35. ¿Una noche?

La mirada de Draco fue diferente, y lo fue tanto que ella no pudo resolverlo durante los próximos cinco segundos antes de que él se acercara de nuevo a ella y atrapara sus labios en otro beso.

Eso la tomó por sorpresa, pero no la suficiente como para no responderle. Movió sus labios contra los de él, y pronto se dio cuenta que esta no era un beso lento y delicado, pues había un ritmo nuevo que la estaba llamando, así que se aventuró a descubrirlo, y después se halló a sí misma acercándose más a Draco.

Él levantó una mano para enredarla en sus rizos, y como siempre hacía, halló la manera de tomar el control. Su otra mano viajó hasta su espalda baja y la acercó aún más mientras ella llevaba sus brazos a su cuello para enredarse en él y jugar con su cabello.

Por primera vez, Hermione permitió que introdujera la lengua, y apenas lo hizo, se preguntó por qué no lo había dejado hacerlo antes. Porque la sensación de su lengua arañando la suya mientras sus narices su rozaban y la acariciaba, era increíble.

Fue sólo un segundo el que se separaron para tomar aire antes de volver a besarse.

Pero esta vez Draco la maniobró lentamente hasta que ella quedó recostada en el césped, y él acarició su espalda con la mano que tenía ahí hasta que la bajó a su cintura, y entonces mientras el beso se intensificaba, él dibujaba pequeños círculos en su piel desnuda, la cual estaba un poco a la interperie por el movimiento de su remera.

Eran nuevas sensaciones, unas que ella había leído pero jamás sentido. Y se dio cuenta que la lectura no narraba explícitamente y ni de cerca lo que ella estaba sintiendo.

Porque quería más.

E incluso cuando Draco pareció leer sus pensamientos y la mano que tenía en su cintura bajó un poco más abajo llegando a su muslo, ella se sintió derretirse debajo de él.

Ella lo permitió, y todo alrededor de ella comenzaba a zumbar porque sólo se estaba concentrando en sus besos y esas caricias hasta que...

Un enorme estruendo los hizo sobresaltarse.

Las manos de Draco se aferraron a ella, como si temiera que fuera algo peligroso, y Hermione quedó oculta debajo de él.

—¿Qué fue eso? —preguntó Draco, aún escondiéndola y dando una mirada sospechosa a su alrededor.

—No lo sé —contestó Hermione, alejándose de él sólo dos segundos antes de que otro estruendo retumbara y Draco la atrapara con sus brazos de nuevo.

—Quédate aquí —ordenó, y la apretó más contra él. Ella se habría sonrojado de no ser porque estaba demasiado ocupada intentando descubrir de dónde venían esos sonidos—. ¿Nos están atacando o algo?

—No lo creo.

Ella alargó su cuello para ver por encima de Draco, y justo cuando un estruendo más sonó, ella alcanzó a ver la mínima chispa de color encima de una de las copas de los árboles.

Y entonces lo recordó.

—Draco, ¿qué día es hoy?

Él se giró a mirarla con el ceño fruncido, con la clara expresión diciéndole que no era el momento para hacer esa pregunta, pero ella insistió con la mirada.

—Veintitrés de Octubre, ¿por qué?

—¡Eso es! —exclamó Hermione, una sonrisa enorme apareciendo en su rostro. Draco, por el contrario, siguió mostrándose confundido, y más cuando ella se alejó y se levantó del césped.

Extendió su mano para que Draco la tomara y, cuando lo hizo y estuvo de pie también, corrió cuesta atrás hasta el otro lado de la colina, quedando frente a las copas de árboles que estaban más cerca del pueblito mágico que los avecinaba.

Entonces Hermione extendió su mano y apuntó.

—¡Son fuegos artificiales! —dijo, aún emocionada como una niña pequeña.

Él había estado sonriendo y mirándola, pero de repente se notó asustado.

—¿Fuegos art...? ¡¿Fuego?! Debemos salir de...

—¡No, no, no! —atajó ella, aferrándose al suelo antes de que la fuerza que Draco ponía sobre su mano la arrastrara lejos—. No ese tipo de fuego. Mira, ven acá.

Aún luciendo desconfiado, se acercó de nuevo y se paró a su lado, apretando su mano sobre la de ella como si temiera que algo malo estuviera por suceder. Hermione miró el cielo, y le indicó que hiciera lo mismo.

Un segundo más, otro estruendo sonó y el cielo se iluminó de chispas de colores por todas partes. Aunque pequeñas, porque no estaban muy cerca del pueblo.

Se giró a mirar a Draco con una sonrisa y se sintió más hipnotizada cuando él tenía una mirada sorprendida y mágica hacia las chispas de colores.

—A eso le llamamos fuegos artificiales —le informó, aún mirando los ojos perdidos que él tenía en el cielo justo cuando otro más apareció iluminando la noche.

—Pero... ¿Cómo...?

—Hoy es el aniversario de la fundación de Hogsmeade —dijo Hermione—. Veintitrés de Octubre de mil cuatrocientos cincuenta y tres. Lo había olvidado, en realidad, pero ahora tiene sentido que estén festejando y también que Harry y Ron me invitaran a ir ayer.

—¿Por qué están usando esos... fuegos? —preguntó Draco girándose hacia ella—. ¿No se supone que eso es muggle?

—Fue una propuesta de Luna Lovegood —contestó, regresando su mirada emocionada a las nuevas luces que se arrojaron al cielo—. Ella se está encargando de muchas cosas nuevas para la escuela, ¿lo sabías? Estoy segura de que insistió en este método.

—Es... lindo —murmuró Draco, y ella alzó las cejas con sorpresa antes de girarse a mirarlo. Porque era muy extraño escucharlo alagar algo que tuviera procedencia muggle.

—Lo es, sí —replicó ella. Volvió a sonreír y luego se aferró al brazo de Draco antes de recargar su cabeza en su hombro. Ambos mirando las luces de colores que iluminaban cada vez más el cielo.

•••

Hermione miró el vial que tenía delante suyo con un estrujado de nervios en su estómago.

Abrió la poción, y luego de respirar hondo para tomar valentía, se lo tragó.

Era una poción anticonceptiva. Era la última de siete que debía tomarse; una cada día durante una semana para que tuviera efecto durante un mes.

Ginny se las había dado un día que tuvieron una pequeña plática —muy vergonzosa— sobre las relaciones sexuales, y entonces le regaló las pociones y le indicó cómo usarlas. De alguna manera, la hizo sentirse tonta porque Ginny, siendo casi dos años menor, sabía mucho más sobre la situación que ella.

Es decir, sí sabía y conocía los distintos métodos al igual que las reacciones, pero nunca prestó demasiado de su atención al tema. Y era porque no esperaba necesitarlo hasta dentro de varios años, pero después del pequeño incidente en la colina, una voz en su cabeza le gritó que era mejor prevenir.

Se sentó sobre la cama durante diez minutos esperando que la poción hiciera su trabajo, y cuando pasó el tiempo, guardó todo y rejuntó sus rizos en una coleta baja antes de salir de los dormitorios.

Apenas iba bajando los escalones cuando escuchó dos voces conocidas en una discusión. Ella frunció el ceño y buscó el origen, y en menos de diez segundos lo logró.

A no menos de cinco metros de las escaleras, en una de las mesas cerca de la chimenea, estaban Ron y Ginny discutiendo en unos susurros histéricos que no parecían tanto susurros.

—¡Sigues estando muy pequeña para eso! —decía Ron—. ¡No tienes edad!

—¡Cierra la boca! ¡Soy sólo un año menor que tú!

—¡Sigues siendo menor!

—¡Tú ya te acostaste con Jennifer y no veo a nadie que te esté reclamando por eso!

Hermione, aún demasiado lejos para que notaran su presencia, se atragantó con su propia saliva y abrió mucho los ojos. Se dio la vuelta para regresar por donde había venido porque definitivamente no quería escuchar esa conversación, y ni siquiera podía ver a Ron pero sabía que debía tan estar rojo como su cabello.

Escuchó un par de susurros histéricos más, y pronto se escucharon más lejos. Hermione frunció el ceño y se dio la vuelta sólo para ver cómo Ginny se iba molesta mientras Ron la seguía aún diciéndole varias cosas.

La morena regresó la mirada hacia la mesa, y se dio cuenta que habían dejado sus deberes ahí, como siempre. Entonces ella rodó los ojos y se acercó para rejuntar todo en una hilera de libros, pergamino y tinta. Había deberes de Harry también, por lo que supuso que él estuvo en la misma situación incómoda que ella y se alejó antes de escuchar a Ron discutir con Ginny sobre cosas sexuales.

Se dio la vuelta para ir en dirección a la habitación de los hombres, pero entonces sintió una intensa mirada sobre ella. Giró sobre sí misma para descubrir el origen, y se encontró con los ojos grises de Draco, quien la miraba desde el otro lado de la sala común, sentado en uno de los sofás junto a Theodore Nott.

Hermione le sonrió en saludo y él no tardó en levantarse para caminar hacia ella, aunque antes de que lo lograra, Theo lo tomó de la muñeca para decirle algo con una mirada seria, y entonces Draco rodó los ojos antes de arrebatar su muñeca de él y ahora sí se acercó a ella.

—¿Pasa algo? —preguntó Hermione apenas estuvo cerca.

—Nada, estupicedes de Theo —murmuró con un bufido—. ¿De quién es eso?

Ella siguió su mirada y llegó hasta los libros que traía en manos. Suspiró y se encogió de hombros.

—Son de Harry y Ron —respondió—. Los olvidaron en aquella mesa y ahora debo ir a dejarlos a sus habitaciones.

—¿Debes? —masculló Draco, alzándole una ceja—. No es tu culpa que los hayan olvidado.

—Pero son mis amigos. Siempre hago esto, es una costumbre que ya tengo.

—¿Y ellos lo han hecho por ti?

—No —atajó—. Pero eso es porque yo no soy tan estúpida como para olvidarlos.

Draco resopló tan ruidosamente que los cabellos que tenía colgando sobre su frente se elevaron por el aire. Luego rodó los ojos.

—Bien —dijo y le quitó las cosas que traía en brazos—. Dame eso, yo los llevo.

Hermione no tuvo tiempo de protestar cuando ella se quedó sin nada. Así que sólo le alzó una ceja y sonrió a manera de burla.

—Ay, qué lindo —canturreó.

—Nunca lo menciones.

Ella asintió, aún burlona y luego caminó junto a él hasta las habitaciones de hombres.

Todos en la sala común los miraban como si fueran bichos raros. Draco no era del todo bienvenido en Gryffindor, y Hermione definitivamente era repudiada por varios de Slytherin; Neville incluso le contó cuando escuchó a varias chicas que ni siquiera conocía hablar mal de ella a sus espaldas.

Sin embargo, Hermione había estado esperando todo ello, así que no le importó ya que sucedió. Nadie tenía derecho a meterse en su vida y en sus decisiones, y tampoco ella tenía por qué preocuparse.

Apenas llegaron a la habitación de Ron, Draco preguntó cuál era su cama, y luego fue hasta ella para dejar sus cosas. Después avanzaron tres habitaciones más para llegar a la de Harry —y a la que antes Hermione creía de Malfoy también—, y él pidió que se quedara afuera mientras iba a guardar todo.

Ella esperó durante aproximadamente dos minutos, y cuando se le acabó la paciencia y quiso entrar a ver por qué tanta tardanza, alguien salió de la habitación de a lado.

Y para mala suerte de Hermione, no era alguien a quien le agradara mucho ver.

Daniel, el molesto Slytherin más idiota que ella conocía, salió por esa misma puerta.

Él se estiró mientras bostezaba, claramente despertando de una siesta, y justo cuando Hermione reaccionó y una voz en su cabeza le dijo que se alejera, su obstinada parte Gryffindor le dijo que no fuera una cobarde, así que poco después la mirada de Daniel cayó sobre ella.

—Granger —canturreó, y frunció ligeramente el ceño mientras miraba hacia su alrededor, como comprobando si estaba sola o no—. ¿Qué te trae de nuevo por acá?

Ella ni siquiera se molestó en responderle. Sólo lo ignoró y se cruzó de brazos mientras esperaba a que Draco saliera de una vez por todas de la habitación.

Daniel no dejó de mirarla con una ceja alzada, y cuando se dio cuenta de que no iba a responderle, sólo suspiró negando con la cabeza y luego se acercó lentamente.

—No pienso hacer nada malo —dijo mientras caminaba—. Sólo quiero hablar, ¿bien?

Hermione se giró y lo miró con los ojos entrecerrados.

—Bueno, yo no quiero hablar contigo.

Daniel medio sonrió y se encogió de hombros.

—Sólo intento ser amable —dijo, y ella volvió a ignorarlo, regresando su mirada hacia la puerta. Él hizo una ligera mueca, indicando que estaba comenzando a molestarse, y entonces dio un paso más—. Escuché que sales con Malfoy, ¿es cierto?

—Eso no debe importarte —respondió Hermione con una falsa sonrisa. Y estuvo a punto de girarse a la puerta otra vez, pero entonces recordó algo y añadió—: Escuché que reprobaste el año, ¿es cierto?

Daniel también le regaló una falsa sonrisa.

—Eso no debe importarte —replicó y ella le rodó los ojos. Poco después escuchó su ruidoso resoplido—. Oye, si tú no eres amable conmigo, creo que yo tampoco debería serlo.

La molestia superó la paciencia de Hermione, por lo que decidió que Draco podría encontrársela debajo. Caminó hacia las escaleras, intentando alejarse lo más posible de Daniel, pero él fue rápido y tomó su codo antes de que ella se alejara.

—Sólo será una plática, Granger —murmuró en voz baja y aún sonriendo con falsedad.

Con una mirada amenazante y apretando más que nunca su mandíbula, Hermione arrebató su brazo de su agarre.

—Y yo ya te dije que no quiero hablar contigo —escupió entre dientes, acercándose mucho a su cara para que el mensaje le llegara fuerte y claro.

Antes de que ella reanudara su camino, la puerta de la habitación de Harry por fin se abrió y de ella salió la alta figura de Draco. Llevaba otra camiseta y también una nueva mochila colgada sobre su hombro.

Él observó la situación que tenía delante y, al armar cabos en su mente, su mirada se volvió casi afilada cuando cayó en Daniel.

—Vector —saludó Draco, arrastrando las palabras lentamente mientras lo seguía mirando—. He escuchado que te ocultas de mí últimamente... ¿Qué pasó aquí?

—Nada —interrumpió Hermione, intentando quitarle importancia antes de que Daniel pudiera responder nada—. Vámonos.

Ella tomó su brazo y comenzó a caminar, pero Draco no avanzó, él sin embargo, se quedó observando a Daniel, quien le regresaba una mirada desafiante que cualquier tipo idiota daba.

—Granger —llamó Draco, de nuevo con esa voz arrastrada, y no la miró cuando preguntó—: ¿Te hizo algo?

Hermione parpadeó, confundida.

—¿Qué? No.

—Dime.

—¿No la escuchaste? —dijo Daniel antes de que ella pudiera hablar—. Dijo que no hice nada.

—Cierra la boca, Vector. No estoy hablando contigo.

La morena suspiró, no estaba preparada para una nueva discusión entre estos dos. Volvió a tomar el brazo de Malfoy e intentó arrastrarlo con ella, pero parecía que estaba pegado al suelo y apenas pudo moverlo unos centímetros.

—Draco, te estoy diciendo que no pasó nada —murmuró—. ¿Podríamos irnos?

Él miró sólo un segundo más a Daniel antes de asentir y seguirla escaleras abajo. Pero cuando apenas habían bajado cuatro escalones, la voz de Vector resonó por el eco del pasillo:

—Eres un jodido marica, Malfoy. Es obvio quién tiene los pantalones en la relación, ¿no?

La mano de Hermione se apretó sobre la de Draco como advertencia para que lo ignorara y siguiera caminando. Para su sorpresa, él sólo resopló y siguió caminando junto a ella. Aunque una vez que estuvieron abajo, la voz de Malfoy llegó en susurro, como si estuviera hablando más consigo mismo que con ella.

—Volveré por él. En realidad, merece que alguien lo ponga en su lugar —masculló, y cuando Hermione se giró hacia él para encaralo, Draco tomó su rostro entre sus manos—. Escucha, Granger, no eres la primera a quien le hace eso. Es un idiota, y nadie se ha atrevido a hacerle algo porque es hijo de la profesora de Aritmancia. Necesita que le pongan un alto.

Ella suspiró, y tomó sus manos entre las suyas para alejarlas de su cara.

—Entonces no lo hagas por mí —dijo—. Yo puedo encargarme de él. Antes de que llegaras, ya me había deshecho de él. Por favor confía en que yo puedo defenderme sola; ahora sé qué clase de persona es y estoy segura de que puedo reaccionar de una mejor manera a como lo hice aquel día que fui a tu dormitorio.

Draco apretó la mandíbula y cerró los ojos, como si estuviera recogiendo las migajas de su paciencia.

—No voy a quedarme sin hacer nada para ver cómo te molesta —masculló luego de unos segundos.

—Sabes que Daniel seguirá molestándome, ¿cierto? —preguntó Hermione, alzándole una ceja.

Draco negó, entrecerrando sus ojos como si fueran rendijas.

—No lo hará.

—Escucha —dijo Hermione en un suspiro—, Daniel seguirá con su misma actitud porque sabe que a ti te molesta. Y mientras eso suceda, no importa qué hagas, él siempre hará lo mismo si va a estar seguro de que reaccionarás de la misma forma.

Draco chasqueó la lengua y desvió la mirada, ahora entendiendo la situación.

—¿Entonces espera que haga nada? —bufó.

—No. Sólo te pido que me dejes este tema a mí. Y juro que cuando necesite tu ayuda, no dudaré en pedirla. ¿Entendido?

Draco aún no la miraba, por lo que ella tuvo que levantar su mano y mover su barbilla ligeramente para volver a encontrar sus ojos.

—¿Entendido, amor?

Sus ojos se perdieron en ella y algo extraño atravesó por su mirada antes de que tragara saliva.

—Entendido.

Hermione sonrió y se acercó para besarlo.

Sensaciones agradables recorrieron su estómago cuando sintió la sonrisa de Draco sobre el beso. Pero cuando intentó acercarla con la mano que tenía en su cintura, ella lo detuvo. Pero no porque no quisiera esta cercanía, sino porque aún se encontraban en la sala común, llena de miradas sobrepasadas.

—¿Qué pasa? —preguntó Draco, frunciéndole el ceño.

—Aquí hay mucha gente —respondió alejándose unos centímetros al tiempo que captaba unas cuntas miradas sobre ellos.

Apenas sintió la sonrisa de Draco antes de que se acercara a dejar un beso sobre su mejilla y la tomara de la mano para alejarla de todas las miradas. Caminaron unos cuantos metros hasta llegar a un pasillo que ella reconocía, y antes de que pudiera alzarle una ceja, él ya había sacado la llave de su bolsillo para abrir la habitación.

Se hizo a un lado para que ella pasara, y Hermione estuvo a punto de negarse cuando una voz en su cabeza le preguntó por qué no quería entrar. Así no dudó y se adentró a la helada habitación.

Cuando cerró la puerta, instintivamente alzó la mano para encender las luces, pero los dedos de Draco la destuvieron.

Sintió unos brazos rodearse sobre su cintura desde atrás y luego una barbilla recostarse en su hombro derecho. La sensación la puso nerviosa y tragó saliva, agradeciendo a Merlín que Draco no pudiera ver sus mejillas sonrojadas al mil.

—¿Qué quieres hacer? —preguntó su voz en un susurro—. Podemos recostarnos a leer, podemos jugar al ajedrez, podemos...

Fue puro impulso e instinto.

Hermione se giró con rapidez y, en medio de la oscuridad —porque ya era de noche—, atrapó los labios de Draco con una mordida.

De nuevo, eso lo tomó por sorpresa y se separó. Entonces ella se dio cuenta de lo que había hecho y soltó un chillido.

—¡Godric! —dijo—. ¡Lo siento! No debí...

Draco la besó de nuevo antes de que tuviera tiempo de seguir hablando. La rodeó con sus brazos para acercarla más y, con cierta satisfacción, ella se dio cuenta de que no había espacio entre sus cuerpos porque se estaban frotando el uno con el otro mientras sus labios se movían con rapidez.

Y una vez más, el beso suave y delicado quedó en el olvido.

Las manos de Draco subieron hasta su cara para ahuecar sus mejillas y estonces aceleró el ritmo. Ella alzó las manos para llegar hasta sus hombros y lo acercó aún más.

Sus narices rozaban y sus respiraciones chocaban en medio del silencio, pero parecía el silencio más relajante que Hermione había escuchado en su vida.

Pronto, ella comenzó a sentir una extraña y nueva pero agradable sensación crecer en la parte baja de su estómago. Y entonces todas sus lecturas de anatomía humana cobraron sentido y se dio cuenta de qué significaba.

Estuvo en abstinencia toda su vida, ¿cómo creerían que reaccionaría?

—¿Qué es lo que haces conmigo? —preguntó Hermione entre el beso, aún con la respiración demasiado agitada.

Las manos de Draco levantaron la tela de su remera con cautela y pronto sintió sus dedos acariciar su piel, lo que la hizo temblar por unos segundos.

—¿Qué hago? —replicó él, también agitado—. No lo sé. Tú deberías responderme eso.

Sus dientes chocaron y luego lamieron, y eso se sintió como asecender al paraíso cuando ella se inclinó sobre él para jugar con su cabello. Luego algo se apoderó de ella y empujó a Draco hasta la puerta.

Lo acorraló ahí y se separó con la respiración acelerada para tratar de enfocar sus ojos en medio de la oscuridad. Reaciamente lo hizo, y notó que había un brillo nuevo en los ojos de él, incluso parecía sorprendido.

Y entonces, de repente:

—Quédate conmigo.

Hermione parpadeó, confundida.

—¿Qué? —preguntó y luego sonrió dando un escaso y rápido beso sobre sus labios—. Ya estoy aquí.

—Hablo de que te quedes a dormir. Aquí en la habitación conmigo. Sólo una noche.

Ella abrió la boca para responder, pero quedó demasiado sorprendida que no supo qué decir. Sólo siguió tratando de enfocar la mirada de Draco por medio de la oscuridad.

Ambos seguían demasiado cerca, y sus manos seguían acariciando su cintura, hasta que de repente se detuvo.

—No tienes que hacerlo si no quieres —atajó él—. Era sólo una suge...

—No —interrumpió—. Sí quiero. Está bien. Una noche estará bien.

No era que le molestara, más bien era que, ahora que había descubierto nuevas sensaciones, temía qué era lo que podía pasar si se dejaba llevar por sus instintos o por los encantos de él mismo.

Pero entonces los labios de Draco se curvaron en una sonrisa mientras la miraba fijamente.

—Sí —suspiró—. Una noche.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top