Hermione suspiró, rogando al cielo que su madre la perdonara algún día, y luego tomó el chocolate. Amelia no hizo nada, sólo se giró para poner llave al cajoncito antes de guardarlo de nuevo en su baúl. Luego se despidió de la morena y salió de los dormitorios.
Ella miró el chocolate que traía en mano, uno en cada una: el de Suiza y el... otro. Tenían la misma envoltura y casi el mismo color, incluso la mordida en el mismo lado. Sin embargo, sabía cuál era cuál, así que se aseguró de ello mientras se acercaba a su cama y los guardaba en su baúl, de repente quitándosele el hambre.
Luego de tres horas, mientras ella se revolvía una y otra vez sobre la cama intentando dormir, las palabras de Pansy se repitieron una y otra vez en su cabeza.
Había querido ignorar todo, se lo propuso incluso, pero cuanto más trataba de hacer eso, sus palabras se volvían más frescas y llegaban a ella a acuchillarla como si fueran dagas llenas de veneno puro.
Ya no se trataba de si Hermione tenía inseguridades o no, la cosa era diferente porque Pansy había dado en el blanco con todo. Cada cosa que dijo e insinuó le cayó como anillo al dedo a todo sobre su relación con Draco.
Se había estado preguntando una y otra vez si era sólo un juego más de Pansy, haciendo de las suyas para dejar maldad a su paso, pero una voz en su cabeza le recordaba que era imposible que ella supiera todo eso.
Después de varios minutos más, se obligó a dejar de pensar en ello, llegando a la conclusión de que tendría que hablarlo con Draco. Una parte de ella no quería, porque temía que todo fuera un farsa y entonces creyera que no confiaba en él, pero también sabía que la duda se la comería viva si no lo hacía.
Así que, una vez más, odió a Pansy. Porque todo parecía ir perfecto antes de que ella llegara.
•••
Hermione no pudo. Al día siguiente, cuando las clases habían terminado, intentó enfrentarse a él para hablarlo, pero su valentía se perdió cuando lo miró entrar por la biblioteca, buscándola para hacer los deberes con ella como siempre.
Sus piernas comenzaron a temblar apenas lo miró, así que se apresuró a tomar sus cosas antes de que él la notara y luego esperó a que Draco entrara para ella salir.
Casi corrió hasta las mazmorras, y una vez llegó, subió las escaleras hasta su dormitorio, aún con el corazón latiendo muy rápido por lo agitada que estaba. Llegó hasta su cama y se sentó con un resoplido. Alzó las manos para sobar sus sienes y se dio cuenta que tenía dolor de cabeza.
Ella sabía que estaba mal evitar a Draco, porque sólo estaba alargando esta tortura para sí misma, pero no tenía valor. Se sentía pésima. ¿Qué pasaría si las cosas termiban mal entre ellos? No estaba preparada para oír de sus propios labios que lo que había dicho Pansy era real.
Se levantó y se comenzó a quitar la túnica del uniforme sin importarle que hubieran más chicas en el dormitorio. Abrió su baúl para sacar ropa para ponerse, pero su mirada cayó en los chocolates.
Los miró, y entonces de repente la idea de probar el especial fue demasiado llamativa. Lo tomó entre sus manos, dispuesta a comerlo y así tomar valentía y de paso librarse de toda la tensión que emanaba en su cuerpo, pero pronto una voz en su cabeza le dijo que no lo hiciera.
Así que cerró los ojos en un suspiro y negó con la cabeza mientras regresaba el chocolate a su lugar y tomaba el otro.
Le dio una mordida y cerró el baúl mientras se ponía de pie para cambiarse de ropa.
Se miró al espejo del baño cuando estuvo por completo con otra ropa y entonces, aún comiendo el chocolate, frunció el ceño y observó su enorme maraña de rizos. ¿Cómo por qué tenía un cabello tan espeso? Su madre era ondulada y su padre lacio, tal vez sacó el cabello de su abuela...
Negó con la cabeza ante el ridículo pensamiento y soltó la coleta que traía para dejar sus rizos sueltos. Eso le dio un alivio del dolor de cabeza y cerró los ojos en un suspiro. Salió del baño y se dio cuenta que estaba sola.
Entonces aprovechó el momento y se recostó en la cama con un salto tonto, mirando el dósel mientras mordía una y otra vez su chocolate hasta terminarlo.
Entonces pasaron los minutos.
Y ella miró la tela del dósel que tenía encima, siguiendo las líneas del estilo de un lado a otro.
Y miró.
Y miró.
Y miró.
Luego carcajeó.
¿Por qué el chocolate se llamaba chocolate? ¿Quién lo había nombrado así y por qué?
Poco a poco, notó que el dolor de su cabeza se alejaba cada vez más hasta que ya no estuvo. Y pronto el dósel que tenía encima comenzó a moverse, como si estuviera dentro de una licuadora y ella fuera el fruto. Alzó la mano ridículamente en un intento de tocar la tela, pero falló. Lo que le causó aún más risa.
Y la risa se sentía bien. Porque ya no había tensión en su cuerpo y ni siquiera recordaba las palabras de Pansy.
Así que siguió riendo, y no porque hubiera algo específicamente gracioso en su situación, sino porque le gustaba escuchar su propia risa y entonces lo seguía haciendo.
Poco después volvió a alzar la mano y se sentó, intentando de nuevo tocar esa tela que comenzaba a girar encima de ella, pero cuando no lo logró, se desesperó y se puso de pie sobre la cama. Saltó para tocarlo, pero no lo hizo. Así que lo intentó de nuevo, sintiendo con diversión cómo todo comenzaba a nadar alrededor de ella.
¿Había algo que debía hacer?
Saltó de nuevo, y esta vez estuvo a punto de tocar la tela. Así que no se quiso rendir y saltó una vez más, pero no contó con que calculó mal el espacio, y entonces cayó al suelo.
En otras circunstancias, ella se habría quejado por el golpe, pero vaya a saber qué era lo que le pasaba, porque no sentía ningún dolor. Sólo había risas y más risas mientras carcajeaba una y otra vez al imaginarse lo ridícula que se vería si alguien entrara y la viera en esta situación.
Una voz en su cabeza le hizo recordar algo, y entonces se arrastró hasta la cama para tomar la envoltura del chocolate que había comido.
Y entonces cayó en cuenta, porque se había confundido y tomó el que tenía la droga.
Era una lástima que en vez de preocuparse eso le causara aún más gracia. Se dejó caer de nuevo en la alfombra del suelo y se recostó en una posición de estrella mientras movía una y otra vez sus manos para marcar alas de ángel en los vellos de la alfombra.
Todo su alrededor parecía muy feliz y de colores, nada importaba. Sólo estaba ella y sus ganas de divertirse mientras seguía riendo por lo tonta que era.
Así que decidió que hoy no sería Hermione Granger, la sabelotodo. Se puso de pie reaciamente, tropezando unas tres veces antes de lograrlo, y luego caminó hasta la puerta.
Cuando llegó, recargó la cabeza en ella mientras respiraba lentamente, porque sabía que debía controlarse al pasar por la sala común si no quería obtener un enorme regaño por parte de Harry y Ron si la veían en este estado.
Luego abrió la puerta y salió.
Era extraño porque de repente las escaleras le parecieron la cosa más divertida del mundo, como si fueran la entrada a un nuevo mundo mágico. Así que las bajó con cuidado y con una enorme sonrisa drogada.
Ni siquiera miró la sala común mientras la atravesaba para llegar a La Habitación. Tocó la puerta una y otra vez, más fuerte de lo normal, hasta que alguien le abrió y entonces la música fue arte para sus oídos.
Entró y luego entrecerró los ojos para tratar de enfocar si conocía a alguien de entre todo el gentío.
No encontró a nadie, ni siquiera a Ginny o Blaise, que normalmente se la pasaban por ahí. Así que resopló al mismo tiempo que tomaba una copa de algo que pasaba volando mágicamente encima de una charola.
¿Se debían mezclar las drogas y el alcohol o no? Ella no tenía ni la más mínima idea, pero se tragó todo el líquido con una mueca al raspar su garganta. Pronto se dio cuenta de que fue mala idea, así que archivó en su mente nunca más hacerlo.
Caminó hasta un grupo de chicos a los que ella no conocía y se metió entre ellos como si los conociera de toda la vida. Se dejó caer en el sillón junto a un chico pelirrojo que hablaba con otro chico castaño.
Él se giró a mirarla y le alzó una ceja, claramente diciéndole que estaba en territorio ajeno. Pero Hermione lo ignoró y lo miró con unos ojos asesinos antes de notar que las pecas del chico formaban un corazón. Eso le causó mucha risa y comenzó a reír como una tonta.
El pelirrojo le frunció el ceño y preguntó algo que ella no prestó atención, pero luego el chico castaño que estaba a lado suyo le dijo que la dejara. Entonces ambos la ignoraron y siguieron platicando mientras Hermione reía.
Fue un error decidir ese pequeño grupo para quedarse justo cuando estaba drogada, porque, siendo unos Slytherins arguenderos, no tardaron en centrarla más en su diversión y pocas horas después ya se hallaba bailando como una tonta a lado de una chica y otros más.
El efecto del chocolate ya no era tan pesado como lo fue al principio, así que ahora mínimo se hallaba un poco más consciente de lo que hacía, pero seguía siendo demasiado fácil llevarse por sus impulsos y querer reír por cualquier cosa.
Incluso el chico pelirrojo terminó siendo amable con ella, pero Hermione no notaba que él parecía tener otras intenciones mientras bailaba con ella y la acercaba con una mano en su cintura cada vez que tenía la oportunidad. Por supuesto que Hermione no lo notó, estaba demasiado ocupada divirtiéndose con la nueva chica que acababa de conocer como para prestar atención a cualquier otra cosa.
Es por eso que mientras se concentraba sólo en reír y bailar en medio de las luces de colores de La Habitación, soltó un gruñido cuando un brazo se aferró a ella y la sacó del gentío en el que se encontraba.
—¡Ey, ey, ey! —gritó Hermione, exagerando ante el toque como si le estuviera doliendo, cuando en realidad no le dolía—. ¡Me lastimas!
—¡Ni siquiera te estoy tomando con fuerza! —le contestó la otra voz. Sea quien fuera, estaba molesto.
Alzó la cabeza y miró a Draco. Estaba segura de que ella habría reaccionado diferente de no ser que el efecto de la droga aún siguiera un poco en ella, pero en ese momento, mientras veía el ceño fruncido de él, no pudo evitar que todo se viera gracioso.
—¿Qué carajo te tomaste, Granger? —preguntó, y eso sólo le hizo más gracia mientras intentaba regresar a bailar, pero la mano de Malfoy la jaló de nuevo.
—¡Oye, suéltame! —gritó—. ¡Quiero volver ahí!
—¿Qué demonios te pa...?
—Suéltala ya, Malfoy. Déjala aquí si ella quiere quedarse —dijo otra voz. Y como Hermione no la reconoció, se dio la vuelta sólo para encontrarse al chico pelirrojo con que antes había estado bailando. Hizo memoria, porque sabía que le había dicho su nombre en algún momento, y entonces lo recordó.
—Adam —dijo, y se desprendió del agarre de Draco para acercarse a él—. Vamos. Hay que regresar a bailar...
Pero de nuevo la mano de Draco se ensanchó a su brazo y la arrastró de nuevo a donde estaba, Hermione perdiendo el equilibrio y estampándose contra su pecho unos segundos antes de recomponerse.
—Aquí te quedas —masculló, aunque no la estaba mirando a ella, sino a Adam.
—No vas a decirle qué hacer, ¿o sí, Malfoy? —preguntó el chico. Y Hermione alzó la cabeza en el momento exacto para ver la mirada de Draco afilarse como dagas venenosas.
No soltó a Hermione, y entonces se acercó hasta Adam para mirarlo con amenaza.
—No te acerques a ella —siseó, y ella lo escuchó incluso encima de la música—. Vi cómo la acercabas a ti cuando venía para acá. Te aprovechas de que está mal, ¿no? Ni un metro cerca de Granger, Dills. Te lo advierto.
—¿Y tú me lo...?
—Dills —llamó otra voz, y ambos se giraron para encontrarse con Theo. Él pasó la mirada entre ambos y luego cayó en Hermione, quien estaba siendo ligeramente aplastado por ambos cuerpos y tenía una mirada perdida al suelo mientras el efecto caía de ella—. Es suficiente.
Después Theo se acercó a Hermione y desprendió el agarre que le tenía Malfoy para ayudarla a salir ilesa de ambos. La tomó con cuidado y la acompañó hasta la salida.
—¿Por qué? —preguntó ella, frunciéndole el ceño.
—No preguntes. Malfoy se pone como una perra celosa y no se iba a ir de ahí a menos que le quedara claro a Dills. Sólo te estoy sacando de ahí para que no lo veas.
Hermione miró por encima de su hombro para ver cómo Draco seguía discutiendo con Adam, y luego ya no pudo ver nada más porque salió del lugar y Theo cerró la puerta detrás de ambos.
Ella se recargó en la pared del pasillo y cerró los ojos. Después suspiró. Ahora que el efecto de la droga estaba casi fuera de ella, la realidad comenzaba a sangrar a su alrededor.
Theo la observaba.
—¿Qué? —preguntó Hermione.
Él estuvo a punto de contestar cuando la puerta se abrió y Draco salió por ella. Primero miró a Hermione, y luego a Theo.
—Gracias —murmuró hacia él.
Nott rodó los ojos.
—Estás advertido —replicó antes de alejarse y dejarlos solos.
Y fue entonces cuando Draco se giró a ella y se cruzó de brazos, mirándola tan molesto como fuera posible.
—¿Ahoras vas decirme qué carajo te pasa?
Hermione bajó la mirada al suelo y frunció los labios. Después se encogió de hombros.
—No me pasa nada.
—Sé que no llevo mucho tiempo contigo como cualquiera de tus amigos —dijo en un resoplido—. Pero sí el suficiente como para saber que has estado demasiado extraña desde ayer. Algo te molesta. Además, no sé qué carajo te bebiste, pero esa reacción que tenías ahí dentro no era normal.
No tuvo la valentía para contarle que se había drogado por accidente, así que sólo dijo lo primero que llegó a su mente:
—Tú también te pones extraño y te molestas cuando me ves cerca de Nick, y no te ando preguntando.
Hermione lo miró de reojo y notó cómo apretaba la mandíbula con una intensa mirada sobre ella. Luego cerró los ojos y también se recargó en la pared contraria a ella del pasillo, para quedar frente a frente.
Draco comenzó a negar con la cabeza una y otra vez, y entonces ella no pudo evitar su pregunta:
—¿Qué se traen ustedes entre manos?
—Nada importante —masculló, aún con los ojos cerrados.
—¿Y por qué si no es tan importante Nick rechaza mis invitaciones a salir?
Draco abrió los ojos y la miró, ceñudo.
—¿Tú lo invitas a salir? —preguntó con lentitud.
Hermione desvió la mirada y se cruzó de brazos.
—Ese no es el punto, pero sí. Alguna veces.
—Blythe rechaza porque no debe aceptar.
Ella le alzó una ceja, incrédula ante su respuesta.
—¿Por qué no debería? —exigió saber.
—Blythe te hará daño, Hermione —dijo—. Sé lo que te digo.
Carcajeó, y lo hizo de una manera cruel. Sabía que no estaba actuando de la mejor manera, pero todo la abrumó como un maremoto y su cabeza comenzaba a doler de nuevo con tal de que por fin pusiera fin a todas sus dudas. Así que no lo dudó y se alejó de la pared para acercarse a él.
—Quiero que me digas en estos momentos qué es lo que se traen Nick y tú —ordenó con voz firme—. Y no te atrevas a negármelo porque sé que me ocultan algo.
Draco rodó los ojos.
—No tengo ni la más mínima idea de qué...
—¡Deja de mentirme! —explotó Hermione. Y tal vez el reacio efecto de la droga que aún se mantenía en ella estaba todavía presente—. ¡Sé que se traen algo! ¿Cómo te atreves a mentirme en mi propia cara?
Draco se sorprendió al principio por su tono de voz, pero luego tragó saliva y se irguió sobre ella. La miró facción por facción y entonces frunció el ceño lentamente.
—¿Estás drogada? —preguntó, e intentó dar un paso hacia ella, pero Hermine fue rápida y no permitió que lo hiciera.
Y el que le estuviera mintiendo sin pudor alguno fue la gota que derramó el vaso, así que lo soltó:
—¿Tu plan era enamorarme para sólo tener sexo conmigo y luego dejarme?
Una mano había logrado alcanzarla, pero al escuchar su pregunta, se congeló.
Draco la soltó al instante, y por sus ojos pasó miedo.
—Pansy me lo dijo —siguió Hermione al ver que él pareció quedarse sin habla—. Y me contó exactamente todo tu manual de chicas, uno que estás siguiendo al pie de la letra conmigo. ¿Te suena la primera fase: enamorar? Creo que se te dio bastante bien. ¿Y la segunda: la labia? Esta fue increíble, Draco. Me hiciste tenerte lástima y luego usaste esto a tu favor. ¿Cuál era la tercera...? Oh, sí, la habitación. ¿En serio tuviste las pelotas de llevarme al mismo lugar donde estuvieron otras chicas antes que yo? ¿Te atreviste a hacer lo mismo con las que fueron anterior a mí?
«Mierda, y yo que creía encontrar algo diferente en ti. Luego sigue la cuarta fase, ¿no? El cuento de amor. Explícame cómo demonios Pansy sabe sobre eso si ni siquiera estuvo ahí cuando me lo contaste. ¿En serio es algo que haces con todas? No necesito mencionar la última fase, es algo que planeabas hacer ya en estos momentos conmigo así como lo hiciste con todas las demás. Chicas inocentes que sólo buscaban una seguridad y amor en ti. Igual que yo.»
Draco intentó acercarse a ella de nuevo, pero Hermione dio otro paso hacia atrás.
—Granger...
—Eres una mierda —escupió—. No sé cómo Pansy pudo aguantarte tanto tiempo.
Alzó la mirada justo a tiempo para ver su mandíbula tensarse como la de un titán. Algo extraño pasó por su mirada, y entonces fue consciente de que había sobrepasado una línea imaginaria que ni siquiera sabía que tenía.
Entonces Draco se acercó de nuevo a ella hasta que Hermione estuvo contra la pared y tuvo que alzar la barbilla para no perderle la mirada. Entonces él la miró cautelosamente y luego negó con la cabeza.
—Debí haber esperado esto —susurró, pero su tono de voz no fue molesto, más bien algo cercano al dolor—. Ese niño no nació para el amor, no lo merecía. ¿Por qué creí que contigo sería diferente? Caíste en todo lo que Pansy te dijo, exactamente como ella quería que pasara. Jugó en tu mente, y tú se lo permitiste, Granger... No entiendo cómo... ¿Por qué creíste...?
Luego se detuvo y suspiró, cerrando los ojos unos segundos antes de volver a abrirlos y seguir hablando:
—Fase uno: enamorar a Hermione Granger. Por supuesto, porque era exactamente lo que yo quería que sucediera ¿no? Quería enamorarla para luego terminar aún peor de enamorado que ella. Claro que es una fase magnífica que yo estaría dispuesto a seguir. Fase dos: mi perfecta labia. Porque se le llama así cuando intento proteger a la única persona que me importa lo suficiente como para no querer entrometerla en todos mis problemas y que termine lastimada por mi culpa. Mi labia, sí. Fase tres: llevar a Hermione Granger a una habitación que sólo ha tenido como dueño yo, porque nadie en su puta vida ha estado dentro. Ni siquiera Pansy Parkinson, cosa que se le puede preguntar diciéndole qué es lo que hay dentro.
«Fase cuatro: el cuento de amor. Algo que yo leí en un libro a mis catorce años y Pansy se burló de mí porque le dije que me parecía algo lindo. Entonces ella me dijo que lo cursi no era lo mío, y yo le prometí que alguna vez haría eso con la persona a la que realmente estuviera enamorado. No se lo conté a Pansy nunca, creo que es obvio que ella haya atado cabos para saber a quién sí se lo conté. Fase cinco: tener sexo con Hermione Granger y luego dejarla, así como a todas las demás. Algo terriblemente ridículo teniendo en cuenta que yo sólo he tenido sexo con Pansy, y además de que debería ser un jodido idiota para dejar a la persona que quiero sólo porque ya obtuve placer... Dios, Granger, sí. Tengo un jodido manual para ti.
Hermione abrió la boca para responder algo más inteligente, pero se quedó sin palabras. Parpadeó una y otra vez y bajó la mirada cuando le fue imposible mantener sus ojos grises, unos que ahora estaban cargados de dolor.
La garganta le comenzaba a picar y la culpa la inundaba como un huracán. Pansy. Había caído en el juego de Pansy. Y ahora lo había arruinado todo por ser tan tonta.
—Ojalá tuviera unas instrucciones para saber qué hacer contigo —susurró Draco, y ella volvió a mirarlo—. Así todo sería más fácil y me explicaría por qué siento esta opresión en mi pecho.
Luego suspiró lentamente. Se lamió los labios y negó con la cabeza antes de alejarse de ella. Caminó hasta salir del pasillo y Hermione ya no pudo ver su rubia caballera porque se perdió en la curva.
No pudo evitarlo, todo se juntó y se sintió vulnerable e indefensa. Se llevó la mano a su boca para amortiguar el sollozo que amenazó con salir. Luego apretó sus ojos para evitar que las lágrimas salieran.
Se alejó de la pared y después salió a toda velocidad de la sala común.
Corrió, porque su supo qué más hacer. Sólo quería alejarse de todos sus problemas.
En el camino chocó con alguien, pero no se giró para pedir disculpas y siguió corriendo. Salió a los campos de Hogwarts, unos que estaban por el atardecer y ya casi oscureciendo. Entonce siguió corriendo hasta quedar delante del Lago Negro, y se detuvo abruptamente.
Miró el agua en silencio.
No iba a llorar. No iba a llorar. No iba a llorar.
Pero las lágrimas salieron antes de poner impedirlo.
Así que se llevó las manos a los ojos mientras los tallaba con fiereza y en su mente se repetían una y otra vez que era la persona más tonta y más fácil de manipular del mundo.
—¿Hermione? —preguntó una voz, y ella se sobresaltó tanto que estuvo a punto de caer al lago de no ser porque alguien la tomó del codo. La equilibró y ella miró a la persona.
Era Nick.
—¿Qué te pasa? —preguntó él, mirándola ceñudo mientras recorría con sus ojos las lágrimas secas que ella se había borrado con fuerza.
—Nada, estoy bien —masculló, alejándose del lago unos metros.
—Fue Malfoy, ¿no? —preguntó. Hermione le dio una mirada de reojo pero no respondió. Y entonces él desvió la mirada al lago y apretó la quijada tanto que incluso las venas de su cuello se marcaron—. Está cruzando la raya.
—Nunca confirmé que fuera Draco.
—Tampoco lo negaste.
—Nick, no estoy de humor para un sermón —atajó.
Él se giró a mirarla y la estudió con atención. Luego resopló y negó con la cabeza.
—Tú sabes que la manera en que yo te quiero es diferente a la tuya —dijo Nick, acercándose a ella un poco—. Así que no me gusta que Malfoy esté haciendo lo que quiera contigo.
Hermione no pudo evitar sentirse algo nerviosa e incómoda ante la mención de ese tema, por lo que desvió la mirada y rodó los ojos.
—Él no hace lo que quiera conmigo —murmuró—. Sólo tuvimos una discusión. Exactamente como cualquier otra pareja tiene. Es normal que tenga ganas de llorar.
Sintió cómo Nick rodó los ojos también.
—El amor suma, no resta —masculló.
Hermione soltó una risa incrédula. Negó con la cabeza hacia el suelo y luego se giró a mirarlo.
—¿Qué intentas decir? —preguntó, alzándole una ceja.
—Lo mismo de siempre, Hermione. Malfoy no es bueno para ti, y estoy comenzando a cansarme de decírtelo.
—Pues entonces deja de hacerlo —replicó con obviedad—. Ya te he dicho miles de veces que estoy bien con él, ¿cuándo vas a entenderlo?
—Cuando lo vea por mí mismo. Dices que eres feliz y lo primero que encuentro cuando te miro son lágrimas. Porque estás llorando por una discusión con él, ¿en serio crees que es normal?
Hermione apretó la quijada y le entrecerró los ojos. Estaba molesta de que Nick creyera que lo sabía todo, no podía simplemente llegar y restregarle todo en la cara como si supiera todo lo que ella sentía o creía.
—La pelea fue mi culpa —contestó arrastrando las palabras cruelmente—. Insinué algo que no era.
—¿Algo como que él sólo intentaría tener sexo contigo para luego dejarte?
Hermione abrió y cerró la boca tal cual pez fuera del agua. Después frunció el ceño y se acercó a Nick.
—¿Cómo...? ¿Pero...?
—Escuché a Pansy decírtelo ayer por la tarde.
—Tal vez sí, tal vez no —masculló con molestia—. Pero ahora puedes entender por qué fue mi culpa. Yo insinué algo que no era verdad, sólo porque me dejé envenenar por las palabras de Pansy.
Nick asintió, como si ahí estuviera lo obvio.
—Y ese es el problema, Hermione —dijo—. Que desconfiaste de él porque sí lo creíste capaz de hacer lo que ella dijo. Si tanto lo quieres como dices, la confianza bastaría para que no creyeras lo que ella dijo sobre él.
—¿Qué tratas de decir, Nick? ¿Por qué siempre crees saber más que yo? Te gusta insinuarlo, ¿no?
—No, no, por supuesto que no. Lo único que trato de decir es que tal vez no quieres lo suficiente a Malfoy como crees. De haber sido así, ni siquiera hubieras desconfiado.
Hermione cerró los ojos cuando la cabeza le comenzó a punzar del dolor por tantos pensamientos. Se llevó los dedos a sus sienes para tallarlos y luego resopló.
—¿Y tú cómo sabes qué quiero y qué no? —espetó a Nick.
Él sólo bufó en respuesta.
—Sé más de lo que tú crees. Y puedo asegurarte que no lo quieres tanto como piensas.
Hermione lo miró, molesta.
—Sólo quería un momento tranquila. No un idiota que también quiere alejarme de él.
—¿Y no crees que quiero alejarte de él por una razón? —soltó, también un poco molesto.
Ella suspiró, desesperada y cansada de la conversación.
—¿Qué quieres que te diga, Nick? —preguntó, de nuevo, descontrolándose y dejando a su lado impulsivo salir—. ¿Necesitas que te explique con peras y manzanas que estoy enamorada de él y no de ti? Porque si eso era lo que querías, ya lo tienes.
Nick se quedó sin habla, y la miró como si no la conociera. Y ella justo a los segundos de haber dicho aquello, se arrepintió. Una vez más, había actuado sin pensar.
Pero la réplica de Nick, regresando al mismo tema, le hizo saber que había hecho bien.
—Tú no sabes lo que quieres —aseguró—. Estás confundida porque él te hace creer cosas que no son. Pero no puedes decir que estás enamorada de él cuando te hace llorar.
Entonces Hermione volvió a explotar y se acercó a él con un dedo apuntándolo con furia.
—¡Entiende que tú no puedes decidir por mí! —gritó—. ¡Sólo yo puedo asegurar si estoy o no enamorada de él!
Nick no se inmutó a pesar de que ella había comenzado a llorar de la rabia. Sólo siguió negando con la cabeza.
—No, no puedes —dijo.
—¿Quién mierda te dice que no?
Entonces Nick atrapó la muñeca que ella tenía frente a él, y la acercó más para susurrarle:
—Lo sé porque tú estás enamorada de alguien más.
Creía que después de haberse reconciliado, la relación de ambos volvería a ser la misma. Pero al parecer sólo había sido así los primeros días, porque tal cual, Nick era un buen actor para ocultar lo que realmente le molestaba.
Hermione lo miró, incrédula y de nuevo sintiendo esa rabia en su interior. Así que se acercó aún más y muy molesta para mirar sus penetrantes ojos verdes.
—¿Ah, sí? —preguntó con cierto filo en el tono de su voz—. ¿Y según tú de quién estoy enamorada?
Nick dio una rápida mirada a los labios de la chica, y antes de que Hermione pudiera entender lo que él trataba de hacer, la acercó con una mano en su cintura y la besó.
Fue rápido y escaso, debido a que ella se alejó en cuanto se dio cuenta de lo que sucedía. Se quedó parada y con la boca abierta, el corazón latiéndole muy rápido y una mirada perdida, incrédula y también rabiosa hacia él.
Nick carraspeó y luego habló:
—Ahora puedes plantearte bien de quién estás enamorada.
Dicho eso, la pasó de largo, y al igual que Draco lo había hecho, se alejó, dejando a Hermione más confundida que nunca.
Porque por mucho que lo quisiera negar, sí había algo de qué preocuparse.
Ella sí sintió algo con ese beso.
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